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La maldición petrolera
Agua y tierra contaminadas que afectan hasta Neuquén capital. Subsuelo rico y población pobre. Repsol, YPF, y los gobiernos. Y la lucha mapuche. Viaje al mayor yacimiento de gas de Argentina. Una investigación de Darío Aranda.
Agua con gusto a nafta. Tierra que huele a solvente. Es la situación en el territorio mapuche de la comunidad Kaxipayiñ, cuyo subsuelo es la mayor reserva de gas de Argentina, también conocido como yacimiento Loma La Lata.
La comunidad Kaxipayiñ enfrenta, desde hace cuatro décadas, un proceso de violación de derechos. Son la prueba viviente de la contaminación: metales pesados en sangre, abortos espontáneos, cáncer, diabetes y cegueras.
Frente al patio de sus casas, el blanco de sus denuncias: la planta de gas Mega. Gigantescas cañerías y tanques de diez metros de alto que sobresalen en la estepa patagónica.
La tierra es rojiza. Sólo hace falta tomar un puñado y confirmar que está impregnada (de manera literal) con un fuerte olor a solvente. El agua, fósforo mediante, enciende como nafta. “Es el corazón de la contaminación, pero no nos afecta sólo a nosotros. Llega a quienes parecen dormidos, río abajo, a Neuquén capital”, avisa el inan lonko, José Cruz Cherqui. Y señala que Loma La Lata ya contaminó los lagos Los Barreales y Mari Menuco, que proveen de agua a la capital provincial.
La comunidad apunta a cuatro responsables: Repsol, YPF, gobierno provincial y nacional.
Volver al origen
A una hora de la capital neuquina, 80 kilómetros, sobresalen las bardas rojas de diversos tamaños y formas moldeadas por el viento patagónico, permanente y fuerte, que alivia el sol del verano.
Desde la ruta se observan enormes tanques plateados, verticales, y cañerías amarillas que suben, bajan, y forman extrañas figuras. Con el fondo de la estepa patagónica y sierras rojas, las plantas compresoras contrastan demasiado. Parecen naves espaciales, brillantes.
La camioneta deja la ruta, gira a la derecha y toma un camino de ripio ancho, en perfectas condiciones. Luego comienza a bajar y bordear las pequeñas sierras. Tierra rojiza, también ripio, y jarillas. Y caños amarillos, de cinco pulgadas y dos metros de alto, diseminados por todo el territorio. Ventean el hidrocarburo. Son ya parte del paisaje.
Diez minutos desde la ruta. Una tranquera y un cartel prolijo, en forma de arco: Kaxipayiñ (“volver al origen”, en idioma mapuche), un árbol centenario y una construcción rectangular blanca, amplia. El salón de reuniones de la comunidad.
Cuatro hombres. El lonko (máxima autoridad) José Luis Cherqui; el inan lonko (segunda autoridad) José Cruz Cherqui; el werken (vocero) Gabriel Rolando Cherqui y David Cherqui, segundo werken.
Presentaciones de rigor. Gabriel Cherqui va directo al tema: “Para ellos era territorio de nadie e hicieron lo que quisieron. Destruyeron todo y se llevaron todo. A costa de lo que fuera necesario, a costa de la madre tierra, a costa de nuestra vida. Desde que llegaron no pudimos dormir más tranquilos”.
Historia
Loma La Lata es el mayor yacimiento de gas de Argentina y uno de los más importantes de Sudamérica. Con una superficie de 30.000 hectáreas, fue descubierto en la década del 70. El primer pozo fue perforado en 1977 por Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). La confirmación de las enormes reservas de gas cambió la estructura energética del país, que luego se complementó con la construcción de los gasoductos Centro Oeste y Neuba II.
“Nuestros mayores nos contaron que no se sabían los derechos que teníamos. Y la empresa y los gobiernos comenzaron a correr a las familias, a amenazar, distintas formas de violencia”, recuerda Cherqui.
Los pozos se multiplicaron. Y también los piletones de desechos. Camiones y campamentos petroleros cambiaron radicalmente la vida de la comunidad.
Cherqui explica que el ganado caprino comenzó a morir (por el agua contaminada y por caer en los piletones), que los ruidos alejaron a la fauna que servía de alimento (guanacos, choikes, liebres) y que la agricultura se volvió cada vez más difícil por la escasez de agua.
