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Todo lo que no sabemos del Fuero Contravencional: La ley de la calle

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El lector habitual de MU sabrá apreciar nuestro hábito: hemos publicado varias notas sobre cómo funciona la máquina de la justicia contravencional y sobre quién descarga su dedo acusatorio. Tantas fueron, que terminamos protagonizando un proceso en ese fuero. Aprendimos así las lecciones que compartimos en esta nota con nuestro lectores, convencidos de que –como dirían las abuelas– no hay mal que por bien no venga. En esta entrega, entonces, una nueva recorrida por los laberintos de este monstruo de utilidades extrañas: no sirve para prevenir Cromañón ni para perseguir redes de explotación sexual, pero es útil para perseguir vendedores de garrapiñadas y, por qué no, periodistas molestas.

por Claudia Acuña. Quédese quietito  y lea atentamente. Nada de mirar por la ventana o conversar con el de al lado. Preste atención y retenga cada palabra porque si no…
Mejor compórtese como corresponde y no se haga el vivo.
Responda a las consignas, que para eso están.
A ver, usted que sabe tanto, dígame:
¿De quién es la calle?
De todos, muy bien.
Pero en la Ciudad de Buenos Aires es del Código Contravencional.
Seguro que no tiene ni idea de qué significa y por eso ahora va a leerse sin chistar la definición que nos da el Gobierno de la Ciudad en su página web. Repita en voz alta lo que dice el gobierno para educar a los ciudadanos porteños:
“El Código Contravencional es la ley u ordenamiento jurídico que regula la convivencia de los vecinos”.
¿Entendió? La-con-vi-ven-cia-de-los ve-ci-nosss.
Así como en su edificio hay un consorcio que administra, regula y ordena los espacios comunes de los que viven allí, este Código hace lo mismo, pero en los espacios que tienen en común todos los porteños.
Fácil, ¿no?
Ahora bien: si usted no cumple con lo que ese Código dictamina, ¿qué pasa?
Exacto: comete una contravención.
Pero, ¿qué es una contravención?
No señor: no es un delito. De ninguna manera. Una contravención significa desobedecer una disposición. Se lo digo más clarito: es un acto de desobediencia. Usted es un contraventor cuando no acata una norma municipal, basada en lo que nuestros legisladores pensaron que era lo mejor para que convivamos, en orden y en paz, todos los vecinos de esta ciudad.
Imagínese: en la mismísima ciudad donde en las plazas se gritó “Que se vayan todos” y en cuyas veredas ardieron las cacerolas, fue necesario –apenas se aquietaron las tormentas– disponer de una herramienta capaz de restablecer el orden y castigar a los desordenados. Así lo entendieron los 31 legisladores que votaron este Código Contravencional, en su gran mayoría pertenecientes a las fuerzas del ahora electo Mauricio, que es Macri.
Y para hacer realidad su propósito, se ideó el Fuero Contravencional. Acá es donde la cosa se pone interesante.

El monstruo
El Fuero Contravencional no es cualquier cosa. Para empezar, se trata de lo que los especialistas llaman un “fuero acusatorio”. Es decir, quien acusa tiene todas las ventajas: inicia el proceso, investiga, toma declaraciones, dispone las medidas y conduce la causa hasta llevarla a juicio. Recién ahí, interviene el juez. Por supuesto, durante todo el trámite, el contraventor puede contar con la asistencia de un defensor –público o privado–, pero el espíritu del fuero alarga el dedo acusador tanto como lo jurídicamente correcto lo permite.
Vayamos a los números para que quede más claro:

El Fuero Contravencional tiene 31 fiscales y 21 defensores.
Las fiscalías, a su vez, cuentan con 53 funcionarios y las defensorías, con 10.
Esto da como resultado 84 vs. 31. Una goleada del dedo acusador.
Otro dato: en 2006 se labraron 27.529 actas, un promedio de 30 por día y por fiscal.
El último: en la práctica, el porcentaje de contravenciones que llegan a juicio es escaso. Y aun menor es la cifra de las condenas. La mayoría de los contraventores es invitada a aceptar su culpa, con un seductor argumento: sacarse el proceso de encima. Así el trámite –y no la sentencia– se convierte en la verdadera condena.

Tenemos entonces un cuerpo jurídico que podríamos dibujar de la siguiente manera: los largos brazos fiscales, las cortas patitas defensoras y los fofos glúteos de los jueces que esperan, obviamente, sentados. Para completar el cuadro, hace falta agregar un solo detalle: los ojos son de la Policía Federal.
¿Qué hace semejante monstruo regulando las pautas de convivencia de los vecinos de una ciudad?
Ni se le ocurra sacar la vista de esta página y se va a enterar.

Desobediente I: el solidario

Hecho: recital para recaudar alimentos para comedores comunitarios
Contraventor: Diego Abrego
Tiempo invertido en el proceso: catorce meses
Situación procesal: declarado culpable. En instancia de apelación

El 29 de abril de 2006 el Movimiento Metalero y la Agrupación Juvenil Desafío de la Asamblea de San Telmo convocaron a Plaza Constitución a cientos de fanáticos del heavy metal para homenajear a Osvaldo Civile, mítico guitarrista de la banda v8. El propósito del encuentro era solidario: se recaudaron 500 kilos de alimentos para los comedores del barrio.
Durante el recital, la policía se acercó al escenario y preguntó quién era el organizador. Diego Abrego, de la banda Exocet, dio la cara. “Me hicieron un acta y recién en julio me llegó la primera citación. Me acusaban de infringir el artículo 96 del Código Contravencional, que dice –en síntesis– que omitir recaudos de seguridad en un acto público es una contravención. Me negué a declarar”, cuenta. La causa se tramitó en la Fiscalía 4, impulsada por su cotitular, el fiscal Esteban Duacastella Arbizu.
En febrero de 2007 le llegó la segunda citación de la justicia para notificarlo de sus faltas: para el recital tendría que haber previsto baños químicos, un plan de contingencia con evacuación de siniestros, seguro civil para los presentes, médicos, bomberos, ambulancias, todo lo que no hubo en Cromañón. “Por segunda vez me negué a declarar y al toque fue la citación de juicio”, explica.
En el medio, desde el Paseo de la Resistencia se propusieron acciones como el Musicalazo, donde los músicos tocaban cuando cortaba el semáforo de Callao y Corrientes, en pleno centro, con carteles que denunciaban el proceso del que era víctima Diego. El boca a boca, los blogs y flogs fueron responsables de difundir por todo el país el caso. Además, se organizaron debates y se activó la discusión sobre la falta de lugares para tocar en la ciudad post Cromañón.
El día de la verdad fue el 12 de junio. Diego declaró por primera vez ante el fiscal Duacastella Arbizu y el juez Carlos Circo (cuesta no hacer bromas sobre este apellido): “Mi estrategia de defensa fue que la fiscalía probara que yo había organizado el recital, cosa que no pudo hacer. Después, se pasó a cuarto intermedio porque el fiscal acusador quería prescindir de la presencia de los testigos de calle”, recuerda.
El viernes siguiente declararon los testigos y –cuenta Diego– dejaron en evidencia que el procedimiento contravencional estuvo mal hecho: “Los policías presentaron la declaración de los testigos en la comisaría, pero según dijeron los testigos en el juicio, nunca habían estado ahí: se fueron a sus casas apenas terminó el recital”. Diego pidió la nulidad del proceso, pero se lo negaron. En cambio, el juez lo condenó.
“Me encontraron culpable no por contravenir el artículo 96, sino el 14, que culpa al que se hace responsable del acta de contravención, haya sido el organizador o no. Me condenaron a cinco días de prisión en suspenso o tres meses de tareas comunitarias, de 5 horas semanales. Ya presenté un recurso de apelación, así que la sentencia no quedó firme. Si me la rechazan voy a apelar en la Cámara Federal y si reboto ahí, voy a ir a la Corte Suprema. Y si tengo la negativa de todos, voy a cumplir la prisión efectiva para que quede en claro que no me arrepiento de haber hecho lo que hice”, afirma.

Desobediente II: el cafetero
Hecho: portar termos de café en la estación de tren
Contraventor: Gonzalo Quiña
Tiempo invertido en el proceso: tres meses y medio
Situación procesal: declarado inocente. En instancia de apelación.

El 21 de junio de 2006, en el andén 2 de Retiro, Línea Mitre, a las 7.50, personal de la Policía Federal labró un acta y secuestró cinco termos con café, 49 vasitos de plástico, un portavasos y una bolsa color marrón. La acusación la formuló el fiscal Gabriel Unrein, de la Fiscalía 9, y consistió en la siguiente contravención: vender café en un espacio público.
El expediente llevó el número c631/2005 y llegó rápidamente a juicio: el 8 de noviembre de 2006, el entonces juez Germán Garavano –hoy ascendido a fiscal general a propuesta de Mauricio, que es Macri– escuchó la defensa de Quiña: padre de 6 hijos, tenía una familia para mantener. El fiscal Unrein sacó otras cuentas: si hubiese vendido el contenido de los cinco termos secuestrados, don Quiña habría obtenido mucho más de lo necesario para su subsistencia. Y calculó una cifra: 30 pesos de ganancia. “El señor Quiña gana por encima de un trabajador doméstico, que está en el orden de los 600 pesos”, argumentó el fiscal. Don Quiña respondió con otra cifra: su mujer era empleada doméstica y sólo ganaba 250 pesos al mes.
Sin embargo, la cuestión se dirimió recién cuando la defensora oficial Patricia López recurrió a otras lógicas argumentativas: a Don Quiña lo encontraron portando los termos, pero no vendiendo café. Por lo tanto, el hecho imputado no estaba probado. Ante el beneficio de la duda, el entonces juez Garavano decidió sobreseer a Don Quiña. Aunque parezca increíble, el fiscal Unrein apeló. Por lo tanto, la sentencia no está firme y Don Quiña sigue pendiente del proceso.

Desobediente III: el vendedor de garrapiñadas
Hecho: vender almendras, usar garrafa
Contraventor: Carmelo Corsaro
Tiempo invertido en el proceso: tres meses
Situación procesal: no prosperó la acusación.

Carmelo está parado en la Avenida Corrientes, justo enfrente del Teatro San Martín, todos los días, todo el santo día. Durante este enero y hasta este marzo soportó tres inspecciones diarias. Ante cada una, tuvo que desenfundar sus papeles en regla: habilitación, seguro, CUIT, certificado de aprobación del curso de manipulación de alimentos, DNI. “En la misma cuadra se habían instalado dos carros truchos, pero la policía venía todos los días a presionarme a mí. Yo les mostraba mis papeles y se iban, pero a las tres horas los tenía de nuevo. A los otros carros no los veían, no sé por qué… problemas de niebla, estaremos en Londres”, ironiza Carmelo.
La primera acta que lograron hacerle fue cuando leyeron con detenimiento el permiso que lo habilita como vendedor ambulante. “Ahí dice que puedo vender frutas secas y avellanas, pero me salieron con que no decía específicamente ´almendras´. Para ellos, las almendras no son una fruta seca…” La denuncia no prosperó.
La segunda acta llegó unos días después, con una orden de secuestro de la garrafa donde cocina la garrapiñada firmada por Marcela Solano, de la Fiscalía 3. El motivo: la fiscal la consideraba un elemento peligroso para ser manipulado en un espacio público. Carmelo decidió que debía ponerle un límite a su paciencia y contraatacó: demandó a la comisaría y a la fiscal. El argumento: “Si la garrafa es un elemento peligroso, cómo es posible que los policías la transportaran en un patrullero y más aun, la dejaran en una comisaría a donde no sólo hay personal policial, sino también gente común que va a hacer trámites, poniendo en riesgo la vida de todos ellos porque esa dependencia tampoco es un lugar habilitado para depósito de elementos peligrosos. Y cómo es posible que una garrafa sea considerada por una fiscal del Estado un elemento peligroso cuando el mismísimo Ente Nacional Regulador del Gas (enargas) –que es el organismo estatal dedicado a controlar este tipo de elementos– emitió un comunicado explicando exactamente lo contrario: que no se trata de nada peligroso”.
Tras la presentación de esta demanda, la fiscal Marcela Solano ordenó devolver la garrafa. También se terminaron los acosos: “Zafé porque tenía todo en regla y porque creo que en este tiempo, un poquito, aprendí a defenderme”. Ahora Carmelo decidió organizarse en una cooperativa de vendedores ambulantes con la intención de defenderse juntos del cotidiano atropello. Son cien y están armando una oficina para atender las consultas de quienes quieren y no pueden trabajar en la calle. El nombre de la cooperativa es emblemático: 16 de julio. Ese día de 2004, quince personas fueron detenidas por participar de una manifestación contra el Código Contravencional en la puerta de la Legislatura porteña. Ya sabe cómo terminó: fueron absueltas. Después de tragarse 14 meses de cárcel. Sin embargo, las detenciones cumplieron un rol disuasorio: las protestas contra el Código organizadas por vendedores ambulantes, prostitutas y travestis se dispersaron. Y ellos eran los únicos que por entonces supieron distinguir la diferencia entre la justicia de la calle y la del marketing.

Desobezca: es una orden
A lo mejor usted está esperando que –por fin– le cuente por qué durante 72 horas la policía estuvo en la puerta de mi casa exigiéndoles documentos a todas las mujeres que ingresaban. Podría contarle que fue por una orden de la fiscal Marcela Solano, que inició un proceso, con la excusa de los graffitis que se escribieron denunciando la complicidad policial, judicial y política que permite la explotación sexual a cielo abierto de mujeres y niñas. Fue en las plazas Once, Lavalle y Congreso y como parte de una acción que reunió a mujeres autoconvocadas bajo una propuesta: Ninguna mujer nace para puta. Tal es el título del libro que escribieron –juntas, revueltas y hermandas– la argentina Sonia Sánchez y la artista boliviana María Galindo, integrante del colectivo feminista Mujeres Creando. Una organización que utiliza como herramienta de comunicación el graffiti y como espacio político, la calle. Y que compartió esa práctica con las porteñas que se consideraron invitadas a acompañar ese desafío: artistas, activistas, periodistas y estudiantes. Las consignas pintadas en el piso de esas plazas fueron el resultado de los talleres que se realizaron con mujeres en estado de prostitución que son allí explotadas y, por supuesto, silenciadas. La propuesta era dejar allí estampadas sus voces, con letra manuscrita y colores furiosos.
Podría contarle que ese día afortunadamente no estábamos solas, que tres patrulleros nos rodearon y pidieron documentos a todo el grupo, pero que el acta policial sólo menciona a una persona (tal como puede leerse en el facsimil que se reproduce al inicio de esta nota) y que aunque es mentira, para la justicia contravencional es suficiente. El caso del desobediente solidario es un ejemplo: aquel que identifica el acta debe hacerse responsable de la contravención, sea cual fuere su participación.
Podría decirle también que la acusación sigue su curso y, de prosperar, prevé una multa de hasta 3.000 pesos. Y que no vale alegar como defensa la situación patrimonial del imputado, tal como ilustra el caso del desobediente cafetero. Aunque es cierto que desconozco qué cuentas hará la fiscal para calcular el ingreso necesario para sobrevivir, en un país en el que hasta el indec difunde estadísticas de fantasía.
También podría mencionar que esta fiscal no hizo nada para impedir Cromañón, pero sí lo suficiente para secuestrar la garrafa de Carmelo.
Podría contar mucho más.
Pero no quiero.
Permítame esta pequeña rebeldía destinada a desafiar las ego-marketing del oficio periodístico. Si tuvo la paciencia de leer hasta esta línea es porque sabrá disculpar la torpe ironía con que han sido escritas. Es sólo un recurso para recordar que vivir en democracia es –Nunca Más– tener que aceptar la obediencia debida.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

Marcha de jubilados: balas y bolitas
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