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Había una vez

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Historia vulgar. Un colectivo de investigadores, que se reconoce parido por el 19 y 20 de diciembre, divulga el pasado desde otra perspectiva. El resultado es un relato que tiene otros personajes fundamentales de la historia argentina: los de abajo.

Había una vez“Es sabido que la identidad personal
reside en la memoria y
que la anulación de esa facultad
comporta la idiotez.
Cabe pensar lo mismo del universo”.
Jorge Luis Borges.
Historia de la eternidad.
 
Entre el Cabildo –cubierto con un preservativo edilicio para hermosearlo frente al Bicentenario– y la Pirámide de Mayo, las huestes del grupo Historia Vulgar siguen a Luciano. No es un prócer sino que, además de historiador, es guía turístico, y acaso tenga la costumbre de ir adelante. Sorteando avanzadas de venta de escarapelas y maíz, atravesando tropas de palomas guturales y turistas diciendo “¡whisky!”, Luciano levanta el brazo señalando un destino: “A la fuente”.
Los siete integrantes del grupo se descalzan y meten los pies en el agua pese al frío, como aquellos obreros del 17 de octubre que llegaron en busca de un coronel preso, y tal vez de sí mismos. Pablo exclama: “Esto es una reivindicación histórica”. La broma ilustra la seriedad de este grupo que está haciendo un trabajo de pensamiento y divulgación de la historia a partir de una premisa: para comprender el pasado hay que meter las patas en las fuentes, planteándose un enigma obvio, complejo, y en tiempo presente.
El enigma es: ¿quiénes somos?
 
 
El corpiño de la patria
Todo comenzó aquel día en que los almanaques estallaron y descubrieron que en el presente se había abierto una ventana para mirar el pasado, y eso podía ayudar a que el futuro no fuese pura incertidumbre. Así como ciertos anteojos sirven como tecnología para mirar películas en 3d, empezaron a buscar qué clase de tecnología de la mirada podía servir para asomarse –desde la calle– a esa ventana con vista a la cuarta dimensión: la del tiempo.
“Lo que nos voló la cabeza fue el 19 y 20 de diciembre”, cuenta Ezequiel Adamovsky, profesor de Historia (como el resto del grupo), investigador del conicet y doctor egresado del University College de Londres. “Para nosotros fue ver que se acababa la figura del ciudadano solitario” explica Ana Guerra. “Me hizo repensar todo lo que hacía, se encendió de nuevo la chispa del entusiasmo por lo político” revela Martín Baña. “Un movimiento de masas te cambia la cabeza” agrega Aldo Chiaraviglio: “Ves adelante tuyo cómo se produce la historia. Yo venía de una izquierda con conceptos muy cuadrados. Y ahora descubría la iniciativa de sujetos y personas concretas. Eso te envía también hacia atrás, y a repensar: ¿cómo habrá sido la historia?”. Pablo Cortés: “Para mí fue una llave teórica, una experiencia de acceso al saber”. Esa llave, cuenta Romina Véliz, tiene ejemplos concretos: “En 2001 se alteraron los modos de contar. La gente decía sobre las noticias publicadas en Clarín: ‘nos mean, y dicen que llueve’. ¿Con los relatos históricos no pasó lo mismo?”. Luciano Zdrojewski: “Y entonces hicimos: ¡clic! ¿No habrá que pensar así también la Historia, no desde los próceres sino desde las experiencias más cotidianas?”.
Clic: si el año 2001 se entiende más que por los políticos y los medios, por los entusiasmos y desesperaciones de la sociedad, los jóvenes de Historia Vulgar, al asomarse a la ventana que da al pasado, empezaron a ver otras formas de organización y sueños de transformaciones por parte de los invisibles de la historia: vulgo, plebe, masas laboriosas, clases subalternas o como cada quien prefiera llamarlas. Eran –según la época– mujeres y hombres aborígenes, afroargentinos, paisanos, gauchos, pequeños arrendatarios, inmigrantes, obreros, desocupados, jóvenes, empleados y hasta unas damas que salieron a la calle enarbolando como banderas de lucha sus propios corpiños.
Se conocieron y se hicieron cómplices en la cátedra de Historia de Rusia de la Carrera de Historia de la uba, en 2003.
 
Puro grupo
Siguiendo la receta según la cual para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, se presentaron a un concurso para estudiantes-adscriptos, pero en lugar de hacerlo individualmente propusieron que los aceptaran como grupo. La reglamentación no contempla las adscripciones colectivas, así que tuvieron que inventar la forma de instrumentarla. Así comenzaron a abandonar la pasividad frente a la academia, para lanzarse a pensar con sus propias cabezas y hacer con sus propias ganas. “Dijimos: no tenemos que esperar un título ni que alguien nos apruebe para producir lo nuestro, lo que queremos”.
Elaboraron en grupo Tiempo de insurgencia, trabajo en el que pusieron a la Revolución Rusa patas arriba. No fueron las ideas de Marx, ni las acciones de Lenin, Trotsky o las bolcheviques los que llamaron su atención, sino cómo todo esto terminó fagocitándose, una vez en el poder, a una multitud de experiencias obreras, intelectuales, de artistas, soldados, mujeres que habían sido el combustible revolucionario.
Frente a la sede de Filosofía y Letras de Buenos Aires, en el bar Platón –homenaje al filósofo o al tamaño de los platos– los integrantes de Historia Vulgar relatan: “Los saberes que adquiríamos en la Facultad eran muchas veces incomunicables al resto del mundo. Quedaban para consumo endogámico de la academia”. Ezequiel: “Una amiga que está haciendo el doctorado le dio el borrador de su tesis a su director, que le dijo, literalmente, que el texto tiene que ser aburrido. Una tesis doctoral tiene que ser un ladrillo”.
¿Cómo trabajar la divulgación sin ladrillos? Decidieron no encerrarse en el gremio. Se reunieron con el Grupo de Arte Callejero y el Grupo de Es-cultura Popular, entre otros, y de allí salieron imágenes, ideas y siluetas para quitarles la historia a los embalsamadores, y dar a conocer a los que no tienen bronce, pero tuvieron vida para hacer lo que Pablo define como “mover la rueda de la historia”.
 
El piano y la murga
Ezequiel es el “veterano” del grupo (39 años), y luce vehículo propio: llega en bicicleta cada vez que dicta como adjunto la Cátedra de Historia de Rusia, además de ser autor de libros como Más allá de la vieja izquierda, y el reciente Historia de la clase media argentina. El grupo funciona con una interactividad y horizontalidad que en muchos otros casos es más proclamada que real. Ezequiel conoce y compara dos situaciones: “Hay una potencia en el trabajo colectivo con vocación intelectual y política, que desde lo individual no se logra. Es más difícil, pero tengo la certeza de que solo no hubiera llegado a las cosas que salen en nuestro grupo. Hay gente que viendo de afuera piensa que como soy más grande… pero no. Mis credenciales no tienen ningún peso particular, lo cual está muy bueno, para no quedar en medio de dos lógicas distintas”.
Ezequiel empezó la carrera en 1991, cuando cundía el desierto neuronal del “pensamiento único” y –curiosamente– “el fin de la historia”. Ana: “Los que ingresan piensan en investigar, pero enseguida ven que la salida laboral concreta es dar clases en los secundarios”. Hay entre 2.500 y 3.000 estudiantes de la carrera en la UBA. El gran salto fue de 174 inscriptos en 1995 a 436 en 2005 (hoy la tendencia es a unas 340 inscripciones anuales).
Filosofía y Letras (donde se dicta Historia) es un hervidero, aulas atiborradas, gente estudiando sentada en los pasillos. Ezequiel: “Pocos recursos, muchos problemas, pero los estudiantes más interesantes siguen siendo los que vienen aquí”. Desde una óptica calculadora, este escenario no se entiende: la economía no ha logrado determinar a cuánto cotiza la pasión.
 
