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Josefina, la grande

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Jubilada de su cátedra en Yale, se dedicó a registrar en un diario sus impresiones de un año que le anunció el estallido provocado por el capitalismo global. Se propuso entonces pensar su continente desde una perspectiva propia, que deslumbra.

Josefina, la grandeSer inteligente es ser feliz, me recordaba siempre una tía, y la alegría que es capaz de encender Josefina Ludmer evoca esa frase. Con zapatillas deportivas, jean, una remera gris de algodón y un saquito verde tibio de lino, entallado, llega al café, frente al Botánico y se sorprende porque no encuentra a una, sino a tres personas dispuestas a la charla.
Arriba de la mesa, como la rosa que sirve de señal en una cita a ciegas, está su último libro subrayado, marcado con signos de admiración y pintado con resaltador flúo. Torpes intentos de atrapar lo que por esas páginas fluye tal como ella, ahora mismo, cuando se levanta de la mesa y busca un rincón más tranquilo para conversar durante casi dos horas, con las manos cruzadas en el regazo y ese gesto tan Giuletta Masina –pícaro, tierno, coqueto– y esas frases que insinúan un abismo ante el cual ella siempre se detiene, prudente, como para no agobiar o no precipitar a quien la escucha.
Responde y pregunta.
Habla y escucha.
No demuestra apuro ni fatiga, como si tuviera todo el interés y todo el tiempo para entregar al trío de papafritas que se pretende interlocutor porque hizo los deberes. Así, con delicada paciencia, teje los hilos del encuentro hasta diluir las distancias
La que se va caminando, finalmente, con pasitos breves y rápidos, tiene la estatura de un duende, pero es una mujer enorme que acaba de poner en acto su verdadera tarea: hacer pensar.
¿Hace falta justificar nuestra euforia cholula?
Hace falta.
Un continente propio
Josefina Ludmer es la madre de una generación de escritores, profesores y lectores apasionados. Los crió en las aulas de la Universidad de Buenos Aires e incluso en el living de su casa, cuando la dictadura condenó a la clandestinidad al violento oficio de pensar: fue una de las profesoras de la Universidad de las Catacumbas, nombre con que se bautizó a esas reuniones de estudio alrededor de los libros prohibidos. Fue también la pareja de tres grandes escritores –Ramón Alcalde, Osvaldo Lamborghini y Ricardo Piglia– a los que logró acompañar intelectualmente brillando con su propia luz. Profesora en Princeton, Harvard, Berkeley y Yale es ahora responsable de abrir cabezas en los seminarios de doctorado de Ciencias Sociales de la UBA.
Su última hazaña ha sido actualizar este pasado convirtiéndolo en algo más útil que el bronce. Lo transformó en un par de ojos desde cuales mira a América Latina. Lo maravilloso es que esa mirada tiene la edad de la rebeldía. Es pícara, atrevida, desacralizadora. Lo maravilloso, también, es que es profundamente femenina y política.
Y libre.
Forma y contenido transmiten una delicada labor que ella disimula entregando su pensamiento en tragos cortos porque su enemigo, dirá, es el aburrimiento (“El aburrimiento se presenta como la forma negativa del deseo”, apunta Ludmer). Lo dirá divertida, como si fuera una frivolidad, pero es el tono con el que siempre enseña lo más difícil: escribir es el arte de crear lectura.
Ludmer cría, entonces, lectores de cosas difíciles, como las que describe en este libro en el que trata de resolver un enigma: cómo pensar América Latina a partir de sus propios paradigmas.
Para lograrlo, inventó su propio continente. Trazó dos océanos conceptuales: tiempo y espacio. Para el primero, eligió la forma de un diario que registra sus percepciones de un momento clave: año 2000, fin de siglo. No se trata de un registro de anécdotas, sino de un macramé tejido a partir de todo lo que relaciona con la aceleración del movimiento. Ludmer lee en esa clave los diarios, la televisión, las charlas con sus amigos (es delicioso el pasaje de su recorrida por el centro porteño con Héctor Libertella), las obras de teatro y las novelas. Lo que detecta así es el preciso momento en el que está por estallar el capitalismo global. Aquello que detona es nada menos que el Estado-nación. La dinamita es la aceleración que impregna el mercado a todos los aparatos a los que obliga a sincronizar con él. La máquina de sentidos –culturales, políticos, sociales– se desquicia. Los relojes ya no sintonizan otra cosa que no sea el pasado (“El presente es memoria –apunta Ludmer–. La memoria no es lo que hay que recordar del pasado sino un modo de hacer el presente”.) y el futuro no está ni vivo ni muerto: desapareció.
Lejos de percibirlo como un réquiem, Ludmer nos lo muestra como una oportunidad. Todo problema tiene más de una solución, parece decirnos livianamente para dejarnos con el peso de un desafío implícito: no se trata de elegir la mejor opción, sino de la tarea de crearla.
 
