CABA
Santiago Mitre: los ojos en el juicio
Argentina, 1985 ganó el premio Globo de Oro como Mejor Película Extranjera, lo cual implica un logro histórico para el cine argentino. Fue la única latinoamericana que llegó a la instancia final de esta edición 80 de los premios entregados por la Asociación de la Prensa Extranjera, en Hollywood. El film dirigido por Santiago Mitre reconstruye el juicio a las Juntas Militares, con los fiscales Strassera y Moreno Ocampo interpretados por Ricardo Darín y Peter Lanzani. Había ganado también el premio del Público en el festival de San Sebastián y en Venecia el otorgado por la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica como la mejor película de la competencia oficial. Fue galardonada también en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba, y el director Santiago Mitre obtuvo el Premio Signis de la Asociación Católica Mundial de Comunicación “debido a su certera aproximación al pasado desde una mirada profunda”.
En esta entrevista a la revista MU Santiago habla del deseo como motor para filmar en medio de la pandemia. El desafío y el poder de la imaginación: mirar hacia atrás para narrar el presente. Claves, otras películas que supieron anticipar la época y un enigma: ¿qué hay que hacer cuando parece que no se puede hacer nada? Por Claudia Acuña.

Estoy sola frente a la gran pantalla, y a mis espaldas, el director. Siento el peso de la situación, su privilegio. Me pregunto por qué, dudo.
Los personajes, los hechos y la época que narra son parte de mi historia y eso significa que tengo poca distancia y menos paciencia: cualquier detalle, cualquier palabra puede irritarme y no soy de las que disimulan. La peor espectadora.
El Juicio a las Juntas marcó mi oficio y mi vida cotidiana. Mi compañero Sergio Ciancaglini era el encargado de escribir día tras día las crónicas de las audiencias que publicaba el diario La Razón. Dormí junto a su insomnio. Atendí a horas inesperadas al fiscal Julio Strassera que llamaba al teléfono fijo para dar alarmas sobre amenazas y anuncios de atentados, conspiraciones y frustraciones, que trataba de calmar desde mi rol de testigo secundario, insignificante, y por eso mismo, para él interesante: quería conocer la mirada de quienes no estaban atrapados en ese infierno.
Abracé a Adriana Calvo, conocí su coraje, su tono, su hija, sus heridas. ¿Cómo sonarán en estos tiempos cínicos las palabras que bordaron su testimonio y que aún me duelen en el cuerpo?, dudo.
Asistí a una sola e interminable jornada del juicio. Fue cuando declaró Víctor Basterra, y a metros lo escuchaba Jorge Luis Borges. Leí al día siguiente su crónica perfecta distribuida por la agencia Efe: lograba con 45 líneas sincronizadas en cinco párrafos transmitir absolutamente todo. En ese poder de narrar tanto con tan poco precisé el tamaño de Borges: jamás, nunca, ni en sueños, podría aspirar a hacer algo semejante.
¿Cuánto dura?, pregunto.
Dos horas y media.
Así comenzó para mí Argentina,1985, la nueva película de Santiago Mitre.
Me reí y lloré. Me reí y lloré. Me reí y lloré. Aprendí lo que no sabía, comprendí lo que no entendía y desde entonces no hay día que no le cite a alguien lo que nos descubre esta película, que además es un milagro: en plena restricción pandémica se filmó una superproducción. Ruego que dimensionemos lo que esto nos revela: durante las semanas en que las personas no podían reunirse hay escenas con cientos de extras; en momentos en los cuales las calles estaban despobladas hay tránsito de autos y peatones; en épocas enfermas hay vida. Hacer de esta película una película, entonces, significó cuidados, hisopados y coreográficos movimientos para administrar, como el agua en el desierto, los momentos de contactos e incluso, que las personas que trabajaban delante y detrás de cámara se mantuvieran aisladas cuando no filmaban. Lograron así crear lo que no había: posibilidades de hacer.
El cine como sede del poder de la imaginación en tiempos sin futuro.
¿Cómo hiciste?
El deseo… responde Santiago Mitre con vergüenza. Sé que lo incomodan las palabras cuando ya en imágenes está todo dicho.
Lo imposible
¿Qué nos está diciendo ahora Santiago Mitre con esta película?