Fracaso del progreso
Para Historia Vulgar la cuestión fue salir de la universidad, y encontrar una voz propia para producir frente a los modos establecidos de contar la historia, que simbolizan una cuestión de poder. De la mirada del grupo se pueden derivar algunos pantallazos:
 
La historiografía liberal plantea que somos herederos de la Revolución de Mayo, de San Martín, Rivadavia, Mitre, Alberdi, Sarmiento y Roca. La tensión dramática (el guión) liberal es la derrota del atraso, para llegar al “progreso”. En sus variantes más sinceras, admiten los golpes de Estado, matanzas indígenas y fraudes patrióticos como herramientas necesarias para consolidar a la “civilización” frente a la “barbarie”.
Los revisionistas plantearon otro drama (otro guión). En lugar de la llegada al progreso, su búsqueda es la de la “grandeza nacional” obstaculizada por las elites liberales. San Martín, Rosas y Perón, con el pueblo como coro, son íconos para cuestionar la independencia incompleta, el desarrollo económico deformado, idealizar a los federales (como bloque) frente a los unitarios, denunciar las democracias populares interrumpidas. Sigue siendo una mirada verticalista de la historia, con otros próceres (o los mismos bajo otra mirada, caso San Martín).
Los marxistas tradicionales propusieron el guión del desarrollo capitalista como una trama lineal, progresiva, dialéctica, donde aparece la clase obrera como sujeto del cual se espera que instaure una sociedad sin opresión.
En 1983 surgió un nuevo paradigma de relato, que se impuso además en la normalización interna de la Facultad, a partir de la Nueva Historia Social de José Luis Romero, canon hoy representado por Tulio Halperin Donghi y Luis Alberto Romero, entre otros. Ezequiel: “Su tema político es cómo fortalecer la ciudadanía, en paralelo a la recuperación de la democracia y la llegada del alfonsinismo. Dónde anida la democracia, los golpes militares como un problema institucional, la desaparición de otras formas de conflicto y de las tensiones de clase, y un siglo xx como proceso de paulatina integración de los más pobres”. Este paradigma tuvo la tendencia a eso que Historia Vulgar llama “endogamia académica”: historia contada para historiadores.
 
La respuesta fue la nueva divulgación, personificada en Felipe Pigna y sus apariciones radiales, televisivas, editoriales, que demostraron que había un interés del público, o sea, un mercado. Ana: “La academia lo criticó como poco riguroso. Él respondió que los académicos no salen a la calle. Nosotros salimos de esa discusión binaria”. El grupo ve la irrupción de Pigna conceptualmente armónica al kirchnerismo, apostando por la recomposición de la autoridad y las instituciones estatales (la idea de un “país normal”) poniendo como clave de interpretación a la dictadura 1976/83. Así, Mariano Moreno es descripto como el primer desaparecido y la Campaña del Desierto de Roca es el antecedente del terrorismo de Estado. Esta mirada, cree Historia Vulgar, fue capitalizada por el Estado/Mercado, pero a la vez es el reflejo de una demanda social de sentido frente a la cual lo interesante no es ingerir ansiolíticos académicos, sino comprenderla y buscar nuevas herramientas de trabajo.
 
Cocinando ideas
Si el primer desafío fue pensar en grupo, el segundo fue escribir grupalmente: un modo de cocinar las ideas que cada uno aporta como ingredientes que van dando gusto a todo el conjunto “hasta que ya no se sabe de quién fue cada aporte”. Uno de esos trabajos es En boca de todos, apuntes para divulgar la historia. Con todo lo que producen muestran en qué se diferencian de las miradas de los otros historiadores. Algunos ejemplos:
 
Se proponen narrar la historia del país, en oposición a la “Historia de la Nación” o del Estado (centrada en las cúpulas del llamado “poder”). No niegan la existencia del Estado: intentan demostrar que su misma construcción ha significado “el sometimiento y la explotación de muchos, en beneficio de unos pocos”. Definen su posición como “antagonista”.
Proponen reconstruir una “trama subalterna” de la historia a partir de “la cooperación y el afecto, los boicots, huelgas y piquetes, la solidaridad, las revoluciones, sabotajes, malones y guerrillas, las alegrías y tristezas de la vida cotidiana”.
Discuten la idea del tiempo lineal. “La imagen del permanente pasaje de lo atrasado a lo moderno es falsa. El tiempo histórico de pronto aplasta a grupos humanos enteros, oprime, no es progreso sino retroceso. El tiempo lo construye la propia historia, lo que hacen o no hacen las mujeres y los hombres”, dice Ezequiel.
 