En el segundo tramo nos propone navegar por el espacio:
 
“Pensar territorialmente hoy es ver algunos conflictos centrales en América Latina. Ver las líneas y los mapas que trazan el capitalismo, el tráfico, las mafias y las políticas de la muerte”.
 
Dirá también:
 
“Desde el punto de vista político ‘territorio’ sería un recorte en el espacio en el que se despliega una soberanía. En cada territorio hay un poder soberano-legislador que no permite un poder alternativo y que usa la violencia cuando se ve amenazado. Zona o región serían categorías que no comportan la noción de soberanía. Los Estados Unidos usan estas distinciones para intervenir en América Latina: declaran la Región Andina como zona antinarcóticos y con eso legitiman su intervención imperial”.
 
Cada palabra se convierte así en un botón que abre puertas a realidades invisibilizadas por la gramática del poder. Palabras que no sólo son instrumentos de dominación, sino de aislación.
Efecto Lost: estamos atrapados en islas urbanas cuyas rejas están construidas por las formas que impone el mercado para narrar la realidad.
El territorio que nos descubre Ludmer es ése: el del lenguaje.
Las palabras del poder encierran.
Nuestra tarea, entonces, es hoy y nada menos, que crear la sintaxis de la revolución.
El pasado continuo
La primera sensación que deja la lectura de tu libro es la de ser un acto de total libertad.
Es lo que sentí todo el tiempo. Porque yo me jubilé. Estuve trabajando los últimos años en Estados Unidos y allá te podés jubilar después de 15 años de servicio. Pensé “por fin tengo libertad”. Me había ido porque mi hijo estaba estudiando cine y necesitaba ayuda para pagarse los estudios. Después, él se volvió y yo me quedé hasta completar el tiempo que me faltaba para retirarme con un pequeño ingreso que me otorga ahora la libertad para hacer lo que quiera.
¿Qué años trabajaste afuera?
Me fui en el 91 y trabajé hasta 2005.
Es decir que estuviste a salvo del menemismo.
Lo vi desde allá y en muy buena situación para percibir cómo cambiaba todo.
¿En qué lo notaste?
En que la gente estaba apurada. En cómo comenzaban a explotarlas de un modo brutal. En la aceleración, el agobio y en la transformación de la ciudad. Como señala Libertella en el pasaje que cito en el libro: donde había una librería ahora hay un locutorio.
En el libro señalás dos momentos traumáticos de nuestra historia que construyeron un apagón cultural: la dictadura militar de los 70 y la dictadura de mercado de los 90.
Seguramente habrá otros más, pero son los que yo viví. Durante la dictadura militar la consigna que teníamos los que dábamos clase era tratar de formar gente para el futuro. Sabíamos que en algún momento iba a terminar y la preocupación nuestra era la de formar gente, porque para el momento en que pudiéramos volver a ocupar lugares y cargos, teníamos que estar preparados.
Era un momento, entonces, en el que había espacio para pensar el futuro. En el libro, en cambio, planteás que hoy lo que domina el hacer es el pasado.
En los 60 y 70 había futuro. Ahora no hay esa mirada, no hay ilusión de futuro. El futuro aparece como presente perpetuo. Lo que se ve bien es eso: un presente que se construye con distintos pasados. El pasado en Argentina pesa demasiado.
Construye poder político, por ejemplo…
Construye poder politico y construye cualquier reflexión. Ahora estoy trabajando en una pequeña charla que voy a dar en Mar de Plata que se llama Lo que viene después donde hablo de esto. Para mí vivimos en una era post, donde lo fundamental es lo anterior. En la literatura se ve mucho eso. Toda la escritura, la imaginación, vuelve a los 70.
¿Cuál es el problema político que este regreso representa?
El problema es que el sujeto que construye la narración del pasado es la familia. Porque la familia es el sujeto de la memoria. ¿Cómo construir política con un sujeto así? Creo que hay que construir otros lazos, otras subjetividades colectivas. Nuestras vidas van a cambiar si buscamos otros sujetos políticos. Eso no implica olvidar el pasado, por supuesto, sino comenzar a pensar el futuro con otros.
¿Por qué la familia no es un sujeto político que permite pensar el futuro?
La familia es el grado cero de la sociedad. Te tapa la sociedad. Entonces, para pensar lo social tenemos que empezar a crear otros lazos que no sean los familiares, comunidades de otro tipo, más fraternales.
Sin afuera
En relación a lo post, definís que la cultura está atrevesando un período al que llamás “post-autónomo”. ¿Cómo podrías explicar de la manera más fácil posible lo que esto representa?
La idea es que la literatura y el arte hacen un gesto de no literatura y no arte… pero en una ambivalencia. Y ese gesto está apoyado desde el punto de vista materialista por esa fusión de lo económico y lo cultural. La pérdida de autonomía es eso. En la literatura lo ves claro: es lo que da ganancia. Entonces todo está sometido a ese capitalismo actual que no te deja ningún afuera, ningún lugar donde sustraerte. En los 60 había lugares donde podíamos ir: el Bolsón o Calfornia. Ser hippies. Todavía había una ventanita para sustraerse del sistema. Ya no. En la literatura actual se ven cosas que no sucedían antes. Por ejemplo, que los premios sean meras estrategias de marketing. O que los aparatos de distribución de los libros sean los que determinan su puesta en valor. La globalización en es eso: dejarte sin afueras. Es vivir en una sociedad totalmente condicionada. Creo que la post-autonomía se podría definir por esa pérdida de las esferas independientes, en como el arte o la política empiezan a no poder definir sus propios límites sino en función del mercado. Y en países como el nuestro si no es el Estado el que sostiene el arte o la ciencia, se hace muy difícil encontrar espacios de independencia.
¿El kichnerismo representa un intento de reconstrucción del aparato del Estado?
Sí. Lo veo en proceso. El festejo del Bicentenario fue, por ejemplo, una apelación a esa reconstrucción. Como idea y como ausencia de discurso. Como una apelación a una política afectiva y de imágenes. Me llamó la atención que no hubiera análisis de lo que representaba recurrir a lo performático, lo cual implica un mudismo discursivo.
Fue como la contracara del 19 y 20 de diciembre…
El pueblo que sale a decir que se vayan todos, de pronto se reúne para aplaudir, ¿eso decís vos?
Es una hipótesis: salir a la calle todos juntos, pero a celebrar la institucionalidad.
Sí, puede ser, es una hipótesis. ¿Y tenés alguna sobre la ausencia del discurso?
Con palabras, ¿qué posibilidades hay hoy de defender la institución?
…con imágenes y afecto es más fácil. Es lo que yo llamo las políticas de afectos, que aparecen cuando desaparecen el discurso y las ideas. Pero no es algo que suceda sólo en Argentina: es mundial. El discurso de las ideas, de los valores universales –libertad, igualdad, fraternidad– caduca o se borra y aparecen en su lugar políticas de creencias y sentimientos.
Tu libro tiene afectos amorosos, representados por esos encuentros con amigos…
En realidad, yo les pedía textos. Muchos me los dieron, otros no y otros me los dieron y no me gustaron y no los incluí, lo cual me creó algunos problemas. La idea era romper el discurso de una sola persona, introducir otras voces y en vez de tanta bibliografía, poner la gente con la cual uno convive y habla. Es la manera que encontré de reflejar que el yo nunca está solo.
¿El mercado es el que construye la figura del autor como un yo solitario?
…que está en un faro. Para mí uno de los elementos que cambia el sistema de producción cultural actual es justamente ése: la imagen del autor. El autor se transforma en un personaje mediático: existe a través de los medios.
¿Y qué es según tu visión?
Un trabajador de la palabra.
¿Y un intelectual?
Creo que es una categoría elitista. No me convence, y menos los intelectuales que apoyan gobiernos.
Carta Abierta…
Claro, cuando alguien apoya algo como intelectual, a mí me entra la sospecha de elitismo. Porque el intelectual se definía como al pensante frente al obrero, que era el que trabajaba con las manos, pero esa diferencia es algo que la tecnología borró.
Comprar lengua
Ludmer cuenta que este libro nació del vacío que le produjo no tener nada que hacer. “Ese año tuve un sabático, vine y como no tenía nada que hacer con mi vida y tenía ocho meses por delante de mantenida, me dije: ¿qué hago acá?, y empecé a llevar un diario, de las salidas, de los encuentros con gente, de lecturas y de lo que iba pasando políticamente. Ese diario terminó teniendo 500 páginas cuando me fui. Me dije: ¿qué hago con esto? Y lo empecé a trabajar como si fuera un texto ajeno. Me costó mucho, de las 500 páginas lo reduje brutalmente a 100”.
 
Finalmente, a la pregunta “¿qué es lo común de Amércia Latina?”, ¿qué respondiste?
La lengua y la historia, eso es lo común. La lucha por las hegemonías y las construcciones del Estado es nuestra historia. Eso es lo que me parece que nos une.
¿Por qué la lengua?
La lengua hoy en día es un recurso económico. Lo que se hace es comprar y vender lengua, todo el día. Se ve en los call centers, que es un trabajo espantoso, pero que emplea a chicos universitarios a los que les ponen una computadora y tienen que atender llamadas. Venden habla.
¿La política también vende habla?
También: vende y compra lengua. En Estados Unidos se ve claramente. Yo estuve trabajando en un departamento donde se veía que el negocio era enseñar español a los estudiantes: lo planificaban y administraban como un mercado. Eso me permitió entender el valor económico que tenía la lengua.
Pero para poder verlo hay que saber mirar. ¿Cómo construiste esa mirada?
Aprender a mirar es venir de afuera. Yo, que soy de un pueblo, fui llegando siempre como una extranjera a cada lugar. Y eso te enseña a mirar. Creo que eso es lo principal: no sentirse nunca adentro, ser extranjero en todo, en la política incluso. Constantemente pienso el funcionamiento de la política latinoamericana como si estuviera afuera, como si no formara parte. Creo que hay que estar siempre abierto y no rechazar ningún estímulo. Para este libro, por ejemplo, me sirvió ver Lost, una serie que se basa totalmente en la teoría de la isla.
¿Qué representa la isla?
Un límite: te tienen adentro, no podés salir. Entendí que así vivimos: en una isla urbana, atrapados en un departamento, aislados dentro de la ciudad. También que en la isla hay un afuera, pero en el mundo globalizado no. La isla, entonces, es la sustracción de ese mundo saturado.
¿Qué hay en tu isla?
Hay yo. Están mis cosas, mi silencio, mi reflexión, mi escritura. Mi libertad.

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El teatro sale a la calle por la derogación del decreto 345

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A 44 años del atentado al Teatro Picadero en plena dictadura, distintas salas, artistas, productores y gestores organizan un encuentro para conectar pasado y presente. De Teatro Abierto al Festival ENTRÁ, la organización contra el desmantelamiento del sector, representado en el decreto 345, para defender la cultura, la identidad y crear lo que viene.

Por María del Carmen Varela

El 6 de agosto de 1981, a pocos días de haberse iniciado el ciclo Teatro Abierto, el Teatro Picadero sufrió un atentado que lo dejó en ruinas. Por eso, 44 años después, bajo otro ataque sistemático a la cultura, la comunidad teatral sale a la calle para recordar y exigir.

La propuesta reza:

El Teatro está Abierto: ENTRÁ.

La historia no se repite igual, pero rima.

El miércoles próximo, de 17.30 a 19.30, en la puerta del Teatro Picadero, Pasaje Santos Discépolo 1857, CABA, trabajadorxs de las artes escénicas se reunirán para celebrar que el teatro sigue abierto y para defender al Instituto Nacional del Teatro que por el decreto 345 está siendo desmantelado.

