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«Acá hay obra»: una Posta Sanitaria Cultural en MU, con Susy Shock y un abrazo desde el alma

En este nuevo ciclo de Postas Sanitarias Culturales, la propuesta artística sucedió en el espacio artístico de la cooperativa lavaca, en la voz de la cantante y poeta Susy Shock que, acompañada por dos guitarras y un sonidista de lujo, ofreció un variado repertorio de canciones que alegraron y emocionaron al público ocasional que pasaba por la calle. Aplicando protocolos y manteniendo las medidas de higiene y distancia, ocurrió un show en vivo que, de un y del otro lado del vidrio y con la complicidad del streaming, produjo la magia del encuentro a-normal lleno de emoción, que se selló con la presencia de la madre de Facundo Astudillo Castro. Esta posta se volverá a realizar los viernes.

Apenas pasadas las cuatro de la tarde de este último jueves de agosto, la artista Susy Shock entona la primera canción. De un lado del vidrio del espacio cultural Mu Trinchera Boutique Susy canta adornada con una enorme flor violeta al costado de su cabellera; de ambos lados, las cantantes Caro Bonillo y Andrea Bazán tocan guitarras y hacen coros, todas cuidadas por el sonidista Alan. Detrás, un telón negro, fondo sobre el que resaltan sus ropas coloridas y la alegría contagiosa de esta ceremonia cultural. Del otro lado del vidrio, en la vereda, un asiento ubicado estratégicamente frente a les artistxs. Allí se sienta una persona del público que se va formando espontáneamente de uno y otro lado de la calle Riobamba, pleno Congreso.
Susy le pregunta nombre al espectador, le anuncia el tema musical que va a dedicarle, y canta mirándole a los ojos.
Al finalizar la canción, otra persona se acerca, se sienta y recibe el obsequio musical en plena cuarentena.

“Lleven todo lo que quieran, que en el alma tengo más”, es parte de la letra de uno de los temas. Y así es, les presentes nos llevamos milonga, tango, chacarera, candombe, chamamé y cumbia. El intercambio sucede en dos tandas y se repite la secuencia: une espectadxr se sienta frente a les músiques, otres aguardan su turno en la hilera de sillas colocadas contra la pared, a dos metros de distancia cada una. Cuatro anfitrionxs vestides de mameluco blanco, barbijo y máscaras rocían las sillas con alcohol y están atentes a cuidar las normas de higiene y distancia.



Las postas sanitarias culturales se iniciaron hace tres semanas. En las puertas de teatros oficiales cerrados, una actividad artística irrumpió: las veredas del Presidente Alvear, el San Martín y el Colón fueron el escenario improvisado donde hubo danza, canto y poesía de la mano de Susy Shock, la compañía de teatro Ver Llover, la bailarina Cecilia Gruner y les cantantes del dúo Opera Queer. Hoy se inicia una nueva serie de postas, esta vez en la casa de la cooperativa lavaca, con música en vivo. Con público ocasional que se acercó al escuchar música, se sentó a escuchar y con la multiplicación de espectadorxs a través del streaming. Ariadna, tiene 28 años, estudia economía y trabaja en un restaurante, ahora está de receso por la pandemia: “Fue hermoso, amo a Susy, la sigo mucho pero nunca la había visto cantar en vivo, así tan cerca”. Enrique, también de 28 años cuenta: “Me toco una fibra muy profunda porque es conectar con algo muy honesto, muy fuerte. Dentro de este contexto en que estamos como envueltos en una bolsa de plástico, aunque esto sea con barbijo y a través de un vidrio, me dio la sensación de que nos dimos un abrazo. Me canto el tango de la navaja que estrenó hoy. Fue muy emocionante”.

Acá hay obra porque hay autogestión, repitió Susy y al término de cada canción, apoyaba su mano sobre el vidrio y recibía el mismo gesto del escucha. Entusiasmo, emoción y cataratas de aplausos fueron las formas de gratitud de les presentes. Casi al final de la rueda de canciones, pasó por el lugar Cristina Castro, la mamá de Facundo Astudillo Castro, y Susy salió a saludarla. En esta Traviarca Intima, como la denominó, recordamos la virtud curativa del arte. Qué difícil no darse abrazos al final de un show, compartió Susy. Esta vez los cuerpos se acercaron hasta donde permite el protocolo y el desafío consistió en abrir los ojos y traspasando el vidrio, abrazar con la mirada.




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Docente:
Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.




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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: