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Aaron: el drama del hacker que quería liberar Internet

La vida de Aaron Swartz puede verse en «Internet’s own boy», un documental de financiación colectiva recientemente liberado en YouTube con una licencia Creative Commons para libre reproducción.

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Aaron Swartz es un nerd con una inteligencia y claridad conceptual muy por encima de lo normal. Entre otras cosas, creó el formato RSS y el lenguaje Markdown para publicar en la web, trabajó en las licencias Creative Commons y fundó el sitio de noticias sociales Reddit, todos proyectos con un factor común: abrir la información. Sin embargo, fue acusado de crímenes informáticos. ¿Era un fraude? ¿Decía una cosa y actuaba a la inversa? ¿Acaso enloqueció? Al contrario: su sentido de profunda transparencia era demasiado peligroso y el suyo no podía ser un ejemplo a seguir. La voluntad de Aaron no tenía límites y dio el paso definitivo: se suicidó, para convertirse en el primer mártir del hacktivismo.

Aaron: el drama del hacker que quería liberar Internet

Aaron Swartz. Foto: Jacob Applebaum/Wikimedia


Todo este proceso puede verse en “Internet’s own boy”, un documental dirigido por Brian Knappenberger y que fue recientemente liberado en YouTube con una licencia Creative Commons para libre reproducción.
“Al crecer fui comprendiendo que todas las cosas que me rodean, que todo lo que me habían enseñado, el ‘funcionamiento natural de las cosas’, no era para nada algo natural y que había posibilidad de cambiarlas: si estaban mal debían ser modificadas. Una vez que me dí cuenta de todo esto ya no hubo vuelta atrás”, declara Swartz en un video de 2010.
Tim Berners-Lee, el padre de la www, conoció a Aaron por chat y rápidamente quedó asombrado por su capacidad. Su testimonio fue incluido en este documental que fue financiado colectivamente: “No solamente escribía código: también motivaba a la gente a resolver sus problemas. Era como un conector. El movimiento de la cultura libre recibió mucha de su energía. Yo creo que Aaron intentaba hacer que el mundo funcionara. Intentaba arreglarlo”.
Swartz había publicado en 2008 su conocido Guerilla Open Access Manifesto, una declaración de guerra hacia la privatización de la web: “La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedarse con él. Todo el patrimonio cultural y científico del mundo, publicado durante siglos en libros y diarios, continúa siendo digitalizado y guardado por un puñado de corporaciones privadas. ¿Quieres leer publicaciones acerca de los más famosos resultados de la ciencia? Necesitarás pagarle grandes sumas de dinero a las editoriales (…) No hay justicia al cumplir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, siguiendo la tradición de la desobediencia civil, oponernos a este robo privado de la cultura pública”.
Aaron: el drama del hacker que quería liberar Internet

Foto: Reuters


La película tiene escenas de gran emotividad y la participación de Swartz sobresale en momentos clave, como la discusión sobre quién controla el tráfico en la web o asuntos de seguridad nacional relacionados con el espionaje. Su papel en la movida contra la ley SOPA fue tan determinante que quedó en la mira. Sus siguientes pasos fueron a raíz de sus preocupaciones sobre la vigilancia masiva. Y ésa fue la gota que rebalsó el vaso.
En 2011 Swartz fue acusado de piratear millones de artículos científicos de JSTOR, una biblioteca digital. Esos papers estaban sujetos a las obsoletas leyes de copyright. Supuestamente, Aaron planeaba liberar públicamente estos artículos. Lo cierto es que luego de este incidente JSTOR, el supuesto perjudicado por las acciones de Aaron, decidió no presentar cargos. Pero la Fiscalía se opuso a cerrar el caso y siguió adelante. Fueron bien claros: querían ejemplificar.
Los cargos: obtener información ilegalmente de una computadora protegida, entre otros once delitos que violaban la Ley de Abuso y Fraude Informático. La condena llegaba a un millón de dólares en multas y 35 años de cárcel. El Fiscal le ofreció un trato: apenas 6 meses de prisión si aceptaba su culpabilidad.
Las miradas apuntaron entonces hacia el MIT, el famoso Instituto Tecnológico de Massachussets, desde donde Aaron realizó las descargas. Cuando se esperaba que encabezara la defensa, se declaró neutral. El periodista Lawrence Lessig, especialista en derecho informático y compañero de Swartz, definió la situación: “El MIT supuestamente alienta el hacking, pero no quiso defender a Aaron. Esto se contradice con sus valores. Se comportaron como una corporación y no hicieron nada para detener el ataque”.
La situación llevó a Aaron a un punto muy extremo: declararse culplable y continuar con su vida o enfrentarse con un sistema enfermo, pagando un precio desconocido. Para alguien tan lógico como él, la respuesta no resultaría simple.
Robert, el papá de Aaron: “Si mirás a Steve Jobs y Steve Wosniak, comenzaron vendiendo unos aparatos diseñados para estafar a las compañías telefónicas. Si mirás a Bill Gates y a Paul Allen, comenzaron su negocio usando computadoras de Harvard, lo que estaba claramente contra las reglas. La diferencia entre Aaron y ellos es que Aaron quería hacer del mundo un lugar mejor, y no solamente ganar dinero”.
Aaron se ahorcó en su departamento de Brooklyn, en enero de 2013. Tenía apenas 26 años. Varios juristas propusieron modificar esta Computer Fraud and Abuse Act, que data del año 1986. Un grupo de diputados presentó oficialmente un proyecto “para evitar que otros usuarios de internet sufran lo acontecido con Swartz”. El proyecto se lo conoce popularmente como La Ley de Aaron. Un año después, sigue cajoneado, al parecer debido a los intereses financieros de la compañía Oracle.
Las frases de Aaron retumban desde el monitor.

 
Necesitamos tomar la información, donde quiera que esté almacenada, hacer copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar cosas que ya no tienen derechos de autor y agregarlas al archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y publicarlas en la web. Necesitamos descargar publicaciones científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos combatir en la Guerrilla del Acceso Abierto.
Con suficientes de nosotros, alrededor del mundo, no solo enviaremos un mensaje firme en contra de la privatización del conocimiento. Haremos que sea una cosa del pasado.
¿Te unirás a nosotros?
 

Texto completo del Guerilla Open Access Manifesto:
https://openaccessmanifesto.org/

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Todos los jueves de agosto, presencial o virtual. Más info e inscripción en [email protected]

Taller: ¡Autogestioná tu Podcast!

De la idea al audio: taller de creación de podcast 

Aprendé a crear y producir tu podcast desde cero, con herramientas concretas para llevar adelante tu proyecto de manera independiente.

¿Cómo hacer sonar una idea? Desde el concepto al formato, desde la idea al sonido. Vamos a recorrer todo el proceso: planificación, producción, grabación, edición, distribución y promoción.

Vas a poder evaluar el potencial de tu proyecto, desarrollar tu historia o propuesta, pensar el orden narrativo, trabajar la realización sonora y la gestión de contenidos en plataformas. Te compartiremos recursos y claves para que puedas diseñar tu propio podcast.

¿A quién está dirigido?

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Contenidos:

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Modalidad: presencial y online por Zoom
Duración: 4 encuentros de 3 horas cada uno
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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