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Una de terror

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Un periodista y un programador fueron condenados por divulgar el trabajo de una agencia de seguridad que espía gobiernos, entre ellos al argentino. El rol del FBI y los servicios en la red.

Una de terror

Barret Brown

El nombre Jeremy Hammond suena extraño a oídos ajenos. No es parte de una película, pero casi. Tampoco de una serie, aunque su caso inspiró un personaje de ficción televisiva. ¿Hay espías? Por supuesto. ¿Traiciones? También. Pero va de nuevo, para despistados: Jeremy Hammond no es parte de ninguna producción audiovisual.

¿Quién es?

Ahí va.

Jeremy Hammond es un joven de 28 años, programador y ex integrante de Anonymous, que fue condenado en 2013 por la justicia estadounidense a diez años de prisión efectiva y tres años de libertad bajo vigilancia por filtrar información a Wikileaks sobre la compañía privada de inteligencia y espionaje Stratfor (en su página de Internet se presentan bajo la humilde definición de “firma de inteligencia geopolítica”). Según la asociación Reporteros Sin Fronteras, es el cuarto “informante” (el término yanqui es whistleblower) que recibió una pena de estas características en ese año. La pena fue por haber quebrantado “la ley de fraude y abuso informático”. El dato: si Hammond no se hubiera declarado culpable, la condena se habría multiplicado al menos por cuatro.

Punto para los servicios de inteligencia cibernéticos.

El tentáculo judicial arrastró ahora al periodista Barret Brown, que difundió en su portal la data que divulgó Hammond. El 22 de enero pasado lo acaban de condenar a 63 meses de prisión y a pagar 890 mil dólares, luego de haberse declarado culpable. La aceptación de los cargos no fue una aceptación de culpas, sino una rendición: lo habían amenazado con ¡100! años de cárcel , aunque lo que lo quebró fue el proceso penal que le abrieron a su mamá “por haber ocultado al FBI los ordenadores del periodista”. Esto le ha costado a la mujer una multa de cien mil dólares y seis meses de libertad condicional.

Ahora bien: ¿cuál fue el crimen que cometieron Hammond y Brown? La filtración de 5 millones de mails que, a partir de su difusión en 25 medios de comunicación y diversas plataformas de información, revelaron que la “firma de inteligencia geopolítica” se dedica al espionaje de activistas y militantes a solicitud de empresas.

Cinco millones.

Pero lo perversamente apasionante empieza ahora.

El topo

“Está claro que están intentando mandar un mensaje a aquellos que vengan después de mí. Mucho de esto tiene que ver con el hecho de que fueron abofeteados, fueron humillados por Anonymous y sienten que tienen que salvar la cara”, apuntó Hammond en una entrevista con el periódico inglés The Guardian. “Nuestro principal objetivo con el hackeo a Stratfor era descubrir qué estaban haciendo exactamente las compañías de seguridad privadas y las agencias de inteligencia privadas, ya que nadie sabía la verdadera escala de sus actividades”.

Hammond fue detenido por el FBI gracias a la ayuda del hacker puertorriqueño Héctor Xavier Monseguir, alias Sabu, que había sido confundador del grupo LulzSec, vinculado a Anonymous. ¿Esto quiere decir que Sabu era del palo de Hammond? Ni más ni menos, y Sabu fue quien lo vendió al FBI. Qué pasó: Sabu fue detenido en 2011 por estar involucrado en ciberataques de “alto rango”, entre los que se incluyen los servicios PayPal, MasterCard, la empresa Sony y la cadena FOX. Tras su detención, Sabu afrontaba una posible pena máxima de 124 años y seis meses de prisión. Le ofrecieron una salida: evadir la condena si se convertía en informante del FBI.

¿Adivinen qué ocurrió?

La realidad y la ficción

Por la información que Sabu vendió, los servicios de inteligencia norteamericanos lograron dar con diversos ciberactivistas que participaron de Anonymous y LulzSec. Uno de ellos, claro está, fue Jeremy Hammond. Lo interesante es ver cómo fue que Hammond cayó en esta telaraña. Él mismo lo explica: “No había oído hablar de Stratfor hasta que Sabu me puso en contacto con otro hacker que me habló de la empresa. Se podría decir que nunca hubiese hecho lo de Stratfor si no hubiese sido por la implicación de Sabu”.

¿Qué ocurrió con el topo? Gracias a su colaboración “extremadamente valiosa y productiva”, la fiscalía solamente propuso una pena de siete meses. Luego, otra “petición extraordinaria” de la Fiscalía General lo puso en libertad. ¿Quién estaba detrás de esta maniobra? Por supuesto: el FBI. “Es curioso que me sentencien por hackear a Stratfor cuando, al mismo tiempo que lo estaba haciendo, un informante del FBI, que se ocultaba bajo el alias Sabu, me estaba sugiriendo objetivos extranjeros para atacar. Te hace pensar si realmente les preocupa proteger la seguridad de las páginas web”, lanzó Hammond.

Lo que el ciberactivista reveló quedó  perfectamente detallado en un comunicado. Allí denunció que Sabu, a su vez, fue utilizado por los servicios estadounidenses para facilitar los trabajos “ilegales” en su ciberguerra que ellos no sabían o no querían hacer. Esto es: el “hackeo” de objetivos minuciosamente designados por el gobierno de los Estados Unidos. La lista completa aborda 31 países. Entre ellos están Brasil, Paraguay y… ¡Argentina!

“Las preguntas que deben plantearse hoy van mucho más allá de cuál sería la condena apropiada para Sabu: ¿por qué quiso Estados Unidos infiltrarse, a través de nosotros, en las redes privadas de gobiernos extranjeros? ¿Qué hacen con la información que robamos? ¿Habrá alguien en nuestro gobierno que rinda cuentas por estos crímenes?”, escribió Hammond que,  además, sostuvo que el gobierno norteamericano, junto a diversas empresas privadas contratadas por el Estado, reclutan “hackers” para llevar adelante “capacidades defensivas y ofensivas y construir redes digitales de vigiancia orwelliana”. La razón no es mejorar la seguridad nacional, sino “avanzar en el imperialismo estadounidense”.

Aclaramos: todo esto no es ficción.

De todas maneras, este caso puede verse perfectamente representado en la serie House of Cards. No ahondaremos en spoilers. Descúbranlo ustedes.

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