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Generación #NiUnaMás

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El Pellegrini fue tomado durante 12 días cuestionando a dos preceptores: uno que golpeó a dos estudiantes, y el otro, acosador. En el Normal 1 el conflicto fue por la ropa. Cómo piensan chicas y chicos que no quieren ser cómplices. ▶ FRANCO CIANCAGLINI

Generación #NiUnaMás

Foto: Nacho Yuchark/lavaca

Son la generación del #NiUnaMenos, con hashtag y todo. Conviene empezar por valorar ese dato para poder entender a estas chicas y estos chicos que van a mil. Que no paran de hablar, de hacer y de organizarse. Que no creen en el silencio ni en la obediencia, más aun cuando se percibe que mucho de lo que aprendieron y aprendimos está mal o es viejo.

Y que muestran que muchas veces hay que dejarlos a ellos, a los más jóvenes, al frente de la clase.

Época

Tienen entre 16 y 19 años y cursan los últimos años del secundario en dos colegios públicos porteños  emblemáticos: el Carlos Pellegrini y el Normal 1. Algunos de ellos militan en el semillero de un partido político, otros no, pero todos forman parte del Centro de Estudiantes de sus colegios.

Y todos, además, encabezaron distintas acciones repudiando la violencia machista que se da puertas adentro de sus escuelas.

Construyeron propuestas. Salieron a defenderlas. Y cambiaron cosas que parecían imposibles.

La historia arranca hace poco, en 2013, según fechan los propios involucrados: “Ese año creamos la Comisión de Género en el Centro de Estudiantes, aunque hasta el año pasado no le dimos mucha bola”, confiesa Rocío, quinto año del Normal 1, que sintoniza aquel comienzo real con la marcha del Ni Una Menos que llenó la calles el 3 de junio de 2015.

Ofelia, León, Facundo y Victoria cursan los últimos años en el Carlos Pellegrini y también reconocen en ese día algo así como su propio 24 de marzo: “Marchamos 1.500 personas, una de las marchas más importantes del Pelle”, cuentan.

De eso se trata esta historia: jóvenes peleando por cuestiones similares en distintos lugares en el mismo momento.

Este.

Tipos en pollera

El colegio Carlos Pellegrini estuvo tomado este año durante doce días por los estudiantes y al momento de la entrevista aún seguía sin clases pero por un paro de los docentes, ocho días más.

Las causas de la toma estudiantil, a diferencia de las de otros años que se plantearon en relación a mejoras edilicias o cambios en el plan de estudios, tuvieron que ver exclusivamente con situaciones  de violencia machista y acoso:

“Un caso es el de un conflicto que arrancó en 2007, cuando en el marco de otra lucha, quien por entonces era preceptor golpeó a dos estudiantes. A esa misma persona, ahora, la quieren ascender como regente y nosotros entendemos que la escuela no puede premiar a un golpeador. Eso es violencia”, sintetiza Facundo, 17 años.

Camilo completa: “También nos estamos manifestando contra otro preceptor que el año pasado acorraló a una chica de 14 años en el pasillo, e intentó besarla”.

Ninguno de los estudiantes que participaron de la actual toma estaba en el colegio en 2007, cuando ocurrió el primer abuso. Pero el Pellegrini no tardaría en hacerles conocer el rostro y la voz del responsable:  Héctor Mastrogiovanni –el preceptor cuestionado- es quien les da la bienvenida a los chicos de primer año, según explican los propios estudiantes.

El relato sobre su ataque contra dos chicas en 2007 circuló de año en año y traspasó las camadas, de modo que Ofelia, León, Facundo y Victoria conocen en detalle qué pasó y quién es Mastrogiovanni, y le siguen el tranco de cerca. Por eso, ante la noticia de su ascenso, no tardaron en reaccionar y plantear la discusión como una cuestión no personal, sino institucional: “Vos no vas a estar acá siempre”, le dijeron los estudiantes al rector Leandro Rodríguez en una reunión presenciada por MU. “Entonces, si no hay una posición claro desde la institución, ¿cómo sabemos si mañana no va a pasar de nuevo?”

Finalmente, la movilización logró las dos cosas: frenar el ascenso del golpeador, y separar al preceptor acosador.

En el Normal 1, por su parte, la discusión se centra el Código de Vestimenta: “Durante el año pasado agudizaron la prohibición de entrar con polleras”, relata Franco, de cuarto año.

Rocío, de quinto: “Entonces llevamos la discusión al rectorado, con la idea de cambiar ese Código. De ese debate resultó un acta que decía que la norma iba a ser más flexible con las compañeras, y se las iba a dejar entrar”.

El pacto no fue cumplido por las autoridades escolares: “Un día dejaron entrar a una chica sí y a otra no con la misma pollera. Era absurdo”.

Frente a esa arbitrariedad, el Centro de Estudiantes se reunió un viernes. Y el lunes siguiente todos fueron de polleras.

En total: 150 personas con polleras, incluidos los varones.

Medios

«Después de tantos años, empezamos a hacernos la siguiente pregunta: ¿por qué?”, explica Rocío en lo que podría ser una síntesis de estas historias. Con esa pregunta, filosófica e inocente a la vez, no construyeron respuestas sino una conversación que persiste: “Lo groso que logró el Ni Una Menos es que esas cosas ahora se puedan hablar. Hace mucho tiempo que los Códigos de Vestimenta existen en los colegios y son súper retrógrados. Pero ahora se desnaturalizó todo más todavía. Que toda la comunidad educativa se ponga en pollera en apoyo a las chicas, es un cambio colectivo muy grande”, analiza León, del Pellegrini, en relación a sus colegas del Normal.

La pollera no es un elemento más en la discusión por la violencia machista: su paradigma, agitado por los medios, simboliza el típico “te la buscaste” como justificación ante un abuso.

Los chicos recuerdan algunos titulares: “Cuando vemos casos horrorosos de chicas de nuestra edad que desaparecen y tienen los finales más horribles, los medios titulan culpando a la mujer: ‘Fue a bailar, estaba vestida así o asá, se juntaba con tal o con cual’”. Victoria, del Pelle, sobre la otra parte de los medios: “Y por otro lado hay programas donde todo el tiempo muestran el culo. Pero a la escuela no podés ir en pollera. Te reprimen”.

Rocío: “Nunca se enseña al hombre a no cosificar a la mujer: siempre se enseña a la mujer a cuidarse. Pero somos completamente libres de vestirnos como queremos y el colegio debe defender esa libertad, no censurarla”.

Límites

Los chicos cuentan que la prohibición se aplicaba de manera arbitraria. “Si les caías mal o no les gustaba lo que tenías puesto, no te dejaban pasar”, resume Franco. El límite concreto estaba borroneado, ya que en el caso del Código de Vestimenta del Normal el texto hablaba de una “ropa adecuada” y no especificaba prendas que sí o prendas que no. El encargado de decidir eso, como en un cuento de Kafka o en la entrada de un boliche, era el Colegio.

Ofelia, presidenta del Centro de Estudiantes del Pellegrini, menciona una paradoja: “En la coordinadora está la discusión de no tener un código de vestimenta, o tener un código de vestimenta que permita todo”. Sobre la cuestión del largo de la pollera, opina Franco: “No se puede generalizar porque no hay dos cuerpos iguales. Una pollera que a una le queda corta, a la otra le queda larga”.

Los estudiantes del Normal, al proponer el cambio del Código, tuvieron que enfrentar esta contradicción: “Nos parecía muy estricto poner esto sí, esto no”, dice Rocío. “Pero al fin y al cabo la palabra se diluye, y si no tenemos algo que nos respalde, ellos siguen decidiendo. Entonces este año dijimos: vamos a poner las polleras dentro de lo que se puede. Y pusimos todo: musculosas, polleras, medibachas”.

Los chicos de Pelle plantean que ellos no se tienen que encargar de poner los límites sino de abrirlos: “Lo importante es primero avanzar contra lo que vemos claramente que está mal. El límite es lo que no queremos”.

Autoridad

«Las autoridades no soportan que les lleves la contra”, dice Juan Bautista cuando se les pregunta por la reacción de las autoridades ante los reclamos. Los chicos dibujan, entonces, una pirámide: profesores, preceptores, psicopedagogos, vicedirectoras y, arriba de todo, el rector. En el caso del Pellegrini también existe un más allá: los gremios, encargados principales de proteger a los preceptores violentos.

En el Normal describen, sin asombro, que la cadena machista tiene hombres en las dos puntas de la pirámide, y mujeres en el medio: psicopedagogas y vicedirectoras. Ellas eran, en lo formal, las encargadas de recibir las denuncias: “Eso es lo peor”, plantea Rocío: “¿Por qué no me entendés, si sos mujer?”. Las respuestas que les daban a las chicas:

“Estás en el ámbito escolar”.

“No es lo mismo una persona adulta que ustedes, que son chicas”.

“Lo que te pasa puede ser provocado por cómo venís vestida”.

“Claro”, dice Rocío. “Te largan el discurso del cuidado y pensás: tienen razón. Pero después te das cuenta de que no”.

¿Cuándo te das cuenta? “Cuando te mienten. Cuando hicimos la marcha de las polleras nos dijeron: no hace falta esta medida, se puede debatir esto. ¡Pero lo veníamos debatiendo desde hacía un año y nadie nos hacía caso!”.

Otra muestra de estilo se nota cuando las llamadas autoridades utilizan la amenaza: “Te van con esto de que te van a meter una sanción, sobre todo para asustar a los más chicos”.

Franco ilustra: “Por ejemplo, te ponen media falta por defender a una chica a la que no dejan pasar”.

Juan Bautista, del Normal: “Es lógico que los estudiantes no se queden callados si los afecta una decisión arbitraria de una autoridad. No tienen por qué quedarse callados, ni tener miedo de luchar por lo que les corresponde”.

Desde el Pellegrini suman: “Antes, las autoridades tenían la potestad de pegarle a un estudiante y no pasaba nada. O un profesor podía hacer pasar al frente a una estudiante para mirarle el culo. Pero ahora hay mucha más conciencia. Está aceptado que todo eso es violencia”.

León: “Estamos atentos a todo. A que un preceptor levante la voz en el aula, o un profesor haga un comentario desubicado. No hay que dejarlo pasar”.

Victoria: “Con el ascenso del preceptor a regente, el mensaje que bajaba el Pellegrini era que si te maltrataban por tu condición de mujer, tenías que seguir así, no pasaba nada. A las mujeres el colegio les estaba enseñando a callarse. Y a los hombres, que si intentaban dar un beso, acosar o golpear, los iban a premiar”.

Juan: “Se escucha mucho el ‘se empieza en casa’ pero también hay que concientizar en otros ámbitos. El colegio tiene que decirles a los pibes cuáles son sus derechos para que sean libres, no para decirles cómo se tienen que vestir”.

Franco: “Es cierto que la escuela es como una segunda casa. Me dan ganas de ir al colegio porque veo a mis amigos, me divierto y estoy en reuniones donde se habla de cosas interesantes. Así que el lugar donde discutir estas cosas es ahí”.

Y plantea además otra cuestión: “La escuela da la oportunidad de corregir y mejorar lo que uno aprende en casa. Lo que me enseñan mis viejos. A mi madre, por ejemplo, no la dejaban salir por ser mujer; mi abuelo era el hombre de la casa y el que daba las órdenes. Y yo creo que el colegio es el lugar donde darte cuenta si eso está bien o no. Más que matemática o lengua, uno se forma en valores”.

Poder

Rocío, del Normal: “Llegar a esta discusión es producto de la organización del Centro de Estudiantes. Antes se tomaban cuestiones de género, pero quedaban ahí, y los problemas se repetían. Este año nos empezamos a poner más duros con estos temas, para que nos presten atención”.

Ofelia, del Pellegrini: “Problemas hay un millón y no se puede luchar por todos, lastimosamente. Ahora nos acosa el tema del boleto educativo con el aumento del transporte, lo caras que son las fotocopias, lo caro que está todo. Pero lo principal es dar el espacio para debatir. Tener reuniones de delegados, asambleas masivas. Una de las razones por las que ganamos la lucha fue porque la toma duró 12 días y nunca bajó la cantidad de gente. Eso es lo bueno de la organización: no que se implante una idea, sino que una asamblea masiva respalde las medidas que votó. Así nos manejamos, intentando que las discusiones se den entre todos”.

Facundo aporta otra lección de estos días: “No tratamos de implantar ideas. Siempre se debatió en asambleas, desde la base. Porque si tenés a cinco pibes que saben que pasa algo, pero la gente no conoce el caso, vas a tomar el colegio y vas a estar vos solo diciendo: ‘qué luchador que soy’. Creo que podemos instalar temas, pero en nuestra calidad de estudiantes, y si nuestros compañeros los sienten como propios. Que la agenda la marquen ellos”.

Futuro en presente

Rocío: “No sé si la frase cliché de ‘somos el futuro’ es cierta. Pero quizá tenemos la oportunidad de hacer algo ahora para que ese futuro sea distinto. Yo estoy en 5° año, después me iré de este colegio. El cambio del Código de Vestimenta no va a regir más para mí, pero sí para las generaciones que sigan yendo al Normal. Entonces este es el momento, mi momento, nuestro momento. Si no solucionamos ahora las cosas, todo lo  que criticamos va a seguir ocurriendo”.

Franco: “Si nosotros no tomamos la iniciativa, ¿quién lo va a hacer? Las personas que tienen el poder para cambiar algo no lo hacen, porque ese poder lo usan para otras cosas. Entonces, ¿quién va a estar luchando por estas cuestiones? Nosotros. Y cuando nos vayamos, serán los pibes que vienen atrás”.

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7 años sin Lucía: Salvando el corazón

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Este domingo se cumplieron siete años del femicidio de Lucía Pérez en Mar de Plata, que en 2016 generó el Primer Paro Nacional de Mujeres en el país. Esta vez, la memoria viene acompañada por el gran logro que fue el nuevo juicio que condenó a los culpables que habían sido absueltos en un vergonzoso juicio anterior.

Y lo más novedoso es el anuncio de otro logro: La Casa de Lucía será una realidad, un espacio destinado a la prevención de la violencia y la promoción de los derechos de las mujeres. Marta Montero, la madre de Lucía, confirmó a lavaca.org que esperan poder inaugurarlo formalmente al acercarse el 25 de noviembre,  Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer. 

Por Anabella Arrascaeta

Marta Montero se despertó temprano este domingo 8 de octubre y eligió calas del jardín de su casa para armar un ramo de flores y llevarlo al cementerio junto a su esposo y papá de Lucía Pérez, Guillermo. El ramo lo armó con siete calas: una por cada año desde que sucedió el femicidio de su hija que en ese momento tenía 16 años.

Es el primer aniversario de femicidio que la encuentra sin estar exigiendo un proceso judicial que condene a los responsables. El 23 de marzo de este año los jueces del Tribunal Oral Criminal 2 de Mar del Plata, Roberto Falcone, Alexis Simaz y Gustavo Fissore encontraron a Matías Farías culpable del delito de “abuso sexual con acceso carnal agravado por el suministro de estupefacientes y por resultar la muerte de la persona ofendida, en concurso ideal con femicidio”, imponiéndole cadena perpetua; y a Juan Pablo Offidani “partícipe secundario” del “abuso sexual con acceso carnal agravado por el suministro de estupefacientes” imponiéndole 8 años que se elevan a 15 debido a la pena anterior de venta de drogas en las inmediaciones de la escuela en la que Lucía cursaba quinto año. 

Como familia, con el segundo juicio penal finalizado, ¿qué buscan ahora?

Yo siempre busco paz, cuando he tenido que visibilizar lo he hecho porque era lo que tenía que hacer. Este año es diferente la lucha, estuvimos en casa, tranquilos, después de mucho tiempo no estamos preparándonos para una marcha que es como era siempre. No es fácil, es muy difícil para nosotros hacer lo que hacemos y todo lo que hicimos, por eso hoy preferimos estar juntos en casa, tranquilos. 

Aún está pendiente el jury a los jueces que no juzgaron el femicidio en el primer juicio de 2018. ¿Cómo sigue ese proceso? 

Sigue adelante, con la necesidad de que termine. Ya pasaron cinco años y estamos cansados, necesitamos que se haga ese jury y sean condenados como sucede cuando cualquiera comete un delito: tiene que cumplir la sanción; si en este caso la sanción es destituirlos que así sea. El próximo paso es la audiencia de prueba y después comenzaría el juicio: hay que ponerse a trabajar y hacerlo. No tenemos fecha, es lo que estamos pidiendo porque ¿sino dónde está la justicia? Más allá de que el jury es más político que jurídico, en definitiva son jueces, son parte del sistema judicial y están en este proceso porque algo mal hicieron. 

En esta semana anunciaron también un espacio que van a inaugurar pronto: La casa de Lucía, ¿de qué se trata? 

La Casa de Lucía es un lugar soñado hace mucho, hace tiempo lo pensamos y buscamos. Y llegó: hoy lo tenemos, es un lugar que estamos reparando, es un bien que fue confiscado por el Estado y nos lo da, nosotros tenemos que ponerlo en valor en un tiempo determinado. Queremos inaugurarlo el próximo 21 de noviembre, en la semana del 25 de noviembre que es el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia hacia la Mujer. 

7 años sin Lucía: Salvando el corazón

¿Qué va a suceder en la Casa de Lucía?

Se trabajará desde un taller con mujeres de todas las edades, donde podamos hablar y proyectar. También con personas del Poder Judicial, haciéndoles preguntas, y hablándoles de qué es lo que pasa, la importancia de las familias en las causas, que somos quienes sabemos cómo es el barrio, la escuela, qué pasaba en la casa, qué pasaba con nuestros hijos, eso solo lo sabemos nosotros, las familias. Por eso la justicia tiene que escuchar a las familias, algo que muchas veces es muy difícil. Nosotros logramos, más allá de la condena, tener justicia por Lucia, el camino de lo que hemos aprendido es por dónde queremos seguir trabajando, por eso uno de los focos va a ser el Poder Judicial. Y después se harán cosas maravillosas: talleres, encuentros, para hablar de lo que nos pasa desde lo grupal que nos ayuda tanto para adelante. Si seguimos caminando en esta vida es porque nos apoyamos en otras y otros. Con otros hemos logrado ir salvando nuestro corazón, para no quedarnos en el camino. Logramos poder caminar y en esa experiencia encontramos muchas mujeres solas, y en La Casa de Lucía van a encontrar un lugar donde nos vamos a escuchar, con la amabilidad y el amor que Lucía nos ha ido enseñando. Yo creo que va a suceder de todo. Cuando entré al lugar estaba muy sucio, dejado, abandonado, pero enseguida vi un piso de madera y me imaginé nenas bailando. Es eso lo que queremos: ver niñas bailando y disfrutando. 

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Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»

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Un funcionario judicial de Tucumán fue condenado por abuso sexual: 4 años, obligación de reparación económica, capacitación y placas en Tribunales. El hecho no es aislado: el Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro que incluye 420 funcionarios (integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las cúpulas de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católica) denunciados por violencia de género. Los argumentos e implicancias de un fallo ejemplar.

Jorge Edmundo Mistretta, exjefe de despacho de la Secretaría Electoral del Juzgado Federal N° 1 de Tucumán, jubilado desde 2019, fue condenado a cuatro años por abuso sexual contra dos de sus empleadas. Los abusos ocurrieron en 2013 y 2015: incluye tocarle los pechos a una de ellas y querer besarla, comentarios sexuales groseros, e intento de tocar a otra de las denunciantes. 

En el fallo del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tucumán, compuesto por la jueza María Noel Costa, y los jueces Carlos Enrique Jiménez Montilla y Enrique Lilljedhal, se ordenó: 

  • La inmediata detención, aunque cumplirá prisión domiciliaria por su estado de salud.
  • Una indemnización de $4.4 millones de pesos y 3.6 millones de pesos para cada una de las víctimas.
  • La realización de un programa de capacitación sobre perspectiva de género y en política de prevención, sanción y eliminación de la violencia contra la mujer.
  • Se solicitó a Recursos Humanos de la Corte Suprema de Justicia Nacional que “se arbitren los mecanismos administrativos necesarios por una medida restaurativa que contemple la incorporación a una de las oficinas judiciales de esa jurisdicción -de la Cámara o del Tribunal Oral -, debiendo garantizar la ‘no revictimización’ de una de las víctimas”.
  • Además se recomendó que se coloquen placas en tribunales donde sucedieron los hechos que digan: “Un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia. No a la violencia ni al acoso”.

Los fundamentos se conocerán el próximo 29 de septiembre.

El “caso” no es aislado. El Observatorio Lucía Pérez lleva adelante un registro de denuncias por violencia de género contra integrantes del Poder Ejecutivo, Poder Legislativo, Poder Judicial, de las Fuerzas de Seguridad y de la Iglesia Católicas. 

El registro incluye ya 420 funcionarios denunciados, entre intendentes, diputados, fiscales, sargento, jueces, asesores, concejales, cabos, decano, sacerdotes y un largo etcétera. De todos los denunciados 99 son del Poder Judicial, al igual que Jorge Edmundo Mistretta; 139 del Poder Ejecutivo; 62 del Poder Legislativo; 67 de la Iglesia Católica; y 53 de las cúpulas de las fuerzas de seguridad.  

El padrón de funcionarios denunciados se puede ver acá

Tucumán: condenan a un funcionario judicial y en el fallo recomiendan colgar placas en Tribunales que digan «un ambiente violento de trabajo afecta el servicio de justicia»
El Poder Judicial es el segundo del Estado con más denuncias. Datos de Observatorio Lucía Pérez.

El Estado argentino se comprometió en 2020 a llevar un registro público de funcionarios judiciales denunciados por violencia de género como parte de un acuerdo amistoso alcanzado en el marco de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Hasta el momento lo hizo de forma incompleta y escasa, por ello comenzó a realizarlo, de manera autogestiva, el Observatorio Lucía Pérez que sumó además otros poderes para completarlo y con esa información reflexionar acerca de qué relación hay entre la ausencia de políticas públicas de contención y prevención y estas prácticas impunes.

Lo que se ve: la consigna “El Estado es responsable” se hace carne en la sistematización de esta información. No lo es solamente por omisión, o ineficaz: es un Estado violento. 

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Femicidio de Iara Rueda: sobreseimiento de policías en Jujuy, pero la familia y la comunidad vuelven a la calle reclamando justicia

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La familia de Iara Rueda, la joven de 16 años desaparecida y luego asesinada en Jujuy en septiembre de 2020, presentó un recurso de apelación contra sobreseimiento de los 8 policías imputados por no buscar a Iara en el momento de su desaparición según lo indican los protocolos vigentes en la provincia. Este año se logró la condena a prisión perpetua de dos de los responsables del crimen, pero la familia además reclama el juzgamiento de los policías ya que su inacción resultó clave para que Iara resultara asesinada. Mónica, la madre de la joven: «Si esos funcionarios policiales hubieran cumplido la ley y los protocolos de búsqueda, quizás Iara estaría aquí con nosotros. A Iara la mataron otros pero ellos también son responsables, estamos de pie como la familia y vamos a seguir cueste lo que cueste”. 

Por Natalia Aramayo desde San Salvador de Jujuy

La familia de Iara Rueda, la joven de 16 años desaparecida y luego asesinada en Jujuy en septiembre de 2020, presentó un recurso de apelación al sobreseimiento de los 8 policías imputados por no buscar a Iara en el momento de su desaparición según lo indican los protocolos vigentes en la provincia.

Mauro Cortez, Fabio Cruz, Hernán Vargas, Pablo López, Walter Ramos, Emanuel Valdiviezo, Daniel Ramírez y Laura Tapia, miembros de la policía y brigada de investigaciones de Palpalá, estaban imputados por “incumplimiento de los deberes de funcionario público” tras la denuncia de la familia de Iara. El 22 de julio del año pasado el Ministerio Público de la Acusación informó que la investigación se había dado por finalizada y el fiscal de la causa solicitó la citación de los acusados a juicio.

Desde entonces la familia espera la fecha de juicio, pero con lo que se acaban de encontrar es con el sobreseimiento dictado por el juez Rodolfo Nino Fernández, del Juzgado Especializado de Control en lo Penal Económico y Delitos contra la Administración Pública. 

Mónica Cunchila, mamá de Iara, expresó en conferencia de prensa en San Salvador: “Esta decisión nos dañó, nos lastimó demasiado, no podemos entender cómo trabaja la justicia”. Mónica llevaba en sus manos los fundamentos que dio el juez: el texto ocupa solamente media carilla. “Imprimí los fundamentos para leer y empaparme» expresó, “pero el fundamento del juez es media carilla, y no me dice por qué tomó esa decisión”. 

Femicidio de Iara Rueda: sobreseimiento de policías en Jujuy, pero la familia y la comunidad vuelven a la calle reclamando justicia
Mónica Cunchila junto a su marido Juan José Rueda (los padres de Iara) mostrando a la prensa la decisión del juez: «Si los policías hubieran cumplido la ley y los protocolos de búsqueda, quizás Iara estaría aquí con nosotros. A Iara la mataron otros pero ellos también son responsables, estamos de pie como la familia y vamos a seguir cueste lo que cueste”.

 El abogado de la familia, Julián Martín Palmieri, manifestó que tras entregar el recurso de apelación, el fiscal a cargo de la causa, Diego Funes, también se sumó a la presentación, y que además el propio fiscal general de la provincia, Lello Sánchez, se comunicó con la familia.  

«El día que nos enteramos de la decisión del juez Fernández fue sentir que nos mataron a Iara nuevamente», dijo Mónica tras conocer la decisión. El abogado de la familia, Julián Martín Palmieri, sostuvo: “Creemos que estos ocho policías tienen que estar sentados en el banquillo de acusados, porque claramente omitieron, no buscaron, no rastrillaron, dejaron a la deriva a Iara y la familia. No tenemos dudas que son responsables, junto a otras personas de lo que fue la pésima y paupérrima búsqueda y rastrillaje de Iara”.

Femicidio de Iara Rueda: sobreseimiento de policías en Jujuy, pero la familia y la comunidad vuelven a la calle reclamando justicia

La comunidad en la calle fue la garantía para que se descubriese a los culpables. Ahora el juez Rodolfo Nino Fernández sobreseyó a policías que con su inacción (¿o complicidad?) se dedicaron a no buscar a Iara, que tenía 16 años al desaparecer. El cuerpo fue encontrado por vecinas y vecinos que asumieron la búsqueda mientras la policía no hacía nada.

Iara Rueda: La negligencia policial mata

Iara Rueda tenía 16 años cuando el miércoles 23 de septiembre de 2020 salió de su casa para llevarle un trabajo práctico a un compañero de la escuela. Fue la última vez que su familia la vio con vida. Después de las 5 de la tarde no hay imágenes de ella: según las versiones oficiales las cámaras de seguridad no funcionaban por apagones de luz.  

Cuando esa tarde Mónica llegó a su casa y no vio la bicicleta de su hija supo que algo le había pasado. Fue a la comisaría: no le tomaron la denuncia. La policía evadió todos los protocolos de búsqueda.

Ante la inacción policial, los y las vecinas del barrio se autoconvocaron para ayudar a la familia Rueda a buscar a Iara, y lo hicieron en intensos rastrillajes, de noche, sin luz.

En distintos puntos de la provincia se replicaron los cortes de ruta (algunos fueron reprimidos) que exigían que la busquen.  

El cuerpo fue encontrado días después, el 28 de septiembre. Estaba atada de pies y manos. En ese lugar su familia construyó un altar. 

Femicidio de Iara Rueda: sobreseimiento de policías en Jujuy, pero la familia y la comunidad vuelven a la calle reclamando justicia

“La dejaron abandonada”

El juicio oral y público por el femicidio comenzó el 13 de abril y finalizó este 3 de mayo cuando el Tribunal Oral en lo Criminal N°3 condenó a prisión perpetua a Raúl Arnaldo Cachizumba y Mauricio Esteban Abad como autores penalmente responsables de los delitos de “homicidio doblemente agravado por alevosía y de una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”.

El tercer acusado, Fernando Tomás Fernández, fue condenado por el mismo delito pero se consideró al crimen “triplemente agravado por el vínculo”. Dado que al momento del hecho era menor de edad se pidió remitir la copia de la sentencia al Juzgado de Menores que hasta el día de hoy, cuatro meses después, no fijó pena alguna.

Además del juicio por el femicidio, la familia de Iara impulsó desde el primer momento la denuncia contra los funcionarios policiales que no aplicaron los protocolos de búsqueda tal como la legislación lo establece. Sostiene el abogado de la familia: «Además, en el juicio llevado a cabo, donde se condenó a los tres imputados, se demostró que hubo negligencia por parte de la policía al no seguir los rastros que marcó uno de los canes de la policía en la casa de Tomás Fernández”, por lo cual cree incongruente la decisión del juez.

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Volver a las marchas

“El caso de Iara marcó un antes y un después no solo en la justicia jujeña sino que también en la sociedad y no puede tener este triste final, con una resolución de un juez que desliga de responsabilidades a estos sujetos. Nadie la buscó, nadie respondió por ella, la dejaron abandonada a ella y a la familia, ¿y ahora nadie responde por eso?». 

Mónica es clara sobre cómo continúa la situación: “Volvemos a las marchas, a las calles, de manera pacífica, para exigir no solamente que el juez Fernández de marcha atrás con esta medida, sino que estas leyes se cumplan, para que no vuelva a suceder. Si esos funcionarios hubieran cumplido la ley y los protocolos de búsqueda, quizás Iara estaría aquí con nosotros. A Iara la mataron otros pero ellos también son responsables, estamos de pie como la familia y vamos a seguir cueste lo que cueste”. 

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