CABA
Santiago Mitre: los ojos en el juicio
Argentina, 1985 ganó el premio Globo de Oro como Mejor Película Extranjera, lo cual implica un logro histórico para el cine argentino. Fue la única latinoamericana que llegó a la instancia final de esta edición 80 de los premios entregados por la Asociación de la Prensa Extranjera, en Hollywood. El film dirigido por Santiago Mitre reconstruye el juicio a las Juntas Militares, con los fiscales Strassera y Moreno Ocampo interpretados por Ricardo Darín y Peter Lanzani. Había ganado también el premio del Público en el festival de San Sebastián y en Venecia el otorgado por la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica como la mejor película de la competencia oficial. Fue galardonada también en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, y el director Santiago Mitre obtuvo el Premio Signis de la Asociación Católica Mundial de Comunicación “debido a su certera aproximación al pasado desde una mirada profunda”.
En esta entrevista a la revista MU Santiago habla del deseo como motor para filmar en medio de la pandemia. El desafío y el poder de la imaginación: mirar hacia atrás para narrar el presente. Claves, otras películas que supieron anticipar la época y un enigma: ¿qué hay que hacer cuando parece que no se puede hacer nada? Por Claudia Acuña.

Estoy sola frente a la gran pantalla, y a mis espaldas, el director. Siento el peso de la situación, su privilegio. Me pregunto por qué, dudo.
Los personajes, los hechos y la época que narra son parte de mi historia y eso significa que tengo poca distancia y menos paciencia: cualquier detalle, cualquier palabra puede irritarme y no soy de las que disimulan. La peor espectadora.
El Juicio a las Juntas marcó mi oficio y mi vida cotidiana. Mi compañero Sergio Ciancaglini era el encargado de escribir día tras día las crónicas de las audiencias que publicaba el diario La Razón. Dormí junto a su insomnio. Atendí a horas inesperadas al fiscal Julio Strassera que llamaba al teléfono fijo para dar alarmas sobre amenazas y anuncios de atentados, conspiraciones y frustraciones, que trataba de calmar desde mi rol de testigo secundario, insignificante, y por eso mismo, para él interesante: quería conocer la mirada de quienes no estaban atrapados en ese infierno.
Abracé a Adriana Calvo, conocí su coraje, su tono, su hija, sus heridas. ¿Cómo sonarán en estos tiempos cínicos las palabras que bordaron su testimonio y que aún me duelen en el cuerpo?, dudo.
Asistí a una sola e interminable jornada del juicio. Fue cuando declaró Víctor Basterra, y a metros lo escuchaba Jorge Luis Borges. Leí al día siguiente su crónica perfecta distribuida por la agencia Efe: lograba con 45 líneas sincronizadas en cinco párrafos transmitir absolutamente todo. En ese poder de narrar tanto con tan poco precisé el tamaño de Borges: jamás, nunca, ni en sueños, podría aspirar a hacer algo semejante.
¿Cuánto dura?, pregunto.
Dos horas y media.
Así comenzó para mí Argentina,1985, la nueva película de Santiago Mitre.
Me reí y lloré. Me reí y lloré. Me reí y lloré. Aprendí lo que no sabía, comprendí lo que no entendía y desde entonces no hay día que no le cite a alguien lo que nos descubre esta película, que además es un milagro: en plena restricción pandémica se filmó una superproducción. Ruego que dimensionemos lo que esto nos revela: durante las semanas en que las personas no podían reunirse hay escenas con cientos de extras; en momentos en los cuales las calles estaban despobladas hay tránsito de autos y peatones; en épocas enfermas hay vida. Hacer de esta película una película, entonces, significó cuidados, hisopados y coreográficos movimientos para administrar, como el agua en el desierto, los momentos de contactos e incluso, que las personas que trabajaban delante y detrás de cámara se mantuvieran aisladas cuando no filmaban. Lograron así crear lo que no había: posibilidades de hacer.
El cine como sede del poder de la imaginación en tiempos sin futuro.
¿Cómo hiciste?
El deseo… responde Santiago Mitre con vergüenza. Sé que lo incomodan las palabras cuando ya en imágenes está todo dicho.
Lo imposible
¿Qué nos está diciendo ahora Santiago Mitre con esta película?
Tanto, que enumero con lógica de borbotón:
- Su cine tiene siempre como protagonista un “no”. En este nuevo round ese límite está enunciado desde el comienzo: ¿qué sucede cuando no se puede decir “no”? Eso es lo que encarna el fiscal Julio Strassera y lo que hace con y desde esa imposibilidad es la historia que se narra. El desafío resuena político, filosófico y práctico en épocas de restricciones inusitadas. Mirar hacia atrás para mirar el hoy, cuando las posibilidades del “no” están canceladas, nos permite dimensionar aquello que decía Orson Welles: “El enemigo del arte es la ausencia de limitaciones”.
- Sabemos que el juicio se hizo, que dos genocidas fueron condenados a perpetua así que no cometo espoiler si acentúo que esta es una película sobre hacer lo imposible. Lo que muestra Mitre, entonces, es cómo. Nada menos. Su mirada es la clave: lo que ve y nos hace a ver es lo distinto. El guión, la cámara, la iluminación y hasta el vestuario enfocan hacia un lugar inesperado, que sí, ¡claro!, siempre estuvo ahí, pero que no vi hasta que 1985 me mostró cada uno de los ladrillos con los que se construyó ese antes y un después.
- “Sin piedras no hay arco”, tal como le enseñaba Marco Polo al impaciente emperador que financiaba sus viajes con la única intención de que el intrépido viajero le señalara una, la importante. Mitre me dirá que escribió el guión sabiendo que Ricardo Darín quería ser Strassera, y ese compromiso lo obligó a seducirlo. “A Ricardo le va a gustar esto”, pensaba mientras tecleaba las escenas, como una forma de demostrar qué significaba para él esa confianza. Se trata entonces de una película protagonizada por Darín, sí, que narra la historia de un personaje central, Strassera, sí, pero cuyo foco no es ni Darín ni Strassera, sino lo que ellos miran y cómo son mirados. Así Mitre nos hace ver cada piedra que construyó aquel arco.
- ¿Cómo hacer de la Historia argentina contemporánea una película? Mitre amplia el arco cuando a las clásicas técnicas de reconstrucción e investigación les suma el diálogo con la actualidad, sin necesidad de gritarlo. Hay textuales que resuenan como respuestas a las barbaridades de esta época y hay acciones que representan modos concretos de superar la decadencia de instituciones, mañas y marañas que el jueguito político pretende insuperables y, por lo tanto, irremediables. La vacuna para el virus de la impotencia es la memoria. Ya lo hicimos una vez, y en peores condiciones. Podemos volver a hacerlo. Nosotres, nadies.
- Mirar atrás para preguntarnos hoy: ¿qué es lo que hay que hacer cuando no se puede hacer nada? La respuesta de Ricardo Darín: actuar. No encuentro las palabras para definir lo que eso significa en esta película, quizá porque su Strassera es tan, tan Strassera sin siquiera imitarlo que para quienes lo conocimos resulta una experiencia demasiado inquietante: es él, y no es él. Tampoco es Darín. Es un actor poniendo hasta las uñas a disposición de un personaje. Mitre me dirá que se lo dijo: “¿Te das cuenta lo bien que estás actuando?”. Y que Darín le respondió: “Sí”. No es soberbia. Mitre lo confirma: “Había en él tantas ganas de actuar, tantas…”. La intensidad de su actuación como efecto pandémico: todavía no tenemos dimensión de lo que representó este virus en la sensibilidad de esta época, de sus artistas y de nuestras formas de sentir.
- ¿Qué es lo que hay que hacer cuando no se puede hacer nada?, repito. La respuesta de Santiago Mitre: cine.
La imaginación al poder
Casi tres meses después de ver esta película que me motivó a revisitar toda la filmografía de Santiago Mitre reconozco aquello que había advertido Ítalo Calvino en Las Ciudades Invisibles: “El pasado cambia según el itinerario cumplido” porque la travesía cambia la mirada del viajero. Argentina, 1985 representa entonces una nueva estación de aquel viaje que se inicia con El Estudiante, en 2011, el abracadabra.
Recuerdo lo que significó en aquel momento, su perfume a nuevo. También cómo se produjo y distribuyó: sin subsidios y a través de un circuito de exhibición periférico, con copias digitales. Logró así sumar más espectadores que los tanques que circulan por autopistas asfaltadas por el marketing y más premios que ninguna otra ópera prima de las últimas dos décadas. Le digo entonces que acabo de volver a verla, y como provocación le escupo: “Perece la biopic de Wado de Pedro”.
Pica.
Cuando escribí El Estudiante leía la biografía de Manzano. No existía Wado de Pedro, no existía La Cámpora.
Es exactamente eso lo que cuenta esa película: cómo emerge…
La relación de causa y efecto entre el objeto y el tema que retrataba es un poco azarosa. Cuando empecé a escribir el guion, a conseguir los recursos, por más ínfimos que sean… fue un proceso largo…y no existía la ebullición de la militancia que empezó después.
Pero sí existía Franja Morada, el fin de la era del rector Shuberoff y toda la resistencia hacia ese menemismo universitario que encarnó el radicalismo…
Había, sí, muchas agrupaciones con distintos enfoques, todas parándose a la izquierda de Franja Morada, del establishment… El peronismo, inexistente. Eso a mí me permitía trabajar ese microcosmos político sin entrar en internas tan profundas, que luego comenzaron a atravesar a la universidad también, pero que en el momento en el que me acerqué, casi como un documentalista, no sucedía…
Contar lo que emerge y hacerlo con caras nuevas es otro punto de El Estudiante…
Cuando empecé a filmar era un momento importante del teatro argentino. Surgía una nueva generación de actores y de dramaturgias, que venían trabajando juntas desde unos años antes, y quería ser parte de eso. Esteban (Lamothe) venía de hacer obras con (Alejandro) Catalán, de trabajar en el Estudio de Bartís, o con Romina Paula, era un actor muy sexy… no sexy como es ahora (risas). Lograba ser un flechazo asestado desde esos pequeños escenarios del off… Y todo eso que él emanaba era muy filmable. A partir de definir que él sería el protagonista comencé a buscar actores y actrices de ese universo. Y aparecieron personas que hoy en día son… es fea la palabra, pero bueno: todos los que participamos de El Estudiante nos volvimos un poco establishment.
Mitre dirá también que lo primero, lo que se impuso como esa idea de El Estudiante fue “una película muy impresionista” que se proponía contar lo enorme desde lo micro: “Un chico que llega de la provincia, que no tiene una vocación muy nítida, que deambula por la ciudad, conoce chicas, que de una manera arbitraria o azarosa, empieza a militar. Y todo lo que despierta eso”.
Lo miro fijo y aguanto el silencio.
Sigue:
“Luego, quería filmar el ambiente de los estudiantes del interior en Buenos Aires, las pensiones que conocía por amigos que estaban un poco en esa, y que me gustaba. Cuando apareció la UBA como escenario apareció la política: desde las paredes ya te invade todo”.
Nunca el cine había entrado a ese territorio ni nunca antes ningún director lo había reconocido como la patria de sus sueños y la cuna de sus pesadillas. Dirá Mitre que no tiene experiencia en la militancia política, pero fue criado por ella: “Mis viejos se conocieron militando. Mi abuela y mi abuelo también; él fue embajador durante el primer gobierno peronista. Mi bisabuelo fue ministro de Agricultura de Yrigoyen. Y rompió con el radicalismo para pasar al peronismo. La política fue la pasión que atravesó siempre a mi familia”.
Le pregunto qué quebró esa tradición:
“Crecí en los 90”.
Si lo que comenzó a transitar Santiago Mitre, entonces, al filmar El Estudiante, es su manera de hacer política, lo que esta película representa es el paso de una pata que me gusta pensarla como de su padre, sociólogo. El otro pie que completa ese primer paso es La Patota (2015), herencia que aporta su madre, asistente social en tribunales. Ambas forman parte de su primera huella como director: la política entendida como sensibilidad.
En el medio estará la bellísima versión cinematográfica de Los Posibles (2014), la compañía de danza creada por Juan Onofri Barbato. Mitre dirá ahora que se propuso filmarla cuando se dio cuenta de que esos bailarines adolescentes crecerían y volarían para dejar lejísimos el estigma de “jóvenes residentes de un centro penitenciario” y no quedaría registro de lo que habían creado: un legado contra la criminalización y estigmatización de los jóvenes empobrecidos. Como siempre, tenía razón.





Una más
La maestra rural violada protagonista de la trama original de La Patota se convierte en la versión de Mitre en la hija militante social del juez al que le hace literalmente temblar la doctrina garantista en una escena memorable, interpretada por un Oscar Martínez progresista y decadente, dualidad humana muy extendida en estos tiempos, pero que sin duda representa un desafío de actuación.
Lo que nos hace ver Mitre en su mirada de La Patota es cómo funciona la justicia en un caso de violencia sexual. Filmada un año antes del grito callejero de Ni una menos y mucho antes de que irrumpa la ola verde, ancla toda esta historia en el paradigma más difícil de digerir para la burocracia de género de ayer, hoy y siempre: raza, clase y género. Mitre la filma en Misiones, por si quedaran dudas sobre desde dónde hay que contemplar la violencia patriarcal.
Fue el productor Axel Kuschevatsky quien le propuso esta remake, y será un nombre presente desde La Patota hasta hoy. Un aporte a 1985: sugerir que Peter Lanzani interprete al fiscal Luis Moreno Ocampo.
Mitre dirá hoy que lo primero que le surgió fue una idea: “La justicia no puede decidir qué tiene que hacer ella con su cuerpo”.
Lo miro fijo, le disparo una tonelada de interpretaciones. Sigue:
“A mí me interesaba pensar en ese personaje, quién es esta Paulina, su padre juez, cómo aparece este debate entre este tipo que cree en la justicia de determinada manera y ella, de otra…”.
Tiro otra ráfaga de temas.
Sigue:
“Hay intuiciones que aparecen en las películas y no sé por qué ni cómo”.
Silencio.
Concluye:
“Mi manera de pensar la sociedad es desde la ficción: inventar personajes, inventar historias”.
Hay que decirlo también: durante el rodaje de La Patota Mitre se enamora de Dolores Fonzi, tal como todes, después.
Recursos naturales
En estos días de debilidad institucional dos fantasmas recorren mis conversaciones con generaciones más jóvenes. Uno es el del 2001, repetido como tragedia o parodia, según se vea. Intenté explicar que existe una diferencia entre aquella época y esta, y es tan grande que nadie la ve. En 2001 no existía Vaca Muerta, algo que nos puso en el radar del Norte y nos puede convertir en Litlle Irak.
¡Mitre otra vez!
La Cordillera (2017) nos muestra un presidente débil (solo por eso vale verla hoy), sin base política propia ni aliados nítidos. Dirá Mitre que pensó el personaje a partir de una premisa: “un tipo que si para construir poder tiene que vender la cordillera de los Andes, lo hace”.
¿Hace falta agregar algo más?
Hace falta.
Mitre filma desde su primera película hasta esta última con un mismo equipo, conformado por personas que conoció cuando estudió cine en La FUC (Fundación Universidad del Cine), pero fue en La Cordillera donde sumó al director de fotografía Javier Julia (Relatos Salvajes), quién le dio la textura que sus filmes reclamaban: el toque Coppola. La paleta de colores, los claroscuros, el contraste entre ese mundo horrible de los hombres de mando y la luminosa belleza de las montañas, hermanadas así con el personaje que encarna la belleza que desquicia el poder: la hija del Presidente, que interpreta Dolores Fonzi. La Cordillera hace ver una de las altas cumbres de una época y una generación de la industria cinematográfica argentina. Revela formas de hacer, modos de crear y miradas sobre la actualidad muy particulares. Una Tercera Posición, por así decirlo (si existiera el peronismo de Perón se entendería mejor esta metáfora) capaz de lograr la alquimia entre lo artesanal, lo industrial, lo creativo, lo popular y lo transgresor, todo en una sola película y para desconcierto de los anaqueles de la industria del entretenimiento en la era de los algoritmos.
La Cordillera convirtió en Vaca Muerta a Mitre, especulo: lo puso en el radar del Norte.
Luego, vino la pandemia.
Y con ella la filmación en Francia de Pequeña Flor (2022), basada en la novela de Iosi Havilio, que vi hace pocos días en la sala Cosmos, sacudiéndome en la butaca como si estuviera sentada sobre clavos y acompañada por una docena de espectadores que quedaron como yo, perplejos y fascinados. “Es una película de amor”, dirá Mitre antes de que la viera y sí: hay mucho amor al cine resumido en escenas que rinden tributo a varios géneros, lo cual torna otra vez como inclasificable el film, que algunos llamarán “maldito”, otros “salvaje” y que yo prefiero clasificar como apasionado.
Contar los 40
Tras un larguisímo año de parálisis absoluta de la industria del arte, Argentina, 1985 marcó la salida a la cancha grande del saber hacer del cine argentino. La montaña había logrado que el Norte se mueva. Mitre estaba cumpliendo no solo un sueño, sino sus 40 años y dirá que por eso tuvo la sensación de que podía ponerse al frente de esa batalla sin temores. “Sé hacer esto”, se dijo, y aunque nadie sabía cómo filmar en una pandemia, lograron construir, piedra por piedra, un arco de cuidados sanitarios inéditos que lo hizo posible. Nada de esto se ve en la pantalla, pero se siente: es la intensidad de cada toma, un dramatismo o si se quiere, una épica que se impregna y que la historia absorbe porque lo necesita.
Dirá Mitre: “Ayer hablaba con un amigo, que es músico y no tiene nada que ver con el cine, y me decía del título algo que yo no había pensado: ‘como que te borraste, no le quisiste ni poner título, como si no tuviera autor casi’. Me pareció ingeniosa la idea, más allá de que él no sabe más de la película que lo que vio en el teaser y lo que yo le puedo haber contado. Y es verdad, hay algo en la película donde yo traté de manipular un poco menos este hecho histórico. Por supuesto que uno siempre manipula, pero hay algo de un respeto hacia la historia que no sé si lo había tomado antes”.
Un registro…
Sí, un registro, que es absolutamente funcional. Pero hay algo ahí, hay una intención donde yo estoy un poco menos presente. Mis películas anteriores tienen una cosa, bueno, un poquitito provocadoras.
Poner arriba de la mesa de la actualidad el título 1985 y no decir nada es una provocación tremenda: hola, ¿se acuerdan de ese año?
– Bueno, dicho así, claro.
¿Y por qué éste es el momento para pensarlo?
Esta es nuestra oportunidad y puede ser la última: con esa frase termina el primer teaser.
Hablar con el pasado
Volvamos a El Estudiante. Ahí hay algunas decisiones que tomaste, como por ejemplo mezclar el documental con la ficción, algo que también hacés en 1985.
Es lo opuesto, digamos, en muchos sentidos. Porque en El Estudiante lo documental era una especie de fragilidad en la producción: no podíamos recrear una asamblea universitaria porque no teníamos los recursos, entonces había que aprovecharse de lo documental para poder darle verosimilitud. En 1985 al contrario: tenía que reconstruir todo. Entonces lo documental me servía como maqueta de lo que tenía que reconstruir. Los testimonios, por ejemplo, están filmados con los ángulos con los que fue registrado el juicio. Y para poder fundir esas tomas con las originales filmamos en paralelo con la misma vieja cámara con la que se filmó el juicio. La materialidad viaja disfrazada de una época a la otra.
¿Eso ya estaba previsto en el guion o lo encontraste en el camino?
Lo encontré en el montaje, pero estaba apuntado en el guion como posibilidad. La verdad es que no sabía cómo me iba a quedar eso. Era una de las pruebas que sabía que quería hacer.
Por eso llevaste la cámara…
Sí, pero podía no usarlo. Llevé la cámara, lo filmé: vamos a ver si esto funciona. Funcionó.
Lo interesante de ese bordado es cómo funciona, porque estamos hablando de testimonios que duelen.
Hay una imagen, que nosotros la reprodujimos, que es la de esa mujer de rulos que se agarra la cara al final del alegato. Nosotros estábamos copiando ese testimonio con nuestras cámaras, habíamos elegido a una chica que era parecida, que tenía ese pelo. Y después, cuando empezamos a editar y nos dimos cuenta de que se podía mezclar el material y generar una especie de diálogo entre una cosa y la otra fue bastante revelador, visualmente impactante y emocionalmente potente: pudimos unir el 85 y el ahora.
De eso se trata entonces su nueva película: de un diálogo con el pasado para construir, piedra por piedra, ese arco que sostiene al futuro.
Hay que decirlo: luego de revisitar su filmografía creo que también se trata de advertir qué nos está anticipando Mitre, qué está emergiendo. Y dónde.
El método de Mitre incluye siempre, cada vez, estar trabajando en su siguiente película cuando está presentando la última. Es su manera de escapar de la neurosis que genera un estreno. Concentrarse en el hacer, en seguir, en el itinerario, como aquel Marco Polo de Calvino que nos recuerda con esa frase perfecta el sentido del arte, que es el de la vida: “Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
Ahora mismo está dejándole espacio a una idea: el viaje de la entonces presidenta Isabel Perón a Córdoba, para reponerse de una crisis nerviosa, acompañada por la mujer de Videla.
Actualidad
Garrahan: con el corazón en la calle y en la salud pública

Una conmovedora y masiva marcha acompañó el reclamo del Hospital Garrahan, en crisis por decisión del gobierno de Milei que, al mismo tiempo, ataca a la salud pública, hiper endeuda al país, subsidia y financia todas las bicicletas financieras y fomenta la especulación con el dólar. La movilización partió del Garrahan, llegó a Congreso y de ahí a Plaza de Mayo, con el apoyo explícito de transeúntes, automovilistas y comerciantes a cada paso. Lo que dicen médicos, profesionales y pacientes de un hospital emblemático que atiende a todos los niños, niñas y adolescentes del país con patologías complejas. La teoría sobre el odio a los trabajadores públicos, los reclamos que apuntan a una canasta básica como mínimo, ante un gobierno que en lugar de intentar solucionar el problema tiende a empeorarlo, y sigue con la política de la motosierra, que por definición solo es capaz de amputar al sistema de salud, mientras en el hospital una señora era intervenida para donar parte de su hígado a un bebé de 5 meses. ¿Quién gana y quién pierde con lo que pasa en el Garrahan? El documento completo que se leyó durante el acto.
Por Francisco Pandolfi
Fotos Juan Valeiro
.
Dentro del Hospital Garrahan, en la puerta del área de radiología hay un cartel que no debería estar ahí, pegado. O no debería estarlo en condiciones normales. “Buscado por vaciar al Garrahan”. Debajo se ve la foto de Mario Lugones, ministro de Salud, con una inscripción: “Quiere robarle la salud a las infancias para beneficiar su propio negocio”.
Esa imagen se repite por todo el establecimiento, junto a otros que informan sobre el paro de actividades que arrancó a las 7 de la mañana de este jueves y se extenderá hasta las 7 de mañana del viernes (se mantuvieron el servicio de guardia y la atención a pacientes internados) y convocan a la movilización que está empezando ahora mismo, cuando médicos y enfermeros y personal administrativo se alistan en la puerta para movilizar primero al Congreso, y desde ahí hacia Plaza de Mayo.

