CABA
Hija de puto: militancia y disidencia, de lo familiar a lo social
El silencio es un cuerpo que cae, dirigida por Agustina Comedi, narra la militancia política de izquierda y de disidencia sexual de su padre en Córdoba durante los ’80. Después del estreno en el BAFICI, la directora reflexiona en esta entrevista sobre el proceso de realización y las motivaciones personales y políticas que guiaron su búsqueda.
Por Florencia Paz Landeira para lavaca.org
¿Cuánto pesa un rumor? ¿Cuál es la densidad de nuestros secretos? ¿De qué material están hechos los pactos de familia? ¿A qué costo los sostenemos?
Esta ópera prima documental hace carne en estas preguntas a las que la directora Agustina Comedi se enfrentó al desenmarañar la historia de su padre, Jaime, previa a su nacimiento. Una vida de militancia política de izquierda y de disidencia sexual en Córdoba durante los ’80. A partir de un vasto archivo – 160 horas – de cintas filmadas por su propio padre y testimonios de sus amigos, amigas y familiares, Comedi restituye las experiencias de libertad, de amor y de lucha que habían sido condenadas al silencio y a la sospecha de lo no dicho.
– ¿Cómo te adentraste en los aspectos silenciados de la historia de tu papá?
– Mi papá se murió cuando yo tenía 12. Yo tuve desde el primer minuto una especie de obsesión con buscar, le revisaba los bolsillos de los sacos, miraba sus agendas, empecé a contactar a sus amigos y les hacía preguntas sobre él. Cuanto más preguntaba más sentía el miedo y la voluntad de no contar. Alrededor de mis 14 años, me pasé un verano con Susana, la mejor amiga de mi papá, y fueron un grupo de amigos a su casa en Cabalango, en las sierras de Córdoba, y yo no podía creer su libertad. Eran mucho más contemporáneos a mí, hacían música, teatro, se hablaba de política todo el tiempo, y eran todos gays y lesbianas. Cuando vuelvo se lo cuento a un sobrino de mi papá, más grande que yo, le digo que no lo podía creer porque la imagen que tenía de mi papá era de un tipo muy rígido, muy estricto, del mundo de los abogados y estos amigos no encajaban. Y él es el que me dice que en la familia se decía que mi papá era gay. Para mí fue un alivio muy grande poder entender, pero al mismo tiempo que me enteré tuve esta sensación de lo oculto, de que esto se decía en voz baja. Era un estigma. Incluso decirlo se vive como una traición al pacto de silencio.

La directora Agustina Comedi. Foto: Laura Morsch-Kihn
– Y el material a partir del cual creaste la película, ¿cómo te llega?
– Siempre supe que existía. Estaba arriba de un placard en la casa de mi vieja. Ella nunca tocó las cosas de mi papá. Su ropa estaba intacta, las cintas estaban guardadas. Lo primero que empezó a tener forma de una película tenía más que ver con los testimonios de amigos de mi papá. Al principio era eso, estaba centrado en la idea de trabajar con personas LGTB de más de 50 años que hubieran vivido en Córdoba en los ’80 y que hubieran tenido militancia política. Pero mi obsesión tenía que ver con la cinta del accidente. Mi papá cuando se murió estaba filmando y entonces yo empecé a mirar las cintas buscando esa y no la encontré. Al final, la cinta la tenía un primo en España. Pero en el proceso empecé a mirar las imágenes, justo estaba haciendo una clínica con la documentalista Marta Andreu y cuando vio la imagen del David que aparece al principio de mi película fue un momento clave. También fue entender que el proyecto tenía más que ver con mi relación con mi papá que con el gran tema externo de la protomilitancia LGTB. Me atrapó descubrir la mirada de mi papá, escucharlo detrás de cámara, descifrarlo en los intersticios. No me interesa tanto cuando arma el plano, sino cuando hay algo de lo que se olvida. Sentir que hay algo de lo que ve que lo conmueve. El álbum familiar siempre es una construcción que tiende a presentar felicidad y armonía. Todo lo que se corría de eso, que en 160 horas hay bastante, me interesaba más. Fue como verlo a él. Ver por dónde pasaban sus deseos, sus alegrías, sus miedos.
– ¿Cuándo se inicia este proyecto?
– La búsqueda más personal a los 15 años, ahora tengo 31. Con la idea de hacer una película arranqué cuando nació mi hijo, que ahora tiene seis años. Lo más importante para mí fue entender que las resistencias a hablar y a que los secretos salgan a la luz no tienen que ver con lo individual, sino con estos pactos colectivos. Para desandar los pactos sí hace falta un gesto individual, de ir en contra, de romper, de bancársela. Pero el estigma funciona como una red que lo cubre todo. Lo frecuente es formar parte de esa red por la culpa y el miedo.
El silencio es un cuerpo que cae se podrá ver este mes en el BAFICI: el 12 a las 18.30 y el 13 a las 21.15 en el Village Recoleta y el 16 a las 15.30 en el Artemultiplex Belgrano.
– ¿En algún momento sentiste que estabas trasgrediendo algo íntimo o siempre lo sentiste liberador?
– Siempre estuvo la preocupación de violar la intimidad de mi papá, de mi mamá, la propia. Exponer a sus amigos. El hecho de romper con el pacto y decir es un movimiento doloroso para los que están cerca. Empiezo a ver, con mucha alegría, que también es bastante liberador. En el fondo lo que sostuvo el proyecto, lo que me hizo insistir en hacer la película, fue intuir que eso era algo bueno. Si yo sé que esto es justo, si sé que nadie tiene por qué ocultar su deseo, si sé que esto es genuino y necesario, por qué no contarlo. En la película aparece esto de que “la gente sonríe cuando dice la verdad”. Se ve el alivio. También es verdad que después la gente se queda sola y vuelven los miedos, pero en el momento cuando pueden desarmar esos secretos con un otro lo que aparece es alivio, es alegría. Ese gesto, detectar que la gente cuando podía decir se reía y se le relajaba el cuerpo, fue la brújula para decir esto estaba bien.
– ¿Por qué no aparece tu mamá en los testimonios en la película?
– Yo quería que ella participara, porque sentía que si no hablaba hoy era como negarle la voz dentro de este relato. Pero ella decidió no participar y creo que estuvo bien. Finalmente, el documental es un dispositivo que uno monta para mirar de una determinada manera una realidad. Y yo estoy hablando de la vida de mi papá previa a formar una familia y después con qué características formó esa familia donde estábamos nosotres tres. Pero hay algo en su elección con respecto a mi mamá que es bastante clara y concreta. Él la eligió. Creo que en el deseo, en el amor, en las decisiones de la vida operan muchas cosas. Es bueno no pensar la identidad como una cárcel. Creo que nosotros nos tenemos que nombrar gays, lesbianas, bisexuales porque son luchas que si no les ponés nombre no se pueden dar. Pero hay un margen de ambigüedad en las decisiones. El hecho de que no aparezca mi mamá creo que colabora en no cristalizar… las explicaciones que cada uno le dé a eso son de cada uno. El problema es el secreto, el problema es no poder hablar de los deseos justamente en su carácter ambiguo y amorfo. Creo que el peso y lo denso está en los silencios, en los secretos. Yo creo que mi papá se la puso bastante difícil porque eligió transitar una ciudad de Córdoba muy de clase media alta. Las ciudades son así, tenés un grupo Kalas haciendo un cabaret en el under cordobés y tenés también una escuela privada y los viajes a Disney. Los espacios por los que eligió transitar mi papá a partir de formar una familia lo colocaron en un lugar del mundo en el que estás muy en la mira, donde se esperan muchas cosas de vos. Yo a ese mundo lo padecí mucho y calculo que él lo debe haber padecido también. El gesto radical debería ser romper con esos mundos que no te permiten ser vos y no con callarte y amoldarte a un mundo que te está violentando todo el tiempo.

Jaime, protagonista y padre, en una de las imágenes de El silencio…
– En la película se ve en Córdoba a dos ciudades muy contrastantes.
– Sí, de hecho mi papá se dejó de cruzar con sus amigos y sus amigas. Es impresionante. Hay una operación posibilitada por el silencio que divide completamente los mundos. Algunos amigos de mi viejo me decían que se cruzaban solamente en el café del centro. Córdoba es una ciudad chica. La militancia política de izquierda y la disidencia sexual hacía de ellas y de ellos personas muy clandestinas. Sobre todo, las amigas trans de mi papá, en ese contexto que no había garantías de derecho, terminaban relegadas a los espacios de la ciudad donde no se las veía. Porque la exposición era peligrosa. En Córdoba había muy poca organización política LGTB. La red existía, pero no en términos de organización política, pasaba por la diversión, por la fiesta. Y el sida terminó de detonarla. Porque si la fiesta era un modo de organización, con el sida aparece el miedo, y esa cosa que era más expansiva festiva, sexual, desde el goce, se vuelve peligroso. Desaparece eso también.
