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Miss Pola

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Pola Oloixarac. Con su primer libro logró desatar una polémica y agotar una edición. Allí cuenta la historia de una estudiante universitaria que se propone tomarle examen a las ideas que le enseñan. Los 70, el sexo, los blogs, la estética y los excesos de esta época forman parte de esta obra que desconcierta. ¿Moda o tendencia?

Miss PolaPongamos esta historia en su contexto. Hace dos meses, la república de Palermo –morada espiritual de la tribu de Puan– fue azotada por su más temido mal: el desconcierto. Allí mismo, en ese templo de la cultura boutique exquisitamente bautizado Eterna Cadencia, fue concebida una bella criatura bajo los augurios de un destino prêt-à-porter. Estamos hablando de la colección otoño-invierno de la editorial Entropía (perdone el lector la digresión, pero quizá la protagonista de esta historia sea la única decidida a otorgarle a esa palabra su Real y Académico significado: “Medida del desorden de un sistema. Del griego, vuelta”). Retomo: estamos hablando de la novela Las teorías salvajes y de su autora, Pola Oloixarac, la criatura que posó para la difusión del libro tal como se la ve en estas páginas: cual modelo de champú. Hubo quienes cotillearon sobre estas audacias del marketing, pero fue: tema pasado de moda.
Sin embargo, el nombre Pola volvió a agitar a esa diminuta república cuando tuvo lugar el rito de presentación, ceremonia en la que los miembros más selectos de la tribu devoran sanguchitos y degustan autores. Efectivamente, Pola era tan bella como su foto. Botas y boca roja, vestido negro combinado con hombros desnudos. La gala transcurrió según la liturgia prevista, hasta que llegaron las preguntas de los forasteros. Fue entonces cuando Pola pudo desplegar su pensamiento. Ahí ocurrió la catástrofe, que se intentó paliar cerrando la presentación con un aplausómetro: la carrera de Filosofía vs. la de Letras. ¿A ver cuál recibe la ovación más fuerte de la noche?
Minutos antes, Pola había mencionado a Sade y a Kant, al humanismo y su versión más degradada, el progresismo, y respondido el comentario de un lector: “Yo también creí que iba a hacerse una lectura más política de esta novela, pero éste es el aspecto que menos les ha interesado a los críticos”. ¿La bella hablaba de filosofía y de política y desafiaba a los críticos? Hummm.
Lo que sembró semejante desconcierto fue cosechado en esos blogs donde se refugia la tribu para lamer sus heridas y urdir sus escarmientos. Circularon así desde teorías que aseguraban que la novela fue en realidad escrita por César Aira hasta chismes que revelaban que Pola se había operado las tetas. No hay nada que me interese menos que estas pavadas, pero algo logró finalmente vencer las murallas de mi indiferencia: en plena crisis Pola agotó la primera edición. Estaba frita: había llegado el momento de leer la novela.
Las teorías salvajes me resultó finalmente una novela interesante, no tanto por la historia que cuenta, sino por los personajes que la interpretan. Hay algo generacional que transmite su lectura y que incluso la mirada más negativa no puede dejar de notar: otra manera de construir lo femenino. Las mujeres que desfilan por esta novela no tienen miedo ni dudas ni quejas. Sus batallas las libran en espacios públicos: la universidad, la calle, la noche, la web. Allí exponen sus cuerpos y desde allí, piensan. Ésa es su verdadera “modernidad”. Intuyo entonces un porqué de tanta saña: la crítica cultural tiene el mismo tufo que un vestuario masculino.
Con esa curiosidad, llego a la cita con Pola que, como no podía ser de otra manera, me espera en un bar de Palermo, esquina Hollywood. El primer round se inicia apenas me siento, con una pregunta ingenua y una respuesta que no lo es:
¿Cuál es el origen de este apellido?
Cuando se pregunta sobre el apellido de una mujer se está interrogando sobre el padre, incluso la referencia al apellido materno cae en ese juego, porque toda madre tiene el apellido de su padre. Y así, ineludiblemente, se construye la historia de cualquier mujer a partir de una genealogía masculina. Prefiero entonces no hablar de ese tema, pero si querés te cuento la historia de mi mamá.
Si lo que pretende con esta línea argumental es impresionarme, adelante. Nunca sentirme estúpida me dio tanta satisfacción.
 
Pensar peligrosamente
Pola construye su biografía con pinceladas gordas. Hija de una familia de clase media “fuertemente empobrecida por el menemismo”. Madre inmigrante, peruana. “Mi abuelo y mi abuela solo alcanzaron la educación primaria. Eso determinó una suerte de obsesión familiar por la universidad, como símbolo de portal de acceso a una clase, a un lugar donde sentirse orgulloso de sí mismo”. Su madre lo alcanzó, Pola también y quizá lo que una reflejó en la otra pueda intuirse ahora en su novela: una mirada que todavía es capaz de sorprenderse con los símbolos del claustro.
Con 31 años, Pola terminó de cursar la carrera de ‘filosofía. No fue su primera opción. “Quería estudiar medicina, pero mis padres no podían mantenerme y tenía que buscar una carrera que me permitiera trabajar”. Su interés por la medicina tenía ya entonces un objetivo concreto: la literatura. “A los 19 años estaba obsesionada con la historia de la enfermedad, escribiendo un libro de cuentos sobre el tema, y me pareció que estudiar medicina me daba la posibilidad de meterme a fondo con ese tema. Después me enteré de que otro escritor, el austríaco Thomas Bernhard, había planeado lo mismo: estudió tres años medicina para poder escribir su novela Trastorno”. Bernhard creó con esa novela una parábola perfecta sobre una sociedad enferma, propensa a la violencia y al desquicio. ¿Qué intentaba lograr la joven Pola con su obsesión por las enfermedades? Para contestar, piensa largo, muy largo. Hay que bancarse ese silencio –bancárselo ella, bancármelo yo, bancártelo vos con esta nueva disgresión– para entender que la frase que sigue no es quizás una respuesta, sino una apuesta: ¿hasta dónde Pola será capaz de contar? “Las enfermedades que me interesaban eran las mentales. Ese momento en que la conciencia se dispara hacia un lugar que no está prestablecido ni siquiera fisiológicamente. Después me di cuenta de que la mejor manera de auscultar estos modos de expansión de la conciencia era la filosofía. Necesitaba entrenarme para una batalla mental y por eso me convenía estudiar teorías que me permitieran desplegar mejores argumentos”.
¿A qué te referís cuando hablás de una batalla mental?
A esa tensión entre la eventual vulnerabilidad que representa perderse a sí mismo hasta desbarrancarse y, por otro lado, ese pensamiento que quiere controlarlo todo y no puede. Ahí está para mí lo literario. La literatura para mí es pensar peligrosamente. Eso es lo único que me importa: pensar así.
¿Y cómo se hace para pensar peligrosamente en la universidad? Porque generalmente si no pensás como el titular de la cátedra, no aprobás…
Es así. En la universidad hay claramente dos tipos de aprendizajes: por un lado, tenés que aprender a rendir un examen, a aprobar una materia, y por el otro, tenés que aprender a pensar qué hacer con los conocimientos, las teorías y los conceptos que vas descubriendo. Al momento de escribir la novela me resultaba cómico crear un personaje que se planteara “pensar el pensamiento”, que es algo que la filosofía se arroga para sí. Eso me permitía, por ejemplo, aplicar las herramientas teóricas a cosas que la academia supone totalmente indignas, como la masturbación o la cultural blogeril. Lo cual representa para mí una forma de volver productiva toda esa masa de sentencias.
¿Pensar peligrosamente es pensar las teorías como modas, como lo planteás en la novela?
Eso es algo que tengo que agradecérselo a la universidad, porque reacciona mucho a esa tendencia: la moda del fin de la historia, la moda de la lectura marxista de la realidad… Lo positivo de esa relación con los artefactos teóricos es que te permite experimentar, ver qué pasa si le aplicás tal teoría a tu objeto de investigación. Y la verdad es que de acuerdo a la teoría que le apliques, tu objeto de investigación cambia. Es algo muy lindo de hacer, muy plástico. A mí me apasiona. Por ejemplo, te proponen estudiar el teatro isabelino desde la teoría del caos. Y vos te sentás a vestir a Shakespeare con una teoría física. Y está buenísimo porque te excita a pensar. Te entrena.
Tu novela está urdida a partir de teorías que le dan un tono antropológico a la historia, ¿son teorías inventadas?
Sí, que imitan la construcción de determinados discursos teóricos. Podés encontrar ahí la huella de Jacques Derrida, un filósofo francés que tiene una palabra muy deforme: “logo-falo-centrismo” para explicar la centralidad cultural masculina de nuestra sociedad. Él propone una labor de deconstrucción para comenzar a desestabilizarla y encontrar sus fisuras que a mí me resulta muy interesante para aplicar a la literatura. Plantea, por ejemplo, que el origen de esa centralidad tiene mucho que ver con la figura del hombre cazador, esa historia que nos contaron en la primaria y que establece claramente roles de género: el macho proveedor, que sale con el palo a cazar mientras la mujer se queda en la casa. Las últimas investigaciones antropológicas desmienten esa mitología. Lo más probable es que salieran juntos y, lo que es aun más desestabilizador, que esa salida a cazar sea algo que sucedió hace relativamente poco tiempo en términos de historia de la humanidad. Porque, en realidad, el alimento vital durante miles de años fue la carroña. Es decir, que la raza humana fue durante mucho tiempo, predadora. Entonces, si uno es capaz de pensar en el hombre como presa, puede ser capaz de pensar que la mujer fue demonizada, reducida culturalmente a valores tales como lo doméstico, lo frágil, como un gesto de poner un límite a esas bestias predadoras que amenazaban su supervivencia. Y que ese mismo gesto “civilizatorio” a la vez que le pone un límite a la bestia le pone un límite a la mujer. Así, todo el aparato montado a partir de la dicotomía de género –hombre-inteligencia-fuerza; mujer-sensibilidad-fragilidad– está al servicio de un mito civilizatorio, de una ideología que tiene nada más que unos 200 años.
Otra manera de pensar peligroso, dado el contexto cultural actual, es pensar en términos feministas…
El feminismo tiene mala prensa, incluso entre las mujeres. Así que es medio problemático definir cómo te construís públicamente como mujer, especialmente en un medio como el literario. Estoy podrida de los roles femeninos que habitan el mundo de la cultura y realmente no me interesa siquiera discutir esa tradición. Prefiero entrar desde otro lugar. ¿Cómo vas a discutir un canon que está hecho todo por tipos? Es absurdo. Sobre este tema, me gustaría abrir un espacio de conversación con otras mujeres. Especialmente porque me parece un momento oportuno y necesario. Porque si esto sucede en el campo de la cultura explica, de alguna manera, por qué ante el tráfico de mujeres o el caso de Romina Tejerina no hay un discurso feminista organizado, que produzca una intervención política eficaz e influyente.
En esa tarea de construir una imagen pública de intervención, ¿tu belleza es un arma?
Podría pensarla así, ¡pero igual me están matando!
 
