Nota
Gatillo fácil de Cristian Toledo: amigos y familiares reclaman justicia
Cristian Ramón Toledo Medina trabajaba en una ferretería en el barrio porteño de Barracas. El sábado por la noche volvía de bailar junto a dos amigos cuando se cruzaron con el bombero de la Policía de la Ciudad Adrián Otero quien, según la versión policial, los confundió con ladrones. Lo concreto: Otero los empezó a perseguir y a disparar con su arma. Uno de los balazos hirió de muerte a Cristian. Este viernes vecinos y familiares convocan a una marcha a las 17 desde Iriarte y Luna hasta el Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad para reclamar justicia.
“Era un pibe muy bueno, laburador, y todo el barrio está muy conmovido: no queremos que esto suceda más”. El padre Lorenzo Toto De Vedia habla desde la parroquia de la villa 21-24, en Barracas, enfrente de la ferretería donde trabajaba Cristian Ramón Toledo Medina, de 24 años, asesinado el sábado por los disparos del bombero de la Policía de la Ciudad Adrián Otero, de 45 años. “Era muy inteligente”, dice a lavaca Roque, compañero de Cristian, a quien le decían Paragüita por ser oriundo de Paraguay, aunque vivió toda su vida vivió en la Villa 21-24. “Tenía un hermano y dos hermanas. Tenía novia y era un apasionado del fútbol. Estamos muy mal: recién hoy empezamos a trabajar”.
Las aclaraciones del Padre Toto y de Roque tienen un fundamento: en un primer momento la noticia había sido que la policía había matado un “presunto ladrón”. Roque: “Trabajaba a la mañana, traía el dinero y compraba cosas. Era su lugar y se sentía importante. Manejaba todo: proveedores, dinero. Tenía mi máxima confianza porque era una persona honesta”.
La versión policial dio que los hechos ocurrieron a las 7:30 del sábado 15 de julio. Que el Paraguita iba a bordo de un Alfa Romeo (“viejísimo”, dice Roque) junto a dos amigos. Que uno de ellos le golpeó el vidrio de la puerta de su Renault Logan gris. Que creyó que era un intento de robo, que se identificó como bombero de la Policía de la Ciudad y que los jóvenes arrancaron el auto. Que los persiguió mientras disparaba a las ruedas del Alfa Romeo. Que el auto impactó en la ochava de la esquina de Vélez Sarsfield y Santo Domingo.
Roque: “Es increíble cómo trataron el tema diciendo que eran tres chicos delincuentes. Los conozco del barrio y nada que ver: hoy uno de ellos no puede hablar. Los dos están shockeados. No sé qué habrá pasado, pero lo que es seguro es que esta persona no supo manejar un momento en el que él debería haber estado preparado en lugar de salir a cazar a tres pibes. Seguro hizo una deducción: pensó que era chorro sólo por el tipo de corte, porque era morochito y porque quizá tenía una camperita larga que siempre usaba”.
-Se habla que el policía disparó ocho tiros.
-Son más de ocho tiros. El primer disparo lo termina matando. Gracias a Dios los demás no llegaron a ninguno de sus amigos. Cuando chocan en la esquina es porque el conductor nota que lo tenía en la mira y ahí se dan contra el cordón de la vereda. El policía los hace bajar con las manos en alto, los hace arrodillar. Le dicen que su amigo se está muriendo, pero le contesta que no le importa y que tampoco importa si los mataba a ellos dos.
Oficiales de la comisaría 30° llegaron al lugar y encontraron al Paragüita muerto dentro del vehículo. Tenía una herida de arma de fuego a la altura de la tetilla derecha.
Los policías detuvieron a los dos jóvenes y al bombero Otero. Luego, el juez Pablo Raúl Ormaechea (Juzgado de Instrucción N°11) lo imputó por “homicidio” y excarceló a los amigos de Cristian. Él ya estaba muerto.
“Todo el barrio está conmovido”, repite a lavaca el Padre Toto. “Los chicos sólo habían salido a bailar”. Junto a Roque convocan a una movilización el viernes a las 17 horas desde las calles Iriarte y Luna, en Barracas, hasta el Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad, en la avenida Regimiento Patricios 1142. Ambos concluyen: “No queremos que suceda más”.
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Nota
Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.
Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío Santillán.

Maximiliano Kosteki
Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.
El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.
Siguen faltando los responsables políticos.
Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.
Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.
Nota
83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

83 días.
Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.
83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.
83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.
83 días y seis intervenciones quirúrgicas.
83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo.
83 días hasta hoy.
Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro.
Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”.
Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).
Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca.
El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”.
La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».
La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería.
Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.
Esta es parte de la vida que no pudieron matar: