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Una despedida a Fidel Castro, por Pablo Marchetti
Desde que tengo uso de razón soy ateo. Un ateo militante, intransigente, convencidísimo. Dios nunca fue para mí un problema o un dilema: siempre lo consideré un personaje de ficción bastante ridículo, cuya existencia creía obra de gente con grandes problemas afectivos. Digo esto para entender qué significaron en mi vida mis dos experiencias místicas. Obviamente, ninguna tuvo que ver con Dios o con alguna de las religiones tradicionales. Pero sí tuvieron que ver con personas que son objeto de veneración. Y no sólo entendí por qué existía esa veneración, sino que además me vi envuelto en esa adoración, como protagonista, como fiel, como portador de esa fe.
La primera vez fue en la cancha de River, en 1995, la primera vez que vinieron los Rolling Stones. Nunca fui un gran fan de los Stones. Todo bien, me encantan, son una banda del recontra carajo, pero no fui ni soy fan. Pero cedí a la historia y a la insistencia de mis amigos y conocidos que, aunque muchos tampoco eran fans, repetían como la muletilla: “¿Cómo no vas a ir a ver a los Stones?” Cuando entré a River, al campo, me quedé algo lejos del escenario. Pero cuando comenzó el show sentí que había un imán que me llevaba hasta donde estaban tocando. Terminé pegado a la valla, en cueros, revoleando la remera y agitando los brazos, como queriendo tocar a Keith Richards, como si ello fuera a darme quién sabe qué energía.
Mi segunda experiencia mística fue en mayo de 2003, cuando vino Fidel Castro. Crecí en un hogar de padre y madre marxistas-leninistas y Fidel siempre fue la figura política más importante en mi historia personal. Mi educación política y sentimental siempre giró en torno a la Revolución Cubana y al incuestionable liderazgo de Fidel Castro. Pero cuando descubrí el rock, el surrealismo, el hippiesmo, el punk y el anarquismo, aquellos cimientos comenzaron a tambalear. Y Fidel pasó a tener fisuras, a ser un ser humano, alguien a quien criticar y mucho. Siempre tuve claro, eso sí, que sin Fidel las cosas hubieran sido peor. Pero pasada esa instancia, empezaban las críticas, muchas veces feroces, aunque siempre afectivas, como pasa con esos familiares adorables que a veces nos dan vergüenza ajena por las boludeces que dicen.
Cuando llegué a la avenida Figueroa Alcorta, frente a la Facultad de Derecho, empezó a aparecer aquellos viejos postulados de mi infancia, los recuerdos familiares de Fidel. Y cuando el Comandante arrancó con el discurso, volví a sentir ese deseo de estar delante de todo, de verlo, de tocarlo, de admirarlo con la profundidad y la veneración de la que sólo los fieles son capaces. Fidel habló con maestría durante dos horas cuarenta minutos, en un discurso que, cuando terminó, me pareció corto. Después me enteré de que efectivamente había sido corto para las cuatro horas que podían durar históricamente sus discursos.
Fidel habló de todo: el rumbo del socialismo, la necesidad de entender los tiempos y los procesos de cada país, lo ridículo que sería en la actualidad intentar exportar el modelo cubano, la fertilización asistida y el peligro de la ingesta de ron durante el embarazo. Dicho así, parece un chiste. Pero es verdad: no sólo habló de todo eso, sino que lo hizo con una lógica impecable. Y con una lucidez inédita en la historia política universal, sin tener un solo ayuda memoria a mano. Era imposible no caer rendido a la fascinación por ese personaje legendario, invencible y, todo parecía indicar, inmortal. Porque Fidel parecía inmortal. Parecía. El problema es que se murió.
¿Qué es exactamente lo que se muere con la muerte de Fidel? “El siglo XX”, dicen algunos. “Una época”, dicen otros, en la misma línea. Puede ser, algo de todo eso hay. El problema es que todo eso suena más a eslogan que a análisis concreto, real. No debería extrañarnos esta tendencia al eslogan, a la consigna efectista y sin contenido. Vivimos en un mundo donde las redes sociales no sólo produjeron banalización, sino también algo mucho peor: bananización. Si hay algo que trató de combatir Fidel Castro fue la idea de la dictadura bananera que se había instalado en América Central como único destino posible. Resulta paradójica que hoy esa idea de dictadura bananera pueda aplicarse al bananeo, a querer ser siempre el más banana, que es la razón de ser de la gente en Twitter.
Hoy la muerte de Fidel hizo explotar como nunca el bananeo twittero. Y esto, dicho así, sin contexto, es una buena razón para volverse ferviente partidario de Fidel. Suele ocurrir: cuando una persona cosecha amores y odios, pero todos los odios provienen de personas que vos también odiás, es muy probable que termines enamorándote de ella. De modo que no es para entusiasmarse pensando que la muerte de Fidel marca el fin de esta lógica. Es otro tipo de fin de época el que se avecina.
La primera cuestión que muere con la muerte de Fidel es la idea de revolución. Una idea que, tras la instalación del capitalismo global como vencedor caliente de la Guerra Fría, sabíamos que agonizaba. Tal vez la única esperanza de que las cosas fueran diferentes estaba puesta en el hecho de tener a Fidel Castro con vida. Pero, ¿es posible, hoy, una revolución? Y más aún: ¿estuvo bien pensar que una revolución era posible? En suma: ¿qué es lo que implica realmente hacer una revolución?
La revolución implica un cambio de arriba hacia abajo. Algo que se impone desde un aparato estatal con todo el autoritarismo que esto puede tener, aún cuando se hace en nombre de los intereses más nobles. Pero, ¿con qué se reemplaza la idea de revolución? Este es el dilema con Fidel: puede estar muy bien que se mueran algunas cosas olvidables o condenables. Pero lo que viene en su reemplazo no parece ser gran cosa.
Con Fidel se muere la idea de vanguardia. De vanguardia política, básicamente. Pero en general, toda idea de vanguardia. Esto no significa que sea el fin de la representación: seguimos necesitando poner nuestras miserias, nuestros miedos, nuestras frustraciones, en alguna figura que encarne aquello que no podemos o no queremos ser. Esa es la clave de la figura de Fidel. No es una persona que se arroga nuestra representación, sino que es alguien a quien le exigimos que nos represente. Para que, cuando no nos gusta algo, poder acusarlo sin hacernos cargo ni un poco de lo que nos pasa. Y él asume ese lugar, claro.
Sin vanguardia y sin revoluciones, el futuro no parece ser muy venturoso. Y no porque las vanguardias y las revoluciones fueran gran cosa. Hay una idea mesiánica y autoritaria en todo eso. Implica pensar en que el ser humano necesita ser dirigido por un montón de gente iluminada. Es decir, naturalizar la existencia de dos tipos de personas: quienes mandan y quienes acatan. Y eso es perverso y violento. Pero es imposible desconocer en las ideas de vanguardia y de revolución la intención de cambiar radicalmente las cosas. Y no está mal que alguien nos recuerde, siempre, que la injusticia es tan grande que si no aplicamos un shock para intentar tener igualdad social, poco y nada es lo que se puede hacer para que la situación social, política y cultural sea distinta. Y Fidel representaba eso.
Sería muy fácil hablar hoy de burocracia, de favores políticos, de falta de libertad de expresión, de beneficios para quienes acatan órdenes. En suma, empezar a enumerar errores. Algunos de ellos, bochornosos, totalmente repudiables. Por otra parte, todas cosas que existen en todos los regímenes políticos del mundo. Pero antes deberíamos preguntarnos hasta qué punto no somos nosotros quienes permitimos que exista todo eso. Sin contar los muchos cambios que Fidel fue teniendo a lo largo de los años, ni el hecho de tener que lidiar con la política real y no con los ideales que supuestamente representaba.
Hay un hermoso poema de Juan Gelman dedicado a Fidel Castro. Se llama Fidel, fue publicado en 1962 en el libro Gotán y comienza así:
 
dirán exactamente de Fidel
gran conductor el que incendió la historia etcétera
pero el pueblo lo llama el caballo y es cierto
 
Gelman nos recuerda que a Fidel lo llamaban “el caballo”. Si pensamos que durante muchos años a una presidenta argentina se la llamó “yegua”, la analogía no podía ser más directa. Fidel fue el yeguo de la política latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, el tipo odiado, el tipo al que le anunciaron montones de veces la muerte, el hombre contra quien atentaron montones de veces y el chabón a quien le celebraron la muerte. Algo perfectamente normal en alguien que hizo una revolución, la única revolución socialista en la historia de América latina.
Fidel expropió bancos y empresas, les quitó todo tipo de beneficios a las clases acomodadas, produjo un cambio de estructuras en todo Cuba. Es lógico que, frente a esto, las respuestas sólo fueran de amor o de odio. No se trató de una batalla en el terreno de lo simbólico, ni de lo representativo: fue una discusión real sobre el poder y la propiedad. Por eso Fidel fue yeguo, pero un yeguo real, con una grieta real, con una división real y justificada en la sociedad, a causa de sus medidas. Por eso el odio puede ser detestable, repugnante y repudiable, pero nunca injustificable.
La muerte de Fidel implica también el fin de una izquierda autoritaria, machista y homofóbica. Y, sobre todo, de una izquierda patriarcal y paternalista. Por supuesto que todo esto debe ser contextualizado y hasta algunas cosas pueden ser justificadas o, al menos, entendidas, si se las explica desde una realidad social que contenía todas estas cuestiones. Pero también es cierto que la izquierda está obligada (si se asume como tal, si realmente lo es) a advertir que estas supuestas costumbres de época son cosas impuestas desde una construcción de poder.
¿Cómo se hace para entender, hoy, que un tipo que mandó a fusilar a homosexuales, que propuso aislar a los gays cubanos para que no “contagien” al resto, que censuró y persiguió a opositores bajo la ambigua acusación de “traición a la patria”, es también un símbolo universal de rebeldía? Sí, todo eso era Fidel. No se trata aquí de hablar de “personaje con luces y sombras” o “controversial” o “contradictorio”. Todas las personas del mundo somos eso. Es lógico que también lo sean los gobernantes y demás personas que toman grandes decisiones colectivas.
No es una controversia: es una grandísima paradoja. Y peor aún: es una grandísima paradoja que debemos asumir como real y como parte de un mismo sistema de valores al que se le dio un nombre pomposo pero cierto: revolución. Esa revolución que hoy ya no es posible, que no es viable, y que probablemente nunca lo haya sido. Pero eso no quita que haya sido bueno intentarlo. Una cosa es no creer en la revolución ni en la vanguardia. Y otra muy distinta es pensar que eso deba ser la excusa para dejar las cosas como están.
Me enteré de la muerte de Fidel en la madrugada del sábado 26 de noviembre. Eran casi las cuatro de la mañana y me iba a acostar. Llego a la cama y la veo a Victoria, mi mujer, mirando el celular con los ojos llenos de lágrimas. Un tipo de lágrimas que aprendí a conocer bien: lo que en casa llamamos “momento Garage Olimpo”, en referencia a la película que cuenta la historia de un bebé apropiado durante la última dictadura cívico-religioso-militar, que está basada en la historia personal de Viki, el secuestro y desaparición de su madre y su nacimiento en la ESMA.
Cuando Viki llora con esas lágrimas es porque está removiendo los momentos más oscuros de su vida, que coinciden con los momentos más oscuros de la historia argentina reciente.
-¿Qué te pasa, mi amor? –le pregunté, sin entender bien qué pasaba.
Viki sollozó un rato. Estaba desconsolada. Hasta que al final habló.
-Se murió Fidel –dijo y estalló en un llanto.
La abracé, la besé en la frente y no dije nada. Comprendí que entre todas las cosas que se morían con ese hombre, estaba una parte esencial del amor de la mujer que amo. De su forma de entender el amor. Porque se puede ser consciente de que las cosas no pueden ser como pensábamos, que hay que inventar todo de nuevo, que la revolución y la vanguardia no eran como creíamos que eran. Pero es imposible arrancar el amor por un hombre o con la idea que encarna un hombre.
No se trata tanto de la revolución, la vanguardia, ni la izquierda dogmatica y machista. El amor se construye en la posibilidad de hacer una trinchera, de plantarse frente al poder real, de creer que es posible intentar que las cosas sean más justas. Con la muerte de Fidel se muere una idea de política. O tal vez la cosa sea algo peor: se muere la idea de política. De política verdadera, de aquella que se permite cambiarlo todo. Por eso entiendo a quien llora a Fidel. Por eso estoy enamorado de alguien que llora a Fidel.
Con todas mis dudas, con todas mis contradicciones, con todo mi nihilismo y mi desencanto ácrata, no puedo dejar de conmoverme por este viejito brillante, último representante de una ilusión política que celebro aunque no siempre comparta. Pero, sobre todo, sé que está bien aferrarse a esos pequeños arrebatos de fe, por más pequeños y fugaces que sean. Y tal vez, el hecho de que los Rolling Stones hayan tocado en Cuba fue una primera señal. Hasta que llegó la otra señal, la definitiva. De otro modo no se entiende cómo es que se murió un tipo que, como todo el mundo sabía, era, es y será inmortal.
A no alarmarse: no se murió Fidel. Apenas se murió el mundo tal como lo conocíamos. No parece ser una noticia tan mala, después de todo.
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Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos

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Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.

Por Claudia Acuña

Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.

Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.

Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.

A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Una y otra vez.

Hasta lograrlo.

Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.

Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.

Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.

Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.

Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.

Quizá.

Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.

Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.

La presentación

Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.

Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.

Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».

El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.

Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
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La Justicia esquiva la causa por el disparo a Pablo Grillo: “Hasta ahora no se investigó nada”

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La recuperación de Pablo “es muy rápida” pero la investigación sobre su intento de asesinato, muy lenta, o directamente inexistente. Qué dijo el padre hoy frente al Hospital Ramos Mejía donde Pablo sigue pelando por su vida, aún en terapia intensiva pero con avances prometedores, y las abogadas del caso que presentaron ante la Justicia: primero Servini de Cubría y luego el candidateado a la Corte Ariel Lijo rechazaron la causa, y ahora se sortea en la Cámara Federal de Casación a qué juez le tocará investigar a quien le disparó y a sus superiores jerárquicos. Los dichos de Adorni en conferencia de hoy, y quién cortó el diálogo con la familia; las pruebas que se pidieron y las que se aportaron; y el texto de la presentación judicial en la que la familia pide ser querellante, con las pruebas que aportamos desde decenas de medios, fotoperiodistas y organizaciones sociales.

Por Francisco Pandolfi

Pablo Grillo todavía no está fuera de peligro, pero la mejoría día a día, paulatina y constante, le permite a la familia hablar ya no sólo de su estado de salud. Hasta hoy, el único foco era la supervivencia de este fotógrafo de 35 años impactado por una granada de gas lacrimógeno, fuera de toda legalidad, por las fuerzas de inseguridad comandadas por la ministra Patricia Bullrich.

La pérdida de masa encefálica y la fractura de cráneo con la que llegó de urgencia al Hospital Ramos Mejía –el miércoles 12 de marzo, cuando se desató la represión en la marcha por las paupérrimas condiciones en las que viven las y los jubilados–; la primera operación esa misma noche en la que se bajó la presión intracraneal y se le reconstruyó algo del tejido. Las pupilas que empiezan a reaccionar bien. La merma en la sedación. Los primeros movimientos – prematuros e inesperados por los propios médicos–. Otra operación por un derrame que es revertido a tiempo. La baja de los glóbulos blancos como síntoma de la baja en la infección. Y a solo una semana del disparo, Pablo abre los ojos. Y le sacan el respirador para ver cómo reacciona y lo hace agarrándole la mano a la mamá. Y por si fuera poco le susurra las palabras más hermosas a su papá: “Hola, viejo”. 

Pablo continúa en terapia intensiva, en estado crítico, pero respondiendo bien neurológica y físicamente. “Es asombroso el nivel de avance que tuvo”, dice Fabián, su viejo, con los ojos emocionados e incrédulos por la mejoría impensada en tan poco tiempo. Esa sucesión de buenas noticias las que posibilitan a la familia convocar este viernes a una conferencia de prensa «para contar novedades en la causa judicial».

Primero, habla Fabián, su papá, sobre la salud de Pablo: “Las novedades son que está estable, por lo tanto es bueno. Está con los ojos abiertos y sigue sin respirador”.

En la conferencia de prensa convocada por la familia de Pablo Grillo, fotógrafo que fue impactado por una granada de gas lacrimógeno lanzada por las Fuerzas comandadas por Patricia Bullrich, Fabián, su papá, habló sobre la salud de su hijo.

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:35:39.538Z

Fabián lleva puesta una remera azul, con letras blancas que dicen: “Justicia por Pablo Grillo”. Se lo nota cansado, pero más distendido. Se ríe cuando cuenta: “Tengo un video con saludos de (Ricardo) Bochini, veremos si los médicos nos permiten que se lo pasemos. Si lo escucha al Bocha, va a volver a hablar seguro Pablo”. Mantiene los pies sobre la tierra: “Todavía la situación es grave: está en terapia y con riesgo de vida. Pero en ese marco todo lo que estuvo ocurriendo es favorable. A todos nos sorprendió su evolución. Incluso los médicos manifiestan que la evolución que está teniendo es asombrosa. Es muy rápida”.

Este jueves, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo que el diálogo con la familia quedó roto desde que el padre de Pablo acusó a Bullrich de ser cómplice. Fabián le responde: “Nosotros no cortamos nada porque nunca existió el diálogo. Lo mío fue una respuesta a una declaración mentirosa de Bullrich, por tanto si es que alguien cortó el diálogo fueron ellos. Yo estoy dispuesto a escuchar, si alguien me llama”. Y agregó: “A esta altura no lo espero (ese llamado). Espero poco. Pero demostraría que tienen todavía un grado de humanidad”. 

En relación a las mentiras de Bullrich sobre el trayecto del proyectil, expresó: “Me da vergüenza la forma en que fue acomodando la mentira. La va acomodando a medida que la realidad se lo desmiente, es hasta absurdo, burdo, grotesco: no sé que palabra utilizar”. Cuando le preguntaron si le diría algo al gendarme que, según los elementos reconstruidos hasta el momento, sería quien disparó (presuntamente, el cabo Guerrero), afirmó: “Personalmente no le diría nada. Sí lo vamos a decir de forma jurídica. El mejor diálogo que podemos tener con esta gente es en lo judicial”.

La causa, sin avances

Fabián estuvo acompañado por Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, y a Paula Litvachky, del CELS, organismos que patrocinarán legalmente a la familia, que este 21 de marzo se presentó ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal Nº 1 para ser tenida en cuenta como querellante en la investigación judicial.

Lo más importante de la causa hasta ahora: desde el 12 de marzo “no se investigó nada y reclamamos que se empiece a investigar urgente”. Las abogadas cuentan el por qué: “La causa iniciada por la denuncia de la Procuvin (Procuraduría de Violencia Institucional) que dio inicio a la instrucción estaba presentada en el Juzgado 12 de Ariel Lijo, quien se la devolvió a la Jueza Servini de Cubría, que otra vez la rechazó. Ninguno de los dos quiere hacerse cargo de la investigación. Ahora irá a sorteo para definir quién la sigue. La Cámara Federal de Casación Penal tiene que resolver”. Agregan: “Hasta ahora el Ministerio de Seguridad dijo que no hará sumarios internos por el accionar de su Fuerza, lo que refleja el encubrimiento”. 

La causa aún no tiene carátula porque no está radicada en ningún juzgado. La denuncia presentada es por tentativa de homicidio agravado, por abuso de autoridad e incumplimiento de funcionario público.

Dice Paula Litvachky, del CELS: “Es muy importante que la causa salga de este limbo judicial y se inicie el pedido de pruebas antes de que pase más tiempo”.

Dice Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos: “Esperamos que en estos primeros 9 días en los que no se hizo nada, no haya ninguna prueba que se haya destruido, modificado, alterado. Hay cámaras del Gobierno de la Ciudad que tienen un tiempo de duración determinado, o de negocios que también se van borrando y si no las pedís inmediatamente después ya no están. Es vergonzoso que un hecho así no lo esté investigando nadie”.

Claudia Cesaroni, de la Liga Argentina por los Derechos Humanos, es junto a Paula Litvachky, del CELS, la abogada que representa a la familia jurídicamente. En este video cuenta los avances de la causa judicial:

www.lavaca.org (@revistamu.bsky.social) 2025-03-21T19:54:48.310Z

Las abogadas pidieron una serie de pruebas. Las más relevantes: “Quién dio las órdenes, cómo se manifestaron esas órdenes y cuáles fueron, antes y después del impacto; cuál fue el protocolo que se aplicó, quienes integraban el equipo donde estaba incluido el cabo Guerrero y qué órdenes se le impartió a ese grupo en particular; qué armas utilizaron”. También exigen que se lo llame a indagatoria a Guerrero. “Ya hay suficientes elementos para hacerlo”.

Completa Paula Litvachky: “Hicimos una presentación con los hechos, tenemos un montón de pruebas para que se reconstruya ese tramo del operativo de modo tal que se pueda tener la responsabilidad de quién disparó y de toda la cadena jerárquica”.

Concluyen ambas: “Las pruebas están. Nunca hubo tanto registro fotográfico y audiovisual. Necesitamos el acompañamiento social para empujar a que se haga justicia y que no quieran desviar el foco de la investigación”.

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La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

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Traumatismo encéfalo craneano, herida cortante e irritación ocular: las heridas causadas a Beatriz Blanco (81 años) ya forman parte de una causa judicial que inició ella misma y también la Procuraduría de Violencia Institucional, y apunta contra dos efectivos que la gasearon y le pegaron, provocando su caída. También apunta a la responsable del operativo, la ministra Patricia Bullrich, que se desplegó el miércoles de manera feroz, pero que -plantea la denuncia- es parte de un “plan sistemático”. Beatriz fue golpeada a las 16:10, antes de los principales incidentes, mientras se manifestaba en una esquina: cómo fue el momento, según relata ella misma en la denuncia y cuenta su hija. Quién es esta jubilada que trabajó de todo. Cómo está: recuperándose, enojada y “con más fuerza que nunca”. La voz de una de sus hijas junto a quienes lucha por justicia, y paz.

Por Franco Ciancaglini.

La imagen de Beatriz Blanco cayendo en seco al suelo -tras ser gaseada y empujada por dos efectivos de la Policía Federal- dio la vuelta al mundo. 

En el video se ve el fin de una secuencia más larga que inicia cuando la Policía Federal empuja de manera violenta a jubiladas y jubilados que se encontraban haciendo el clásico semaforazo de todos los miércoles en el Congreso. 

