Sigamos en contacto

Nota

Hijos de Pity

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Qué representa el Pity Álvarez detenido por homicidio. La fiesta de los medios que, salvo ocasiones, siempre se rieron del personaje sin reparar en el artista. Las entrevistas más o menos históricas, aquello que el rock no fue, la muerte del rock. Y las vanguardias. Larga semblanza para salir del morbo, por Pablo Marchetti para lavaca.org

Por Pablo Marchetti

En 1909, el poeta italiano Filippo Tommaso Marinetti publicó el Manifiesto futurista, primer manifiesto artístico del siglo XX. Lo publicó en francés, en el diario Le Figaro, en París, entonces epicentro de la vanguardia artística europea y occidental.
El futurismo dio comienzo a un montón de ismos (dadaísmo, surrealismo, constructivismo, etc) que, a diferencia de otros ismos pictóricos, musicales o literarios, iban a abarcar todas las artes. Y también la política.
       El Manifiesto futurista no sólo inaugura el formato de texto-guía de la vanguardia artística, siguiendo el ejemplo de lo que había sido, en 1848, el Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels. El texto de Marinetti representa también, como ningún otro, las contradicciones profundas que encierran las vanguardias.
       ¿Hasta dónde lo revolucionario es realmente revolucionario? ¿Cuándo la defensa de esa revolución se vuelve conservadora? ¿O será que la revolución precisa un determinado orden que, si se torna demasiado estricto, se corre el riesgo de volverse reaccionario? Todas estas preguntas son intrínsecas y constitutivas de las vanguardias. Pero el futurismo fue más allá, desde su fundación.
       El manifiesto de Marinetti hablaba del “desprecio a la mujer”, de la “purificación de la guerra” y de “destruir los museos”. Además de unas reglas muy precisas sobre cómo se debía concebir el arte. Las cuestiones estéticas tenían que ver con una lectura política extremadamente autoritaria. Por eso no sorprendió a nadie que, años después, Marinetti terminara siendo primero, simpatizante fascista. Y  finalmente, funcionario de Mussolini y poeta oficial del régimen.
       Como sucede con las vanguaridas artísticas, suele asociarse al rock con la contracultura, con lo contestatario y con lo disruptivo. No se trata de discutir aquí los alcances de la relación entre arte y mercado. Ni en la vanguardia ni en el rock. Hablo de aquello que es constitutivo de estas expresiones, al menos desde la teoría.
       Si hay algo que debemos reconocerle al futurismo es haber sido claro desde el comienzo. Si bien se presentó como vanguardia, no ocultó nunca su vocación opresora.
Se sabe: una cosa es Ricardo Iorio diciendo barbaridades desde la marginalidad más absoluta, y otra bien distinta es transformar esas barbaridades en política de Estado. Del mismo modo, no es lo mismo un poeta italiano marginal publicando un manifiesto artístico en un diario, que ese mismo poeta dándole soporte teórico y estético al Duce.
       La irrupción de la cultura rock permitió visibilizar determinados valores que estaban por fuera de la moral burguesa: el uso de drogas, el libre ejercicio de la sexualidad, la ruptura con toda idea de uniformidad estética, el desprecio por la sociedad de consumo. Sin embargo, como sucede muchas veces con los ideales, las cosas, en la práctica, se presentaron de otro modo.
       Las drogas se volvieron un territorio de autodestrucción más que de introspección; la ruptura con la uniformidad estética derivó en el establecimiento de otra uniformidad estética; y esto último derivó no en el fin del consumismo, sino en un reemplazo de consumos.
En cuanto a la pretendida libertad sexual, el sistema de idolatrías por las nuevas estrellas de la contracultura hizo que la libertad sexual fuera una potestad de los nuevos monarcas. Que, como en toda sociedad machista, eran hombres. Si la mujer quería participar del festín, podía hacerlo como groupie.
       En los últimos tiempos, el rock argentino se cayó a pedazos. Si Cromañón marcó el fin de una forma de producción y también de una poética, lo que vino después tuvo que ver con la caída del patriarcado. Y, por ende, del patriarcado del rock. Muchos rockeros pasaron a ser noticia por denuncias de acoso y abuso sexual, por violaciones o por apología de estos hechos aberrantes.
       La caída del rock tiene que ver con muchas cuestiones. Pero hay una no menor que en general se pasa por alto: el hecho de que aparezca un elemento más disruptivo, algo que “lo corra por izquierda”, por decirlo en términos tradicionales. Uso el término adrede, como una forma de cuestionar las nociones tradicionales de izquierda y derecha.
       El feminismo vino a correr por izquierda al rock. ¿El rock es de izquierda? ¿El feminismo es de izquierda? No. O no necesariamente. Digo que el feminismo corre al rock por izquierda porque lo cuestiona, señalándole aquello que se suponía que el rock era pero no fue. Aquello que el rock venía a representar desde el ideal, pero que dejó de hacerlo desde que se burocratizó.
       En un panorama donde el rock argentino sólo es noticia por las denuncias de violencia hacia la mujer, el caso de Pity Álvarez no deja de llamar la atención. Pity mató a una persona de cuatro balazos.
       Pity forma parte del zoológico del rock. Pity, como pasa con Iorio, es un rockero que es conocido por fuera del rock. Pero no por su música, sino por lo que dice o lo que hace. Más aún: por el imaginario que esto genera.
Anoche, en su programa Periodismo Para Todos, Jorge Lanata emitió una entrevista que le hizo a Pity Álvarez. Muy buena entrevista, hay que reconocerlo. Allí Pity habló de la vida, de la muerte, de que no se veía en ningún lado dentro de 20 años porque seguir 20 años en este mundo le parecía demasiado. Habló también de su formación católica, de una nueva idea de Dios y de sus ganas de trabajar en la NASA.
El detalle es que la entrevista a Pity era del año 2012, el primero de Lanata en Canal 13. La sensación que daba era la siguiente: en su momento Lanata creyó que aquello era un buen material periodístico porque el personaje lo era. Pero al no tener un anclaje en la agenda cotidiana, no daba para transformarse en una nota para el programa.
Anoche, seis años después de que hizo la entrevista, la coyuntura acomodó las cosas. Y entonces Lanata puso al aire su entrevista con Pity. Una entrevista que no tuvo el clásico formato del periodismo amarillo que busca en Pity el detalle macabro. Se habló de drogas, claro. Pero se habló de consumos, de malos cortes y la diferencia entre tomar y fumar. Pero de lo que no se habló fue de música, de arte.
La entrevista a Pity Álvarez en PPT dejó en evidencia cuáles son hoy los nuevos tabúes: se puede hablar de la muerte, se puede hablar de drogas, se puede hablar de todo aquello que, se supone, es macabro. De lo que no se puede hablar es de arte. Para un artista lo que importa es ser un personaje. Y si es un personaje autodestructivo, mejor.
Los periodistas entrevistan a Pity por el personaje que es. Pero Pity jamás sería ese personaje si no fuera músico, si no fuera un artista. Un buen artista, un tipo con una poética cruda, de barrios bajos, de marginalidad. Un artista al que le creés todo.
¿Por qué nos fascinan tanto esos personajes? ¿Por qué tenemos más avidez por consumir el personaje Pity que el artista Pity? ¿Cuál es el gusto por el morbo? No tengo idea. Pero intentaré ensayar algunas posibles respuestas.
Los artistas son aquellas personas que nos enseñan lo imposible. Que nos hacen conmover porque nos activan sentidos que sólo los humanos podemos decodificar. Porque saben activar mecanismos de sensibilidad colectiva construidos socialmente pero decodificados de manera individual.
La capacidad de los artistas para decodificar la abstracción para generar sentimientos concretos aunque intangibles, los vuelve mágicos. Y esa magia los transforma en seres capaces de vivir una vida que pocos se atreven a vivir. Las cosas se vuelven públicas porque hay un público esperando ver cómo lo hacen de nuevo. Y si no son capaces de hacerlo, ver cómo caen. O sea, nos confirman que son humanos.
Conversé muchas veces con Pity Álvarez hace 15 años, para una extensa entrevista para la edición argentina de la revista Rolling Stone. En ese momento (julio de 2003), Pity tocaba con su banda Intoxicados. Fue la primera entrevista larga que le hacían en esa publicación, así que pasé con él varias tardes y noches.
Estuve en la casa de Pity, en la sala de ensayo, en un par de shows y en el estudio donde estaban grabando el disco No es solo rocanrol. Una tarde fui a la sala de ensayo y Pity estaba durmiendo en una alfombra mugrienta, acurrucado junto a dos chicas y a un perro. Durmió 15 horas seguidas, luego de pasar cinco noches sin dormir.
Cuando se despertó, saludó y, medio dormido, agarró una pipa de agua hecha con una botella de plástico de Coca-Cola de 600cc, la prendió, fumó un poco de crack y se fue a ensayar. Pity me convidó vino, café, porro, lo que quisiera, menos crack. “Es una porquería”, se excusó, casi con vergüenza.
Pity podía haber tomado cocaína. Pero prefería fumar crack. Para aclarar: la cocaína es una droga. Que, como es ilegal, puede venir cortada. Pero es una droga. El paco (o crack, o pasta base), en cambio, es basura. Llamar droga al crack es como llamar comida a esos restos que tiran todas las noches las cadenas de comidas rápidas. Hay gente que fuma crack, como hay gente que come esos restos. Pero eso no es comida, es basura. Lo mismo pasa con el crack.
En su casa, Pity me mostró un pote de queso blanco todo verdoso, lleno de hongos, que tenía en la heladera. Y me contó que lo mezclaba con fideos o con arroz y que lo comía porque le permitía crear anticuerpos.
El crack, la comida podrida, el agua de la zanja que decía que tomaba, todo eso forma parte del mito fundante de Pity como personaje. No del rock, sino del circo del rock. O del circo a secas. Del morbo freak que alucina a una televisión que está en una agonía más patética que la del rock. Y se iba a replicar desde entonces en cada entrevista.
Cuando publiqué lo del crack, la encargada de prensa de Pity me llamó para putearme. “¿Cómo vas a publicar eso?”, me preguntó. Le respondí que lo había consultado con Pity y que él me había dicho que no había problema, que pusiera lo que quisiera. “Pity está enfermo, no le podés hacer caso”, insistió la encargada de prensa.
Me había quedado claro que Pity no estaba bien. Pero, ¿qué se hace en esos casos? ¿Se lo oculta? La nota no hablaba sólo de eso: contaba sobre el proceso creativo del disco y hablaba de los nuevos rumbos estéticos que estaba emprendiendo Pity.
En el departamento de Lugano, en el monoblock del barrio Samoré, Pity no sólo me mostró el queso blanco podrido que comía. También me mostró unos cuantos temas de hip hop (estaba fascinado haciendo bases electrónicas sobre las que rapeaba) y composiciones propias de tango y folklore. Me habló de su admiración profunda por Mercedes Sosa y María Marta Serra Lima. Y en el estudio, tuve el placer inmenso de verlo grabar Una vela, un hip hop increíble, de intenso pulso barrial.
Hoy recuerdo aquella entrevista, miro la que le hizo Lanata, vuelvo sobre las noticias de los últimos días y no tengo dudas: hacer un reportaje a Pity sin dar cuenta de su autodestrucción infinita es ocultar las cosas. Pero también es ocultar las cosas hablar sólo del personaje, sin tener en cuenta al artista, al enorme artista que es Pity Álvarez.
Las vanguardias pusieron en evidencia la tensión entre aquello que viene a romper con las estructuras y aquello que pretende ser sólo una nueva estructura. Distinta pero tan arbitraria como la que se pretende reemplazar. Pero el arte nos enseñó, mucho antes, que existen otras muchas contradicciones en la existencia humana.
No sé si Marinetti fue un gran poeta o no. Pero sí estoy seguro que Giacomo Balla o Carlo Carrá sí fueron dos grandísimos pintores. Ambos fueron futuristas, ambos formaban parte del grupo de Marinetti, y ambos, como su mentor, también fueron militantes fascistas.
Una gran artista puede ser una persona espantosa, aunque tenga ideas nobles. O puede ser una persona buena, con ideas reaccionarias. Lo mismo ocurre con los artistas menores, mediocres o los malos artistas. Pity puede ser un asesino y ser, al mismo tiempo, un gran artista. Pero hay algo más importante que eso.
Pity es Pity porque representa todo lo que no nos animamos a ser. Y, al mismo tiempo, es el portador de todos los miedos de aquello que nos puede llegar a pasar. Es el esperpento que nos devuelve el espejo distorsianado, el deforme, el monstruo que todos llevamos dentro.
Un día de aquellos meses de 2003 estaba entrevistando a Pity en el barrio Piedrabuena, en la sala donde ensayaba Intoxicados. Terminamos, Pity me acompañó hasta la puerta y nos quedamos charlando un rato sobre cómo era el barrio. Estaba anocheciendo y me dijo que a esa hora se empezaba a poner picante.
Le pregunté entonces dónde paraba el colectivo 50, porque tenía que volver a mi casa, en el barrio de Constitución. Me dijo que a unas tres cuadras y me preguntó si me iba a volver en colectivo. “Sí”, le respondí. “¿La Rolling Stone no te da guita para viáticos?”, preguntó Pity. Dudé un segundo hasta que finalmente le contesté la verdad: “Sí, pero me vuelvo en bondi y me quedo con la guita del tacho”, respondí con una honestidad tan brutal como la de él para prenderse una pipa de crack.
Era la verdad. En ese momento estaba en la lona, con los coletazos del tsunami de 2001, con una hija de un año y medio, con Barcelona que recién empezaba pero no sabía a dónde iba, y cuidaba cada moneda como si fuera la única. Pity me miró asombrado y me di cuenta de que yo no era el más indicado para sentenciar nada sobre el reviente, la autodestrucción o la marginalidad.
¿Quién era el paria en aquella historia? ¿Quién estaba en la lona, con un pie afuera de los límites del sistema? ¿Quién era el verdadero expulsado del paraíso? Hoy, 15 años después, no nado en plata, pero puedo darme el lujo de no ahorrar en un taxi si salgo de un barrio picante en un horario complicado.
Pity, por su parte, acaba de matar a un tipo de cuatro balazos, tres de ellos en la cara. Las cosas, 15 años después, parecen presentarse de un modo distinto. Se supone que ahora sí es más evidente de qué lado está cada uno, quién está bien y quién no. Y así y todo, las cosas tampoco me quedan claras.
Debería disfrutar de esto que tengo pero no puedo. No puedo sentirme bien. Veo a Pity y no puedo sentirme bien. Escucho a Pity, a la mamá de Pity, y no puedo sentirme bien.
No se trata de que las vanguardias sean tan sólo un buen recuerdo en la historia y en los museos. Tampoco de que el rock agonice en la pipa de crack que está fumando un demente. Es la vida lo que me hace mal.
Me hace mierda esa necesidad ineludible de amplificar la vida de un tipo que se autodestruye. El morbo de no poder evitar ver, comentar y analizar el sufrimiento. De hacer de la vida un meme. Eso es lo que me hace mierda. Darme cuenta que el erotismo del poder de la muerte es más poderoso que el erotismo del poder del arte.
Las vanguardias murieron. El rock murió. La revolución agoniza. Pero el poder de encantamiento de ver morir a un tipo que decide hacerse mierda de a poco pero violentamente, eso está más vivo que nunca. Y eso es muy jodido para quienes seguimos creyendo en algún tipo de utopía.
Hoy la utopía no pasa por la revolución, ni por el rock, ni por la vanguardia. Las metas son más modestas. Y aún así, siguen siendo inalcanzables. No pido anular la muerte. Me conformo, apenas, con poder zafar del morbo. Pero la cosa está jodida, Pity. Era más fácil cuando era sólo rocanrol.

Portada

Hasta siempre, Mirta

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Lo dijo con una sonrisa, amorosa, y con la mirada encendida, directo a los ojos: “El miedo es para los cobardes”. Fue un jueves de puro sol, cuando le preguntamos si tenía miedo en este contexto, antes de comenzar una nueva ronda que justo ella, con otras trece madres, fundó el 30 de abril de 1977, cuando buscaban con desesperación a sus hijos e hijas.

Mirta Acuña de Baravalle buscaba, además, a un nieto o nieta: su hija Ana María, a quien secuestraron el 26 de agosto de 1976 junto a su compañero Julio César Galizzi, estaba embarazada. Mirta murió este viernes sin saber qué pasó con ellos.

Su despedida será de 16 a 19 en el hall del Municipio de San Martín, el partido donde ella vivía, donde jugaba al scrabble sin cansarse, y donde seguía todos los jueves las rondas de Madres Línea Fundadora por las transmisiones de medios comunitarios, mandando saludos en vivo y recordatorios que una hermana leía sobre otras personas desaparecidas.

Tenía 99 años, la mirada encendida y la sonrisa amorosa, para indicarle a nuevas generaciones que la lucha sigue.

Gracias, Mirta.

Presente, ¡ahora y siempre!

Hasta siempre, Mirta

Mirta en las marchas masivas del 24 de Marzo, marchando por la memoria, la verdad y la justicia junto a sus compañeras de Madres Líneas Fundadora. Foto Lina Etchesuri para lavaca

24 de Marzo de 2017. Mirta acompañada por Victoria Moyano, nieta recuperada. Foto Lina Etchesuri para lavaca

Hasta siempre, Mirta

Esta foto fue tomada el 29 de febrero de este año y fue el último jueves de ronda donde estuvieron las tres Madres Líneas Fundadora juntas: Nora Cortiñas (fallecida el 30 de mayo), Mirta Baravalle (en el centro) y Elia Espen. Consultada sobre si tenía miedo en un contexto de discursos de odio y negacionistas, Mirta respondió a Lavaca con una sonrisa: “El miedo es para los cobardes”. Foto Lina Etchesuri para lavaca

Seguir leyendo

Nota

S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

Un guardapolvo blanco, pintado de letras rojas en el dorso: “Salud en lucha”. Una pancarta naranja, con letras negras, que grita: “El Garrahan es insalubre”. Lo que adorna a las instalaciones del centro pediátrico de referencia en salud pública, gratuito, de altísima calidad y de máxima complejidad donde se atiende a infancias de todo el país, refleja el contexto de lucha: seis paros en diez semanas. Una movilización el martes pasado a Plaza de Mayo. Otros paros por venir. Y un festival que se está organizando para el 8 de noviembre. Seis mil laburantes que dijeron basta, que ya no se puede, que así no se sigue. Los reclamos son tan centrales como diversos: salario, condiciones laborales y presupuesto. Todos, repercuten en un problema tan primordial como poco tenido en cuenta: la salud mental de sus trabajadoras y trabajadores.

Por Francisco Pandolfi

Lo que pasa puertas adentro de esta entidad emplazada al sur de la Ciudad de Buenos Aires llevó a que en 2019 se creara la Comisión de Condiciones de Trabajo Insalubres y Agotamiento Prematuro del Hospital Garrahan. 

Ivone Malla tiene 55 años y es, desde hace 12, médica hepatóloga del hospital e integra la comisión desde su nacimiento. Le cuenta a lavaca por qué surgió la necesidad imperiosa de organizarse y de ponerle ese nombre: “En 2019 empezamos a notar la situación compleja en la que estábamos. El grado de sufrimiento que padecíamos por estar expuestos durante tanto tiempo, todos los días, muchas horas por día, bajo una presión insoportable un tercio de nuestra vida. Armamos un grupo de whatsapp, primero entre cinco, seis personas, y en menos de una semana éramos 200. Hicimos reuniones y armamos la comisión con integrantes de distintas áreas del hospital. Y decidimos armar un informe que es contundente por los datos que denuncia. El documento de 40 páginas tiene cifras como estas: “En el Garrahan muere casi un paciente por día. La mayor parte es menor de un año y un cuarto menor a un mes”.

La salud de quienes cuidan la salud

Ivone actualiza algunos datos del informe presentado en marzo de 2020: 

–El 26 por ciento de las licencias que se piden en el hospital se deben a trastornos de depresión y problemas de salud mental.

–Hicimos una encuesta y uno de cada 2 trabajadores del hospital toma psicofármacos.

–Otro dato alarmante tiene que ver con la tasa de suicidios. El hospital duplica a la tasa del país, que es de uno cada 12 mil personas por año. En el Garrahan somos 6 mil laburantes y tenemos un trabajador por año que se suicidó. De hecho, cuando empezó este reclamo se mató un compañero. Obviamente este no es un número oficial, porque pedimos el registro a las autoridades y no brindan la información, pero nosotros sabemos bien lo que pasá acá. 

Frente a este escenario, desde la Comisión proponen medidas concretas: “Demostramos con datos fehacientes que el trabajo que realizamos afecta nuestra salud física y mental y amerita la aplicación de un régimen especial que contemple las condiciones de trabajo insalubres y/o agotamiento prematuro a los que estamos expuestos, y limite la exposición con reducción horaria sin afectar nuestros salarios (de ocho a seis horas el área médica y de siete a seis la enfermería), licencias por estrés (de cinco a quince días anuales) y reducción de nuestros requisitos jubilatorios (25 años de servicio, mínimo 50 años de edad y 82% móvil). 

Ivone sentencia: “Se habla mucho del modelo Garrahan, que la manera de sostenerlo es que pasemos más horas en el hospital y debe suceder todo lo contrario. Un motivo por el que se están yendo muchos profesionales es por los bajos salarios, porque aunque siempre cobramos poco el ajuste de los últimos meses es feroz, pero otro factor es por ese mismo modelo Garrahan que te obliga a quemarte, a dejar la salud, porque te exprime a tal punto de ser expulsivo. No podemos continuar un sistema que no cuida la salud de quienes cuidamos la salud pediátrica de mayor complejidad del país”.

La situación de insalubridad de las y los trabajadores del Garrahan es gravísima.

El sueldo más bajo de la historia 

Norma Lezana es la Secretaria General de la Asociación de Profesionales y Técnicos. Tiene 62 años y hace 36 que trabaja en el hospital, cuando ingresó meses después de la inauguración del Garrahan, el 25 de agosto de 1987. “Estudié en la universidad pública y recuerdo cómo mi sueño era trabajar en ese lugar que se estaba construyendo. Yo armé mi vida en paralelo a este hospital de tanto prestigio, que sigue solucionando las enfermedades más graves y raras de los niños y niñas de Argentina, que no son números. Cada historia es un pacientito, un nombre, una familia. Cada caso requiere una reunión, un equipo interdisciplinario detrás, esa siempre fue la intención acá, así nos formamos y así creció el Garrahan”, dice Norma, ya con los ojos vidriosos. 

Esa labor en equipo, hoy la replican para otro tipo de lucha: “Ahora nos toca defender la importante misión que tiene esta institución, en un momento en el que quienes trabajamos estamos cobrando el sueldo más bajo de la historia. En menos de un año, la inflación fue de 236% y nuestro salario apenas subió el 100. Este cambio fue de golpe, entonces no hubo manera de acomodarnos, porque no podés de un día para el otro dejar de pagar internet, de mandar a tu hijo al colegio, ya no pagar los impuestos. Es angustiante lo que estamos viviendo. Una compañera el otro día me dijo que empezó a pagar el alquiler con el crédito que te da Mercado Pago, que te cobra mucho interés y en poco tiempo ya no va a tener sueldo. Otra me dijo que no tenía de dónde sacar para el campamento escolar de su hijo. Yo gastaba 5 mil pesos de luz y me vinieron 100 mil. Es muy estresante, esto antes no pasaba”. 

Desde las distintas organizaciones que forman la vida política del hospital dan números concretos: los operarios y técnicos no llegan a 500 mil pesos. De enfermería a 750 mil. 900 mil del área médica con aproximadamente 15 años de experiencia. Ivone expresa: “Necesitamos una recomposición salarial del 100% y un sueldo inicial igual a la canasta familiar, que hoy está en 1.500.000 mil pesos”. Completa Norma: “Los sueldos más bajos están bajo la línea de la pobreza y los de la mayoría, salvo los de los médicos más antiguos y los cargos de conducción, tampoco llegan a cubrir la canasta básica. Frente a esto, nuestro sueldo subió un 1 y un 2% en las últimas paritarias, que es lo que firmó UPCN con el gobierno nacional. Por eso denunciamos al sindicato, a la CGT y a la CTA, porque firmaron esto calladitos, como si no se dieran cuenta la situación que vivimos”.

Norma es licenciada en nutrición y pone el foco en lo que compra (o no) la gente y en lo que mira (o no) el Gobierno nacional: “Veo changuitos vacíos, poca fruta, verdura y lácteos. El salario no es algo que nos puedan recortar, porque no es un gasto. Pero este gobierno es insensible, cruel, lleno de mercenarios. Pueden hablar de déficit cero, de que Caputo es el mejor ministro, pero la realidad es que varios enfermeros después de trabajar diez horas, cuando salen a las 7 de la mañana de acá se van a otro trabajo y no a descansar. Puede ser libertario o no libertario, pero si esta es la realidad sólo queda claro que es un gobierno pésimo”. 

Mientras tanto, la perspectiva del Ejecutivo: “El Ministro de Salud Mario Lugones acaba de presentar un plan estratégico de recorte del 20% en la salud. Es criminal esta decisión. Y sólo se explica con el lobby que está haciendo la gestión privada. Los funcionarios son sus gerentes y nos están llevando a un retroceso tremendo”.

S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo

Hay salarios iniciales que no llegan a los 500 mil pesos.

El éxodo de trabajadores

Josmar Flores Arnéz es licenciado en bioimágenes, tiene 36 años y hace 15 que trabaja en el servicio de neurointervencionismo del hospital. “Desde hace varias semanas luchamos por una recomposición salarial y por mejores condiciones de trabajo. Este año convivimos con un presupuesto congelado que duró los primeros seis meses. El Ministerio de Salud mandó una ampliación de ese presupuesto, pero es insuficiente. Por eso exigimos la apertura de paritarias y un porcentaje acorde que por lo menos nos empate con la inflación. Las categorías más bajas no pueden cubrir ni lo básico, como vestirse, comer, educarse”. 

Josmar es delegado de la junta interna de ATE y comparte un dato que refleja la situación extrema: “No nos quisieron decir el número concreto, pero desde la propia Dirección confesaron que en los últimos 9 meses renunció la misma cantidad de profesionales que en los últimos 9 años. Si bien esta situación no empezó con este gobierno, sí la profundizó muchísimo y potenció el éxodo de profesionales. Esa pérdida no se recupera”.

Guido Gromadzyn es neurocirujano y parte de Trabajadores Autoconvocados del Garrahan. Tiene 40 años y desde 2009 recorre estos pasillos. Su cumpleaños de 15 no está siendo el más feliz: “Nunca estuve tan preocupado, porque la salud pública está peor que nunca. El hospital hasta ahora, había sido un oasis al realizarse las técnicas más avanzadas y nunca nos faltó nada. Si bien muchas veces tuvimos conflictos de sueldo, es muy preocupante sentir cómo el hospital de a poco se va debilitando y desmantelando desde el recurso humano, y desgranando todo el trabajo interdisciplinario tan característico del Garrahan. Siempre tuvimos los mejores profesionales y ahora están renunciando porque no llegan a fin de mes, profesionales que tienen alquilar y les es imposible, hipermegaespecialistas que ya no les conviene hacer las jornadas extendidas de 8 horas cobrando un sueldo miserable y entonces se van a trabajar a otro lugar o directamente fuera del país”. 

Guido mira el futuro: “Es lo que más me preocupa. Somos un hospital escuela y va a llevar años y décadas formar este tipo de profesionales. Esto va a repercutir directamente en la salud de los chicos y si sigue así va a empeorar, porque muchos compañeros nos dicen: ‘Yo estoy hace 15 años, siempre me puse la camiseta, pero más allá de marzo no aguanto’. Es desesperante saber que en poco tiempo el gobierno está rompiendo todo y que nos va a llevar muchísimo reconstruirlo”. 

Sobre el financiamiento freezado, Norma Lezana pone números: “Al presupuesto que teníamos de 60 mil millones del año pasado, que estuvo congelado todo el año y que en junio se acabó, llegó un refuerzo de 90 mil millones de pesos, o sea, un tercio más. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. Solo por poner un caso: el medicamento gammaglobulina aumentó 10 veces, y lo mismo sucede con el resto de los remedios, insumos y obras. Por eso en salud no se puede ajustar, pero el ministro Lugones es el hombre manos de tijera, solo piensa en recorte, recorte y recorte”. 

S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo

Hay motosierra, licuadora y también organización como defensa de la salud pública.

El ministro que nunca pisó el hospital

El Juan Pedro Garrahan lleva ese nombre por un reconocido pediatra. En cuanto a su sostenimiento, depende un 80% del Ejecutivo nacional y un 20% del gobierno porteño. Cuando a principios de octubre asumió el ministro Lugones, una de sus primeras decisiones fue echar a todos los integrantes del Consejo de Administración, al otorgar un bono por única vez de $500 mil pesos a las y los trabajadores. Contextualiza Ivone: “El bono no fue una dádiva, sino el producto de varios meses de reclamo y además se obtuvo con recursos genuinos que producimos con nuestro trabajo, ya que ese dinero salió de una caja donde va la plata que se recauda de las obras sociales de los pacientes. Esa caja sigue existiendo, pero el mensaje de la patronal fue que ya no se repartirá entre las y los trabajadores”.

Josmar agrega: “Cuando Lugones se reunió hace 15 días con el nuevo Consejo de Administración (presidido por Soraya Anis El Kik) dijo públicamente que el presupuesto del hospital garantizaba su total funcionamiento, pero nosotros sabemos que no es así”. Da un ejemplo: “En una de las terapias especializadas en pacientes inmunosuprimidos donde sí o sí debe haber una determinada ventilación, en estos últimos días de calor los aires acondicionados no funcionaron. Y no funcionan desde hace varios meses porque dicen que no hay plata para arreglarlos. Da otro: “No solamente se nota en las habitaciones de los pacientes, también en los entrepisos técnicos donde está toda la maquinaria, hay mucha precariedad en el ambiente, con paredes, techos y pisos rotos”. Otro más: “En los vestuarios del personal hay humedad, hay ratas, hay baños clausurados”. Y explica el por qué de las palabras del ministro Lugones: “Nunca pisó el hospital”.

S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo

A 37 años de su inauguración, sus trabajadores denuncian cómo lo están desmantelando.

La resistencia

Por año, el Garrahan atiende 660 mil consultas. Realiza 12 mil cirugías. Trata el 40% del cáncer infantil del país. Hace más de 100 trasplantes pediátricos de órganos, lo que representa al 50% de toda la Argentina.

Eso, y muchísimo más, es lo que está en juego. 

Tras la marcha blanca del martes pasado, donde confluyeron con las clases públicas universitarias, ayer se consensuó en la asamblea del Garrahan continuar el plan de lucha. Se votaron dos paros: el jueves 31 de octubre, con permanencia y distintas actividades. Y el viernes 8 de noviembre, con un abrazo cultural y social en defensa del hospital, y con el cierre de un festival musical.

Guido Gromadzyn: “Hace meses que reclamamos y, aunque esto nos está llevando un montón de desgaste mental y emocional, vamos a seguir organizándonos para que esto le llegue a toda la comunidad y así evitar que esto se desbande aún más. Vamos a seguir, porque aunque este gobierno parezca que nunca escucha, siempre sirve hacer ruido”.

Cierra Norma Lezana: “Hay mucho en riesgo y no sé si la población es consciente de lo que se puede llegar a perder si no hay un cambio de rumbo en un gobierno que no dialoga, que no entiende lo evidente. Acá estamos preparados para resistir, porque si no resistimos nosotros, no lo va a hacer nadie. Estamos fortalecidas y convencidos de que vale la pena defender todo lo que significa nuestro hospital Garrahan”.

S.O.S. Garrahan: el desfinanciamiento del hospital modelo

Seguir leyendo

Nota

Desalojo a una comunidad originaria en Jujuy: el poder político detrás de la violencia policial

Publicada

el

Con poquito aportás muchísimo ¡Sumate!

La comunidad originaria kolla de Guerrero, al sur de la provincia, fue desalojada este martes en medio de una violenta y desproporcionada represión policial: “Casi 200 policías para un puñado de mujeres, niños y ancianos”. Hubo detenciones y vejaciones: “Les hicieron sacar toda la ropa; los tuvieron contra una pared con los brazos arriba por tres horas y si querían bajar los brazos, les pateaban las canillas”. La complicidad entre la Justicia y el poder político. La figura del empresario de medios y ex vicegobernador peronista Guillermo Jenefes, cuya familia reclama esas tierras. La voz de la comunidad desterrada, que hace siglos vive en ese territorio: “Pasaron las topadoras por nuestras casas, por nuestra chacra. Arrasaron con todo, no quedó nada”.

Por Francisco Pandolfi

En Jujuy, a la gente originaria la destierran de su tierra, por ejecución de la policía, por orden de la Justicia y por decisión de la política. 

Los desalojos de las comunidades indígenas no son una excepción, sino una regla a piaccere de quienes manejan la provincia del norte del país. Fueron moneda corriente en la última parte de la gestión de Gerardo Morales. Y lo son desde que el pasado 10 de diciembre lo reemplazó Carlos Sadir, quien fuera su Ministro de Hacienda y Finanzas. Este martes, cinco familias campesinas fueron arrancadas de su tierra ancestral en la localidad de Guerrero, al sur de la provincia de Jujuy, a 20 kilómetros de la capital, San Salvador. Una comunidad que contaba con personería jurídica desde 2008, otorgada por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y con el plano catastral que marcaba los límites de su territorio, publicado incluso en el Boletín Oficial de la Nación (resolución 62/2018). Ni ese marco legal impidió un operativo violento y descomunal conformado por más de 150 policías, luego que la jueza Lis Valdecantos Bernal, a cargo del Juzgado 7° de Primera Nominación en lo Civil y Comercial, ordenara el desalojo.

No se trata de un terreno más. Detrás de este desalojo se encuentra la todopoderosa familia Jenefes, que reclama las tierras como propias. Guillermo Jenefes fue vicegobernador de Jujuy entre 2011 y 2015, en la administración peronista de Eduardo Fellner. En ese lapso, nombraron a la Valdecantos Bernal como jueza. Guillermo Jenefes también fue uno de los constituyentes que votó a favor de la Reforma (in)Constitucional que el radical Gerardo Morales impuso el año pasado a espaldas del pueblo. Guillermo Jenefes además es un robusto empresario de medios de comunicación de Jujuy. Juan, su hijo, denunciante de la comunidad indígena, es diputado provincial por el PJ.

Fotos: comatoconvocada.jujuy

Arrasa-miento

Lorena Durand integra la comunidad kolla de Guerrero recientemente despojada. Cuando la contactamos desde lavaca, pidió si la podíamos llamar “en quince minutos” porque estaba entrando al colegio de sus hijos a justificar por qué no fueron a clase esta semana. Se la nota agitada. Con un dejo de agotamiento en el habla y en la respiración, que persiste en el aire cuando termina cada oración. Minutos después, lo primero que dirá son dos palabras, con múltiples significados: “Acá estamos”.

El acá estamos literal es en el portón de ingreso de su comunidad. “Nos acercamos a pedir por nuestros animales. Y a darles agua y comida, pero no nos dejaron. Además de animales grandes, como vacas, caballos y ovejas, quedaron gallinas, gatos y un corderito al que estábamos dándole mamadera. Una abogada proteccionista nos está ayudando y logró que nos los entreguen, aunque por tandas. Ayer nos devolvieron algunas perras, en un estado deplorable, golpeadas, asustadas. De 30 gallinas nos dieron 11, todas muy lastimadas. La Policía demolió nuestras casas, pasaron las topadoras cuando la orden judicial decía solamente desalojar. No deberían haber tocado las viviendas y creemos que en esa demolición aplastaron a muchos animales”.

El acá estamos, Lorena también lo dice suspirando injusticia y una lucha que seguirá, ahora sin un techo donde vivir, y en una abismal desigualdad de condiciones. Habla de corrido, como quien necesita diseminar lo que está pasando lo más rápido y contundente posible. “Los animales grandes no los vamos a sacar, porque sacarlos sería perder nuestra posesión y no lo vamos a hacer”. Y repite, porque cree que hay oraciones que necesitan subrayarse: “Y no lo vamos a hacer. Nosotros acá estábamos en uso y posesión de nuestra tierra, vivíamos, teníamos árboles frutales, nuestra chacra y los animales, que son nuestra principal fuente de ingreso. Todo fue arrasado. Todo. No quedó nada”.

Fotos: comatoconvocada.jujuy

Jenefes, el patrón

De fondo, se escuchan los bocinazos de gente autoconvocada que se acercó a apoyar a las familias. Hay mucho ruido en este desalojo: “Somos una comunidad aborigen con reconocimiento nacional, pero en Jujuy Guillermo Jenefes maneja absolutamente todo: el poder político, la policía, todo, todo, todo. Él quiere sacarnos del terreno para fraccionarlo y venderlo; al resistir estamos yendo contra el gran patrón de la provincia”.

Lorena argumenta: “Nosotros no somos una comunidad improvisada como él nos quiere hacer ver, no estamos fuera de regla. Hasta tenemos personería jurídica otorgada a nivel nacional. Figuramos en el ReNaCI (Registro Nacional de Comunidades Indígenas) y en el ReTeCI (Programa de Relevamiento Territorial de Comunidades Indígenas), además de tener nuestra carpeta técnica aprobada por el Estado Nacional. Desde Buenos Aires mandaron un equipo técnico y corroboraron nuestra existencia y preexistencia en este lugar, donde estuvieron nuestros antepasados mucho antes que cualquiera. Pero hoy, con el poder y el dinero que tiene, Jenefes hace lo que se le antoja”.

Fotos: comatoconvocada.jujuy

Una peli de terror

El martes a la mañana arremetió un operativo encabezado por efectivos del CEOP (policía provincial), con más de diez patrulleros, caballos y armas de fuego. Detuvieron a seis integrantes de la comunidad “por resistencia a la autoridad” y los liberaron algunas horas después. Cuenta Lorena: “Nos pasaron por encima. Vinieron casi 200 agentes para desalojar a un puñado de mujeres, niños y ancianos. A mi nene de 10 años le doblaron los brazos hacia atrás. Fuimos violentados y vulnerados, la situación fue totalmente caótica y traumática. Se llevaron a dos personas mayores de 70 años, sin comida, ni bebida, incomunicados. A mi esposo y a mi primo los golpearon, los vejaron, les hicieron sacar toda la  ropa “para buscarles los celulares”; los tuvieron contra una pared con los brazos arriba por tres horas y si querían bajar los brazos, les pateaban las canillas. De terror la violencia que generaron, no hay palabras para describir lo que pasamos”.

Hay más. Clemencia Farfán tiene 99 años y vivió allí toda su vida. Es la abuela de Lorena: “La sacaron de la cama donde estaba, la empujaron a su silla de ruedas y la llevaron afuera, le cerraron las puertas de su propia casa y la pusieron de espaldas a su tierra. Fue terrible lo que hicieron y con muchísima brutalidad”. Su abuelo Carlos falleció hace tres años y está enterrado en su territorio. “El mayor miedo que tenemos es que saquen el cadáver de nuestro abuelo. Nos dieron 72 horas para que lo saquemos. ¿Cómo vamos a sacarlo de su tierra? Ellos están tratando de borrar todas nuestras huellas, causando el mayor daño posible antes de que regresemos a nuestro hogar, porque saben bien que hicieron las cosas mal, que la orden de la jueza está totalmente fuera del orden constitucional”.

Un puñado de kollas

La vocera de la comunidad asegura que la jueza Lis Valdecantos Bernal firmó el desalojo porque Jenefes, cuando era vicegobernador, la nombró en ese cargo. “Le pagó el favor y puso una firma donde no había argumento, pero Guillermo Jenefes mueve los hilos de todas las marionetas: el Poder Judicial, la Policía y el resto de los políticos. Él hace ostentación de su poder, a diestra y siniestra, sin importarle nada”.

La disputa la tierra lleva 17 años sin ninguna resolución: Explican desde la comunidad: “Si Jenefes tuviese algún papel que demostrase que es suya o de su familia, ¿alguien podría creer que el conflicto jurídico seguiría? No, nos hubieran sacado desde un principio. No hay ni un papel que corrobore que el terreno es de él, pero la jueza debió pagar el favor. Este hombre es dueño del canal 7 –la única señal que llega a todo Jujuy– y tiene mucha injerencia en el canal 4, por eso en la provincia no se nos abren los micrófonos”. 

Además de un posible negocio inmobiliario, en zona de majestuosas yungas, pura vegetación verde y cerros, Lorena apunta a otro foco de la persecución: “Jenefes es una persona cuyo orgullo no le permite mirarnos como iguales. Odia que un puñado de kollas ose pararse delante de él, mirarlo a los ojos y decirle: ‘Vos no sos mi patrón’. El país tiene que saber que los desalojos a las comunidades originarias están siendo cada vez más frecuentes. Los terratenientes están tomando un impulso que debemos frenar. Lo que nos hicieron debe ser la gota que rebalsó el vaso”. Concluye, desde la puerta de su comunidad, aunque del lado de afuera del portón: “Somos la comunidad aborigen de Guerrero, pertenecientes al pueblo kolla, de piel oscura y estamos orgullosos de serlo. Acá estamos, y acá estaremos”.

Desalojo a una comunidad originaria en Jujuy: el poder político detrás de la violencia policial

Fotos: comatoconvocada.jujuy

Seguir leyendo

LA NUEVA MU. Tomar el futuro

La nueva Mu
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad

Lo más leido

Anticopyright lavaca. Todas nuestras notas pueden ser reproducidas libremente. Agradecemos la mención de la fuente.