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Centroamérica sangra: crónica desde el fin de un mundo

El paso a paso de una caravana de mujeres que buscan a sus desaparecidos en bares, cárceles y rutas de México, entre la migración violenta y los Estados ausentes

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El paso a paso de una caravana de mujeres que buscan a sus desaparecidos en bares, cárceles y rutas de México, entre la migración violenta y los Estados ausentes. Por Eliana Gilet para lavaca.org.

Centroamérica sangra: crónica desde el fin de un mundo
En el grupo que llega a México viajan 38 personas, pero sólo dos son hombres. Dos papás. La mayoría de las mujeres se conoce en ese momento, aunque viajan en pequeños grupos provenientes de distintas localidades de esos 4 países centroamericanos que sangran. Sangran gente.
Honduras.
El Salvador.
Guatemala.
Y Nicaragua.
Los números oficiales sobre las dimensiones del movimiento que está ocurriendo en la cintura de este continente -comparable a la migración siria, pero con menos prensa- son dramáticamente falaces, eso cuando siquiera existen.
A esta migración la han hecho visible las cifras frías de las deportaciones del último año tanto de México como de Estados Unidos*. El trabajo de estas mujeres también, aunque ellas reflejen la parte más dolorosa de ese movimiento: la incomunicación y el desarraigo.
Primera parada
El trayecto básico del camino al norte está delineado por las vías de La Bestia, un tren de carga. Un gusano de fierro hecho con contenedores semi-vacíos mientras la gente viaja trepada al techo, escondida. Gente que se ata cuando ven que el sueño los vence y corren peligro de caer del bicho en movimiento. Sucede y amputa brazos, piernas, lo que se le atraviese en su camino sediento.
Ese mínimo mecanismo de viaje, que ya de por sí era arriesgado y difícil, comenzó a ser combatido por el gobierno mexicano. El Plan Frontera Sur hace exactamente lo que anuncia su nombre: baja la barrera de paso a los centroamericanos en la frontera mexicana (todos requieren visa para entrar a México). Al menos es lo que viene intentando, porque a pesar de todos los pesares, lo hacen. Migran. Entonces México, que puede ser muy hostil si se lo requieren, se endurece con quienes osan atravesarlo de sur a norte, hacia el “gabacho”.
El testimonio del crecimiento de la violencia hacia los migrantes centroamericanos se brinda desde la diadema de albergues que alojan a quienes van en tránsito, salpicados en algunos puntos clave de la ruta en territorio mexicano. “La 72”, en Tenosique, Tabasco, en el primer descanso que se tiene en la ruta al norte, a 64 kilómetros de la frontera terrestre con Guatemala, que suelen hacerse caminando. En los últimos dos meses de 2015, esta Casa del Migrante registró 20 casos de violación sexual a mujeres y otros 15 en que personas fueron privadas de su libertad.
Con mayor o menor intensidad en la violencia sufrida se replican los relatos de los albergues en Chiapas, Veracruz, Tlaxcala, Puebla y México, ciudad – inflexión del recorrido para la Caravana de madres, ya que el norte está vedado.
Desparecidos
El norte. Una especie de tierra fantasma con ciudades abandonadas por sus habitantes, según relatos escasos. Lugar desde dónde varias de ellas recibieron el último llamado o referencia. La última vez que Edgar Rodolfo Xón Ajanel le habló a su madre fue el 21 de Julio de 2008, desde Matamoros, ciudad limítrofe con la frontera de Estados Unidos, en el estado de Tamaulipas. “Yo no sé si es cierto o es mentira que él estaba ahí. Preguntó a los que tenía alrededor y le dijeron Matamoros, pero él no conocía, es como yo que ahora tampoco sé dónde estoy”, explicó Sebastiana, su madre, participante de la Caravana. Su hijo tenía 22 años cuando salió de su comunidad en el municipio de Chichicastenango, en el departamento de Quiché, en Guatemala.
Es en ese norte donde ocurrieron dos masacres masivas que también pusieron a la migración en primer plano. El 22 de Agosto de 2010, 58 hombres y 14 mujeres fueron asesinados en un rancho en San Fernando, Tamaulipas. El 13 de Mayo de 2012, los cuerpos de 49 personas fueron abandonados en una carretera en Cadereyta, Nuevo León. La impunidad reina en ambos casos, pero en este último no se ha logrado siquiera identificar a todas las víctimas, ya que les arrancaron piernas, brazos y cabeza para impedirlo. Sólo 8 de ellos fueron identificados, a fuerza de madre. El Equipo Argentino de Antropología Forense fue el primero en tomar muestra de las familias que empujaban desde Honduras.
Es la primera vez que Lourdes María Suazo viene a la Caravana. “Estoy aquí por mi hermano,  Mauricio Francisco Suazo Mejía, que murió en la masacre de Cadereyta”. Ella y otras ocho mujeres hondureñas formaron hace un año el Comité de Desaparecidos del Centro de Honduras (Cofamicenh) y ya llevan registrados 25 casos de desaparición de migrantes.
¿Qué significó para Lourdes pasar de algo tan traumático a convertirse, a sus 56 años, en una defensora de derechos humanos? “Quiero ayudar con la fortaleza que me ha dado mi hermano, mis compatriotas muertos. Tengo que ir a luchar por los demás y me dio tanto dolor ver en los albergues que venimos recorriendo que el 90 por ciento son hondureños, hay niños, señoras embarazadas. Hay mucha pobreza en Honduras, no hay trabajo y los gobiernos son ajenos a nuestro dolor”.
Son estas organizaciones locales de familiares las que han dado dimensión a la magnitud de la desaparición de migrantes en tránsito hacia Estados Unidos ¿Cómo lo hicieron? Contando.
Sólo Cofamipro (Comité de Familiares de Migrantes desaparecidos del Progreso) que tiene su rango de acción en ese municipio hondureño, llegó a la caravana con 200 fotos de migrantes desaparecidos, que ha documentado desde su creación en 1999. También lo ha hecho Cofamide, el Comité de Familiares de Migrantes Fallecidos y Desaparecidos de El Salvador.
Todas presentes en la Caravana, cargando retratos propios y ajenos. Se puede ver el paso del tiempo en esas imágenes, ya que hay personas buscadas desde fines de la década del 80. Podría escribirse una historia de la migración, del gusto, de la moda y de la belleza sólo con mirarlas. Podría escribirse un atlas completo de los últimos veinte años de Centroamérica siguiendo cada caso.
El método
El propósito de la Caravana es buscar pistas. Buscarlos porque nadie más lo hace sino ellas. Durante los once años que llevan recorriendo México han creado un método básico. Recorren cárceles, albergues y también bares y whiskerías. Recorren y golpean en las casitas de chapa que bordean las vigas del tren. Siempre con sus fotos sobre el pecho, con montoncitos de retratos en las manos, que sólo sueltan cuando cada día, en medio de la plaza de la ciudad en la que estén, los disponen en el piso y convocan a la gente a mirarlos. A recordar si alguno les resulta familiar.
Cuando la Caravana llegue a la Ciudad de México, 12 madres denunciarán penalmente la desaparición de sus hijos. De todos los casos posibles, en estos hay indicios de la participación del crimen organizado. También tienen en común que la última comunicación de los que iban en viaje sucedió desde algunas de las ciudades norteñas.
Resuena entonces, el reclamo:

  • “Lo que quiero saber es cómo hago para buscar a mi hijo en el norte. Somos varias las madres que sabemos que nuestros hijos llegaron al Río Bravo. Son muchas las llamadas telefónicas que recibimos desde Reynosa, desde Matamoros, desde Piedras Negras”.
  • “Todos estos casos tienen indicios de que hubo participación del crimen organizado y que hubo colusión del Estado mexicano, por eso son los que estamos presentando. Si no tienen esos indicios, pertenecen al fuero común, pero no vale mucho la pena hacerlo, porque es un proceso lento y los familiares no pueden estar regresando a pelearse con las autoridades para que les empujen sus casos”.
  • “Somos más eficientes nosotros en encontrar, hemos encontrado muchos más que los que ha encontrado las fiscalías. Entonces, nosotros vamos a seguir buscando. Pero en dónde vemos alguna grieta que nos permita avanzar la causa, la usamos, lograr que pongan más atención en lo que está pasando”, explica Marta Soler, referente del Movimiento Migrante Mesoamericano, organizador de la Caravana de madres de Migrantes Desaparecidos en México.

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Violencia de Estados
¿Por qué si hay casos que llevan tantos años se denuncian recién ahora? “La dificultad es que la hacemos en los consulados mexicanos y no tenemos eco. Los cónsules no están cumpliendo con su deber, están cuidando más que nada sus puestos de trabajo, y no están prestando atención”, contó Iris, que busca a su hijo Carlos Medina Martínez, visto por última vez cuando fue detenido en un retén policial en Reynosa, hace 3 años.
“Si de algo deben servir las embajadas es para hacer llegar justicia a esta gente tan humilde. El fiscal se sorprendía y preguntaba ¿cómo desde el 2009 que fue la desaparición no han interpuesto una denuncia? Una de las mamás le dijo: ¡Es que ni siquiera me dejan entrar en su país!” relató Jesús Robles Maloof, abogado especializado en Derechos Humanos y mediante el MMM está encargado de representar los doce casos. “Son doce que hemos identificados que tienen elementos suficientes para interponer una denuncia. El recibimiento fue adecuado y eso es importante en un país donde han sido desaparecidos sus hijos”, explicó a la salida de la Procuraduría.
¿Cuáles son esos elementos que hacen que se pueda denunciar? “Primero que la última comunicación que tuvieron con sus familiares fue en territorio mexicano, segundo que en diez de los doce casos hubo extorsión o un indicio de violencia en el último tramo del contacto entre las familias y los desaparecidos. En otros dos no hay más que un último mensaje, desde el Estado de México y el otro desde Sonora, pero el argumento para presentarlo en estos casos, aunque no haya indicios de violencia, es que como migrantes centroamericanos en México sufren persecuciones. Entonces nos acogimos al “temor fundado” de las familias que aunque no recibieron información de que sus hijos fueron secuestrados o violentados tienen el temor fundado de por ser centroamericanos, hayan sufrido una agresión”.
Lo que resulta imprescindible, explican tanto Sánchez como Robles Maloof, es la implementación del Mecanismo Trasnacional de Justicia, es decir, que en las embajadas mexicanas exista la posibilidad de que estas familias que hoy denuncian puedan seguir el trámite en las embajadas.
¿Confían en que las investigaciones oficiales funcionen? Iris responde: “Lo último que podemos perder es la fe. Buscarlos es una responsabilidad de las autoridades de México porque aquí se perdieron. Si fuera otro país donde ellos se perdieron ahí anduviéramos, pero fue exactamente acá y tenemos evidencia de que así fue. Al gobierno mexicano y a la ciudadanía les pedimos que colaboren, que recuerden que ellos también tienen hijos. Esperamos que ese grado de sensibilidad pueda despertarse en ellos, que somos madres las que andamos buscando a nuestros hijos. Un hijo no es cualquier cosa. Son una parte de nuestra vida y nos duele mucho saber que tenemos tres, ocho, diez, quince años y más sin saber de ellos. ¿Qué harían ellos si esto les pasara?”
No todo es trata
Como el norte les está vedado por cuestiones de seguridad, la Caravana vuelve a enfilar hacia el sur, hacia Oaxaca y Chiapas. En la Ciudad de México la búsqueda se feminiza.
En el céntrico barrio de La Merced está la casa de la Brigada Callejera Elisa Martínez. Por la boca oscura de un edificio laberíntico se cuela la guía de medias de red y minifalda roja. Tiene el gesto desconfiado en los ojos finos pero nos lleva. La casa de la Brigada está invadida por la prensa y las pibas se cohíben. Son jovencitas. Bellezas centroamericanas que van muy maquilladas aunque intentan cubrirse la cara para evitar las fotos, pero que les permita estar cerca lo suficientemente cerca de la fila de fotos desplegadas por el piso del techo del edificio, como para verlas bien. Sólo están las fotos de las mujeres en la casa de la Brigada Callejera, que ofrece ayuda y apoyo a las decenas de trabajadoras sexuales de la zona. Las fotos en el piso también son muchas. Las mujeres también migran.
Denia y su madre María de la Cruz Santos hace 14 años que no se ven. Ella salió de Honduras cuando tenía 20 años y dejó a dos de sus hijos con la abuela. Estuvo 4 años presa. Cuando la Caravana llegue a Tapachula, Chiapas, madre e hija se reencontrarán, en los últimos días del recorrido. “Una emoción siento, creo que casi me escapé de desmayarme. Fíjese que nos tomaron un video, y hablé del sufrimiento que había sentido, de la familia, los hermanos que habían muerto, uno mayor y uno menor que ella. Es duro contar esas cosas. Ella me dijo que había estado presa cuatro años, para mí fue duro, triste”, explica María.
Además de la emoción en las palabras de su madre, la historia de Denia viene a cuento para mostrar un mecanismo harto siniestro. Denia estaba trabajando en un bar en Tapachula, cuando la policía llega haciendo una redada buscando “desarticular una red de trata”. ¿Cómo termina presa una migrante que está trabajando tras una redada policial que busca desbaratar una red de trata? La acusan de ser la tratante. Tenía sobre su cabeza una condena de 13 años de cárcel, pero la presión de distintas organizaciones, logró que se redujeran a los 4 que cumplió.
“Su caso muestra como se está manejando este conflicto tan serio que es la trata en México”, explica nuevamente Marta Sánchez. “La ONU aporta dinero al Estado Mexicano desde hace un tiempo para que persiga a las redes de trata. Pero eso se ha traducido en que la policía apresa a chicas sean o no víctimas de trata”.
El mecanismo es el siguiente: cuando llega la policía a los bares en dónde se ejerce (o no siempre) la prostitución, los dueños y señores de los locales, tienen a alguna de las chicas que allí trabajan como encargadas. Cuando llega la policía quienes son señaladas como responsables son las mujeres. ¿La consecuencia? La mayoría de las apresadas, a cuenta de la presión – y el dinero – enviado por las Naciones Unidas, son mujeres. “Las ponen de escudo, las usan los dueños de los locales”.
Sánchez insiste en que hay que diferenciar a las víctimas de trata de quienes ejercen la prostitución como decisión libre. “El problema es que estas acciones han servido para criminalizar a quienes ejercen la prostitución como su decisión, que es un trabajo que respetamos”.
Con lo que no caben dudas en que llegar a la cárcel siendo un migrante implica una violación a sus derechos básicos. “En todos los casos se ha violado el debido proceso”, explica Sánchez.
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Visita al penal
Durante las caravanas los centros de privación de libertad son un punto de visita obligado. “Queremos encontrar centroamericanos en estas cárceles, es la primera que visitamos, pero sabemos que los hay”, explicó una de las madres en las puertas del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Tenosique, en el estado de Tabasco.
“Que sean justos con nuestros centroamericanos, que les apliquen las leyes de México que sean justas con ellos, eso es lo que buscamos. No queremos romper las leyes de México, queremos que tengan un trato digno como cualquier ser humano dentro de un penal, aún si cometió un delito, que tenga derecho a un abogado, que tenga derecho a un trato como cualquier ser humano”.
Una a una fueron registradas en el libro de visitas, a mano, lentamente llamadas a ingresar al penal por una puertita estrecha. Sin gorras ni lentes oscuros. Sacando el dinero que llevaban escondido entre la ropa íntima, como hacen las veteranas. “En otro penales que hemos visitado no hay tantos requisitos, pero eso depende de cada cárcel”
Esa visita fue frustrante. “No era la forma como esperábamos verlos y obtener información. Ellos empezaron a salir uno por uno y todo el grupo nuestro estaba frente a una puerta muy pequeña. Salía uno y le preguntábamos de dónde era. Era imposible mostrarle todas las fotografías. Teníamos una reja de por medio, lo que no nos daba acceso a una comunicación más cercana para que nos dijera quien es y de dónde viene”. Porque no se trata sólo de buscar a los propios sino de contactarlos a los ajenos con sus familias. En ese penal las autoridades les dijeron que sólo tenían registro de ocho centroamericanos presos, pero las mujeres explicaron que también hay dificultades para identificarlos, ya que muchos de los que caen, como vienen indocumentados, se presentan como mexicanos. “No están identificados con los países que buscamos. Ellos ocultan su identidad por la criminalización que hay en los centros penitenciarios del país”.
Sin embargo, algo bueno (e inesperado) sí surgió de esa visita.

  • “Dicen que tiene seis años de estar ahí, que lo están acusando de algo que no hizo, da la casualidad que conozco a la familia de él, es de allá de mi lugar, de Progreso, Honduras. A él no lo conocía, pero ya conozco a la mamá y llevo una notita para dársela a la mamá y va a ser una alegría porque dice que desde que se vino nunca se ha comunicado con la familia. Hace seis años está detenido, llegando lo agarraron. Me dice: “verdad que usted vive en la Siete de Abril, de Honduras ¿es verdad? Yo la conozco, me dice. Le pregunto ¿de dónde sos? (sí, vocean los centroamericanos) De la primavera, me contesta”. La Primavera es una colonia de la región del Progreso. “Entonces ahí vive la mamá y la familia y le llevo su notita”.

No están solas
Entre las madres hay coladas otras mujeres que no tienen un familiar desaparecido, pero para quienes esas madres se han convertido en las propias. Sino en madres en hermanas, en confidentes. Una de ellas es Catalina López. Catalina es de las pocas en el grupo que se ha negado a usar la remera blanca que las identifica, y porta el típico colorido ropaje guatemalteco. Explica que es parte de lo que es y lo que refleja.
“A través de mi energía (e indica un colgante de piedra verde que le cuelga del cuello), esta es una energía que se llama Tixaj y es una energía que literalmente dice que es la lengua del abuelo, el gran fuego del abuelo. Todo fuego es sanador, todo fuego es curador, todo fuego es fortalecedor. El fuego viene a renovarte. La energía de este día dice que puedes trabajar con cosas imposibles. Me lo he apropiado junto a mi forma de ser y a mi cultura para poder apoyar desde lo que tengo”.
Catalina tiene una especialidad en salud mental comunitaria y como también es parte del pueblo indígena, une tradiciones. “Trabajamos el proceso de acompañamiento a los familiares de migrantes desaparecidos y no localizados, porque la migración tiene efectos en los que se van, en los que se quedan y en los que regresan. Son diferentes enfoques que se dan dentro del mismo contexto de la migración”.
La tarea se desarrolla con un estimado de 200 familias, pero según relata López, es un número muy pequeño en relación al total de los desaparecidos, ya que únicamente trabajan en la parte sub occidente, pero no en la parte oriente de Guatemala.
¿Cómo es el trabajo que realizan? “Trabajamos con las comunidades desde un punto de vista individual, familiar y comunitario naturales, en formas de poder afrontar esta situación, para ir regenerando nuestras energías frente a esto. Utilizamos también la cosmovisión maya, las energías de los días, para obtener la fortaleza para seguir adelante. Nuestros hijos están desaparecidos pero la vida sigue: cómo tener energías para esperarlos, para buscarlos”.
Explica: “La migración ahora está recrudeciéndose más, pero la desaparición no es nueva, hay familiares que buscan desde hace 17 años, ellas mismas como familias han buscado formas de sobrevivir. Es importante mencionar que nuestro apoyo ha servido bastante: trabajar sobre los sentimientos y nuestros pensamientos. Hay gente que físicamente se está muriendo porque no ha podido hablar de lo que lleva en su corazón y en su mente”.
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¿Cómo poder abrir esa comunicación y ese espacio de confianza? “Eso se logra a través de nuestra comunicación con el idioma (el k´iche) que no es igual a alguien que sólo habla el español de aquí, que yo le transmita esa emoción”.
Esa comunicación en su idioma – dice-  genera la confianza para poder hablar de lo que les sucede a las personas. Es un gran sufrimiento que no es expresado, cuenta, que hace que se vea a la migración como un problema individual, haciéndolas sentir responsables del destino trágico, con culpa.
“No se puede sentir culpa porque migrar es un derecho. Por eso hablamos que en los tratados de libre comercio entre los países no hay fronteras cuando se trata de productos, pero cuando se habla de seres humanos en dónde sí están las fronteras”.
El método es el grupo como apoyo: “Pensar que no solo mi caso me afecta en lo individual sino ver cómo el problema migratorio está generalizado en el caso de Guatemala, por la estructura de violencia y la pobreza”. Entender de dónde viene esto, contar en el grupo lo que se siente y socializar las formas que cada uno tiene para salir adelante para que otros puedan ser parte de esa solución y búsqueda.
“Hay mucho que contarse porque hay muchas experiencias de qué hacer. Ha sido una práctica primeramente desde las comunidades, los pueblos, las personas”. Es decir, viene de abajo.
¿Cómo se vinculó Catalina López con esta perspectiva y terapia? “Cada uno de nosotros, como personas individuales, hemos nacido para algo. Dentro de nuestro calendario maya tenemos energías, cada uno hemos nacido con un don. Primero identificar ese don para saber que podes ayudar, fortalecer a los demás y que es parte de la lucha”.
Es la búsqueda la que les brinda un poco de aire a estas mujeres. El cambio que opera en ellas esos 20 días que dejan sus pueblos y salen tras sus hijos, puede incluso verse. A veces, con mucha atención y paciencia, se aprecia el momento exacto en que sucede.
Las mujeres empiezan a levantarse a las 4 de la mañana para poder ducharse todas antes de volver a salir, y hacer buen uso de las instalaciones disponibles en el hospedaje de turno. En la noche dejaron colgadas en los pasillos las húmedas remeras blancas que lavaron antes de dormir, para volver a lucirlas con prolijidad de madre al día siguiente. Priscila sale del baño en que acaba de ducharse con agua fría, usando un jarrito y un balde. Aún no amanece. Lleva una falda roja. Busca la foto enmarcada de su hija sobre la que ha derramado cientos de lágrimas. Levanta la cabeza y se ve observada. Entonces, sonríe.
 

Eliana Gilet es una joven periodista uruguaya de alto calibre. Parida en el semanario Brecha, de Uruguay, actualmente vive en la Ciudad de México y trabaja para el portal Desinformémonos.  

 
*México no sólo triplicó la recepción de pedidos de asilo de centroamericanos en los últimos tres años, sino que entre enero y agosto de 2015 había deportado a más de 100 mil personas a esos países, más del doble de las que practicó Estados Unidos.
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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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