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Juicio por la represión del 19 y 20 de diciembre: El Poder Ejecutivo en el banquillo

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El miércoles pasado terminó la primera indagatoria a Enrique Mathov, ex secretario de Seguridad del ex presidente Antonio De la Rúa, el único cargo ejecutivo imputado por cinco crímenes ocurridos en las jornadas del 19 y 20 de diciembre. La declaración duró cinco extensas jornadas e incluyó preguntas de la fiscalía, los abogados querellantes y defensores, y del Tribunal que juzga presidido por el juez José Martínez Sobrino. Si Mathov había comenzado la indagatoria respondiendo con celeridad, en las últimas jornadas se lo notó irritado, en un tono de voz más elevado y contradiciéndose en cuestiones elementales: en la última audiencia respondió al Tribunal que ya tenía conocimientos de la represión a manifestantes el día 20 a media tarde, lo cual venía negando desde que comenzó este juicio. Este ejemplo es uno de los tantos que señalaron las querellas y que intentan marcar contradicciones de acuerdo a otras declaraciones del ex secretario, de las de otros imputados y testigos y de distintos tipos de pruebas (imágenes, llamadas, fax).
En última instancia, más allá de estos detalles, o precisamente lo que se juega en ellos, es cómo se prueba la responsabilidad penal de un cargo ejecutivo.

Juicio por la represión del 19 y 20 de diciembre: El Poder Ejecutivo en el banquillo

Mathov en el banquillo

Lo inverosímil

“Lo que él trata en su extensísima declaración es contestar a los planteos y contradicciones que se le marcaron ante sus evasivas”, es el balance de Rodrigo Borda, uno de los abogados de la querella del CELS. “Según su declaración es lo mismo que exista un secretario de Seguridad de que no exista”. El análisis de Borda recorta el accionar de Mathov según lo que no habría hecho: la responsabilidad ejecutiva se la endilga al ya fallecido Ramón Mestre, por entonces ministro del Interior, y con sutileza transfiere responsabilidad hacia abajo, cuidándose de no inculpar al comisario Rubén Santos – ex jefe de la Policía Federal- con quien parece tener un pacto de supervivencia.
Mathov se escuda entonces en su carácter de secretario federal, planteando que su tarea los días 19 y 20 se centró en solucionar los problemas de las provincias. Además de lo inverosímil que resulta que el secretario de Seguridad no esté al tanto del operativo represivo más grande desplegado en democracia en este país, quedan las preguntas sobre su papel en las reuniones y los señalamientos que hacen distintos testigos. “En dictadura gobiernan las fuerzas de seguridad; en democracia, lo que caracteriza a nuestra democracia en particular, es que las fuerzas de seguridad se cuadran a las personas que son votadas por los ciudadanos. Desde el punto de vista institucional es muy significativa la declaración de Mathov; que un secretario de Seguridad se desligue tiene efectos terribles. Es tanto como blanquear la autonomía de las fuerzas de seguridad”.

Autonomía represiva

En las distintas audiencias Mathov fue interrogado sobre las órdenes que impartió, las reuniones que mantuvo y la información que manejaba de los sucesos. La fiscalía intentó ser incisiva, pero careció de carácter para contrarrestar el clima desfavorable – los imputados y abogados defensores son mayoría en la sala- e incomodar a un Mathov que venía mostrando celeridad en sus declaraciones. El abogado del CELS Rodrigo Borda mantuvo, en cambio, un tono que no ocultó la confrontación – al punto que llegó a irritar al propio Mathov, ni hablar a su abogado- pero se mantuvo protocolar y concreto para señalar las contradicciones del imputado, utilizando a favor incluso las respuestas dadas a la fiscalía.
El procedimiento se vio entorpecido por el abogado defensor, que intervino reiteradas veces sin pedir permiso al juez, y también por el resto de los abogados defensores en una clara estrategia conjunta para contener a Mathov en la soledad del banquillo. Para dar una idea de lo que habilita la burocracia judicial, entre una pregunta de la querella y la respuesta de Mathov llegaron a pasar treinta minutos de dilación entre discusiones sobre el orden, la pertinencia, las valoraciones personales, en fin, sobre la modalidad de la indagatoria. El presidente del tribunal habilitó todos los planteos, pero se mostró firme en la actitud de dinamizar la audiencia.
A su turno, las defensas realizaron preguntas que no tendieron a incomodar a Mathov, sino a clarificar la situación de cada acusado para despegarse de la difusa distribución de culpas del ex secretario. El ex jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, el entonces Superintendente de Seguridad Metropolitana, Raúl Andreotti, y el director general de operaciones, Norberto Gaudiero, son otros de los acusados por homicidio culposo en esta causa, además de otras causas conexas que buscan determinar la responsabilidad de 11 efectivos policiales como autores materiales.

Lo que está en juego

Las cuestiones más interesantes que se desprenden de la declaración del ex secretario Mathov son las siguientes:
Las órdenes. Mathov dijo no haber impartido ninguna orden en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, sino sólo haber transmitido (“repetido”) las directivas del ex Secretario del Interior, Ramón Mestre, hoy fallecido. De este modo su estrategia busca transferir la responsabilidad ejecutiva hacia arriba. Sin embargo, en declaraciones pasadas (recordemos que el juicio lleva ya 12 años) Mathov sí había reconocido la autoría de la orden que planteaba “desalojar” la Plaza de Mayo para cuidar el perímetro de la Casa Rosada, supuestamente en peligro.
Las tres fuerzas. ¿Qué fuerzas participaron del operativo desplegado? Es decir, a quienes se le dieron o transfirieron las órdenes. La discusión se centra en la presencia de Prefectura y Gendarmería en la reunión en que se ordenó el desalojo de la Plaza de Mayo. Mathov declaró no haber transmitido órdenes a esas fuerzas, sino sólo a la Policía Federal, y para explicarlo apeló a la dimensión de la mesa de la reunión: “No deben haber escuchado”. Según la información que maneja la querella no fue ésa la única reunión que mantuvo el ex secretario con altos mandos de las tres fuerzas de seguridad. Esa respuesta de Mathov no fue la única tibia de su declaración: ante una pregunta del Tribunal que cuestionaba por qué el ex presidente De la Rúa le había pedido que averiguase por medio de la policía si había muertos, Mathov respondió que “porque estaba más cerca”.
El Comité de Seguridad. ¿Se constituyó o no el Comité? Mathov dijo que no. En otra declaración menciona su conformación “de hecho”. La cuestión no es menor porque esa constitución tiene carácter decisional, y es responsabilidad de la Secretaría de Seguridad confeccionar su agenda. Mathov argumentó que no pudo existir Comité porque no asistieron los miembros necesarios que la ley indica: gobernadores o responsables de seguridad de las provincias. Y mostró actas de reuniones en 2006 y 2007 que intentan demostrar cómo era su protocolo de formación. La contradicción de la querella marca que, si hubo comité, hubo responsabilidad; y si no lo hubo, también, ya que era una facultad propia de la secretaría a cargo de Mathov. Además, sobre el punto de la protocolización, el presidente del tribunal, Martínez Sobrino, preguntó astutamente si sobre las tareas que le delegó el ex ministro Mestre constaba alguna formalización por escrito. Mathov respondió: “No, no vamos a plasmar una conversación en escritura pública”, en tono jocoso. Sin embargo, la pregunta apuntaba a cómo Mathov maneja a su beneficio la protocolización o no de las órdenes. Por ejemplo, sobre el control de la policía y su fiscalización operativa respondió: “Para que yo tenga esa responsabilidad, el ministro me la tendría que haber delegado y esas delegaciones no se hacen así nomás, se hacen por escrito, por acto administrativo”. Entonces: cuando le conviene, hizo falta protocolización; y si no, ¿para qué hacerla?
El contacto con la SIDE. Al preguntársele acerca de si tuvo algún contacto con el organismo de inteligencia, Mathov dijo que no más allá de una reunión con su entonces titular, Carlos Becerra. Sin embargo, el CELS señaló que, según el cruzamiento de llamadas que dejaron los peritajes, el celular de Mathov recibió una llamada de otro celular cuya titularidad pertenecía a la SIDE. No sólo eso, sino que habría al menos un llamado más de una sociedad anónima asociada a la inteligencia, la misma que llamó en tres oportunidades al ex jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, la madrugada del día 20. “Pregúntele a Santos”, fue la conclusión de este cuestionamiento.
Qué sabía. Mathov venía sosteniendo que él se enteró de los heridos en las manifestaciones el día 20, en horas de la tarde y por televisión. La madrugada del 19 Jorge Cárdenas ya había sido baleado en las escalinatas del Congreso, entre otros resultados de una represión que incluyó armas de fuego. El conocimiento que manejaba de los hechos es fundamental para entender la incidencia de lo que hizo y dejó de hacer. En la última audiencia confesó, ante una pregunta del Tribunal, que en una reunión pasada el mediodía con el ministro Mestre ya estaba enterado de la represión. La pregunta es entonces qué hizo ante esa información
Poder Judicial. Otro de los cambios de estrategia de Mathov fue transferir culpas al Poder Judicial a través de la figura de María Servini de Cubría, quien fue una de las juezas de primera instancia de esta causa. Mathov señaló que Cubría no pudo haber tomado su imputación, ya que fue partícipe de órdenes durante el día 20 de diciembre del 2001, por ejemplo a la comisaría 2°. El dibujo que trazó entonces es el de una conspiración en su contra, planteo que va en la línea de otras dos cuestiones que, dijo, ampliará en una segunda indagatoria: una interna policial y una teoría del complot para derribar al gobierno.

Muertos & Vivos

El abogado Borda plantea que De la Rúa, Mestre y Mathov, los tres cargos ejecutivos inculpados, “siempre funcionaron en bloque”. Hoy, mientras se estudia el sobreseimiento de De la Rúa y ya fallecido Mestre, la estrategia de Mathov cambió: “Nunca dijo que Mestre había dado la orden de evitar copamientos a la Casa Rosada: eso lo dice ahora”. Que los muertos contradigan a los vivos parece algo improbable. “Siempre había dicho que él había ordenado eso, pero que ´la orden fija un objetivo, no establece como hacerlo´. Después, cambió y negó tener conocimiento de nada. Ahora complejizo bastante su argumento. En 12 años fue rearmando la defensa”.
Aquella estrategia que planteaba que “la orden fija un objetivo” pero no define el ´cómo´ es una maniobra de un representante del Poder Ejecutivo para despegarse de homicidios concretos, que ahora Mathov debió cambiar. Es interesante este giro si lo leemos a la luz de los más de 12 años que tiene el proceso y que va en paralelo con discusiones que no son solamente jurídicas y que exigen avances en materia penal para cargos antes intocables. Así lo demuestran los juicios que investigan la muerte de Carlos Fuentealba, que trepa hasta Sobisch; la causa que recientemente negó el sobreseimiento a Mauricio Macri y otros funcionarios porteños por la represión en el Hospital Borda; y la del Parque Indoamericano, entre otras, que también investiga responsabilidades ejecutivas.

Negligencia o imprudencia

La figura que encuentra esta causa para encuadrar el accionar de Mathov durante el 19 y 20 de diciembre del 2001 es el carácter “culposo” de cinco muertes. Explica Borda: “La responsabilidad es culposa no porque esto es un accidente de tránsito o una mala praxis, sino porque conceptualmente al no poder acreditarse que De la Rua o Mathov dieron la orden de disparar a matar, nosotros planteamos que, sin embargo, eso no inhibe que se los puedan imputar a título de negligencia o imprudencia, como incumplimiento de sus deberes funcionales. No estamos discutiendo la responsabilidad política, estamos discutiendo si además es culpable penalmente. Por eso también se exige un nivel de precisión, de prueba y de requisitos para llegar a esa conclusión. La política es opinable y discutible; la penal, no. La sentencia penal fija un registro histórico”. Hacia allí va este juicio que, asegura Borda, ya ha servido para acercar jurisprudencia a los otros mencionados, que toman lo trabajado en este caso.
No se trata de ver a Mathov tras las rejas, o no sólo de eso, sino de definir límites a prácticas represivas estatales en materia de protesta social. “Quien debe hacer esto es el Poder Judicial. Es su responsabilidad. Y en la medida en que no le haga rendir cuentas a los funcionarios de eso, su poder se desdibuja”.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después

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Otro miércoles de marcha al Congreso, y una encuesta: ¿cuál es el pronóstico para el domingo? Una pregunta que no solo apunta a lo electoral, sino a todo lo que rodea la política hoy, en medio de una economía que ahoga: la que come en el merendero; el que no puede comprar medicamentos; el que señala a Trump como responsable; la que lo lee en clave histórica; y los que aseguran que morirán luchando, aunque sean 4 gatos locos. Crónica y fotos al ritmo del marchódromo.

Francisco Pandolfi y Lucas Pedulla

Fotos Juan Valeiro

El domingo son las elecciones legislativas nacionales pero también es fin de mes, y Sara marchó con un cartel que no necesitaba preguntas ni explicación: “Soy jubilada y como en un merendero”.

Tiene 63 años, es del barrio Esperanza –Merlo, oeste bonaerense–, y para changuear algo más junta botellas y cartón, porque algunos meses no le alcanza para medicamentos: “El domingo espero que el país mejore, porque todos estamos iguales: que la cosa cambie”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

El miércoles de jubilados y jubiladas previo a las elecciones nacionales de medio término –se renuevan 127 diputados y 24 senadores– tuvo, al menos, tres rondas distintas, en una Plaza de los Dos Congresos cerrada exclusivamente para manifestantes. Nuevamente el vallado cruzó de punta a punta la plazoleta, y los alrededores estuvieron custodiados por policías de la Ciudad para que la movilización no se desparramara ni tampoco avanzara por Avenida de Mayo, sino que se quedara en el perímetro denominado “marchódromo”. Un grupo encaró, de todas formas, por Solís, sobrepasó un cordón policial y dobló por Alsina, y se metió de nuevo a la plaza por Virrey Cevallos, como una forma de mostrar rebeldía.

Unos minutos antes, un jubilado resultaba herido. Se trata de Ramón Contreras, uno de los rostros icónicos de los miércoles que llegó al Congreso cuando aún no estaba vallado después de la marcha por el recorte en discapacidad, y mientras estaba dando la ronda alrededor del Palacio un oficial lo empujó con tanta fuerza que cayó al suelo. “Me tiraron como un misil –contó a los medios–. Me tienen que operar. Tengo una fractura. Me duele mucho”. La Comisión Provincial por la Memoria (CPM) presentó una denuncia penal por la agresión: “Contreras fue atacado sin razón y de manera imprevista”.

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

La violencia desmedida, otra vez, sobre los cuerpos más débiles y más ajustados por un Gobierno que medirá esa política nuevamente en las urnas. Jorge, de 69 años, dice que llega con la “billetera muerta”. Y Julio, a su lado, resume: “Necesito tener dos trabajos”.

Juan Manuel es uno de esos jubilados con presencia perfecta cada miércoles. Una presencia que ninguna semana pasa desapercibida. Por su humor y su creatividad. Tiene 61 años y cada movilización trae mínimo un cartel original, de esos que hacen reír para no llorar. Esta vez no sólo trae un cartel con una inscripción; viene acompañado de unas fotocopias donde se leen una debajo de la otra las 114 frases que creó como contraofensiva a la gestión oficialista.

La frase 115 es la de hoy: “Milei es el orificio por el que nos defeca Trump”. 

Elecciones: lo que ven y sienten los jubilados para el domingo y después
Foto: Juan Valeiro para lavaca.org

Muestra la lista que arrancó previo a las elecciones de octubre de 2023. Sus primeras dos creaciones:

  1. “Que no te vendan gato por león”.
  2. “¿Salir de la grieta para tirarse al abismo?”. 

Y elige sus dos favoritas de una nómina que seguirá creciendo:

Sobre el veto al aumento de las jubilaciones: “Milei, paparulo, metete el veto en el culo”.

Sobre el desfinanciamiento de las universidades: “Milei: la UBA también tiene las facultades alteradas”.  

Juan Manuel le cuenta a lavaca lo que presagia para él después de las elecciones: “Se profundizará el desastre, sea porque pierda el gobierno o porque gane, de cualquier forma tienen la orden de hacer todo tipo de reformas. Como respuesta en la calle estamos siendo 4 gatos locos, algo que no me entra en la cabeza porque este es el peor gobierno de la historia”.

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Sobre el cierre de la marcha, en uno de los varios actos que se armaron en esta plaza, Virginia, de Jubilados Insurgentes y megáfono en mano, describió que la crisis que el país está atravesando no es nueva: “Estuvo Krieger Vassena con Onganía, Martínez de Hoz con la última dictadura, Cavallo con Menem, Macri con Caputo y Sturzenegger, que son los mismos que ahora están con este energúmeno”. La línea de tiempo que hiló Virginia ubica ministros de economía con dictaduras y gobiernos constitucionales en épocas distintas, con un detalle que a su criterio sigue permaneciendo impune: “La economía neoliberal”.

Allí radica la lucha de estos miércoles, dice. Su sostenibilidad. Porque el miércoles que viene, pase lo que pase, seguirán viniendo a la plaza para continuar marchando. “Estar presente es estar activo, lo que significa estar lúcido”, define.

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Carlos Dawlowfki tiene 75 años y se convirtió en un emblema de esa lucidez luego de ser reprimido por la Policía a principio de marzo. Llevaba una camiseta del club Chacarita y en solidaridad con él, una semana después la mayoría de las hinchadas del fútbol argentino organizaron un masivo acompañamiento. Ese 12 de marzo fue, justamente, la tarde en que el gendarme Héctor Guerrero hirió con una granada de gas lacrimógeno lanzada con total ilegalidad al fotógrafo Pablo Grillo (todavía en rehabilitación) y el prefecto Sebastián Martínez le disparó y le sacó un ojo a Jonathan Navarro, quien al igual que Carlos también llevaba la remera de Chaca.

Carlos es parte de la organización de jubilados autoconvocados “Los 12 Apóstoles” y habla con lavaca: “Hoy fui a acompañar a las personas con discapacidad y me di cuenta el dolor que hay internamente. Una tristeza total. Y entendí por qué estamos acá, cada miércoles. Y sentí un orgullo grande por la constancia que llevamos”.

La gente lo reconoce y le pide sacarse fotos con él. “Estás muy solicitado hoy”, lo jode un amigo. Carlos se ríe, antes de ponerse serio: “Hay que aceptarlo, hoy somos una colonia. Pasé el 76 y el 2001, y nunca vi una cosa igual en cuanto a pérdida de soberanía”. De repente, le brota la esperanza: “Pero después del 26, volveremos a ser patria. Esperemos que el pueblo argentino tenga un poquito de memoria y recapacite. Lo único que pido es el bienestar para los pibes del Garrahan y con discapacidad. A mí me quedarán 3, 4, 5 años; tengo un infarto, un stent, así que lucho por mis nietos, por mis hijos, por ustedes”.

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Carlos hace crítica y también autocrítica. “Nosotros tenemos un país espectacular, pero nos equivocamos. Los mayores tenemos un poco de culpa sobre lo que ocurrió en las últimas elecciones: no asesoramos a nuestros nietos e hijos sobre lo que podía venir y finalmente llegó. Y en eso también tiene que ver la realidad económica. Antes nos juntábamos para comer los domingos, ahora ya no se puede. No le llegamos a la juventud, que votó a la derecha, a una persona que no está en sus cabales”.

Remata Carlos, antes de que le pidan una selfie: “Nosotros ya estamos jugados pero no rendidos. Estos viejos meados -como nos dicen- vamos a luchar hasta nuestra última gota. Y cuando pasen las elecciones, acá seguiremos estando: soñando lo mejor para nuestro país”.

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