La gacetilla anuncia la participación de Lorena Vega, Valeria Lois, Elisa Carricajo, Laura Paredes, Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y Mariano Sayavedra leyendo framentos de “Decir sí” de Griselda Gambaro, “El Acompañamiento” de Carlos Gorostiza, “Parlamento” del grupo Piel de lava y “Civilización” de Mariano Saba. Un diálogo entre obras que fueron parte de aquel ciclo y obras contemporáneas que hablan de nuestro presente. También habrá un cierre musical a cargo de Talleres Batuka.

Sigue la gacetilla: «Les invitamos a este evento que es, a su vez, un acto de conmemoración y un encuentro de resistencia. Como Teatro Abierto en los 80, hoy desde ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) seguimos encontrándonos para defender nuestra identidad cultural, nuestro teatro».

El texto poético que acompaña el mitín:

Ayer fue dictadura, hoy es democracia simulada

Ayer fue incendio, hoy es apagón

Ayer fue teatro como refugio, hoy es como grito

Ayer fue unión de artistas, hoy es red federal viva

Ayer y hoy: el teatro vuelve a responder como acto político y vital

En defensa de la cultura, exigimos la derogación del decreto 345.

Entrá porque es urgente

Entrá porque es ahora.

El emblemático ciclo Teatro Abierto arrancó el 28 de julio de 1981 en en el Teatro Picadero. Su organización fue un acto de resistencia en un contexto de dictadura que censuraba a dramaturgxs, directorxs teatrales, actores y actrices de la escena nacional. Un grupo de dramaturgxs comenzó a reunirse en la sede de Argentores para poner al teatro en acción: Así nació Teatro Abierto. Con una programación de 21 obras breves, se proyectó la realización de 3 funciones por día durante 3 meses. Con dramaturgxs como Carlos Gorostiza, Carlos Somigliana, Roberto Cossa, Pacho O´Donell, Griselda Gambaro y Aída Bortnik, entre otrxs, el ciclo se convirtió en un verdadero fenómeno artístico apenas iniciado. El público respondió a la convocatoria y se agotó la venta de abonos casi de inmediato. Una semana después, el 6 de agosto, se produjo el atentado que destruyó al Picadero. Al día siguiente se produjo una concurrida asamblea en el Teatro Lasalle y decidieron continuar. Varias salas teatrales ofrecieron sus instalaciones y finalmente el Tabarís, clásico espacio de la revista porteña, fue el elegido para reanudar el ciclo. Una semana más tarde, volvió Teatro Abierto con un apoyo multitudinario por parte del público que llenó la sala hasta la última función.

Contacto: +54 9 11 6914-3033 (Ana)

[email protected]

Instagram: @festivalentra

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Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

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Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.

Por Francisco Pandolfi

Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra). 

La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.

La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.

Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra. 

Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran: 

• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.

• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.

• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.

• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.

• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.

• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.

Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:

• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.

• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.

• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.

La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.

Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.

¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?

Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.

¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?

Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.

¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?

Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.

La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.

Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.

Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.

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Actualidad

Marcha de jubilados: balas y bolitas

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Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales. 

Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.

Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.

Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.  

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.

Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.

Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla. 

  • “Vacas gordas, jubilados flacos”.
Marcha de jubilados: balas y bolitas

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.

Números y un café

Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca  mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.

Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.

De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.

Abus en la calle 

Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.

En la marcha hubo muchos carteles al respecto: 

  • No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
  • Ni veto ni represión: fuera el FMI
  • No al veto a las leyes en jubilaciones
  • No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei). 

Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.

Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.

Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Jubilado hablándole a la pared.

Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”. 

Vallas a donde vayas

El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.

Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.

Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.

La violencia y las bolitas

Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando. 

Marcha de jubilados: balas y bolitas

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar). 

La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

Marcha de jubilados: balas y bolitas

¿Qué escudan los escudos?

Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”. 

Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.

Sin embargo, la gente no se fue.

La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió. 

“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.

Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.

De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.

Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:

–Juguemos a las bolitas.

Todos se rieron, por el absurdo de la situación. 

De nuevo, frente al horror, la creatividad social. 

Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

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