Aquella pregunta inicial (¿quiénes somos?) los lanza a buscar a nuestros ancestros, que no encuentran en las líneas de ferrocarril (Roca, Sarmiento & Cía). Tampoco dogmáticamente entre “los oprimidos”, ni entre “los luchadores” (a riesgo de caer en un “vanguardismo historiográfico”). Hay una clave nueva, de este siglo. “Buscamos contar historias que iluminen no sólo la resistencia, sino también el hecho de que el mundo en el cual vivimos es el producto de la cooperación entre iguales, protagonicen o no episodios políticos de lucha reconocibles como tales”.
De ese modo, las historias dejan de ser terreno exclusivo de las épicas heroicas, de las grandes resistencias o las epopeyas de la lucha de clases, y también pueden ser hogar “de quienes labraron, tejieron, amaron y levantaron ciudades; de quienes inventaron la cultura que heredamos sin registrar el copyright”. Aparecen los que han buscado una vida sin amos, o estilos de cooperación pese al Estado y al mercado, como aperturas a un camino no vanguardista. ¿A dónde? Contesta Historia Vulgar con una palabra histórica, que ahora cobra otro sentido: “Hacia la emancipación”.
 
Historia Oficial = 187 pesos
¿Cómo hacer historia para chicos detenidos en un penal? El desafío surgió para Historia Vulgar al brindar talleres de historia en siete institutos de detención de menores, invitados por la Dirección Nacional para Adolescentes Infractores a la Ley Penal, a través de su responsable, Raquel Robles, también fundadora de h.i.j.o.s y escritora. Ana: “Cuando surgía el nombre de algún personaje, los chicos lo reconocían por los billetes”. La Historia Oficial incluye en su billetera a Mitre (2 pesos), San Martín (5); Belgrano (10), Rosas (20), Sarmiento (50), y el impresentable Julio Roca (100). “Todos militares, todos centralistas” dice Ana (sin inmutarse por maldiciones de los rosistas, si es que quedan).
Los chicos presos tenían un lío de fechas. Uno preguntó si el 25 de Mayo había ocurrido La noche de los lápices. A otro se le mezcló con el golpe de 1976. Aclarados estos tantos, surgieron otras historias para las que no hay billetes:
Andrés Guazurary y Artigas, que gobernó la provincia grande de Misiones frente al imperio portugués y al centralismo porteño con un ejército de indígenas guaraníes, esclavos negros libertos y gauchos mestizos que luchaban por un lugar donde “los más infelices sean los más beneficiados” y donde “naides sea más que naides” (proyecto más progresista que el de la farándula de próceres libertarios).
Esteban Tobal en 1815 tenía 18 años, vivía en Mendoza, integraba las milicias de esa iudad en tiempos de San Martín gobernador. Quiso entrar a la Casa de Comedias por el aniversario de la Revolución de Mayo, pero no lo dejaron porque andaba de poncho (el pardo Tobal no había alquilado galas, se ve). Como discutió, lo mandaron preso. Entre los chicos de los institutos la identificación fue obvia: “iba a la guerra, pero no lo dejaban ir a una fiesta”.
 
El grupo informó a los chicos que aquel ejército de San Martín, tenía uan importante participación de negros. Las damas patricias donaron sus joyas, pero también donaban (o no tanto) a sus esclavos negros, ya que en realidad recibían indemnización. Los chicos presos hicieron pancartas pensando en el 25 de Mayo. Reclamaban libertad, igualdad. Uno de ellos escribió “Viva la patria”. Lo ilustró con una bandera argentina y el símbolo de Nike. Otra es una definición de la Argentina racista: “No discriminen a la gente de color. Somos todos iguales”. Y otra: “Sí a la justicia, no a la pobreza, no a los robos, que no maten más gente”.
 
¿Guerras civiles o guerras sociales?
La charla en el bar Platón permitió todo un repaso arbitrario y entusiasta con Historia Vulgar. “Uno no quita protagonismo a figuras como la de Eva Perón. Pero si queremos hablar de avances de libertades civiles se puede agregar la historia de Raquel, obrera fosforera anarquista que el 17 de octubre marchó con sus compañeras llevando como banderas corpiños y enaguas, rumbo a Plaza de Mayo. ¿No fue así también como se ganaron libertades democráticas? Uno siembra la duda, porque lo que hicieron esas mujeres permite también dialogar con un montón de gente que está fuera de la jerga histórica”.
Salto a 1810: “La discusión que proponemos es: ¿quiénes son los protagonistas? Había elites criollas que querían sacarse de encima la tutela de España. Un cambio de dependencia hacia Inglaterra. Pero además había masas que peleaban no por la libertad de comercio, sino por su propia libertad, en un sistema brutal que implicaba esclavitud para los negros y ningún tipo de libertad civil, jurídica, política, ningún derecho humano para el resto”. Para el grupo ese fue el combustible real de la revolución. “Las elites criollas tenían que movilizar gente para las guerras. A los esclavos se les prometió la libertad, que no se les dio. Muchos se escapaban y se incorporaban al Ejército. Hubo grupos aborígenes que ofrecieron combatir a los españoles a cambio de tratados y fronteras estables. Los gauchos eran campesinos que condicionaban su intervención en las guerras a no pagar arriendos a los terratenientes. Cada una de esas cosas fue un modo de expandir la libertad y la igualdad”. Por eso Historia Vulgar plantea que en los motines de esclavos, la nueva posición de algunas mujeres (Juana Azurduy, el ejemplo más célebre), los ejércitos de gauchos, negros y aborígenes, funcionaba el caldo que hizo de la inestabilidad una característica en los primeros años de la Independencia de un lugar que ni siquiera se llamaba Argentina, cosa que ocurrió en 1826, y que representa en sí otro triunfo de las élites porteñas (lo “argentino” deriva del latín por la “plata” que en realidad nunca tuvo el Río de la Plata, pero terminaron inyectándoselo a todas las Provincias Unidas del Sud como las menciona el Himno).
Otro dato: los negros se organizaron en sociedades que ayudaban a comprar la libertad de más esclavos. “El liberado se comprometía a aportar a la organización. Cuando se habla de democracia habría que observar esas experiencias olvidadas, un comienzo de la organización mutualista y con prácticas inéditas para la época de democracia interna. Los que hoy llamamos pueblos originarios, mientras tanto, se mantenían preservando a sus propias comunidades, viendo que entre españoles y criollos todas eran peleas entre blancos”.
Esas expresiones son una pista de cómo los grupos de la época iban influyendo o condicionando las políticas de consolidación del Estado. En Historia Vulgar debaten si lo que se conoce como “guerras civiles” entre unitarios y federales, no debe ser entendido como un proceso de guerras sociales, en las que lo que se buscaba era aplastar cualquier rebeldía. “En realidad, unitarios y federales eran dos facciones que luchaban por ver quién manejaba y conducía el poder centralizado, y el modelo agroexportador, que discutían voces minoritarias, pero importantes”. ¿Igual que hoy?
 
Hacer la historia
En la charla aparece lo que el grupo define como hitos que cierran ese período de guerras sociales:
 
La guerra de policía contra los gauchos, de donde viene el reclamo de Sarmiento a Mitre: “No economice sangre de gauchos, es lo único que tienen de humano”.
Las Conquistas del Desierto (Rosas, Alsina y el clímax con Roca) que mató a bala y peste a unos 55.000 indígenas, y sometió a los sobrevivientes. Los diarios de la época anunciaban: “Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.
Otra faceta de esa guerra social fue la epidemia de fiebre amarilla, que mató a los negros y pobres de Buenos Aires del Barrio del Tambor (Montserrat) y San Telmo, sitiados por el Ejército para que no escaparan, mientras sí lo hacían los sectores acomodados que se mudaron al Barrio Norte. Se sospecha que aún existe, bajo Plaza Dorrego, una fosa común.
Cada una de estas historias es enciclopédica. “Así queda simbólicamente construido el Estado y se entiende que lo que estaba en juego eran las bases del capitalismo. Cada vez que los sectores dominantes actúan sin resistencia de los sectores populares o quebrándola, la rueda de la historia va para atrás. Se vuelve a una mayor injusticia”.
 