– ¿Cómo fue encontrarte en los relatos con la figura de Néstor, ex pareja de tu papá, que finalmente muere por VIH?
– Néstor era un nombre que siempre circulaba. Para mí él cristaliza lo irreconciliable de los dos mundos de mi papá. Para mí el silencio se hace carne en la soledad de la muerte de Néstor. Porque también pasa que cuando se empieza a hablar se dice como que estaba todo bien aunque no se hablara del tema, pero si hubiera estado todo bien, Néstor, su gran amigo, no se hubiera muerto solo. Porque mi papá no podía estar ahí, entonces no está todo bien. Su muerte fue de las primeras por VIH en Córdoba. Las que le pusieron el cuerpo sobre todo fueron las mujeres, las amigas. Pero se murió muy solo, el desconocimiento y la violencia del Estado fueron terribles, les entregaron el cuerpo en una bolsa de basura, le quemaron sus cosas. Néstor también fue la persona que me recibió cuando nací, porque era obstetra. Entonces hay algo ahí muy simbólico. A mí me han dicho por qué me meto con esto, si no tiene nada que ver conmigo. Y en realidad sí. Lo que tiene que ver con uno siempre es relativo y depende de cómo uno lo viva, pero en ese cuadro general de mi nacimiento, mi mamá pariendo, Néstor recibiéndome, hay algo, no se puede tabicar tanto la vida. Los vínculos y las relaciones nos atraviesan y nos modifican. Había una decisión de mi papá de que él estuviera. Lo que lo llevó a desvincularse fue la condena social.
-¿Cómo decidiste el modo de filmar los testimonios?
– Yo dudaba mucho cómo encarar las entrevistas. Un par las hicimos con equipo y resultaba muy incómodo, rígido, invasivo. Enseguida apareció de forma contundente que yo tenía que estar sola con la cámara en la mano, más parecido a la intimidad formal con la que se manejaba mi papá cuando filmaba. No fue una decisión previa. Derivó de la lógica misma del relato. Y después está la tercera materialidad que son los Super 8, donde aparecen duplas de hombres, que tienen que ver con ponerle cuerpo a la ausencia de relato. Poder imaginarme cómo era ese deseo, dotarlo de belleza. Poder jugarlo en este límite de las relaciones de amistad. Yo noté que muchas de las personas que entrevisté eran ex parejas de mi papá, o ex parejas entre ellos, y los une una red afectiva muy grande. Este chiste de que las lesbianas no tenemos ex… Creo que esa misma violencia que se sufre termina generando, sin generalizar, vínculos, donde lo sexual y la intención de estar juntos es un elemento, pero lo que prevalece de fondo y lo que perdura después de que ese plan no funcionó, es el afecto. Estos Super 8 tienen que ver con eso, un gesto más libre donde yo me podía imaginar lo que no se ve, lo que no se muestra.
– ¿Cuál es el sentido de esta película hoy?
– Por un lado, expresar que caminamos sobre huellas. Me parece importante hacer genealogías de nuestras militancias. Argentina fue muy ejemplar en los años previos, en materia de derechos, con leyes como la de Matrimonio Igualitario e Identidad de Género. Pero aunque las leyes garantizan derechos, aún así la discriminación y la violencia siguen existiendo. Se matan travestis, se persigue a lesbianas y gays, todos los días. Dar por garantizados los derechos es peligroso. Y revisar la familia siempre me parece importante. Revisar de qué están hechos nuestros lazos y pactos familiares. Es la institución más chica y sobre la que más injerencia tenemos. Construir vínculos más reales y sanos, que respeten nuestros deseos en su complejidad, es fundamental para construir sociedades más justas.

Antes del estreno en el BAFICI, el documental giró por Europa: estuvo en la sección panorama del trigesimo festival de cine documental de Amsterdam (IDFA) en noviembre 2017, y en el festival cinelatino de Tolouse marzo 2018.
CABA
Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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