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Derechos Humanos

Dagmar Hagelin: memoria de una desaparición olvidada

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Se cumplen hoy 48 años del secuestro y desaparición de la sueca Dagmar Ingrid Hagelin, de 17 años. La violencia genocida sobre mujeres, el rol de Alfredo Astiz y las repercusiones del caso en el presente.

Por Claudia Acuña, con Lucas Pedulla y Line Bankel

Tenía 17 años, recién había terminado la secundaria y en cuatro días disfrutaría su premio: un mes de vacaciones en Villa Gesell. Pero estamos en enero de 1977 en el oeste del conurbano y eso significa que  está por comenzar uno de los capítulos más violentos de esa Historia que hoy muchos quieren negar.

Si hay represión es porque antes hubo lucha, nos recuerda siempre María Galindo, y por eso a esta historia hay que darle contexto: en el triángulo conformado por tres municipios –La Matanza, Morón, Tres de Febrero– funcionaba uno de los motores de la industria nacional. Eso en aquella época significaba que todos sus obreros estaban organizados y politizados, también sus estudiantes y buena parte de la sociedad barrial. Eso –la industria argentina, la organización gremial, la politización social– es lo que comenzaron a hacer desaparecer con el golpe militar los mismos intereses que nos gobiernan hoy. Por eso mismo conviene recordar a Dagmar Ingrid Hagelin, la joven sueca de 17 años que jamás llegaría a disfrutar su premio: hoy se cumplen 48 años de sus secuestro, tortura y desaparición.

Un día de enero

Norma Susana Burgos era la viuda de Carlos Caride, una leyenda de la resistencia peronista. Con él tuvo dos hijas. La más pequeña se llamaba Victoria Eva, murió el 29 de diciembre de 1976 y quizá esa tragedia fue la que la obligó a exponerse. Lo cierto es que la secuestraron el 26 de enero de 1977 en Ramos Mejía y en la calle. La llevaron a la ESMA donde la torturaron. Luego la subieron a un auto hasta su casa ubicada en Sargento Cabral 317, de El Palomar. Eran ya las diez y media de la noche cuando el padre de Susana abrió la puerta e irrumpió la patota.

Dagmar Hagelin: memoria de una desaparición olvidada

Norma Susana Burgos, también secuestrada y testigo clave en el caso de Dagmar.

Rafael Burgos soportó el interrogatorio, contuvo el llanto de su nieta y toleró el desastre del allanamiento, mientras por la ventana observaba a su hija en el asiento trasero de uno de los autos sin patente, esposada y golpeada. Siete hombres se quedaron toda la noche en esa casa esperando que a la mañana llegara alguien a quien describieron como una mujer rubia. A las 8 en punto la que llegó fue Dagmar.

Dagmar era inteligente y rápida. Apenas vio a los hombres comenzó a correr. Detrás salieron dos a perseguirla, pero la diferencia era humillante. Cuando estaba a punto de doblar la esquina y conseguir así resguardo, uno de los lentos apoyó la rodilla en la vereda y le disparó. Dagmar cayó con la fuerza que había alcanzado su carrera. En el piso quedó el charco de sangre que brotó de su cabeza al golpear contra las piedras del baldío.

El lento que le disparó fue Alfredo Astiz.

El otro apuntó con su arma al taxista Jorge Oscar Eles, quien estaba en el garaje y con su hijo. Los bajó del auto, le pidió las llaves y abrió el baúl: ahí arrojó Astiz el cuerpo herido de Dagmar.

Los genocidas

Seis vecinos, el taxista, su esposa, los padres de Susana, entre otros testigos, describieron esta escena en los dos juicios que tuvieron que hacerse para lograr la condena. 29 miembros de la Armada fueron imputados por la desaparición forzada de Dagmar. A seis de ellos (Alfredo Astiz, Julio César Coronel, Oscar Antonio Montes, Pedro Antonio Santamaría, Lucio Francisco Rioja y Carlos Guillermo Suárez Mason) se le sumaron los agravantes de los delitos de homicidio simple en grado de tentativa, en concurso real con robo de automotor con armas al estar involucrados directamente al operativo ilegal del secuestro.

Dagmar Hagelin: memoria de una desaparición olvidada

Foto familiar de la niña Dagmar Hagelin. Intentó escapar corriendo y Alfredo Astiz le disparó y luego la arrojó al baúl de un auto robado por el grupo de tareas de la ESMA.

Estos son algunos datos reveladores de la situación actual de algunos de los condenados:

  • Ricardo Miguel Cavallo: su hijo hizo un documental titulado “Mi padre, el represor”.
  • Eugenio Bautista Vilardo: desde la prisión escribe un blog para agitar la liberación de genocidas. En diciembre de 2024 le rechazaron el pedido de ser considerado incapaz.
  • Juan Carlos Fotea: rechazaron liberarlo en mayo de 2024.
  • Miguel Ángel García Velasco: le concedieron arresto domiciliario.
  • Antonio Pernías: solicitó arresto domiciliario en 2024, pero por ahora sigue preso en la cárcel.
  • Jorge Carlos Rádice: solicitó salidas transitorias en 2024, pero en diciembre se las denegaron.
  • Jorge Eduardo Acosta: escribió desde la cárcel una carta celebrando el triunfo de Javier Milei. “Se aproxima la hora”, amenazó.
  • Diez murieron en prisión.
  • Cuatro posaron sonrientes en la foto con los diputados del oficialismo que los visitaron para urdir su liberación. Entre ellos el lento Astiz.

Las pruebas

Lo que sucedió entonces es, para estos casos, excepcional. Ragnar Hagelin, el padre de Dagmar, le pidió a ayuda a su cuñado Oscar Amerio, un suboficial del Ejército, quien apenas le describió la situación le aconsejó: “hay que moverse ya y muy rápido”.

Lo que hicieron a partir de allí fue extraordinario.

Primero hablaron con el padre de Norma y con todos los vecinos, anotando detalles, nombres y descripciones de los secuestradores y sus autos, entre otros datos. A media tarde fueron a la Brigada de Morón y les exhibieron el libro de actas donde estaba registrado el pedido de zona liberada y, lo más importante, quién lo solicitaba: la Unidad de Tareas 3.3.2 de la Armada, con base operativa en ESMA. Allí fueron.

–Soy suboficial del Ejército y sé que a mi sobrina la trajeron acá– le dijo Amerio al guardia.

El guardia transmitió el mensaje y también la respuesta:

–Váyase de acá ahora mismo y no diga nada de esto a nadie si quiere mantener su vida y su puesto.

Luego fueron a la casa del embajador sueco Bertil Kollberg: ya era medianoche y la seguridad los trató como sospechosos, por lo que decidieron presentarse al día siguiente  en la embajada. Así y a las 9 de la mañana lograron que apenas 25 horas después de su secuestro y desaparición Dagmar tuviera inmunidad diplomática, un rango de protección que la embajada comunicó formalmente y con carácter de urgente a la cancillería argentina.

El siguiente paso fue la Casa Rosada para entrevistarse con un capitán de la Armada, de apellido Pérez Millán, que trabajaba en la Secretaría de Prensa. En el libro Dagmar, mi hija, Ragnar cuenta qué respondió:

–Por suerte, señor Hagelin, tengo un camarada de armas, un hombre de la misma promoción que la mía y amigo personal, que está cumpliendo tareas en los servicios de inteligencia de la ESMA. Lo contacto para pedirle información sobre su hija. Yo también soy padre.

Tal como habían acordado, volvieron a hablar al mediodía. La respuesta fue en otro tono:

–Para tener información necesito el documento de su hija.

–Lo tenía ella cuando la secuestraron.

–Lo lamento, pero sin esa información no voy a poder averiguarle nada.

Hagelin tuvo noticias de Pérez Millán dos semanas después cuando la información del secuestro de Dagmar fue publicada en tres diarios: La Opinión, La Nación y The Buenos Aires Herald. Fue entonces cuando el capitán se comunicó para ofrecerle un intercambio de favores: necesitaba esos recortes. A cambio le dijo lo que había averiguado:

–La chica está viva, presa e incomunicada. Va a pasar mucho tiempo hasta que su familia pueda tener noticias sobre ella. Primero hay que comprobar si estaba en la cosa o no.

Dagmar Hagelin: memoria de una desaparición olvidada

Ragnar Hagelin con su hija. La embajada sueca no se ha pronunciado públicamente sobre la visita de los legisladores del oficialismo a los genocidas que secuestraron y desaparecieron a Dagmar. El embajador Torsten Ericsson se ha mostrado, en cambio, muy activo en relación a la explotación minera y al RIGI.

¿Dónde está Dagmar?

Cinco sobrevivientes declararon que vieron a Dagmar en la ESMA. Dos más testificaron que tenían conocimiento de su presencia. Otros cuatro aseguraron haber escuchado a sus secuestradores hablar de ella.

Norma Burgos la vio dos veces y esos encuentros los tuvo que revivir varias veces hasta obtener justicia: primero al padre de Dagmar apenas fue liberada de su cautiverio, luego ante las autoridades suecas, finalmente y dos veces ante la justicia argentina. Su testimonio según el crudo textual del escrito judicial:

“El 27 de enero de 1977 encontrándose en el tercer piso de la ESMA, encapuchada, con las manos esposadas a las espaldas y con los grilletes en los pies, fue trasladada hasta la habitación que oficiaba de enfermería en el sótano. Allí le fue levantada la capucha y vio que en la habitación se encontraban entre otras personas, Francis Whamond y Alfredo Astiz y acostada en una camilla Dagmar Ingrid Hagelin, consciente y con una herida un poco más arriba del arco superciliar izquierdo; su cuero cabelludo y su pelo tenían aún sangre pegada que supone había emanado de dicha herida. Dijo que Astiz agregó en ese momento que había sido él quien le había disparado el tiro que le había rozado la frente y que al ser retirada de la enfermería, entre Astiz y Whamond comentaban que «el error fue porque la suequita se parece a la Berger» –esto porque la Marina tenía información que su casa era visitada por María Antonia Berger (sobreviviente de la masacre de Trelew)–, pues si bien Berger tenía más edad que Hagelin eran muy parecidas físicamente. Indicó también que dos o tres días después fue nuevamente llevada al sótano y pudo ver por segunda vez a Hagelin quien ya a esa altura tenía un vendaje mayor en la cabeza y una de sus manos estaba esposada a la cama, lo que denotaba que había sido limpiada y objeto de alguna curación. Añadió que una semana después supo por otros detenidos que Hagelin había sido trasladada al tercer piso, encontrándose sola en una habitación contigua al baño utilizado por otros detenidos de ese piso y la pudo ver allí por última vez con un camisón o bata floreada, sin capucha”.

En sus días de cautiverio Norma vio a otra detenida-desaparecida con la camisa que tenía puesta Dagmar el día que la secuestraron. Se la pidió. Años después, ya refugiada en España, se la entregó a al padre de Dagmar.

Los testimonios ubican a Dagmar en la ESMA hasta febrero de 1977. Fue en febrero, justamente, cuando los reclamos del gobierno sueco obligaron a la Junta Militar integrada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti a reunirse especialmente para tratar “el tema”.

 
La justicia

El primer juicio se realizó en 1986 y probó la culpabilidad de todos los imputados, pero consideró los delitos prescriptos. El segundo, realizado el 29 de noviembre de 2017, tras anularse las leyes de impunidad, logró que la prisión perpetua sea efectiva. Habían pasado cuarenta años desde su secuestro y desaparición y los padres de Dagmar ya habían muerto.

Quien siguió todo el proceso del principio al final fue el abogado Luis Zamora, quien ahora recuerda así todo lo que significó:

“Tomé el caso en 1979 cuando estaba en el CELS, un organismo que habían formado dos abogados padres de desaparecidos: Emilio Mignone y Augusto Conte. Ahí me presentaron a los abuelos de Dagmar, Buccicardi y su esposa, encantadores: su vida pasaba por buscar a la nieta. Hagelin ya se había ido a Suecia porque lo habían amenazado. A partir de ahí empecé averiguar dónde estaba la causa y me encontré con que había avanzado en un tribunal de San Martin, algo muy poco común porque en general los habeas corpus se rechazaban. Ese tribunal se había declarado incompetente y remitido a la justicia militar. Hasta el año 84 no tuve conocimiento de qué había pasado con ese expediente. Y lo que pasó también fue excepcional: cuando la embajada presenta el testimonio de Norma Susana Burgos, esa causa va al Primer Cuerpo del Ejército, luego a la Marina y ahí pasa algo que creemos que no se hizo nunca: cita a declarar a los responsables del secuestro”. Luego, se archivó el expediente.

Zamora recuerda que la actitud de la embajada sueca fue criticada por la familia de Dagmar. Años después se supo por una investigación que realizó el periodista Ezequiel Fernández Moores, que la selección del fútbol sueca había recibido instrucciones de no pronunciarse sobre la dictadura durante su participación en el Mundial 78. Quizá por eso mismo la televisión sueca, durante la transmisión de la ceremonia de apertura, insertó imágenes de las Madres de Plaza de Mayo y un popular periódico dibujó a los jugadores de la selección con el nombre de Dagmar en las camisetas. Zamora cuenta también que durante los años de impunidad acompañó a Hagelin a reuniones en las cuales personas vinculadas a los servicios de inteligencia le prometían darle información y lo que soportaban, en cambio, eran asquerosas narraciones sobre cómo Dagmar había sido violada y torturada durante su cautiverio.

Zamora fue también el abogado de la causa por la desaparición de doce personas –entre ellas la fundadora de Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, y Alice Domon y Léonie Duquet, dos monjas francesas–, producto de la infiltración realizada por Alfredo Astiz. Su nombre ficticio era Gustavo Niño y se hacía pasar como familiar de una persona desaparecida. Los secuestros se produjeron entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. A una de las religiosas la secuestraron en Ramos Mejía, cerca de donde habían capturado en enero a Norma Burgos.

1977 se inicia entonces con la desaparición de Dagmar, que implicó el primer reclamo internacional a la dictadura militar y termina con la desaparición de un grupo emblemático que incluía a dos ciudadanas francesas, lo cual produjo otro grave conflicto diplomático. En ambos intervino Astiz. “Nunca lo había pensado así” se sincera Zamora. “Pero es cierto que fue uno de los años más feroces desde el punto de vista de la represión y también que Astiz no se infiltró en Montoneros, sino en las Madres…”. Hay entonces algo más en común con Dagmar: Astiz se dedicó a ejercer la violencia genocida sobre mujeres. Su cobarde participación en la Guerra de Malvinas es la pincelada que culmina su retrato.

Relaciones diplomáticas

La embajada sueca no se ha pronunciado públicamente sobre la visita de los legisladores del oficialismo a los genocidas que secuestraron y desaparecieron a Dagmar. Su embajador, Torsten Ericsson se ha mostrado, en cambio, muy activo en relación a la explotación minera: el 27 de noviembre viajó a Santa Cruz formando por primera vez parte activa de una delegación comercial a las provincias, el 15 de diciembre se reunió con el presidente de la Cámara Argentina de las Empresas Mineras (CAEM) y para finalizar el año expresó en una conferencia su entusiasmo por el Régimen  de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) y su ilusión de que pueda sellarse un tratado de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur.

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Estela, 95 años y 140 nietos recuperados: ¡que los cumplas feliz!

