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Todo lo que no sabemos del Fuero Contravencional: La ley de la calle

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El lector habitual de MU sabrá apreciar nuestro hábito: hemos publicado varias notas sobre cómo funciona la máquina de la justicia contravencional y sobre quién descarga su dedo acusatorio. Tantas fueron, que terminamos protagonizando un proceso en ese fuero. Aprendimos así las lecciones que compartimos en esta nota con nuestro lectores, convencidos de que –como dirían las abuelas– no hay mal que por bien no venga. En esta entrega, entonces, una nueva recorrida por los laberintos de este monstruo de utilidades extrañas: no sirve para prevenir Cromañón ni para perseguir redes de explotación sexual, pero es útil para perseguir vendedores de garrapiñadas y, por qué no, periodistas molestas.

por Claudia Acuña. Quédese quietito  y lea atentamente. Nada de mirar por la ventana o conversar con el de al lado. Preste atención y retenga cada palabra porque si no…
Mejor compórtese como corresponde y no se haga el vivo.
Responda a las consignas, que para eso están.
A ver, usted que sabe tanto, dígame:
¿De quién es la calle?
De todos, muy bien.
Pero en la Ciudad de Buenos Aires es del Código Contravencional.
Seguro que no tiene ni idea de qué significa y por eso ahora va a leerse sin chistar la definición que nos da el Gobierno de la Ciudad en su página web. Repita en voz alta lo que dice el gobierno para educar a los ciudadanos porteños:
“El Código Contravencional es la ley u ordenamiento jurídico que regula la convivencia de los vecinos”.
¿Entendió? La-con-vi-ven-cia-de-los ve-ci-nosss.
Así como en su edificio hay un consorcio que administra, regula y ordena los espacios comunes de los que viven allí, este Código hace lo mismo, pero en los espacios que tienen en común todos los porteños.
Fácil, ¿no?
Ahora bien: si usted no cumple con lo que ese Código dictamina, ¿qué pasa?
Exacto: comete una contravención.
Pero, ¿qué es una contravención?
No señor: no es un delito. De ninguna manera. Una contravención significa desobedecer una disposición. Se lo digo más clarito: es un acto de desobediencia. Usted es un contraventor cuando no acata una norma municipal, basada en lo que nuestros legisladores pensaron que era lo mejor para que convivamos, en orden y en paz, todos los vecinos de esta ciudad.
Imagínese: en la mismísima ciudad donde en las plazas se gritó “Que se vayan todos” y en cuyas veredas ardieron las cacerolas, fue necesario –apenas se aquietaron las tormentas– disponer de una herramienta capaz de restablecer el orden y castigar a los desordenados. Así lo entendieron los 31 legisladores que votaron este Código Contravencional, en su gran mayoría pertenecientes a las fuerzas del ahora electo Mauricio, que es Macri.
Y para hacer realidad su propósito, se ideó el Fuero Contravencional. Acá es donde la cosa se pone interesante.

El monstruo
El Fuero Contravencional no es cualquier cosa. Para empezar, se trata de lo que los especialistas llaman un “fuero acusatorio”. Es decir, quien acusa tiene todas las ventajas: inicia el proceso, investiga, toma declaraciones, dispone las medidas y conduce la causa hasta llevarla a juicio. Recién ahí, interviene el juez. Por supuesto, durante todo el trámite, el contraventor puede contar con la asistencia de un defensor –público o privado–, pero el espíritu del fuero alarga el dedo acusador tanto como lo jurídicamente correcto lo permite.
Vayamos a los números para que quede más claro:

El Fuero Contravencional tiene 31 fiscales y 21 defensores.
Las fiscalías, a su vez, cuentan con 53 funcionarios y las defensorías, con 10.
Esto da como resultado 84 vs. 31. Una goleada del dedo acusador.
Otro dato: en 2006 se labraron 27.529 actas, un promedio de 30 por día y por fiscal.
El último: en la práctica, el porcentaje de contravenciones que llegan a juicio es escaso. Y aun menor es la cifra de las condenas. La mayoría de los contraventores es invitada a aceptar su culpa, con un seductor argumento: sacarse el proceso de encima. Así el trámite –y no la sentencia– se convierte en la verdadera condena.

Tenemos entonces un cuerpo jurídico que podríamos dibujar de la siguiente manera: los largos brazos fiscales, las cortas patitas defensoras y los fofos glúteos de los jueces que esperan, obviamente, sentados. Para completar el cuadro, hace falta agregar un solo detalle: los ojos son de la Policía Federal.
¿Qué hace semejante monstruo regulando las pautas de convivencia de los vecinos de una ciudad?
Ni se le ocurra sacar la vista de esta página y se va a enterar.

Desobediente I: el solidario

Hecho: recital para recaudar alimentos para comedores comunitarios
Contraventor: Diego Abrego
Tiempo invertido en el proceso: catorce meses
Situación procesal: declarado culpable. En instancia de apelación

El 29 de abril de 2006 el Movimiento Metalero y la Agrupación Juvenil Desafío de la Asamblea de San Telmo convocaron a Plaza Constitución a cientos de fanáticos del heavy metal para homenajear a Osvaldo Civile, mítico guitarrista de la banda v8. El propósito del encuentro era solidario: se recaudaron 500 kilos de alimentos para los comedores del barrio.
Durante el recital, la policía se acercó al escenario y preguntó quién era el organizador. Diego Abrego, de la banda Exocet, dio la cara. “Me hicieron un acta y recién en julio me llegó la primera citación. Me acusaban de infringir el artículo 96 del Código Contravencional, que dice –en síntesis– que omitir recaudos de seguridad en un acto público es una contravención. Me negué a declarar”, cuenta. La causa se tramitó en la Fiscalía 4, impulsada por su cotitular, el fiscal Esteban Duacastella Arbizu.
En febrero de 2007 le llegó la segunda citación de la justicia para notificarlo de sus faltas: para el recital tendría que haber previsto baños químicos, un plan de contingencia con evacuación de siniestros, seguro civil para los presentes, médicos, bomberos, ambulancias, todo lo que no hubo en Cromañón. “Por segunda vez me negué a declarar y al toque fue la citación de juicio”, explica.
En el medio, desde el Paseo de la Resistencia se propusieron acciones como el Musicalazo, donde los músicos tocaban cuando cortaba el semáforo de Callao y Corrientes, en pleno centro, con carteles que denunciaban el proceso del que era víctima Diego. El boca a boca, los blogs y flogs fueron responsables de difundir por todo el país el caso. Además, se organizaron debates y se activó la discusión sobre la falta de lugares para tocar en la ciudad post Cromañón.
El día de la verdad fue el 12 de junio. Diego declaró por primera vez ante el fiscal Duacastella Arbizu y el juez Carlos Circo (cuesta no hacer bromas sobre este apellido): “Mi estrategia de defensa fue que la fiscalía probara que yo había organizado el recital, cosa que no pudo hacer. Después, se pasó a cuarto intermedio porque el fiscal acusador quería prescindir de la presencia de los testigos de calle”, recuerda.
El viernes siguiente declararon los testigos y –cuenta Diego– dejaron en evidencia que el procedimiento contravencional estuvo mal hecho: “Los policías presentaron la declaración de los testigos en la comisaría, pero según dijeron los testigos en el juicio, nunca habían estado ahí: se fueron a sus casas apenas terminó el recital”. Diego pidió la nulidad del proceso, pero se lo negaron. En cambio, el juez lo condenó.
“Me encontraron culpable no por contravenir el artículo 96, sino el 14, que culpa al que se hace responsable del acta de contravención, haya sido el organizador o no. Me condenaron a cinco días de prisión en suspenso o tres meses de tareas comunitarias, de 5 horas semanales. Ya presenté un recurso de apelación, así que la sentencia no quedó firme. Si me la rechazan voy a apelar en la Cámara Federal y si reboto ahí, voy a ir a la Corte Suprema. Y si tengo la negativa de todos, voy a cumplir la prisión efectiva para que quede en claro que no me arrepiento de haber hecho lo que hice”, afirma.

Desobediente II: el cafetero
Hecho: portar termos de café en la estación de tren
Contraventor: Gonzalo Quiña
Tiempo invertido en el proceso: tres meses y medio
Situación procesal: declarado inocente. En instancia de apelación.

El 21 de junio de 2006, en el andén 2 de Retiro, Línea Mitre, a las 7.50, personal de la Policía Federal labró un acta y secuestró cinco termos con café, 49 vasitos de plástico, un portavasos y una bolsa color marrón. La acusación la formuló el fiscal Gabriel Unrein, de la Fiscalía 9, y consistió en la siguiente contravención: vender café en un espacio público.
El expediente llevó el número c631/2005 y llegó rápidamente a juicio: el 8 de noviembre de 2006, el entonces juez Germán Garavano –hoy ascendido a fiscal general a propuesta de Mauricio, que es Macri– escuchó la defensa de Quiña: padre de 6 hijos, tenía una familia para mantener. El fiscal Unrein sacó otras cuentas: si hubiese vendido el contenido de los cinco termos secuestrados, don Quiña habría obtenido mucho más de lo necesario para su subsistencia. Y calculó una cifra: 30 pesos de ganancia. “El señor Quiña gana por encima de un trabajador doméstico, que está en el orden de los 600 pesos”, argumentó el fiscal. Don Quiña respondió con otra cifra: su mujer era empleada doméstica y sólo ganaba 250 pesos al mes.
Sin embargo, la cuestión se dirimió recién cuando la defensora oficial Patricia López recurrió a otras lógicas argumentativas: a Don Quiña lo encontraron portando los termos, pero no vendiendo café. Por lo tanto, el hecho imputado no estaba probado. Ante el beneficio de la duda, el entonces juez Garavano decidió sobreseer a Don Quiña. Aunque parezca increíble, el fiscal Unrein apeló. Por lo tanto, la sentencia no está firme y Don Quiña sigue pendiente del proceso.

Desobediente III: el vendedor de garrapiñadas
Hecho: vender almendras, usar garrafa
Contraventor: Carmelo Corsaro
Tiempo invertido en el proceso: tres meses
Situación procesal: no prosperó la acusación.

Carmelo está parado en la Avenida Corrientes, justo enfrente del Teatro San Martín, todos los días, todo el santo día. Durante este enero y hasta este marzo soportó tres inspecciones diarias. Ante cada una, tuvo que desenfundar sus papeles en regla: habilitación, seguro, CUIT, certificado de aprobación del curso de manipulación de alimentos, DNI. “En la misma cuadra se habían instalado dos carros truchos, pero la policía venía todos los días a presionarme a mí. Yo les mostraba mis papeles y se iban, pero a las tres horas los tenía de nuevo. A los otros carros no los veían, no sé por qué… problemas de niebla, estaremos en Londres”, ironiza Carmelo.
La primera acta que lograron hacerle fue cuando leyeron con detenimiento el permiso que lo habilita como vendedor ambulante. “Ahí dice que puedo vender frutas secas y avellanas, pero me salieron con que no decía específicamente ´almendras´. Para ellos, las almendras no son una fruta seca…” La denuncia no prosperó.
La segunda acta llegó unos días después, con una orden de secuestro de la garrafa donde cocina la garrapiñada firmada por Marcela Solano, de la Fiscalía 3. El motivo: la fiscal la consideraba un elemento peligroso para ser manipulado en un espacio público. Carmelo decidió que debía ponerle un límite a su paciencia y contraatacó: demandó a la comisaría y a la fiscal. El argumento: “Si la garrafa es un elemento peligroso, cómo es posible que los policías la transportaran en un patrullero y más aun, la dejaran en una comisaría a donde no sólo hay personal policial, sino también gente común que va a hacer trámites, poniendo en riesgo la vida de todos ellos porque esa dependencia tampoco es un lugar habilitado para depósito de elementos peligrosos. Y cómo es posible que una garrafa sea considerada por una fiscal del Estado un elemento peligroso cuando el mismísimo Ente Nacional Regulador del Gas (enargas) –que es el organismo estatal dedicado a controlar este tipo de elementos– emitió un comunicado explicando exactamente lo contrario: que no se trata de nada peligroso”.
Tras la presentación de esta demanda, la fiscal Marcela Solano ordenó devolver la garrafa. También se terminaron los acosos: “Zafé porque tenía todo en regla y porque creo que en este tiempo, un poquito, aprendí a defenderme”. Ahora Carmelo decidió organizarse en una cooperativa de vendedores ambulantes con la intención de defenderse juntos del cotidiano atropello. Son cien y están armando una oficina para atender las consultas de quienes quieren y no pueden trabajar en la calle. El nombre de la cooperativa es emblemático: 16 de julio. Ese día de 2004, quince personas fueron detenidas por participar de una manifestación contra el Código Contravencional en la puerta de la Legislatura porteña. Ya sabe cómo terminó: fueron absueltas. Después de tragarse 14 meses de cárcel. Sin embargo, las detenciones cumplieron un rol disuasorio: las protestas contra el Código organizadas por vendedores ambulantes, prostitutas y travestis se dispersaron. Y ellos eran los únicos que por entonces supieron distinguir la diferencia entre la justicia de la calle y la del marketing.

Desobezca: es una orden
A lo mejor usted está esperando que –por fin– le cuente por qué durante 72 horas la policía estuvo en la puerta de mi casa exigiéndoles documentos a todas las mujeres que ingresaban. Podría contarle que fue por una orden de la fiscal Marcela Solano, que inició un proceso, con la excusa de los graffitis que se escribieron denunciando la complicidad policial, judicial y política que permite la explotación sexual a cielo abierto de mujeres y niñas. Fue en las plazas Once, Lavalle y Congreso y como parte de una acción que reunió a mujeres autoconvocadas bajo una propuesta: Ninguna mujer nace para puta. Tal es el título del libro que escribieron –juntas, revueltas y hermandas– la argentina Sonia Sánchez y la artista boliviana María Galindo, integrante del colectivo feminista Mujeres Creando. Una organización que utiliza como herramienta de comunicación el graffiti y como espacio político, la calle. Y que compartió esa práctica con las porteñas que se consideraron invitadas a acompañar ese desafío: artistas, activistas, periodistas y estudiantes. Las consignas pintadas en el piso de esas plazas fueron el resultado de los talleres que se realizaron con mujeres en estado de prostitución que son allí explotadas y, por supuesto, silenciadas. La propuesta era dejar allí estampadas sus voces, con letra manuscrita y colores furiosos.
Podría contarle que ese día afortunadamente no estábamos solas, que tres patrulleros nos rodearon y pidieron documentos a todo el grupo, pero que el acta policial sólo menciona a una persona (tal como puede leerse en el facsimil que se reproduce al inicio de esta nota) y que aunque es mentira, para la justicia contravencional es suficiente. El caso del desobediente solidario es un ejemplo: aquel que identifica el acta debe hacerse responsable de la contravención, sea cual fuere su participación.
Podría decirle también que la acusación sigue su curso y, de prosperar, prevé una multa de hasta 3.000 pesos. Y que no vale alegar como defensa la situación patrimonial del imputado, tal como ilustra el caso del desobediente cafetero. Aunque es cierto que desconozco qué cuentas hará la fiscal para calcular el ingreso necesario para sobrevivir, en un país en el que hasta el indec difunde estadísticas de fantasía.
También podría mencionar que esta fiscal no hizo nada para impedir Cromañón, pero sí lo suficiente para secuestrar la garrafa de Carmelo.
Podría contar mucho más.
Pero no quiero.
Permítame esta pequeña rebeldía destinada a desafiar las ego-marketing del oficio periodístico. Si tuvo la paciencia de leer hasta esta línea es porque sabrá disculpar la torpe ironía con que han sido escritas. Es sólo un recurso para recordar que vivir en democracia es –Nunca Más– tener que aceptar la obediencia debida.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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