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El fin de 27 años de impunidad para un sacerdote y una revelación: ¿qué tiene un violador en la cabeza?
El ex sacerdote Emilio Lamas fue detenido tras ser denunciado por abusar de menores en Rosario de Lerma, Salta. El caso fue impulsado por Juan Carlos García, actual locutor radial quien fue violado de niño cuando oficiaba como monaguillo, y por Carla Morales Ríos, artista trans, abusada también en su niñez por el ex cura que se negó hoy a declarar y quedó detenido en la cárcel de Villa Las Rosas. Carla, integrante de lavaca, habla sobre sanación, poder, corrupción, y el comienzo de justicia.
“Es un enorme paso para empezar a pedir justicia después de tanto que hemos visto sobre abusos, sin que nunca pase nada, porque todo se lleva al silencio”, dice Carla Morales Ríos, integrante de lavaca, desde Montevideo, donde la encontró la noticia de la detención del cura Lamas por la que tanto hizo mientras participaba en un taller de poesía.
Más marco: Carla está participando en el empuje de la Ley Trans en Uruguay (que acaba de conseguir la media sanción del Senado) y además participa como actriz de la película Las Hijas del Fuego, de Albertina Carri, en la presentación del film del otro lado del charco.
Crónica del comienzo del fin
Este 17 de octubre Emilio Lamas llegó al juzgado de Garantías de Salta luciendo gorra azul, mirada esquiva y abogado privado. Se negó a declarar. La jueza Claudia Puertas decidió empezar a terminar 27 años de impunidad: accedió al pedido del fiscal penal Federico Obeid y Lamas quedó detenido bajo el delito de “abuso sexual con acceso carnal agravado por ser ministro de culto reconocido”.
Dos semanas atrás, el 5 de octubre, el Tribunal Clerical había expulsado a Lamas (68 años) de su rango sacerdotal. El Tribunal había escuchado, entre otras, las declaraciones de Juan Carlos García y de Carla.
Luego de décadas de complicidad y silencio alrededor de este tipo de violaciones, ante las evidencias de los testimonios, la Iglesia salteña emitió un comunicado: “Por la presente, la Arquidiócesis quiere, en primer lugar, pedir perdón a Dios nuestro Señor, a las víctimas y a toda la sociedad por el escándalo y el daño causado por un sacerdote de nuestra arquidiócesis a menores confiados a su cuidado. Asimismo, en medio del dolor y la vergüenza, quiere agradecer a todos los que se animaron a denunciar en sede judicial estos crímenes”. De todos modos el arzobispo salteño Mario Cargnello informó que la Iglesia no entregará al poder judicial las actas del juicio eclesiástico.
Tras la denuncia inicial de Juan Carlos se sumó la de Carla, en gran parte motorizada por su propia madre, Sonia Ríos. Carla (que además integra la Cooperativa de Trabajo Lavaca) declaró en esos días: “No podés ver el abuso porque sos niño, sentís vergüenza, sentís que hacés las cosas mal, a esa edad no entendés los abusos, las violaciones, las cuestiones de poder”. Carla tenía 10 años cuando sufrió primer abuso, que continuó entre 1990 y 1995. Y asegura que son muchos más los casos, que posiblemente ahora comiencen a conocerse.
Violación y poder
Carla cuenta que está escribiendo una Carta abierta a mi violador, que interrumpe para poder contar su percepción sobre este momento: “Esto que pasó me da esperanza, pero también es algo contradictorio, porque cuando decimos que no queremos ser esta humanidad (frase de otra artista trans, Susy Shock), significa que no quiero ser quien mande presa a la gente. Se también mucho del perdón, lo que significa, que tiene que ver con la Iglesia. Si no perdono ¿no soy buena persona? Yo creo en lo que decimos todo el tiempo: ni perdón ni olvido”.
Ahonda Carla en esa contradicción: “Me pasó que pude volver a verle la cara en la imaginación. Y me pasaron un montón de cosas: no me parece un lugar copado la cárcel, no me gusta que alguien esté privado de la libertad. Estuve en Sierra Chica, y ver pibas en situación de encierro no es nada bueno”.
“Pero a la vez digo que esto es necesario. Y no es por mí, sino por los niños y niñas violadas, las mujeres, por cientos de años de colonización y de matanzas. Entonces supongo que es transformar esa energía, esa sensación que Susy llama ‘derecho a la venganza’, esa furia. Transformarla en lucha. Eso me convierte en una persona que no quiere ver tantas cosas que vemos a diario. Cómo nos matan, cómo abusan de los niños, y no solo lo de Lamas”.
“Todo eso para mí es transformador y a la vez sanador”.
-¿Qué tiene un violador, sacerdote además, en la cabeza?
La respuesta de Carla: “Poder. Eso es lo que tiene. Poder, violencia psicológica. Puede jugar con ese poder, esa manipulación. Lo hizo con mi mamá, lo hizo sobre mí. Lo que dicen en El Señor de los Anillos, que el hombre lo que ansía es el poder. Y a lo que se llega por ese poder”.
Deseo y corrupción: “Lo digo más allá de sus deseos. Porque hacen el celibato ¿no? Entiendo su deseo porque es un ser humano. No está mal desear. Pero el poder corrompe al deseo. Y él era consciente de lo que hacía. Totalmente. Sabía lo que hacía. No solamente fue conmigo lo que hizo, sino con Juan Carlos. Y con otra gente. Él se encubre en el poder. Y es el poder que intentó taparlo”,
Habla Carla sobre otro poder: “Lamas dice que los partidos, el feminismo, todo es en contra de él. Sí, somos mujeres, feminismo, putos, tortas, travas, que tenemos ese poder para hacer no lo que él hace. Es el poder de la voz, de la palabra para decir lo que nos pasa, las vivencias que sufrimos”.
“Es el poder que siento cuando sé que un granito de arena que pongo se viraliza y que también gracias a mi él está ahí. Creérmela en el buen sentido. Sentir el poder de la gente que me dice ‘fuerza’, ‘sos una heroína’, pero eso si que trato de no creérmelo”.
Una artista trans, habla sobre la transformación: “Se trata de no olvidarme de dónde vengo, Porque si no puedo volver al nido, al lugar donde fui abrazada y fui amada, el poder corrompe. Me la creo para pedir justicia. y pedir por otras luchas, no solo la mía. Y empezar con un granito de arena para que las cosas sucedan. Es como el aleteo de una mariposa, que dicen que puede cambiar la historia. Siento eso, que esos pequeños aleteos que damos pueden cambiar el mundo”.
Mientras Juan Carlos movilizaba el pedido de enjuiciamiento del cura Lamas, Carla organizó en Buenos Aires un Vía Crucis para denunciar la situación. Aquí, imágenes de ese acto, y las palabras que ella escribió para que cada quien le ponga fin a su modo a esta historia de impunidad, como un aleteo leve y furioso que puede cambiar el mundo.
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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: