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Ganó Trump, ¿y ahora?

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Entrevistado por lavaca, Raúl Zibechi analiza por qué ganó Donald Trump. Quiénes son sus votantes. La fractura de la clase dominante. La brecha entre ricos y pobres, blancos y latinos. La debacle de EE.UU como potencia. Las internas en el FBI. Los factores sorpresa. El reordenamiento geopólitico mundial. Cómo impacta en América Latina. Y la oportunidad que se abre: “Quizá nos demos cuenta así que no se llega  a una situación mejor votando cada 4 años: se llega poniendo el cuerpo. Y lo que nos dice esta elección es eso: vamos a tener que poner el cuerpo. Algo que para muchos estaba olvidado”.
¿Por qué ganó Donald Trump?
Trump es consecuencia de la crisis del 2008 y de dos décadas de globalización. Ambos hechos crearon un empobrecimiento de los trabajadores y de la mayoría de la población de los Estados Unidos. La globalización promovió que muchas fábricas cerraran y fueran a instalarse en China, o en México, o en otros países de Asia donde hay salarios más baratos. Y todo el cinturón industrial de Estados Unidos se vino abajo. Y la crisis de 2008 provocó que millones de personas se quedaran sin casa, sin infraestructura digna, con un fuerte deterioro de los servicios educativos y de salud; de las carreteras, de las calles. Y la brecha de ingresos entre los más pobres, las clases medias y los más ricos, creció. Bajo el gobierno de Obama, la brecha entre ricos y pobres creció; la brecha entre los latinos y los blancos creció. Y sólo se enriqueció el 1%. Ese es el fenómeno que representa Trump: la rabia contra el 1%. La nueva derecha machista y racista recoge la rabia de los millones perjudicados por el sistema.
¿Cómo mirar la elección en perspectiva de lo que pasó estos últimos años?
El telón de fondo de este proceso es el declive de los Estados Unidos como potencia hegemónica. En el 45, cuando termina la Segunda Guerra Mundial, el 50% de todo lo que se producía en el mundo venía de Estados Unidos: coches, heladeras, electrodomésticos, todo. Hoy es menos del 20%. Y básicamente la potencia económica de Estados Unidos, que es importante, se mantiene por el sector financiero y de servicios. Pero ha sido superado en todos los sectores productivos por otros países, como China. Incluso en las tecnologías de punta. Desde hace 5 o 6 años las supercomputadoras más veloces del mundo son chinas. En todos los sectores de vanguardia – trenes de alta velocidad, energía solar y eólica- Estados Unidos quedó desplazado. Y ese es un tema que está en el trasfondo del triunfo de Trump.
Se habla mucho del factor sorpresa.
El verdadero factor sorpresa es que las elecciones Estados Unidos no sólo desnudan un fracking en la sociedad estadounidense, sino que además visualizan el brutal deterioro de los medios de comunicación que habían apostado –como representantes del 1%- a Hillary Clinton y se equivocaron. Aseguraron que iban a ganar, hicieron una guerra sucia contra Trump. Trump es un machista, racista, violento, grosero, es un tipo horrible: pero lo acusaron de cosas que no se sabe si son ciertas. Yo no tengo dudas, Trump es posible que haya hecho todo lo que dicen de él, pero de todos modos es una guerra sucia. El The New York Times y el Wall Street Journal llegaron a decir que Trump era el candidato de Putin. Un disparate. Ese es un elemento.
¿Y el otro?
El FBI. El FBI entró en crisis interna porque no le dejaron destapar los miles de mails de Hillary Clinton, tramposos, mostrando su connivencia con elites financieras de Arabia Saudita y otros sectores. Los obligaron a tapar el hecho, y hubo una rebelión dentro del FBI por este manejo sucio que hicieron los Clinton de todos sus correos. Hillary tenía, cuando fue ministra, un servidor propio que eludía los servidores oficiales de Estados Unidos y con ellos se conectaba con las élites de Israel, Arabia Saudita; pergeñaba políticas por fuera de la institucionalidad estadounidense. Y eso se lo querían cobrar, pero no lo permitieron. Esos son para mí los factores sorpresa, que no estaban previstos: el brutal descrédito de las instituciones de Estados Unidos; la bronca de las mayorías, que no solo se ve en el voto a Trump, sino que se vio en el apoyo a Bernie Sanders en la interna democrática, que logró casi la mitad de votos, y estuvo cerca de desplazar a Hillary. Ya se venía venir una profunda rabia de los estadounidenses contra el 1%, que es el sector financiero y Wall Street.
¿Cómo es el votante de Trump?
Es un votante nostálgico de los buenos tiempos de Estados Unidos. También hay gente que rechaza el sistema, quizá desde una posición conservadora, como pasó en Inglaterra con el Brexit, como va a pasar en Francia con los votantes de Le Penn: gente que está cansada de que le tomen el pelo. No todos son votantes como los presentaron los medios hegemónicos: blancos, machistas. Hay de esos, sin duda, pero hay gente común también que no quiere que Wall Street siga mandando en Estados Unidos. Que le preocupe más a las élites yanquis derribar al gobierno de Siria, que hacer mejores servicios de salud y educación. Hoy Estados Unidos, en el mundo, está en el lugar 38 en cuanto a  esperanza de vida. Ha sido superado por Costa Rica; por supuesto por todos los países del norte europeo. Estados Unidos es un país que hoy se parece más, desde el punto de vista social, a los países que están mejor de América Latina –Costa Rica, Chile, Uruguay- que a lo que fue la superpotencia de los años 50 y 60, en la que todo funcionaba perfecto. Hoy los aeropuertos y las carreteras están mal. ¿Por qué? Porque se gasta mucho en sostener las 850 bases militares estadounidenses que hay en el mundo; los 11 portaaviones; ese ejército brutal que interviene en todo el planeta. A los votantes no los irritó que fuera machista, misógino, racista: lo que les interesó es que Trump quiere hacer las paces con Rusia, quiere dedicar menos dinero a la intervención en el mundo y más dinero a resolver los problemas internos. Yo no sé si realmente va a hacer eso, o si lo van a dejar, ya que sin guerra el 1% puede venirse abajo. Pero esa es la razón de que ganó tantos votos.
Tanto en las elecciones de Brasil como en las de ahora de EEUU se ve una baja participación electoral: menos gente va a votar. Parece que pocos eligieran por muchos. ¿Cómo fue en este caso?
En Estados Unidos históricamente vota la mitad de la población, o de los habilitados para votar. Aquí votaron poco más de 100 millones. La participación fue baja y mucho menor que la esperada en el caso de los latinos, que se supone que es el sector más castigado por Trump. Y previsiblemente, una parte de los que votaron a Sanders no votaron a Hillary. El otro día la actriz Susan Sarandon salió a decir: “yo no voto por la vagina, porque sea mujer no la voto a Hillary”. Hillary, además,  hizo un feminismo para élites. Pero hay mucho de eso en las votaciones. Yo creo que el porcentaje de abstención fue más o menos igual a las otras elecciones.
¿Esta elección produce un reordenamiento geopolítico?
Ahonda la fractura existente en las clases dominantes del mundo, que hoy están divididas. Cuando digo clases dominantes no solo hablo de los conservadores: una parte de esa clase es progresista. Hoy esas clases dominantes están fracturadas. Y creo que el triunfo de Trump agudiza esa fractura. En algunas partes del mundo eso se va a notar mucho, como en Oriente Medio, en relación a Rusia y probablemente en América Latina. Lo que está surgiendo es una nueva derecha, más militante que la anterior. Pero la clase dominante no atina a resolver unificadamente los temas fundamentales. Para quienes son antiimperialistas, esta fractura que se produce en el imperio y en las clases dominantes es algo positivo, porque hace que la dominación se haga más inestable. Tenemos más posibilidades.
Dentro de esa clase dominante, ¿qué sector representa Trump?
No es claro. Probablemente representa a un sector que no sea ese 1% súper concentrado. Esas fracturas que hay en la clase dominante, sobre todo en el imperio, tienen que ver con cómo operar en el futuro. Si negociar con los países emergentes, con las clases populares, que era un poco lo que representaban Lula y Cristina: el progresismo. Negociar con Rusia, China, India, o enfrentarse y aniquilarlos. Entonces, esa fractura nos engatusó durante muchos años. Y ahora, cómo se dice vulgarmente, la cosa es: al pan, pan y al vino, vino. Ante ese viraje es importante asumir la realidad que tenemos y afrontarla: no es otra cosa que lo que hemos venido haciendo los sectores populares desde siempre. Lo que pasa es que desde los medios se vende un discurso, que no es más que un discurso. El discurso que plantea que Trump es horroroso y que Hillary favorece a los de abajo, que es amiga de las buenas causas. Pero son discursos. La situación, en resumen, es que la dominación atraviesa un momento de mayor inestabilidad.
¿Cómo impacta esto en América Latina?
La primera prueba para Trump va a ser Venezuela. Porque Venezuela es el lugar más crítico: a ver qué promueve. Hasta la administración del progresista Obama promovió un golpe de Estado en Honduras, uno en Paraguay, uno parlamentario en Brasil y la resurrección de la derecha venezolana. ¿Qué va a proponer Trump? No lo sabemos. Si me fijo por sus declaraciones, Trump va a hacer una política horrorosa. Pero, repito: no lo sabemos. No nos olvidemos que tanto Macri como Temer apostaban a Hillary y ahora veremos cómo se acomodan. Yo creo que hay que abrir un compás de espera sabiendo que los de abajo vamos a seguir sufriendo el ajuste, los femicidios, va a haber que seguir saliendo a la calle a poner el cuerpo. Eso es evidente, esté quien esté. Cómo va a ser la relación entre gobiernos, aún no lo sabemos. Sí sabemos que va  a haber mayor inestabilidad, que va a haber más palos en la rueda. Ese es el futuro inmediato que tenemos.
¿Cómo sería esa lectura optimista?
Evidentemente los femicidios y la violencia narco no se van a detener, pueden incluso incrementarse, porque va a haber menos paraguas institucionales de protección. Una parte de esa violencia puede impulsarla el que esté en el gobierno; pero otra parte es sistémica, esté quien esté en el gobierno. Entonces, hay que mirar las cosas en perspectiva: yo no creo que esto sea un problema ideológico, si es más machista o más racista. ¿Se puede decir que Hillary era menos machista? ¿O es el barniz progre que se puso para captar electores? En el fondo, Hillary se puso más armamentista que Trump. Entonces: bienvenida la fractura de la clase dominante porque nos da la oportunidad de derrotarlos. Eso quiere decir que en el corto plazo vamos a pasar lo peor los de abajo. Pero quizá nos demos cuenta así que no se llega  a una situación mejor votando cada 4 años o haciendo zapping frente a la tele. Se llega poniendo el cuerpo. Y lo que nos dice este mensaje es: vamos a tener que poner el cuerpo. Algo que para muchos estaba olvidado.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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