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Qom al aire: la radio de la comunidad Potae Napocna Navogoh
Lograron la licencia como un favor y no como un derecho que garantiza la nueva ley. Los equipos los consiguieron con la ayuda de la red social que apoya su reclamo de tierras. Aprendieron a manejarlos “tocando todo”. Hoy es la radio más influyente de la zona, que operan niños de 8 a 12 años y escucha hasta el gobernador Insfrán.
La forma que tienen los Qom de avisar al resto de la comunidad que hay visitas ya no es mediante señales de humo, gritos o cantos ancestrales. Cada foráneo se presenta delante de un extraño artefacto llamado “micrófono” que mágicamente hace llegar la voz a los oídos de todos. Antes que dar un beso o estrechar una mano, surge una frase: “Ya te escuché por la radio”.
Esto es un medio de comunicación.
Aprender a tocar todo
El precio de la fama para la comunidad Qom de Formosa fue muy costoso: la vida de Roberto López. Falta un día para que se cumplan dos años de su asesinato, y la radio está que hierve.
Nunca hay menos de 10 personas alrededor del centro comunitario donde funcionan la radio, el consultorio sanitario y la gendarmería, que está asentada allí desde hace dos años, presuntamente para vigilar el conflicto. Hoy hay casi veinte. La mayoría son jóvenes y niños.
Rolando, 17 años, y Ricardo, 18, están a cargo de los controles. ¿Chicos? Son los más grandes que veré manejando la consola y la computadora, dando aire a los locutores y marcando los tiempos del programa. “El resto de los operadores tienen de 8 a 12 años” cuenta Rolando, el hijo más joven de Félix Díaz –el carashe de la comunidad– y el primero que aprendió, toqueteando todo, cómo sacar al aire la voz de sus compañeros. “Antes de que llegue la radio yo ya me había bajado un programa, el Virtual DJ, para mezclar música, porque me gustaba… Cuando llegaron los equipos lo probé, tuve que aprender otras cosas y funcionó”, relata.
Aclaración: el programa está en inglés, lo que significa un tercer idioma que Rolando descifró sin la ayuda de nadie, al igual que el manejo técnico de la radio.
Los primeros meses Rolando era el único operador de la radio, que transmite de 6 a 22 horas: “Me quedaba dormido acá arriba de la consola” se ríe. Los niños curiosos que lo miraban y le preguntaban se fueron perfilando entonces como sus sucesores naturales. “A nosotros nadie nos enseñó como poner una radio al aire. Vinieron, dejaron las cosas y se fueron” dice Rubén, el director de FM Qom 89.3.
Los que “vinieron y dejaron las cosas” no son, tampoco en este caso, gente del gobierno. Al contrario, la gesta de esta radio originaria se debe en gran parte a la ayuda de la radio FM La Tribu y a la Red Nacional de Medios Alternativos que, a fuerza de peñas y festivales, construyeron el transmisor y donaron la consola, la computadora y los tres micrófonos con que hoy transmiten.
¿Derecho o favor?
El marco de la Ley de Medios le permitió a Félix Díaz acercarse al AFSCA para reclamar la licencia que esa norma contempla como un derecho de los pueblos originarios, sin necesidad de concursar. Félix relata el encuentro con el entonces coordinador general del AFSCA, Luis Lázaro: “El tipo me conoce y me dice: ´Félix, lo único que me traes son problemas’. ¿Por qué? ´Porque hay una orden de arriba para que no te atendamos… Yo firmo, a mi no me importa. Si me corren, me corren. Vení esta semana y medimos la frecuencia y te damos la radio; después arreglate con el gobierno de Formosa´”.
La ley de Medios queda así como una cáscara vacía que si bien permitió que en un dial de una radio se escuche la voz de los Qom, dejó esa posibilidad ligada a la suerte. Y es la suerte de una comunidad de escasos recursos y con necesidades más urgentes, donde el equipamiento y la capacitación –contemplada en al artículo N° 125 de la Ley– corrieron por cuenta propia y de manera comunitaria y autogestiva.
Hoy, con lo mínimo, transmiten todos los días y tienen 27 programas diferentes, más de 50 locutores, 14 operadores y un alcance de 60 kilómetros que les permite asegurar que los escuchan también “los criollos, los políticos y hasta el gobernador Gildo Insfrán”, que vive a 8 kilómetros.
