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El verdurazo: la colonia agroecológica de la UTT en Jáuregui
En Jáuregui, Luján, funciona una colonia de la Unión de Trabajadores de la Tierra. Es la mayor unidad agroecológica del conurbano. Produce frutas y verduras que se venden más baratas que en el mercado. Familias que viven y ganan mejor, con trabajo genuino y sin venenos. Datos para el presente y el futuro de la alimentación. Esta crónica fue publicada en la edición 124 de MU. ▶ SERGIO CIANCAGLINI
Si desde la macrocefalia porteña se quiere ir hacia donde nacen maravillas alimenticias como kale, calabaza, acelgas, lechuga crespa, rúcula y toda clase de verduras más baratas que las del mercado convencional, y cultivadas, curiosamente, sin venenos, una posibilidad es atravesar la psicosis del tránsito, luego tomar una autopista igual a todas donde aparecen peajes seriales a precios galácticos y se gasta nafta de valores arangunísticos, mientras en la radio balbucean operaciones políticas llamadas “información”, cuentan chistes malos y anuncian que llueve aunque se ve el cielo cada vez más celeste y con sol y, tras unos 80 kilómetros hacia el cercano oeste, llegar a un lugar en la Ruta 5, km 72, en Jáuregui, Luján.
Entonces cambia el ambiente. Se va por un camino que bordea una fábrica y luego atraviesa una tranquera abierta, y otra, hasta llegar a un paisaje boscoso en el que hay un edificio antiguo y ocre que alguna vez fue psiquiátrico, instituto y cárcel de mujeres, cuyos terrenos son hoy parte de la mayor unidad productiva agroecológica que existe en ese universo llamado conurbano bonaerense.
Franz Ramos prepara una carretilla donde hay perejil, espinaca, cebolla de verdeo y remolacha blanca. Sus vecinos y compañeros preparan también lo suyo para los bolsones que vende la Colonia Integral de Abastecimiento Urbano que tiene doble nombre: 20 de abril-Darío Santillán.
La Colonia integra la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) gremio de productores hortícolas que reúne a unas 10.000 familias en todo el país y ha ganado fama a través de sus cuatro Verdurazos en Buenos Aires. En abril, por ejemplo, regalaron 30.000 kilos de verduras a miles de personas que hicieron cola en Congreso, para visibilizar un problema que podría ser gastronómico pero también es social, productivo, político, de vivienda, de ciudadanía, de salud y/o alimenticio: qué clase de realidad nos hacen tragar.

Foto: Nacho Yuchark.
La sorpresa de la lechuga
Hay música de pájaros y árboles enormes. Detrás del instituto que se llamó Ramayón Valdivieso hay además una iglesia en receso por donde hoy corretean niñas y niños de la Colonia. En una pared del edificio principal pintaron: “Tierra, Trabajo y Cambio social”. Más allá están las plantaciones agroecológicas.
Miguel Reyes es uno de los históricos de la UTT. Nació en Ledesma, Jujuy, y hace ya 32 años migró a la zona hortícola de La Plata. Tiene cuatro hijos. “Siempre me dediqué a cultivar verduras, pero todo fue muy difícil”. A su lado Franz Ramos, boliviano nacido en Tarija, instalado hace 29 años aquí, siete hijos, agrega: “La situación en La Plata era malísima, un trabajo esclavo porque teníamos que alquilar la tierra, trabajar sin parar, y no nos quedaba prácticamente nada”.
Miguel integraba una asociación de pequeños productores. “Pedían mercaderías y materiales al gobierno. Pero en 2010 conocí la UTT donde planteaban pelear por la tierra. Esa mentalidad me gustó”, cuenta Miguel: “Eran unas ocho personas nomás, así que le dije a mi concuñada, a mi cuñada y nos metimos”. Conoció a Nahuel Levaggi, que recuerda sobre aquel 2010. “Yo ve – nía del Frente Darío Santillán, y había armado una cooperativa de trabajo para que compañeros de la ciudad pudieran trabajar en el campo. Conocí a quinteros de La Plata y la situación por la que estaban pasando al tener que alquilar pequeñas porciones de tierra para poder vivir de eso. Y nació la idea de la UTT”.
Miguel: “Pedíamos algo muy claro: créditos blandos para comprar nuestra propio lugar”. En 2014 hicieron un acampe junto al Parque Pereyra Iraola. “Estuvimos tres días. Nos dijeron: ‘Acá no les podemos dar tierras’. Créditos tampoco había. El gobierno de Nación (a través de Desarrollo Social) planteó que iban a darnos tierras fiscales pero en la Patagonia, para criar animales. Nosotros les decíamos: ‘Lo que sabemos es cultivar verduras, tenemos animalitos para consumo nuestro, pero somos horticulores y quinteros’”.
