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Evolucionando

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Luego de reformar la Constitución y de derrotar a la derecha, al gobierno de Evo Morales le llegó el tiempo de definir sus horizontes. El rol del Estado, los alcances de la democracia directa y el reparto de la riqueza son ahora las cuestiones que se debaten en el real centro del poder social: la calle. Son estos problemas los que convierten a Bolivia en un laboratorio político de futuro que desafía a las bibliotecas y nos interpela. ¿Así es la ultramodernidad?

EvolucionandoEn tiempos inmemoriales se erigieron montañas, se desplazaron ríos, se formaron lagos. Nuestra amazonia, nuestro chaco, nuestro altiplano y nuestros llanos y valles se cubrieron de verdores y flores.
Así comienza el Preámbulo de la Constitución boliviana. Que luego habla del racismo. De la pluralidad y la diversidad. De las sublevaciones indígenas, de las luchas populares de liberación, de las guerras del agua y de octubre, de las luchas por el territorio, de la igualdad y el respeto. Dice, por ejemplo:
 
“Dejamos en el pasado el Estado
colonial, republicano y neoliberal”.
 
O sea: Bolivia intenta desmentir el fin de la historia. No cree que el Estado democrático liberal sea la máxima y última forma de organización humana, y se asume como reto construir el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, nombre que de por sí puede ser tanto un amasijo de posibles paradojas, como un desafío al futuro.
Las y los constituyentes ignoran también los dogmas de la izquierda (clasismo, dictadura del proletariado, etc.). Y suman a un par de protagonistas del gremio de lo sagrado:
 
“Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fortaleza de nuestra Pachamama y gracias a Dios, refundamos Bolivia”.
 
Nada menos. ¿Ficción, realidad, buenas intenciones?
Pero la vida es más caótica que los preámbulos, y aquí se quedan sin oxígeno los lugares comunes de la política y las ciencias sociales. De la derecha, de la izquierda y del centro. Los bolivianos discuten hasta en las ferias, los bares y las calles la puesta en práctica de un proyecto político, cultural, económico, social, que se propone como superador del capitalismo y el socialismo: lo llaman “Vivir bien”, o “Buen vivir”.
Las cartografías indican que Bolivia está en el corazón sudamericano. Todo puede ser lógico, falso, absurdo, verdadero, pobre, fuerte, rico, frágil. Viejo y nuevo. Y todo al mismo tiempo. No son “categorías de análisis”. Son latidos.

Revolución vs. entorno

Tránsito loco, ferias infinitas, bocinazos y gritos desde las camionetas que funcionan como transporte público, avisando a qué barrio se dirigen.
La Paz es la calle. La ciudad sube, baja, tiene curvas, misterios, repliegues, cimas, abismos y sorpresas, como si se recorriese el cuerpo urbanizado de una mujer gigante. Se alza la vista y se ven los barrios sembrados en el seno de las montañas. Se la baja y se ve el ombligo de la ciudad. Siempre parece haber algo palpitando, algo gestándose. La plaza Pedro Murillo es uno de los posibles centros nerviosos de esta anatomía. Allí están el Parlamento, el Palacio de Gobierno. La plaza es lugar de tránsito de cholas con carpetas, funcionarios, indígenas y campesinos delegados por sus comunidades para hacer trámites, gestiones: lo que otros llaman lobby, aquí se llama “que se hagan las cosas”.
Las tres mujeres han conseguido asiento a la sombra. Las miradas pueden parecer herméticas al extranjero, hasta que se producen las presentaciones y fluye la conversación, la cordialidad y la riqueza del lenguaje.
Norma Apaza, primero dice: “Claro que han cambiado las cosas. Hace unos años no podíamos sentarnos aquí. Ahora se da a los indígenas una posibilidad de ingresar. Por eso nosotras estamos apoyando: usted sabe que El Alto es la ciudad revolucionaria para este proceso de cambio con el presidente Evo Morales”. Se trata del conglomerado obrero y popular que mira a La Paz desde arriba, literalmente. Norma pronuncia una palabra temible: “Pero”. Y completa: “Pero hay que ser sinceros. Este proyecto no impactó en El Alto”. Lleva un borsalino negro, el sombrero masculino llegado de Europa a principios del siglo XX y apropiado por las cholas. Saco blanco, pollera rosa, dos dientes de oro. Su amiga Cristina Angris Lao tiene borsalino habano, manto rosa de seda, pollera amarilla.
¿Cómo definirían la actual situación?
Norma: Hay muchas necesidades. De salud, de trabajo. Y no se hace lo suficiente.
¿Por qué?
Hay mucha gente corrupta a nivel nacional, embolsando el dinero. No se siente un cambio profundo para los indígenas, la clase morena. No nos dejan participar en entidades públicas. Con las señoras pensamos que no podemos quedarnos en que la gente que tiene dinero nos esté sobrepasando a nosotros. Ésa es la lucha. Pero no nos dejan hablar con el hermano Evo Morales.
¿Para decirle qué?
La gente de a pie sabemos las cosas. Estamos fiscalizando lo que ocurre. Queremos denunciar a los que hacen daño a este proceso. Pero hay mucha gente alrededor del hermano. El entorno. No lo estimamos al vicepresidente (Álvaro García Linera), pero vamos a apoyar hasta lo último al hermano Evo, por un cambio.

Cuando se enojan

Vilma Carize, también en la plaza, cuenta: “Hay conflictos, necesidades de agua potable, gas. ¿Y qué hacen? Negociados. Y no hablan. Imponen”. Cristina Angris Lao: “Algunos saben teorías, pero nosotras sabemos la práctica. Todas las hermanas y hermanos somos capaces. Pero nos marginan. El hermano Presidente no está muy consciente de eso”.
Todo lo dicen con una convicción que no es televisiva, ni para la platea, sino indígena. Es parte del nuevo tono de la última década, en la que los pueblos originarios incineraron siglos de desprecio (incluso autodesprecio), y se reciclaron como protagonistas de infinidad de alzamientos y puebladas, sumados a movimientos sociales, campesinos, sindicales y vecinales de diverso tipo. En Bolivia casi todas las personas forman parte de algún colectivo, junta, gremio, organización, movimiento. Así deliberan, participan y establecen una versión cada vez más directa de democracia, donde los representantes obedecen a los representados, y no al revés. Con ese tipo de herramientas, sumadas a un hartazgo histórico, celebraron las guerras como la del Agua (en Cochabamba, contra la privatización que incluía al agua de lluvia) y la del Gas (contra su exportación), bloquearon rutas, ocuparon ciudades, quemaron alcaldías, oficinas públicas, sedes de empresas privadas, enfrentaron y sobrevivieron a todas las represiones, voltearon dos gobiernos, y plasmaron una nueva agenda que terminó por hacer estallar el viejo sistema republicano y representativo (donde no había ni “cosa pública” ni representatividad).
Con esa rabia respondieron a siglos de violencia y racismo. Pero más allá de cada reclamo, lo que nació fue la percepción de las comunidades indígenas sobre su propia capacidad de acción y de influencia. Su poder.
En esas luchas aparecieron nombres como los del aymara Felipe Quispe, que organizó una guerrilla indígena, la Tupac Katari, junto al actual vicepresidente Álvaro García Linera (ambos resultaron huéspedes del servicio penitenciario durante cinco años). Otro fue Oscar Olivera, referente de la Coordinadora por el Agua y por la Vida de Cochabamba. La figura más famosa es el cocalero Evo Morales, actual presidente. Las relaciones entre los movimientos, y entre estas personas, es mutante: Quispe y Olivera han oscilado entre detestar y denunciar al actual gobierno, argumentando que no es lo que dice que ser.
Los movimientos sociales tampoco son un conjunto idéntico ni conectado, sino una diversidad bullente y muchas veces contradictoria. En mayor o menor medida, apoyan al gobierno de quien consideran un hermano (Evo), celebran los avances, pero sospechan que incluso los hermanos –centrifugados por una lógica estatal, electoral, de poder– a veces hacen cosas raras. Ejercen lo que en el autodenominado Occidente se menciona como “apoyo crítico” o, en términos hogareños, “evitar que nos metan los cuernos”.

