Mu60
Otra fiesta inolvidable
Crónicas del más acá.
La primavera es encantadora. Brotan las plantitas, brotan los alérgicos, brotan los psicóticos, brotan los citadinos que se quejan del viento, de la lluvia, del calor, del cambio del tiempo, del fresco, del sol, de que está nublado… Y me broto yo cada vez que me pongo un traje.
Así disfrazado, partí al cumpleaños de 15 de una niña. Salón de fiestas medio pelo, medio medio. Quilmes, en la ribera profana del Plata. Mi carácter de extranjero (solo una amistad lejana con la mamá de la quinceañera) me confinó a una mesa con venerables ancianos, que además no se conocían entre sí.
Adrenalina pura.
Geografía clásica: luces abundantes –al comienzo– e inquietas, mesas dispuestas a lo largo de una extensa entrada, con flores de plástico primorosas y una pista de baile con la ochentosa bola luminosa en el medio.
Fauna compuesta por mozos recién bañados, familias apretadas en trajes y vestidos de épocas de menor kilaje, niños envueltos para regalo y veteranaje que ratificaba que alguna vez “fui joven y bello”. Los compañeros de la quinceañera rejuntados en un rincón, algunos con corbatas que devendrían vinchas, otras con escotes que insinuaban lo que no tenían, riendo a los gritos y conspirando en voz baja.
Desfile de bandejas con pretensiones de Las Vegas y todo el mundo a morfar.
(Brote I: ¿Qué pasará si perdemos la celebración de estar juntos? ¿Qué pasará si estar juntos no convoque a una celebración? Nunca comer fue solo alimentarse. Es una marca de humanidad ¿Qué queda de esa marca?)
Empecé a buscar biotipos anímicos que me dieran letra: un tío gordo gritón, y guarango o una tía pulposa, escotada y ligera de cascos.
Nada.
Charlas moderadas, sonrisas económicas y rencuentros de dudosa alegría. Gente en estado de masticación sobre un servicio tan caro (lo sabría después) como frugal. Se acabó aquello de “voy a morfar a lo loco”. Me parece que los locos comen más.
Un vino de etiqueta pretensiosa y sabor áspero y ordinario. Pero abundante. Lo único abundante.
En un momento, música tipo Rocky, todos de pie. Entra la púber, vestida de blanco como una novia, del brazo de su papá, ambos elegantes, él emocionado y ella con una actitud de modelo que no abandonaría en toda la noche (después supe que quería ser modelo). La madre de la interdicta, a un costado, sosteniendo con una mano a un delincuente de unos 7 años y en la otra a un bebé que dormía como una foca.
Todos aplaudimos burocráticamente. Padre e hija llegaron a una suerte de plataforma donde él dijo algunas palabras y la futura modelo otras, incluyendo un esquivo agradecimiento a su madre, aunque le había “roto tanto las pelotas”.
Un encanto la nena.
Se procedió junto a los abuelos a cortar la torta, previa sesión larguísima de fotos. Rotación de parientes con cuchillo en mano y sonrisa dentífrica. Miré a mí alrededor: podía ser un cumpleaños de 15 o el velatorio del jefe de la oficina.
El emocionómetro clavado en cero.
La horda púbero-juvenil iniciaba su camino hacia el descontrol con algunos gritos tribuneros que el papá congeló con una mirada amenazante. Hubo un rápido repliegue, conscientes de su lugar en la cadena predatoria.
Como Terminator, volverían.
Luego, un largo video tan conmovedor como los sentimientos de Ricardo Fort.
(Brote II: ¿Y si perdemos la emoción para siempre?¿Será posible? La historia nos dice que somos capaces de cualquier cosa. ¿Y si nos estamos convirtiendo en una imagen borrosa del alarido?)
Vals: Danubio Azul. ¿Qué esperabas?
Luego, todos a danzar, algunos con maestría, otros sin ella y otros que, como no los cubría la ART, se quedaron sentaditos, al igual que este cronista.
Después, una interminable tanda de atronadora música (supongo que lo era) + bebida, + transpiración = mamados sobre piso ondulante.
Algún rocanrolero luchando contra al artritis, algún dinosaurio con pasito americano. Los hijos del acné y la hormona desorientada ocupaban un sector de la pista rodeando a la quinceañera-modelo que, liberando pulsiones, bailaba ¿sensualmente? en el medio de una ronda. Los pequeños y pequeñas emitían conceptos y protoideas de difícil concurso en el CONICET.
En una ráfaga, repartieron escafandras, coronas, pitos y una suerte de “cosas luminosas” y estallaron los restos fósiles del carnaval carioca para la (imposible) tarea de sostener una alegría fatigada.
(Brote III: Bailamos en la Tierra desde que estamos en ella, para la guerra y para la paz, para el amor y para el odio. ¿Cuándo dejamos de bailar por un sentido, cuando la danza se volvió lo hueco, la nada?)
En pleno cachengue hicieron su ingreso un grupo de chicas bien alimentadas y ventiladas y muchachos musculosos ¡con sunga!, en una suerte de batucada for export. Se mezclaron con los bailarines etílicos y organizaron bailes y desafíos y rondas, bajo las órdenes de un animador. Las bailarinas profesionales eran penetradas por las miradas extraviadas de caballeros de todas las edades.
Allá en el fondo, mi amiga conversaba con su bebé recién despierto, encantado con el tumulto y la atención exclusiva de su madre. Ambos en un rincón, lejos del carnaval artificial y los costos ridículos de pagar algo que no vale, algo que nos hace ser lo que no somos.
Me acerqué con una copa del kerosene que llamaban vino y se la ofrecí. Brindamos en silencio, en el medio de la sonrisa amplificada del bebé.
(Brote IV: No habrá ritos de pasaje y entonces nada pasará o pasará todo y no lo sabremos. Tal vez una chance quede si una mujer mira a un bebé con ojos del mundo y un hombre, un hombre cualquiera, sabe esperar y brindar por eso. Tal vez…).
Cuando me fui, de incógnito, los gritos victoriosos de la horda juvenil celebran una victoria que no alcanzo a comprender.
A la mañana me desperté con urticaria.
Mu60
El peor veneno
Mu60
El modelo tóxico
En los últimos veinte años aumentó un 1.000% el uso de agrotóxicos en Argentina. Ya existen estudios científicos que prueban los efectos en la salud y la justicia ya prohibió en siete casos el uso de pesticidas en cercanías de pueblos de seis provincias. Darío Aranda radiografía un modelo contaminante y excluyente.
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#NiUnaMás
La ley del abuso
Marta Pelloni. Creó una red en defensa de la infancia, en un paisaje donde el abuso sexual y la trata, protegidos por el poder, son cosa de todos los días. Instalada en Goya, recorre toda la provincia correntina para denunciar ante la justicia y los medios lo que todos callan. Para ella un flagelo es el machismo. La mejor defensa: crear poder social.
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