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El periodista y escritor uruguayo Raúl Zibechi acaba de recorrer Santa Cruz, La Paz y Cochabamba para tomar contacto directo con los movimientos sociales bolivianos y, desde esa mirada, comparte el panorama actual de un país que nos sigue aportando una experiencia política que permite reflexionar sobre Latinoamérica hoy. Estas son sus impresiones, sintetizadas en cinco preguntas que repasan temas claves.
¿Por qué se distendió, al menos desde el punto de vista de la información que se publica en Argentina, la situación en Santa Cruz luego de la formalización de la nueva Constitución?
Porque los de Santa Cruz fueron derrotados política y militarmente. Esa derrota se procesó en septiembre en tres niveles:
1) El gobierno decretó el estado de sitio, movilizó al ejército y expulsó al embajador de Estados Unidos.
2) La región apoyó a Evo a través de unasur y dejó en claro que no respaldaría un golpe cívico.
3) Los movimientos sociales armaron un cerco a Santa Cruz, que le mostraron que no podía siquiera derrotarlos en su propia región.
Creo que los cívicos sobreestimaron sus fuerzas y creyeron que podían tirar al gobierno de Evo Morales desde la calle, pero no entendieron que eso iba a costar mucha sangre. Y cuando en septiembre pasado se produjo la masacre de Pando, que dejó 30 campesinos muertos, la relación de fuerzas se les dio vuelta. En este sentido, el informe del Alto Comisionado de la onu para los Derechos Humanos en Bolivia fue contudente: señaló como responsables de la masacre a los miembros del Comité Cívico y de la Prefectura de Pando.
Qué debates atraviesan en estos días barrios emblemáticos de Santa Cruz, como el Plan 3.000, que jugó un rol decisivo en ese conflicto?
Ahora que la tensión ha bajado, la impresión es que se trata de construir en la vida cotidiana, en el día a día. Ahí aparece la potencia del gobierno a través de sus inversiones y obras, de sus enormes reservas muy cercanas al cien por cien del pbi, a sus planes sociales totalmente nuevos en Bolivia gracias a los nuevos contratos de los hidrocarburos que permiten usar mucho dinero fresco. En fin: hay una evidente consolidación del Estado que coloca al país en una situación totalmente nueva y, por lo tanto, los movimientos pasan un período de evidente debilidad aunque no están para nada desmovilizados.
Qué mirada tiene un referente de la Coordinadora del Agua como Oscar Olivera, tanto en relación al gobierno de Evo Morales-Álvaro García Linera, como al interior de los movimientos sociales de Cochabamba?
Su mirada es muy crítica. Observa que el gobierno está muy lejos de poner los medios para resolver los problemas de los sectores populares, que en muchos momentos su política parece darle aire a la derecha en vez de combatirla, lo que tiene la enorme ventaja para el Ejecutivo de colocarse en el medio y por encima de las contradicciones sociales. No obstante, hay dos elementos que me parece necesario profundizar. Uno, que la gente en Bolivia no tiene un apoyo acrítico a Evo, sino todo lo contrario, es un apoyo consciente, político, militante, nos guste o no. El gobierno actual está integrado por gente que unos pocos meses antes estaba en las barricadas, y en ese sentido es un gobierno muy diferente de otros. No es un militar ni un académico como en Venezuela y Ecuador. No es un gobierno integrado por gente que hizo algo en los 60 y los 70, sino en el ciclo 2000-2005.
Eso marca diferencias muy fuertes con nuestros procesos. Por otro lado, veo que no sólo podemos mirar hacia los gobiernos para culparlos de las debilidades de los movimientos. Hay algo en nuestras organizaciones que facilita la cooptación, hay un rompimiento insuficiente con el vanguardismo, con el nacionalismo, la educación popular se ha convertido en algo institucional al servicio de los estados, y otros elementos que debemos profundizar para seguir creciendo.
Dentro del eco-sistema político actual de América Latina, ¿cómo podemos ubicarnos con respecto a los debates que atraviesan el proceso boliviano para comprender mejor esa experiencia?
Bolivia es el centro de las contradicciones del continente y a la vez el nudo donde es posible desatarlas. Hay muchos debates pendientes. La gente quiere de verdad refundar el país, quiere la descolonización y un estado plurinacional. El problema es que hay límites que deben ser debatidos. Pablo Mamani se pregunta hasta qué punto el poder colla será construido en el marco de la Bolivia actual o si ese marco resulta ya insuficiente. O sea, se está cuestionando la nación, el estado-nación como marco apropiado de la creación del mundo nuevo. No es poca cosa. Además, hay quienes como Luis Tapia cuestionan el estado plurinacional, lo que me parece muy importante. Bolivia nos está dando elementos para pensarnos, como en otros terrenos nos los da el zapatismo.
¿En qué medida problemas geopolíticos tales como el agronegocio o el liderazgo regional de Brasil afectan a Bolivia hoy?
La afectan mucho, pero no más que a los demás países de América Latina. El problema es que la configuración de nuevos poderes en la región, en gran medida como consecuencia de la transición hegemónica que vivimos, creará nuevos actores como Brasil que tienden a jugar de modo muy negativo en el proceso boliviano. El día que no esté Lula y gobierne la derecha, la cosa va a empeorar seriamente, porque por lo menos Lula atempera aunque mínimamente los ímpetus imperiales de Brasil, como quedó demostrado cuando Bolivia ocupó las plantas de gas de Petrobras.
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