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Hoy cumple 95 años Estela Barnes de Carlotto, actual presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Su utopía era la de una vida normal. No pudo ser: la directora de escuela “antiperonista y aburguesada” sufrió el secuestro de su marido primero (liberado tras el pago de un rescate a los grupos de tareas) y más tarde el de su hija Laura, que parió en cautiverio y luego fue fusilada por la espalda. Para Estela comenzaba otra historia. Desde los gritos ante la Rosada, los cumpleaños simulados y las búsquedas insólitas, hasta el hallazgo de 140 vidas e identidades. ¿Qué simbolizan Abuelas? Modos posibles de ser y de hacer, frente a lo peor, y sin odio. Acción más que los discursos. Carácter, eficiencia y alegría. El efecto Milei y un consejo abuelístico. La nota publicada en MU, como humilde homenaje a una mujer. Y al Estilo Estela. Por Sergio Ciancaglini.

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Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

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Quiénes estuvieron y quiénes no, a siete meses del ataque al fotoreportero durante una de las marchas de jubilados. El significado de la solidaridad y la amistad: «Estamos revirtiendo eso de que ser turro esté de moda» dijo Fabián, el padre de Pablo.

Por Claudia Acuña

Sobre Hipólito Yrigoyen, a pocos metros de Solís, hay una herida en el asfalto que marca el lugar exacto en el que la Gendarmería Nacional atentó contra la vida del fotógrafo Pablo Grillo. Ahí mismo un manojo de colegas están ahora pegando con plasticola su foto, mientras Fabián, su papá, sintetiza todo lo que este festival solidario significa: “Quisieron matarlo, pero no les salió. Pablito está mejor y lo que lograron es potenciar el amor del pueblo. Ahora acá estamos revirtiendo eso de que ser turro esté de moda para que podamos mirar al otro como un amigo, un colega, un par”.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Fabián Grillo y las armas de creación masiva. «Pablito está mejor y lo que lograron es potenciar el amor del pueblo».

Hay chicos jugando al ajedrez y chicas pintando con acuarelas flores y pájaros. Hay músicos cantando rap y músicas cantando tangos. Hay jóvenes y veteranos bailando rock y milongas. Hay sol, mate y bandejas de sándwiches y alfajores caseros que se comparten. Hay fotos colgadas en las rejas de la plaza y en los cuellos de colegas de Pablo que acompañan a las familias, amigos, amigas y vecinos que se reunieron allí para acompañarse.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Chicas y chicos jugando y pensando.

Hay jubilados y jubiladas, por supuesto, porque finalmente Pablo estaba allí para registrar su batalla de todos los miércoles. Aquel 12 de marzo no era uno cualquiera: se habían sumado a la ronda hinchas de todos los clubes de fútbol con la intención explícita de proteger a las y los jubilados de la represión que sufrían cada miércoles y que ese día fue más brutal. Así lo ordenó la ministra de Seguridad Patricia Bullrich –ahora candidata a senadora, quizá para esconder las consecuencias legales tras los fueros– y la noticia fue otra: no ya el apoyo que podría haber contagiado la solidaridad de otros sectores, sino la imagen de un joven fotógrafo agonizando en el asfalto con el cráneo destrozado. “Si Pablo tiene la fuerza para pelear por su vida, nosotros también”, sintetiza Fátima, una de sus amigas de Remedios de Escalada, donde todos los viernes se realiza un semaforazo para exigir justicia y todos los meses un festival como este, que al cumplirse siete meses decidieron trasladar a la escena del ataque.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

Jubilados acompañando la movida. El ataque a Pablo fue durante una de las marchas de los miércoles, el 12 de marzo.

Lo que no hay deja flotando un interrogante: a una semana se las elecciones nacionales no hay partidos ni políticos que ni siquiera se acercaran para la clásica foto. ¿Dónde están? Tampoco hay organizaciones sociales ni otros aparatos que aporten ni gente ni logística, que la familia consiguió a puro abrazo. Por ejemplo, el de SiPreBA –el sindicato de prensa porteño– que entre otras cosas se hizo cargo del sonido y los dos baños químicos exigidos por el gobierno porteño para otorgar el permiso, que se convirtieron en cinco: cuando la empresa proveedora se enteró para qué eran decidió aportar tres más.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”
Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

La cicatriz en el asfalto, y el homenaje a Pablo, que sigue recuperándose.

