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Entre la plaza y el palacio

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El español Amador Fernández Savater entrevista al profesor Stavros Stavride, uno de los referentes del movimiento que tomó las calles de Atenas.

Me cuenta que la ocupación de la plaza Syntagma en Atenas fue un efecto del 15M. Alguien en la Puerta del Sol puso un cartel que decía: “Silencio, que vamos a despertar a los griegos” y ellos se lanzaron a la calle. El 25 de mayo de 2011 tomaron Syntagma y cientos de plazas en todo el país. 100.000 personas rodearon el Parlamento con un gran cartel en español: “Estamos despiertos. ¿Qué hora es? Es hora de que se vayan”.

No eran los movimientos sociales, sino más bien la sociedad en movimiento. Stavros Stavrides, activista y profesor de Arquitectura en Atenas, estaba allí, vivió a fondo la experiencia de Syntagma y ha reflexionado ampliamente sobre ella. Para él, la ocupación de la plaza no fue simplemente una forma colectiva de protesta o reivindicación, sino también “una manera de reclamar nuestras propias vidas y de proponer una manera distinta de componer la vida social”. Una reinvención de la democracia, del espacio público y de las relaciones sociales.

Y ahora, tres años y medio después, la victoria de Syriza. ¿Cómo puede pensarse la relación, ahora en Grecia, tal vez mañana en España, de los movimientos por abajo y los gobiernos que cuestionan el neoliberalismo? Conversamos sobre ello con Stavros Stavrides. Su trabajo teórico se enfoca en los movimientos y conflictos urbanos. Y su libro Hacia una ciudad de los umbrales, donde se investiga, entre otras, la experiencia de la ocupación de la plaza de Syntagma, se publicará el 2015 en España en la editorial Akal.

Al día de hoy, ¿cuál es la realidad y la vitalidad de los procesos de autoorganización que eclosionaron en 2011? ¿Sigue vivo, y cómo, el legado de plaza Syntagma?

El legado de Syntagma es una realidad que no siempre es visible en el primer plano de la vida social y política. Hay que rastrearlo en diversas iniciativas, muy pegadas a la vida cotidiana de la gente, como son las cocinas colectivas en los barrios, los centros médicos municipales o autónomos que atienden a quien se ha quedado fuera de la seguridad social, las prácticas de intercambio de bienes y servicios sin intermediarios, las cooperativas que surgen una tras otra, etc. Syntagma ha contribuido a crear redes de ayuda mutua que sostienen la vida de muchas personas en Grecia y, a la vez, generan nuevas relaciones sociales, más allá del individualismo. Hay un legado, un legado vivo de Syntagma, que ha cambiado la mentalidad social en muchos aspectos.

¿Cómo se relacionó Syriza con los movimientos de Syntagma?

Es importante decir que Syriza fue el único partido de la izquierda oficial que no estaba en contra de Syntagma, como lo estaba explícitamente el KKE (comunistas estalinistas). No había una posición única dentro del partido, pero muchos militantes de Syriza contribuyeron a las actividades de Syntagma. Incluso algunos parlamentarios (no todos) se acercaron simbólicamente a la plaza y dijeron “estamos con ustedes y no con un Parlamento secuestrado y alejado de la voluntad de la gente”. Syriza no estaba en contra de Syntagma, sino más bien lo contrario, pero tampoco es un resultado de estos movimientos, como puede ser Podemos.

¿Qué quieres decir?

Stavros Stavrides. Syriza preexistía a Syntagma. Está conectado a una larga tradición de izquierda no soviética en Grecia. Su origen se remonta a 1968, cuando el entonces ilegal Partido Comunista se rompió en dos: la parte eurocomunista y la parte estalinista. Syriza es la evolución de la parte eurocomunista del Partido Comunista y comparte, más o menos, esa tradición en términos de organización, visión del Estado, de la relación entre el partido y los movimientos, etc.

Pero hace unos pocos años su alcance electoral era insignificante, un 3 o un 4%. ¿Qué influencia crees que pueden haber tenido los movimientos de Syntagma en la reciente victoria de Syriza?

No hay una conexión determinista, causa-efecto, entre los dos momentos, pero pienso -como mucha otra gente- que Syntagma creó una nueva conciencia en la sociedad: contribuyó a neutralizar parte del miedo que lo atraviesa todo hoy en día en Grecia y a cuestionar la “necesidad” de las políticas de austeridad. El movimiento de Syntagma fue destruido por la fuerza y la represión, pero el espíritu de resistencia y desafío a la fatalidad permaneció y se extendió fuera de la plaza. Syriza no hubiese ganado las elecciones si no hubiese existido ese espíritu.

Aunque en Syntagma la gente no se planteaba el voto como vía de transformación…

Cierto. El espíritu de Syntagma se basaba más bien en la idea de resistencia popular y en el redescubrimiento de la democracia como democracia directa, como coordinación compleja -y sin centro alguno- de una pluralidad de iniciativas colectivas. Era un movimiento contra la democracia representativa. Pero en ausencia de la victoria del movimiento sobre las políticas de austeridad, Syriza apareció en cierto momento para la población como la única opción de cambio. El único partido no corrupto, no subordinado a la Troika, que podía garantizar un cambio democrático y frenar las medidas que destruyen la vida social. El desplazamiento de la gente y del movimiento hacia el voto fue un desplazamiento forzado por las condiciones. En todo caso, Syriza no sustituye a los movimientos. Y quizá, con Syriza en el gobierno, se genere un medio ambiente en el que los movimientos puedan desarrollarse más y mejor.

¿Qué capacidad de afectar las políticas de Syriza conservan las experiencias de movilización?

Hay que esperar y ver. Nadie puede estar muy seguro de lo que va a pasar. Syriza ha realizado declaraciones muy positivas con respecto a algunas demandas importantes de los movimientos en las áreas de educación y salud, con respecto al salario mínimo, etc. Hay una voluntad explícita por parte de Syriza de satisfacer esas demandas. Son medidas que no pueden tomarse en dos días, pero Syriza sabe también que no disfrutará de un largo periodo de tolerancia y que debe actuar de inmediato para demostrar que cree realmente en lo que dice. Si no, habrá nuevas erupciones sociales. Pero ahora mismo estamos en ese periodo de esperar y ver.

En el artículo Después de Syntagma, hablabas de que, en la izquierda y por abajo, había en Grecia dos ideas de democracia: una idea de democracia participativa (representada por Syriza) y una idea de democracia directa (representada por Syntagma). ¿Cómo imaginas que puede darse la coexistencia entre ambas?

Coexistencia, no. Desgraciadamente, Syriza ha evolucionado en los últimos tiempos hacia un modelo de partido más cerrado en torno a una pequeña cúpula. Se ha verticalizado y “presidencializado” mucho. Es una crítica que se hace incluso dentro del propio partido. No creo que Syriza pueda ser un transmisor directo de la voluntad ciudadana, un canal de participación de la gente.

¿Qué puede un gobierno frente a las lógicas neoliberales del capitalismo contemporáneo?

No hay que apresurarse buscando el titular, vamos a ver. Puede haber cambios serios e importantes de orientación en un momento de cuestionamiento general del contexto neoliberal. Las luchas por abajo pueden influir y también lo que haga el Estado. Un gobierno realmente progresista puede jugar un papel relevante para invertir la correlación de fuerzas en el interior de la UE. Hay varios niveles de actuación, no necesariamente contradictorios. Quiero decir: renegociar la deuda es muy importante, pero también repensar y cuestionar los modelos de desarrollo y crecimiento dominantes. Desde arriba se puede influir en las políticas neoliberales, pero creo que para salir del marco neoliberal serán necesarios cambios que sólo pueden producirse desde abajo.

Después de tres años de luchas sociales muy fuertes en España, hemos tocado una serie de límites. Externos, las políticas de austeridad prosiguen igual de devastadoras. E internos, una cierta crisis de imaginación política de los movimientos (cómo y por dónde seguir). Y ahora mismo la atención y el deseo parece haberse desplazado de la plaza al asalto del palacio. ¿Piensas que los movimientos autónomos tienen límites intrínsecos?

No estoy en posición de ofrecer respuestas claras. Sólo trato de pensar contigo, y con los compañeros de todo el mundo, cómo podemos superar esta situación.Creo que los límites que vemos son históricos, no lógicos ni ontológicos. No hemos tocado una especie de límite insuperable a partir del cual haya que hacer las cosas según los modos de la política tradicional, no lo creo. El Estado es una forma específica, históricamente fechada, de organizar las relaciones sociales. No es eterna, ni la única forma posible de organización social. Podemos ir más allá del modelo estatal. En ese sentido, la creatividad social desplegada en la primavera árabe, en las plazas del 15M o en Syntagma debe ser nuestra única guía. Por eso juzgo la política por arriba según si abre más o menos espacio a los procesos por abajo. Si esos procesos se subordinan a la política de arriba, entonces no hay cambio profundo y verdadero posible. Las huellas que han dejado los movimientos de las plazas son semillas apenas sembradas que necesitan tiempo para brotar y dar frutos. Y debemos cuidarlas y velar su crecimiento.

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