“Las petroleras necesitan energía. Y ahí les hicieron las represas, nos inundaron con (el lago) Los Barreales. Nunca pidieron permiso a nadie. Nos echaban el agua como cuando le echan agua a las ratas para que se vayan. Los espacios ceremoniales, los recuerdos, el espacio de vida y trabajo de crianceros y de la comunidad quedó bajo el agua”, se enoja el vocero.
Sin milagros
Los cuatro dirigentes mapuche se sientan del mismo lado, una mesa funciona como escritorio. Del otro lado, bien diferenciados, los visitantes. El más joven (David) no hablará en toda la entrevista. Gabriel Cherqui será siempre la voz más escuchada. Articula el discurso, interviene cuando los demás referentes amagan decir algo inconveniente o políticamente incorrecto, piensa detenidamente cada respuesta. Sabe que hay un grabador prendido. Mide las respuestas. El inan lonko circula el mate.
Recuerdan que para fines de la década del 80 ya eran comunes las enfermedades que nunca antes habían aparecido en la zona. Cegueras, diabetes, cáncer. Todos apuntaban a la misma causa: la explotación empresaria.
El quiebre final lo establecen en 1991. “Un día vimos que un par de topadoras y excavadoras bajaban la barda hacia el lado de las casas. La abuela estaba sentada afuera. Le dijeron que teníamos que corrernos porque las cañerías del nuevo gasoducto iban a pasar por donde estaba la casa. Era demasiado ya”, relata el werken.
Los ancianos llamaron a reunión de hijos y nietos. Se organizaron. Dijeron que no se corrían. YPF cambió la traza. Fue el comienzo del despertar.
Ser mapuche
Hacía décadas que eran comunidad, pero quisieron contar con documentación que lo acreditara. Primera traba: el Movimiento Popular Neuquino (MPN). Mediante la Dirección de Asuntos Indígenas les dijo que no se podía. Que en Neuquén ya no había más comunidades mapuche. Les ofrecieron a cambio ser una Asociación de Fomento Rural (AFR), que nuclea a crianceros y campesinos.
No aceptaron negociar su identidad.
Comenzó, entonces, el acercamiento con Newen Mapu, una de las comunidades de la Confederación Mapuche de Neuquén (CMN). Se hicieron asambleas, fortalecieron el proceso organizativo y, en 1996, ya eran legalmente comunidad mapuche. “Al Estado neuquino no le gustó”, sonríen los cuatro dirigentes.
YPF era ya Repsol: había sido privatizada por Carlos Menem.
Así comenzó la construcción de la planta procesadora de gas Mega, esa nave espacial gigante que se visualiza a la entrada de la comunidad, con participación de Dow Chemical, Petrobras y Repsol.
“Les hicimos frente, fuimos a pararlos de a caballo, nos cruzábamos delante de las máquinas. Éramos cuatro o cinco, pero terminamos siendo 600. Fueron 43 días de corte, de resistencia. No teníamos nada, ni para comer, pero estuvieron muchas comunidades mapuche y compañeros no mapuche”, detalla Cherqui.
Hubo órdenes de desalojo, presencia de Gendarmería Nacional e intento de represión. Pero se llegó a un acuerdo. La comunidad cedió 103 hectáreas para la construcción de Mega. A cambio, el gobierno provincial se comprometió a entregar el título de propiedad en 180 días. Las empresas dieron dos camionetas y 20 mil pesos.
No hubo milagro: el gobierno provincial nunca entregó el título.
Cherqui reconoce que el acuerdo fue desfavorable para la comunidad, lamenta haber “entregado parte de un territorio mapuche”, pero también rescata que fue la primera vez que empresas y gobiernos firmaron un acuerdo con una comunidad indígena para explotar recursos naturales. “Lo entendimos como un precedente para todos los pueblos indígenas, fue un espacio sacrificado por la lucha del pueblo mapuche”, evalúa a la distancia. Y subraya: “Provincia y empresa reconocen en el acuerdo que el territorio es nuestro. Eso para nosotros fue y es importante, aunque no haya título”.
La comunidad Kaxipayiñ reivindica como propias al menos 20.000 hectáreas, incluidas las que fueron inundadas con los lagos de la represa. En la actualidad cuentan con uso efectivo de 6.800 hectáreas.
De Loma La Lata nacen gasoductos que alimentan de gas a Neuquén, La Pampa, Córdoba, Mendoza, San Juan, Santa Fe y Buenos Aires. Pero el gas no llega a los mapuche de Kaxipayiñ, que cocinan y se calefaccionan a leña o, en el mejor de los casos, con garrafas.
El detonante: los niños
La comunidad Paynemil (vecina de Kaxipayiñ) realizó en 1995 una perforación para extraer agua. En lugar de agua brotó una mezcla extraña que, incluso, se prendía fuego.
Fue el detonante.
Se sumó a las denuncias que ambas comunidades habían realizado por las continuas enfermedades de los niños.
La Defensoría de Menores de Neuquén, en representación de los niños de las comunidades, inició una causa civil en 1997 para exigir al gobierno provincial (“asociado” por regalías a las empresas petroleras, y en su momento co-responsable con el de Nación del contralor de su actividad) la provisión de agua potable, primero de emergencia y luego también definitiva y suficiente para las familias.
La demanda pidió también que se brindara (previo diagnóstico) seguimiento y atención médica a los niños y jóvenes, que se proveyera un régimen definitivo de agua sana y apta, y que se implementaran acciones tendientes a prevenir e impedir la contaminación del agua, del suelo y del aire.
En abril de 1997, la justicia hizo lugar al pedido y ordenó al gobierno de Neuquén la provisión inmediata de agua de manera permanente, realizar estudios médicos a todos los niños y tomar las necesarias para asegurar la preservación del ambiente.
El Gobierno apeló dos veces. Pero el fallo fue confirmado por la Cámara en lo Civil y luego por el Tribunal Superior de Justicia.
Hasta la fecha, el gobierno no cumplió con la sentencia.
700 veces más
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó en 1998 un informe ambiental sobre la contaminación petrolera en Añelo y Pehuenches, cercanas a Loma La Lata. Confirmó la contaminación y concluyó que debía resarcirse. El monto: 900 millones de dólares que las empresas debían pagar al Estado provincial. El Gobierno nunca reclamó la indemnización. Y las empresas nunca pagaron.
En noviembre de 2001 se presentó en la Universidad Nacional del Comahue un estudio del laboratorio alemán Umweltschutz Nord. La investigación, de más de mil páginas, focalizó el trabajo en el impacto de la explotación hidrocarburífera sobre el ambiente y la salud en Loma La Lata.
Confirmó la presencia de 30 metales pesados en la sangre y tejidos de los pobladores de Kaxipayiñ y Paynemil, síntomas del envenenamiento, fuertes dolores de huesos, dificultad de movimiento, dolores crónicos de cabeza; trastornos renales, hepáticos y digestivos; patologías broncopulmonares, afecciones cardiovasculares, neurológicas y alérgicas, entre otras consecuencias. “Los restos de metales pesados en la zona investigada son 700 veces más altos de lo permitido por la legislación nacional”, afirmó el trabajo.
La comunidad comenzó a contabilizar muertes y enfermedades desde el año 2000. En 2012 murieron cinco personas. Cherqui sufrió la muerte la muerte de uno de sus bebés: le diagnosticaron “malformación genética”. José Cruz Cherqui, inan lonko (segundo jefe), perdió dos bebés y una nieta. Afirma que el 70 por ciento de la población tuvo distintos niveles de pérdida de visión.
Exigen que sean enjuiciados “los políticos y los empresarios”. Apuntan principalmente a Guillermo Coco, ministro de Energía y Ambiente, y al gobernador Jorge Sapag. “Son los responsables intelectuales de nuestras muertes, son responsables del genocidio ecológico que se comete en Loma La Lata”, acusa el werken.
Confesión de partes
El laboratorio alemán recordó que la propia Repsol/YPF reconoció la contaminación en 1996, cuando contrató a la firma Laqui SRL para la realización del estudio Contaminación del Freático con Gasolina, Estudio y proyecto de Recuperación. Ese trabajo vincula la contaminación del acuífero con la “pileta de efluentes ubicada frente a la administración del yacimiento”. Mediante análisis de agua, señala que se constató la presencia de metales pesados que exceden los límites de calidad de agua para consumo humano.
El extenso informe alemán aborda todos los aspectos del impacto petrolero en las comunidad: social, ambiental, sanitario, cultural y productivo. Afirma que “han sufrido una drástica reducción tanto en el número como en la calidad y el crecimiento de los animales de cría”. Destaca “la destrucción prácticamente irreversible del paisaje agro-pastoril preexistente, a causa de la fragilidad y muy baja capacidad de recuperación del suelo frente a la intensa actividad hidrocarburífera”.
En la década del 80 la comunidad llegó a tener 4.000 chivas y 300 vacas. En la actualidad cuentan con 40 chivas y 9 vacas.
Sabor a nafta
El mate circula durante la entrevista. El inan lonko, José Cruz Cherqui, ceba. Y el agua se renueva desde el dispenser ubicado en un rincón de salón. Se acumulan una decena de bidones de 20 litros.
El fallo de 1997 obliga al Estado provincial a proveer diariamente 250 litros de agua a cada habitante de la comunidad. Pero nunca se cumplió el fallo. Sólo dejan a cada familia seis bidones por semana: 120 litros.
El informe del laboratorio alemán Umweltschutz Nord confirmó “la contaminación del principal acuífero utilizado como bebida humana, para irrigar sus huertas y frutales y para dar de beber a los animales de cría”.
Existen documentales en los que se visualiza cómo, fósforo mediante, el agua de Loma La Lata se prende fuego.
El periodista quiere profundizar en el tema del agua. Pregunta el gusto que tiene, olor, detalles.
El inan lonko, que casi no había hablado en toda la entrevista, se enoja: “¿Nunca sacó nafta del auto con una manguera? ¡Ese gusto tiene… Usted no puede preguntar eso!”. Afirma que la comunidad ya está contaminada, pide que se “profundice” el análisis, que se hable de la contaminación que impacta incluso fuera de Loma La Lata.
Momento tenso.
Gabriel Cherqui calma los ánimos. El agua “tiene gusto a gasolina”, detalla. Y da un dato: en varias ocasiones han hecho el ejercicio de servir ese agua a los funcionarios. Ninguno se atrevió a tomarla.
Lagos petroleros
Las represas construidas en la década del 70 inundaron parte de la comunidad. El lago Los Barreales está a cuatro kilómetros de las casas y sólo un kilómetro de la planta Mega. Incluso se dejan ver los pozos petroleros en la margen misma del lago.
“Los Barreales está contaminado. Y Los Barreales se comunican con el lago Mari Menuco. Y del Mari Menuco se provee de agua a la ciudad de Neuquén. Dos más dos son cuatro, ¿no? Bueno: los neuquinos toman agua contaminada por las petroleras de Loma La Lata”, resume Cherqui.
El 28 de junio de 2012, el Laboratorio de Toxicología y Química Legal de la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó que el lago Los Barreales contenía hidrocarburos muy por encima (50 veces más) del máximo permitido para realizar actividades acuáticas y que no era apta para consumo humano.
A pedido de la Justicia Federal, los análisis fueron firmados por el perito químico de la Corte Suprema, Oscar Lancani. Confirmó la presencia de querosene, gasoil y aceites, entre otros. Detectó en el agua hasta 15 miligramos de hidrocarburos por litro. El máximo autorizado por ley para realizar actividades acuáticas es de 0,3 miligramos por litro.
El subsecretario de Medio Ambiente de Neuquén, Ricardo Esquivel, no mostró ningún estudio provincial, pero refutó el trabajo del perito de la Corte Suprema: “Los Barreales y Mari Menuco son absolutamente seguros”.
Los análisis forman parte de una demanda penal entablada contra YPF por la Asociación de Superficiarios de la Patagonia (Assupa), que inició en 2003 una causa por contaminación de la cuenca neuquina.
El presidente de Assupa, Ricardo Apis, afirmó que la reparación del pasivo ambiental tiene un piso indemnizatorio de 5.000 millones de dólares.
Recorrida
Luego de la entrevista, Gabriel Cherqui nos lleva a recorrer el territorio. Caminos anchos, ripio, viento y petroleros en 4×4 que miran con desconfianza.
Se detiene entre dos pequeñas sierras. Nos hace descender por un callejón y llegar hasta la base. La pared de la barda es recta: parece un edificio de diez pisos, color rojiza. El werken desafía a tomar un puñado de tierra y olerlo. El olor es penetrante, similar al solvente puro. “Acá arriba había un piletón petrolero. Durante años dejaron su basura ahí, penetró en toda la tierra. Hay cientos de estos casos en el territorio”, explica.
De la barda desciende un hilo de agua, que se hace más ancho a medida que se baja por el cañadón. El agua tiene color amarillo-rojizo. El olor asemeja al querosene. Hay que subir una ondulación y, del otro lado, el curso de agua ya tiene un ancho de 50 centímetros. Al costado, huesos de animales que tomaron el agua petrolera.
Cinco minutos más de auto: playón de la USP 1 (Unidad Separadora Primaria), enormes tanques blancos, cañerías que suben y bajan, alambrado olímpico. Para los mapuche el lugar tiene nombre propio: Barda Colorada Alta, como llamaban los abuelos.