Historia Vulgar está buscando otra forma de girar. Por eso circula por el pasado y el presente, por la vida, divulgando y narrando los tiempos, para cambiar no ya el pasado, sino el futuro.
La pregunta sigue siendo: ¿quiénes somos?
Más que pensar una conclusión, les interesa tomarla como un desafío al que cada uno responde cada segundo de su vida.

Artes

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro

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La revista Llegás lanza la 8ª edición de su tradicional encuentro artístico, que incluye 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas. Del 31 de agosto al 12 de septiembre habrá espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. El festival llega con una victoria bajo el brazo: este jueves el Senado rechazó el decreto 345/25 que pretendía desguazar el Instituto Nacional del Teatro.

Por María del Carmen Varela.

«La lucha continúa», vitorearon este jueves desde la escena teatral, una vez derogado el decreto 345/25 impulsado por el gobierno nacional para vaciar el Instituto Nacional del Teatro (INT).

En ese plan colectivo de continuar la resistencia, la revista Llegás, que ya lleva más de dos décadas visibilizando e impulsando la escena local, organiza la 8ª edición de su Festival de teatro, que en esta ocasión tendrá 35 obras a mitad de precio y algunas gratuitas, en 15 salas de la Ciudad de Buenos Aires. Del 31 de agosto al 12 de septiembre, más de 250 artistas escénicos se encontrarán con el público para compartir espectáculos de teatro, danza, circo, música y magia.

El encuentro de apertura se llevará a cabo en Factoría Club Social el domingo 31 de agosto a las 18. Una hora antes arrancarán las primeras dos obras que inauguran el festival: Evitácora, con dramaturgia de Ana Alvarado, la interpretación de Carolina Tejeda y Leonardo Volpedo y la dirección de Caro Ruy y Javier Swedsky, así como Las Cautivas, en el Teatro Metropolitan, de Mariano Tenconi Blanco, con Lorena Vega y Laura Paredes. La fiesta de cierre será en el Circuito Cultural JJ el viernes 12 de septiembre a las 20. En esta oportunidad se convocó a elencos y salas de teatro independiente, oficial y comercial.

Esta comunión artística impulsada por Llegás se da en un contexto de preocupación por el avance del gobierno nacional contra todo el ámbito de la cultura. La derogación del decreto 345/25 es un bálsamo para la escena teatral, porque sin el funcionamiento natural del INT corren serio riesgo la permanencia de muchas salas de teatro independiente en todo el país. Luego de su tratamiento en Diputados, el Senado rechazó el decreto por amplia mayoría: 57 rechazos, 13 votos afirmativos y una abstención.

“Realizar un festival es continuar con el aporte a la producción de eventos culturales desde diversos puntos de vista, ya que todos los hacedores de Llegás pertenecemos a diferentes disciplinas artísticas. A lo largo de nuestros 21 años mantenemos la gratuidad de nuestro medio de comunicación, una señal de identidad del festival que mantiene el espíritu de nuestra revista y fomenta el intercambio con las compañías teatrales”, cuenta Ricardo Tamburrano, director de la revista y quien junto a la bailarina y coreógrafa Melina Seldes organizan Llegás.

Más información y compra de entradas: www.festival-llegas.com.ar

Un festival para celebrar el freno al vaciamiento del teatro
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

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A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.

Por María del Carmen Varela

Fotos Lina Etchesuri para lavaca

Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.

Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.

Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.

Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.

El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.

Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.

Continuará.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

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Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.

María del Carmen Varela

Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.

Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.

La historia

A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…

Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial.  Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.

A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.

Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.

El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal.  Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos  los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .

De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.

El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.

En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.

La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en  el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia. 

Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.

Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.

Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.

Atlas de un mundo imaginado

Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre

Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.

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