Otra de las cartulinas pegadas en los pasillos hace foco en los trabajadores: “Defendamos al Garrahan y a sus laburantes”. Uno de ellos es un médico anestesista que está de guardia y prefiere no dar su nombre. No va a marchar, pero baja a la puerta del hospital para bancar la resistencia colectiva. Trabaja aquí hace más de treinta años. Sintetiza la gravedad del problema: hay un equipo de seis perfusionistas que se encargan, en las operaciones y trasplantes de corazón (se hacen promedio dos por día) de mantener al corazón latiendo mientras se realiza la intervención. En los últimos meses tres de los seis profesionales, con más de quince años de trayectoria, renunciaron por los bajos salarios. “Si se va un perfusionista más, hay que cerrar el programa, porque es imposible se sostener”.
Esto (y tanto más) es lo que está en juego hoy en el Hospital Garrahan.

El odio al trabajador público
Arranca una movilización que cuadra a cuadra se volverá más masiva. Se canta “el hospi no se toca, el hospi no se toca”.
Se pregunta si el hospital está y la masa contesta que sí.
Se pregunta si los laburantes están y se contesta que sí.
Se pregunta si las familias de los pacientes están y se contesta que sí.
Y se pregunta si el sueldo está, y la respuesta es unánime: “Nooooo”, con esa o que se extiende en el aire y que da más fuerza a seguir cantando.
Mercedes Méndez, Meche, es licenciada en enfermería y trabaja en el hospital hace 31 años: “El desfinanciamiento viene desde hace un año y medio y las consecuencias son evidentes: muchos profesionales ya abandonaron el hospital. El gobierno es consciente de lo que está generando, porque para ellos la salud es un gasto y no una inversión. Va en la misma línea del ataque a los jubilados y a las personas con discapacidad”.
Agrega: “La salud y la educación pública siempre estuvieron al límite con todos los gobiernos, nunca estuvimos cómodos y siempre tuvimos que salir a luchar por nuestros derechos. Pero esta gestión vino a endurecer todo, con un odio de clase al extremo, que viene a decirnos que nos odia por ser trabajadores públicos. O sea no tiene lógica lo que hacen. Vienen por todo lo que quedaba y no se lo vamos a permitir, porque la salud pública debe seguir siendo un bastión a preservar”.
¿Qué está en riesgo hoy? Enumeran trabajadoras y trabajadoras del hospital:
- “Una red integral de atención que asiste a todos los niños, niñas y adolescentes del país con patologías complejas”.
- “La formación de profesionales que se capacitan en el Garrahan para asistir a pacientes pediátricos en todo el país, desde La Quiaca a Tierra del Fuego”.
- “Los avances tecnológicos en ciencias médicas que ayudan a disminuir la mortalidad y mejoran la calidad de vida de pacientes pediátricos con enfermedades graves”
- “Los avances científicos en medicina pediátrica que se realizan en la institución y se replican en numerosos centros de atención”.
Otro de los afiches muestra un corazón abrazado por dos manitos, y el lema “El pueblo abraza al Garrahan”. La frase parece haber presagiado lo correcto, lo que sucede, lo que está pasando en el camino que arranca en la puerta del Garrahan, sigue en avenida Entre Ríos hasta llegar al Congreso de la Nación. Y luego a Plaza de Mayo.

La pelea de Morena
Morena es una de los miles y miles de pacientes de todo el país que se atiende en el Garrahan. Tiene 11 años de edad. Vino a la marcha con su mamá Rosario y su abuela Noemí. Cuentan que en pandemia a Morena le dieron la vacuna Moderna contra el Covid y le provocó una enfermedad en la sangre: Púrpura Trombocitopénica Inmune (PTI). Dice Noemí: “La internaron en el Garrahan cuando tenía 3 mil plaquetas, y lo normal es 150 mil. Corrió peligro su vida”. Morena estuvo más de un mes internada y se sigue tratando actualmente. Dice Rosario: “Mucho tiempo debimos venir todos los días a control, ahora cada seis meses porque está mejorando”.
Completa su abuela Noemí: “Este gobierno busca matarnos en vida. No se entiende que se metan con quienes salvan la vida de bebés, niños y adolescentes, que son nuestros hijos, nietos y sobrinos. Siento asco, bronca y sobre todo impotencia, porque sólo pueden tomar estas decisiones quienes tienen una mentalidad asesina y el gobierno esto lo demuestra todos los días”.