En frente se deja ver el valle, árboles, variedad de verdes, casas y el río Neuquén. Un paisaje de postal. Pero entre el playón y el río, hay una suerte de parche de tierra de dos kilómetros, como si fuera un camino nuevo, zigazagueante, extraño. Y no es de tierra rojiza y piedra como el resto, sino negro.
Cherqui explica qué es: la “remediación” que hizo Repsol a un “enorme derrame” que hubo en 2009 y que se repitió en 2010. “Durante días derramó y llegó hasta el río y a las viviendas. Repsol/YPF echó camionadas de tierra sobre el derrame”.
A tres kilómetros, tercera parada. Tranquera que cierra el paso hacia el lago Los Barreales. Agua color turquesa, cielo azul, paisaje de guía turística, pero repleto de caños que ventean gas y pozos de extracción.
Petropolítica
En la década del 90, con la privatización de YPF, Loma La Lata pasó a manos de la española Repsol, que fue el principal blanco de las denuncias de las comunidades mapuche durante los últimos veinte años.
La concesión de Repsol vencía en 2017. Pero, en 2002, a solicitud de Repsol y el gobernador neuquino, Jorge Sobisch, el Ejecutivo Nacional prorrogó la concesión por otros diez años: hasta 2027. No realizó ninguna investigación sobre llas denuncias que Repsol acumulaba. Tampoco se respetó el derecho de las comunidad indígenas a ser consultadas.
Las comunidades Paynemil y Kaxipayiñ escribieron el 6 de diciembre de 2002 a los tres poderes del Estado. Exigieron que se cumpliera el derecho básico a la consulta a las comunidad, resguardado por la Constitución de Neuquén, la Nacional y el Convenio 169 de la OIT. La carta fue dirigida al entonces presidente Fernando de la Rúa, al ministro de Economía, José Luis Machinea, a la secretaria de Energía, Débora Giori, a los presidentes de la Cámara de Senadores y Diputados de Nación, y a la Corte Suprema.
La carta detallaba la contaminación que la comunidad denunciaba hacía una década y cuestionaba la prórroga de las concesiones.
No tuvieron respuesta.
Lo no convencional
En noviembre de 2011, Repsol anunció el descubrimiento de reservas de hidrocarburos no convencionales en la cuenca neuquina. Aseguró que las reservas llegaban a “927 millones de barriles” y lo publicitó como “el mayor descubrimiento de petróleo de su historia”.
En abril de 2012, el Gobierno Nacional estatizó el 51 por ciento de las acciones de YPF. Los dos principales argumentos fueron la falta de inversión y la contaminación.
“El gobierno de Neuquén y el Nacional siempre defendieron a Repsol, nunca les importó la contaminación y lo que sufrió el Pueblo Mapuche. Pero por conveniencia económica ahora hablan del pasivo ambiental de 2.000 millones de dólares. Nos produce mucha indignación esa hipocresía, son un montón de ladrones peleando por una cartera grande de dinero para ver quién se queda con la mejor tajada”, denuncia Cherqui.
El actual presidente de YPF, Miguel Galuccio, visitó Neuquén en mayo de 2012. La comunidad Kaxipayiñ y la Confederación Mapuche de Neuquén se reunieron con él. El werken explica que le exigieron la urgente remediación ambiental de Loma La Lata y la aplicación de la consulta a las comunidades en todas las decisiones que afecten el territorio mapuche. También le informaron el rechazo a la explotación de hidrocarburos no convencionales: se está utilizando una técnica de “fractura hidráulica”, cuestionada a nivel internacional por sus consecuencias ambientales.
Durante 2012 tuvieron otras dos reuniones con directivos y técnicos de YPF (ya no Galuccio). Y firmaron un acuerdo para comenzar el proceso de remediación ambiental y acciones de apoyo a proyectos productivos sustentables. Tambien acordaron la consulta libre, previa e informada de la comunidad.
Los dirigentes mapuche reconocen que al día de hoy “está todo muy demorado”.
“Galuccio nos dijo que teníamos que entender que era necesario el gas, ‘que hay gente que lo necesita para calentarse’. Le dijimos que nosotros necesitamos vivir”, recuerda Cherqui. Piensa un momento las palabras adecuadas, mira a los ojos y resume la situación con un solo dato: “Galuccio anunció que YPF hará mil pozos de no convencional. La lucha va a seguir”.
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