CABA
El hombre que pensó al fútbol
A 13 años de la ida de Eduardo Archetti, Ariel Scher le rinde homenaje con estas palabras que pincelan su historia: como padre de las ciencias sociales aplicadas al deporte, y como luminoso intelectual que sigue jugando.
Por Ariel Scher
Sólo un distraído, un gil o un prejuicioso podía tardar más de un minuto en darse cuenta de que ese tipo era un jugador de los mejores. En 1984, en Buenos Aires y en los pasillos de un encuentro entre científicos sociales, políticos recién regresados a la política y economistas que, de mínima, lucían un doctorado y medio, no había ni sonido ni silencio que no se refiriera a los dilemas de la democracia retornada, a las presiones de los que concentraban capital y poder o a los vaivenes de gobernar. Nadie hablaba de nada más. Salvo él que, con la raya al medio dividiéndole sin exactitud el pelo lacio, la tonada santiagueña que no se le borraba ni en una vocal y una sonrisa de chico de pueblo, exponía a lo grande sobre un asunto estelar: los marcadores de punta. Difícil que en esos pasillos alguien supiera más de democracias, de presiones del poder y de gobernabilidades que Eduardo Archetti, el Lali Archetti, antropólogo argentino migrado a Noruega, intelectual talentoso y formadísimo que no disertaba sobre marcadores de punta con la pretensión de colar un tópico trivial en medio de cuestiones tan medulares. Al revés: si charlaba con más preguntas que respuestas sobre marcadores de punta era a causa de que lo desvelaban la Argentina, las formas de construcción de una nación hundida o emergente de las ruinas y, más que cualquier cosa, la condición humana. Lo que trataba de hacer, precisamente, era avisar, como nadie lo había hecho en el país, que el fútbol constituía un espacio extraordinario para aprender sobre todo eso.
Empujado hasta otras fronteras por una dictadura que aún metía temores, Archetti había vuelto en 1984 por unos meses al suelo de su patria para dirigir la sede local de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y para encaminar esa percepción del valor del fútbol como territorio para indagar en las relaciones sociales. Acababa de enhebrar «Fútbol y ethos», una artículo de cuarenta páginas en el que encendía faroles arriba de una superficie tan masiva como poco enfocada. No lograba creerlo: al fútbol no se lo estudiaba, pese a que dejaba a la vista escenarios que retrataban múltiples profundidades nacionales o a que, más fácil, alumbraba muchos de los modos dominantes de vivir que habían definido o seguían definiendo a la sociedad argentina. Le llevó poco verificar los trasfondos de semejante ausencia: tradiciones académicas orientadas hacia otros rumbos, comprensiones (o incomprensiones) del deporte como algo que se resumía en mejorar al cuerpo y en distraer a muchos, tendencias nada verificadas de que el fútbol consistía, de principio a fin, en un moderno y opresivo somnífero de las multitudes. O sea: prejuicios. Y Archetti rechazaba a los prejuicios con el mismo énfasis con el que aprobaba a los buenos marcadores de punta.
Verdad a prueba de mil certificaciones: Archetti corría con ventaja. Por un lado, estaba el peso de su educación académica, que incluía su trunco andar en la Facultad de Derecho (a la que había acudido por algún mandato familiar que le imponía cursas carreras ortodoxas), su construcción como sociólogo en la Universidad de Buenos Aires, su expansión hacia la antropología tras obtener una beca para doctorarse en París, su tesis dedicada a la economía y a la organización gremial de una comunidad en el norte de Santa Fe, sus experiencias profesionales en rincones de Zambia o de Ecuador, de Burkina Fasso o de Oslo, la ciudad en la que se radicó y en cuya universidad dio clase y dirigió el Departamento de Antropología Social. Por el otro, gravitaba su itinerario deportivo personal, en el que jugó a la pelota desde que era un changuito en Santiago del Estero hasta que se encumbró como referente de las ciencias sociales a nivel internacional: sudó partidos como un refugio de resistencia en el Liceo Militar al que lo enviaron en la adolescencia en Córdoba, como un desafío competitivo importante en Infamia -el equipo universitario en el que compartió glorias con el escritor Juan Sasturain, entre otros- y como un mecanismo de integración en la colonia santafesina en la que se instaló para elaborar su tesis al punto que tuvo desempeños de crack en los torneos regionales. Jamás paró de intentar jugadas, tampoco jamás se le escapó que una camiseta y unos cuantos compañeros funcionaban como una fábrica fenomenal de pertenencias y eso lo ayudó a divisar cuánto cabía en una cancha. Curtidísimo en aulas y en potreros, Archetti no suscribió la idea -otro prejuicio- de que «lo culto» y «lo popular» batallaban en equipos contrapuestos. Hizo ese ejercicio ubicado en el pupitre de una cátedra o en el césped que transitan los marcadores de punta.
No se quedó en Buenos Aires luego del paso de 1984, pero fue y vino en muchos aviones, con muchos entusiasmos, habitado por muchísimas curiosidades, cada vez más convencido de que explorar en el fútbol, en el polo, en otros deportes y en el tango permitiría capturar las entrañas del país en el que había nacido en 1943. Pueden firmarlo los que con él discutieron alrededor de la realidad social, abrieron la boca para tomar café y deliberar en torno del sentido de la ciencia o polemizaron sobre marcadores de punta: aunque no lo dijera seguido, su esmero en esa tarea no apuntaba a esclarecer un saber por el saber mismo sino a procurar que ese saber contribuyera, por vías sobre las que también reflexionaba y trabajaba, a una existencia mejor.
Aquellas líneas de «Fútbol y Ethos», entonces, actuaron apenas como saque de arco. Lo que continuó fue un campeonato completo. Hay antiguos estudiantes de periodismo de las escuelas TEA y DeporTea que todavía cobijan algún asombro por la temporada en la que ese futbolero santiagueño que llegaba de Noruega se instalaba en el archivo de la institución hurgando como un poseído entre las letras de la revista El Gráfico. Leyó edición por edición, meditó ejemplar por ejemplar, anotó a mano cada sorpresa y cada nombre que le interesaba, ingresó en su computadora cada dato y cada conclusión. Cuando frenó, agotado y deslumbrado, emprendió una serie de materiales que trastocó la relación de las ciencias sociales con el deporte dentro y fuera de la Argentina. Y más que eso: cimentó una producción capaz de vencer al prejuicio que fuera.
«Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico, la creación del imaginario del fútbol argentino», un texto conocido en 1995, testimonió que en donde parecía que no había más que hojas y tinta, Archetti detectó oro. Oro puro: la creación de una identidad deportiva y no sólo deportiva, el papel de la prensa en la edificación de esas identidades, los cruces de esas identidades con otras impulsadas desde otros sectores y desde otros discursos, el montaje de un proyecto ideológico destinado a «construir la nación a partir del deporte», como sonaba, con fuerza, en la voz del propio Archetti. Y, claro, la comprobación de que lo único menor que tenía estudiar al fútbol era considerar eso como un tema menor.
Futbolista tesonero en todas las horas, no se estancó en ese triunfo inicial. «Masculinidades» (con versión en inglés de 1999 y traducción castellana de 2003) fue el desenlace mayúsculo y con forma de libro de la minuciosa tarea que lo había hecho viajar desde el pensamiento hasta los archivos y desde los archivos hasta el pensamiento, ya mucho más allá de las revistas. Un libro tejido para que tiren paredes la antropología con la historia del deporte y la historia cultural con campos a los que no es sencillo enclaustrar adentro de un saber científico en especial. Un libro que narraba un mundo: experto en mirar lo que no se miraba, Archetti advirtió cómo se edificaron las maneras de ser varón, cómo esas maneras se agregaron a otras maneras, cómo una nación, esta nación, era la que era, entre otras razones, por la concepción dominante de ser hombre y de ser deportista y por la articulación de esa concepción con otras parecidas y diferentes.
Justo es reconocer que en esa labor, entre revista y revista, entre capítulo y capítulo, entre libro y libro, se las arregló sin fallas para juntarse con los amigos y para extraviarse en charlas de marcadores de punta austeros y brillantes, de goles perdidos y de goles que disfrutaba gritar. En eso andaba cuando sacó «El potrero, la pista y el ring. Las patrias del deporte argentino», en 2001, un libro en el que, con su rigor irrompible y con sus tránsitos tan imaginativos como singulares, traslucía que despreciar la herramienta del deporte para escarbar en lo que había sido y en lo que iba a ser la Argentina no sólo suponía una restricción para hacer antropología. Implicaba, además, dejar ir una posibilidad de entender. De entendernos.
Inagotable Archetti, desfiló en sus últimas visitas argentinas con avidez por rastrear qué argentinidades podían explicarse desde la cocina o desde la consolidación del malbec en la cultura del vino. Al mismo tiempo, prosiguió desmenuzando las simbiosis entre británicos y criollos en el pasado del polo, o trazando líneas de aproximación entre la escritura cumbre de Jorge Luis Borges y el periodismo deportivo de Borocotó, o desentrañando las violencias en los estadios en un viraje de «ritual festivo a ritual trágico» que anticipaba cuando muchos bajaban las pestañas, o empezando a preguntarse por qué los clubes de fútbol sumaban gentes de procedencias múltiples y los clubes de remo del Tigre se definían, en cambio, como italianos o españoles, como alemanes u otra cosa. Era tan generoso para explicar doce o doce mil veces qué redes unían al pibe de viejo potrero con el pibe culminante que había sido Maradona como para revisar los ensayos de investigadores incipientes, alentarlos, orientarlos y sentirlos como partes de una búsqueda colectiva que, por suerte, se expandía.
En esas visitas últimas, mantenía, perfecta, su sonrisa de chico de pueblo, a pesar de que ya cargaba con la enfermedad que lo mató el 6 de junio de 2005.
Conversador maravilloso, casi un militante de promover alegrías individuales y colectivas, aseguraba que no con una «o» invariablemente santiagueña cuando se lo presentaba como el padre de las ciencias sociales aplicadas al deporte en la Argentina. Con menos pomposidad, resulta un honor decir que fue el hombre que enseñó a pensar al fútbol y a otros juegos desde el lugar que el fútbol y otros juegos merecen y necesitan. Y que esa enseñanza ayuda y estimula a pensar en mucho más que en fútbol y en juegos. Acaso en una nación entera, acaso en la vida entera.
Archetti, no obstante, huiría de las reivindicaciones. En días como estos, en los que el deporte evidencia que es un enorme laboratorio sobre los comportamientos sociales, seguro preferiría debatir ideas y esperanzas, brindar por los marcadores de punta y preguntar qué partido hay en la próxima fecha. Lo demás está en su obra monumental y creativa que ninguna muerte matará nunca.
Un jugador de los mejores siempre sigue jugando.
CABA
Villa Lugano: una movilización en contra del “Máster Plan”