“Entorno blancoide”

En caso ha sido el último congreso de la Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) de El Alto, organización territorial decisiva desde la que hizo bajar a La Paz las puebladas que cambiaron la historia de los últimos años y gestaron al actual gobierno. La FEJUVE reúne 600 juntas vecinales, representa a un millón de personas, y en su congreso de junio, 2.400 delegados desplazaron a los candidatos oficialistas del MAS (Movimiento al Socialismo), e instalaron por primera vez en la historia a una mujer (Fanny Nina) en la presidencia.
En las conclusiones de la Comisión Política la FEJUVE plantea (textualmente): “Pese de tener un presidente indígena como es Evo Morales, el Estado sigue siendo gobernado por la oligarquía criolla, pese que el MAS ha asumido el mando gracias al apoyo de los pueblos indígenas originarios y clases populares, sin embargo actualmente sigue manteniendo el sistema económico capitalista y el sistema político neoliberal, y no ha cambiado nada para el pueblo empobrecido que sigue siendo dominado políticamente, explotado económicamente por el sistema capitalista y marginado racial y culturalmente por la oligarquía criolla”.
Agrega: “El Estado sigue siendo un Estado neoliberal-colonial y no ha cambiado nada con relación a la estructura política y económica”.
Propone: “Luchar hasta sepultar el sistema capitalista neoliberal, que saquea las riquezas naturales, destrozando y contaminando el medio ambiente”.
Exige: al gobierno, “que no se entrometa en las organizaciones sociales de El Alto ni de Bolivia”. Al vicepresidente y a su “entorno blancoide”, un cambio de conducta, “de lo contrario exigiremos la inmediata renuncia a través de acciones de hecho”.
El texto apoya las demandas indígenas de autonomía, reclama “acabar con la propiedad privada de las grandes empresas extranjeras, latifundistas y terratenientes del país” y reivindica la libertad de expresión (que aquí se entiende como libertad de la sociedad, no de empresas autodenominadas periodísticas). Por último demanda “no satanizar a las luchas sociales como viene haciendo el actual gobierno del MAS”.
Fanny Nina está en una clínica de El Alto, donde la internaron tras la golpiza que le dieron algunos desconocidos. Reponiéndose, e impregnada de prudencia, dijo a mu: “No quiero acusar a nadie. A veces se infiltra gente mala. No queremos hacer las viejas prácticas de otros dirigentes que no defendieron El Alto. Queremos concretar proyectos. No hay servicios básicos, mucha gente no tiene agua potable. ¿Cómo hablar de Vivir Bien si unos tienen, y otros no? Tenemos proyectos grandes, de desarrollo, como industrializar el gas en El Alto, retomando la agenda de octubre de 2003. Transporte público, educación, salud. No somos funcionarios, ni siquiera tenemos un sueldo. Pero representamos a la sociedad. La sociedad es más importante que los gobiernos. Lo que no nos gustaría es tener que hacernos sentir para sacar las cosas por la fuerza”.
¿Y los golpes?
Soy la primera mujer presidenta del FEJUVE. Eso tal vez no gusta. Tendré que ser el doble de fuerte.
En la plaza Murillo vuelan las palomas. Norma lo sintetiza así: “No queremos que el hermano Evo se olvide de sus raíces. Se dan pasos, pero no son largos. Son cada vez más pequeños”.