El cómic político
Pola tiene otras armas y me dispara con ellas para que quede claro. “Toda literatura tiene hoy que ser política y cómica”. Lo político, dice, tiene que ver con la necesidad de intervenir en los sistemas de pensamiento de la época, en la posibilidad de pensar otras cosas, esas que son posibles en la literatura y que permiten ampliar el imaginario hasta impregnar con él la realidad. Si el mundo de hoy es un mundo horrible, la posibilidad de pensar en la fealdad de otra forma es algo que se plantea su novela. Sus protagonistas son feas que no actúan como tales. Lo estético no influye en su capacidad de hacer. “Me parecía que había algo gozoso en dejarlas salir y que hicieran cosas que nunca las habíamos visto hacer. Y que no importa que esas cosas fueran indignas. No importa. Lo importante es estar afuera, en el mundo. Y mostrar que si pasa algo terrible, bueno, la pasás mal un rato pero luego todo sigue funcionando”. Lo cómico, sobre todo, está en la mirada generacional sintetizada en la escena en la que los pibes chorros de hoy asaltan a la protagonista y su pareja, un militante de ayer.
“-¿Sos político vos?”, pregunta el pibe chorro.
“-¡No, no! ¡Es sólo un intelectual de izquierda!”, interviene ella.
“Me miraron, lo miraron y empezaron a pegarle más fuerte”.
¿Cuál es tu mirada sobre lo que representa en la novela el “intelectual de izquierda”?
Creo que hay una vieja guardia de intelectuales que actúan como si los problemas ya estuvieran resueltos, con posiciones tomadas de antemano, y configuran entre todos una zona bienpensante donde cualquier movimiento es alejarse de «lo que está bien», que es la zona de confort en la que viven. Pero esa zona de confort no debería existir porque los problemas no están resueltos más allá del discurso.
 
Pola me dirá que su interés por los 70 nace de pensar al kirchnerismo como un “plan branding”, una palabra que engendró el marketing y que se refiere a la estrategia diseñada por una marca para liderar el mercado. Siguiendo su juego preferido, al aplicar ese artefacto teórico al kirchnerismo, la pregunta que le surgió fue ¿por qué los Kichner eligieron presentarse como una continuidad ideológica de los 70? Es decir, ¿qué necesidad detectaron? Está claro que Pola nos invita a mirar al kirchnerismo como a una top model que luce el último grito de la moda y que con ese vestuario pone en evidencia aquello que toda moda representa: algo que emerge de la calle y en la pasarela se convierte en disfraz.
Siguiendo su juego podríamos preguntarnos, ¿qué emerge con Pola?
En su novela, la protagonista urde un video juego que consiste en alterar el Google Earth –esa herramienta cibernética que permite una mirada satelital sobre el planeta, ¡si Borges viviera!– para que la ciudad descubra sus más oscuros secretos. Al acariciar con el dedo el mapa de Buenos Aires quedan expuestas las impudicias del mito civilizatorio:
“En la lomita de la Biblioteca Nacional podía verse la casa que compartían Perón y su esposa y la actual estatua de Juan Pablo ii abalanzándose sobre la de Evita. Más al norte, bordeando el río, estaba el árbol que sangra rojo en la esma y los restos de los navíos enterrados bajo las tierras robadas al Plata. Hacia el centro del dibujo, había un chino llorando durante un saqueo, estaba el Mercado Central donde seducía Tita Merello, con Borges en su puesto como inspector de conejos. (…) La sangre desbordando en el Matadero, los cuerpos dormidos hundiéndose en el río, los paraguas de la primera multitud reunida frente al Cabildo y los límites para el malón que no eran ellos.”
 
Lo que emerge, quizá, con la literatura de Pola es un desorden puntillosamente zurcido sobre la cartografía cultural criolla. Recién entonces caigo: su apellido es un seudónimo, su persona es un personaje y esta nota es parte de esa batalla mental para la que se viene preparando desde vaya a saber cuándo. Lo que seguro emerge con Pola es la ira de quienes quieren conservar ese orden que ella altera Y, por supuesto, mi estupidez.

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Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes […]

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La marcha pacífica de jubilados y jubiladas volvió a ser reprimida por la Policía de la Ciudad para impedir que llegara hasta la avenida Corrientes. La Comisión Provincial por la Memoria confirmó cuatro detenciones (entre ellas, un jubilado) que la justicia convalidó y cuatro personas heridas. Una fue una jubilada a quien los propios manifestantes salvaron de que los uniformados la pasaran por arriba. En medio del narcogate de Espert, quien pidió licencia en Diputados por “motivos personales”, las imágenes volvieron a exhibir la debilidad del Gobierno, golpeando a personas con la mínima que no llegan a fin de mes, mientras sufría otra derrota la Cámara baja, que aprobó con 140 votos afirmativos la ley que limita el uso de los DNU por parte de Milei.

Por Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla.

Fotos: Juan Valeiro.

Un jubilado de setenta y tantos eleva un cartel bien alto con sus dos manos. 

“Pan y circo”, dice. 