Hablar el propio idioma
A pesar de la variedad de programas –musicales, religiosos e informativos–, hoy la radio está monotemática: todos los locutores repiten la convocatoria para mañana, en la ruta 86, escena del crimen, para recordar al hermano Roberto López.
Hasta el programa Música cristiana sigue su curso, pasa su música, pero no desaprovecha la oportunidad de recordar aquella jornada represiva y señalar “a los políticos y la policía” como los responsables: el tenor de denuncia atraviesa toda la radio. Su conductor, Yael López, es el hijo de Roberto, el qom asesinado: “Mi sueño de ser locutor se cumplió”, asegura. Ahora, amasa otros dos deseos: que haya justicia por la muerte de su padre y que la radio “siga y siga más”.
Como el de Yael, la mayoría de los programas son musicales: mucha cumbia, folklore y música originaria. La radio cuenta con un teléfono al que se le pueden hacer pedidos. Llega uno: Los querandíes de Los Gardelitos. Suena entonces:
Somos los querandíes,
herederos de esta tierra
Somos nietos del indio
que mataron esos hombres de mierda
Se llevaron el oro,
nos quitaron nuestras tierras
Pero nunca pudieron
con la naturaleza
No necesito las luces
ni los lujos de la ciudad.
“Tener un propio medio de comunicación para que la comunidad pueda entender la lucha, saber qué es lo mas importante de conocer”, dice el director de la radio Rubén, peleándole al español, “hablar de derecho indígena, en nuestro idioma, como establecen las leyes que se hable de su propia identidad y de los antepasados nuestros”, define sobre el perfil de la radio.
En la radio FM Qom se tratan asuntos que le atañen a la comunidad. Se pasa la música que a ellos les gusta y los representa. Se habla el propio idioma, se informa, se ayuda y se convoca. “Antes usábamos celulares, ahora con la radio los hermanos con problemas de salud se acercan acá. Nosotros necesitamos un doctor plenamente, pero desde las 18 horas no queda nadie. Ahora que está la radio llamamos a la ambulancia para que traslade a Laguna Blanca, y si no está, viene Gendarmería, que también nos escucha”, dice Rubén. “Es una herramienta socio-económica muy importante”.
La diferencia
En la comunidad ya era habitual acompañar el tereré del mediodía con la radio, aun antes de la FM Qom. Se escuchaban los programas de Laguna Blanca o de Nainek, los pueblos más cercanos. ¿Cuál es la diferencia? Eduardo, otro de los hijos de Félix: “En esas solo se habla de cosas lindas”. Antonio, el único profesor bilingüe de la comunidad: “Ellos hablan de política, de las obras del gobierno”. Yanina, otra de las jóvenes operadoras (“y conquistadoras” agrega una voz por ahí), se planta: “Pasan música mala”.
Félix, sobre más diferencias: “Nosotros no tenemos horarios fijos. Acá no estamos copiando a otras radios. No hay espacios publicitarios. La forma de hablar es otra”.
“Cuando se abrió esta radio no se escucharon más las otras”, asegura Pablo, uno de los locutores mañaneros. Toribio Cantón, el director técnico del equipo de fútbol de la comunidad, tiene una teoría meteorológica: “Ahora sabemos qué pasa en la comunidad, no es que andamos en las nubes”.
El profe Antonio dice que, con la radio, “todo cambió mucho. En los otros tiempos se compraban las teles y los dvds. Pero ahora ya toda la mayoría volvió a comprar radios y equipos de música. En las canchas, cuando van a jugar al fútbol llevan esa radio chiquitita y van escuchando”. El DT Toribio Cantón asiente con la cabeza: “Es importante. Importantísimo”.
