Nota
Desarrollismo y movimientos sociales en Bolivia
Cuánto y cómo crece Bolivia en el análisis de Raúl Zibechi, siguiendo la discusión de Martín Sivak en el Decí MU. El medioambiente y la autonomía de los movimientos sociales, en peligro.
“La principal dificultad es la personalización. El partido que gobierna, el Movimiento al Socialismo, no se ha consolidado y hay una gran concentración de las decisiones en el Palacio, lo que a largo plazo es una debilidad”, razona Martín Sivak, periodista, amigo personal de Evo Morales, autor del best seller “Jefazo”, que lleva vendidos más de 30 mil ejemplares.
Para Sivak era casi imposible que Evo no ganara; el 61% de los votos cosechados por la fórmula Evo Morales-Álvaro García Linera no le sorprendió. “Las condiciones de vida mejoraron considerablemente, hubo inversiones sociales y en infraestructura, se priorizó el desarrollo económico por encima de la madre tierra, y los cambios no han sido tan radicales como se pensaba inicialmente”, matiza.
En contra de las apariencias, en estos ocho años hubo más continuidades que las imaginables. Por ejemplo, “bajo los gobiernos de Evo murieron 50 personas en protestas”, no siempre atribuibles a la represión directa. Además, “la derecha económica perdió mucho dinero porque paga mucho más impuestos, pero no la expropiaron”. Son matices entre lo nuevo, que no lo es tanto, y lo viejo, que tiene más vida de la que se podía imaginar.
Fuerte crecimiento económico
Los datos hablan por sí solos. Desde 2005 la economía crece a un promedio del 5% anual, gracias al aumento de los precios internacionales de los productos de exportación y al crecimiento de los volúmenes exportados. El crecimiento de la extracción minera es impresionante: se pasó de 176 mil toneladas métricas finas en el quinquenio 1999-2006 a 450 mil en el período 2006-2012.
Entre 2008 y 2013 el valor de las exportaciones minerales se duplicó, pasando de 750 a 1.618 millones de dólares. El notable crecimiento de las exportaciones y de la economía permitió que el gobierno implementara políticas sociales extendidas (bono Juancito Pinto para los escolares, Renta Dignidad para la tercera edad y bono Juana Azurduy para las mujeres) que junto al aumento del salario mínimo y del nivel de empleo redujeron la pobreza del 38 al 18% de la población.
El mayor dinamismo de las exportaciones permitió un fuerte incremento de las reservas internacionales que pasaron de 1.714 millones de dólares en 2005 a 14.430 en 2013, el 47% del PIB.
En el terreno de la generación hidroeléctrica se plantea incrementar hasta 6.000 MW en los diez próximos años con la puesta en marcha de Cachuela Esperanza y Rositas, con una inversión de 4.000 millones de dólares entre ambas.
El Estado está implementando proyectos de desarrollo de largo aliento, como hacía años no existían.
Hay varios en el terreno de la industrialización de los hidrocarburos: una planta de amoníaco y urea a partir de gas natural en Cochabamba, una planta de separación de líquidos de gas en Tarija y otra en Rio Grande, además de inversión en refinerías y nuevos pozos de extracción de gas. Este año el volumen promedio de producción de gas natural – la principal exportación de Bolivia- llegará a 64,54 millones de metros cúbicos por día, casi el doble de lo que se producía en 2005.
Se prevé comenzar la industrialización de litio para baterías en 2016. En 2013 se puso en órbita con ayuda china el satélite Tupac Katari, que le otorga autonomía a las telecomunicaciones. Incluso en la industria volcada al mercado interno se registra una evidente expansión. Por primera vez el país cuenta con una empresa de papel, con ayuda de China, que comenzó la producción en 2014 y abastecerá en dos años el 30% del mercado interno.
Pero el oficialista MAS (Movimiento Al Socialismo) consiguió la mayoría también en Santa Cruz, con más de la mitad de los votos. Ganó en 8 de los 9 departamentos. Estableció una alianza estratégica con la oligarquía agropecuaria cruceña: se le propuso subir la producción de 3 a 10 millones de hectáreas y la cantidad de alimentos de 15 a 45 millones de toneladas para 2025.
El medio ambiente y los movimientos sociales
Si el crecimiento económico es sostenido y hay ambiciosos planes estratégicos en marcha, los dos puntos débiles del actual proceso de cambios se sitúan en el medio ambiente y en la autonomía de los movimientos sociales.
Cuando comenzó el gobierno del MAS se alcanzó el Pacto de Unidad entre las principales organizaciones campesinas e indígenas que fue la principal base de apoyo del gobierno: Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Consejo Nacional de Ayllus y Marcas del Qullasuyu (CONAMAQ), Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente de Bolivia (CIDOB), Federación Nacional de Mujeres Campesinas Indígenas Originarias de Bolivia “Bartolina Sisa”, entre otras.
A fines de 2011, CIDOB y CONAMAQ, que habían apoyado la marcha contra la carretera que atravesaría el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure) decidieron abandonar el Pacto de Unidad por considerar que “el Poder Ejecutivo ha parcializado la participación de las organizaciones indígenas, valorando más que todo a las organizaciones afines a MAS, con el propósito de que afecta de forma directa a nuestros territorios, culturas y nuestros recursos naturales”.
Desde ese momento, el gobierno de Evo Morales intentó neutralizar a las dos principales organizaciones sociales críticas con el proceso de cambios. Cancio Rojas, dirigente de CONAMAQ, sostiene que su organización sufrió un “golpe de Estado” como consecuencia de la intervención del gobierno. Rojas estuvo en el IV Seminario de Integración de América Latina Desde Abajo, celebrado en Cochabamba el 4 y 5 de noviembre.
En efecto, las dos organizaciones vivieron situaciones similares.
En junio de 2012 CIDOB denunció “la intromisión del gobierno con el único propósito de manipular, dividir y afectar a las instancias orgánicas y representativas de los pueblos indígenas de Bolivia”. Un grupo de disidentes con apoyo del gobierno desconocieron a las autoridades y convocaron una “comisión ampliada” para elegir nuevas autoridades.
En diciembre de 2013, un grupo de disidentes de CONAMAQ “afines al MAS” tomaron el local, golpearon y expulsaron a quienes allí se encontraban con apoyo de la Policía, que permaneció resguardando la sede e impidiendo que las legítimas autoridades pudieran recuperarla. El comunicado de la organización asegura que el golpe contra CONAMAQ se dio para “aprobar todas las políticas en contra del movimiento indígena originario y del pueblo boliviano, sin que nadie pueda decir nada”.
En base a esta realidad de ofensiva de los Estados frente a los movimientos, que se registra tanto en Bolivia como en Ecuador y Venezuela, se abrió un debate en el Seminario sobre el tipo de relaciones a mantener con las instituciones y con la cooperación internacional.
Cancio Rojas y Carlos Mamani, ambos de CONAMAQ, coincidieron no sólo en condenar los “golpes” contra las organizaciones populares sino que criticaron también el bloqueo de los recursos y proyectos, así como la retirada de los técnicos pagos por el Estado. Denunciaron cómo está actuando el gobierno para neutralizar a las comunidades que siguen rechazando la carretera del TIPNIS, combinando regalos y presiones.
Silvia Rivera Cusicanqui, antropóloga comprometida con los movimientos, hizo una profunda reflexión: “Las diferentes resistencias no se sienten parte de lo mismo. Porque lo que se viene luego de las elecciones será para arrasar con todo lo que resiste. Por eso el activismo debe tender puentes entre las diferentes experiencias, porque nos están derrotando en todos lados”.
Luego no escatimó la autocrítica: “Hay una dependencia fuerte de los fondos de la cooperación, lo que nos hace vulnerables y nos quita autonomía. No se debía haber abandonado la autogestión, la producción y venta de artesanías, de alimentos, para que en las organizaciones siempre exista un ala autogestionada. Eso nos permitiría superar el miserabilismo para estar bien parados frente al Estado”. Enfatizó que el suyo no es un horizonte estatal.
Como cierre del Seminario, ofreció una charla sobre “micropolítica y autonomía”, en la que destaco cómo los gobiernos progresistas encarnan un nuevo colonialismo que domina todo el espectro político y todas las expresiones de lo colectivo. “El único espacio que nos quedó es el micro, y desde allí establecemos comunidades de afinidad que nos permiten vincular redes en un tejido capaz de superar las prácticas coloniales”.
Silvia Rivera inspira en La Paz el Tambo Colectivo, un espacio de encuentro cultural y político donde un grupo de jóvenes que recuperaron el espacio organizan ferias, exposiciones y cultivan un huerto para fomentar la agricultura urbana con el objetivo de impulsar la autosuficiencia alimentaria. Todo autogestionado, sin apoyos externos.
Solidaridades y condenas “selectivas”
La socióloga Sarela Paz, presente también en el encuentro, formó parte del equipo de asesores del Pacto de Unidad durante la Asamblea Constituyente y ahora está vinculada a la Plataforma Boliviana frente al Cambio Climático. Sostiene que el MAS y el gobierno son “una agregación de intereses locales y regionales que compromete a sectores tradicionalmente dominantes (léase agroindustriales, mineros o corporaciones petroleras)”, a la que se suman sectores sociales emergentes de carácter étnico.
Según Paz, este conjunto social tiene “ambiciones de desarrollo que están más cercanas a las dinámicas del capital regional y mundial, antes que a visiones alternativas de desarrollo”. La legitimidad del gobierno de Evo Morales facilita que “formas seculares de coacción económica” se reproduzcan con ribetes “democráticos” y “populares”. Sostiene que hubo dos etapas en el gobierno de Evo: la primera estuvo cimentada en el Pacto de Unidad, una agenda progresista y un duro enfrentamiento con la oligarquía del oriente.
La segunda gestión de gobierno es diferente. “Es el reflejo del resquebrajamiento de la coalición popular y el ascenso de una nueva estructura de poder que tiene como epicentro una alianza y articulación entre sectores agroindustriales del oriente, sectores petroleros y sectores emergentes que usa el enraizamiento étnico como un dispositivo de movilización política”. Esa nueva alianza es la que fue masivamente bendecida en las elecciones del 12 de octubre.
La feminista María Galindo coincide con ese diagnóstico, al señalar que “las clases dominantes arcaicas de la sociedad boliviana han penetrado al Movimiento al Socialismo y han logrado importantes acuerdos políticos internos de manera que el gobierno no toque ninguno de sus intereses”. En sintonía con Silvia Rivera, cree que “el horizonte principal es trabajar por fuera del Estado y en la base de la sociedad”, algo que resume con una frase de sintonía zapatista: “Hay que trabajar afuera y abajo”.
Al dejar Bolivia, queda la amarga sensación de que las izquierdas del continente se empeñan en mirar hacia arriba, apoyando sin fisuras al gobierno de Evo Morales, y no miran hacia los movimientos. Así lo dijo en el Seminario, con tristeza, Aurelio Ambrosio de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (Caoi): “El que resiste es culpabilizado y se individualiza en los líderes, pero en lo internacional no hay claridad de lo que pasa en Bolivia”.
Este giro conservador no es percibido en la región. Entre otras razones, porque existe una débil disposición a criticar a los “nuestros”. El filósofo español Santiago Alba Rico, especialista en Medio Oriente, señala que hay tantas resistencias que admirar y tantas infamias que condenar, que no deja de llamar la atención lo que la activista siria Leila Shami llama “solidaridades selectivas” y, en paralelo, “condenas selectivas”.
Se refiere al doble rasero de las grandes potencias, pero también al doble discurso de las izquierdas. Una opinión crítica que comparte Oscar Olivera, “guerrero del agua” en 2000, organizador del Seminario de Integración Desde Abajo, y que ahora coincide con Silvia Rivera en la necesidad de trabajar con la gente común. Está dedicado a la educación medioambiental con niños en escuelas periféricas de Cochabamba, desde donde apuesta por la recuperación de los sujetos colectivos.
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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