“Ella lo que cuenta es que estaba con el grupo de jubilados, cortando Entre Ríos, para mostrar sus carteles. Y cuando el semáforo se pone verde se vuelven a la esquina. Y en ese momento vino la policía, apurando a todos los viejos a subirse a la vereda”.

La que habla es una de sus hijas, Paula.

El relato coincide con la temprana decisión de las fuerzas de abalanzarse sobre personas que hacen lo mismo todos los miércoles -un semaforazo, y luego una movilización que da la vuelta al Congreso-: Beatriz fue atacada a las 16:10. 

Esta vez, por lo especial de la fecha, los Policías iban además con el gas apretado y el palo suelto. Cualquiera que estuvo en la manifestación pudo apreciar cómo apenas una persona se acercaba a los efectivos, o incluso estando a metros, sin hacer nada, podía ser gaseado. Incluso teniendo 81 años.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Los camiones hidrantes fueron parte de la cacería desatada. Foto: Lina Etchesuri.

El arma y la palabra

Beatriz Blanco no está afiliada a ninguna barrabrava ni milita en ningún partido político.

Es jubilada.

Trabajó toda su vida como empleada en cooperativa de fletes, empleada cuidando niños, costurera, y de casera hasta los últimos tiempos.

Tiene tres hijas.

Una de ellas, Paula Ippolito, cuenta que junto a su madre Beatriz y su hermana Paula suelen ir juntas a las marchas. “Esta vez fue sola porque justo yo estaba operada de la rodilla. Suele ir, no va todos los miércoles pero cuando puede va”.

Beatriz ya conocía a varios y por eso se acercó al grupo de jubilados que realiza los miércoles el semaforazo. Luego de que la empujaran a la vereda, se puso a hablarle a un cordón policial, una práctica habitual de jubilados anodados ante la violencia sin sentido que ejercen las fuerzas: “Ella siempre es de ir y hablar, de decir qué están haciendo, cómo no les da vergüenza; mi mamá siempre como que quiere hacer conciencia. Ella le debería estar gritando al policía que estaba de espaldas y lo toca con el bastón como diciendo ´mirame´. Ahí el chabón se da vuelta y le tira el spray, y el otro que le pega con el palo en la cabeza”.

Ese combo, que representa un ataque, de gaseo, empujón y golpe, hace que Beatriz pierda el equilibrio instantáneamente, y caiga al suelo.

La primera pregunta es cómo está: “Se está recuperando. Está en reposo, en observación por el golpe que recibió en la cabeza. Está con mucho dolor en todo el cuerpo, con un poco de inestabilidad, con el dolor en los ojos por el gas que le tiraron. Tiene los ojos muy hinchadas: le tiraron gas directo en la cara”.

Este dato del gas directo a sus ojos explica a la vez la pérdida del equilibrio, desechando por tierra las mentiras del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que aseguró que se “cayó sola”. También el título de la empresa La Nación que habló de que la jubilada “atacó” a la policía previo a su “caída”: “Ella le tocó con su bastón para que se diera vuelta, para que la escucharan, no golpeó a nadie. Habría que mostrar los videos enteros donde la Policía increpa primero a los jubilados para que se suban a la vereda, con la agresividad que suelen tener”.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Beatriz Blanco, tras los gases recibidos y el golpe posterior. Foto: Lina Etchesuri.

El caso de Beatriz es uno de los dos -junto al del fotógrafo Pablo Grillo- denunciados por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin) ante la Cámara del Crimen. En esas denuncias a las que accedió lavaca, el organismo que se encarga de monitorear a las fuerzas -en estos tiempos, con menos entusiasmo- presenta como “pruebas” distintos recortes periodísticos alrededor del ataque a Beatriz. Y solicita a la justicia que requiera al Ministerio de Seguridad el personal policial afectado a los lugares de ambos ataques, así como los datos de la “sala de operaciones” a la que reportaban los agentes a cargo del operativo.

Por otro lado, la propia familia de Beatriz presentó una denuncia contra los dos agentes de la Policía Federal y contra la propia ministra Bullrich. Narra en su presentación lo mismo que refiere su hija en esta nota: “Siendo aproximadamente las 16:10 hs me encontraba en las inmediaciones de la esquina de las avenidas Entre Ríos y Rivadavia de esta ciudad (…) cuando fui rociada con una sustancia lacerante por un efectivo de la Policía Federal. Inmediatamente después, y también a manos de un efectivo de la PFA, recibí un golpe en la cabeza, con un elemento que creo se denomina ‘tonfa’, lo que provoca mi caída al piso”.

Tras el golpe, Beatriz fue derivada al Hospital Argerich, donde diagnosticaron lo producido por el ataque: traumatismo encáfalo craneano, herida cortante e irritación ocular.

Por eso, por un lado, reclama la identificación de los dos efectivos que la atacaron, plausibles de ser responsables de “delitos de lesiones leves” agravadas por tratarse de personal de la fuerza. Y por otro, califica a la ministra de Seguridad Patricia Bullrich como “autora mediata” por ser responsable del operativo y algo más: la valiente presentación habla de que estos hechos son parte de un plan sistemático.

La causa de la caída: la denuncia de Beatriz Blanco, la jubilada gaseada y golpeada por la Policía

Una síntesis del plan sistemático. Foto: Juan Valeiro.

“Como en los momentos más aciagos de nuestra historia, desde el Poder Ejecutivo se ha montado un Programa de Miseria Planificada cuya consecuencia natural es la Protesta Social. Y sabido es que este tipo de políticas socioeconómicas sólo resultan aplicables cuando se pone a disposición de las mismas al aparato represor del Estado”.

Firma toda esta historia la propia Beatriz, acaso poniendo en contexto lo que representan los golpes que sufrió, su historia y el futuro por el que pelea junto a sus hijas. “Nosotras somos fieles a las marchas que son para los derechos del pueblo”, cuenta Paula, una de ellas. “No militamos en ningún partido político, siempre vamos independientes y solas”, aclara por si hiciera falta.

Paula habla siempre en plural femenino, pensando en su madre y su hermana. Desde ese lugar cuenta: “Nos están sacando todo. Nos están metiendo miedo para que no salgamos a las calles. Están imponiendo todo lo que quieren imponer. Siempre estamos atentas a todas las luchas. Esto va a por todos, no es solamente por los jubilados. A mi me han robado plata con la AFJP a pesar de que ya tengo 30 años de aportes. Estos vienen por todo, por todo lo que conquistamos”.

Junto a Natalia, las jóvenes militan tocando tambores en Batuka, uno de los conjuntos que lleva el ritmo a la calle y es la banda de sonido de la protesta social y la lucha. Hoy, del lado de la víctima, Paula asegura: “Estamos luchando para que esto no vuelva a suceder. Para que tengamos memoria y el pueblo no se duerma. No tenemos miedo. Ya la verdad que queda poco por perder”.

Esta lucha incluye, claro, a Beatriz: “Está más fuerte que nunca. Está enojada, muy enojada. Pero está fuerte para seguir la lucha”.

La lucha, ahora, es por justicia: “Solamente queremos que los responsables tengan justicia, sean los policías o la ministra de Seguridad: que la justicia trabaje a favor del pueblo. Y que no salga nadie más impune”. 

¿Tenés esperanzas? “Y no. Pero hay que hacerlo igual: nos corresponde”.

La esperanza tal vez siga estando en la calle, mientras estas jóvenes sin contención psicológica ni asistencia estatal de ningún tipo enfrentan los golpes: “Estamos nosotras, las hijas, para cuidarla y para que se reponga de esto”.

¿Necesitan algo? “Sí: paz”.

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