#NiUnaMás
Adiós a Claudia Rodríguez: la Trans andina que propuso politizar el amor

Referente del movimiento trans latinoamericano, activista, poeta, escritora y tanto más, escribió sobre su infancia, la militancia trans, la vida sexual y se autoproclamó Miss Sida en 2007. Claudia Falleció este 1º de diciembre. Su pelea incluyó al pueblo mapuche, la educación pública, los sin telcho, y planteó siempre una filosa crítica al neoliberalismo, que quita posibilidades de vida y las transforma solo en posibilidad de consumo. En uno de sus viajes a la Argentina compartió con la revista MU sus ideas sobre el orgasmo, el feminismo sin resentimiento, la creación, y por qué hay que politizar el amor. Un modo de homenajearla, de recordarla, y a la vez de volver a estar en contacto con un pensamiento y una acción que dejan una sensible huella cultural, artística y política.
Por María del Carmen Varela
«Las travestis somos iguales que las mapuches del campo, igual que las mujeres antiguas que aprendieron de las abuelas cómo se hace el pan”, empieza Claudia Rodríguez en su libro Cuerpos para odiar, editado en Chile y replicado por editoriales under argentinas. “Nosotras aprendemos hablando con las viejas a pensar lo que tiene que ver con el cuerpo, sobre el deseo, que es lo mismo que aprender a ver. Ver por ejemplo que en el campo, las lechugas también tienen deseo, deseo del sol y lo persiguen hasta que logran que las bese. Las travestis somos igual que las mapuches: no necesitábamos ni leer, ni saber escribir para entender el mundo”.
Sin embargo, Claudia Rodriguez escribe y relata en su libro fragmentos de su infancia en un pueblito chileno de casitas precarias, tardes de novelas mexicanas, pies embarrados y juegos con hermanas y amigas. “Descosidas, manchadas, arrugadas, descalzas, paliduchas, rojizas, ojudas o achinadas, desnutridas, todas éramos salvajes, niñas sobrevivientes del frío. ¿Cómo me iba a imaginar que yo no era linda?”.
Claudia Rodríguez. Foto tomada de la Comisión Provincial por la Memoria.
En su libro Claudia narra la pena profunda que vivió cuando le cortaron los cabellos porque tenía que ir al colegio, la preocupación de su madre (“aprende a leer y escribir y no seas como yo, analfabeta”), su deseo de ser una niñita, las burlas de los demás. “Nací donde nadie me quiere”, resume, y utiliza su biografía como disparador de preguntas inquietantes sobre el pecado, el miedo, el castigo, la inyección de aceite espeso, la ingesta de hormonas, la elección de un nuevo nombre, la operación de cambio de sexo, la prostitución. “A ti te queda bien un perfume dulce, los tacos más altos y un poco de silicona en las tetas”, cuenta que le sugiere un cliente. Y agrega en chileno puro: “Y terminai convertía en algo que jamás te imaginaste”.
Miss sida
Claudia se autoproclamó Miss Sida 2007. No hubo concurso: “Soy la travesti que asume públicamente toda la vergüenza de la epidemia”, asegura. Fotos de cuerpos de travestis asesinadas ilustran la tapa de Cuerpos para odiar: “He sido tan odiada que tengo razones para escribir. Nunca fui una esperanza para nadie. Junto las letras y escribo mediocremente sobre este vacío. Escribo porque no he sido la única. Con mis amigas travestis hemos sido rechazadas porque el cuerpo es sagrado y con él no se juega. Por eso escribo, por todas las travestis que no alcanzaron a saber que estaban vivas, por la culpa y la vergüenza de no ser cuerpos para ser amados y murieron jóvenes antes de ser felices. Murieron sin haber escrito ni una carta de amor”.
Durante diez años Claudia trabajó en Fonosida, una línea de información sobre VIH. Se trataba de conversaciones confidenciales para hablar de salud y dar información para que las personas pudieran tomar sus propias decisiones. “Esa experiencia me marcó porque hubo llamadas que hablaban de que había hombres que tenían prácticas sexuales con travestis pero no se reconocían de otra forma que no fuera la heterosexual, negaban que podía haber hombres que gustaran y amaran a personas travestis”, cuenta a MU. “En lo personal, reflexioné y dije: puedo ser amada. Antes de eso yo pensaba que iba a ser excepcional vivir una relación de pareja. Uso esa información a mi favor; ya nadie me puede decir que en algún momento de mi vida no voy a poder ser amada, por lo tanto con el tiempo me doy cuenta de que no faltan hombres que me puedan amar. Esa verdad, eso que nos ha sido tan negado, existe. Y yo empiezo a hablar de eso, que con toda mi monstruosidad, haber transformado mi cuerpo, haberle puesto silicona, que hace que mi cuerpo sea una máquina, un cuerpo peor, que sale de la norma, tengo derecho a existir. Hablar de estos temas da la posibilidad de que mi comunidad tenga la opción de escuchar y se pueda reconciliar consigo misma. Hablar de monstruosidad, de pobreza, hablar de manera desvergonzada, es siempre liberador”.
Susurros
Claudia creció en tiempos de dictadura militar, tiempos en los que había que llegar a casa temprano porque regía el toque de queda. Cuenta que su padre salía de trabajar y muchas veces encontraba cuerpos baleados en su camino. “Crecí con el susurro del miedo. Soy tan respetuosa porque estoy llena de miedo”, dice ahora. Su madre se trasladó a Santiago en busca de una vida mejor, pero su familia tuvo que vivir mendigando. “Nuestras vidas no valían un peso: teníamos que dejar de ser lo que la tradición decía para construirnos en obreros obedientes, en soldados, sin ninguna posibilidad de tener autonomía. En ese juego yo percibo que fui una infancia que no tenía proyecto. La mirada del mundo no reconocía que una existencia tan marginal pudiera sobrevivir y llegar a ser una persona universitaria, una activista, una filósofa. No daban un peso ni por las mujeres antes de mi madre, ni por mi madre ni por mí”.
Pese a todo Claudia llegó a la universidad y mientras cursaba el Diplomado en Género se topó con algunas autoras feministas. Eso le dio herramientas para poder hurgar en su propia historia familiar, hacer reflexiones críticas e indagar en los datos de los recuerdos de su propia biografía: casi no encontraba datos de sus antecesoras.
Ahora con su libro, Dora, su madre, le preguntó: “¿Para qué escribes sobre mí?”.
Claudia le respondió que lo hace para que el mundo sepa que ella existió.
La madre aún vive en Santiago: “Me está esperando”.
Trans en el consultorio
Con dos décadas de activismo, Claudia sostiene la bandera de la lucha identitaria y menciona otras luchas a las que se suma la comunidad chilena de travestis, transgéneros y transexuales: la mapuche, la educación pública, un sueldo digno, la salud, los sin techo. Critica que el neoliberalismo les ha dado a esas poblaciones un solo derecho: el de consumir, sin mejorar sus condiciones de vida. Y objeta que para la academia siguen siendo objeto de estudio pero no les dan espacio: “Me he llevado de diferentes formas con la academia: al principio la escupía. Luego cuando hice el Diplomado vi que era un espacio que había que ocupar. En este momento hay ciertas observaciones que se le pueden hacer al feminismo académico: que le falta práctica, que habla desde afuera y que necesitamos que el feminismo reconozca sus prácticas, se reconcilie con ellas y que la ética sea la práctica y la práctica sea la ética”.
Claudia cuestiona que las académicas tampoco les reconocen su fuerza laboral y les reprochan que las travestis no van al consultorio a hacerse los exámenes. Por qué: “Cuando una va a los consultorios ve que en los afiches hay presencia de las formas de ser mujer: embarazo, dar de mamar. En esos afiches no se dice nada de nosotras. Siento que no tengo cabida para hablar de mis prácticas no reproductivas. No hay una salud dirigida a las personas travestis, transgénero y transexuales donde el tema no sea la reproducción, sino qué es el placer. Tampoco otras situaciones que vivimos como la salud mental, la drogadicción, el VIH, enfermedades de transmisión sexual, siliconas, hormonización y las respuestas a una salud integral trans. El servicio de salud no esta dispuesto a hablar de otros temas que no sean la reproducción. Eso nos agrede, nos mantiene en la marginalidad. En Chile estamos fragmentadas, muy divididas, no se ha podido instalar esta lucha de cómo mejorar nuestra situación económica. La mirada es esa, la posibilidad de poder trabajar tranquilas, para algunas en el trabajo sexual y para otras en la explotación sexual, es un camino que me interesa que se impregne en el activismo chileno. Tenemos que hacer alianzas con el activismo trans y travesti argentino porque podemos aprender mucho”.
El orgasmo
La entrevista se vuelve al revés: Claudia propone hablar del deseo y el placer del cuerpo travesti, transgénero, transexual. “De eso no se habla. Hace poco estaba conversando sobre la sexualidad de las compañeras que nos operamos y descubrimos que no hay organizaciones de operadas, que no hablamos de nuestro deseo, de nuestro placer, del post operatorio; nos operamos y cada una por su lado. Podría ser importante hablar de nuestro primer orgasmo: para mí fue descubrir algo porque en realidad se produjo con tanto dolor, y yo no sabía que ese dolor era puro placer”.
Hablemos entonces, del orgasmo: “Mi primer orgasmo fue cuando estaba durmiendo. Estaba teniendo un sueño erótico y de repente empiezo a sentir cosas entre mis piernas que no había sentido nunca, que no las identificaba. Vino un ardor, sentí como si hubieran pasado una Gillette por mi entrepierna y de repente hubo una explosión que me hizo sentir maravillosa, una sensación que nunca había sentido. Hablando con mis compañeras, del equipo de Fonosida, todas profesionales feministas, me dijeron: Claudia, fue tu primer orgasmo. Entonces pensé en cuántas compañeras operadas se negaron a sentir ese dolor que en el fondo no era dolor: era placer. Nadie nos dijo que iba a ser así la primera vez, por lo tanto no es tema de conversación. Tuve otras experiencias sexuales donde no hubo penetración y sin embargo ocurrieron orgasmos. Se sobrevalora la penetración y se habla poco de lo que pasa en el cerebro. Cuando tienes oportunidad de reflexionar, de conocerte, de hablar, de salir del miedo, tu cerebro es capaz de llevarte a experiencias de placer incluso sin penetración. Me daba cuenta que de repente juega tanto la salud sexual en el orgasmo, en el placer, en la satisfacción, en el contacto con la vida, y que podría entonces llevar esta conversación a liberar a un montón de compañeras que nos operamos renunciando a las consecuencias que podría tener y que nos lanzamos a la operación sin ningún conocimiento porque nunca nadie nos habló de esto. Esto no lo saben psicólogos y psiquiatras: lo sabemos nosotras”.
Riqueza pura
En su estadía en Buenos Aires, Claudia participó del ciclo Cotorras, un espacio de encuentro artístico trans y travesti en MU Trinchera Boutique. Allí leyó sus poemas, dialogó con la artista trans Susy Shock, que oficiaba de presentadora, y con Naty Menstrual, también artista trans, que participó como público. “Me puse un poco nerviosa con las preguntas de la Susy. Fue maravilloso que la Naty haya estado ahí, fue muy significativo para mí que haya ido a verme porque no nos conocíamos. Fue muy bonito”.
Claudia reflexiona acerca de la posibilidad que le brindaron esos días de tomar contacto con el activismo local: conocer el Bachillerato Popular Mocha Celis, ver el archivo de la Memoria Trans, escuchar sobre el proyecto de ley “Reconocer es reparar”, que busca un reconocimiento económico a las mujeres trans y travestis de más de 40 años que fueron víctimas de violencia institucional en las últimas décadas. “Hay una tendencia histórica de instalarnos solamente en lo víctimas que somos para el sistema. Dado que he escuchado a mis compañeras argentinas que proponen que ‘Reconocer es reparar y el cupo laboral para travestis y trans, he sentido que para allá va donde yo tengo que hacer mi activismo, politizarlo en ese sentido, porque si no, no va a poder ocurrir una movilidad social para nosotras las travestis”. Durante la entrevista, las activistas trans Violeta Alegre y Marlene Wayar escuchan con atención a Claudia. “Lo que nosotras vemos en vos es riqueza pura”, dice Violeta. “No te puedo creer”, se sorprende Claudia. “Estamos pensando y produciendo más o menos por los mismos lados, en diferentes lugares del mundo, sin habernos conocido y esto hace que el encuentro sea un reconocimiento casi inmediato”, suma Marlene. Claudia: “Si, estamos juntas, unidas. Nos pasa lo mismo”.
Feminismo sin venganza
Lo que plantea Claudia resuena más allá de lo trans para cualquiera que la escuche. Está hablando de política, de romper el cascarón y lo binario, de asumir la vida y la libertad, de romper el estereotipo. Su nueva creación es una obra de teatro llamada Vienen por mí que combina stand up, performance y danza butoh. En un escenario en el que las trans y travestis son asesinadas a cielo abierto, “advierto que vienen por mí, y por eso mismo pueden venir por cualquiera de nosotras”. ¿Qué hacer? “El feminismo nos permite hablar de la esperanza”, dirá. ¿Una propuesta? “Politizar el amor”.
El rencor y la venganza son territorios recorridos y reivindicados en la obra de Claudia. Dedicó energía, palabras y gestos a describirlos y abrazarlos. “Decía: yo soy tan resentida que quiero venganza ahora. Pero trabajando este otro activismo feminista más reflexivo, estamos más preocupadas por lo que ha hecho el activismo en nuestro cuerpo, en nuestra salud, en nuestra vida, y la enunciación de la venganza es poco feminista, es más bien patriarcal. Y hacer esta reflexión de política y amor es mucho más feminista. A mis cincuenta años, con más de veinte años de activismo, he pasado por situaciones de salud que han puesto en riesgo el activismo y mi vida. Es mejor proponer el abrazarse, el encontrarse, el reconocerse, como prácticas de una política. Tiene que ver con mi edad: yo en este momento quiero tranquilidad, aprecio más los espacios sin violencia, donde se pueda conversar, en donde yo con la diversidad de activismos travestis que hay en Chile, no tenga que confrontar sino que pueda darme la posibilidad de construir”.
Claudia trabaja hoy en Fondo Alquimia, organización feminista que moviliza recursos para organizaciones lésbicas y trans. “Para mí significó tener una estabilidad económica: soy una travesti muy privilegiada. En la primera presidencia de Sebastián Piñera me despidieron, trabajaba en atención telefónica, y como tenía unos fanzines los empecé a vender en la calle. Ahí se me dio la posibilidad de que muchos me conocieran por vender mis cosas en el suelo”.
Cree que allí se inició una red que se sigue tejiendo siempre: “Y que tuvo que ver con que una estaba siendo una voz nueva”.
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38º Encuentro Plurinacional: el regreso

Por Claudia Acuña
Fotos Line Bankel
A las doce de la noche parte el micro que nos trae de regreso a Buenos Aires con el grupo de mujeres que lucen imborrables sonrisas y cachetes decorados con purpurina. La noche es para soñar y la mañana para compartir la transmisión de la asamblea que decide en qué ciudad se realizará el próximo encuentro: Córdoba.
Con el festejo llega la ceremonia que preparó la Comisión de Mística.
Estamos todas sentadas en el piso superior del micro mientras una voz encantadora nos cuenta el cuento La cabeza en la bolsa, mientras recorre el angosto pasillo mostrando las ilustraciones que dan vida a esta historia que escribió Marjorie Pouchet: la de una chica rabiosamente tímida que siempre sale a la calle con una bolsa en la cabeza, hasta que un día, regado por sus lágrimas, crece allí un jardín. ¿Qué hará entonces con esa timidez y con esas flores?
Consultar a una amiga.
Algunas compartirán en voz alta lo que ese cuento les resuena; otras sus lágrimas.
Luego, las organizadoras de la colecta para el viaje nos darán dos regalos. Cada una recibirá así una de las serigrafías creadas por el grupo de arte Vivas Nos Queremos y un pedido: que sean expuestas en lugares colectivos. El otro regalo está guardado en un sobre hecho a mano con papel reciclado. Contiene stickers, calcomanías y un papel amarillo donde nos piden que escribamos un deseo que acompañe a nuestras amigas de viaje hasta el próximo Encuentro. Una cajita de cartón recoge los mensajes y de allí cada una extraerá el suyo.
El mío:
“Seguí tus sueños, abrazá tu intuición, aferrate a tus compañeras: todo es posible”. Llegamos.

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38° Encuentro Plurinacional: Qué momento

El 38° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries terminó este domingo con una movilización de 20 cuadras por la costanera correntina. Más de 90 mil personas participaron de estas jornadas que se vivieron una vez más como un hecho histórico y más aún ante el contexto libertario: «Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo, les hicimos el Encuentro». Voces de distintas generaciones, desde las que fueron por primera vez a las más experimentadas, que participaron de talleres y de conversaciones para pensar y hacer otro feminismo para enfrentar al fascismo. Las canciones, las estrategias, y las opciones para el año que viene: ¿Córdoba o CABA?
Por Claudia Acuña. Fotos de Line Bankel para lavaca.org
Enviadas especiales a Corrientes.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
¿Cuánto son veinte cuadras de feminismo? ¿Y si esas veinte cuadras corresponden a la costanera correntina? ¿Y si se mueven durante dos horas gritando “señor, señora, no sea indiferente, nos robaron a Loan en la cara de la gente”?
A las siete y pocos minutos, la marcha de cierre del 38º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Travestis, Trans, Lesbianas, Intersex y No Binaries partió de un parque con color emblemático: Poncho Verde. Apenas dos cuadras después ya hacía llorar a una señora asomada a la ventana y agitar los brazos a su vecina, tres pisos más arriba, mientras una tercera se atrevía a aplaudir. La multitud se detuvo para saludarlas y, con ese abrazo a distancia, la marcha se sintió bendecida.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Los cálculos aritméticos dictan que se agotaron todas las plazas de alojamiento en Corrientes Capital, que la demanda desbordó hacia ciudades vecinas como Resistencia y Paso de los Libres, y que eso significa que al menos 70 mil personas llegaron a este Encuentro. Las cuentas por espacio ocupado en el asfalto correntino elevan esa cifra a 90 mil. Cualquiera haya sido la cantidad, lo que sin duda representa en este contexto lo sintetiza una palabra: demasiado. Ese fue el sentimiento que aderezó desde la apertura hasta este final, que hizo llorar a las organizadoras y cantar una y otra vez el hit de este Encuentro: “Qué momento/ qué momento/ a pesar de todo/ les hicimos el Encuentro”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mientras un grupo de chicas de San Luis se pinta la bandera palestina en los cachetes, me cuentan que participaron del taller de antiimperialismo y de otro sobre el trabajo sexual. Dicen con seguridad que el desafío ahora es poder transmitirles a las “más jóvenes” por qué vale la pena organizarse y pelear por mantener derechos que costaron tanto conseguir y seguir batallando por otros que todavía están pendientes. “Las jóvenes tienen que ser el futuro del feminismo y es nuestra tarea que así sea”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
La que habla se llama Lucía y tiene apenas 22 años. Sus amigas completan: para ellas fue el primero, pero no será el único. No les llamó la atención que existiera cierta tensión entre los aparatos políticos –“lo vemos siempre”– y hasta consideran que “está bien que se debata con pasión sobre temas importantes, como la reforma laboral, porque lo importante es hablar”, aunque sin duda sería mejor que también las escuchen.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Otro grupo de chicas tucumanas –primerizas también– dirá que les interesó el taller de educación y que aprendieron mucho escuchando a mujeres de todas las edades intercambiando experiencias y opiniones. “No es habitual que podamos conversar con diferentes generaciones y todas en un plano de igualdad: no había quien se presentara como si supiera más o fuera más importante”. Otra dirá que rescató que los talleres no cerraran con conclusiones o recetas sobre lo que hay que hacer. Eran personas compartiendo preguntas y eso es lo que se llevan. Les pregunto cuáles, como ejemplo. Dirá otra: “En el taller de violencia digital alguien planteó que se nota que los varones fascistas están muy activos en las redes y sin duda organizados. Entonces se preguntó: pero ¿dónde están nuestros varones? ¿Por qué ellos consideran que si nos atacan a las mujeres no es su problema? Otra chica planteó su duda: ¿tenemos que hablarles a los varones fachos? Y si así fuera, ¿qué tendríamos que decirles? Nos dejó pensando”.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Durante el recorrido de esta marcha alegre y sin sobresaltos se cruzaron algunas amenazas que llevaron a la práctica y la resolución al paso de algunas respuestas a estas preguntas. Dos opciones:
Opción No te Tenemos Miedo: cantarles “tiemblan los machistas/ América Latina va a ser toda feminista”.
Opción Defendemos lo Irrefutable: gritar “¿Dónde está Loan?”.
La inteligencia es colectiva.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org
Mañana habrá que resolver también colectivamente la tensión interna que se encarna en la elección de la próxima sede del Encuentro: CABA o Córdoba. Hay quienes temen que en CABA monopolice el tema la prisión y proscripción de Cristina Kirchner. Otras plantean que es hora de un Cordobazo feminista. Ambas cantaron hoy sus preferencias (“que sea en CABA”, gritaban las Mumalá correntinas; “paso a paso se viene otro Cordobazo”, agitaban las cordobesas), pero la marea entera coincidía en lo importante: el poder de estar juntas sigue intacto.
La pregunta que dejó a todas pensando es qué hacer con eso.

Fotos: Line Bankel/lavaca.org


Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Fotos: Line Bankel/lavaca.org

Fotos: Line Bankel/lavaca.org

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Oraciones, entre la cruz y la raya: un ritual para presentar el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez

Este domingo 16 de noviembre presentamos el nuevo libro del Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez, editado por lavaca, con una perfomance conmovedora: Oraciones, entre la cruz y la raya fue una obra de teatro danza basada en los ejes teóricos de Femicidios, narcotráfico y Estado. La puesta transformó en lenguaje poético, corporal y musical una realidad que duele y mata, de la mano de talentosas artistas.

Familias sobrevivientes de femicidios, con el libro del cual son parte: el nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez.
Oraciones, entre la cruz y la raya: así se llamó la presentación performática del nuevo libro del Observatorio Lucía Pérez editado por lavaca y titulado Femicidios, narcotráfico y Estado.
La obra de teatro y danza indagó en los mecanismos que operan sobre los cuerpos y los territorios desde una dramaturgia que combinó texto, movimiento y música. El resultado fue una experiencia que funcionó tanto como obra artística como herramienta para hacer sentir, colectivamente, de qué hablamos cuando hablamos de femicidios.
La obra fue ideada y escrita por Claudia Acuña, también responsable de la dirección general del Observatorio Lucía Pérez. En escena, Oraciones desplegó el trabajo de las intérpretes Julieta Costa, Lola Domínguez Hayes, Lucía Harismendy, Pia Leone, Luca y Juana Torras, quienes construyeron una trama sensible entre la fragilidad y la fortaleza. La música en vivo, a cargo de Santiago Torricelli en piano, aportó un pulso emocional que atravesó toda la pieza.



El diseño sonoro siguió de la mano de Pía Leone, junto con la operación técnica de Teo Escobar y Lucas Pedulla. Y el diseño gráfico estuvo a cargo de Jonatan Ramborger (autor, también, de la tapa del libro) y Julie August.
La puesta en escena fue realizada por Julieta Costa, mientras que la dirección coreográfica estuvo a cargo de la reconocida directora y coreógrafa Carla Rímola.
Oraciones dejó en quienes asistieron la certeza de que el arte no sólo puede denunciar lo que duele, sino también abrir caminos para imaginar otras formas de vida y de cuidado.
Y también, otras formas de presentar un libro.



El Observatorio y su libro
El Observatorio Lucía Pérez es una herramienta de análisis, debate y acción creada por lavaca.org con el objetivo de profundizar el trabajo sobre formas de prevención y erradicación de la violencia patriarcal.
Cada día un equipo conformado por Claudia Acuña, Amalia Etchesuri, Anabella Arrascaeta y Pablo Lozano actualiza 12 padrones de manera autogestiva, datos que sumados al seguimiento de lo publicado en medios de todo el país son luego chequeados y precisados con fuentes judiciales y periodísticas. Se trata del único registro público del país, lo cual quiere decir que pueden consultarse las fuentes de cada dato.
Cada mes el Observatorio realiza un resumen de este diagnóstico junto a víctimas y familias sobrevivientes de femicidios. El resultado es el informe mensual que se difunde a través de organizaciones sociales y referentes de la política y la cultura que intenta pensar, más allá de las cifras, la radiografía social y política de esta violencia.


Femicidios, narcotráfico y Estado reúne ahora y por primera vez los distintos informes, investigaciones y acciones del Observatorio Lucía Pérez. Es un material que indaga a través de la articulación de textos teóricos y reportajes periodísticos las vinculaciones entre lo narco, la violencia machista, los femicidios y el rol del Estado en la trama de la impunidad.
Todo eso quedó plasmado en esta presentación-ritual colectivo para empezar a sanar una realidad que duele, y organizar la realidad que viene: aquella que queremos, deseamos y nos merecemos.
Si querés el libro escribinos al teléfono que figura en este link, y suscribite para apoyar todo lo que hacemos:

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