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En el banquillo
Cuatro profesionales del Hospital Garrahan irán a juicio por defender sus derechos. Es la consecuencia de aquel conflicto de 2005 que logró la atención mediática sobre la gestión de la salud pública y que, por primera vez en 14 años, se otorgara un aumento salarial para sus trabajadores. Cómo está hoy la salud del mejor centro infantil del país. Lo que está en juego. Lo que se ganó y todavía no se perdió.
Verenice le dice a Adriana que es muy linda.
–¿Cómo? Me parece que andás mal de la vista– responde Adriana.
–¡Vos estás re-loca!– le contesta Verenice dejándose abrazar.
Verenice, con ve corta, tiene una sonrisa bella, tiene 7 años, tiene leucemia y tiene razón. La enfermera especializada en atención oncológica Adriana Agüero podría ser diagnosticada como re-loca: acepta recibir indicaciones, pero no órdenes (“¿Estamos en la época de la obediencia debida?”) y cuestiona modos de organización médica, tal como le enseñaron sus formadores (“Discutan, pero con fundamento científico”).
Por ejemplo: rechaza la mezcla de pacientes oncológicos (con bajas defensas por los tratamientos de quimioterapia) con pacientes con infecciones de diverso tipo, tal como se decidió ahora en el Hospital de Niños Juan P. Garrahan. Lo rechaza ella y todas las enfermeras del sector. Motivos: los infectados (20%) contagian a los otros, como podría haberlo pronosticarlo cualquier vecino, “y todo el sistema se transforma en un caos. Hay que andar corriendo camas de aquí para allá, los padres se enloquecen, y a los chicos sin defensas se los expone a infecciones que hasta pueden costarles la vida”.
Nos guía como volando por ese amasijo de pasillos, angustias y tecnología de un hospital en que el que el tiempo no es oro: es vida. En una camilla llevan a un chico entubado, seguido por su madre que corre en ojotas, con pasitos cortos. Van y vienen profesionales de guardapolvos blancos o azules. En la pared veo un dibujo del Pato Lucas. Mientras avanzamos, Adriana cuenta que se aburrió de que le dijeran “vos discutís y sos problemática porque sos delegada”, y renunció a su cargo gremial hace un año, acaso en sintonía con el diagnóstico de Verenice sobre la re-locura.
Terroristas & delincuentes
El 8 de abril Adriana irá a juicio penal, oral y público con tres de sus compañeros: Eduardo García, enfermero del área de Resonancia Magnética; Gustavo Lerer, bioquímico (además, actual pareja de Adriana) y Marcelo Mansilla, técnico del laboratorio de Neonatología. Los acusan de coacción agravada (amenazas) a inspectores del Ministerio de Trabajo durante un paro ocurrido en 2005. Ya tuvieron fallos que determinaron falta de mérito primero, y sobreseimiento después, pero a fuerza de apelaciones y de presión oficial para juzgarlos –todavía hoy, por algo que no hicieron hace 8 años– irán al Tribunal Oral 29 a contar su historia, lo cual está movilizando nuevamente al hospital y a la gente que considera enfermo criminalizar los conflictos sociales.
Por aquella huelga, que se supone es un derecho, el entonces presidente Néstor Kirchner reclamaba la actuación judicial, y los trabajadores del Garrahan fueron calificados como “grupo salvaje de delincuentes sanitarios que hacen terrorismo tomando como rehenes a los chicos”, según lo expelido por el entonces Ministro de Salud, Ginés González García.
Los cócteles del señor Ginés ahora son otros, como embajador en Chile.
Abandono de persona
Por uno de los pasillos traen a una nena en silla de ruedas. Cada tanto veo a algún padre solo y estático ante una ventana. Allá una mamá le da la teta al bebé, más acá hay una pareja muy joven, ambos lloran, y adultos cargando sus niños y su pobreza. El 54% de los pacientes llega del conurbano donde los hospitales no atajan la situación. Y todavía falta más: hay que pasar el invierno.
¿Tenían de rehenes, o desatendieron a los chicos? Gustavo: “Nunca se dejó de atender, siempre hubo guardias mínimas y el paro era en el hospital. Si había cualquier urgencia, ahí estábamos. Nos armaron una causa por abandono de personas, pero el juez Eduardo Niklison probó que eso era falso”. El juez dictaminó que “no había elemento de cargo que pudiera atribuir responsabilidad penal alguna, en el marco de la conducta investigada al personal del nosocomio que se plegó al paro de actividades… donde no resulta endilgarle una puesta en peligro de la vida o la salud de los pacientes”.
Agrega Lerer: “Además, los primeros que nos hubieran venido a matar eran los propios padres. A ellos nadie les contó nada: lo vivieron desde adentro. Y fue al revés: se armó una comisión de padres para apoyarnos”.
El dilema es conocido:
- a) Cualquier trabajador que tiene la ocurrencia de ganar más y trabajar menos, incluso de descansar debidamente, es visto como un peligro. Adósele el argumento de que no atiende a bebés malformados, niños cancerosos o adolescentes terminales, y construirá la imagen de un monstruo, para que la sociedad lo repudie.
- b) Se puede pensar al revés: los bondadosos y anticancerígenos políticos y empresas mediáticas que usan esos argumentos, en realidad están exhibiendo las técnicas de cierto establishment para inyectar miedo y domesticar a los que quieren ejercer, en serio, sus derechos.
Lerer se define políticamente como trotskista, cosa que no define al conflicto: “Lo que confundía a los funcionarios es que cada paso lo decidimos en asamblea. Democracia de los trabajadores. Se hacía no lo que decía yo o aquel, sino lo que votábamos todos en grupo. Eso los volvía locos”.
Proyecto mechón rojo
La madre de Verenice, Sabrina, dice que le pone 2.000 fichas a Adriana y define como “amor” lo que su hija siente por la enfermera: “Va, viene, se ocupa, hace sentir bien a Verenice, nos dice la verdad”. Adriana llama a eso mismo “atender al paciente: no podés no acercarte”. Doblamos velozmente por otro pasillo del laberinto, pasamos a un chico con sus dos piernas enyesadas, y me queda una duda: ¿será que el amor y la atención pueden ser lo mismo? En todo caso son recursos técnicos que no aparecen en las estadísticas (¿cuál es el índice de amor o atención por metro cúbico?), pero que resultan de alta complejidad en un contexto médico interdisciplinario. Un amor discursivo sin atención real y eficiente, es un placebo (en el Garrahan y el resto del universo).
La atención implica interesarse, relacionarse y ocuparse: no sé si es “amor”, pero le pongo 2.000 fichas.
El soberbio, psicópata y divertido personaje de la serie Dr. House plantea un enigma:”¿Prefiere un médico que le tome la mano mientras muere, o uno que le ignore mientras mejora?”. House juega a ningunear y agredir a los pacientes, pero también él es un modelo de atención obsesiva (hasta manda a revisarles la casa para detectar bichos o tóxicos). La diferencia es que House no existe, ficción finalizada. En el Garrahan juegan el partido en serio y saldan el enigma así: para que un paciente mejore, hay que atenderlo, en el más amplio sentido de la palabra. Incluso darle la mano.
Por eso mismo Verenice pudo verle las uñas esmaltadas a Adriana. “Las quiero tener así. Y cuando me vuelva a crecer el pelo, me lo voy a pintar como vos, pero con un mechón rojo”.
Será después de la quimioterapia.
14 años sin aumento
El conflicto de 2005 fue salarial: hacía 14 años que los sueldos estaban congelados, desde comienzos del menemismo. El reclamo de los trabajadores (concepto que incluye a los profesionales y a los médicos, pese a que algunos de ellos fantasean ser otra cosa) empezó siendo de un 70% y redondeó finalmente un 50% de aumento, por encima de lo que habían pactado la CGT de Hugo Moyano y el gobierno nacional cuando se atendían mutuamente. “Eso se consiguió después de muchos meses de pelea. Otro logro fue la incorporación de enfermeras, que fueron el corazón del conflicto. Eran 500, entraron 250 primero y ya hoy son 1.200, lo que te muestra la falta de personal que había”, relata Lerer, integrante de la Junta Interna de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), opositora a la conducción del gremio, aunque el espanto, el sentido común y ese viejo potencial llamado compañerismo tienen a todos actualmente embarcados en la defensa de los trabajadores criminalizados.
¿De qué se los acusa?
