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Bolivia: Contra el fascismo, el Parlamento de las Mujeres, por María Galindo
Durante dos jornadas, y en medio de la militarización de las calles, sesionó en La Paz el Parlamento de las Mujeres, convocado por Mujeres Creando. En esta nota María Galindo detalla qué significó, por qué lo hicieron y cómo lo diseñaron. La presencia de mujeres de los más variados universos, incluyendo al MAS. Una herramienta para conjurar el miedo en medio del terror, pero también un método para luchar contra la falsa simplificación de la violenta actualidad boliviana: “Los matices son los que los fascismos quieren borrar”, señala. “No queremos con este espacio solamente responder a la emergencia de un momento donde necesitamos procesar miedos, sino también activar sueños, esperanzas y utopías”.
El Parlamento de las Mujeres lanzado por Mujeres Creando es una herramienta política contra el miedo, la fascistización y la militarización del conflicto boliviano.
La tomamos prestada del mundo del arte contemporáneo: el filósofo Paul Preciado lo conceptualizó como Parlamento de los Cuerpos, en la Documenta XIV (2019), ante un proceso en Grecia de aplicación del ajuste estructural y el colapso de la democracia durante el gobierno de Sypras. También lo recuperamos de la metodología del andamio de las organizaciones populares en Bolivia que tuvieron y tienen como práctica política imprescindible la apertura de interminables debates políticos que se sostenían en la Bolivia de los ochenta frente a las dictaduras, debates donde el monopolio de la voz masculina era interrumpido únicamente por Domitila Chungara.
La palabra en primera persona
En el Parlamento de las Mujeres nadie habla en representación de nadie, ni tampoco se pretende construir representación. Una mujer no por ser trans, indígena o pertenecer a un colectivo habla en nombre de ese colectivo.
Se trata de romper los moldes imaginarios de la representación política identitaria con que la democracia liberal representativa ha edulcorado el neoliberalismo.
No se trata tampoco de una asamblea convencional entre feministas. Si bien somos las Mujeres Creando quienes lo hemos propuesto y abierto contra viento y marea no hemos convocado a las feministas a tomar la palabra. Hemos convocado a las mujeres de los más diversos universos. Hemos convocado al público a escuchar con respeto todas y cada una de las intervenciones. No es un escenario de especialistas, de expertas, ni intelectuales. No privilegia la palabra de nadie. El ingrediente principal es la circulación de la palabra. Tampoco hemos buscado un denominador común, sino justamente lo contrario hemos ido a contracorriente de todo denominador común.
Hemos convocado a los compañeros hombres que quieran asistir a que vengan a escuchar.
Frenar la fascistización

Lo que está aconteciendo en Bolivia es la necesidad de trasladar el conflicto político de su escenario político a un escenario policiaco-militar de muerte en cual gane el más fuerte: un escenario de guerra civil. Un escenario donde existan dos bandos por los que tomar partido. Para eso el uso de la psicosis social llena de noticias falsas, el acelerado clima de estereotipación social de todo. El racismo, la homofobia y la misoginia son la gasolina con que incendiar la sociedad. La creación de un clima de enfrentamiento es otra de las trincheras de la fascistizacion social.
Quieren claramente pasar de tomar el Estado a tomar nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestros deseos y nuestros cuerpos para organizarnos en bandos enfrentados a muerte.
Por eso, justamente por eso, la toma de la palabra colectiva y su circulación es un mecanismo por demás efectivo. Los cuerpos y todas las soberanías personales son aquellos territorios desde donde hablar es vital y efectivo.
Nuestra intención explicita con el Parlamento de las Mujeres es ofrecer una metodologia política del diálogo aplicable en cada barrio, en cada sector, en cada plaza.
No desde la lógica masculina del que habla más fuerte, del “líder” entre comillas, del más beligerante, que es lo que viene sucediendo en los llamados cabildos que se han instalado en Bolivia desde hace meses, donde se encaraman 10 ó 15 que deciden y atribuyen a la masa sus decisiones.
Escuchar la propia voz
Abrir la primera sesión del Parlamento fue un imposible concretado. Si bien habíamos garantizado el espacio de un cine de gestión municipal, había tanto miedo en toda la sociedad, surcaban aviones militares el cielo paceño después de 40 años de “democracia”, la mayor parte de oradoras convocadas llamaba para decir que no podría salir de su casa, que nos sugirieron suspender.
Sin embargo, lo hicimos. Nos instalamos con cine lleno y empezamos a tomar la palabra indias, putas y lesbianas, chotas, cholas y birlochas, señoritas y anti señoritas, viejas o jóvenes.
Las mujeres con guión propio apelaron a recordar cómo fuimos tejiendo las conquistas sociales más importantes de este tiempo. Cómo esas negociaciones para dichas conquistas fueron frustrantes y dolorosas. Vinieron, por supuesto, muchas compañeras del Movimiento al Socialismo a manifestar también su dolor por la partida de Evo. Al finalizar teníamos un panorama complejo capaz de recoger los matices, capaz de contrarrestar los miedos, capaz de desatar un pensar colectivo.
Al día siguiente las oradoras se multiplicaron. Las que no pudieron llegar el día anterior llegaron caminando. El cine estaba más lleno y tuvimos que acortar el uso de la palabra a 8 minutos por mujer.
La segunda jornada la cerraron las integrantes del feminismo cunumi de Santa Cruz, esas mujeres que cuestionaron a Camacho desde el primer día. Ellas lanzaron una propuesta concreta de lucha y están ahora abocadas a organizar la próxima sesión en Santa Cruz. Entretanto ha sido masacrado el movimiento campesino en Cochabamba y la colectiva compleja de mujeres feministas cochabambinas ha respondido organizando el Parlamento de las Mujeres en Cochabamba para este jueves 21.
Esto no para de creer y multiplicarse.
Estamos frente a la generación de unas condiciones políticas de diálogo diferentes.
La fuerza de escucharnos entre nosotras ha convertido este Parlamento de Mujeres en una herramienta política consolidada.
Forma es contenido y contenido es forma: el problema del método
No partimos de un denominador común.
No partimos de un concepto binario biologista de mujer.
No partimos de un concepto generacional del derecho a la toma de la palabra.
Todas hablamos entre 8 y 10 minutos para que las largas horas se traduzcan en decenas de voces en cuya combinación recae la clave de todo.
No pretendemos sobredimensionar el Parlamento de las Mujeres como espacio y herramienta, todo lo contrario: tiene la dimensión que las circunstancias lo permiten.
Puede multiplicarse y crecer sin el control ni la propiedad de nadie. Pero tiene la potencia de activar, en medio de la crisis, aquello que toda crisis genera: momentos creativos de repensamiento de todo.
Tiene la capacidad de que toda mujer, sea quien sea, se sienta convocada.
Tiene la capacidad de demostrar que los de arriba no tienen nada que ofrecer.
Se convierte, entonces, en un instrumento de desmantelamiento de la manipulación que está en acto.
Su grito principal: ¿Quién nos salva? Nadie nos salva.
Las soluciones vienen desde abajo.
En la capacidad de ver los matices está la profundidad del análisis
Estamos frente a una realidad llena de pliegues y matices que quiere ser simplificada y organizada en dos bandos de enemigos que se enfrenten a muerte.
En ese contexto, los matices son los ángulos subversivos.
Los matices son los que los fascismos quieren borrar.
Los matices son los que nos permitirán ir a la profundidad del problema.
Ante la privatización de la política que vienen representando los Parlamentos en nuestras sociedades -como en Chile donde una multitud toma las calles mientras Piñera puede seguirse llamando demócrata después de mandar a reprimir con la misma saña que en las épocas de Pinochet- el Parlamento resulta ser un recurso activador y agitativo de lo que reclamamos: una democracia radical definida desde nuestros cuerpos y desde nuestras cotidianeidades. Una democracia radical donde caven todas las democracias y todas las libertades. No se trata de formular nuevas ideas únicamente, sino también nuevas metodologías.
Lo que ha fallado no sólo es lo que está enunciado.
No queremos con este espacio solamente responder a la emergencia de un momento donde necesitamos procesar miedos, sino también activar sueños, esperanzas y utopías.
Las intervenciones inextensas de ambas sesiones las encuentras con fotografías en:
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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