Surgió en la UTT la idea de presentar un proyecto de producción agroecológica para acelerar la entrega de tierras en desuso. “Pero pensábamos: ¿cómo vamos a producir sin venenos? Si con venenos no alcanzamos a producir bien, sin venenos va a ser peor”, cuenta Miguel, quien habló con Nahuel, quien a su vez conocía la experiencia agroecológica a través de movimientos como Vía Campesina. Comenzaron los contactos con ciertos funcionarios de la secretaría de Agricultura Familiar, del INTA, y la opción agroecológica empezó a crecer.
“Yo todavía alquilaba una hectárea en La Plata y en una parcela, para probar, cul – tivamos lechuga sin venenos. Y la lechuga salió así”, dice Miguel expandiendo los brazos en proporción a su sonrisa. “De no creer, era espectacular por la cantidad y la calidad de verduras. Además hice acelga, puerro, verdeo”.

Foto: Nacho Yuchark.
Segundo descubrimiento: “Era bueno económicamente, porque no gastaba en el veneno. El problema es que yo lo quería mandar al mercado, pero los camioneros no me querían recibir la verdura porque no tenía veneno. Uno solo, el que la vio y la probó, me venía a buscar siempre. Ahí empezamos a pensar en los bolsones para vender directamente nosotros”.
El proyecto de la UTT estaba presentado. Les insinuaron dos lugares posibles, Campana y Jáuregui, para cederles en comodato (una especie de préstamo del lugar): “En Campana hubo resistencia de los vecinos a que nos dieran tierras, y quedaba abierta la posibilidad de venir acá”.
La respuesta estatal era levemente aceitosa: “Decían que ya estaba todo, pero que no, que faltaba un papel, que tal firma, que tal sello”. El 20 de abril de 2015, con calma, con sus pertenencias y con sus familias, un grupo de productores se instaló en el predio de Jáuregui a esperar que los trámites buro – cráticos se aceleraran. En agosto de ese año las inundaciones azotaron a Luján, y la UTT se hizo presente con alimentos para los afectados. Franz: “El ministerio seguía sin resolver nada, así que nos metimos en Desarrollo una semana completa para noso – tros mismos llevar y traer los papeles”. Miguel ríe mirando los árboles: “Hacíamos de cadetes entre Desarrollo y Agricultura para que terminaran los trámites”.
Trabajo, alimentos y precios
En diciembre de 2015, mientras la gestión kirchnerista se iba y llegaba la macrista, se concretó el comodato. Rosalía Pellegrini, de la UTT, dijo ese día: “Los gobiernos cambian pero las organizaciones quedan”. El predio tiene 84 hectáreas de las cuales se pueden cultivar 54, porque el resto es reserva de bosque. El proyecto de la Colonia es llegar a 54 familias, una por hectárea, con producción agroecológica. Hasta ahora son 14 las familias que producen, porque para hacer funcionar el resto de las hectáreas les hacen falta instalaciones eléctricas y moto – res para bombear el agua.
El proyecto de la UTT plantea entre otras cosas:
“Se beneficia a las familias de productores, inmediatamente impacta generando un ordenamiento territorial, impacta sobre el precio de la renta (ya que se retiran del mercado 50 familias), se generan instancias de comercialización con precios populares, y se transita hacia una forma de producción amigable con el medio ambiente y los consumidores, por lo que de a poco se va transformando el modelo de agronegocio hacia la soberanía alimentaria”.
Trayendo la historia a tiempo presente, la producción de la Colonia y de otros horticultores más dispersos de la UTT permite que hoy ofrezcan bolsones de 5 kilos de verdura agroecológica de estación a 180 pesos, y de 7 kilos a 210 pesos. Promueven la formación de grupos de consumidores que pueden reducir aún más los costos al comprar en cantidad.
Las variedades de verduras propuestas son, para junio: puerro, rúcula, radicheta, kale, acelga, perejil, brócoli, lechuga, hinojo, repollo, akusay, verdeo, espinaca y tomate (los contactos se hacen en Facebook buscando Almacén de Ramos Generales UTT).
Además los bolsones se encuentran en ferias como la de la Facultad de Agronomía de la UBA (el segundo sábado de cada mes), o en los propios almacenes de ramos ge nerales de la UTT en Luis Guillón, Berazategui, San Vicente y Domselaar. El tercer sábado de cada mes se hace feria en la propia Colonia de Jáuregui. Esperan pronto abrir un almacén de ramos generales en la Capital Federal, una verdulería agroecológica al revés que las convencionales: alta calidad y bajo precio.

Foto: Nacho Yuchark.
Mauro Fernández es uno de los productores de la Colonia, boliviano criado en la Argentina, y vive en una de las casas que fueron parte del Instituto: “Con los remedios y los agrotóxicos te estás matando vos solo. Yo produzco morrón, berenjena, zanahoria, puerro, rabanito, esas cosas. La diferencia de la verdura es enorme en el color y el gusto. Y además estamos mejor nosotros, gracias a Dios. Lo que queremos de todos modos es que nos den créditos para comprar nuestro pedazo de tierra y estar tranquilos”.
Su vecino es Martín Rivero, siete hijos. “En La Plata yo no tenía mi tierra, y trabajaba obligado a sacar producción para el dueño. Esto es mucho mejor. Nos manejamos nosotros mismos. ¿Económicamente? No tengo plata para tirar para arriba, pero muy mal no estoy”. Sus hijos van a los colegios de la zona, y el propio Martín está terminando el primario en la escuela rural de la Colonia. Tiene decenas de gallinas ponedoras, y la chancha parió ocho lechones.
Fidel, la salsa y los perros
El cubano Víctor Pileta –Vitico para todos- es veloz cuando habla, cuando piensa y cuando camina. Mientras recorremos los cultivos de la Colonia cuenta que cada familia paga por su agremiación a la UTT 1.500 pesos mensuales y, por bolsón vendido, reparte 30 pesos para el comercializador, para la Colonia y COTEPO (Consejo Técnico Popular), el área de la cual el propio Vitico forma parte como ingeniero agrónomo, asesorando a los productores en el manejo agroecológico.
Vitico está en la Argentina desde hace 25 años y se le mezcla el acento cubano con los giros argentinos. “Me recibí en La Habana. En Cuba tuvimos el período especial y el bloqueo, y aquí está Macri. El cubano no se metió en agroecología por ser un iluminado, sino porque no le quedaba otra: ya no se podía importar químicos. Lo interesante de Macri es que también van a tener que adoptar esto, porque la producción de verduras en lugares como La Plata ya es inviable por los costos. ¡Pero mira el kale!”.
Señala sin detenerse una planta de un verde increíble, y cuenta que al kale lo llaman la reina de las verduras porque tiene tanto calcio como la leche, tantas proteínas como la carne, pero ninguna de sus contras “y los gringos le dicen kéil y la hacen frita… y mira lo interesante del policultivo que hacemos que es una estrategia porque no te lleno de tomate el campo, sino con familias que luego rotas. Bulbo, hoja, fruto: donde puse un bulbo como la cebolla o la batata, luego pongo un fruto como el tomate o el morrón. Y ahí están las franjas de brócoli, berenjena, remolacha blanca y roja”, dice. Los ojos porteños empiezan a percibir colores insólitos y los pulmones respiran algo fresco que no parece ser monóxido de carbono.
Retoma Vitico esquivando charcos y señalando todo: “La maleza para mi es una bieneza. Nos vendieron que la gramilla es maleza que compite con esa berenjena que tienes ahí, pero es al revés: conserva la humedad, moviliza los nutrientes, pero las empresas y las universidades dicen que hay que matarlas. No entienden, niegan la vida, y te dicen que debes tener todo limpito y deshierbado cuando en realidad estás creando corredores biológicos para que los bichos no te coman tu berenjena, y por eso el policultivo te defiende”.
Miguel lo explica así: “El monocultivo lo hacen en cantidad, por eso precisan el veneno para matar todo lo demás. El policultivo es menos cantidad pero más variedad de cada cosa”. Sobre gustos no hay nada escrito, dicen, pero se sabe que la verdura convencional tiende a ser como el viejo bolero de Palito Ortega: sabor a nada. Lo agroecológico en cambio es puro sabor, pero la dificultad, explica Vitico, suele ser estética. “Te exigen que todo sea del mismo tamaño y color. La berenjena puede estar muy bonita pero llena de veneno. Y una planta con mordedura de un insecto, tal vez sea la màs rica y la más sana”. Franz: “No hay que guiarse por la lindura”.
Vitico muestra una calabaza, se enoja por la falta de electricidad y anuncia en cubano puro: “Esto no hay quien lo arregle, pero tampoco quien lo tumbe”. Se lo ve apasionado por lo que hace y agradecido por tener lugar en la Colonia. “Porque además estamos haciendo nuestros propios bioinsumos”, dice rumbo a un galpón al que llaman La Fábrica, lleno de grandes recipientes con fermentos y preparados, para que Vitico hable de hongos, fosfito, melaza, esporas de microorganismos celulolíticos, extractos de ajo, bosta y rumen de vaca, sales minerales, polvo de roca, y de cómo esos bioinsumos sumados al policultivo ayudan a fertilizar el suelo y alejar plagas como la mosca blanca que azotan a los productores convencionales.
¿Cuál es el costo de este arsenal biológico y de reciclado? El ingeniero Vitico recalculando: “Dos mangos. Y todo es mejor, más eficiente y más sano que lo que te venden en una semillería a 800 pesos por cinco litros de porquerías. Acá con medio litro de bionsumo hago hectáreas y hectáreas”. El ingeniero Carlos Carballo, inspirador de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UBA, ha calculado que cada productor convencional gasta 400.000 pesos anuales por hectárea. A la inversa, el potencial agroecológico muestra que en solo una hectárea se pueden producir las verduras que anualmente consumen 125 familias.
Diagnóstico de Vitico: “Nos engañaron con el kit tecnológico. Pero a la vez, no puedo experimentar con la plata del campesino, entonces el acompañamiento es para armar un sistema que sea útil y que manejes en el tiempo. Y hacemos otra cosa: que los propios campesinos sean luego los que enseñan a los nuevos cómo encarar esto”. Sobre el factor salud, los más recientes estudios de la Universidad de La Plata muestran que un 65% de verduras elegidas al azar en verdulerías porteñas y platenses presentan restos de al menos un plaguicida que se acumula en el cuerpo de quien consume, con efectos que pueden desencadenarse a mediano o largo plazo. Vitico: “Nuestros más fieles clientes son los que tienen cáncer, o familiares con cáncer. Ahí todo se entiende clarito”.
Vitico propone una mirada: “Todos deberían volcarse a esto porque funciona, no tienes gastos de insumos, y por eso es la liberación, es tu independencia. En Cuba se está hablando de autogobiernos locales a partir de la producción de alimentos, y de comunidades que pueden liberarse del peso del Estado. Y a la vez el Estado tendría que brincar de alegría: se saca de encima familias que trabajan, producen y viven por ellas mismas”.
Sostiene Vitico que en estas cuestiones hace falta apelar a un elemento en desuso: “Mire usted, una pizca de sentido común muchas veces vale más que una biblioteca. Y cuando pierden sentido común, los países se van imagine usted a dónde”. El ingeniero está encarando un nuevo proyecto en mataderos de La Matanza, para reciclar a gran escala la bosta de animales, y por qué no humanos, para realizar compost que sirvan para fertilizar suelos y cultivos. Es un punto culminante de la idea agroecológica, en la cual nada se pierde, todo se transforma.
Breve biografía vitiquera: “Me fui hace 25 años de Cuba pensando que Fidel era lo peor. Estaba agusanado, enojado, quería quemar al partido. Veía que viajaba a Cuba un argentino que vendía diarios, tenía un secundario mal hecho y el tipo iba por todo el mundo. Y yo con títulos, idiomas, ¿qué hago, boludo? Quería mojar el mundo. Llegué aquí en pleno menemismo regalando el país, como sucede ahora. Y conocí a los que no viajaban, la gente de las villas, los barrios, esa pobreza, ese capitalismo que te parte en dos y que condena a tantas personas. Empecé a ver que todo, allá y acá, era más complejo”. Cuenta que hoy, cuando viaja a Cuba, la gente no le cree. “Me dicen que no puede ser que en Cuba haya mejor alimentación que aquí”.
El ingeniero Pileta no encontró en la agronomía argentina otra cosa que venta de venenos de multinacionales. “Lo que yo sabía no me sirvió hasta que lo pude aplicar en los últimos años. Pero entonces me dediqué a cocinar, hacía peluquería para perros – hasta en Recoleta- y daba clases de baile”. ¿Buen bailarín? “No”, ríe Vitico, “pero en el país de los ciegos el tuerto es rey. Lo que pasa es que aquí hay mucha gente sin sentido común. ¿Cómo pueden querer bailar salsa sin haber pasado por el son? Me pagaban para enseñar, y enseñé. Lo de los perros era algo que también aprendí en La Habana cuando mi mamá me regaló un caniche y estudié cinología, la ciencia de las razas de los perros. Hay que vivir ¿no?”.
Con todo ese bagaje Vitico resume que lo suyo fue “brincar, bailar, cocinar, peinar y remar como un hijo de puta”, a lo que agregó una ayudantía en Agronomía y finalmente un cargo en Agricultura familiar donde pudo potenciar sus conocimientos trabajando junto a movimientos campesinos y de productores. “Hace unos meses me quedé sin trabajo en la Secretaría y aquí me dijeron ‘te quedás con nosotros’. Tengo un techo y estoy desde el primer día en la parte técnica, que tiene un potencial enorme si podemos resolver una clave para que no se caiga todo esto: la comercialización”.
El infarto de Hipócrates
En la Colonia no dejan de imaginar una posible clave de comercialización: “Que el Estado compre estos alimentos sanos para escuelas, hospitales, geriátricos”. Como son personas más de hacer que de ilusionarse, siguen adelante con los proyectos de comercialización en redes, la creación de almacenes de venta directa al público. La UTT como parte de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) planteó en la Marcha Federal la necesidad de una ley de protección de la Agricultura familiar.
“Hemos planteado también, a partir de los Verdurazos, que se dicte una Ley de Acceso a la Tierra” explica Nahuel Levaggi. La UTT fomenta los proyectos agroecológicos, pero hay una prioridad relacionada con el acceso a la tierra de productores familiares que están en una crisis cada vez mayor más allá de cómo produzcan.
- La UTT, integrada por unas 10.000 familias, estima que 200.000 pequeños productores, con apenas el 13% de la tierra, cultivan el 60% de los alimentos que se consumen en el país.
- Más del 70% de ellos no tiene tierra propia sino que alquila.
- Se van a transferir este año, al campo concentrado, 145 millones de dólares (entre créditos por la sequía y la baja de retenciones a la soja) y nada a pequeños productores, que sufren aumentos del 100% en alquileres, 150% en insumos para producir, y 500% en electricidad. Franz ejemplifica: “En noviembre nos vinieron 7.000 pesos por tres motores. Pasamos a usar solo uno, para ahorrar, y nos vinieron 39.000”.
- La propuesta de la UTT en números para un Procrear Rural explica que, por ejemplo, con unos 100 millones de pesos (más inflación de los últimos meses) se podrían adquirir 500 hectáreas para 500 familias, capaces de producir verduras para 62.500 familias por año (250.000 personas). Se trata de créditos que cada familia podrá devolver al no tener que pagar ya un alquiler.
Agustín Suárez, de la UTT: “Se encara así un tema productivo, y a la vez de vivienda. El proyecto de Ley que presentó el diputado Leonardo Grosso tiene apoyo de radicales, de Graciela Ocaña del PRO y también de los partidos de oposición”. Levaggi: “Estamos tratando de cerrarlo con el oficialismo, porque de última es el que va a tener la posibilidad de aplicarlo. Para nosotros se trataría de comprar campos de 80 ó 100 hectáreas, y que las familias se integren en colonias. Si unas decenas de familias lo logran, ya sería una victoria porque algo así nunca pasó en el país”.
Esa posibilidad, cree Levaggi, facilitaría también los procesos de transición hacia la agroecología de la gran masa de productores convencionales: “Le ponemos todas las fichas a eso. Como algo técnico, porque es una práctica que hoy es minoritaria, pero no para de crecer y es exitosa. Pero además lo agroecológico trae una mirada política y sobre el modelo productivo dependiente de las multinacionales. No podemos hablar de Soberanía Alimentaria con insumos de Monsanto. La cantidad de plata que pierden los productores en agrotóxicos es atroz y ahí está uno de los caballitos de batalla para que cada vez más compañeros se pasen a lo agroecológico”. Agustín completa: “Ganás más dinero, vivis mejor, no te contaminás ni contaminás a tus hijos”.
Para apoyar la comercialización se agrega la creación del Sistema Participativo de Garantìas promovido por la CALISA en la Facultad de Agronomía. Carlos Carballo: “Se organizó un Consejo Asesor que garantiza el proceso de producción agroecológica, para que el consumidor sepa que no sólo es una producción sana, sino que también promueve el asociativismo, la comunidad, los territorios y más igualdad de género, además de la salud”.
El ingeniero Pileta cree que hay algo médico en todo esto: “Hipócrates decía ‘que tu alimento sea tu medicina’. Pero hoy el alimento es tu desgracia. Si despertara, le daría un infarto” (o tendría que aprender a peinar perros). Sigue Vitico: “¿Querían producción a escala? Aquí la tienen. Y esto puede multiplicarse al infinito”, anuncia mirando los surcos de colores, llenos de producción, de fertilidad, y de bienezas.

Foto: Nacho Yuchark.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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