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La risa que cura

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Las Octetas. Nacidas y criadas en El Bolsón, hijas de la cultura comunitaria y madres de un humor que enseña a pensar.

La risa que cura

Es domingo y comienza a caer el sol. Las calles que rodean la Manzana de las Luces están copadas por ferias y piernas inquietas que caminan mientras bailan. Los tambores parecen ser la banda de sonido del lugar. Por la puerta de la calle Perú al 200 aparece una Octeta. Ella junto a sus ocho compañeras conforman el grupo Las Octetas -sí, son nueve- un coro de señoritas atravesado por el humor que llega desde El Bolsón para presentarse por primera vez en Buenos Aires. 

Es la cuarta y última función de la gira porteña. El Circo del Aire, el Teatro Mandril y el Espacio Aguirre las habían recibido las tres noches anteriores. La despedida se torna un poco más trastabillada que lo esperado. Faltan tres horas para la función y las Octetas no encuentran a nadie del lugar que las guíe. ¿Podemos charlar después?, preguntan. Y se arremangan. El espectáculo sale impecable porque Las Octetas manejan con arte dos herramientas mágicas: la autogestión –se encargaron ellas mismas de acomodar el lugar, las luces, el sonido, la escenografía- y el humor. “Es muy grato compartir el humor con los demás. Salen contentos y a nosotras nos gusta generar eso, nos divertimos. Además, no dejás de decir cosas por más que hagas humor. No es vacío. Es un momento de sanación para todos, es pasarla bien”.

Cantar y reír

Las Octetas llevan 14 vueltas al sol riendo y haciendo reír. “En El Bolsón, para el Día de la Mujer hacemos encuentros artísticos, nos juntamos muchas mujeres a hacer diferentes números. Ahí empezó a armarse el grupo, en uno de estos encuentros”. Fue en el año 2000. Tenían un solo personaje en mente: la directora de un coro de señoritas. Desde ahí se comenzó a construir el grupo, sus integrantes y los espectáculos. La fórmula: eligen una canción que les gusta y le modifican la letra. Con una directora de coro trabajan las voces y listo: suben al escenario para que la obra se complete desde arriba. “Fueron apareciendo los temas y las situaciones casi en escena. Nunca estuvo pautado: va a pasar esto, va a ocurrir lo otro. Era subir al escenario, cantar y nos empezaban a pasar cosas. Lo que hacíamos después de la función era charlar y en la observación, señalar: esto estuvo bueno o no. Se fue gestando así”.

Para que la dinámica funcione y fluya es necesario escucharse atentamente. “Tenemos mucha conexión antes de salir al escenario, estamos con las antenas paradas a ver qué está pasando con cada una. Es aceptar lo que está pasando al lado y esperar a que suceda para no taparlo. Si te está pasando a vos, la otra espera. Aparecen relaciones nuevas en escena”.

¿Repiten alguna palabra mágica antes de subir a escena? “Las palabras que decimos al principio son: concentración, conexión y diversión”.

Humor & realidad

Las Octetas comparten un rasgo en común: ninguna nació en El Bolsón, todas llegaron. “Estamos ahí porque nos gusta. Es el lugar que elegimos para vivir” Esa elección fue forjando la identidad artística. “Teníamos la ruta sin asfaltar, no había teléfono, la familia estaba lejos, entonces todo lo social pasaba por compartir. Había mucha gente que escribía, actores, pintores, una cosa cultural muy fuerte, mucha creación colectiva. Eso le genera una identidad propia a El Bolsón, que se va modificando porque todo es dinámico: para crear se toma mucho de lo que pasa y se devuelve, constantemente”. El ejemplo está a la vista: el coro de señoritas presenta en esta oportunidad un espectáculo llamado H2Octetas que habla, claro está, del agua. Desde el escenario la directora del coro, con tono de maestra severa, pide que anotemos en el cuaderno tres lecciones importantísimas:

“Tomar agua pura les dará vida. Tomar conciencia les dará agua pura.

El agua sucia no se puede limpiar.

Cuando el último árbol sea cortado, el ultimo río sea contaminado, el último pez sea pescado, te darás cuenta de que el dinero no se come”.

“Ahora el tema es el agua, pero el grupo siempre usó el humor para hacer este tipo de denuncias”, aclaran. Las chicas saben que en El Bolsón convocan a mucha gente y por eso decidieron usar su show como voz colectiva. “Somos un grupo que está donde se lo necesita. Intentamos estar y ser parte de lo que pasa en el pueblo. Cuando íbamos a un lugar diferente preguntábamos ¿qué está pasando en este momento? Y buscábamos en qué parte del show mandar algo que haga referencia”.

Enredando

“El humor permite hablar de cosas que de otra manera es muy difícil. Vamos un poco jugando con eso. Nos dimos cuenta de que estas viejas pueden decir cualquier cosa, pueden hacer cualquier cosa, porque son queridas”. Estar en contacto con lo que pasa y ser voz de esas situaciones generó que el público las quiera y las apoye. “Hicimos funciones antes de venir para poder pagar los pasajes y vinieron muchos amigos que ya la habían visto, para sumar su aporte”.

¿Es difícil salir de gira?

Bastante complicado. Andamos mucho por festivales. En Río Negro, como en todas las provincias, el Instituto Nacional de Teatro organiza uno provincial. Ahí nos movemos mucho. Una vuelta ganamos y nos fuimos al regional en Trelew y terminamos en Rafaela, en el nacional. Las giras son muy por ahí: vivimos muy lejos.

Esta primera gira a Buenos Aires, ¿cómo la gestionaron?

La bancamos un poco nosotras. Nuestro problema es la cantidad. Nos dicen: ‘¿por qué no se presentan en festivales?’. Y cuando respondemos ´somos nueve´ te contestan: ‘Hola, hola… se cortó’. Vamos por más recursos, porque inviertan un poco más en esto, que evidentemente le hace bien a la gente. Ustedes lo vieron: se llenó la sala y la gente se fue contenta.

¿Cómo lograr esos recursos?

Los teatreros de la Patagonia estamos bastante conectados, más que en Buenos Aires. Se da una cosa más solidaria, más amistosa. Siempre viajamos nosotras somos bien recibidas. Se comparte. Trabajamos mucho generando redes. Es lo que nos mantiene vivos a los teatreros, en general. Tratamos, más allá que el Estado no tiene políticas que puedan sostener esto, seguir igual. Lo intentamos. Empezamos a generar redes a donde vamos. Así se va construyendo. El amor a hacerlo y la devolución que nos da la gente nos mantiene con ganas y nos hace bien.

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