Feminismo originario
“manda conduce un programa los sábados llamado Voz originaria, donde pasan música “de otros hermanos que cantaron”, como sus abuelos o su papá. Es la compañera de Félix Díaz y la prima hermana de Roberto López. Sin embargo, no habla de la marcha de mañana ni de la justicia por la muerte de su primo: se dirige a las mujeres, para consolarlas y fortalecerlas. Les dice Amanda: “Es un dolor más fuerte que siempre nos toca”. “Mi cortina musical es El corazón, es un tema en nuestro idioma que siempre me gustó porque es el canto de las mujeres. Dice que extraña mucho a sus hijos y que le duele el corazón”. ¿Es triste la letra? “Sí. Pero me gusta porque soy madre, porque siempre cuando estoy un poco lejos de acá me acompaña esta canción”.
Alrededor de Amanda corretean las gallinas y María Luján, que se ríe cuando le sacan fotos a su abuela.
En el silencio –que este periodista aprendió en la comunidad a no interrumpir, porque es parte del clima y porque en él los Qom desarrollan la idea– Amanda piensa. El grabador capta el cantar de los pájaros por largos y tranquilizadores segundos, hasta que dice Amanda: “Con la radio para mi que hubo mucho cambio entre mujeres. Antes las mujeres no sabían si ellas tienen derechos. Pero yo siempre digo que nosotras como mujeres también tenemos derechos, al igual como los pájaros, los perros”.
Qué les dice a las mujeres en su programa: “Los blancos a veces no respetan a las mujeres y me da lástima cuando embarazan a las chicas y las dejan afuera. Siempre digo también que las mujeres tienen que levantarse para que los blancos no pisoteen”.
Le digo que lo suyo es un feminismo originario, y se ríe; no tiene elaborada la propuesta, ni le puso títulos ni teoría. Amanda reflexiona sobre lo que ve que pasa y cita siempre a las enseñanzas de su padre. Su programa Voz originaria interpela a los enemigos al interior de la propia comunidad: el patriarcado, el machismo, la violencia: “A veces viene otra persona que no respeta a las mujeres y las mujeres no se pueden defender porque ellas no saben. Hay mucha chica que no sabe defenderse, a veces ellas dicen que no tienen derechos. Y hay muchos hombres que dicen que las mujeres no sirven para hablar, pero no es así”.
Y transmite mensajes alentadores: “Yo siempre valoro a los jóvenes, las chicas también, porque de las chicas yo admiro que tienen nuestra fuerza”.
Amanda dice que, desde que conduce el programa, las mujeres la reconocen. “Yo creía que nosotras no podíamos hablar. Antes. Pero no es así”.
Milagros
Félix descansa en una reposera en la puerta de la casa de Amanda, de él, sus hijos y sus nietos, dos perros, gallinas y pollitos. Y siempre algún invitado.
Dos por tres le suena el celular, y se queda hablando largo rato. Es paciente en esa demanda y generoso en el trato con cada interlocutor, conocido o desconocido. “El médico le dijo que tiene que parar un mes, no atender más el celular” cuenta Amanda sobre la salud de su compañero. “Él a veces no me hace caso pero tengo que cuidarlo”.
A Félix todavía se le está curando una herida mal cicatrizada que arrastra desde el 7 de agosto, cuando una camioneta negra lo atropelló en la ruta provincial N° 2 de vuelta a su casa. “No podría decir que fue un accidente, porque es muy notorio que la intención era tirarme o liquidarme. Me salvé de milagro”, dijo en esa oportunidad a lavaca.
Desde entonces, salvo alguna escapada para recibir premios que reconocen su lucha, ha elegido resguardarse en la tranquilidad de su hogar. Hablar con él allí permite escuchar su voz desacelerada. Cenar con su familia, una intimidad que nos lleva a conocer parte de su historia.
Dice sobre Maradona: “El mejor de todos los mundiales es Maradona. Ídolo, Maradona. Y ahora lastimosamente como sociedad somos más prejuiciosos. Cuesta ayudar al otro cuando tiene problemas. Ese tipo hizo el orgullo argentino, más allá de la cuestión personal. Hizo que nos conozcan”.
El Che Guevara: “Pobre el Che Guevara. Veo un oficialista con la remera del revolucionario, con la boina. Y vos cuando acudís, te da la espalda. Es revolucionario cuando le pagan”.
De los temas más vulgares Félix saca una enseñanza. Relajado, no le esquiva a nada.
También habla de temas menos livianos: cuenta sobre cómo los regímenes militares cruzan tanto su vida como la de la comunidad Qom, de manera indisociables.
