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Bueno, bonito y barato: verdulería a cielo abierto en Plaza de Mayo
La Plaza de Mayo se convirtió hoy en una verdulería a cielo abierto gracias a una serie de organizaciones nucleadas en la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) que desarrollaron un Alimentazo para visibilizar la crisis que atraviesa el sector y establecer un puente directo con los consumidores.
A diferencia de los clásicos Verdurazos, esta vez a las frutas y verduras se les sumaron otros productos de la economía social como yerbas, dulces, pizzetas, panes, embutidos y enlatados varios. La oferta culinaria revolucionó el centro porteño a metros de la Casa Rosada, donde se encuentran los principales destinatarios de las voces que sonaban por altoparlante: “Somos los que le damos de comer al pueblo y vivimos alquilando las tierras, endeudados por las semillas e intermediados por los distribuidores», sintetizó Zulma Molloja, vocera de la organización, productora y parte de la Secretaría de Género. «Invitamos a los candidatos a que nos visiten a ver lo que hacemos y cómo vivimos, porque necesitamos políticas públicas para el sector».
En época de pobreza creciente que está pegando en la alimentación de importantes sectores, las propuestas de la UTT marcan nuevas formas de entender tanto la seguridad alimentaria (el acceso a los alimentos) como la soberanía alimentaria (que contempla no solo el acceso sino también la salud de productores y consumidores, y la calidad de lo que se come).
Apuntan además a promover el acceso a la tierra para miles de agricultores dispuestos a pagarla, logrando estabilidad y a la vez abriendo la posibilidad de producir más alimentos agroecológicos, como los que se ofrecieron este miércoles en Plaza de Mayo.

Foto: Nacho Yuchark
Rosa es jubilada, tiene 82 años y vive en Once. Desde allí se tomó el subte y se acercó al Alimentazo, alertada por la radio que escucha todos los días, y también por otro tipo de noticias que caracterizan estos tiempos: “¡La batata no tiene más gusto! ¿Por qué la batata no tiene más gusto?” pregunta y se pregunta, mientras agita dos bolsas llenas de hinojo, brócoli, rúcula, lechuga y, también, batatas. “Ahora voy a probar éstas, que me dijeron que no tienen agrotóxicos”, cuenta. Si la prueba sale bien, Rosa promete seguir escuchando atentamente la radio para ver cuándo será la próxima movida.

Foto: Nacho Yuchark
Pablo, joven chileno que reside en Buenos Aires, coincide con la jubilada: “Lo tienen que hacer más seguido”. Como estudiante ha ido surfeando los precios argentinos contra la inflación, y confiesa ya haber abandonado el súper por completo.
“Intento ir a ferias, porque es más barato, más rico y le dejo mi dinero directo al productor”, explica. Pablo se enteró del Alimentazo por Instagram y ya había ido al verdurazo que, después de la represión de febrero, organizó la UTT en Constitución. “Está lleno de mafias y reprimen a estas familias de productores: parece increíble”, reflexiona. Para despedirse levanta la mano con otra bolsa que tiene mandarinas, naranjas, bananas y pomelos.

«Queremos que la gente se lleve un producto natural y mantenga la verdadera economía», explicaba uno de los verduleros, vestido de verde y con una de las ya características gorras verdes de la UTT, a otra señora. «En la verdulería está muy cara, ¿sabés por qué?», contestó ella. «Porque quieren ganar mucho los verduleros acá en Capital. Yo vine acá porque me gusta la verdura natural, de campo», le explica. A su lado, la gente le saca la verdura de las manos y llena bolsas y bolsas. «Todo lo que compré lo voy a poner en la heladera, o hago tartas y las meto en el freezer. Voy a hacer con la acelga unos bocadillos, la remolacha la hiervo y la corto en pedacitos. Compré un kilo de bananas: con esto tiro para dos semanas».

«Al comprar nuestra verdura nos dan el granito de arena para seguir produciendo – cerró Zulma por altoparlante dirigiéndose a los consumidores- seguir trabajando y seguir haciendo más verdurazos. Gracias por apoyarnos, y esperamos que les gusten nuestros alimentos» dijo en una Plaza de Mayo que esta vez se nutrió de batatas con gusto a batatas, y de otros modos de pensar la relación entre productores y consumidores para que los alimentos sean sanos y accesibles.




Foto: Nacho Yuchark

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De la idea al audio: taller de creación de podcast
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Docente:
Mariano Randazzo, comunicador y realizador sonoro con más de 30 años de experiencia en radio. Trabaja en medios comunitarios, públicos y privados. Participó en más de 20 proyectos de podcast, ocupando distintos roles de producción. También es docente y capacitador.




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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: