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Clase de género

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Claudia Piñeiro, o el retrato de una escritora que convierte su entorno cotidiano en una novela de suspenso.

Clase de género

“Siempre empiezo a escribir a partir de una imagen que sirve como disparador. Ese disparador, que tiene que ver con lo onírico, está antes que la idea. Yo desconfío de la idea, porque es muy abstracta. Le confío más a eso que se arma solo a partir del inconsciente y las imágenes, que no sabés muy bien qué es hasta que se arma”.

Claudia Piñeiro acaba de publicar Una suerte pequeña, su séptima novela. Dice que esta fue la primera vez en que las imágenes que sirven como disparadores fueron dos, en lugar de una: una investigación doméstica sobre la aparición de unos misteriosos excrementos de animales en un balcón, y una barrera baja en una vía por la que no viene ningún tren y un automovilista decide cruzar igual. Puede que los disparadores le sirvan a Claudia para escribir. Pero en realidad, la novela aborda un tema mucho más profundo: la estigmatización de una sociedad (en este caso Temperley, sur del conurbano bonaerense) sobre una persona que sufrió una tragedia.

“Los temas están, pero la reflexión es a posteriori, no hay un acto voluntario sobre el tema y no es lo principal”, insiste Claudia. “Antonio Tabucchi escribió Autobiografías ajenas, un libro maravilloso donde dice que muchas veces los escritores inventamos los temas después de que terminamos de escribir los libros, para tener qué contestar durante las entrevistas”.

Por ejemplo, ella sabe que cuando hizo La viuda de los jueves, el libro con el que se transformó en una escritora famosa y consagrada, quería escribir sobre los 90. Pero antes que eso hubo un disparador. “Hoy te puedo hablar de un libro sobre la década del 90, pero cuando estaba escribiendo no tenía ese plan. La escritura pasaba por buscarle el tono, por buscarle la conciencia a los personajes, que para eso se hacen las novelas. Todo lo que se pone en la trama es para conocer a esos personajes. Si quería contar los 90 podía haber elegido un piso en la torre Le Parc. Pero el barrio privado me funcionaba más como el cuarto cerrado de los policiales”.

A no confundirse: el hecho de que a la hora de escribir una novela Claudia crea más en las imágenes que en las ideas no significa que se desentienda de la cuestión política que implica escribir. “A mí me interesa la política”, aclara, por si hiciera falta. “Creo que todos somos seres políticos y que aún la literatura de aquellos escritores que dicen que no les interesa la política, es política. La no-política es una enunciación política. Lo que hay que tener cuidado es de no bajar línea. No decirle al lector: ‘Esto es lo correcto y esto tenés que pensar’. Lo que cada uno se reserva es el punto de vista. La decisión política es esa: desde qué punto de vista contás la historia. Pero después cada uno lee lo que le parece y no corresponde que yo diga qué hay que leer”.

Las novelas de Claudia están llenas de humor. Un humor que no tiene que ver con el chiste. “Tengo mucha afinidad con el humorismo como lo describe Pirandello. Del que vos te reís y al poco tiempo pensás ‘¿cómo me puedo estar riendo de esto?’ Va más allá del chiste, que enseguida te lo olvidás”. Un humor que muchas veces aparece por la observación fina y minuciosa de situaciones cotidianas supuestamente banales. El tipo de humor que es la razón de ser de la serie Seinfeld, por ejemplo, aunque puesto en un contexto que no es de comedia.

Ese humor, en las novelas de Claudia, aparece de un modo sutil. No son novelas humorísticas y por eso sorprende tanto. Y la sorpresa es una de las claves del humor.

En Una suerte pequeña la primera alusión al título sucede cuando la protagonista se acomoda en el asiento de un avión, ve que viene una mujer con un bebé y ella piensa “que no me toque”. Y no le toca. Esa es su suerte pequeña. Dice Claudia: “En mis novelas, la que más tiene esto es Tuya. Acá hay algunos momentos. Por ejemplo, en las reuniones de padres de los chicos de la escuela. Pero me tuve que contener porque el tono de la novela daba para otra cosa”.

Una suerte pequeña es una novela con poco humor. Y una de las imágenes disparadoras, como dice Claudia, tiene que ver con una tragedia. “Partí de una historia cierta, que sucedió en Burzaco, donde yo nací y viví muchos años. La historia de una mujer que había tenido que ver con un accidente en las vías, con sus propios hijos. Y recuerdo de estar caminando y que al verla alguien dijera: ‘Esa es la que mató a sus hijos’, señalándola. Yo pensaba: ‘No es que los mató: fue un accidente’. En la novela me cuido mucho de no decir ‘accidente’, porque hay una responsabilidad al cruzar una barrera. Pero no puedo decir ‘yo hubiera hecho tal cosa’, porque no me pasó”.

Como la protagonista de la historia que disparó su nueva novela, Claudia sabe que ella también muchas veces fue señalada dentro del ambiente literario.

Mujer, escritora (buena escritora, además) y exitosa: ¿qué más se puede pedir para ser blanco de envidias y comentarios? “Lo que me molesta es la sensación de que el escritor escribe algo para vender más. Muchos de los que vendemos muchos libros no tenemos idea por qué nuestros libros venden”.

Sigue: “Yo escribo lo que puedo y lo que me sale. Cuando escribí Elena sabe pensé que era un libro que no iba a vender mucho, pero vendió 30 mil ejemplares, lo cual para la Argentina es una barbaridad. Lo mismo me pasó con Un comunista en calzoncillos. Cuando vos tenés una cantidad de gente que te sigue, tenés la suerte de que la gente lea algunos libros que en otro contexto no leería. Pero también tenés que vencer el prejuicio de que no sos buena porque vendés muchos libros”.

Claudia sabe que, más allá de envidias y mala leche, la popularidad tiene sus riesgos. “Trato de cuidarme de la inercia de que me van a publicar para no publicar nada que no valga la pena. A lo mejor escribo algo que no vale la pena y, como hay una cierta inercia, lo van a publicar y va a tener alguna llegada. Por supuesto, los editores siempre tratan de que sea una cosa razonable y digna. Pero no me conformo con una cosa razonable y digna. Quiero que cada libro sea mejor que el anterior. Por eso no tengo un contrato por varios libros. Si tengo un libro lo llevo y veo si da o no da”.

“Seguramente hay cosas que cambian a la hora de escribir a partir de tener cierta llegada, aunque todo el tiempo trate de imponerme que no cambien”, continúa. “Siempre tengo un runrún en la cabeza de ver qué dirían los maestros. Me junto muchas veces con unas amigas del taller de (Guillermo) Saccomano (su maestro) y cuando una lee algo nos miramos y nos decimos: ‘¿Vos sabés lo que te diría Saccomano si le llevás esta porquería, no? Borrá y empezá de nuevo’. Entonces el problema no es si te va a matar el mercado o los lectores, sino tus referentes”.

Para Claudia existe una paradoja: por un lado, escribir para un lector; por otro, no poder confiar en ese mismo lector. Y entonces se trata de pensar en un lector ideal, pero reconocible. “Cuando tenés tantos lectores no sabés quién te va a leer. Escribo pensando en un lector, creo que la literatura es un acto de comunicación. Pero no sé quién es ese lector. Sartre dice que la literatura serían manchas negras en un papel, si no fuera por el lector que decodifica esas manchas. Bertolt Brecht decía: ‘Yo escribo para Carlos Marx sentado en la tercera fila’. Entonces a veces tenés una idealización de las grandes cabezas. A mí me condiciona más eso”.

La literatura es para Claudia un trabajo, un trabajo cotidiano. Aunque a veces lo más difícil sea llevar adelante ese trabajo cotidiano entre tanta cotidianeidad trabajosa. “Lo cotidiano ocupa un lugar muy importante en mi vida. Tengo tres hijos y eso me invade permanentemente. Cuando vos trabajás en tu casa hay una falta de respeto en el buen sentido. Porque en una oficina no te interrumpen. Pero en tu casa sí. Y creo que eso se nota más en las escritoras mujeres que en los hombres, que te dicen que escriben de noche, con el whisky y no sé qué”.

Sigue: “Yo no puedo porque me levanto a las siete de la mañana y tengo que llevar a los chicos al colegio, así que a la noche caigo muerta. Raymond Carver cuenta que en un momento en que la que sostenía económicamente a su familia era su mujer, él se ocupaba de las cuestiones domésticas. Y dice que su período de cuentos breves tiene que ver con escribir mirando el lavarropas girar. Eso nos pasa mucho a las escritoras que tenemos hijos. Estamos medio fragmentadas. Cuando los chicos eran chicos aprovechaba mucho ese momento. Me pasaba que estaba escribiendo un asesinato o algo con malas palabras y venían ellos por atrás y decían: ‘Mamá: dice culo’. Y vos sos una mamá que escribe ‘culo’”, concluye Claudia.

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Primero, el doctor

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El neuropediatra Rodolfo Páramo fue el primero en difundir los efectos del modelo transgénico al denunciar cómo los casos de su consultorio quebraban las estadísticas y la salud pública. Cómo entre el consultorio y sus paseos en bicicleta detectó los efectos del modelo. Y cómo se ganó el calificativo de loco, que considera un título nobiliario.
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La salud no calla

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Mechi Méndez es enfermera especialista en cuidados paliativos y trabaja desde hace 20 años en el Hospital Garrahan. Sus pacientes son niñas y niños con cáncer. Ellos le enseñaron a relacionar la enfermedad con los agroquímicos. Y la convirtieron en un medio de comunicación. Las claves del amor y el humor, y por qué la silla es terapéutica.
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Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental

Los ejemplares del manual “Educación Ambiental”, publicado en 2011 por el Ministerio de Educación y la Secretaría de Medio Ambiente, fueron censurados y guardados en un galpón por presión de las corporaciones mineras y sojeras y de diversos funcionarios. Acá lo podés descargar completo, en formato PDF.

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Como lo planteamos en la nota Mal educados publicado en el número de mayo de la revista Mu, difundimos aquí el PDF completo del censurado manual Educación Ambiental. Ideas y propuestas para docentes, realizado en 2011 por el Ministerio de Educación y la Secretaría de Medio Ambiente, presentado a la prensa el ministro Alberto Sileoni y el secretario Juan Mussi. Se imprimieron 350.000 ejemplares que tuvieron que ser guardados desde entonces en un galpón por presión de las corporaciones mineras y sojeras y de diversos funcionarios (ministros y gobernadores).
Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental
Se trata de un trabajo de calidad inédita, en forma y contenidos, cuya libre divulgación es relevante en momentos en que el debate sobre los bienes comunes es crucial para gran cantidad de comunidades afectadas por el modelo extractivo, pero inexistente en la llamada agenda política, pese (o por) el año electoral. Desde el punto de vista estrictamente educativo, es una herramienta más para que docentes y estudiantes puedan conocer y debatir estos temas.

En este link podés descargar el manual en formato .pdf (33Mb)

Mal educados: los manuales censurados de Educación ambiental

El árbol de los problemas ambientales

La nota de Mu 88

Por primera vez en la historia el Estado Argentino elaboró, bajo la órbita del Ministerio de Educación, manuales de alta calidad de forma y contenidos referidos a lo ambiental, titulados Educación Ambiental – Ideas y propuestas para docentes. Hay tres versiones para los niveles Inicial, Primario y Secundarios, han sido considerados “extraordinarios” por especialistas en el tema, y fueron presentados en conferencia de prensa por el propio ministro Alberto Sileoni y por el secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable Juan José Mussi el 18 de abril de 2011. Informaron entonces que se imprimieron 350.000 ejemplares en total.
Agregó el ministro Sileoni: “El desafío que tenemos por delante, no es sólo que estos materiales lleguen a todas las escuelas del país, además tenemos que garantizar que en cada una de sus aulas transcurra esta transmisión de saberes para mejorar la sociedad en la que vivimos”.
El desafío salió mal: los libros jamás llegaron a las escuelas ni hubo transmisión de saberes para mejorar la sociedad, como resultado de la presión ejercida por el lobby sojero liderado por AAPRESID (Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa), que incluyó el trastornado título Los chicos, rehenes de guerra, para el artículo del activista transgénico Héctor Huergo (editor del diario Clarín, que nunca explica cuál es la guerra ni por qué los chicos serían rehenes), y llamadas densas a las zonas centrales del Ejecutivo por parte del secretario de Minería, Jorge Mayoral, el ministro de Ciencia y Técnica Lino Baranhao, y de los gobernadores de San Juan (José Luis Gioja), La Rioja (Luis Beder Herrera) y Catamarca (Eduardo Brizuela del Moral en aquel entonces).
Ese ejercicio de lobbistas estatales y privados del modelo extractivo frenó inmediatamente la distribución de los libros y del proyecto de capacitación que, según había informado el propio gobierno, involucró una inversión de 7.900.000 pesos (de 2011). Desde entonces los ejemplares para los tres ciclos, en papel ilustración y a todo color, reposan en un galpón posiblemente de la zona de Barracas, por el cual se paga un alquiler del que no se obtuvieron cifras pero que parece ser lo suficientemente oneroso como para haberse convertido en un karma inexplicable con el que nadie sabe qué hacer.
En aquella conferencia se repartieron algunos ejemplares al periodismo, incluso la versión en CD, y el ministro Sileoni brindó otras definiciones significativas:

  • “A los grandes nos cuesta mucho modificar conductas que tenemos arraigadas, mientras que si los chicos aprenden desde edades tempranas la importancia de cuidar el lugar donde vivimos, sin duda, van a incorporar mejores hábitos y una mayor conciencia”.
  • “Se trata de tomar conciencia de que formamos parte de un colectivo, y desde ahí ver cómo hacemos para transformar el mundo cuidándolo. Este es el mensaje que tenemos que transmitir, empezando en la mesa familiar, para continuar en las 45 mil escuelas, con los 900 mil docentes del país, que constituyen un extraordinario escenario para que estos temas se transmitan”.

El entonces secretario Juan José Mussi agregó a ese cúmulo de buenas intenciones:

  • “Los docentes y los alumnos son centrales para llevar adelante políticas de prevención. Así como para extender la idea de que es importante que haya desarrollo, pero es fundamental que éste se lleve adelante cuidando el medio ambiente. Y para ello es imprescindible brindarles a los chicos información seria y con propiedad, como la que proponen los nuevos materiales que preparamos”.

La información de prensa brindada por el propio gobierno aclaraba que los libros llegarían a 104.000 establecimientos de todos los niveles, como parte de un plan de capacitación para al menos 10.000 docentes de todo el país, con el objetivo de “facilitar e impulsar la inclusión de la Educación Ambiental en la currícula escolar”.

¿Qué dicen los libros?

El manual, cuyo PDF completo para el nivel Secundario (320 páginas) puede leerse, bajarse, copiarse y distribuirse desde www.lavaca.org, plantea que la Educación ambiental es política, social, multidisciplinaria, humanista y ética (destaca, por ejemplo, la ética del bien común, de la participación democrática, de la restauración y reconocimiento de la diversidad ecológica y cultural). En una lectura veloz puede verse “El árbol de los problemas ambientales”, en cuya raíz figuran la “alta producción industrial contaminante”, la “inequidad en la distribución de oportunidades y riqueza” y el “consumismo/ consumo irresponsable”.
Entre los problemas ambientalds globales menciona la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, el adelgazamiento de la capa de ozono, la desertificación y la escasez de agua. Aclara a los docentes: “Es importante recordar que el sentido crítico del lector debe conducirle a seguir profundizando en los temas tratados. Las siguientes páginas actúan simplemente como disparador”.
En la página 79 comienza el capítulo Problemas ambientales en nuestro país. Informa por ejemplo, con datos del Sistema de Indicadores de Desarrollo Sostenible, que el 20% de la población no tiene acceso a agua segura. En la página 88 se mencionan los Impactos de las actividades extractivas del subsuelo mencionando primero la minería, actividad a la que califica como “doblemente destructiva por su gran escala y por la tecnología que ha acrecentado su capacidad productiva”. Señala que “actualmente se están desarrollando en el país una gran cantidad de proyectos mineros, generándose amplios debates y movimientos por parte de pobladores locales y organizaciones de la sociedad civil que cuestionan este tipo de emprendimientos”.
Menciona los impactos mineros.

  • Flora y fauna: “Deforestación de los suelos con la consiguiente eliminación de la vegetación (esto es más grave en los casos de mineras a cielo abierto y en las megaminerías)”.
  • Suelo: “Importantes modificacines del relieve por excavación, desgaste de la superficie por erosión, generación de montones de residuos de roca sin valor económico que suelen formar enormes montañas”.
  • Agua: “Alto consumo de agua que, generalmente, reduce la napa freática del lugar (agua subterránea), llegando a secar pozos de agua y manantiales. El agua suele terminar contaminada por el drenaje ácido de las minas”.
  • Aire “La contaminación del aire puede producirse por el polvo que genera la actividad minera, que constituye una causa grave de enfermedad, causante de trastornos respiratorios de las personas y de asfixia de plantas y árboles. También por emanaciones de gases y vapores tóxicos”.

Describe el uso de cianuro y derivados “que son muy tóxicos y perdurables en el tiempo”, de “productos químicos peligrosos” y se explica que la actividad genera “un vertido autoperpetuado de material tóxico ácido, que puede continuar durante cientos o incluso miles de años” (como lo sabe cualquier persona que haya visitado alguna vez minas abandonadas hace 100 años, que siguen drenando esos ácidos).

Sobre Transgénicos

El capítulo La transformación rural informa sobre el avance de la frontera agropecuaria. Este profundo proceso de cambio de uso de la tierra configura un verdadero reemplazo de ecosistemas naturales (pastizales, bosque y humedales) por agroecosistemas artificiales, simplificados y mantenidos por una intervención tecnológica intensiva y sostenida, con consecuencias para la estructura social de la población rural, cambios en la tenencia de la tierra y riesgos para la salud humana”. Agrega: “La soja transgénica, con una o dos siembras anuales, es en la actualida el cultivo predominante que impulsa el proceso de transformación agraria en Argentina”.
El manual describe qué es un organismo modificado genéticamente, comúnmente llamado transgénico, al que se le otorga la característica de “resistir al herbicida glifosato”.
Se explican las consecuencias sociales entre las cuales se señala la falta de compromiso de los pooles de siembra “con la planificación del uso de la tiera y su conservación”. También refiere “el endeudamiento y desaparición de amplios sectores de productores pequeños y medianos” con datos de los censos agropecuarios, y el éxodo de las poblaciones rurales, más evidente con el uso de las tecnologías intensivas “con la consecuente merma de la mano de obra necesaria”.
El manual plantea entre las consecuencias ambientales el “deterioro creciente del suelo y los acuíferos”, el “aumento poco controlado del consumo de pesticidas, herbicidas y otros agroquímicos que impactan en la fauna y la flora”, y los problemas y trastornos en la salud: “La absorción de pequeñas dosis de agroquímicos se traducen en afectaciones de la salud que van desde intoxicaciones a daños potenciales del material genético celular”.

Off the record

El trabajo es prologado por Mussi, Simeone, y Fernando Melillo, y figuran en la realización de contenidos la Secretaría de Ambiente, el Ministerio de Educación y la fundación Educambiente. Tan guardados como los libros parecen estarlo los funcionarios y funcionarias que podrían dar explicaciones sobre el tema, excepción hecha del clásico off the record que brindó a Mu una elevada y asombrada fuente oficial: “La verdad es que se hizo el trabajo, se mandó a todas las provincias para que las áreas de Educación estuvieran en cada caso al tanto de los contenidos, y nadie dijo nada. Para cuando se presentó yo creo que pasaron dos cosas: obviamente los altos funcionarios no lo habían leído, y de ahí para abajo todos los intermedios tampoco. O algunos lo leyeron, y nadie estuvo en desacuerdo, o no percibió el efecto que podían provocar”.
¿Qué pensar del universo de funcionarios que recibió el manual y no hizo ni una lectura superficial? Respuesta en off: “Chantas”. La pregunta sobre qué cosas más importantes habrán estado haciendo no recibe respuesta alguna. “No tengo dudas de que en algún momento esos ejemplares se rescatarán y finalmente se distribuirán” dice la fuente oficial, otra demostración de que entre los distintos funcionarios y niveles oficiales existen disputas, incompatibilidad de caracteres, o reacciones mutuamente alergénicas.

Pensamiento único

Pablo Sessano fue de los primeros que denunció la decisión de no distribuir los libros. Es educador ambiental, especialista en Planificación del Medio Ambiente y reúne la condición de trabajar en ese rol técnico tanto para el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, como para el programa Escuelas de Innovación de Conectar Igualdad (Anses), además de asesorar a la Comisión de Cambio Climático en la Legislatura Porteña. “Esos manuales constituían una política pública que se suspendió de hecho por presión de las corporaciones a través de los propios ministerios, que no quieren una mirada crítica frente a estos procesos. Son manuales de absoluta calidad, extraordinarios, es la primera vez en la historia del país que el Estado genera un material de educación ambiental de este nivel. Lo que llama la atención es cómo el Estado se subordina de inmediato a la presión de los intereses corporativos”.
Otra idea: “No hay que olvidar que es material para los docentes, y plantea dudas, preguntas, para motivar la investigación y el aprendizaje. Si no hay ese debate, en las escuelas caemos en un pensamiento único que plantea que el agronegocio o el modelo de minería a cielo abierto son sustentables o los únicos posibles. Y ese pensamiento único que oculta los problemas, más allá de lo que cada uno opine, no sirve para educar sino para adoctrinar”.
Otra duda que se genera: se dice que frente a estos modelos productivos el rol de control lo tiene el Estado. “¿Quién puede creerle a un ministerio que va a controlar a la minería o las fumigaciones, cuando el propio Estado suspende sus políticas públicas en educación por presión corporativa?” se pregunta Sessano sobre este caso que es difícil definir si se trata de censura, autocensura, o silencio por conveniencia mutua, del que ni medios oficiales ni hegemónicos volvieron a hacerse cargo luego de que los manuales desaparecieron del mapa.

Otro peligro

La vicepresidenta de AAPRESID, María Beatriz “Pilu” Giraudo habló en 2013 en el programa Hombres de campo, entrevista que puede escucharse en la propia página de AAPRESID. Allí relata que su entidad activó también a AEA (Asociación Empresas Argentinas, que reúne a las principales corporaciones). Y que antes de estos manuales oficiales, habían entrado en contacto con editoriales educativas privadas (gracias a la gestión de la ex ministra bonaerense Silvina Gvirtz) y con la Cámara Argentina de Publicaciones, cuestionando citas en los manuales escolares sobre el tema del modelo sojero. Mencionó especialmente el caso de Ediciones Santillana, por uno de sus manuales para 5º grado al que adjudica “un abordaje totalmente basado en el desconocimiento, se habla de fumigaciones cuando en el campo y en la agricultura se hacen pulverizaciones”. La declaración demuestra las maniobras de estos grupos para controlar no sólo la información, sino los procesos educativos.
Santillana, a través de su gerente editorial Mónica Pavicich, tuvo la gentileza de enviar a Mu las páginas cuestionadas de aquel manual de 5º grado que ya ha quedado relegado por versiones más actualizadas. Se muestra, por ejemplo, un dibujo de un avión fumigando un campo, y un corte terrestre del subsuelo: “El producto que utiliza se introduce en la capa subterránea de agua, Después, el agua contaminada llega a un río y afecta a los peces que viven allí, y luego esa misma agua sale al mar. Así es como una acción en un lugar determinado puede afectar a zonas muy alejadas de donde se originó el problema”. En la página 56 explica qué significa la degradación de los suelos: “El uso prolongado de pesticidas y fertilizantes químicos provoca la contaminación de los suelos y las capas de agua subterránea. A ese tipo de contaminación se la conoce como contaminación por agroquímicos”.
Pavicich reconoce que recibieron llamadas de organizaciones como ACSOJA (Asociación de la Cadena de la Soja Argentina) con la que no tienen ningún inconveniente en intercambiar materiales y posturas acerca de distintos temas. “Pero los libros son solo herramientas para la tarea que realiza el maestro/a; es el docente el que, con su trabajo en el aula, promueve en sus alumnos el desarrollo de su pensamiento crítico”. Santillana sigue editando lo suyo, mientras 350.000 ejemplares guardados en un galpón muestran cómo puede intentar congelarse tras la enfermedad del silencio a esa sana intención de que exista pensamiento crítico.

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