En medio del conflicto aparecieron inspectores del Ministerio de Trabajo para confirmar quiénes hacían paro y si se cumplían las guardias mínimas. Adriana: “Siempre tendrían que ver si se cumplen las guardias, y no presionar durante una huelga”. Eduardo: “Lo que hicieron los del Ministerio de Trabajo es ilegal, porque estábamos ejerciendo un derecho. Marcelo Mansilla les tomó fotos y yo me acerqué para preguntarles quiénes eran. La inspectora Iris Moyano empezó a gritar. No somos tontos: jamás la toqué. Pero ella hizo ese aspaviento, y salieron derecho a la Dirección del Hospital, que sabían perfectamente dónde quedaba pese a que esto es un laberinto: estaba todo armado”. Lerer: “Cuando estaban adentro llegamos con una columna de trabajadores. Y cantamos nuestro repertorio de siempre”. (“Atención, estamos defendiendo la salud de la Nación”, “La salud no se vende, se defiende”, etc.).
Los inspectores hicieron sus listas y salieron del hospital sin inconvenientes. Lerer: “O sea que no hubo amenazas ni coacción agravada. A Eduardo García lo acusan de haber pecheado a la inspectora, cosa que no ocurrió. A Mansilla por sacar fotos, que no es un delito. Y a Adriana y a mí por llegar con los trabajadores, siendo que los inspectores ya estaban en la Dirección”. Las audiencias convocarán a unos 150 testigos, incluyendo madres de chicos internados y periodistas que siguieron el conflicto como Carlos Rodríguez, de Página/12, y Pablo Llonto.
Dos datos:
- El Garrahan tiene una conducción compartida por Nación y Ciudad a través de sus ministerios de Salud, aportando en partes iguales a los 900 millones de pesos anuales que requiere su financiación. Macrismo y kirchnerismo eligen dos integrantes del Consejo de Administración cada uno.
- Actualmente no hay un abierto conflicto salarial, como sí ocurre en los hospitales porteños manejados sólo por el gobierno macrista, que están haciendo paros también con la movilización de ATE. El kirchnerismo, en este caso, apoya los reclamos pese a sus diferencias con el gremio. Habrá que ver si los nuevos huelguistas se convierten en los terroristas del futuro.
Al infinito y más allá
En este 2013 vi funcionar otro logro de aquel conflicto de 2005: la recuperación del resonador magnético. Lerer: “Estaba desarmado en un container en la calle. Lo recuperamos”. Es un símbolo. La huelga atrajo a los medios. Los trabajadores denunciaron lo del resonador, y un negocio: mientras el artefacto dormía en la calle, los estudios se hacían pagando fortunas a entidades privadas. “La gente de la guardia le puso guirnaldas al container y le celebró el 3º cumpleaños”. Desde que se pudo ensamblar, el aparato trabaja las 24 horas haciendo unas 20 resonancias diarias. Eduardo: “Son unas 6.000 al año. Imaginate en los seis años que no funcionó, la cantidad de chicos que hubiera tenido de inmediato un diagnóstico de última generación”.
Buzz Lightyear, los Power Rangers o Mickey están ahí para que el ambiente sea menos denso. Eduardo: “Les decimos a los chicos que es un entrenamiento para naves espaciales, que vienen los Power Rangers y que le hicimos una resonancia al Hombre Araña. La máscara para ir al espacio, en realidad es la anestesia. Es una payasada, una locura que les hacemos, pero es un modo de acercarnos, que ellos se diviertan y se tranquilicen, lo cual va a mejorar la realización del estudio. Para eso hay que entender cuál es la cordura de un niño, que no es la nuestra. Ese también es nuestro trabajo”.
El resonador parece una boca que se va a tragar a un chiquito sin pelo, cuya familia llegó del conurbano sin plata. Diego y Mónica revisan imágenes del cerebro. El Hombre Araña espera, Javier y Eduardo también. El viaje continúa.
Puerto Madero
Sandra Ruiz es enfermera de Guardia: “Los hospitales del conurbano deben estar en terapia intensiva, entonces miles de personas vienen aquí, no por cuestiones de alta complejidad sino por diarreas en verano o brotes de bronquiolitis en invierno. Abrieron la Guardia para internar pacientes en los pasillos, con las mamás durmiendo en sillas de plástico en los mismos pasillos. Todo era un peligro para los propios pacientes. Salimos a decir que no se podía atender en esas condiciones y logramos que empezaran a derivar a otros lugares”.