Tanto, que enumero con lógica de borbotón:
- Su cine tiene siempre como protagonista un “no”. En este nuevo round ese límite está enunciado desde el comienzo: ¿qué sucede cuando no se puede decir “no”? Eso es lo que encarna el fiscal Julio Strassera y lo que hace con y desde esa imposibilidad es la historia que se narra. El desafío resuena político, filosófico y práctico en épocas de restricciones inusitadas. Mirar hacia atrás para mirar el hoy, cuando las posibilidades del “no” están canceladas, nos permite dimensionar aquello que decía Orson Welles: “El enemigo del arte es la ausencia de limitaciones”.
- Sabemos que el juicio se hizo, que dos genocidas fueron condenados a perpetua así que no cometo espoiler si acentúo que esta es una película sobre hacer lo imposible. Lo que muestra Mitre, entonces, es cómo. Nada menos. Su mirada es la clave: lo que ve y nos hace a ver es lo distinto. El guión, la cámara, la iluminación y hasta el vestuario enfocan hacia un lugar inesperado, que sí, ¡claro!, siempre estuvo ahí, pero que no vi hasta que 1985 me mostró cada uno de los ladrillos con los que se construyó ese antes y un después.
- “Sin piedras no hay arco”, tal como le enseñaba Marco Polo al impaciente emperador que financiaba sus viajes con la única intención de que el intrépido viajero le señalara una, la importante. Mitre me dirá que escribió el guión sabiendo que Ricardo Darín quería ser Strassera, y ese compromiso lo obligó a seducirlo. “A Ricardo le va a gustar esto”, pensaba mientras tecleaba las escenas, como una forma de demostrar qué significaba para él esa confianza. Se trata entonces de una película protagonizada por Darín, sí, que narra la historia de un personaje central, Strassera, sí, pero cuyo foco no es ni Darín ni Strassera, sino lo que ellos miran y cómo son mirados. Así Mitre nos hace ver cada piedra que construyó aquel arco.
- ¿Cómo hacer de la Historia argentina contemporánea una película? Mitre amplia el arco cuando a las clásicas técnicas de reconstrucción e investigación les suma el diálogo con la actualidad, sin necesidad de gritarlo. Hay textuales que resuenan como respuestas a las barbaridades de esta época y hay acciones que representan modos concretos de superar la decadencia de instituciones, mañas y marañas que el jueguito político pretende insuperables y, por lo tanto, irremediables. La vacuna para el virus de la impotencia es la memoria. Ya lo hicimos una vez, y en peores condiciones. Podemos volver a hacerlo. Nosotres, nadies.
- Mirar atrás para preguntarnos hoy: ¿qué es lo que hay que hacer cuando no se puede hacer nada? La respuesta de Ricardo Darín: actuar. No encuentro las palabras para definir lo que eso significa en esta película, quizá porque su Strassera es tan, tan Strassera sin siquiera imitarlo que para quienes lo conocimos resulta una experiencia demasiado inquietante: es él, y no es él. Tampoco es Darín. Es un actor poniendo hasta las uñas a disposición de un personaje. Mitre me dirá que se lo dijo: “¿Te das cuenta lo bien que estás actuando?”. Y que Darín le respondió: “Sí”. No es soberbia. Mitre lo confirma: “Había en él tantas ganas de actuar, tantas…”. La intensidad de su actuación como efecto pandémico: todavía no tenemos dimensión de lo que representó este virus en la sensibilidad de esta época, de sus artistas y de nuestras formas de sentir.
- ¿Qué es lo que hay que hacer cuando no se puede hacer nada?, repito. La respuesta de Santiago Mitre: cine.
La imaginación al poder
Casi tres meses después de ver esta película que me motivó a revisitar toda la filmografía de Santiago Mitre reconozco aquello que había advertido Ítalo Calvino en Las Ciudades Invisibles: “El pasado cambia según el itinerario cumplido” porque la travesía cambia la mirada del viajero. Argentina, 1985 representa entonces una nueva estación de aquel viaje que se inicia con El Estudiante, en 2011, el abracadabra.
Recuerdo lo que significó en aquel momento, su perfume a nuevo. También cómo se produjo y distribuyó: sin subsidios y a través de un circuito de exhibición periférico, con copias digitales. Logró así sumar más espectadores que los tanques que circulan por autopistas asfaltadas por el marketing y más premios que ninguna otra ópera prima de las últimas dos décadas. Le digo entonces que acabo de volver a verla, y como provocación le escupo: “Perece la biopic de Wado de Pedro”.
Pica.
Cuando escribí El Estudiante leía la biografía de Manzano. No existía Wado de Pedro, no existía La Cámpora.
Es exactamente eso lo que cuenta esa película: cómo emerge…
La relación de causa y efecto entre el objeto y el tema que retrataba es un poco azarosa. Cuando empecé a escribir el guion, a conseguir los recursos, por más ínfimos que sean… fue un proceso largo…y no existía la ebullición de la militancia que empezó después.
Pero sí existía Franja Morada, el fin de la era del rector Shuberoff y toda la resistencia hacia ese menemismo universitario que encarnó el radicalismo…
Había, sí, muchas agrupaciones con distintos enfoques, todas parándose a la izquierda de Franja Morada, del establishment… El peronismo, inexistente. Eso a mí me permitía trabajar ese microcosmos político sin entrar en internas tan profundas, que luego comenzaron a atravesar a la universidad también, pero que en el momento en el que me acerqué, casi como un documentalista, no sucedía…
Contar lo que emerge y hacerlo con caras nuevas es otro punto de El Estudiante…
Cuando empecé a filmar era un momento importante del teatro argentino. Surgía una nueva generación de actores y de dramaturgias, que venían trabajando juntas desde unos años antes, y quería ser parte de eso. Esteban (Lamothe) venía de hacer obras con (Alejandro) Catalán, de trabajar en el Estudio de Bartís, o con Romina Paula, era un actor muy sexy… no sexy como es ahora (risas). Lograba ser un flechazo asestado desde esos pequeños escenarios del off… Y todo eso que él emanaba era muy filmable. A partir de definir que él sería el protagonista comencé a buscar actores y actrices de ese universo. Y aparecieron personas que hoy en día son… es fea la palabra, pero bueno: todos los que participamos de El Estudiante nos volvimos un poco establishment.
Mitre dirá también que lo primero, lo que se impuso como esa idea de El Estudiante fue “una película muy impresionista” que se proponía contar lo enorme desde lo micro: “Un chico que llega de la provincia, que no tiene una vocación muy nítida, que deambula por la ciudad, conoce chicas, que de una manera arbitraria o azarosa, empieza a militar. Y todo lo que despierta eso”.
Lo miro fijo y aguanto el silencio.
Sigue:
“Luego, quería filmar el ambiente de los estudiantes del interior en Buenos Aires, las pensiones que conocía por amigos que estaban un poco en esa, y que me gustaba. Cuando apareció la UBA como escenario apareció la política: desde las paredes ya te invade todo”.
Nunca el cine había entrado a ese territorio ni nunca antes ningún director lo había reconocido como la patria de sus sueños y la cuna de sus pesadillas. Dirá Mitre que no tiene experiencia en la militancia política, pero fue criado por ella: “Mis viejos se conocieron militando. Mi abuela y mi abuelo también; él fue embajador durante el primer gobierno peronista. Mi bisabuelo fue ministro de Agricultura de Yrigoyen. Y rompió con el radicalismo para pasar al peronismo. La política fue la pasión que atravesó siempre a mi familia”.
Le pregunto qué quebró esa tradición:
“Crecí en los 90”.
Si lo que comenzó a transitar Santiago Mitre, entonces, al filmar El Estudiante, es su manera de hacer política, lo que esta película representa es el paso de una pata que me gusta pensarla como de su padre, sociólogo. El otro pie que completa ese primer paso es La Patota (2015), herencia que aporta su madre, asistente social en tribunales. Ambas forman parte de su primera huella como director: la política entendida como sensibilidad.
En el medio estará la bellísima versión cinematográfica de Los Posibles (2014), la compañía de danza creada por Juan Onofri Barbato. Mitre dirá ahora que se propuso filmarla cuando se dio cuenta de que esos bailarines adolescentes crecerían y volarían para dejar lejísimos el estigma de “jóvenes residentes de un centro penitenciario” y no quedaría registro de lo que habían creado: un legado contra la criminalización y estigmatización de los jóvenes empobrecidos. Como siempre, tenía razón.





Una más
La maestra rural violada protagonista de la trama original de La Patota se convierte en la versión de Mitre en la hija militante social del juez al que le hace literalmente temblar la doctrina garantista en una escena memorable, interpretada por un Oscar Martínez progresista y decadente, dualidad humana muy extendida en estos tiempos, pero que sin duda representa un desafío de actuación.
