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Alta trama: Los besos

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La banda liderada por Paula Trama crece y le da sonido a una época con poesía y sintetizadores. Recetas musicales, semblanza e ideas para convivir entre el estudio, la cocina y el escenario. FRANCO CIANCAGLINI
Una antigua casa en Parque Patricios, viernes por la mañana. Bicis llegan, el can Spuky recibe, objetos extraños y rodantes decoran el living. Una batería. Una pizarra que dice “Munari”.
La escena está cargada de sentido y de misterio.
Desde la cocina, llegan voces que hablan de música.
Entra Paula.
Ya están todxs.
Si el gato quiere, habrá entrevista.

Alta trama: Los besos

Federico Fragalá, tecladista y cocinero de Los Besos.
Foto: Martina Perosa

Amigos y detectives

Un umbral mental separa el living-sala de ensayo, de la cocina-sala de rancho. En una se toca y baila; en otra se charla y come.
Voy a cruzar.
Del otro lado hay mates, mandarinas, bananas y Federico Fragalá, tecladista y cocinero del grupo, regala antiguos CD´s.
Sentados a la mesa, Los Besos, una asociación lícita de amigxs atravesada por la música, la poesía y la gastronomía que viene cruzando fronteras con su último disco-libro. En él, además de diez preciosas canciones, compilan los vicios, prontuarios, ideas y sueños personales. Por ejemplo, el de Sebastián, anfitrión de la casa, aclara algunas cuestiones: “Es ferviente admirador de Bruno Munari, tiene un gato asesino llamado Witold, como el escritor polaco, y un perro centenario llamado Spuky que todos los días lo invita a pasear por el barrio”.
En cada presentación queda claro que cada Beso es parte de un rizoma cultural que implica otros proyectos, invenciones, bandas, clases, historias musicales e incluso estudios de sonido, grabación, posproducción, etc. Es decir, gente enamorada del sonido y del arte, talentosa y obstinada.
Paula Trama, compositora, guitarrista y frontwoman, ostenta un récord en esta revista: fue entrevistada hace diez años, para la MU nº 24. El cronista también era el mismo, más joven (Paula está igual). En aquel entonces, Paula, su ukelele y la guitarra tenían un puñado de canciones. Una década después se encuentra bien rodeada por cinco muchachos con quienes editó dos EP`s y tres discos.
Fue Federico el primero que se encontró con las canciones de Paula y pensó: “Estaría bueno que tengan banda”. Así se convirtió en una especie de primer productor y junto a Rodo, ex baterista, comenzaron a andar allá por 2011. Luego apareció Sebastián Rey, bajista, a quien le había llegado un CD de Paula: “Lo estuve cantando un montón y la llamé: me contó que quería agrandar la banda y me autopostulé para bajista”. Con esa formación, Los Besos grabaron el primer doble EP en la mítica Confitería del Molino, esquina de Callao y Rivadavia. Primer lugar mágico de grabación.
Víctor Rallis, compañero de Federico de la carrera de grabación, un día se lo cruzó en el barrio: eran vecinos. Comenzó a ir a los ensayos. “Sabía todos los temas, cantaba todos los coros”, recuerdan y cuentan que Víctor terminó grabando y mezclando Un disco de Los Besos, el segundo álbum. Participó en una canción y, para cuando el disco se presentó en vivo, ya era parte de la banda como corista y trompestista.
Golpeado por un problema de salud, el baterista Rodo debió dejar Los Besos. Recuerdan el paso de alguien que el cronista anotó como “Jhonny Chacón”, pero finalmente quien sobrevive como baterista es Ariel Chisleanschi, antiguo amigo del bajista Sebastián. “Yo no conocía a Los Besos ni a nadie”, aclara con sinceridad.

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Ariel Chisleanschi, baterista y padre.
Foto: Martina Perosa


Los días de ensayo cuadraron: en ese entonces, los martes por la noche. Una “nube tóxica” de tabaco y el consumo de alcohol durante las jornadas dificultaban el perfeccionamiento musical, por lo que los ensayos se mudaron a la fecha que hoy mantienen alegremente, a fuerza de mates y comida sana: viernes por la mañana, en la antigua casa de Parque Patricios.
Completan la banda Pablo Berardi y Dante Frágola, tecladista y productor. Paula: “En la grabación del tercer disco, Helados verdes, teníamos una imaginación de texturas y Dante nos recomendó a Pablo, de la banda Diosque. Después de escucharlo quisimos que esté todo el tiempo”.
No hubo retorno. La banda quedó así formada y sacó abono en Sonido Real Estudio, donde trabaja Dante: “En el estudio se consolidan las cosas”, revela Paula. “Es el tiempo para detenerse y pensar, tomarse un mate sin que te corran, no estar con esa cosa medio laboral que tiene garpar un estudio… Como pasó también en El Calafate…”.
¿Cómo fue lo de El Calafate?
Ariel: “Ah… esa fue una historia muy hermosa”.
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Víctor Rallis, coros, trompeta y a veces transporta los instrumentos.
Foto: Martina Perosa

Whisky, glaciares y un libro

Copia viva se grabó en El Calafate durante ocho días. Pura mística.
Un “loco” bastante lúcido llamado Coqui Aristizábal fue el anfitrión en la ciudad glaciar, donde tiene el estudio de grabación Solo Studio y genera talleres y movidas musicales. Sebastián, bajista: “Nos dio las llaves del estudio, y chocolate”.
Dormir, comer, grabar, no dormir… El intercambio con Coqui pactaba un taller de Los Besos para la comunidad. Pero…“Cuando íbamos a hacer los talleres se vino el rompimiento del glaciar y fuimos: estuvimos hasta las 6 de la tarde tomando whisky con chocolate viendo como se caían los pedazos de hielo”. En el libro precisan que un “generoso tripulante santafesino” les dio hielos para hacer el trago on the rocks.
Final de película para el disco, comienzo de una nueva etapa musical.
Los Besos comenzaron a crecer exponencialmente. Los abrazos también. “Gente que canta los temas. Helados verdes con más de 100 mil visitas en Spotify. Llegan más propuestas, tocamos mucho más seguido”, enumeran sobre las señales de que algo anda bien. “O por ahí llegas a un lugar y está sonando un tema”.

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Pablo Berardi, tecladista de Los Besos y Diosque.
Foto: Martina Perosa


Además de liberar las diez canciones en las plataformas, y en vez del formato físico del disco, la banda editó un libro que compila todas las letras y los respectivos acordes de todo lo producido por la banda. Sebastián: “Era caro editar un disco pulenta, y cada vez menos gente tiene para comprarlo. Hicimos un libro, también, para poner de relieve las letras, que son tan importantes. Y es un objeto más lindo de atesorar, de usar, de regalar, de tener”.
Es cierto: las letras de Paula mezclan poesía, sutileza y gracia. Su originialidad obliga a volver a escuchar las canciones para saborear cada palabra y volverse devoto de ese estilo de composición. Ya hace diez años sucedía esto, e incluso algunas de las canciones que interpretaba en aquellas épocas (2009/2010) vieron la luz en este reciente disco: La cascada de tu pelo enredado, letra de Francisco Garamona que Paula viene tocando desde 2011, y Destino, una canción de culto. “En 2009 Destino llamaba mucho la atención: no había tantas lesbianas declaradas en la música. Es un tema de una parte del público re fuerte de Los Besos que son las lesbianas, el público lésbico queer que se fue siempre manteniendo y yendo detrás de los diferentes cambios”.
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Sebastián Rey, bajista, inventor, compañero de Spuky y Witold.
Foto: Martina Perosa


Sebastián: “Hay que resaltar eso: estamos tocando hace un montón y nos juntamos una vez por semana hace muchos años. Ese laburo sostenido se va acumulando. Desde esa primera formación de tres hasta este septeto fue un proceso grupal de conocernos, hacernos amigos, querernos, comer, contarnos cosas, bailar. Todo eso va generando una química que se escucha y se siente”.
¿Cómo sigue esta historia? El 4 de julio habrá presentación en Niceto. Y el día anterior a la entrevista, Paula envió un boceto de una canción al grupo de WhatsApp de la banda. Comienzo de una búsqueda grupal, que germinaron ya en las redes a través de una pregunta: “¿Qué les parece si en primavera sale un nuevo disco de Los Besos?”.
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Paula Trama, cantante y compositora de Los Besos.
Foto: Martina Perosa

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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