Cristina Díaz Alem, enfermera de Neonatología: “El hospital está transparentando cómo está el país con respecto al nivel económico y la pobreza de los que atendemos. Chicos desnutridos de madres desnutridas, que vienen a la consulta desde la provincia para pedir leche porque no tienen cómo comprarla. Gente que se queda a dormir porque no puede pagar el viaje a la casa. Eso es lo que se ve aquí. Están los gobiernos y los funcionarios que son Puerto Madero. Pero Argentina no es Puerto Madero”.
Infanticidio del tomate
En el Garrahan se organizaron charlas-ateneos sobre los efectos de los agrotóxicos en la salud a partir del envenenamiento de al menos tres niños en Corrientes: Nicolás Arévalo, José Rivero, Celeste Estévez. Nicolás (4 años) murió en esa provincia en 2011, no llegaron a mandarlo al Garrahan. Su prima Celeste (7 años), envenenada el mismo día, sí llegó al avión. Tenía el hígado fulminado por el endosulfán con que se fumiga a las tomateras de Lavalle. Pudo salvarse también del trasplante de hígado. La velocidad fue crucial. En 2012 José Carlos Rivero (4 años) murió en el Garrahan, aunque nadie pareció preocupado por aclarar el origen del envenenamiento, con la importancia que hubiera tenido la voz del Hospital para señalar una situación que sigue idéntica. No fueron “muertes” de “enfermos”. El juicio por el caso de Nicolás fue caratulado por el juez Carlos Balestra como homicidio.
Pero las charlas-ateneos del Garrahan no fueron organizadas por las autoridades hospitalarias, médicos alarmados, fundaciones, partidos u oenegés. Fue otra enfermera, Mercedes Méndez, Mechi, con la Junta Interna de ATE, la que más hizo por evidenciar ese problema ante la ignorancia porteña. “Lo que sigo preguntando es si los equipos de salud no tienen nada que decir ni denunciar sobre el envenenamiento del medio ambiente. Fijate que si Celeste hubiera recibido el trasplante hepático, lo hubiésemos tomado como un éxito, cuando en realidad estás haciendo una inversión millonaria para salvar a una chiquita, mientras no denunciás que fue intoxicada por el modelo de monocultivo y fumigaciones”. Las charlas llevaron al Garrahan a médicos como Damián Verzeñassi, dos madres del Barrio Ituzaingó de Córdoba, e integrantes de Médicos de Pueblos Fumigados como el doctor Medardo Ávila Vázquez, que incluso se reunió con la directora del Garrahan, Josefa Rodríguez, quien se mostró preocupada durante el rato que duró la charla.
Glifosato porteño
Para completar el panorama, Mechi Méndez tuvo que denunciar en enero de este año al gobierno de la Ciudad y a la empresa Plan Obra SA / Indaltec SA (favoritas de Macri, según contamos en la nota de esta edición) por fumigaciones con glifosato en el predio junto al Garrahan bordeado por las calles Brasil/Pichincha/Garay y Combate de los Pozos, donde muchos pacientes y familiares (algunos instalados en la Casa Garrahan, que también alberga convalecientes de otros hospitales) creen que salen a respirar aire libre. Todo ocurre a metros del hospital en el que se atiende casi el 40 % de los casos de cáncer del país y todas las enfermedades imaginables. Puede recordarse que en provincias como Córdoba y Santa Fe ya es delito la fumigación cercana a las poblaciones, por los desastres que ha provocado, mientras Buenos Aires desmaleza sus plazas con más de lo mismo. Tal vez la Ciudad deba asociarse a los Pueblos Fumigados.
La voluntad
El conflicto estrictamente gremial-salarial se diluyó en los últimos años. “Los que estaban en 2005 pasaron a tener salarios sustancialmente mejores”, explica Lerer. “Los perjudicados son los nuevos: un enfermero puede ganar 4 ó 5 mil pesos, pero los antiguos pueden llegar a 12 ó hasta 15 mil. Lo mismo con los médicos: los becarios son tomados como mano de obra barata. O los tercerizados, que en el área de mantenimiento y limpieza ganan 2 ó 3 mil pesos, siendo que el Hospital le paga a las empresas unos 7 u 8 mil pesos por cada uno. Calculamos que si se pasara a planta a esos tercerizados, podrían ganar mucho más, y el Hospital se ahorraría unos 40 millones de pesos anuales.
Pensamiento colectivo
Le pregunto a Ester Cáceres, pediatra, en qué se diferencia el Garrahan de otros hospitales: “En que aquí hay pensamiento colectivo, que surge de la práctica de los equipos interdisciplinarios”. Ya en su gestación los médicos que organizaron el Hospital (apellidos para una historia: Colombo, Vitacco, O’Donnell, Dal Bó, Suárez Boedo, Viqueira Casal, entre otros) propusieron los cuidados progresivos y los equipos interdisciplinarios como paradigmas de acción.
Ester traduce: “El hospital tradicional se organiza por salas y especialidades. El centro del esquema es el especialista. En cambio la idea de cuidados progresivos pone en el centro al paciente que es tratado no de acuerdo al especialista, sino según su problema o enfermedad”.
Liliana Ongaro, psiquiatra infanto juvenil: “Lo interdisciplinario implica un equipo. Son más ojos para ver el problema”.
La trampa
Ese modelo horizontal y colaborativo normalmente es visto como más lento que el sistema individual de decisión. Paradoja: en este caso se utiliza para casos en los que el tiempo es vital. Explica Liliana: “Lo interdisciplinario es absolutamente resolutivo, fluido y, además, reduce el margen de error o arbitrariedad del especialista solitario. Y lo venimos aplicando hace 25 años en este hospital, todos los días, con miles de pacientes. Es un modo de trabajar que nos genera toda una energía y ganas de hacer cosas innovadoras, donde además no hay uno por arriba del otro, sino esa idea del trabajo conjunto. El problema que yo veo es que las autoridades tienden a reinstalar el modelo médico hegemónico, y una carrera hospitalaria que rompe esa igualdad de base de los equipos interdisciplinarios, a través de la diferenciación de salarios a favor de los médicos (ojo: quien cuestiona esto es una médica). La idea es que todos se inicien en el mismo nivel. Luego podrá haber diferencias por currículum o lo que sea, pero no parto de la diferencia sino de la igualdad. Al no hacerlo, empiezan a quebrar a los grupos interdisciplinarios.” Dividir con plata es una antigua tecnología para romper lo grupal. Pero también vale lo opuesto.
Habrá que ver si esas formas de pensamiento colectivo y práctica interdisciplinaria de los locos y etcétera del Garrahan se contagian como formas de salud en un mundo con tantos tumores e infecciones, con tantos brotes y fumigadores de cerebros.
Sentido común
La sala en la que trabaja Adriana Agüero funcionó siempre como sala de Oncología para los tratamientos de quimioterapia. Se transformó en sala polivalente para incluir otra clase de enfermos, y empezó el problema de los contagios. Dice Adriana: “Cuando las enfermeras planteamos la cuestión en el Consejo de Administración dijeron que desconocían el problema y el doctor Marcelo Scopinaro, que fue Jefe de Oncología, aseguró que se iba a poner al tanto y a llamar a una reunión. Fue hace un año, y todavía no pasó nada”.
El caso es apenas uno de los que muestran una conflictividad soterrada mediáticamente, pero evidente apenas se transita el hospital, que tiene otros costados. “No pido nada para mí, sino que mejoren las condiciones para los chicos, como esto fue pensado originalmente. Pero no nos escuchan. Acá parece que hay que encolumnarse y obedecer órdenes, o quedás afuera. Eso explica el silencio también de muchos médicos. Pero esto no se arregla con órdenes y obediencia. Para mi hay que tener sentido común: qué cosas sirven y qué cosas no”.
Acomoda los elementos para quimioterapia, me muestra cómo era el “material basura” cuya compra alguna vez denunció: “Si me quieren juzgar, que me juzguen. No le tengo miedo a esas personas, ni al Hospital. ¿Me quieren echar? Que me echen. Fui viuda muy joven y crié a mis cuatro hijos sola. De hambre no me voy a morir. Si hace falta limpiaré por horas. No le tengo miedo al trabajo. Pero voy a seguir diciendo las cosas que para mí están mal. Es mi deber profesional. Porque si no, sería cómplice”.
Cuenta Adriana que no es creyente: “Pero respeto a las mamás y papás que creen, porque de algo hay que aferrarse. Me regalan estampitas o rosarios y se los acepto. Pero no juré por Dios ni por nadie. Mi juramento y mi compromiso es hacer las cosas bien y aplicar todo lo que sé en pos del paciente”.