Lo que nos hace ver Mitre en su mirada de La Patota es cómo funciona la justicia en un caso de violencia sexual. Filmada un año antes del grito callejero de Ni una menos y mucho antes de que irrumpa la ola verde, ancla toda esta historia en el paradigma más difícil de digerir para la burocracia de género de ayer, hoy y siempre: raza, clase y género. Mitre la filma en Misiones, por si quedaran dudas sobre desde dónde hay que contemplar la violencia patriarcal.
Fue el productor Axel Kuschevatsky quien le propuso esta remake, y será un nombre presente desde La Patota hasta hoy. Un aporte a 1985: sugerir que Peter Lanzani interprete al fiscal Luis Moreno Ocampo.
Mitre dirá hoy que lo primero que le surgió fue una idea: “La justicia no puede decidir qué tiene que hacer ella con su cuerpo”.
Lo miro fijo, le disparo una tonelada de interpretaciones. Sigue:
“A mí me interesaba pensar en ese personaje, quién es esta Paulina, su padre juez, cómo aparece este debate entre este tipo que cree en la justicia de determinada manera y ella, de otra…”.
Tiro otra ráfaga de temas.
Sigue:
“Hay intuiciones que aparecen en las películas y no sé por qué ni cómo”.
Silencio.
Concluye:
“Mi manera de pensar la sociedad es desde la ficción: inventar personajes, inventar historias”.
Hay que decirlo también: durante el rodaje de La Patota Mitre se enamora de Dolores Fonzi, tal como todes, después.
Recursos naturales
En estos días de debilidad institucional dos fantasmas recorren mis conversaciones con generaciones más jóvenes. Uno es el del 2001, repetido como tragedia o parodia, según se vea. Intenté explicar que existe una diferencia entre aquella época y esta, y es tan grande que nadie la ve. En 2001 no existía Vaca Muerta, algo que nos puso en el radar del Norte y nos puede convertir en Litlle Irak.
¡Mitre otra vez!
La Cordillera (2017) nos muestra un presidente débil (solo por eso vale verla hoy), sin base política propia ni aliados nítidos. Dirá Mitre que pensó el personaje a partir de una premisa: “un tipo que si para construir poder tiene que vender la cordillera de los Andes, lo hace”.
¿Hace falta agregar algo más?
Hace falta.
Mitre filma desde su primera película hasta esta última con un mismo equipo, conformado por personas que conoció cuando estudió cine en La FUC (Fundación Universidad del Cine), pero fue en La Cordillera donde sumó al director de fotografía Javier Julia (Relatos Salvajes), quién le dio la textura que sus filmes reclamaban: el toque Coppola. La paleta de colores, los claroscuros, el contraste entre ese mundo horrible de los hombres de mando y la luminosa belleza de las montañas, hermanadas así con el personaje que encarna la belleza que desquicia el poder: la hija del Presidente, que interpreta Dolores Fonzi. La Cordillera hace ver una de las altas cumbres de una época y una generación de la industria cinematográfica argentina. Revela formas de hacer, modos de crear y miradas sobre la actualidad muy particulares. Una Tercera Posición, por así decirlo (si existiera el peronismo de Perón se entendería mejor esta metáfora) capaz de lograr la alquimia entre lo artesanal, lo industrial, lo creativo, lo popular y lo transgresor, todo en una sola película y para desconcierto de los anaqueles de la industria del entretenimiento en la era de los algoritmos.
La Cordillera convirtió en Vaca Muerta a Mitre, especulo: lo puso en el radar del Norte.
Luego, vino la pandemia.
Y con ella la filmación en Francia de Pequeña Flor (2022), basada en la novela de Iosi Havilio, que vi hace pocos días en la sala Cosmos, sacudiéndome en la butaca como si estuviera sentada sobre clavos y acompañada por una docena de espectadores que quedaron como yo, perplejos y fascinados. “Es una película de amor”, dirá Mitre antes de que la viera y sí: hay mucho amor al cine resumido en escenas que rinden tributo a varios géneros, lo cual torna otra vez como inclasificable el film, que algunos llamarán “maldito”, otros “salvaje” y que yo prefiero clasificar como apasionado.
Contar los 40
Tras un larguisímo año de parálisis absoluta de la industria del arte, Argentina, 1985 marcó la salida a la cancha grande del saber hacer del cine argentino. La montaña había logrado que el Norte se mueva. Mitre estaba cumpliendo no solo un sueño, sino sus 40 años y dirá que por eso tuvo la sensación de que podía ponerse al frente de esa batalla sin temores. “Sé hacer esto”, se dijo, y aunque nadie sabía cómo filmar en una pandemia, lograron construir, piedra por piedra, un arco de cuidados sanitarios inéditos que lo hizo posible. Nada de esto se ve en la pantalla, pero se siente: es la intensidad de cada toma, un dramatismo o si se quiere, una épica que se impregna y que la historia absorbe porque lo necesita.
Dirá Mitre: “Ayer hablaba con un amigo, que es músico y no tiene nada que ver con el cine, y me decía del título algo que yo no había pensado: ‘como que te borraste, no le quisiste ni poner título, como si no tuviera autor casi’. Me pareció ingeniosa la idea, más allá de que él no sabe más de la película que lo que vio en el teaser y lo que yo le puedo haber contado. Y es verdad, hay algo en la película donde yo traté de manipular un poco menos este hecho histórico. Por supuesto que uno siempre manipula, pero hay algo de un respeto hacia la historia que no sé si lo había tomado antes”.
Un registro…
Sí, un registro, que es absolutamente funcional. Pero hay algo ahí, hay una intención donde yo estoy un poco menos presente. Mis películas anteriores tienen una cosa, bueno, un poquitito provocadoras.
Poner arriba de la mesa de la actualidad el título 1985 y no decir nada es una provocación tremenda: hola, ¿se acuerdan de ese año?
– Bueno, dicho así, claro.
¿Y por qué éste es el momento para pensarlo?
Esta es nuestra oportunidad y puede ser la última: con esa frase termina el primer teaser.
Hablar con el pasado
Volvamos a El Estudiante. Ahí hay algunas decisiones que tomaste, como por ejemplo mezclar el documental con la ficción, algo que también hacés en 1985.
Es lo opuesto, digamos, en muchos sentidos. Porque en El Estudiante lo documental era una especie de fragilidad en la producción: no podíamos recrear una asamblea universitaria porque no teníamos los recursos, entonces había que aprovecharse de lo documental para poder darle verosimilitud. En 1985 al contrario: tenía que reconstruir todo. Entonces lo documental me servía como maqueta de lo que tenía que reconstruir. Los testimonios, por ejemplo, están filmados con los ángulos con los que fue registrado el juicio. Y para poder fundir esas tomas con las originales filmamos en paralelo con la misma vieja cámara con la que se filmó el juicio. La materialidad viaja disfrazada de una época a la otra.
¿Eso ya estaba previsto en el guion o lo encontraste en el camino?
Lo encontré en el montaje, pero estaba apuntado en el guion como posibilidad. La verdad es que no sabía cómo me iba a quedar eso. Era una de las pruebas que sabía que quería hacer.
Por eso llevaste la cámara…
Sí, pero podía no usarlo. Llevé la cámara, lo filmé: vamos a ver si esto funciona. Funcionó.
Lo interesante de ese bordado es cómo funciona, porque estamos hablando de testimonios que duelen.
Hay una imagen, que nosotros la reprodujimos, que es la de esa mujer de rulos que se agarra la cara al final del alegato. Nosotros estábamos copiando ese testimonio con nuestras cámaras, habíamos elegido a una chica que era parecida, que tenía ese pelo. Y después, cuando empezamos a editar y nos dimos cuenta de que se podía mezclar el material y generar una especie de diálogo entre una cosa y la otra fue bastante revelador, visualmente impactante y emocionalmente potente: pudimos unir el 85 y el ahora.
De eso se trata entonces su nueva película: de un diálogo con el pasado para construir, piedra por piedra, ese arco que sostiene al futuro.
Hay que decirlo: luego de revisitar su filmografía creo que también se trata de advertir qué nos está anticipando Mitre, qué está emergiendo. Y dónde.
El método de Mitre incluye siempre, cada vez, estar trabajando en su siguiente película cuando está presentando la última. Es su manera de escapar de la neurosis que genera un estreno. Concentrarse en el hacer, en seguir, en el itinerario, como aquel Marco Polo de Calvino que nos recuerda con esa frase perfecta el sentido del arte, que es el de la vida: “Buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
Ahora mismo está dejándole espacio a una idea: el viaje de la entonces presidenta Isabel Perón a Córdoba, para reponerse de una crisis nerviosa, acompañada por la mujer de Videla.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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