Nota
El circo de la justicia macrista
Con murga, narices coloradas y radio abierta, el comité de apoyo a las diez familias del barrio de San Telmo condenadas por la justicia contravencional organiza mañana una jornada de protesta frente a la sede de la Cámara de Apelaciones que debe decidir si confirma o desestima el fallo de la jueza María Luisa Escrich que aplica por primera vez cárcel efectiva a imputados en un juicio por supuesta usurpación. Desde las 11 de la mañana y con el lema «esta justicia es un circo», animará la jornada una delegación de la Murga del Barrio de San Telmo, que repartirá caretas y narices de payaso a los transeúntes, que serán perseguidos por un Mauricio Macri interpretado por un vecino disfrazado. Habrá fuegos artificiales y cotillón «adecuado para el circo más caro de la Ciudad, porque en el fuero Contravencional se pagan los sueldos más altos de toda la justicia argentina», aclaran los integrantes de la Asamblea del Pueblo, uno de los organizadores de esta jornada.
En ese marco, se presentará un apoyo explicito a la apelación que entregaron la semana pasada los abogados de las familias afectadas, suscripto por Carlos Chile en representación de la Central Argentina de Trabajadores (CTA), filial Capital.
Lo que está en juego es el destino de diez familias, la mayoría integrada por mujeres solas con más de 3 hijos. El riesgo alcanza a más de quince menores de 12 años, una pareja de jubilados y un joven discapacitado.
A continuación, reproducimos la nota publicada en la edición de este mes de Mu, el periódico de lavaca que resume la historia que hay detrás de este brutal fallo:
La justicia desquiciada
Mariela Aguirre tiene 44 y dos princesas de 10 y 7 años. Es empleada doméstica de lunes a sábado y los domingos no descansa: vende su comida casera entre los artesanos que trabajan en las calles de San Telmo. Ahora tiene también otra tarea: explicar cómo alguien como ella puede ser considerada una delincuente. «Yo pagaba 1.400 pesos por una habitación en un hotel del barrio cuando un mecánico de la cuadra me avisó que había un hombre que ofrecía alquilar un cuarto en una casa. El estaba preocupado porque no quería que se metiera gente mala y por eso empezó a correr la voz entre los que conocía y confiaba.» Mariela agradeció el dato y lo compartió con las mujeres del hotel que, como ellas, era madres solteras afixiadas por rentar a precio de lujo un espacio miserable.
La casa de Chacabuco 630, a metros de la calle México, es amplia y con varios cuartos en los que se fueron acomodando 10 familias, la mayoría de mujeres solas, con varios hijos. Margarita tiene 3 nenas de 12, 10 y 8 años. Alejandra otras tres de 10, 9 y 7 y Angélica otros tres de 15, 4 y 5 años. La más joven de estas madres tiene 19 y su bebe no cumplió el mes. Al grupo se sumó Robustiano y su señora Cayetana, dos jubilados de 76 y 74 años, y Cristian, un trabajador que de 7 a 7 deja el sudor en el puerto haciendo changas. Los inquilinos pactaron con el encargado de la casa -de apellido Benítez y al que algunos identifican como ex jugador de Boca Juniors- que pagarían tres meses en concepto de depósito y, luego, 400 por mes. Al poco tiempo recibieron la visita de Néstor Osvaldo Nakama, que compartía varios negocios con Benítez, por los que llegaron incluso a las trompadas. «Trajo un bidón de nafta y amenazó con prenderme fuego», cuenta Mariela.
¿Te acordás cuándo fue?
El 6 de julio de este año. No me olvido más, porque mi hija se asustó tanto que salió corriendo y se rompió la clavícula. Al día siguiente hice la denuncia en la comisaría 2° y la constancia está en la causa, pero ¿para qué?
Cosa juzagada
La causa la inició el juzgado N° 20 del Fuero Contravencional que inauguró así el traspaso de ciertas figuras penales a su ámbito, como la de este caso, denunciada por ocupación. El juicio consumió 4 días durante los cuales los inquilinos no pudieron declarar. La jueza María Luisa Escrich prefirió escuchar a Nakama, un hombre que decía poseer los derechos de propiedad al fallecer una prima, titular de la vivienda Pero los herederos directos -madre e hijo de la fallecida- nunca fueron llamados a declarar. El desquiciado testimonio de Nakama -quien incluso ante el tribunal narró sus sospechas de que la prima había sido envenenada por su socio Benítez- parece haber sido suficiente para el fiscal Ángel Carestía: pidió la condena de los inquilinos, a las que recomendó aplicarles cárcel. La jueza aceptó los cargos y dictaminó la prisión de todos, por seis meses. También ordenó el desalojo.
«Nunca en toda mi carrera presencié un procesamiento así, con tal falta de pruebas», resume el abogado defensor Gerardo Echeverry. Cuenta también que Nakama «fue internado en el Hospital Borda por orden de la justicia» y que «consta en el expediente el informe médico que específica que es considerado peligroso para sí mismo y para otras personas». Nada dicen los profesionales psiquiátricos sobre el estado de salud de la justicia contravencional con la que Nakama parece haber sintonizado.
La calle
Mariela tiene ahora montón de palabras atragantadas que brotan una tras otras sin tregua: es la única de todo el grupo que debe cumplir con la condena de encierro, porque tiene un antecedente penal. Le pregunto por qué y sin titubear me cuenta: «Defendí a mi hija de un abuso y lo volvería a hacer si la tocaran de nuevo.» Después me dirá que por aquel episodio fue absuelta en primera instancia. «Pero el fiscal apeló y yo no me avivé qué tenía que hacer. Y me encerraron. No me supe defender y tuve que cumplir con mi condena. Salí en libertad condicional por buena conducta. Saldé todas mis deudas. ¿Qué iba a hacer? Así es la justicia para los pobres.»
Las autoridades de la ciudad no parecen preocupadas por el destino de estas diez familias, que es la calle. «Quise hacer el trámite del subsidio habitacional, pero hasta ahora no tengo nada», dice en voz bajita Don Robustiano. Las 10 familias dependen ahora del resultado del trámite de apelación, para el que buscan el apoyo de organizaciones sociales y de derechos humanos. Saben que su destino está atado a la suerte de un barrio en cuyos planes de progreso los pobres están condenados de antemano.
En la terraza de la casa una docena de criaturas convierte en juego la ceremonia de las fotos. Las nenas se sientan en primera fila y se abrazan. No entran en el cuadro todas juntas, pero habrá que hacer el esfuerzo de registrarlas tal como están porque lo difícil, lo brutal, es separarlas.
COMISION DE APOYO A LOS INQUILINOS DE CHACABUCO 630
Contactos y Adhesiones:
[email protected]
Mariela: 1561789262
Nota
Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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