Cuando uno no es creyente, pero vive en el límite de la vida, la enfermedad y la muerte: ¿en qué creer?
En la gente. En mis compañeros, en mis hijos, en los que están codo a codo peleando por las mismas cosas. Y en saber lo que hago. Amo mi profesión, no necesito que me vengan a decir que lo que hago es importante. Desde administrar quimioterapia, hasta poner la chata. Voy a seguir defendiendo a la enfermería y a la salud pública. Si no, no sería yo misma.
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Ciudad Macri
Gobierno porteño bajo la lupa. Licitaciones privadas, obras para la foto. Irregularidades sin sanción. El “top six” de empresas favoritas. Tejes y manejes del subte y el metrobús. Datos sobre la gestión del espacio y las obras que se realizan en la ciudad de Buenos Aires.
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Mucho y nada
El espacio donde hoy funciona el predio conocido como Costa Salguero dejó de ser público en 1991, durante la presidencia de Carlos Menem, cedido por ley nacional al Gobierno de la Ciudad por un plazo de 30 años. Sin perder tiempo, el 1° de mayo de aquel año la empresa Telemetrix SA obtuvo la concesión.
Se calcula que actualmente paga 100 mil pesos de canon y recauda un millón mensual entre las 23 subconcesiones que ocupan las 17 hectáreas.
Telemetrix SA fue fundada por Luis Alberto Gutiérrez y Federico León Bensadon, quienes también son titulares de la empresa constructora EMACO SA. Son contratistas del gobierno porteño, además, en la remodelación de la fachada de la Estación Retiro y en un plan habitacional en villa La Cava, entre otras 9 obras.
Otro dato: en Costa Salguero celebró Mauricio Macri su casamiento con Juliana Awada y en sus salones se festejó también el triunfo del PRO, en la segunda vuelta de las elecciones porteñas, en julio de 2009.
La historia del edificio del ex Padelai (San Juan y Balcarce, barrio de San Telmo) es un caso emblemático de cómo se generan las políticas de exclusión en la Ciudad de Buenos Aires. En 2003, 60 familias fueron desalojadas a palazos y gases por el gobierno de Aníbal Ibarra. Seis años más tarde, Macri cedió el predio gratuitamente y por 30 años al Centro Cultural de España en Buenos con una única condición: que presentara plazos para realizar las obras y la línea de la programación cultural. A principios del 2012 el CCEBA se sinceró: no podrían construir y sostener el centro. “Con los ocupas no podemos”, ampliaba un comunicado emitido desde la embajada española. Se referían así a las 42 familias que ingresaron para reclamar sus derechos. Son integrantes de la Cooperativa de San Telmo, titular de las escrituras y el certificado de dominio del predio. Allí planean mantener una serie de cuartos donde puedan vivir las familias, a la vez que proyectan en la planta baja la edificación de una galería cultural a cargo de organizaciones sociales y artistas independientes y hasta un centro médico.
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Queremos abortar
Despenalizar el aborto es algo que exigimos nosotras y quienes nos rodean, por eso ponemos el cuerpo a este reclamo. Denunciamos así que el Estado criminaliza algo que las mujeres hacemos desde hace décadas, obligándonos a clandentinizarlo. Y que esas condiciones de clandestinidad exponen al peligro a nosotras, y a todo nuestro entorno.
Ponemos el cuerpo, también, porque creemos que ninguna mujer tiene que explicar si se hizo o necesita hacerse un aborto para exigir que no se criminalice.
Ponemos el cuerpo porque tenemos hijas, hijos, porque optamos por parir, y estamos de acuerdo con despenalizar el aborto.
Ponemos el cuerpo porque no parimos, pero estamos de acuerdo con despenalizar el aborto.
Ponemos el cuerpo por nosotras mismas y por todas, porque el aborto hoy es un tema político y urgente.
De esta manera y con esta campaña:
- Exigimos que las políticas de salud pública se hagan cargo de nuestros abortos.
- Exigimos que las corporaciones médicas y medicinales que lucran con nuestros cuerpos en la clandestinidad se hagan cargo de nuestros abortos.
- Exigimos que el Estado deje de crimininalizar nuestras decisiones.
Eso expresa el grito: “Queremos abortar”.
Entrá a www.amnistia.org.ar y firmá el
petitorio que exige que el Congreso incluya en su agenda de este año la ley de aborto libre, seguro y gratuito.
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