Lo que sobra es armonía, esa extraña cualidad en peligro de extinción y que allí, sobre el asfalto herido, cura.

Festival por Pablo Grillo: “Quisieron matarlo, pero no les salió”

La vida sobreponiéndose a los proyectos de muerte.

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Desde Roma: la sociedad contra la guerra

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Crónica de una movilización histórica en Roma más de un millon de personas) después de semanas de huelgas y manifestaciones en todo el país. Fueron siete horas de manifestación transversal, diversa y enérgica contra el genocidio en Gaza. La calle, los carteles hechos a mano, las noticias de la flotilla secuestrada por Israel, y las voces que plantean que la paz es una responsabilidad colectiva.

por Franco Ciancaglini (desde Roma)

La ciudad amaneció este sábado convertida en el centro de una protesta histórica. Más de un millón de personas marcharon en Roma durante siete horas contra el genocidio en Gaza, en lo que se considera una de las movilizaciones más masivas de los últimos años en Italia.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Gente marchando: la antiquísima y siempre nueva lucha por la paz.

El contexto inmediato fue la detención de la Global Sumud Flotilla, integrada por 42 embarcaciones que partieron desde puertos de España, Túnez, Italia y Grecia para llevar alimentos y medicamentos a Gaza y denunciar el bloqueo israelí. Israel interceptó el último barco, el Marinette, a 42 millas de la costa, y detuvo en total a 473 tripulantes. Durante cuatro días no hubo noticias de ellos.

Entre los detenidos figuran cuatro argentinos:

  • Celeste Fierro, legisladora porteña por el Frente de Izquierda;
  • Carlos “Cascote” Berola, dirigente social de larga trayectoria;
  • Ezequiel Peressini, militante socialista y exlegislador cordobés;
  • Nicolás Calabrese, profesor de educación física nacido en Paraná y actualmente radicado en Brasil.
  • (A última hora se confirmaría que al menos Calabrese y otro de los argentinos hombres, sin identificar, fueron liberados).
Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Porta San Paolo, de Roma, donde se recuerda la resistencia contra el fascismo: punto de encuentro de parte de la manifestación que reunió 600.000 personas contra la guerra y el genocidio.

Este mismo sábado Israel informó la deportación de 137 detenidos hacia Turquía, pero ninguno de los argentinos figura en esa lista. El gobierno argentino no realizó un reclamo por ellos. La única información desde que fueron detenidos llegó gracias a un equipo jurídico internacional: se encuentran en una cárcel de máxima seguridad en Ketziot, donde fueron “atados, arrodillados y sometidos a humillaciones” (https://elpais.com/internacional/2025-10-03/los-activistas-de-la-flotilla-comparecen-ante-un-tribunal-en-una-carcel-de-maxima-seguridad-de-israel.html).

Mientras las columnas de manifestantes recorrían Roma otra noticia llegaba desde Medio Oriente: 46 palestinos fueron asesinados en nuevos bombardeos, entre ellos siete niños, según reporta La Repubblica (https://www.repubblica.it/).

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Pancarta escrita a mano: «El silencio nos hace cómplices».

La chispa

La chispa que encendió esta ola de protestas en Italia comenzó el 22 de septiembre. Ese día, los trabajadores del puerto de Génova anunciaron que bloquearían las mercancías a Israel si la flotilla Global Smund no llegaba a Gaza (https://www.eldiario.es/internacional/trabajadores-puerto-genova-amenazan-bloquear-mercancias-israel-si-flotilla-no-llega-gaza_1_12572177.html).

La flotilla no llegó. Y los trabajadores cumplieron.

Tras el ataque con drones a dos embarcaciones –una en Túnez y otra en aguas internacionales– el sindicato paró y marcó un antes y un después. Esa noche 50 mil personas marcharon en Génova. En Roma también hubo una movilización improvisada, convocada apenas un día antes. “Ese día cambió todo: había un aire”, explica a lavaca Giansandro Merli, periodista de Il Manifesto, el medio italiano que más sistemáticamente siguió el tema (https://ilmanifesto.it/). “La CGIL, la gran central sindical, se negaba a tomar posición, decía que los trabajadores solo debían defender sus derechos laborales, pero las bases empezaron a presionar planteando que había un genocidio y no se podía mirar para otro lado”.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

No es un miércoles en Congreso, sino un sábado ante el Coliseo.

Finalmente la CGIL se sumó a las huelgas junto con la Unione Sindacale di Base (USB) y otros gremios de base: “Hace muchos años que vemos lo que pasa al lado nuestro. Es mucha impotencia”, sintetiza. Lo que para la dirigencia sindical y muchas personas de otros lados del mundo resulta difícil de comprender, es simple: se trata de una batalla por la paz y un símbolo de la solidaridad mundial, como un espejo de resistencia contra las ultraderechas en todo el mundo.

Durante tres días seguidos Italia vivió un paro general que detuvo el funcionamiento de puertos, trenes, hospitales y escuelas, con manifestaciones en ciudades importantes: Milán, Nápoles, Turín y Florencia. Se calcula que más de dos millones de personas participaron en esas jornadas de huelga y protesta, que abarcaron además al menos 100 ciudades (https://ilmanifesto.it/un-movimento-eclettico-e-spiazzante).

Una de las mayores paralizaciones laborales de las últimas décadas en Europa.

La huelga se sintió en todos los sectores: transporte interrumpido, vuelos cancelados, servicios sanitarios reducidos, partidos de fútbol suspendidos. Un país detenido. “Las bases movieron a las cúpulas”, resume Merli. “Y cuando las cúpulas se movieron, lo hicieron sin preaviso, con una huelga general que unió a todos los sindicatos. Italia no se había visto así en décadas”.

Ese clima es el que desemboca hoy en Roma. Después de la huelga nacional y de tres días de protesta sostenida, el país estaba preparado para una demostración de fuerza que trascendiera al sindicalismo: una marcha nacional, diversa, transversal, que muestra que la causa palestina traspasó las fronteras de los colectivos tradicionales y se instaló en la conciencia social. Italiana, europea, y global.

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Los llamados a la huelga para liberar a Gaza del genocidio.

Un país bloqueado

El punto de encuentro era Porta San Paolo, donde una placa recuerda los combates que tuvieron lugar en septiembre de 1943, durante la resistencia a la ocupación de Roma por parte de las tropas alemanas.

Hacia ese lugar partieron unas veinte columnas desde distintos puntos de la ciudad. La escena era múltiple: estudiantes con pancartas improvisadas, sindicatos con banderas de colores, colectivos migrantes, movimientos sociales okupas, familias con cochecitos de bebé. No era una marcha de aparato partidario sino un verdadero mosaico social que caminó sin parar durante todo el día. Sin descanso, puro movimiento.

A mitad de camino al llegar al Coliseo romano, el contraste fue elocuente: las columnas daban la vuelta mientras un cordón policial intentaba separar a los manifestantes de la otra Roma, la de turistas de todas partes del mundo. Muchos, sin embargo, se acercaron a fotografiar, aplaudir y grabar videos. El anfiteatro más famoso del planeta se transformó así en el telón de fondo de una protesta política de escala internacional. Con la policía como escudo.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

“Hagan silencio cuando los niños duermen, no cuando mueren”.

“Los italianos nos rebelamos”

El clima se multiplica en los camiones con parlantes que funcionan como faros móviles: allí se escuchan consignas, se canta Bella Ciao –himno de la resistencia antifascista italiana, resignificado ahora como canto por Palestina– y se informa sobre la situación de los detenidos. Cuando desde un altavoz se anuncia la liberación de algunos tripulantes de la flotilla –que al cierre de esta edición siguen llegando al país– la multitud estalla en aplausos.

La diversidad se ve en los testimonios. Elisa, llegada desde Milán, dice a lavaca: “Es la sociedad contra la guerra. Meloni habló en la ONU de reconocer a Palestina, pero nadie le cree. Ella está con Trump y Netanyahu, no habla por nosotros”.

A pocos metros, María Ana pinta con marcador negro un cartel que dice: “Meloni: no en mi nombre”.

Y explica: “¿Quién puede estar de acuerdo con matar 20 mil niños? ¿Quién? Solo los fascistas: Hitler, Trump, Netanyahu y Meloni”.

¿Quién es Meloni?  “Ella es esclava de Trump: hace lo que él dice”.

¿Por qué está tan condicionada? “Porque tiene miedo de que la izquierda gane espacio y la gente no vote por ella la próxima vez”.

¿El genocidio es un tema electoral? “Todo es político: Netanyahu hace la guerra porque teme ir preso. Ha hecho tantas cosas que, si pierde el poder, iría preso”.

Una joven sostiene un cartel en italiano que dice “Fate silenzio quando i bambini dormono e non quando muoino” (“Hagan silencio cuando los niños duermen, no cuando mueren”). Luego explica: “Aunque pensemos que no podemos cambiar las cosas hay que estar acá, hablar, movilizarse, decir lo que duele”. Al terminar su testimonio, sus amigas la aplauden: una escena pequeña que muestra como emerge una voz individual convertida en celebración colectiva.

Otro estudiante señala: “Esto no es de partidos, es de la gente normal como yo, que no aguanta más lo que pasa. No es un problema político, es un problema de humanidad. Los italianos nos rebelamos”.

Un cartel tiene de un lado la siguiente frase: “Definición de asesino”y la cara de Netanyahu. Del otro: “Definición de cómplice”y la cara de Trump. Un grupo de jóvenes llama por un megáfono a “liberarse de esta gobernanza que produce armas y muerte. La protesta por la paz y contra el genocidio tiene también nombres propios, responsables: Netanyahu, Trump y Meloni.

Desde Roma: la sociedad contra la guerra

Un palco improvisado en la plaza San Juan de Letrán, para hablar sobre muerte y vida, sobre guerra y paz.

La atmósfera no puede no rememorar a las jornadas de resistencia antifascista. El hit italiano de estas jornadas dice:

Los pueblos que luchan

Escriben la historia

Palestina libre

Hasta la victoria

La multitud sigue machando y Roma se encuentra literalmente bloqueada: calles cerradas, avenidas tomadas, transporte interrumpido.

Los camiones de sonido anuncian la llegada de nuevas columnas: “En este momento está llegando el movimiento migrante de Abruzzo”. La gente aplaude. Y aplaude más cuando se informa que algunos de los detenidos de la flotilla están siendo liberados en ese momento.

Los altoparlantes también relatan algo inusual: se suspendieron partidos del Calcio (el torneo de fútbol) como símbolo de solidaridad. Un detalle que muestra que la protesta atravesó todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Continuará

La movilización concluye con un acto en la Plaza San Juan de Letrán en el que jóvenes palestinos tomaron la palabra. Desde el escenario improvisado se habló sin eufemismos: genocidio, holocausto, guerra mundial. Palabras que en otro tiempo parecían lejanas y que hoy resuenan otra vez en Europa.

“Recuperar la energía”, dice un orador. “Hablemos de amor mundial. Hablemos de solidaridad mundial”, agrega otro. El tono es al mismo tiempo político y emocional.

Al final, mientras las columnas comenzaban a dispersarse, la policía cargó contra los manifestantes que permanecían en el centro de Roma. Hubo carros hidrantes, corridas y al menos un herido. Las sirenas llenaron las calles vacías en un contraste brutal con la multitud enérgica de horas antes. Un intento –que en Argentina ya conocemos– para  desdibujar el sentido histórico de esta movilización.

Lo que queda es la imagen de un país que después de semanas de huelgas y protestas salió a ocupar su ciudad capital y a decir que Palestina no está sola.

Como resumía una pancarta escrita a mano: “La paz es una responsabilidad colectiva”.

O como planteó un joven palestino desde el escenario: “Tenemos que poner un freno ya. ¡Y lo estamos haciendo!”.

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