Sumaj qamaña

Hay otro dato vital para comprender a Bolivia: quedó esfumada lo que genéricamente puede llamarse “la derecha”, al menos hasta nuevo aviso. Por lo tanto, todo el debate actual es dentro de este nuevo territorio social y estatal que se arma con dosis variables de indigenismo, izquierda, rebeldía, identidad, burocracia, revolución, inclusión, desobediencia, reformismo, feminismo, sueños y autoestima. Pero todas estas palabras, creencias o culturas pueden andar chocando entre sí. Uno de los problemas es: ¿en qué medida lo que llamamos “derecha” puede colarse en este nuevo universo? ¿Los cambios son maquillaje? ¿Aquí hay un emprolijamiento con rostro aymara de lo que la derecha ya no puede hacer? ¿Una transformación de fondo?
Las ferias son una fiesta de ropas, artesanías, electrónica, talismanes. De colores y regateos. Pero para conocer un país se recomienda desobedecer las guías turísticas y no mirar las cosas típicas, sino las atípicas.
Lucila Sullcata espera el almuerzo mientras envía un mensaje de texto en su celular plateado. A los 26 años, ataviada como chola, prepara la defensa de su tesis para el doctorado de Sociología. Cuenta: “Hay una idea que todos hablamos, el Vivir Bien. Sumaj qamaña. Pero el gobierno no permite el vivir bien. Uno ve negociados, pobreza. Si has sido un pegapapel del gobierno, un repartidor de volantes, te dan espacio. Actuar así es no tener conocimiento de causa”.
El Vivir Bien es un concepto en discusión. Parece lo que en otros parajes llaman “calidad de vida”, pero es mucho más. Es una propuesta política, económica y cultural que no se centra en el dinero o el consumo, sino en la convivencia con las personas y la naturaleza, una nueva democracia participativa. Ética sin excluidos, reducción de la brecha social, sin híper ricos, sin marginados. Es apenas un pantallazo de lo que se está gestando. El gran tema: ¿cómo se lo implementa?
Lucila: “Es un concepto aymara, todos tenemos que intervenir para lograrlo. Pero ahorita el gobierno se ha convertido en un espacio de mercado. Se negocian cargos. Weber dice en un escrito que muchas personas no viven para la política, sino que viven de la política. El poder les da dinero”. Lucila tiene un puesto de venta de correas para amarrar ganado en la feria de Huachaca. En La Paz, caminó 3 kilómetros en bajada y 3 en subida durante cinco años para estudiar Sociología. ¿Qué aspectos valora del gobierno? “Recursos como los hidrocarburos han sido recuperados. Hay bonos que son importantes, como el Dignidad (pensión para todos los mayores de 60 años, más de 700.000 personas, obtenida con los recursos de los hidrocarburos). Otros son marketing. Pero además hemos sido reconocidos mundialmente, con un indígena como nosotros. Antes pasábamos desapercibidos”.
Otra historia: “Felipe Quispe fue quien sembró la semilla para que el indigenismo crezca. Un día fui a verlo con unos amigos, que eran blanquitos. Abrió la puerta y se molestó al verlos. Le dije: si a nosotros nos han discriminado, nos han apocado, sabemos que al decir ‘tu cara es blanca’ estamos discriminando. Es el diente por diente y ojo por ojo. Me dijo: ‘tienen los celulares, nosotros no tenemos que ser así’. Pero yo pienso bien diferente. No podemos caer en retroceso. La tecnología te abre. Antes era sólo para los que tienen plata. El celular es un medio de comunicación. Pues bien, tengamos todos los medios de comunicación”. Los bolivianos hablan con orgullo del futuro satélite Tupac Katari (comprado a China), que habilitará las telecomunicaciones a todo el país desde 2013. Le fue muy bien a Lucila en la defensa de su tesis. Al día siguiente contó con voz suave y decidida: “Mi sueño es crecer más”.

El freno a los movimientos

Una señora queda desparramada en el piso atropellada por una moto. Sobrevive y se levanta. La Paz. Calles de doble mano, semáforos invisibles, autos a punto de colisionar que cada tanto lo logran. Todo parece caótico. Pero todo fluye. La novedad es que han puesto a jóvenes disfrazadas de cebras para amansar esos peligros callejeros. Son chicas de la calle que hicieron cursos de expresión corporal. Se plantan con mímicas delante de los autos para que los peatones crucen, les piden casi en broma a los conductores que respeten a sus congéneres, logran que la gente no se lastime o mate entre sí, generan un clima de alegría en la calle. Y además, el tránsito fluye mejor. Tal vez a la política boliviana le hagan falta algunas chicas de la calle.
Siku Mamani también es aymara, vende libros en un puestito del Museo Etnográfico y está enojado: “El gobierno es un freno a los movimientos fabricado por Occidente para hacernos creer que los indígenas llegamos al poder. No va a cambiar nada. Nosotros tenemos que seguir luchando por una cosmo convivencia que nos hermane con la naturaleza y con las personas”. Siku dirige la revista Chakana, que se propone como agencia de noticias de los pueblos indígenas, pero aclara velozmente: “No somos oenegé, ni partido político, ni religión. Todos esos viven de la pobreza. Son otro freno para el buen vivir”.
Abraham Delgado Mancilla vive en El Alto, ha estudiado Administración, Derecho, Historia y en forma autodidacta Sociología. Es un activista de su ciudad, conectado con los jóvenes indianistas y sociales.
¿Qué cambió en El Alto, con Evo?
La infraestructura no cambió. Por eso hay malestar. Evo representa una corriente indigenista del MAS. Otra corriente es la de García Linera, más teórica. Y hay otra, de oportunistas y paracaidistas. Del otro lado hay un empoderamiento de los movimientos sociales. Todos tienen la capacidad de asumir liderazgos. Ya no hay temor. Por ahora el gobierno es un puente: los cimientos para que en algunos años se siga construyendo otra cosa.
¿Qué cambió en las personas?
Las luchas de estos años fueron un proceso ideológico y político. Ahora sabes de dónde vienes, y a dónde quieres ir. Antes no pensabas como nadie. Ahora piensas como tú mismo. Nacen tus ideas, tu creatividad. Pero nada es fácil ni ilusorio: aquí sigue habiendo hambre, pobreza. La economía sigue concentrándose con un auge de élites locales. Y nuevas élites en el gobierno.
El florecimiento de barrios cerrados, 4 x 4, Mercedes polarizados y otras delicias, es el símbolo callejero de las nuevas situaciones. “No llega una redistribución de la riqueza. Hay un poder simbólico. La solución es una verdadera toma del poder. Que exista una economía comunitaria que no sea occidental –ni capitalista ni comunista–, que evite los daños ambientales, con un componente circular de distribución, sin pobres ni ricos”.
Abraham matiza: “No todo el gobierno es lo mismo. Hay compañeros que no cambiaron, y otros son paracaidistas. Dicen que El Alto se puede dar vuelta, como castigo para que el gobierno aprenda. No creo. Pero hay tiempo. Esto va para largo”.

Los levantamientos

En los últimos meses hubo levantamientos como el de Potosí, con bloqueos de ruta, huelgas de hambre, reclamos al gobierno por obras y promesas incumplidas. O en Caranavi, reclamando la instalación de una planta de cítricos prometida por Evo Morales. La represión provocó dos muertos. El gobierno respondió que los conflictos fueron atizados por la derecha desplazada. Nardi Suxo militó en la Asamblea por los Derechos Humanos de Bolivia y hoy es ministra de Transparencia y Lucha contra la Corrupción, y defensora cotidiana del oficialismo en estos casos. En su entrevista con mu dice: “No estoy de acuerdo con que haya malestar. El gobierno atendió todas las necesidades de Potosí. Hubo intereses particulares de cooperativistas mineros, de grupos opositores, que además no quisieron dialogar. En Caranavi hubo gente allegada a la embajada norteamericana. No han podido derrotarnos con golpes cívicos ni atentados. Decían sobre Evo: ‘Este indio no va a aguantar’, ‘les van a quitar la cooperación internacional’. Nada de eso sucedió”.
Pero las críticas no vienen de norteamericanos ni derechistas, sino del propio sector social que llevó a Evo a la presidencia.
Hay dirigentes de los movimientos sociales que ahora están en cargos del gobierno, y dejan las organizaciones sociales donde surgen nuevos liderazgos, que cuestionan todo. Tenemos que volver a tomar el liderazgo.
¿Y la represión?
Dicen que la policía mató a dos personas. Investigaremos. Pero también hay que ver las denuncias de una mujer que estaba en desacuerdo con el bloqueo, y le han cortado las trenzas.
No parece comparable: muertos por la policía y trenzas.
Vengo de los derechos humanos y la izquierda. No le tengo confianza a la policía. No vamos a permitir la impunidad. Pero hay que escuchar a los que denuncian del otro lado. Este proceso tiene cinco años y quieren que les resolvamos los problemas que no hemos sido capaces de reclamar antes. Claro, ahorita hay un gobierno –como decía una compañera ministra– tal vez con excesiva democracia: vienen todos a pedirnos lo que quieren.
Ése es el desafío, para eso los votaron. No hay que asustarse de tener problemas.
No me asusta. ¿Qué revolución no ha tenido problemas? Necesitamos la convicción necesaria para permanecer de pie y construir una Bolivia distinta.
¿Qué imagina después de Evo?
Evo.

La hora de la supramodernidad

Otro viaje, entre cebras y bocinazos, lleva hasta la oficina de una de las claves del poder actual: el ministerio de Obras Públicas y su titular, Walter Delgadillo. Fue obrero 14 años, luego dirigente de la Central Obrera Boliviana, antropólogo. Fiel a su época, adhirió a formas radicales de lucha social. La charla con mu comienza sin preámbulos.
Se nota malestar, insatisfacción, ¿cómo lo interpreta?
Éste es un proceso híbrido. Estamos discutiendo qué modelo va a funcionar. A consecuencia de la hibridez, hay sectores socialistas, otros hablan de capitalismo de Estado. Y otros de un socialismo comunitario. Es parte de la deconstrucción de un tiempo: desarmar los conceptos, y rearmarlos. Es el vigor de este momento, y su debilidad.
Delgadillo calcula que las dos terceras partes de la población forman el contenido social de lo que se está gestando. “Hay una acumulación del Presidente en el sector indígena y obrero, y siempre es más frágil en la clase media”.
¿Y cuál es el cambio?
El principal es el cultural. No podemos medir todavía el alcance de una impronta indígena marcando la época. Es un nuevo molde. La contradicción ahora es entre lo moderno, y lo supramoderno.
Delgadillo brinda una clave: “La variable tanto para lo político como para el desarrollo es el pluralismo. Con educación, salud, servicios, y alto protagonismo estatal. Nuestra arquitectura es sencilla: los sectores estratégicos como hidrocarburos, minería, recursos naturales, forestales, son el bloque de acumulación de excedentes, que derivan al sector de la producción, generación de empleo y bienestar. Transversalmente están los sectores de infraestructura y financiamiento. Ése es todo el paquete”. Traducción: ésa es la máquina que genera y bombea recursos. “Pero hay que cubrir la deuda social, y las expectativas democráticas y plurales son terriblemente más dinámicas que las posibilidades de satisfacerlas. Hay un desfasaje. Ése es el marco de la conflictividad que aparece”.
Delgadillo no se pone a la defensiva: “Nuestra tentación es pensar que los problemas son consecuencia del enemigo. Hay gente en el propio gobierno que lo cree. Yo creo que hay un imperio y una derecha, pero no quiero caer en el error del ciego que tropieza, y le echa la culpa al empedrado. Nuestros enemigos no duermen, obvio. Es un dato. Pero yo prefiero reflexionar sobre nuestras debilidades, nuestras incapacidades de gestión y de incorporar a la sociedad al proceso”.
Una ministra nos habló de exceso de democracia. ¿A usted qué le parece?
(Delgadillo piensa largo). Me considero un demócrata radical. La Constitución es muy clara: democracia representativa, directa, comunitaria. La marca es la pluralidad. Hay un camino autoritario para actuar. La otra posibilidad es buscar un horizonte, articulando las diferencias en un espacio democrático. Usted lo puede imponer, pero lo que no construya en democracia se lo cobrarán a la corta o a la larga. Se lo cobrarán. Usted puede transformar económicamente un país. Empezamos con el 12% de participación estatal en la economía, ya estamos en el 30%. Pero lo difícil es la otra transformación. La de la cabeza. Antes lo llamábamos ideología. Para mí la palabra cultura es más completa. Subjetividad. La manera de construir nuevos significados, símbolos. De otro modo usted hará lo que quiera en el gobierno, pero no cambiará la cabeza. Y para hacerlo necesita espacios democráticos. No se trata de venir con un machete, cortar, empezar de nuevo. No. Por eso creo que es un proceso progresivo.
¿Qué significa esa idea de supramodernidad?
Para mí es una respuesta superior a la moderna. En el capitalismo el centro es el capital. En el socialismo, el trabajo. En este nuevo tiempo que nos proponen los indígenas, el centro es la naturaleza. Por ahora a esta propuesta superadora se la llama Vivir Bien.
¿Y cómo juega en ese planteo el Estado, artefacto que suele ser burocrático y verticalista?
Es la pregunta. ¿Cómo lograr el acceso de multitudes al ejercicio de la gestión? Menudo problemita. ¿Cómo incorporar a la gente al aparato estatal, que se apoderen de él, sin dejarlo inerme, ineficiente?
O sin que se instale una relación clientelar y prebendaria.
Exacto. Estamos preparando un programa que llamamos de Formación Dual, justamente para facilitar la intervención de la sociedad. Porque si el bloque social que ha hecho las transformaciones no copa el poder, todo se va a torcer, y no van a alcanzar las cosas sólo con un liderazgo, por positivo que sea. Hay que construir calidad estatal desde la gestión.
¿Qué está afectando ese proceso?
A veces, al incorporar compañeros campesinos, indígenas, se nos ha trancado el aparato estatal. Hay que darle contenido incluso de clase, pero con los ritmos de inversión, de eficiencia y eficacia, para mostrar que somos capaces de hacer una gestión superior a las anteriores. Tenemos que ser más honestos, más democráticos, y más eficientes. Todo junto. Ganar más plata con menos costos y toda la participación. En ese debate estamos.
La crítica es que frente a la ausencia de una derecha convencional, los gobiernos progresistas terminan haciendo un neoliberalismo con rostro popular.
(Delgadillo ríe). Nosotros como mínimo haremos un capitalismo de Estado. O sea, un Estado intervencionista, planificador, muchas veces verticalista. Pero esto no es neoliberal. Estamos en la construcción de una nueva cultura. Y sin participación todo se va a trancar.
Planteo diferente a la izquierda clásica.
Mire usted. Esa izquierda creía que cambiando la infraestructura, cambiaban el país y la sociedad. Según mi mirada, lo que ocurrió en la Unión Soviética, en China, incluso en Cuba tiene la deficiencia de la falta de libertad. El centro de operaciones es la cultura, lo subjetivo, que debe ir rehaciéndose democráticamente, con un trabajo de educación, de apertura. Si seguimos hablando de imperio pero no deconstruimos la vieja subjetividad, los modos de pensar y sentir, siempre habrá posibilidades de retorno a lo anterior.
Otra crítica: el gobierno frena el proceso de cambio.
Si hablamos de lo real, no hay frenos. Desde una ilusión, puede ser, pero éstos no son tiempos de consignas. Yo digo: quiero una sociedad feliz. ¿Cómo lo logro?

El mensaje

El ministro no omite los datos: se acabó el analfabetismo, el PBI creció de 900 a 1.700 dólares per cápita. El ritmo anual de crecimiento va del 5 al 6 por ciento. Reservas de 9.000 millones de dólares, como nunca hubo. Se duplicó el ritmo de construcción de rutas. De 2.000 viviendas anuales se pasó a 17.000. El futuro satélite para comunicar al país. Bajó la pobreza extrema en 8 puntos. Pero ya se sabe: las sinfonías macroeconómicas no siempre tienen que ver con los murmullos de la realidad. “Lo que le criticaría a este proceso es que no ha tenido suficiente capacidad para definir el horizonte. Eso es bueno y malo. Si tuviéramos todo resuelto sería ideal. Pero irreal. Tenemos esa idea del Vivir Bien. Pero es todo muy nuevo. Si no tengo definido el horizonte, hay que caminar. Y para eso tenemos que conspirar el futuro con la sociedad”.
¿Y después de Evo?
Evo. Por ahora, hasta 2015, pero tiene músculo como para ir hasta 2020. Nunca hubo un proyecto nacional, siempre hubo discontinuidad. Creo que ésta es una etapa de aprendizaje mutuo, que necesita tiempo para que cambie la subjetividad, y que cambie el país”.
Caudillismo, democracia, naturaleza, lo social, lo partidista, la autoestima, la cultura, la gestión. Los modos de pensar, hacer y conspirar. El significado de vivir bien.
Todos los debates están ahí. En La Paz el horizonte no es lineal, está hecho de picos y de vértigos.
Dicen que al oscurecer, esto que estoy viendo como hipnotizado, no es la belleza de una ciudad iluminada sobre las montañas, sino estrellas que aterrizaron para compartir la noche.
Busco en la computadora “herramientas” y “contar palabras”. Hay más de 5.000 en lo escrito hasta aquí. En Bolivia más que contabilizar, el sueño es vivir bien, y compartir herramientas: las palabras, los días y las noches. Por eso la pregunta no es un final de la historia, sino apenas su comienzo: ¿qué nos está diciendo Bolivia?

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Actualidad

Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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CABA

Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

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¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?

Por María del Carmen Varela

Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?

La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.

Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.

¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.

Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.

En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.

Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.

NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA

Miércoles 30 de julio, 21 hs

Próximas funciones: los viernes de octubre

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