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Daniel Solano: 7 policías condenados a perpetua, y todo lo que falta

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Después de 7 años, la causa por la muerte y desaparición de Daniel Solano tuvo sentencia en Río Negro: 7 policías fueron condenados a cadena perpetua. El Tribunal los señaló como coautores de «homicidio calificado agravado por alevosía». Según la familia y los abogados, «faltan los autores intelectuales», en referencia a los dueños de la empresa Expofrut, denunciada por estafa y explotación en la producción de frutas en el Valle de Río Negro, de la cual Daniel era empleado. Su cuerpo permanece desaparecido.
El mismo día en el que se cumplió un año de la última vez que se vio con vida a Santiago Maldonado, 7 policías fueron condenados a cadena perpetua por la muerte de Daniel Solano, el joven de 24 años que desapareció en Choele Choel el 5 de noviembre de 2011. El Tribunal imputó a los policías por “homicidio calificado por alevosía» y por ser funcionarios públicos, pero desestimó el pedido de prisión preventiva, por lo que esperarán en libertad la confirmación del fallo que, según el abogado Leandro Aparicio, puede tardar años. Si bien la condena tiene tinte histórico, la familia y los abogados dicen a lavaca: «Ya sabemos quiénes fueron. Pero la sentencia no dice por qué lo mataron. Si acreditamos eso, podemos avanzar con los autores intelectuales».

Daniel Solano: 7 policías condenados a perpetua, y todo lo que falta

Las calles de Choele Choel también preguntan.

La condena

Más de 100 personas llenaron hoy desde temprano la sala principal de los Tribunales de General Roca, Río Negro. Los jueces María Evelina García Balduini, Oscar Gatti y Gastón Martín comenzaron recordando las irregularidades de una investigación que duró siete años y tuvo tres fiscales y tres jueces distintos. Pistas y testimonios falsos, amenazas y presiones que –todo indica- provenían de los mismos policías sospechados. Sentados en el banquillo, los siete escuchaban y cerraban los ojos: Sandro Berthe, Héctor Martínez, Juan Barrera, Pablo Bender, Pablo Cárcamo, Pablo Quidel y Diego Cuello terminaron siendo condenados a prisión perpetua.
El Tribunal consideró fundamentales los distintos testimonios que describieron la escena en la que Daniel Solano fue visto por última vez: cerca de las 3 de la mañana, en la salida del boliche Macuba, siendo golpeado por los uniformados y luego subido a una camioneta EcoSport. “Daniel Solano fue muerto: es la única hipótesis probable”, dijeron los jueces. “Sin lugar a dudas los siete policías tienen participación en carácter de coautores”.
Al día de hoy su cuerpo permanece desaparecido. A pesar de ello, los abogados de la familia Solano lograron reconstruir esa escena para que la carátula sea la de “homicidio” y no la de “desaparición forzada”. Según Aparicio, esto permitió acelerar tiempos y procesos, que de igual modo terminaron sufriendo dilaciones.
Las pruebas fueron casi en su totalidad recolectadas por los abogados de la víctima, Sergio Heredia y Leandro Aparicio, junto al padre de Daniel, Gualberto Solano, fallecido en mayo de este año. Tanto Gualberto como el abogado Heredia dejaron su Tartagal natal para mudarse a Choele Choel y así investigar y reclamar justicia. Gualberto instaló una carpa frente a la intendencia, que al día de hoy es mantenida por familiares y amigos de Daniel. La carpa seguirá hasta que la condena se haga efectiva y, como era la obsesión de Gualberto, se encuentre el cuerpo de su hijo.
Por su parte, los abogados aportaron testigos, videos y reconstruyeron los hechos de aquella madrugada fatídica. Una vez más en democracia, se demuestra que la justicia no investiga y son las víctimas y sus familiares quienes aportan las pruebas para garantizar que no haya impunidad: “De los 14 testigos que señalan estos policías y fueron relevantes para condenar, uno solo lo llevo la justicia. El resto, nosotros”, cuenta Leandro Aparicio desde General Roca. “Esto nos trajo consecuencias a nosotros, en especial a Sergio, y a los propios testigos porque han sido amenazados, incluso uno fue violado… No solamente produjimos todo esto sino que recusamos jueces y fiscales que obstruían la investigación”. Aparicio logró retratar parte de esta justicia al revés en un documental llamado ¿Dónde está Daniel Solano? Diario de una causa.

Gracias a este cúmulo de pruebas, la justicia le dio la razón a la familia Solano y sus abogados investigadores. “Costó la vida de Gualberto”, dice Aparicio sobre los efectos de la demora judicial. “A Gualberto lo mata la justicia, lo matan los jueces cuando mandan el expediente dos años y medio a la Corte Suprema con el fin de dilatarlo. Estas audiencias les hacían muy mal a Gualberto, veía la cara de los policías que se le reían, se le burlaban. Dos semanas antes de la muerte de Gualberto habíamos decidido que él no venga a las audiencias, así seguía en Choele buscando el cuerpo. Hemos cumplido en parte con lo que le prometimos, pero faltan los restos de Daniel. Por eso no vamos a abandonar la lucha”.

Adiós, Gualberto: la historia del padre que murió luchando por saber dónde está su hijo

Lo que falta

Gracias a la investigación de Heredia y Aparicio existen otras 24 causas conexas a la que investiga la muerte y desaparición de Daniel Solano. Todas apuntan a una trama de explotación, estafa y encubrimiento que involucra a la empresa Expofrut, para la que Daniel trabajaba como jornalero. Estas causas investigan a los dueños de la empresa (Adrián y Gustavo Lapenta y Pablo Mercado) y a sus lazos políticos y policiales como parte de una red que traía trabajadores de distintos puntos del país con falsas promesas, para estafarlos y explotarlos. El caso Solano es entonces la punta del iceberg de esa trama y Daniel, uno de los jornaleros que se había rebelado contra la impunidad de Expofrut.

El cuerpo del delito


“Si bien el fallo está perfecto no hace referencia a esa trama, cuando está probado que a Daniel lo matan por reclamar», dice Aparicio. «Hoy estamos medianamente satisfechos pero no vamos a parar hasta condenar a los actores intelectuales”. 
Según los abogados, los siete policías condenados son el brazo ejecutor de un plan que intentaba acallar los reclamos económicos de los jornaleros. Ahí entra entonces la estafa laboral: “La otra causa es la estafa: tenemos acreditado que ese día, 4 de noviembre, Daniel Solano cobró 800 pesos y tendría que haber cobrado 2.300. Ninguno de los otros trabajadores cobró más de 800 pesos”. Una de las 24 causas en efecto tiene como imputados a los dueños de Agrocosecha por el delito de trata de personas.
Otro de los cabos sueltos que señalan los abogados es el encubrimiento que hubo alrededor del crimen, y que excede a los policías imputados e involucra a otra decena de personas, desde políticos hasta fiscales. «Falta avanzar con las causas de la estafa y el encubrimiento policial: policías de distintas dependencias actuando juntos habla de una trama mayor. No hay nadie imputado por el encubrimiento», dice Aparicio.
Por ultimo, o para empezar, falta el cuerpo. Según distintos testimonios, los abogados lograron ubicar un lugar preciso donde podría estar Daniel Solano. Se trata de un profundo pozo ubicado a 25 kilómetros de Choele Choe, en una estancia llamada La Manuela. En enero la justicia autorizó a trabajar para hallar los posibles restos, operación que se detuvo semanas más tarde tras una serie de complicaciones técnicas: «Se descendieron varios metros, se limpió de basura y se demostró que el lugar fue adulterado. La empresa que hacía la búsqueda no tenía los instrumentos adecuados, se venía el jucio y entonces se suspendió la medida», relata Aparicio, que condena en mano avisa que se retomará la línea de búsqueda.
Además de esta condena, Gualberto Solano y sus abogados lograron algo más difícil: poner en jaque una trama de silencio e impunidad. ¿Qué cambió en el valle de Río Negro a siete años, y ahora con siete condenados? Aparicio: «El sistema muta, encapsula las cosas que están molestando y después continúa. En ese sentido continúa la explotación y la estafa, pero sí creo que se terminaron los apremios ilegales con la impunidad que había antes. No es tan fácil que los chicos sean víctimas como era antes en Choele Choel. Eso cambió. Después, ésta es una provincia que tiene una larga historia de impunidad. Esperamos que este fallo de alguna manera ayude a cambiar esa historia».

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Daniel Solano.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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