Vecinas y vecinos del barrio del sur porteño resisten ante una obra que está haciendo el gobierno de la Ciudad a espaldas de la comunidad: tala de centenares de árboles añosos, el cierre de varios ingresos y egresos de la autopista Dellepiane y la colocación de un nuevo peaje (a 4 km de otro ya existente) para ampliar la recaudación. El silencio del gobierno local y el ruido de sus topadoras arrasando el espacio verde y público. La voz de la organización popular que no calla y sale a la calle, otra vez –este viernes y en una caravana de autos– para visibilizar lo que pasa en una de las zonas más postergadas de CABA: a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel hasta Dellepiane Norte y Piedra Buena.
Por Francisco Pandolfi
Desde noviembre del año pasado la comunidad de Villa Lugano resiste a una obra que ya está haciendo el Gobierno de la Ciudad sin licencia social ni escuchar a la vecindad: el Máster Plan Autopista Dellepiane, con un costo de más de 7.000 millones de pesos, tala de centenares de árboles, cierre de 14 ingresos y egresos a la autopista y otro peaje (a cuatro kilómetros del de avenida Lacarra).
La organización popular no cesó desde el momento en que se enteraron de la iniciativa. Asambleas, audiencias públicas, semaforazos, volanteadas en los distintos sub barrios que forman parte de este barrio porteño bien al sur porteño. Y guardias, para evitar el talado de árboles en lo que las y los vecinos denuncian como “un ecocidio”, que está sucediendo desde marzo.
La comunidad hizo un relevamiento casa por casa con los frentistas a la autopista Dellepiane: más del 70% no tenía idea de la existencia del Máster Plan. Presentaron por escrito pedidos de información pública a AUSA (Autopistas), APRA (Agencia de Protección Ambiental), Ministerio de Infraestructura y a la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño, sin respuestas.
Sin embargo, la obra empezó aún incumpliendo la promesa de que antes habrían mesas de trabajo en conjunto. Este viernes, la comunidad decidió volver a manifestarse, en una caravana de autos para seguir visibilizando la problemática. Desde lavaca hablamos con el colectivo de vecinos apartidario No dividan Lugano que está al frente de denunciar la obra.
Sobre lo negativo y lo positivo de la obra, dirán: “El Master plan Autopista Parque Dellepiane fue presentado como una mejora para el sur de la ciudad, pero en la práctica profundiza las desigualdades urbanas, degrada el ambiente y fragmenta el territorio. Lo negativo es abrumador”, y enumeran:
• Implica la tala de más de 500 árboles añosos, sin plan de reforestación efectivo.
• Aumenta la huella de carbono y destruye espacios verdes sin compensación.
• Instala un Metrobus central inaccesible, que obliga a cruzar pasarelas extensas sin rampas adecuadas ni soluciones reales para personas mayores o con movilidad reducida.
• Divide al barrio aún más, eliminando accesos, aislando sectores y obstaculizando la vida cotidiana.
• No contempla una red multimodal de transporte, ni bicisendas, ni centros de transferencia.
• Instaura peajes en tramos que eran gratuitos, generando un nuevo costo para vecinos que hacen trayectos cortos todos los días.
Agregan: “Lo positivo, si lo hay, podría haber sido la oportunidad de pensar el área como un verdadero corredor verde y sustentable. Pero nada de eso fue incorporado, ni escuchado”. Y vuelven a enumerar, en este caso, sobre lo que es fundamental denunciar en esta obra:
• Fue diseñada sin participación ciudadana efectiva, sin diálogo real con la comunidad.
• Incumple múltiples normativas locales y nacionales, desde la Constitución de la Ciudad hasta leyes de accesibilidad, ambiente y derechos ciudadanos.
• Avanza a pesar de un amparo ambiental colectivo presentado por vecinos, vulnerando el Acuerdo de Escazú y los principios de justicia ambiental.
La obra es impulsada por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (GCBA), a través de su empresa estatal AUSA (Autopistas Urbanas S.A.), con financiamiento internacional de la CAF –Banco de Desarrollo de América Latina. Las veces que lavaca quiso comunicarse con la Secretaría de Gobierno y Vínculo Ciudadano porteño fue imposible. Nadie atiende. En relación a AUSA el prensa de la empresa explicó que la política interna es “no dar entrevistas en ON, que con los medios se manejan así”.
Dicen las y los vecinos: “El proyecto fue aprobado sin estudios de impacto ambiental adecuados, sin matrices de costo-beneficio transparentes y sin haber sido sometido a procesos participativos válidos. Hoy, la obra está en plena ejecución, avanzando a toda velocidad sin haber sido revisada tras la presentación del amparo ni durante las mesas de trabajo convocadas por la Justicia, una vez que ya habían iniciado la obra”.
¿Las mesas de trabajo están sirviendo de algo? ¿Hay escucha del gobierno porteño y de la empresa?
Las mesas de trabajo fueron convocadas por orden judicial. Pero en la práctica, no hay escucha real. El GCBA y AUSA llegan a las mesas con el proyecto cerrado, sin brindar información clave, sin contestar a los pedidos de acceso a la información, ni frenar las obras mientras se debate. Las propuestas alternativas presentadas por los vecinos (como usar colectoras, premetro, u otros modelos de movilidad sustentable) ni siquiera fueron consideradas. Las mesas han sido una formalidad dilatoria mientras la obra avanza sin freno.
¿Qué perjuicios ya están sucediendo y cuáles sucederán?
Tala de árboles, pérdida de sombra, humedad y biodiversidad; rotura de veredas, ruidos permanentes, vibraciones y molestias en la vida diaria; corte de accesos históricos, dejando barrios desconectados. Y si no se frena habrá un aumento de inseguridad vial, con colectivos cruzando carriles rápidos en maniobras riesgosas; aislamiento de sectores enteros del barrio; encarecimiento de la vida cotidiana por peajes, más transporte y pérdida de comercios barriales; mayor contaminación ambiental y sonora; desvalorización de las propiedades y deterioro del entorno.
¿Por qué este viernes 1 de agosto la comunidad hará una caravana?
Porque ya no alcanza con reclamar en silencio ni esperar respuestas que no llegan. Convocamos a una caravana vecinal pacífica para visibilizar el conflicto, frenar el avance destructivo de la obra, y exigir participación real. Será una caravana con autos, banderas argentinas y carteles. Queremos que nos vean y que nos escuchen.



La caravana saldrá a las 18 horas desde Dellepiane Sur y Montiel y finalizará en Dellepiane Norte y Piedra Buena. Participarán familias, organizaciones barriales, ambientalistas, arquitectos, docentes, jubilados, comerciantes. Al finalizar, se realizará una ceremonia simbólica con Flavia Carrión, antropóloga y comunicadora de sabiduría ancestral, en el Día de la Pachamama. “Será un acto de gratitud ambiental, una pausa colectiva para honrar a los árboles y el esfuerzo de toda nuestra gente; para agradecerle a la Tierra por seguir aguantándonos. Un momento para reencontrarnos con lo esencial: la naturaleza, la vida en comunidad y la defensa de lo que amamos”.
Esta misma vecindad organizada se formó el año pasado con el nombre “No dividan Lugano”, cuando evitó que el gobierno porteño hiciera una serie de pasos bajo a nivel, que hubiesen significado un abanico de perjuicios para el barrio. En ese entonces, cuando llegaron las topadoras, mujeres y hombres se atrincheraron para defender árboles de más de 100 años. En esta crónica contamos lo que fue ese proceso comunitario.
Un año después, el barrio de Lugano sigue en pie de resistencia. “Somos una comunidad que se levanta para defender a su barrio. Ya presentamos más de 800 firmas, relevamientos propios y propuestas alternativas. Pero nos siguen ignorando, y la obra sigue destruyendo. Por eso salimos a la calle, otra vez, y así lo seguiremos haciendo cada vez que haga falta”.
Actualidad
Marcha de jubilados: balas y bolitas

Siete detenidos y al menos 30 personas heridas, entre jubilados, curas, trabajadores de prensa (lavaca, Cítrica, Infonews, El Destape y C5N, entre ellos), defensores de derechos humanos, y un niño de 4 años que estaba con su familia en la Plaza de los Dos Congresos. Ese es uno de los saldos de otra semana de represión brutal a la protesta de cada miércoles, esta vez coordinada por la Policía de la Ciudad, que disparó postas de goma, balines con gas pimienta, granadas aturdidoras, golpeó con escudos y lanzó un nuevo tipo de gas que producía tos y vómitos. El despliegue también implicó tareas de inteligencia ilegal con efectivos que filmaban y fotografiaban manifestantes, según denunció la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), que también relevó «policías armados con postas de plomo que están prohibidos». Los carteles, las reflexiones, y la creatividad: algunos integrantes de la marcha terminaron jugando a las bolitas en la calle con los balines policiales.
Por Lucas Pedulla y Francisco Pandolfi. Fotos Juan Valeiro/ lavaca.org

El padre Paco Olveira muestra los balines que golpean y expulsan gas pimienta. Terminaron jugando con ellos a la bolita sobre la acera.
Otro miércoles de protesta de jubilados y otro miércoles de represión feroz y absurda enfocada principalmente a jubilados y a la prensa que cubría lo que estaba ocurriendo. Con ataques directos a los ojos y a los cuerpos. A las cámaras y a los celulares que registraban la bestialidad de las fuerzas de seguridad –el fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, entre ellos, con quemaduras de primer grado en el cuello y en la oreja–. No es difícil imaginar lo que hubiese ocurrido si ese ataque le hubiera llegado directamente a los ojos. Esta vez fue la Policía de la Ciudad la encargada de lanzar gases y disparos a mansalva en la intersección de Avenida de Mayo y Luis Sáenz Peña cuando la movilización pretendía ir hacia la Casa Rosada.

El fotógrafo Juan Valeiro de lavaca, uno de los periodistas atacados, como ocurrió con profesionales de Cítrica, Infonews, El Destape y C5N.
Hubo 7 detenidos (Agustín Cano, Leandro Maristains, Alejandro Carrizo, Federico Burgos, Francisco Ramos, Hugo Eischler y Javier Mendoza) y al menos 30 heridos según la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), entre ellos un niño de 4 años que estaba en la Plaza de los Dos Congresos junto a su familia.

Escenas de otro miércoles de violencia estatal absurda.
Más allá de la violencia ordenada por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, la concentración de jubilados tuvo un eje concreto de reclamo: el “no al veto” del gobierno nacional a la suba de las jubilaciones y la emergencia en discapacidad. Sin embargo, Javier Milei ya avisó que vetará las leyes aprobadas por el Congreso. Tiene plazo hasta el lunes 4 de agosto, tiempo destinado a ofrecer distintas cuestiones no públicas a diputados que se sumen a apoyar el veto, como ha venido ocurriendo. ¿El argumento del oficialismo contra un ínfimo aumento a jubilados? “Va en contra del equilibrio fiscal”.

Una de las jubiladas víctimas del coraje policial contra ellas, y de un nuevo gas tóxico, un símbolo de esta época.
Con la camiseta de Independiente y máscara del Hombre Araña, un jubilado entendió el mapa económico que traza esa decisión, y lo señaló con un cartel en tono bíblico: en el Génesis se habla de un sueño con vacas gordas y vacas flacas, referencia a los períodos de prosperidad y a los de dificultades. El jubilado escribió una actualización argentina de aquella imagen que ya no tiene forma de sueño sino de pesadilla.
- “Vacas gordas, jubilados flacos”.

El Hombre Araña es del Rojo, y releyó el Génesis.
Números y un café
Carlos trabajó cuarenta años en el Correo y no falta ningún miércoles a la marcha de jubilados y jubiladas con su remera ya mítica de Chacarita. Tanto, que casi nadie sabe que se llama Carlos y la gente le dice “Chaca”. Hoy caminó por Rivadavia con dos vendas que le envolvieron sus dos antebrazos. “Como todos los miércoles, venimos a reclamar y te cagan a palos. Acá tenés la prueba”, dijo a lavaca mostrando sus moretones. “Pero ya lo dije: esta sangre mía Bullrich la va a pagar”.
Héctor acaba de cumplir 75 años: “Decir que la suba de las jubilaciones atenta contra el equilibrio fiscal es una payasada. Milei lo deja claro cuando le baja las retenciones al campo, como dijo el sábado en la Sociedad Rural. Para nosotros nada y para los ricos todo, esa es la política del gobierno. ¿El beneficio para el campo no genera déficit fiscal? Milei es una máquina de mentir”. El hombre cuenta sus propias y reales retenciones: “Ya no salgo más que los miércoles acá. Ya no tengo la vida que tenía antes, no puedo viajar ni tomarme un café”.

Policías en acción, frente a jubilados que reclaman por sus haberes amputados por la motosierra.
De ratificarse el veto a los jubilados, la suba de agosto no será del 7,2% como fija la ley aprobada (el haber mínimo $441.600), sino del 1,62% en base al último índice de inflación de junio de 2025, por lo que la jubilación mínima será de $ 314.243,51.
Abus en la calle
Alicia tiene 63 años y lleva un pañuelo firmado por siete de sus nietos: “Abus en lucha”, “Aguanten los jubilados”. No entiende la distribución de la riqueza. O sí, pero la ve obscena: “La baja de las retenciones y el veto a los jubilados es una guasada total”. Sus retenciones: “Ya no me puedo dar más un gustito. Vivo el día a día, ya no estoy comprando nada ni semanal ni mensual”.
En la marcha hubo muchos carteles al respecto:
- No al veto: nuestra indigencia es tu superávit
- Ni veto ni represión: fuera el FMI
- No al veto a las leyes en jubilaciones
- No al veto: cobarde estafador (y la cara de Milei).
Ana, 74 años, trajo su propia pancarta: “Baja las retenciones a los ricos, hambrea a los viejos”. Cuenta que su hijo trabaja en el Correo y teme ser despedido, que su nieta encontró trabajo en un Todo Moda pero la echaron a los dos meses. Para ella todo el pueblo debería movilizarse: “No sólo los jubilados y los del Garrahan. Todos”.

No hay plata para el cine argentino (el Gaumont como símbolo) pero sí para filmar ilegalmente a manifestantes.
Walter (66) y Julio (62) llegaron de Campana, norte de la provincia de Buenos Aires. Sumaron otros dos carteles: “Viejo: no te quedes en tu casa, vení a luchar” y “Ayudame a luchar. El próximo viejo sos vos”. Walter movió la cabeza de un lado para el otro al recordar el discurso de Milei en la Sociedad Rural: “Un tipo desquiciado, frente a toda la oligarquía, los terratenientes, los dueños de la tierra. Él mismo dice: ‘soy cruel’. Nos la está haciendo parir. Nos quitó la medicación, todo un desastre”.
Julio coincidió: “Ahí ves realmente para quién gobierna. Hasta el que tiene séptimo grado, como yo, se da cuenta”.

Jubilado hablándole a la pared.
Roberto, 62 años, de Trelew (Chubut), lo escucha: “Pero hay que seguir viniendo, compañeros. Son totalmente inescrupulosos. Hoy hablaba con un amigo que me decía que había que respetar el voto popular, pero Hitler también ganó con el voto popular. Si no salimos a la calle, no sé qué más va a pasar”.
Vallas a donde vayas
El Congreso estuvo totalmente vallado. Vallas sobre Entre Ríos, Riobamba, Yrigoyen, Rivadavia. “Este quilombo lo hizo la Buillrich”, gritó un cincuentón a los automovilistas que se quejaban porque avanzar por las calles lindantes era un imposible.
Luis llevó un cartel: “Menstruación=sueldo de jubilado; viene una vez y se va a los tres días”. Dijo que lo escuchó a Milei cuando anunció en La Rural la baja de las retenciones al agro. “Lo que me dolió fue que la gente aplaudió cuando dijo que iba a vetar nuestro aumento. La gente del campo aplaude a todos los que empiezan con la “m” de mierda: Martínez de Hoz, Menem, Macri y ahora Milei”.

Mensaje para el tal vez próximo embajador de Trump en Argentina. Un apellido que parece un mandato.
Después de la radio abierta, como cada miércoles, empezó la movilización. Las columnas bajaron a Hipólito Yrigoyen, cuya circulación no estaba cortada y marcharon por la calle. “Luche que se van”, fue otra vez el hit, al que siguió “que se vayan todos”. Uno de los temas, con dedicatoria explícita: “A dónde está, que no se ve, esa famosa CGT”. Nobleza obliga: ni la CGT ni ningún partido político, con la cabeza en las elecciones legislativas y no en la calle.
La violencia y las bolitas
Sobre Yrigoyen, casi Luis Sáenz Peña, se divisaba un camión hidrante que se retiró. La columna dobló al final de la Plaza para ir hacia Avenida de Mayo con la intención de seguir la marcha hacia Plaza de Mayo. Sin embargo, en otro operativo de pésima coordinación –esta vez por la Policía de la Ciudad– la manifestación se mezcló entre autos y colectivos que seguían pasando.

“¡Por la vereda!”, gritaron algunos jubilados. Pero en ese momento, los efectivos cortaron de cordón a cordón empezando con la respuesta física violenta. El operativo estuvo acompañado, como suele ocurrir, por oficiales con cámaras que filmaron y sacaron fotos (con el objetivo de realizar algún tipo de “inteligencia” y amedrentamiento a quienes ejercen el derecho de reclamar).
La movilización avanzó pero rápidamente empezaron las detonaciones de escopeta con postas de goma y de granadas. Dispararon balines de armas byrna, redondos y de colores, que impactaban en los cuerpos, provocando lastimaduras y liberación del gas que llevan dentro. También lo hicieron sobre la vereda, donde se supone que no hay “protocolo”. Detuvieron, golpearon y gasearon fundamentalmente a trabajadores y trabajadoras de prensa, como cada semana. El efecto de esos spray, que poseen una sustancia espesa y viscosa: penetra los poros y quema durante horas. El fotógrafo de lavaca, Juan Valeiro, como otros reporteros (Cítrica, Infonews, C5N y El Destape, entre otros), fueron atendidos en la misma plaza y en el Instituto Patria. “Quemadura de primer grado”, diagnosticaron a nuestro compañero.

¿Qué escudan los escudos?
Nadie fue ajeno a esta nueva ofensiva. La policía disparó un gas que generaba tos hasta el punto de provocar arcadas y vómitos. La sensación era extraña, porque no había un sabor ácido ni picante, pero provocaba una tos ronca. El efecto llegaba incluso a las calles aledañas, aparentemente ajenas al la marcha. “El registro del despliegue policial evidencia su brutalidad e irracionalidad”, denunció la CPM, organismo que precisó otro detalle alarmante: “Se relevaron también policías armados con armas con postas de plomo que están prohibidas, y acciones de inteligencia ilegal”.
Agregó la CPM que el ataque incluyó a defensores de derechos humanos, cuyo hostigamiento tenía como fin evitar el registro de los hechos.
Sin embargo, la gente no se fue.
La gente se quedó. La policía avanzaba, seguía gaseando, y la gente siguió.
“¡Tienen miedo!”, gritó una jubilada. “¡Tienen miedo!”.
Uno de los primeros detenidos había sido el padre Paco Olveira. Lo golpearon, lo gasearon y lo salvó la gente. Se llevó de recuerdo dos de los balines de la Policía. “Es el último arma que trajo Bullrich”, explica y muestra a lavaca. “Te tiran y salta el gas. No te deja respirar. Y duele, porque nos dieron unos cuantos en los pies. Gracias a Dios hoy no tiraron a los ojos”.
De fondo, la jubilada siguió gritando: “¡Tienen miedo!”.
Otro miércoles de protesta de jubilados se diluía entre detenciones y balines de gas. Entre un cordón con armas largas sobre Rivadavia y un grupo de la motorizada dispuesto a salir sobre Rodríguez Peña. Sin embargo, mientras el padre Paco seguía mostrando los balines, alguien propuso:
–Juguemos a las bolitas.
Todos se rieron, por el absurdo de la situación.
De nuevo, frente al horror, la creatividad social.
Y así, frente a policías que seguían filmando ahora una burla, un párroco y una jubilada arrodillados en la calle, jugaron a las bolitas con los balines para cerrar otro miércoles argentino.

CABA
Super Mamá: ¿Quién cuida a las que cuidan?

