Nota
Fuera
Tres razones para exigir la renuncia de la ministra que más eludió las responsabilidades que tiene el Estado ante la denuncia de una desaparición forzada. ▶ POR CLAUDIA ACUÑA
1.
La desaparición forzada es un delito de lesa humanidad. El que comete ese delito es el Estado. Eso es lo que tiene que investigar el Estado argentino desde el 1° de agosto, cuando se presentó el habeas corpus que denunciaba la desaparición de Santiago Maldonado.
Toda investigación sobre una desaparición forzada es presunta. Es decir, no tiene que estar probada al momento de presentarse el habeas corpus para que el Estado responda como está obligado, según las convenciones que suscribió y lo obligan a seguir un procedimiento determinado. El principal: apartar a todos los funcionarios involucrados en el hecho que se denuncia. No lo hizo hasta hoy. Los gendarmes y el jefe de gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, siguen en funciones. Apartarlos hasta que aparezca Santiago Maldonado no es una opción: es una obligación. La ministra de Seguridad Patricia Bullrich es responsable de no cumplirla.

Artistas, integrantes de sindicatos y periodistas acompañan en esta foto a Nora Cortiñas, madre de Plaza de Mayo, para exigir la renuncia de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Foto Lina Etchesuri
2.
La desaparición forzada implica tres cosas: desaparecer a la persona, negar esa desaparición y ocultar o manipular la información que permita determinar el paradero de la persona desaparecida. En las tres está implicada la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.
La desaparición: Su jefe de gabinete, Pablo Noceti, estuvo presente en el operativo represivo que culminó con la desaparición de Santiago Maldonado. Dijo en el Senado de la Nación la ministra: “Noceti pasó por el lugar a las 12.30. Se bajó del auto, saludó a la Gendarmería y siguió viaje. Iba a Esquel. No participó del operativo, no dio órdenes”. Las declaraciones de los jefes de Gendarmería y los testigos del operativo desmienten esa versión. Noceti hizo algo más que saludar, pero su participación hasta hoy es uno de los puntos más oscuros de la desaparición de Santiago Maldonado y ese agujero negro está relacionado con la escasa voluntad del ministerio a cargo de Bullrich en esclarecer su participación.
La negación: Bullrich negó la desaparición forzada de Santiago Maldonado, incluso después de que así fuera caratulada la causa. “En Argentina desaparecen personas todos los días”, relativizó. Luego, sus operadores intentaron confundir a la opinión pública alegando que era necesaria la existencia de un “plan sistemático” para que se aplicara esa figura. El Estado argentino sabe que no es cierto: ya fue condenado por ese delito en el caso de Iván Torres.
El ocultamiento y manipulación: la ministra Bullrich envió a uno de sus funcionarios a Esquel para interferir con información sesgada la investigación judicial, que filtró generosamente a la prensa adicta. Ese funcionario participó, además, en la investigación judicial, como el allanamiento a la comunidad mapuche que tuvo esposado durante 12 horas al principal testigo. Si había en esa comunidad alguien con miedo a declarar, la imagen de ese testigo maniatado en el suelo, sin comer ni tomar agua, expuesto al frío durante 12 horas, representó algo más que una arbitrariedad: fue un mensaje. No fue esa la primera vez que la ministra Bullrich desalentó peligrosa y brutalmente el aporte de testimonios a la causa. Fue su voz la que expuso en el Senado el nombre, apellido y dirección de un testigo protegido que ella tenía la obligación de resguardar.
La disparatada hipótesis del puestero acuchillado, los agites mediáticos de noticias que desinformaban sobre la supuesta presencia de Santiago en diferentes puntos del país o en Chile (y que llevaron al dislate de allanar una peluquería en la provincia de San Luis, sin que medie un mínimo chequeo por parte de las fuerzas de seguridad que comanda Bullrich) son apenas algunos de los muchos recursos que se destinaron a desperdiciar la acción judicial en días cruciales para la investigación. Así, se perdió tiempo. Un tiempo irremplazable, crucial y definitivo para encontrar a Santiago Maldonado.

Tapa de MU de octubre en kioskos.
3.
Para determinar el grado de responsabilidad que tuvo la ministra Bullrich en la desaparición, negación y ocultamiento o manipulación de información que permita esclarecer qué pasó con Santiago Maldonado, hay tiempo. La sociedad argentina ha demostrado que su memoria es larga y su capacidad de reclamar justicia, infinita. El tiempo que se perdió fue clave para encontrar a Santiago y, definitivamente, es el tiempo de Bullrich como ministra. “Me la banco yo”, admitió Bullrich.
Que así sea.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
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