La llamada “Conquista del Desierto” atacó Formosa por el lado del Río Pilcomayo. El pueblo nómade Qom escapó hacia el lado inverso, el monte, y una parte devino en campamento de resistencia al exterminio. Así, cuenta Félix, se asentaron los primeros ancestros de las más de 600 familias que hoy conviven en la comunidad Potae Napocna Navogoh, entre Laguna Blanca y Laguna Nainek, a unos 50 kilómetros de la frontera formoseña con Paraguay.
Un siglo después, 1977, Félix Díaz cumplía 18 años y entraba al servicio militar. “Ahí yo aprendí el español y a leer y a escribir”. Un año después llegaría el único Mundial de Fútbol organizado en el país, para el cual Félix cumpliría tareas como guardia de la Selección argentina, acompañándola a todas partes. Se acuerda de Menotti cada vez que alguien arma un cigarrillo de tabaco. “No nos dejaban darnos vuelta, ver los partidos”, lamenta. La Selección saldría campeona del mundo, y también pasaban otras cosas.
“Nosotros no sabíamos nada”, asegura sobre los crímenes de la dictadura. Se acuerda y acepta el nivel de violencia normalizado: “Me quisieron obligar a disparar a un auto que escapó a un control, pero no lo hice”. Describe que utilizaba un fusil tan pesado que lo maniobraba desde el suelo. “Tiraba 60-70 tiros por minuto”, cuenta.
A Félix y a otros compañeros de la comunidad (“éramos 5 ó 6”) les ofrecieron, cumplido el plazo, quedarse en el ejército y ascender de rango. No quiso.
Cuenta que vio cara a cara a todos los generales ideólogos de la represión y responsables de las masacres de esa época.
Describe como “respeto” el trato que los militares mantenían con los originarios.
Y, desde el principio, más allá de la anécdota, encara esta historia para compararla con su vida y la de su comunidad en democracia. Un límite fino que Félix dibuja con astucia y minucia: “a los Qom les quitaron las tierras y los mataron también en democracia”.
Enumera una larga lista de personas a quienes en el último año “corrieron”, dice, por haberle dado una mano en su lucha: una periodista de Télam, una locutora de Radio Nacional, un guardaparque que lo apoyó en su reclamo contra la soja, Luis Lázaro del AFCA, un director del INADI… Y sigue: la lista es larga.
Medio en chiste medio en serio, dice que no quiere comprometer más a nadie: “Gente de La Cámpora que se me acercaba y me dice: ´Félix vengo como amigo, no como representante. Que no me vean al lado tuyo porque alguien me saca fotos y ahí me despiden´. ¿Y quien le va a dar de comer a su familia? Yo lo entiendo. No quiero comprometer a nadie”.
Félix reparte la porción de gracias a todos, pero sabe que nada hubiera sido posible sin la perseverancia y la resistencia Qom.
Fómula sin fórmulas
¿Son la primera radio de un pueblo originario? “No, ya hay una en El Potrillo (comunidad wichi de Formosa), que justamente es una contradicción. El cristianismo aprovecha para mantener la radio, habla de religión y no habla de la política de los wichis. Porque en ese contexto dicen que cada gobierno fue elegido por dios y que las leyes también fueron creadas por dios y se supone que hay que aceptarlas. Y los wichis lo siguen para mantener la radio. Pero en el corto tiempo que tenemos nos preguntan: ¿Cómo hicieron? Me gustaría que primero nos organicemos acá y luego contar la experiencia a otras comunidades. Y no diciendo ´así se organiza´ sino ayudando a organizar, no imponiendo”.
No hay fórmulas para los Qom, que las desafiaron todas: sin recursos, tejieron una red de compañeros que donaron el transmisor y los equipos; sin conocimientos técnicos, toquetearon los controles y manejan la consola con el programa más básico; sin saber cómo llevar adelante una radio, lo hacen todos los días.
Desde allí reclaman todo lo que les sigue faltando: tierras usurpadas, agua potable, escuela propia, caminos asfaltados, electricidad, justicia. Y sacan a relucir aquello que les da la fuerza de la resistencia: el orgullo de ser Qom.
Eso que tiene música, idioma, asuntos y radio propia.
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