Pero el “pan” y la “y” están tachados, porque en este miércoles, como en esta época, lo que falta de pan sobra de circo. El triste espectáculo lo ofrece una vez más la policía, hoy particularmente la de la Ciudad, que desplegó un cordón sobre Callao, casi a la altura de Sarmiento, para evitar que la pacífica movilización de jubilados y jubiladas de cada miércoles llegara hasta la avenida Corrientes. Detrás de los escudos, aparecieron los runrunes de la motorizada para atemorizar. Y envalentonados, los escudos avanzaron contra todo lo que se moviera, con una estrategia perversa: cada tanto, los policías abrían el cordón y de atrás salían otros uniformados que, al estilo piraña, cazaban a la persona que tenían enfrente. Algunos zafaron a último milímetro. 

Pero los oficiales detuvieron a cuatro: el jubilado Víctor Amarilla, el fotógrafo Fabricio Fisher, un joven llamado Cristian Zacarías Valderrama Godoy, y otro hombre llamado Osvaldo Mancilla.

Las detenciones de Cristian Zacarías y del fotógrafo Fabricio Fisher. La policía detuvo al periodista mientras estaba de espaldas. Foto: Juan Valeiro.

En esa avanzada, una jubilada llamada María Rosa Ojeda cayó al suelo por los golpes y fue la rápida intervención de los manifestantes, del Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA), y de otros rescatistas los que la ayudaron. “Gracias a todos ellos la policía no me pasó por encima”, dijo. Su única arma era un bastón con la bandera de argentina.

Como en otros miércoles de represión, la estrategia pareciera buscar que estas imágenes opaquen aquellas otras que evidencian el momento de debilidad que atraviesa el Gobierno. Hoy no sólo el diputado José Luis Espert, acusado de recibir dinero de Federico «Fred» Machado, empresario extraditado a Estados Unidos por una causa narco, se tomó licencia alegando “motivos personales”, sino que la Cámara baja sancionó, por 140 votos a favor, 80 negativos y 17 abstenciones, la ley que limita el uso de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) por parte del Presidente. El gobierno anunció un clásico ya de esta gestión: el veto.

Por ahora, el proyecto avanza hacia el Senado.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

El poco pan

La calle preveía este golpe, y por eso durante este miércoles se cantó:

“Si no hay aumento, 

consiganló, 

del 3% 

que Karina se robó”. 

Ese tema fue el hit del inicio de la jornada de este miércoles, aunque hilando fino carece de verdad absoluta, porque las jubilaciones de octubre sí registraron un aumento: el 1,88%, que llevó el haber mínimo a $326.298,38. Sumado al bono de 70 mil, la mínima trepó a $396 mil. “Es un valor irrisorio. Seguimos sumergidos en una vida que no es justa y el gobierno no afloja un mango, es tremendo cómo vivimos”, cuenta Mario, que no hay miércoles donde no diga presente. “Nos hipotecan el presente y el futuro también, cerrando acuerdos con el FMI que nos impone cómo vivir, y no es más que pan para hoy y hambre para mañana, aunque el pan para hoy te lo debo”. 

Victoria tiene 64 años y es del barrio porteño de Villa Urquiza. Cuenta que desde hace 10 meses no puede pagar las expensas. Y que por eso el consorcio le inició un juicio. Cuenta que otra vecina, de 80, está en la misma. Cuenta que es insulina dependiente pero que ya no la compra porque no tiene con qué. Cuenta que su edificio es 100% eléctrico y que de luz le vienen alrededor de 140 mil pesos, más de un tercio de su jubilación. Cuenta que está comiendo una vez por día y que su “dieta” es “mate, mate y mate”. Vuelve a sonreír cuando cuenta que tiene 3 hijos y 4 nietos y cuando dice que va a resistir: “Hasta cuando pueda”. 

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

A María Rosa la salvó la gente de que la policía la pasara por arriba. Foto: Juan Valeiro.

El mucho circo

Desde temprano hubo señales de que la represión policial estaba al caer. A diferencia de los miércoles anteriores, la Policía no cortó la avenida Rivadavia a la altura de Callao. Tampoco cortó el tránsito, lo que permitió que los jubilados y las jubiladas cortaran la calle para hacer semaforazos. Después de media hora, cuando la policía empezó a desviar el tránsito y la calle quedó desolada, comenzó la marcha, pero en vez de rodear la Plaza de los Dos Congresos como es habitual, caminó por Callao en dirección a Corrientes, hasta metros de la calle Sarmiento, donde se erigió un cordón policial y empezó a avanzar contra las y los manifestantes. 

Desde atrás, irrumpieron con violencia dos cuerpos en moto: el GAM (Grupo de Acción Motorizada) y el USyD (Unidad de Saturación y Detención), pegando con bastones e insultando a quienes estaban en la calle. “Vinieron a pegarme directamente, mi pareja me quiso ayudar y lo detuvieron a él, que no estaba haciendo nada”, cuenta Lucas, el compañero de Cristian Zacarías, uno de los detenidos.

Sin pan y a puro circo: la represión a jubilados para tapar otra derrota en el Congreso

Foto: Juan Valeiro.

Cercaron el lugar una centena de efectivos de la policía porteña, que no permitieron a la prensa acercarse ni estar en la vereda registrando la escena. 

“¿Alguien me puede decir si la detención fue convalidada”, pregunta Lucas al pelotón policial. 

Silencio. 

“¿Me pueden decir sí o no?”. 

Silencio.  

Un comerciante mira y vocifera: “¿Sabés lo que hicieron a la vuelta? Subieron a la vereda con las motos”.

Otro se acerca y pregunta: “¿A quién tienen detenido acá, al Chapo Guzmán?”

“No”, le responde seco un periodista: “A un pibe y a un jubilado”.

La Comisión Provincial por la Memoria confirmó las cuatro detenciones (fue aprehendida una quinta persona y derivada al SAME para su atención) y cuatro personas heridas. El dispositivo incluyó la presencia también de Policía Federal, Prefectura y Gendarmería detrás del Congreso mientras el despliegue represivo fue «comandado por agentes de infantería» de la Policía de la Ciudad». El organismo también observó que después de semanas donde el operativo disponía el vallado completo, en los últimos miércoles el dispositivo dejó abierta una vía de circulación que es la que eligen las fuerzas para avanzar contra los manifestantes.

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Foto: Juan Valeiro.

También se hizo presente Fabián Grillo, papá de Pablo, que sufrió esa represión el 12 de marzo, en esta misma plaza y continúa su rehabilitación en el Hospital Rocca. “Su evolución es positiva”, comunicó la familia. El fotorreportero está empezando a comer papilla con ayuda, continúa con sonda como alimento principal, se sienta y se levanta con asistencia y le están administrando medicación para que esté más reactivo. “Seguimos para adelante, lento, pero a paso firme”, dicen familiares y amigos. El martes, la jueza María Servini procesó al gendarme Héctor Guerrero por el disparo. El domingo se cumplirán siete meses y lo recordarán con un festival. 

Pablo Caballero mira toda esta disposición surrealista desde un costado. Tiene 76 años y cuatro carteles pegados sobre un cuadrado de cartón tan grande que va desde el piso del Congreso hasta su cintura:

  • “Roba, endeuda, estafa, paga y cobra coimas. CoiMEA y nos dice MEAdos. Miente, se contradice, vocifera, insulta, violenta, empobrece, fuga, concentra. ¿Para qué lo queremos? No queremos, ¡basta! Votemos otra cosa”.
  • “El 3% de la coimeada más el 7% del chorro generan 450% de sobreprecios de medicamentos”.
  • El tercer cartel enumera todo lo que “mata” la desfinanciación: ARSAT, INAI, CAREM, CONICET, ENERC, Gaumont, INCAA, Banco Nación, Aerolíneas, Hidrovía, agua, gas, litio, tierras raras, petróleo, educación. Una enumeración del saqueo.

El cuarto cartel lo explica Pablo: “Cobro la jubilación mínima, que equivale al 4% de lo que cobran los que deciden lo que tenemos que cobrar, que son 10 millones de pesos. No tiene sentido. Por eso, hay que ir a votar en octubre”.

Pablo mira al cielo, como una imploración: «¡Y que se vayan!”.

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Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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