El reclamo y las promesas falsas
Se va sumando gente al andar. Hay trabajadores que en la caminata entregan volantes a la gente que mira, que aplaude, que está atendiendo en sus negocios mientras la marea humana cada vez es más numerosa y ahora llega al Congreso de la Nación. Allí, a principios de julio, la Cámara de Diputados trató la emergencia para el Garrahan, pero la sesión se levantó por discusiones entre el bloque de La Libertad Avanza y el peronismo. Y la emergencia quedó sin tratar.
¿La emergencia? La recomposición salarial del 100%; que el sueldo base para cualquier ingresante sea el que determina la canasta básica familiar: un millón ochocientos mil pesos; y el aumento presupuestario del hospital.
Las y los trabajadores del Garrahan comenzaron con el reclamo por la recomposición salarial hace más de un año. Le prometieron un bono y tampoco lo cumplieron. Llevan 14 paros y no sólo no fueron escuchados por el gobierno nacional sino que la situación empeoró: el gobierno difundió el 2 de julio un reglamento que degrada las condiciones laborales de los residentes en hospitales nacionales al buscar convertirlos en “becarios”, detrimento a la formación a largo plazo. (https://lavaca.org/actualidad/otro-ataque-a-la-salud-publica-y-al-garrahan-las-movilizaciones-que-se-vienen/)

El símbolo de la crueldad
Eliana lleva un cartel que dice “la salud pública es salud socioambiental”.
Eliana trabaja como administrativa del hospital hace 12 años y en la actualidad está en el área de servicio social. Dice que hoy el Garrahan es un símbolo de lucha, compromiso, amor, de igualdad por atender a todo tipo de paciente, pero también de la crueldad: “Están poniendo en peligro la salud de los niños, niñas y adolescentes no solo de nuestro hospital sino de todo el país y de Latinoamérica. Los tratamientos están en peligro, las formas de atención, los médicos que se van imposible de recuperar en sus saberes”.
Eliana cuenta la supervivencia en números concretos: “La pérdida salarial es casi del 100% desde noviembre del 2023 a la actualidad. En este último año nuestro aumento fue menor al 3%. Yo cobro 800 mil pesos con más de 10 años de antigüedad. Hicimos una cuenta con otros trabajadores del Garrahan y descontando alquiler y el resto de los impuestos, nos quedan 4.415 pesos por día para vivir. Con eso tenemos que comer, comprar un remedio, sostener a tus hijos. O sea, vivir así es imposible”.

Si el Garrahan gana
La marcha ahora llega a Plaza de Mayo y un océano de gente inunda las calles porteñas. Adelante solo se ven miles de cuerpos. Atrás, también. Están todos los sectores de la salud pública a nivel nacional, además de varios gremios, un grupo de sindicatos de la CGT, las dos CTA, y muchísimas organizaciones barriales, estudiantiles, culturales y sociales: desde la actriz Mirta Busnelli, el dirigente Ricardo Alfonsín y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. No hay un policía y no hay disturbios, lo que evidencia un signo de estos tiempos: «Cuando la movilización es multitudinaria, no hay protocolo que valga», dicen desde la cabecera. Mientras la ciudad de Buenos Aires es el epicentro de esta movilización, profesionales de la salud realizan cortes, paros y marchas en todo el país en reclamo de los recortes presupuestarios en todos los hospitales de Argentina.
Desde la cabecera de la marcha –que lleva una bandera con el lema “Por el Garrahan, la salud pública y todas las luchas”, dicen: «Si el Garrahan gana, gana la clase trabajadora. Si el Garrahan gana, Milei tiene un problema».
Termina la marcha en Plaza de Mayo.
Mientras tanto, en el Hospital Garrahan una señora está siendo intervenida quirúrgicamente. Le está donando parte de su hígado a un bebé de 5 meses en el Hospital de Pediatría de mayor complejidad de Latinoamérica.

Reproducimos el documento completo que se leyó en la marcha.
Compañeros y compañeras, familias, trabajadores, trabajadoras, estudiantes,
jubilados: “Gracias por estar hoy llenando esta plaza”, abrazando esta lucha que no es
sólo nuestra, sino de todo un país.
Esta enorme movilización llega a la Plaza de Mayo para decirle bien fuerte al gobierno
de Milei: ¡no al vaciamiento del Hospital Garrahan! ¡Basta de ajuste a la salud pública!
¡Recomposición salarial ya para sus trabajadores y trabajadoras!
Queremos destacar que esta tarde no estamos solos en Plaza de Mayo: se está
desarrollando una verdadera jornada nacional, con acciones en todos los rincones del
país.
La asamblea de trabajadoras y trabajadores del Garrahan, que agrupa a todas las
profesiones y oficios que sostienen el funcionamiento hospitalario, y es impulsada por
los sindicatos combativos de la institución (Junta Interna de ATE y la Asociación de
Profesionales y Técnicos) y el colectivo de trabajadores autoconvocados, resolvió esta
movilización como parte de su plan de lucha. Sin embargo, la jornada fue rápidamente
abrazada por un colectivo mucho más amplio que el interior del Garrahan: se hizo
bandera del pueblo argentino, empezando por las propias familias que atienden a sus
niños, niñas y adolescentes en el hospital. A la vez por diversas organizaciones
sindicales, sociales, políticas y de DDHH; también, por ciudadanos y ciudadanas de a
pie, que han venido a sumar su cuerpo y su voz, y poner un límite a la destrucción.
La pelea de los trabajadores y trabajadoras del Garrahan es causa nacional por
muchos motivos. En primer lugar, porque plantean un reclamo elemental: que nadie en
el hospital debería ganar menos que el costo de la canasta familiar ($1.800.000).
¡Basta de trabajadores bajo la línea de pobreza!
Mediante la intervención institucional y el estrangulamiento financiero disfrazado de
austeridad, el gobierno ataca al hospital, vaciándose su recurso humano,
abandonando su infraestructura y generando condiciones laborales insostenibles para
sus trabajadores. Estamos atravesando una crisis grave, persistente y cada vez más
profunda que ha dañado y amenaza con destruir el rol del Hospital como centro de
referencia para la salud pública de alta complejidad. Hay que destacar que el
Garrahan es protagonista insustituible en la red pediátrica nacional.
Por eso, hoy decimos con fuerza en esta Plaza de Mayo: “El Hospital Garrahan no se
toca”
Ante este conflicto, la actitud destructiva del gobierno y sus tentáculos que infiltran la
cúpula directiva del hospital ha sido desinformar y mentir a la población. Al mismo
tiempo, difamar, agredir y amenazar a sus trabajadores. Nos han acusado de ñoquis;
mintieron sobre la composición de todo el plantel; engañaron sobre el presupuesto que
viene recortando al hospital; tildaron de “ideológicos” a comités de trabajo
interdisciplinarios y al conflicto de generado por intereses ajenos al hospital, cuando en
realidad está sostenido por asambleas abiertas y masivas de trabajadores.
¿Por qué mienten? Tal vez porque no soportan ver que una institución pública pueda
ser sinónimo de excelencia y humanidad. Porque les incomoda que exista un hospital
que demuestra todos los días con intervenciones quirúrgicas innovadoras,
tratamientos de vanguardia y un equipo de salud que está comprometido con la
institución que lo colectivo funciona y que el cuidado de las infancias y adolescencias
de la Argentina no se rige por las lógicas del mercado.
Ahora, Lugones y Milei redoblan la apuesta al nombrar un interventor como Director
Médico. Pirozzo no tiene antecedente alguno en pediatría, y sólo es designado por su
trayectoria como vaciador del Sommer y del Bonaparte, hospitales en los que ejecutó
despidos masivos.
Pero si el gobierno redobla la apuesta, nosotros aquí movilizados también lo hacemos.
Le recordamos al gobierno que en el Garrahan hay una larga historia de lucha por
salario, condiciones de trabajo y, en definitiva, su defensa, más allá del poder de turno.
Esta plaza colmada es un mensaje contundente al gobierno de Milei y al empresario
Lugones: este pueblo no va a permitir que se lleven puesto al principal hospital
pediátrico del país y a la salud pública sin pelear. Con los métodos que venimos
empleando -asambleas, paros, movilizaciones- insistiremos en que el gobierno dé
respuesta a nuestros reclamos y exigiremos la aprobación de cualquier ley que sea
favorable a ellos, como la ley de Emergencia Sanitaria Pediátrica, que ya ha obtenido
dictamen en comisiones para ser tratada y esperamos sea apoyada masivamente por
legisladores de todo el país.
Resulta claro que la agresión al Garrahan forma parte de un ataque a la salud pública.
El sistema de residencias se ha mostrado en el mundo y en la Argentina como la mejor
forma de capacitación de posgrado. Los residentes son parte esencial del sistema y
del equipo de salud y constituyen la garantía de su funcionamiento futuro. La reforma
intempestiva e inconsulta del empresario Lugones al sistema de residencias
nacionales expresada en la resolución 2109 debilita la formación, precariza
condiciones laborales y rompe un sistema probado, justo y eficaz. Expresamos nuestro
más enérgico rechazo a esta reforma y reivindicamos la organización y lucha de los
residentes que deben contar con salarios y condiciones laborales dignas en todas las
jurisdicciones del país. ¡Basta de precarización, pobreza y aprietes! ¡Sin residentes no
hay hospital!
El propósito de desmantelar toda responsabilidad del Estado nacional respecto de la
salud pública se completa con los despidos a mansalva en instituciones fundamentales
de nuestro sistema sanitario. Repudiamos los despidos en los hospitales Posadas,
Sommer y Bonaparte durante este 2025 y seguimos exigiendo la reincorporación de
todos. Repudiamos, también, la reciente creación de la ANES (Administración
Nacional de Establecimientos de Salud), cuyo único propósito es profundizar los
recortes. Antes, hubo despidos en el Ministerio y se desmantelaron las Coordinaciones
Nacionales de TBC, Lepra, Hepatitis y HIV. También se cerró el Instituto Nacional del
Cáncer y se desfinancian el Clínicas, el Roffo y en general los hospitales universitarios.
Estas políticas debilitan las posibilidades de diagnóstico, prevención y tratamiento. Así,
se dañan las vidas de nuestro pueblo. La reciente pérdida de Araceli Julio pone en el
centro de la escena el accionar irresponsable de este gobierno, pues ella fue una de
tantas personas que tuvo que luchar contra los recortes en el dispendio de medicación
oncológica por parte de la DADSE.
Trabajadores en distintas jurisdicciones, provincias y municipios del país, desde
Ushuaia a La Quiaca, enfrentan las medidas de ajuste en el Sistema Público de Salud.
Hoy mismo, junto a esta enorme marcha, hay movilización en Rosario, paro en
Chubut, paro y movilización en Neuquén y La Rioja, acto en el Hospital Central de
Mendoza y asambleas en Chaco y todos los hospitales de Río Negro.
Nos dicen que “no hay plata”, mientras el gobierno acaba de destinar 4200 millones de
dólares al pago de deuda externa. ¡La salud pública necesita recursos ya!
Como si todo esto fuera poco, tenemos el ajuste brutal en discapacidad, que afecta en
forma generalizada a las personas en esa condición y a los trabajadores de salud que
se desempeñan en el área. Exigimos la inmediata implementación de la ley
recientemente sancionada.
Desde esta plaza decimos: que se vaya el empresario Mario Lugones. Que renuncie
ya. ¡La salud y la vida no son mercancías!
Evidentemente, lo que ocurre con el Garrahan en particular y la salud pública en
general tiene el mismo origen que tantos otros padecimientos que está sufriendo
nuestro pueblo. El vaciamiento planificado también afecta a la educación y al sistema
científico-tecnológico. Lo mismo ocurre con el teatro independiente y la cultura en
general. La destrucción salarial corre a la par de la miseria jubilatoria. Los despidos en
el estado se emparentan con la desocupación creciente en el sector privado. La
crueldad contra usuarios del sistema de salud va de la mano con el recorte de
alimentos en los comedores populares. Por eso, no es casual que en esta plaza
estemos juntos trabajadores y trabajadoras del Garrahan y decenas de hospitales de
todas las jurisdicciones; residentes de la nación, la CABA y la Provincia de Buenos
Aires; trabajadores de organismos fundamentales del Estado afectados por fusiones y
cierres; trabajadores que enfrentan despidos en distintos sectores de la industria;
jubilados que se plantan todos los miércoles y nos convocan especialmente a movilizar
el próximo 23 de julio; docentes y estudiantes que pelean por la educación pública;
organizaciones sociales y piqueteras que resisten en los barrios.
Hoy 17 de julio y desde esta plaza, decimos con fuerza: el Garrahan nos necesita. Nos
necesita defendiendo cada puesto de trabajo, cada área, cada servicio. Porque
cuando atacan al equipo de salud, no atacan a individuos; atacan a un entramado que
recibe, cuida, diagnostica, cura y acompaña a quienes llegan desde todos los rincones
del país.
Hoy, la salud de nuestras infancias y adolescencias está en riesgo. Duele decirlo, pero
es urgente hacerlo. Lo que está pasando atenta directamente contra un sistema de
salud pública e integral que se está desmantelando frente a nuestros ojos. Es por todo
esto que no podemos naturalizar la indiferencia, aceptar la violencia como forma de
gobierno, ni permitir que nos arrebaten los derechos que nos pertenecen.
Necesitamos darle continuidad a esta potente convocatoria con un paro activo
nacional, una enorme y superior Marcha Federal y un verdadero plan de lucha. Las
centrales obreras -en especial la CGT- tienen esa responsabilidad. Sin embargo, no
nos vamos a quedar cruzados de brazos y así cómo construimos desde abajo, con
asambleas, Cabildo Abierto y articulaciones de distinto tipo esta Plaza por el Garrahan,
la salud pública y todas las luchas, vamos a estar poniendo lo mejor de nosotros para
garantizar la continuidad de este 17 de julio, más masivo, más contundente y con el
mismo compromiso.
Viva la lucha de los trabajadores y trabajadoras del Garrahan
Porque nuestras chicas y chicos no son un gasto, son el futuro.
Defendamos la salud pública.
Defendamos a las infancias.
La salud no se negocia.
La dignidad no se entrega
El Garrahan no se toca.
Por el Garrahan, la salud pública y todas las luchas
Actualidad
Llueva o truene: otro miércoles de gases, coreografía y resistencia

Una especie de “Bailando bajo la lluvia” fue lo que hicieron jubiladas y jubilados este miércoles, llevando de acá para allá a policías, gendarmes y prefectos que no atinaban a aplicar el inútil protocolo oficial, salvo atacándolos con gas pimienta. Ni con esa violencia absurda y desproporcionada pudieron. Los + 70 bajaban a la calle, subían a la vereda, iban a contramano, cambiaban de dirección. El fondo de la cuestión sigue siendo el mismo: personas que reclaman porque trabajaron toda su vida y a las cuales el gobierno les licuó sus haberes. Lavaca conversó con quienes enfrentaron a la lluvia y el frío, que parecen saber de sobra lo que significa resistir. Mensajes para las elecciones de octubre, la locura actual, las ollas en el país rico. ¿Cómo ir a una marcha con este clima meteorológico y político? La descripción de lo que viven, la alegría de moverse, y para colmo, la invitación a otra marcha para este jueves, por el Garrahan.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi
Fotos: Juan Valeiro
Un jubilado marcha y al mismo tiempo grita exaltado “contra viento y marea”.
Lo dice al aire, una y otra vez.
Contra viento y marea; contra viento y marea.
Segundos después Luis le dirá a lavaca, mientras las gotas de lluvia se le esparcen por la pelada, por la cara, por todo el cuerpo: “Cómo no voy a gritar contra viento y marea. Tengo 75 años y acá hay gente de 80 y pico bajo la lluvia. No tenemos nada que perder, a mí me da lo mismo estar muerto que vivo, te digo la verdad”.

Policía Aeroportuaria (?) movilizada contra la marcha de jubilados.
Luis, ¿por qué decís eso?
Vivo con 10 mil pesos por día, ¿cómo querés que haga? Laburé toda mi vida para estar a los 75 años vendiendo alfajores en la calle. ¿A vos te parece?
¿Qué pensás de la decisión del presidente Javier Milei, de querer vetar el aumento a las jubilaciones y el bono?
Es una locura. Por eso digo que no tenemos nada que perder. A mí lo único que me mantiene vivo es mi nieta y el venir acá todos los miércoles, pero ya no puedo más.
A Luis cada miércoles se lo ve sosteniendo un cartel distinto en la puerta del Congreso, con un hilo conductor: la creatividad.
¿El de hoy? “26 de octubre, de 9 a 18, no te olvides de sacar la basura”.

El próximo 26 de octubre se realizan en Argentina las elecciones legislativas.
La olla en el país rico
Contra viento y marea, llueve o truene, con sol o ciclogénesis, la marcha de cada miércoles se hace igual. Manuel tiene 69, integra la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones de Jubiladxs y Pensionadxs, y celebra que, después de varios miércoles, volvieron a juntarse frente a la puerta del Anexo de la Cámara de Diputados. “Este tipo viene por todo –denuncia Manuel, en referencia al presidente Milei–. Quiere llegar a elecciones y lograr una minoría para privatizar el sistema previsional. Sólo busca un subsidio a la vejez”.

Más PNA (?) detectando a quién tenían que reprimir.
Lo escuchan Susana (44 años, de Montegrande) y Alicia (71, de Parque Patricios), dos amigas que tienen campera, saco, guantes, gorrito y la boca tapada por bufandas enormes. No tienen paraguas y la lluvia obliga a sacarse los lentes para ver, al menos, algo. Pero aquí están, porque ya no pueden comprar carne, yogures y ni que hablar de darse un gustito afuera. “Día a día de lucha y resistencia hasta que se vaya este gobierno hambreador”, dice Susana. Alicia cuenta que vive a dos cuadras del Hospital Garrahan, institución por la que también marchará este jueves: “Hacemos olla todos los lunes y esta semana dimos 65 porciones. No damos abasto. Un país tan rico, y así estamos”.

Opiniones de San Martín acerca de la corrupción y el gobierno.
Lo escucha también Elvio, que es cura en Paso del Rey y la semana próxima cumplirá sus primeros 83 años. Lleva un paraguas que comparte con quien ve desguarnecido. Cuenta que en su barrio cada día hay más gente durmiendo en la calle, y cada día más gente sin llegar a fin de mes, y cada día más gente sin poder comer. Sintetiza: “Estamos viendo, en vivo, el desguace del país”.

La marcha que se hizo pese a todo.
Y entonces dice que no queda otra que moverse: “No cambia que llueva: mientras no nos escuchen, nos tendrán acá”.
Entre la pesca y el futuro
Quien no lo escucha es Julio César, que camina de una esquina a otra, sin parar (como la lluvia). Muestra un cartel a los peatones y a los autos que transitan por la zona, porque “hay que plantar semillas”. El pedazo de cartón –al que le trajo en una bolsa para resguardarlo del agua– dice: “No estamos por la plata, estamos por la patria”.
Julio César primero pide no hablar porque tiene mucha bronca. Luego se suelta, y se emociona. Cuenta por qué dijo presente pese al clima adverso: “Iría a pescar con lluvia, iría al médico con lluvia. Entonces, ¿cómo no voy a venir acá?”. Sobre la frase que comparte con orgullo: “No vengo por 20, 30 lucas que nos puedan aumentar, si es por eso me quedaría en mi casa. Vengo por tu futuro”.
Se lo dice al cronista. Se lo dice a la sociedad.

Una de las personas gaseadas este miércoles.
Pasame un piloto
El acto de cada miércoles con “radio abierta” se suspende por la lluvia. Alguien propone: “Compañeros, todavía quedan cinco por hablar, pero por la lluvia proponemos pasarlos para la semana que viene y poder marchar”.
El “sí” de esta vereda es unánime. La marcha comienza. La decisión parece sorprender a la propia policía. “¡Pasame un piloto!”, le grita un jubilado a un prefecto, que se alista sentado en su camión previo a salir a la calle.
Verónica marcha. Confiesa que dudó en quedarse durmiendo la siesta, pero que una frase del cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa la hizo levantarse de la cama y venir, como cada miércoles: “Donde hay una injusticia, ahí hay que estar”.

En la vereda con cartón manuscrito. La libertad de expresión siempre amenazada por el protocolo.
Y entonces vino: “Aunque caigan soretes de punta, había que estar porque no podemos confiar en lo que votó el Senado. Ya Milei dijo que vetará el aumento, así que le tiene que quedar claro que nos tendrá que seguir viendo todos los miércoles”. Hace una pausa, y subraya: “Tooooodos los miércoles, así que miren estas caritas que de acá no nos movemos”.
Como si la masa estuviese escuchando a Verónica, se canta: “Si llueve, si llueve, los viejos no se mueven”.

Desproporción y violencia estatal frente a un sector atacado de modo principal por el gobierno, que les licuó sus haberes.
Bailando bajo la lluvia
En parte es verdad, porque persisten a la lluvia torrencial bajo decenas de paraguas o a la pura intemperie; pero en parte es mentira, porque si hay algo que hacen hoy las y los jubilados es moverse. Como miércoles previos, repiten su coreografía, esa que inventaron para gambetear los gases federales. Una enumeración a modo de descripción:
- Dan vuelta al Congreso.
- Bajan a Entre Ríos.
- La Federal se acerca y ellos se suben a la vereda.
- Marchan hacia Hipólito Yrigoyen y bajan a la calle.
- La Prefectura corre de atrás y busca posicionarse a la altura para cortarles el paso.
- Alguien grita: “¡Para el otro lado”, y la marcha lo sigue. Se suben a la Plaza en dirección a Rivadavia.
- Cuatro prefectos amagan cortar el paso, pero los jubilados los echan: “La plaza es nuestra”.
- La marcha llega a Rivadavia y cortan la esquina de Rodríguez Peña.
- Llega la Gendarmería corriendo, y alguien grita: “¡Para el otro lado!”. Y vuelven a cruzar la plaza hacia Yrigoyen.
Mientras en la cara de los gendarmes, prefectos y federales hay bronca y desgano (lo demostraron gaseando, al menos, dos veces, y filmando ilegalmente a los manifestantes), en los rostros de los jubinautas (ver MU 204) hay una mezcla de picardía y desafío: “Mirá cómo los estamos haciendo correr”, se ríe una integrante de Jubilados Insurgentes.

Jubiladas improvisan un bailecito, empapadas y felices por otro día de resistencia.
La coreografía dura cuarenta minutos y no se detiene nunca. Sobre la vereda en la esquina de Rodríguez Peña, un jubilado saluda a quienes siguen fieles bajo la lluvia. “Ya los hicimos bailar –dice, en relación a los policías que parecen exhaustos–. Quedaron en ridículo. Mañana la seguimos en la calle, bancando a los compañeros del Garrahan”.
La marcha lo aplaude y despide: “Unidad de los trabajadores”.

Artes
El teatro en asamblea para defender al INT

Guiso de lentejas, mate, y acciones. Eso y un sentimiento de alegría compartieron trabajadores de la escena teatral que se reunieron en asamblea el 9 de julio como cierre al Festival Nacional de Teatro en Resistencia Activa (ENTRÁ) que agotó entradas durante una semana en salas de todo el país con funciones a la gorra. La consigna: defender al Instituto Nacional del Teatro, amenazado por el decreto presidencial 345 que le quita la posibilidad de gestionar sus propios recursos. Aplausos y cantos para acompañar la Fiesta del Teatro, exigir la derogación del decreto contra el INT y apostar siempre a la fuerza colectiva.
Por María del Carmen Varela
“Seguir juntes en acción y movimiento”, propuso la actriz y bailarina Casandra Velázquez, una de las impulsoras del Festival de Teatro ENTRÁ, que finalizó el pasado miércoles 9 de julio con una asamblea de más de 150 personas reunidas en El Galpón de Guevara, sala teatral del barrio porteño de Chacarita. «El festival es un punto de partida, sucede en todo el país y da cuenta de la importancia del Instituto Nacional del Teatro para toda la comunidad teatral», subrayó Casandra.
Sumó la actriz y productora Eva Palottini: “El decreto 345 desmantela al INT. Perdemos representatividad por provincia y al perder la autarquía otros deciden como se maneja ese dinero. Si no se da de baja el decreto, hay salas del país que van dejar de funcionar”. La asamblea, organizada en formato de ronda, arrancó pasada la una de la tarde y durante más de tres horas, se expuso la difícil situación que atraviesa el sector de las artes escénicas. Hubo propuestas para enfrentar la crisis y se planearon futuras acciones para defender la continuidad del INT, organismo clave para el ámbito teatral. Eva: “Es fundamental que entendamos cómo llegó el teatro independiente a ser lo que es hoy porque mucha gente puso muchas horas de su vida para lograrlo, tenemos que rendir honor a eso”.
Desde hace poco más de un mes casi un centenar de jóvenes de entre 20 y 40 años comenzaron a juntarse en el Galpón de Guevara los domingos por la tarde para discutir las problemáticas de la escena local e instaron a otras comunidades teatrales de distintos puntos del país para sumarse a realizar asambleas y acciones performáticas. El resorte que movilizó los encuentros fue la exigencia de la derogación del decreto 345 que le quita autarquía al INT, lo que provocaría su progresivo desmantelamiento. Cientos de salas en todo el país se verían afectadas por esta medida. La primera asamblea fue posterior al abrazo al INT del 1 de junio, pocos días después de la publicación del decreto presidencial. De estos encuentros surgió el Festival Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa (ENTRÁ), la realización de la “Black Carpet”, la alfombra negra en la entrega de los premios Martín Fierro al Teatro transitada por varixs artistas que repudiaron el decreto. Surgió también la marcha desde el cine Gaumont hasta el Congreso el miércoles 2 de julio, donde confluyeron en la marcha de Jubiladxs.

“La importancia histórica y la mlitancia de los teatristas hace que se consolide una ley que fomenta y protege al teatro. Para eso se crea la ley 24800”, dijo Alfredo Badalamenti, representante de la provincia de Buenos Aires por el INT. “Este cargo que hoy ocupo lo podría haber ocupado cualquiera de ustedes si hubiera habido concurso. No hay concurso ahora. La Ley Nacional de Teatro modificó la realidad teatral del país, en todo el país hay salas sostenidas por el aporte del INT. Los diputados conocen la labor del INT y esta llegada es lo que garantiza la ley”.
La actriz, dramaturga e integrante de Teatro x la Identidad, Amancay Espíndola, contó a la joven comunidad teatral reunida en el GalpóndeGuevara: “Teatro x la Identidad comienza hace 25 años, en las caóticas asambleas donde todos queríamos hablar. Yo tengo 80 años, así que sáquenle 25, el promedio acá es más joven y eso me alegra muchísimo. Ahora quedamos trece en la comisión de Teatro x la identidad. Nos une el trabajo continuo. Les pido que continuen esta lucha, necesitamos dejar la posta. Ustedes son la posta”.
Matías Milanese, integrante de la compañía Los Pipis Teatro anunció: “Las asambleas van a seguir, las intervenciones y performances también. El Festival fue el caballo de Troya de todo esto que nos preocupa”. El micrófono fue pasando de mano en mano de cada unx de lxs oradorxs que se anotó para compartir sus inquietudes. La actriz Mirta Israel invitó a actuar con “paciencia revolucionaria, el recorrido no es de resultados rápidos”. Pino, trabajador del Hospital Garrahan destacó “las luchas que están creciendo. Tenemos que defender la salud, la educación, la cultura, a los jubilados, vamos todos a la marcha del 17”. Al finalizar la asamblea el canto fue unánime: “Es nuestra escena, es nacional, la defendemos porque es nuestra identidad”.
@festivalentra

- ArtesHace 3 semanas
Vieron eso!?: magia en podcast, en vivo, y la insolente frivolidad
- #NiUnaMásHace 4 semanas
Acto trans por más democracia
- Derechos HumanosHace 3 semanas
#140: otro nieto recuperado
- Derechos HumanosHace 1 semana
Nueve relatores de Naciones Unidas ante “el grave deterioro de las libertades fundamentales” en Argentina
- Derechos HumanosHace 2 semanas
Tilcara: violencia, desalojo y recuperación de tierras de una comunidad originaria