¿Cómo ser una Super Mamá? La protagonista de esta historia es una flamante madre, una actriz a la que en algún momento le gustaría retomar su carrera y para ello necesita cómplices que le permitan disfrutar los diferentes roles que, como una mamushka, habitan su deseo. ¿Le será posible poner en marcha una vida más allá de la maternidad? ¿Qué necesitan las madres? ¿Qué necesita ella?
Por María del Carmen Varela
Como meterse al mar de noche es una obra teatral —con dirección y dramaturgia de Sol Bonelli— vital, testimonial, genuina. Un recital performático de la mano de la actriz Victoria Cestau y música en vivo a cargo de Florencia Albarracín. La expresividad gestual de Victoria y la ductilidad musical de Florencia las consolidan en un dúo que funciona y se complementa muy bien en escena. Con frescura, ternura, desesperación y humor, abordan los diferentes estadíos que conforman el antes y después de dar a luz y las responsabilidades en cuanto al universo de los cuidados. ¿Quién cuida a las que cuidan?
La escritura de la obra comenzó en 2021 saliendo de la pandemia y para fines de 2022 estaba lista. Sol incluyó en la última escena cuestiones inspiradas en el proyecto de ley de Cuidados que había sido presentada en el Congreso en mayo de 2022. “Recuerdo pensar, ingenua yo, que la obra marcaría algo que en un futuro cercano estaría en camino de saldarse”. Una vez terminado el texto, comenzaron a hacer lecturas con Victoria y a inicios de 2023 se sumó Florencia en la residencia del Cultural San Martín y ahí fueron armando la puesta en escena. Suspendieron ensayos por atender otras obligaciones y retomaron en 2024 en la residencia de El Sábato Espacio Cultural.
Se escuchan carcajadas durante gran parte de la obra. Los momentos descriptos en escena provocan la identificación del público y no importa si pariste o no, igual resuenan. Victoria hace preguntas y obtiene respuestas. Apunta Sol: “En las funciones, con el público pasan varias cosas: risas es lo que más escucho, pero también un silencio de atención sobre todo al principio. Y luego se sueltan y hay confesiones. ¿Qué quieren quienes cuidan? ¡Tiempo solas, apoyo, guita, comprensión, corresponsabilidad, escucha, mimos, silencio, leyes que apoyen la crianza compartida y también goce! ¡Coger! Gritaron la otra vez”.
¿Existe la Super Mamá? ¿Cómo es o, mejor dicho, cómo debería ser? El sentimiento de culpa se infiltra y gana terreno. “Quise tomar ese ejemplo de la culpa. Explicitar que la Super Mamá no existe, es explotación pura y dura. No idealicé nada. Por más que sea momento lindo, hay soledad y desconcierto incluso rodeada de médicos a la hora de parir. Hay mucho maltrato, violencia obstétrica de muchas formas, a veces la desidia”.
Durante 2018 y 2019 Sol dio talleres de escritura y puerperio y una de las consignas era hacer un Manifiesto maternal. “De esa consigna nació la idea y también de leer el proyecto de ley”. Su intención fue poner el foco en la soledad que atraviesan muchas mujeres. “Tal vez es desde la urbanidad mi mayor crítica. Se va desde lo particular para hablar de lo colectivo, pero con respecto a los compañeros, progenitores, padres, la situación es bastante parecida atravesando todas las clases sociales. Por varios motivos que tiene que ver con qué se espera de los varones padres, ellos se van a trabajar pero también van al fútbol, al hobby, con los amigos y no se responsabilizan de la misma manera”.
En una escena que desata las risas, Victoria se convierte en la Mami DT y desde el punto de vista del lenguaje futbolero, tan bien conocido por los papis, explica los tips a tener en cuenta cuando un varón se enfrenta al cuidad de un bebé. “No se trata de señalarlos como los malos sino que muestro en la escena todo ese trabajo de explicar que hacer con un bebé que es un trabajo en sí mismo. La obra habla de lo personal para llegar a lo político y social”.
Sol es madre y al inicio de la obra podemos escuchar un audio que le envió uno de sus hijos en el que aclara que le presta su pelota para que forme parte de la puesta. ¿Cómo acercarse a la responsabilidad colectiva de criar niñeces? “Nunca estamos realmente solas, es cuestión de mirar al costado y ver que hay otras en la misma, darnos esa mirada y vernos nos saca de la soledad. El público nos da devoluciones hermosas. De reflexión y de cómo esta obra ayuda a no sentirse solas, a pensar y a cuidar a esas que nos cuidan y que tan naturalizado tenemos ese esfuerzo”.
NUN Teatro Bar. Juan Ramirez de Velazco 419, CABA
Miércoles 30 de julio, 21 hs
Próximas funciones: los viernes de octubre


- Revista MuHace 1 semana
Mu 205: Hay futuro
- ArtesHace 4 semanas
Vieron eso!?: magia en podcast, en vivo, y la insolente frivolidad
- Derechos HumanosHace 4 semanas
#140: otro nieto recuperado
- ActualidadHace 1 semana
Mapuches en Neuquén: 10.000 personas movilizadas contra la represión y en apoyo a las comunidades originarias
- NotaHace 1 semana
La muerte ocurre en vida: se fue Mary, jubilada que no recibía medicamentos oncológicos