Nota
El legado de Carrasco: homenaje al científico en la escuela que lleva su nombre
La Escuela Secundaria 5 de Saladillo lleva el nombre del científico que enfrentó a las multinacionales transgénicas. Fue votado por la comunidad educativa, que cuestiona el agronegocio y apuesta por la agroecología. A cuatro años de su fallecimiento, científicos, docentes y alumnos le rindieron un emotivo homenaje. Crónica de un triunfo.
Por Darío Aranda
Lejos de homenajes del poder político, jamás en una placa de bronce ni en cementerios de clases acomodadas. Andrés Carrasco, a cuatro años de su fallecimiento, sigue transitando caminos junto a los de abajo. Alumnos de guardapolvos blancos, docentes comprometidos, trabajadores del campo (los de manos en la tierra), activistas socioambientales y académicos críticos fueron protagonistas del acto oficial en la Escuela Secundaria 5 de Saladillo (en plena pampa transgénica bonaerense) que fue bautizada con su nombre.
La historia
La Escuela Secundaria 5 está en el margen de la ciudad de Saladillo, en lo que suele llamarse área «periférica». Comparte predio con la escuela primera 3 y el jardín 909. Calle mediante, enfrente, había campos de soja transgénicos y agrotóxicos. El paredón de ingreso es amplío, de blanco perfecto y un stencil gigante con la imagen del científico y, por las dudas, su nombre y apellido. Imágenes similares se repiten en el pasillo que es antesala de las aulas, en carteleras y pizarrones.

Foto: Mauricio Cornaglia
Luis Fernández asumió la dirección en 2016. Tan olvidaba estaba la escuela que no tenía ni nombre. Luis propuso que la comunidad lo eligiera. Fue un proceso que implicó una terna (el médico René Favaloro, el músico Luis Alberto Spinetta y Carrasco).
El 9 de septiembre de 2016 la comunidad votó. 99 votos fueron para Carrasco, 59 para Favaloro y 31 para Spinetta. Gabriel Arisnabarreta, de la organización Ecos de Saladillo, fue quien propuso el nombre y esa votación le fue más importante que cualquiera para elegir presidente, gobernador o legisladores. Había conocido a Carrasco en 2010, cuando visitó la localidad y dio a conocer su estudio de glifosato en embriones anfibios.
Desde 2009, cuando difundió su investigación, Carrasco se convirtió en el blanco de ataques de las empresas transgénicas, medios de comunicación socios del modelo de agronegocio y de científicos aliados de las compañías. El principal detractor de Carrasco fue el ministro de Ciencia, Lino Barañao, reconocido defensor de las empresas de semillas transgénicas y de agrotóxicos.
Al mismo tiempo, Carrasco comenzó a recorrer localidades de Argentina en lucha contra el modelo agropecuario. Fue un caso excepcional: un académico reconocido, ex presidente del Conicet (mayor ámbito de ciencia del país), que apoya las luchas contra los agroquímicos y, más aún, denuncia a sus pares académicos por sus silencios cómplices con las multinacionales.

Foto: Mauricio Cornaglia
El homenaje
Mediodía en Saladillo. Patio de la escuela, pasto prolijamente cortado. Sol que abriga. Un pequeño gazebo blanco. Mesa con regalos para invitados. Micrófono de pie, fotógrafos, locutor y medio centenar de sillas. Alumnos de guardapolvos blancos con banderas de ceremonia. Mezcla de clima festivo, pero también emoción, recuerdo y tristeza por la ausencia de Andrés Carrasco.
Larga lista de oradores. Familiares, amigos, activistas, autoridades. Sus hijos, Luciana y Andrés, agradecen. Recuerdan que les enseñó el valor de la educación, el trabajar para vivir en mundo mejor. Y remarcan la importancia del trabajo en la escuela, «la fuerza que tienen ustedes para luchar en medio de tanta soja y maíz transgénico». Señalan la «realidad áspera» del país. Y la decisión de seguir adelante. Simón, nieto de Carrasco, mira desde primera fila.
El director de la escuela lee el discurso. Voz entrecortada, emoción. Recuerda que los estudiantes fueron quienes decidieron hacer el stencil con la figura de Carrasco y explica que el elegir el nombre es dar identidad. «Sembró semilla. Este año habrá egresados de la escuela Andrés Carrasco», celebra.
Gabriel Arisnabarreta, de Ecos de Saladillo, opta por no leer, pero la emoción también le dificulta hablar. Cuenta que Carrasco decidió realizar su investigación cuando estaba en la Patagonia, en un lago rodeado de cerros y en vínculo con la naturaleza. Se le quiebra la voz al recordarlo. «Con su ética puso en jaque a las corporaciones», afirma.
Su discurso tuvo componentes extra Carrasco, o quizá no tanto: cuestionó el acuerdo con el FMI, el patriarcado y al capitalismo. Remarca la importancia de que sea una escuela pública la que lleve el nombre de Carrasco. Hace un silencio de segundos, mira al cielo y finaliza: «Andrés, ¡esto es para vos!».

Foto: Mauricio Cornaglia
Carlos Manessi y Mauricio Cornaglia, de la campaña Paren de Fumigar, viajaron desde Santa Fe para estar presentes en el homenaje. Cuatro minutos de discurso en el que Manessi habla de Carrasco en presente, celebra el nombre de la escuela y también se acuerda de los enemigos con nombre y apellido. Cuestiona al ministro de Ciencia del kirchnerismo y del gobierno actual, Lino Barañao.
Recuerda que el científico presentó su investigación en Santa Fe, en un teatro con 400 personas. Más de la mitad de su discurso Manessi lo hace hablándole a Carrasco, como si estuviera presente. «Andrés acá estamos. Es fundamental una escuela pública que lleva tu nombre. Te conocimos, toda tu lucha en el Conicet, junto con comunidades… Carrasco está presente entre nosotros».
Lágrimas. Aplausos. Y emoción.
La inspectora escolar, Cecilia Bustamante, y el intendente, José Luis Salomón, suman sus voces. Bustamante remarca que se trataba de un día de fiesta para las escuelas públicas, como también lo había sido el día de la votación. «Los docentes dejan huella. La escuela, con el nombre, buscó su identidad. Este acto hace historia. Carrasco se hace legado», afirma.
Alicia Massarini, científica y compañera de Carrasco, cuenta la historia de un alumno de Carrasco, en una escuela primaria porteña: luego de décadas de no estar en contacto, el alumno ya adulto le escribió un correo electrónico en 2013. Le recordaba la pasión docente al explicar las partes de las células y lo grato que fue saber que, décadas después, Carrasco seguía con su pasión por la ciencia y enfrentando injusticias. Terminaba el correo destacando cómo lo marcó el Carrasco maestro, que dejó huella en alumnos de cuarto grado. Massarini señala que Carrasco se conmovió con ese correo, lo tomó como uno de los mayores reconocimientos de su vida.
«Los chicos que asisten a esta escuela están involucrados en otros mundos posibles. Esos mundos que estamos construyendo», celebra Massarini. Remarca el valor de la tarea docente: «Es enorme lo que ustedes hacen, practican la docencia de una forma muy valiosa». Y no escapa a una lectura de la situación política: «Es muy valioso lo que se hace en esta escuela. Aún más en momentos en el que el Presidente habla de ‘caer en la escuela pública’ y que la Gobernadora dice que las universidades públicas del conurbano no tienen sentido».
Hacer escuela
Hubo dos votaciones en la Escuela 5. La primera fue para decidir el nombre de la biblioteca. La elegida: Mafalda. Se observa la plaqueta que da cuenta del hecho, con el nombre y el dibujo de la rebelde niña. Las carteleras de los pasillos y los murales del patio están cargados de sentido. Canciones de Luis Alberto Spinetta, la necesidad de cuidar la naturaleza, los riesgos del agronegocio, «ni una menos». La escuela tiene una huerta escolar (allí trabaja la docente de matemática, con las formas geométricas y cultivos), talleres de conservas, cocina latinoamericana, educación ambiental, y jornadas de «jóvenes y memoria», donde se a abordan las violaciones de derechos humanos del pasado y presente.
La escuela fue creada en 2006. Fernández asumió la dirección en febrero de 2016, tuvo su primera reunión con la inspectora escolar y avanzó en la idea de definir colectivamente la identidad de la escuela y aumentar la matrícula (apenas superaba los cien estudiantes). El definir el nombre tuvo que ver con esa búsqueda.
En la actualidad tiene 210 estudiantes, de primero a sexto año. La orientación es en ciencias naturales, pero están comenzando el cambio a «agroambiente».
En marzo pasado, docentes y alumnos de la escuela participaron del Noveno Encuentro de Pueblos Fumigados de Buenos Aires y Segundo Encuentro de Agroecología. Terminó con una marcha de tres cuadras por las calles de Saladillo, pocas veces visto en la localidad (e inédita respecto a la crítica al agronegocio). También realizaron un corto documental que participó del último Festival Internacional de Cine Ambiental (Finca).
Aunque la votación fue en 2016, la burocracia implicó una serie de trámites y justificaciones para que la provincia de Buenos Aires aprobara el nombre. Una objeción fue que debían pasar al menos diez años del fallecimiento para que un establecimiento educativo lleve el nombre. Desde la Escuela 5 se justificó la importancia del científico, la forma en que fue elegido. Finalmente fue aprobado: la resolución 250/2018 de la Dirección General de Cultura y Educación de Buenos Aires tiene dos páginas y es la oficialización del nombre.
El director, Luis Fernández, celebra que en diciembre de 2018 egresarán los primeros alumnos de la Escuela Andrés Carrasco. «Andrés sembró semillas de libertad», resume en su discurso. Y recuerda el grito que se hizo canción en los encuentros de pueblos fumigados: «Se siente, se siente, Carrasco está presente».
Ciencia digna vs. Ciencia del mercado
En junio de 2014, días después del fallecimiento de Carrasco, la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Rosario eligió el 16 de junio (fecha de su nacimiento) como el Día de la Ciencia Digna. Alicia Massarini enfatiza que hay muchas maneras de hacer ciencia. «La ciencia hegemónica es mercenaria, financiada por empresas y por organismos internacionales que marcan las tendencias impuestas por países ricos. Muchos científcos trabajan en esa linea. Andrés enfrentó eso, trabajó junto a las organizaciones sociales, interpeló a sus pares. Por eso las reacciones fueron tan fuertes», explica.
Destaca que otros científicos tomaron (y toman) la bandera de Carrasco, caminan junto a los vecinos, saber científico como uno más, al servicio de la sociedad. Pide no debatir sólo el financiamiento de las universidad y ámbitos científicos, sino qué ciencia se quiere y para quién, para las multinacionales o para el pueblo. «Andrés planteó estos temas, cómo científico, como médico, como maestro. Y cuestionó a la ciencia hegemónica», relata Massarini.
El establishment científico, con Barañao a la cabeza, no se lo perdonó.
El acto en la Escuela Secundaria 5 incluyó una plaqueta con una cita de Carrasco. Dice: «La adopción de tecnologías es tan poderosa y poca inocente como la espada colonial. Con ellas se condicionan irreversiblemente modos de producción y el uso de recursos naturales. Y para ello la tecnología es diseñada a medida de las formas productiva hegemónicas de las corporaciones (…) El conocimiento entonces pasa a ser no solo propiedad del demandante sino el instrumento que permite subordinar modos y estrategias para satisfacer el consumo de las sociedad centrales sin detenerse en los cambios, exclusiones, saqueos, que generan a su alrededor».

Foto: Mauricio Cornaglia
Voces del futuro
Lucas tiene 13 años y llegó a Saladillo en enero de 2018. Se inscribió en otra escuela pero no consiguió vacante. Comenzó en la 5, conoció la historia de Carrasco, participó del encuentro de pueblos fumigados, hizo grupo de amigos y ya no se quiere irse de la escuela. «Aprendí de agrotóxicos, que se puede tener mejor vida sin tantos venenos, sin tanta contaminación», explica.
Camila está en segundo año y participó del proyecto de corto documental sobre fumigaciones y agrotóxicos. «Conocí muchas cosas, no sabíamos qué comíamos, no sabía de venenos», señala. Lo compartió en su casa. Su mamá le explicó que por eso lavaba bien las verduras y también le contaron que su abuelo, que tenía campo en Saladillo, fumigaba en la chacra familiar.
Priscila tiene 14 años y se comunica con lenguaje de señas. «Me gustó mucho participar hoy, ver tanta gente que vino de afuera, conocer la familia de Carrasco. Fue una persona muy importante, que ayudó que se conozcan lo que producen los venenos», comparte.
Su familia siempre vivió en el campo. Priscila no sabía que utilizaban venenos. Compartió con su familia lo aprendido en la escuela. Sonríe y sincera: «Ellos piensan distinto, aún fumigan».
Laura Cabral es profesora de sordos y hipoacúsicos (la Escuela 5 articula con la escuela especial y cuenta con alumnos con dificultades de escucha/habla). Participó en la realización del documental sobre agrotóxicos (que incluye lenguaje de señas y subtitulados). «Me emociona ser parte de este proyecto», avisa al inicio de la charla.
Hasta hace dos años no conocía casi nada de agronegocio ni de agrotóxicos, muchos menos sabía de Andrés Carrasco. «Es impresionante que la escuela lleve su nombre, tanto por la modalidad (ciencias naturales) como por el lugar, rodeado de cultivos y fumigaciones», reconoce.
Elina, también alumna de la escuela, escribió un poema que resume pasado y presente, lo local y global, la injusticia y la lucha. Así dice:
«Los árboles duermen, sueñan.
los pájaros trinan, vuelan.
Entre los rayos de luz,
la naturaleza canta
esperanzada en el hombre,
pero estos con su indiferencia,
silencian acciones que matan.
Que no se callen las voces,
que no se apague el reclamo,
que no mueran más lo pueblos,
esos pueblos fumigados.
Que no se callen las voces,
que suene fuerte el reclamo,
que es por nuestro futuro
por lo que luchó Carrasco».
Nota
5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje
Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.
Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar
25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..
Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.
– Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.
Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.
–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.
Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.
La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:
Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género. Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.
El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.
Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.
Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como granaderos.

Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.
El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.
La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?
Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.
La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:
“Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.
Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.
Nota
Imágenes de la marcha a Plaza de Mayo: los jubilados siguen haciendo lío

Jubilados y jubiladas se movilizaron desde el Congreso de la Nación hasta Plaza de Mayo en una nueva jornada de reclamos y denuncia por los ingresos de pobreza que perciben y el fin de la moratoria previsional, cuya prórroga sigue durmiendo en Diputados. Como siempre, los carteles manuscritos fueron una forma de expresión y creatividad. En uno se leía: «Francisco está feliz. Jubilados haciendo lío!!!»
La marcha comenzó nuevamente con un operativo desproporcionado con las cuatro fuerzas federales -PFA, Gendarmería, Prefectura y PSA- que reprimió la protesta pacífica: la Comisión Provincial por la Memoria contabilizó una persona detenida y 13 heridos por efectos de los gases lacrimógenos, entre ellos jubilados y trabajadores de prensa.
Frente a la Rosada, realizaron un acto donde distintas agrupaciones de jubilados se manifestaron contra el acuerdo con el FMI y cantaron por la salud de Pablo Grillo.
«Hasta el próximo miércoles», saludaron los jubilados y jubiladas.
La próxima semana, la marcha contará con la participación de los gremios de la CGT como previa al Día del Trabajador y la Trabajadora del 1 de mayo.

Foto: Juan Valeiro para lavaca

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.

Foto: Juan Valeiro para lavaca.
Nota
Escritos sobrevivientes: Un nuevo libro escrito por ex detenidos desaparecidos
Este 24 de marzo, a 49 años del golpe, la editorial lavaca publica Escritos sobrevivientes, un libro creado junto a un grupo de personas que estuvieron secuestradas y desaparecidas en distintos centros clandestinos de represión durante la última dictadura militar. Se presenta el próximo viernes 28, pero ya podés pasar a buscarlo por MU (Riobamba 143) desde hoy. En este texto, Claudia Acuña cuenta qué representa esta obra parida en colectivo y en medio de aires negacionistas.
Por Claudia Acuña
Este libro representa muchas cosas y todas y cada una nos parecen decisivas para estos tiempos desesperados.
Ni sé por dónde comenzar a enumerarlas, así que sin orden de importancia ni cronológico enumero algunas, aunque sin duda me faltarán otras que invito a que completen quienes lo lean.
Lo primero, para mí, es reconocer el valor social, político, histórico y ético que merecen las personas detenidas-desaparecidas por la dictadura cívico militar que azotó este país desde el 24 de marzo de 1976. No olvidamos esa fecha gracias a ellas, pero no siempre se las nombra con la relevancia que han tenido para construir verdad, justicia y memoria.
A algunas de ellas he tenido el honor de escucharlas y verlas testimoniar en los juicios de lesa humanidad, pero también en los diferentes procedimientos contra la impunidad que crearon y sostuvieron para que esos juicios sucedan.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Una y otra vez.
Hasta lograrlo.
Solo a una pude agradecerle con palabras y lágrimas el esfuerzo, el coraje y el legado que recibíamos por su esfuerzo, pero fundamentalmente por sus vidas consagradas a hacer posible lo imposible. Fue en la puerta de los tribunales de Comodoro Py, mientras los altoparlantes transmitían la primera condena a los genocidas responsables del centro de detención clandestino y de tortura que funcionaba en la Esma. Ahora, con este libro queremos extender esas gracias a cada una, a cada uno.
Sé, porque comprendí la lección que nos daban, que no puedo afirmar que lo hicieron solo ellas, ellos. Esa es otra de las cosas que representa este libro: el saberse parte – y reconocerlo siempre- de algo más grande, más importante y más trascendente no solo del yo, sino incluso del núcleo colectivo en el que nos organizamos, reflexionamos y tomamos fuerza para resistir. Nuestras fuerzas individuales y nuestras construcciones políticas suman, activan, empujan, pero alcanzan sus objetivos cuando sincronizan con la necesidad social, con la época y con la Historia. Tienen alas porque tienen raíces y mueven al mundo hacia lugares mejores porque se sabe más grande y más poderosa que lo que nos rodea.
Eso que aquí las y los autores definen como “subjetividad sobreviviente” nos advierte eso: somos nuestros cuerpos y la sombra que proyectan, lo que hacemos y lo que soñamos, nuestras obras y nuestra imaginación, nuestros saberes y nuestra intuición, pero también y además aquellos cuerpos, proyecciones, hechos, batallas ganadas y perdidas, que nos anteceden y desbordan para fortalecernos y sostenernos de pie. Aquello que ilumina la oscuridad es la memoria sensible: de eso se trata este libro, además.
Otra: el valor de las utopías. En los momentos más aterradores hemos gritado “Aparición con vida y castigo a los culpables”. Bueno: la noticia es que hemos tenido éxito y aquí están las personas que cuando pronunciábamos esas palabras mágicas no podíamos abrazar. Algunas de ellas son las que el tercer sábado de cada mes vimos ingresar a nuestra trinchera durante el largo y desalentador año 2024. Para nosotros ese taller de escritura significó una cita con la esperanza, cada vez. Y una comprobación: el futuro se construye con el hacer colectivo, cada vez.
Por último: este no es un libro de testimonios sobre el horror de la dictadura, sino su contracara o quizá, lo que se puede pensar después de cruzar el abismo de la impunidad.
Quizá.
Me falta todavía superar la alegría de haberlo logrado, de sostener con las manos esta pequeña utopía realizada en tiempos de saqueo de recursos simbólicos y materiales, en las cuales sólo proponerlo sonaba casi irresponsable, para poder encontrar las palabras certeras, que expresen lo que representa que personas empobrecidas y violentadas podamos hacer lo que querramos financiadas sólo por el deseo y la convicción, que siempre es política.
Quizá la palabra exacta sea una sola: Argentina.
La presentación
Escritos sobrevivientes y compila una serie de textos producidos en un taller de escritura que tuvo lugar en MU durante 2024. Estos relatos abordan historias marcadas por lo que el grupo denomina «subjetividad sobreviviente». El resultado es un conjunto de textos poéticos, políticos y filosóficos, de una potencia y belleza conmovedoras.
Participan: Rufino Almeida, Margarita Fátima Cruz, Graciela Daleo, Lucía Fariña, Mercedes Joloidovsky, Eduardo Lardies, Susana Leiracha, María Alicia Milia, Claudio Niro, Silvia Irene Saladino, Stella Maris Vallejos e Inés Vázquez.
Así lo resumen sus autoras y autores: «Un grupo de compañeras y compañeros, ex detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado, nos reunimos en un taller de escritura para crear textos enfocados en la subjetividad sobreviviente, mientras la voz del poder alimenta el negacionismo y la reiteración del sufrimiento popular por variados medios».
El libro se presentará el próximo viernes 28 de marzo a las 20 horas en Mu Trinchera Boutique, Riobamba 143.
Podés conseguirlo desde hoy, 24 de marzo, también en MU.

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