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Suma Qamaña

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El nuevo paradigma: Vivir bien. La cultura indígena representa en estas dos palabras todo un ideario de organización social y política. Bolivia y Ecuador ya lo tomaron como cuestión de Estado.

La idea parece de una sencillez asombrosa: Vivir bien, o Buen vivir. Pero al ser planteada como objetivo de acción política, económica, social y cultural, está interpelando en dos palabras al capitalismo, como modelo de presente y fin de la historia, y al socialismo científico, como teoría revolucionaria supuestamente insuperable.
En Bolivia y en aymara es Suma Qamaña (vivir bien); en Ecuador y en quechua es Sumak Kawsay (buen vivir). En ambos casos el concepto propone comprender el mundo, la convivencia y el futuro desde una perspectiva que, como ciertos vientos, viene de atrás e impulsa hacia adelante. Aparece acompañando los últimos años de puebladas y rebeliones que marcaron el fin de siglos de autodesprecio indígena, y permitieron a esos pueblos reencontrarse no sólo con su historia o sus palabras, sino con la posibilidad de convertirse en poder. El Vivir bien, o Buen vivir, ha sido incluido en las respectivas constituciones de Bolivia y Ecuador, y forma parte de lo más novedoso del debate político actual. Para el ensayista italiano Gianni Miná, por ejemplo, con estas ideas “las poblaciones indígenas pueden salvar al mundo”.
La ética de lo suficiene
Vivir bien no tiene que ver con “calidad de vida”, al uso occidental. Tampoco significa “vivir mejor” escribió el brasileño Leonardo Boff, uno de los inspiradores de la Teología de la Liberación: “El ‘vivir mejor’ supone una ética del progreso ilimitado y nos incita a una competición con los otros para crear más y más condiciones para ‘vivir mejor’. Sin embargo, para que lo logren, millones y millones tienen y han tenido que vivir mal. Es la contradicción capitalista. Por el contario el ‘buen vivir’ apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad y no solamente para el individuo”. Lo que los occidentales llaman “inclusión”, en el Vivir bien queda sobreentendido, porque abarca a todos los integrantes de la comunidad. Como no existe la exclusión, no hace falta pensar en inclusión. Hace falta pensar en vivir bien.
En La Paz, la definición se cuela en cualquier charla. “Si no hay trabajo, si no hay posibilidades, eso no es el Vivir bien” dice Lucila, joven chola que simboliza cómo esa idea que debaten ahora politólogos, sociólogos y hasta teólogos, tiene una ventaja democrática: todos pueden comprender y calibrar su significado en términos prácticos. Y al plantearlo como objetivo, se pueden pensar también los modos de implementarlo.
Una red de algunas ideas alrededor del Vivir bien puede incluir:
 
En lugar de la centralidad del capital o del trabajo, aparece la centralidad de la naturaleza (en realidad, una especie de hermandad, contrapuesta al proyecto moderno de dominio sobre ella) que permita una relación no suicida ni depredadora con los recursos naturales y el ambiente. Incluye nociones como la de biodiversidad.
Recuperación de la idea de lo común, lo público no como cuestión de “lo estatal”, sino de lo que pertenece a la sociedad (que empalma con la nacionalización de recursos como los hidrocarburos, por ejemplo).
Formas de relaciones, democracia y organización entre las personas más comunitarias, horizontales y participativas, que rompen la delegación “representativa” en manos de políticos o funcionarios (que terminan haciendo lo que quieren, muchas veces a espaldas de sus “representados”). La intención es consolidar un tipo de sociedad de democracia no puramente electoral, sino más cotidiana e involucrada en el control al Estado, y la gestión de lo público.
En la Constitución ecuatoriana un capítulo completo se refiere a los “derechos del buen vivir”, que incluyen el agua, la alimentación, el ambiente sano (“se declara de interés público la preservación del ambiente, la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad y la integridad del patrimonio genético del país, la prevención del daño ambiental y la recuperación de los espacios naturales degradados”). Y forma parte del buen vivir la comunicación, definida como “libre, intercultural, incluyente, diversa y participativa”, sumando la siguiente intención: “La creación de medios de comunicación social, y al acceso en igualdad de condiciones al uso de las frecuencias del espectro radioeléctrico para la gestión de estaciones de radio y televisión públicas, privadas y comunitarias, y a bandas libres para la explotación de redes inalámbricas”.
En la Constitución boliviana el vivir bien aparece, lisa y llanamente, como objetivo de Estado.
Otra democracia
El canciller boliviano David Choquehuanca planteó otra diferencia: “Para el socialismo lo más importante es el hombre. Para nosotros lo más importante no es el hombre y menos la plata. Lo importante es la vida”. El concepto rebotó en Europa. El economista Giuseppe De Marzo, portavoz de la organización A Sud, escribió Buen Vivir. Para una democracia de la Tierra: “Necesitamos un cambio de época para desatar la trama que enreda el razonamiento político inmóvil, estéril e inerme de nuestros tiempos”, escribe, y fundamenta que a partir del Vivir bien están gestándose nuevas subjetividades, nuevos modos de pensar, sentir y hacer que incluyen la educación popular, el autogobierno, la horizontalidad, la justicia social, el mutualismo, la creatividad y la descolonización del poder, como parte de lo que define como “ecologismo de los pobres”.
De Marzo sugiere que la relación enferma con la naturaleza termina afectando a toda la humanidad, por lo que vivimos hablando de una crisis que incluye “una espiral de exclusión y racismo destinada a aumentar los conflictos sociales y la destrucción de las condiciones de reproducción de la vida, exacerbando las luchas por la supervivencia”. El libro plantea la insustentabilidad del capitalismo, la noción de que sin ecología no hay economía, y que existe una nueva categoría de derechos (a la alimentación, a la vivienda, a un espacio bio-reproductivo, entre tantos otros) que forman parte de un nuevo paradigma de civilización, sintetizado en el Vivir bien. ¿Se trata de una ultramodernidad? ¿Una supamodenidad que va más allá de lo moderno? En Bolivia y Ecuador simplemente es la forma de pensar el mundo y la política. Los alcances del Vivir Bien como programa de acción son, en todo caso, un potencial a seguir construyendo.

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