Nota
¿Dónde están los desaparecidos?
Nora Cortiñas presentó un hábeas corpus para que el Estado responda una pregunta antigua, sencilla y que todavía nadie ha amagado con responderle: “¿Qué pasó con mi hijo?”. Por qué lo hace ahora, la emoción en el juzgado y algunas ideas sobre los archivos nunca divulgados. Monopolios, gobierno y otras sorpresas.
“Quiero que me digan qué pasó con mi hijo Gustavo. Recurro al hábeas corpus como lo hice desde el mismo día en que se lo llevaron. Pero pasaron 35 años y hasta hoy no tuve respuesta. La diferencia es que hay un gobierno que sirve a los derechos humanos, con los juicios por ejemplo, y me parece un momento oportuno para presentarlo” dice Nora Morales de Cortiñas en el hall de Tribunales. A los 82 años sostiene que es “mínima, vital y móvil”. Va del brazo con Josefa “Pepa” Noia (92, también integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora), que ha firmado junto con ella el pedido que debería obligar a las autoridades a decir dónde está una persona detenida, aunque se sabe que lo que hizo el Estado fue secuestrar y desaparecer personas como parte de un plan sistemático.
Por eso una de las más antiguas consignas de las movilizaciones por derechos humanos fue: “Los desaparecidos, que digan donde están”. En el escrito el planteo es similar: “tengo el derecho absoluto e imprescriptible a conocer la verdad sobre la suerte y paradero de mi hijo Gustavo y, como consecuencia, tengo derecho a que las autoridades me proporcionen la información sobre su paradero”. La presentación coincidió con dos símbolos: lleva fecha del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, en el que además Nora fue nombrada Doctora Honoris Causa de la Facultad de Ciencias Económicas.
“Nosotros no torturamos”
El hábeas corpus resulta una interpelación al Estado, que como tal hizo desaparecer a miles de personas en tiempos de la dictadura, sin que se sepa muchas veces qué ocurrió en cada caso. Los militares y policías siguen guardando secreto sobre los archivos que, se estima, reúnen esa información: “Claro, nosotros no torturamos a los militares para que hablen. Depende de ellos. Y no hablan porque es parte de su culpabilidad y la demostración del crimen que cometieron”.
Nora agrega: “Lo mío es una pregunta sencilla y de madre. No tiene ninguna otra intención que saber dónde está mi hijo”.
Otro dato: “En otros gobiernos no hubiera hecho esto porque no tenía confianza. Ahora tengo confianza en que vamos a dar un paso importante. No es contra nadie sino a favor de que se sepa qué pasó”.
¿Existen archivos?
Ana Careaga acompañó a Nora a Tribunales. Ana fue secuestrada de adolescente, lo que llevó a su madre, Esther Careaga, a sumarse al grupo fundador de Madres de Plaza de Mayo. Esther pudo recuperar a Ana, pero siguió en Madres “hasta que encontremos a todos nuestros hijos”. La propia Esther fue desaparecida en el operativo en la Iglesia de la Santa Cruz –diciembre de 1977-, junto a Mary Bianco y Azucena Villaflor de Devincenti. Ana militó siempre en el movimiento por los derechos humanos, y dirigió estos últimos años el Instituto Espacio para la Memoria.
Dice sobre el tema de los archivos: “La desaparición forzada de personas fue el corazón del plan represivo, que perseguía generar terror en la sociedad para desarticular todo lazo solidario y crear las condiciones para implementar un modelo económico neoliberal. Pero esas fuerzas de seguridad en las que, como ellos mismos dicen, todos pusieron el dedito (la huella digital), no dan información, es un pacto de silencio que se perpetúa y es proporcional a la magnitud que tuvo la desaparición de personas. En los juicios me impactó el alegato de los fiscales Alejandro Alagia y Gabreila Sosti en el caso del Batallón 601 de inteligencia porque se explicó que allí se centralizaba la información, se abría un expediente o ficha de cada persona y todo en algún momento se microfilmó. Algo parecido pasó en la ESMA. Por eso creo que se puede investigar. No es lo mismo que las Madres y los actores sociales sostengan esa posibilidad, a que lo hagan los poderes actuales del Estado”.
Justicia y monopolios
Además de Pepa Noia firmaron el hábeas corpus Mirta Baravalle (Madre Línea Fundadora) y Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz). Sus abogados son Verónica Heredia y Eduardo Soares.
Dice Nora sobre el tema de los archivos militares. “Hubo pruebas de que existen, y algunos se pudieron conocer. El tema es que se necesita una decisión política de que se presenten y se abran”. Esa decisión es del Poder Ejecutivo, que comanda las Fuerzas Armadas a través de la Presidente de la Nación. “Creo que si este pedido llega a la Presidente podremos saber dónde está Gustavo. Los juicios están caminando, pero no se aclara la situación y lo que ocurrió con los desaparecidos”.
En el hall de Comodoro Py el único medio presente fue lavaca, hasta que se acercó un movilero de TN. ¿Qué declaró Nora a dicho canal? “Le dije que queremos una justicia equitativa, aunque parezca una obviedad, y ética, le dije también que queremos que la Ley de Medios se instale definitivamente para que haya libertad y que no queremos que haya monopolios de ningún orden, ni de Clarín ni de los otros”.
El DNI y la lágrima
Por el sorteo judicial, hubo que ir desde Comodoro Py hasta el palacio de Tribunales en la calle Talcahuano. Por esas carambolas del destino, Nora presentó el hábeas corpus en el Juzgado de Instrucción n° 12 acompañada por el periodista de lavaca, ante el juez Ricardo Warley y la secretaria Miriam Halata.
El trato fue muy correcto, pero para Nora fue más que eso. “Nos trataron excelentemente. Estoy feliz” decía, en lo que quizás sea un reflejo de lo que era presentar hábeas corpus en tiempos de la dictadura. “Esos ni te dirigían la palabra, te hacían hacer cola, te maltrataban. Aquí nos podemos sentar y explicar” decía Nora, mientras la doctora Halata contestaba: “Es lo que corresponde”.
Le consultó por qué estaba presentando el hábeas corpus. “Es que sigo sin saber qué le pasó a mi hijo. Y yo quisiera que él, de algún modo…” La emoción hizo callar a Nora, que me miró con los ojos inundados haciendo un gesto con su mano, tipo “no puedo”. Hubo unos segundos de silencio. Nora se repuso: “Quisiera que él sepa que siempre lo buscamos”.
Luego Verónica Heredia daría esta explicación a tanta emoción: “Nunca vi llorar a Nora, pero creo que ella siempre puso delante lo colectivo, y ahora está con algo que es específico de Gustavo”. Cuando la secretaria Halata estaba sacando unas fotocopias Nora me dijo: “Nunca pensé que me iba a pasar esto en un juzgado. Yo ni siquiera sabía si nos iban a recibir. Mirá cómo son las cosas”. Hay cosas que no se piensan. Se sienten.
La doctora Halata quedó asombrada por el DNI de Nora: 0.019.538. Nora sonrió: “¿Viste? Fui de las primeras en la cola para sacarlo”.
Lo que contó Víctor Heredia
Acompañó también a Nora Adolfo Mango, del equipo de Derechos Humanos de la Iglesia de la Santa Cruz (donde desaparecieron tres Madres y dos monjas francesas tras un trabajo de infiltración realizado por Alfredo Astiz).
Adolfo: “Yo hubiera hecho lo mismo que Nora. No dejaría de buscar hasta el último momento de mi vida. La justicia se está abriendo a escuchar la inquietud del pueblo. Hubo gente que no estaba enterada, o no se animaba, y que con los años empieza a contar. El otro día vino a Santa Cruz Víctor Heredia y contó que después de tantos años apareció un testigo que vio dónde había estado secuestrada su hermana, y por eso también él iba a presentar un hábeas corpus”.
Lo que se traga la tierra
Ana Careaga: “La presentación que hizo Nora es algo que está madurando desde hace tiempo. Estuvo muy con movida y emocionada. Ella me decía que durante años se presentaron muchos hábeas corpus que caían como en un agujero negro, en medio de esa incertidumbre, como si se los hubiera tragado la tierra. Y lo quiso hacer ahora porque esta temática tiene otro lugar, otro espacio, y entonces apela a la sensibilidad oficial que hay sobre ese tema para volver a pedir una respuesta sobre el paradero de su hijo. Es un puente con su propia historia”.
En una de las esperas en los oscuros pasillos del palacio de Tribunales, Nora repasaba algunos no y algunos sí que luego plantearía al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA: “No a la Ley Antiterrorista. No a Clarín ni a ningúntipo de monopolio. No a la megaminería a cielo abierto. No al glifosato, no a Monsanto. No a la discriminación a los pueblos indígenas. No al pago de la deuda externa inmoral, impagable y odiosa. Sí a la Justicia. Sí a la verdad. sí a la memoria.Sí al apoyo a los juicios hasta que se condene al último genocida. Sí a la recuperación de la identidad para todos los jóvenes que fueron niños apropiadospor el terrorismo de Estado. Sí a la reivindicación de la lucha de nuestras hijas, hijos, y del pueblo”.
Gustavo Cortiñas estaba casado, tenía un hijo pequeño. Militó en Juventud Peronista en la Villa 31 junto al padre Carlos Mugica. Cuando el sacerdote fue asesinado por la Triple A (1974), Gustavo pasó a trabajar socialmente en villas de Morón. Tenía 24 años cuando desapareció, el 15 de abril de 1977 a las 8.45, en la estación Castelar del Ferrocarril Sarmiento. Iba a su empleo en el INDEC, al que nunca llegó.
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.
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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.
Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla
Fotos Juan Valeiro
El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.
Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.
Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.
Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.
La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”.

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:
- “Que no te vendan gato por león”.
- “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”.
Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:
Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.
Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.
Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.
Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.
Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.
La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.
Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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La Ley del Cáncer: avanza un proyecto que permite fumigaciones con agrotóxicos a 10 metros de viviendas

Una Ley Nacional que proviene del sector del agronegocio avanza en la Cámara de Diputados, impulsada por la UCR y la Coalición Cívica. Se trata de la norma que regula, entre otras cosas, la aplicación de agrotóxicos. El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas. La primera reunión informativa contó solo con oradores promotores de la iniciativa y solo dos voces críticas; crónica de esa reunión y la opinión del médico Damián Verzeñassi, la enfermera del Garrahan Meche Méndez, el abogado Marcos Filardi y Sabrina Ortíz, vecina fumigada y abogada que acaba de presentar un escrito para convocar a audiencias públicas y foros de debate para evitar que se apruebe esta Ley que prioriza el negocio a la salud social y medioambiental. FRANCISCO PANDOLFI
Esta semana se presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley nacional “de presupuestos mínimos de protección ambiental para la aplicación de productos fitosanitarios”. Es decir, de agrotóxicos.
El proyecto fue escrito por la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, integrada por más de 80 instituciones públicas y privadas vinculadas con el agronegocio, y dentro del recinto encabezan la iniciativa los diputados Atilio Benedetti (UCR – Entre Ríos), presidente de la Comisión de Agricultura en la Cámara de Diputados, y Maximiliano Ferraro (Coalición Cívica). La nueva norma ya cuenta con el acompañamiento de 32 legisladores, entre un abanico variopinto que engloba a La Libertad Avanza, Unión por la Patria, UCR, PRO, Coalición Cívica, Encuentro Federal, entre otros partidos.
El punto clave de este proyecto legislativo figura en el artículo 9, donde se establecen distancias mínimas para fumigar desde los 10 metros para aplicaciones terrestres y con drones, y 45 metros para aplicaciones aéreas.

Exposiciones sin consenso
El martes pasado se llevó a cabo una primera reunión informativa en la cual las y los oradores sólo fueron personas, organismos y corporaciones a favor de la iniciativa.
En la comisión conjunta realizada entre Agricultura y Ganadería y Recursos Naturales y Conservación de Ambiente Humano hubo entidades gubernamentales, de productores, de ingenieros agrónomos, de acopiadores, de empresas de tecnología agropecuaria y ONG a favor de la ley. Maximiliano Ferraro expresó que “el proyecto no tiene una mirada sectorial”. Y que “nace de un diálogo. Un diálogo y consenso, que podemos ampliar”.
Sin embargo, se dijo, no hubo invitaciones a voces disonantes.
Las únicas dos ponencias que no se alinearon al lobby de la producción con plaguicidas fueron el diputado Juan Carlos Giordano (Izquierda Socialista – FIT Unidad) y su par Blanca Osuna (Unión por la Patria). Dijo Giordano: “Deben darle espacio a quienes estamos en contra de esta ley. Hay una lista de un montón de organizaciones que quieren venir a exponer las barbaridades que ocurren por el uso de agrotóxicos. Fumigar a 10 metros de ninguna manera puede ser una buena práctica agropecuaria”. Dijo Osuna: “Es indispensable escuchar voces de otros sectores, estamos en falta si no. Los expertos científicos deben estar acá, están ausentes en este proyecto. Primero debe estar la salud, luego la producción”.
La evidencia del modelo
Tras el encuentro del martes, distintos actores se manifestaron en contra del proyecto. Damián Verzeñassi es médico generalista y es el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, desde donde se hicieron desde 2010 a 2019 más de 40 campamentos sanitarios en diversos pueblos de Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba para relevar puerta a puerta la situación de la salud en localidades fumigadas. ¿Qué demostraron esos resultados? Que en las comunidades rurales se multiplicaban los trastornos endócrinos, los abortos espontáneos, las malformaciones y el cáncer. Opina Damián: “Si se aprueba esta ley permitiría que se fumigue a 10 metros con productos que pueden generar cáncer de mama, cáncer de tiroides, alteraciones endocrinas en las glándulas, disminución de la capacidad de nuestro sistema inmunológico de defendernos. Por ejemplo, el herbicida atrazina está prohibido en 37 países, pero en Argentina está autorizada. Este tipo de cosas avala la ley que quieren aprobar”.
Sin embargo, el diputado por la Libertad Avanza Pablo Ansaloni, que proviene de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE) dijo en la reunión informativa: “Desde nuestra actividad, que la vengo ejerciendo durante 30 años, manipulamos el cereal y estamos en contacto todos los días con el fitosanitario. Podemos dar fe que no tenemos ningún enfermo”.
Meche Méndez es enfermera de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan y desde hace años viene dando una pelea (casi en soledad) para que exista una historia clínica ambiental que pueda demostrar la relación de los agrotóxicos con las enfermedades. Le dice a lavaca: “El sistema de salud sigue sin considerar el daño, en muchos casos irreparable, que los tóxicos utilizados desde hace décadas en el modelo extractivo están produciendo en el ambiente, los territorios y por ende en los cuerpos de quienes los habitamos, atendiendo los síntomas y/o la enfermedad una vez producida, pero sin asociarlo cómo posibles causa”.
Sobre el proyecto de ley, analiza Méndez: “Sólo puedo compartir mi absoluto rechazo. Ya está comprobadísimo por la ciencia sin conflicto de interés que la deriva (movimiento de plaguicidas en el aire) no tiene control, que los venenos enferman y matan. Necesitamos medidas aún más protectoras de las que tenemos actualmente y sobre todo dejar de usar esos tóxicos. Hago un llamado urgente a los profesionales de la salud, a las sociedades científicas supuestamente comprometidas con la salud y el ambiente a que se expidan y rechacen esta posibilidad criminal de echar venenos a 10 metros”. Remata: “Se sabe que produce cáncer, malformaciones, daños genéticos, un montón de enfermedades y síntomas. Esto no puede salir de la Cámara de Diputados”.
María Luisa Chomiak, de Chaco, es la única diputada de Unión por la Patria que acompañó con su firma este proyecto. Argumentó: “Lo suscribí porque se necesita tener esta discusión. Toda iniciativa es perfectible y no hay nada más importante que la salud. Si se prioriza esto, celebro que estemos discutiendo este tema”. Sin embargo, en el proyecto no figura que la reducción de las distancias va en sentido contrario al principio de «no regresión en materia ambiental» que establece la Ley General de Ambiente y tratados internacionales como el Acuerdo de Escazú. Ni tampoco informa las pruebas científicas ya demostradas sobre la consecuencia de los plaguicidas: desde los efectos letales del glifosato en embriones anfibios, constatado por el ex titular del Conicet Andrés Carrasco, hasta los estudios de Delia Aiassa en la Universidad de Río Cuarto sobre daño genético, que comprobaron el riesgo aumentado de contraer cáncer. A partir de estas investigaciones hubo fallos judiciales en distintos puntos del país prohibiendo las fumigaciones terrestres a menos de 1.095 metros y las aéreas a menos de 3.000.
Antecedentes que enferman
Una de esas localidades es Pergamino, al norte de la provincia de Buenos Aires. Allí vive Sabrina Ortiz, una de las tantas personas que se enfermó por agrotóxicos. Perdió un embarazo de casi 6 meses y tuvo dos ACV. Sabrina tiene una particularidad notable: como no encontraba abogados que la defendieran, estudió Derecho y se recibió. Fue amenazada; le mataron a su perro como amedrentamiento. Después de años de denuncias y estudios científicos, la Justicia federal confirmó que el 3 de diciembre de 2025 comenzará el juicio oral contra tres productores agroindustriales por delitos de contaminación ambiental, según la Ley de Residuos Peligrosos (N° 24.051). En la causa se documentaron daños a la salud vinculados a la exposición crónica a sustancias como glifosato, atrazina y clorpirifós.
Sabrina, junto a varios colegas, acaba de presentar un escrito colectivo de abogadas y abogados de Pueblos Fumigados en donde solicitaron a las presidencias de las comisiones de Agricultura y Ganadería y de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación que convoquen audiencias públicas, foros y videochats de debate antes de tratar el proyecto de ley.
Marco Filardi es abogado especialista en derechos humanos y temas ambientales y es parte de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Facultad de Medicina de la UBA. Le dice a lavaca: “Esta norma manda un mensaje a todas las provincias de que este (10 metros fumigación terrestre y dron, y 45 metros aérea) es el estándar mínimo, el piso ambiental y eso no lo podemos aceptar. Gran parte de nuestra población está expuesta cotidiana, sistemática y estructuralmente a la aplicación de más de 7.000 formulados comerciales con autorización vigente por el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) en una cantidad de más o menos 500, 600 millones de litros de agrotóxicos al año. Tenemos el triste privilegio de ser el país que más agrotóxicos por persona y por año usa en el mundo y los resultados están en los cuerpos, están en los territorios”.
Desde los impulsores de la iniciativa no contactaron a científicos, ni profesionales de la salud, ni abogados, ni a ninguna de las organizaciones ambientales. Como por ejemplo la coordinadora “Por una vida sin agrotóxicos Basta es Basta”, de Entre Ríos, que se moviliza todos los martes desde 2018 frente a la Casa de Gobierno en Paraná. “La ley nacional es un ‘copy-paste’ de la que ya tenemos acá, aprobada a finales de 2024 y en la que habilitan fumigar a 5 metros de los cuerpos de agua, a 10 de las plantas urbanas y a 15 de las escuelas rurales. Ellos se amparan en las buenas prácticas agrícolas sin basarse en ninguna evidencia científica, a diferencia de todos los trabajos publicados en Argentina y en el mundo donde se demuestra el impacto que tiene el uso de los venenos sobre la salud y los ecosistemas, más allá de la dosis y la distancia. Lo que genera el daño es la presencia del veneno y si hay evidencia científica ya está: no hay más que hablar”.


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