Nota
Jornadas La protesta social no es delito: primer round contra la criminalización
¿Usted es la maestra que hace lío? , pregunta, jocosa, la abogada Mara Puntano. – Sí. ¿Y usted es la abogada de estos revoltosos?, responde la maestra Marina Schifrin, la primera argentina condenada por cortar una ruta, mientras señala a los hermanos Hippie y Pepino Fernández, miembros de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi y dos de los 600 procesados por ejercer su derecho a la protesta en la provincia de Salta. La docente había viajado 18 horas desde Bariloche, Río Negro; los otros tres, 27 horas desde General Mosconi, Salta, para participar de la Semana contra la Criminalización de la Protesta que organiza el colectivo Alerta Salta, en Buenos Aires. Los cuatro se reunieron por primera vez el sábado al mediodía en un bar de Monserrat en lo que podría haberse denominado «La mesa de los procesados». Porque, como si fuera poco, se sumó María José Castells, la estudiante de Ciencias Económicas que tiene una causa en la justicia por haber ido a conocer in situ la actividad la UTD. Son apenas un puñado de los más de 3.000 encausados por pedir trabajo, salud y educación en la República Argentina de la última década. Pero no son casos cualquiera. · Schifrin cortó la ruta en 1997 -apenas un año después de la pueblada de Cutral-Có y cuando los piquetes todavía no habían llegado al Conurbano- para reclamar por el reintegro de un descuento salarial. Fue denunciada por la C´smara de Turismo y resultó condenada a tres meses de prisión en suspenso y a dos años de inhibición de participar en cualquier manifestación pública tanto en primera como en segunda instancia. Su caso es el primero de este tipo en la Corte Suprema de Justicia y puede transformarse en un leading case: cómo falle el Tribunal depender -en buena medida- la suerte del resto de los procesados. · Pepino Fernández es el recordman argentino de los procesados, con 76 causas sobre sus espaldas. «No hay artículo del Código Penal que no me hayan querido endilgar», señala con más humor que fastidio. Estuvo casi dos meses preso y salió en libertad bajo caución. El juez pretendía que pague 10.000 pesos en concepto de fianza. «Una burla para un desocupado», subraya su abogada Puntano, quien logró cambiar ese monto por el compromiso del ex trabajador de YPF de presentarse todos los meses en el juzgado para estampar su firma. «Paso por lo menos tres días por semanas en juzgados y comisarías. Declarando o tocando el pianito», describe el miembro UTD. El acoso judicial se convirtió en una verdadera condena: cuanto más tiempo tenga que pasar por tribunales, menos tiempo le queda para el trabajo social. Un teléfono celular interrumpe las presentaciones de rigor. Una radio quiere hacerle una nota a Puntano, defensora de 600 desocupados salteños, entre ellos Pepino Fernández y su hermano. «Yo ya perdí la cuenta de cuántas causas tengo», aclara Hippie. Hay una tercera Fernández procesada: Eva, hermana de los otros dos y acusada -aunque no haya ninguna evidencia que lo compruebe- de instigar el incendio de las oficinas de Tecpetrol. «Esta gente no sale a la ruta a cometer un delito, sino a exigir al gobierno que los escuche. Exige que se cumpla su derecho constitucional a un trabajo digno. Por eso pedimos que se apruebe una ley de amnistía para todos los procesados por la lucha social y la reforma del Código Penal, para que no se pueda criminalizar más la protesta». Mientras Puntano concede la entrevista, los demás siguen charlando: -¿Vos pudiste seguir trabajando a pesar de la condena? , pregunta Pepino a Schifrin, que comenta lo que le costó conseguir la licencia gremial para participar de estas jornadas. -Sí. Vamos a ver qué pasa después de que el fallo esté firme, contesta la maestra. -Allá, en Mosconi, tenemos una maestra, Titi Guerrero, que cuando la procesaron por un corte de ruta, enseguida la sumariaron y no la dejaron dar más clase. En Salta están procesados hasta los gendarmes que no tienen trabajo, dicen que son los maestros de los piqueteros , resume el hombre de la UTD. La situación en la Patagonia no es mejor. El 9 de junio -informa Schifrin- comenzará el juicio oral y público a otros cuatro docentes por un corte de ruta en el puente que une a las ciudades de Neuquén y Cipoletti. También se trataba de un reclamo salarial. «Yo vengo con la idea de formar un comité de solidaridad a nivel nacional con los procesados por la protesta social. Tendría la misión de generar una base de datos en internet con todas las causas y de darle difusión al tema. El gobierno dijo que no quería judicializar la protesta y también habló en un momento de la amnistía. Hay que presionarlo para que lo cumpla. Pero este comité tendría que estar formado por los procesados, no por sus abogados. Porque se trata más de una cuestión política que legal».
Primera escala: Ciencias de la Comunicación
Terminado el almuerzo, los cuatro marcharon a la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires, en Parque Centenario, para participar de uno de los talleres del Foro de Economía Social y Solidaria. Allí los esperaban varias decenas de personas interesadas en escuchar sus casos. Mara Puntano abrió el encuentro dándole un contexto a lo que sucede en Salta. Recordó que en la zona petrolífera de la provincia, el 80 por ciento de la población quedó desocupada cuando se privatizó YPF y que los despedidos de entonces, llevan doce años reclamando que se les pague lo que les corresponde por el Programa de Propiedad Participada. «Hay una ley y una sentencia judicial que reconoce esa deuda, pero todavía nadie vio ni un peso”. Y agregó: «Como son desocupados, no tienen un sindicato que los defienda, están excluidos de la sociedad, no tienen medios para ser escuchados y están cansados de elevar notas al gobierno nacional, al provincial, a los diputados y senadores. En esa zona sería muy fácil dedicarse al contrabando o al tráfico de drogas, pero ellos prefieren cortar rutas para exigir trabajo digno. Ni siquiera quieren planes o bolsones: quieren trabajo. La ruta es el único escenario que les queda. No puede ser que tengan que pagar 45 pesos una garrafa de gas mientras están parados sobre oro negro: es la segunda zona productora de petróleo del país.» A Hippie Fernández le toca explicar cómo se hace para subsistir doce años sin trabajar. «Nosotros siempre decimos que detrás de la protesta viene la propuesta. Y como el trabajo, la educación, la salud no son temas que ocupen a nuestros ministros, intendentes, o diputados; en la UTD asumimos esos roles para que nuestros hijos tengan un futuro.»
Hippie comenzó entonces a desplegar carpetas y planos para mostrar la cantidad de proyectos autogestionados que realizó la UTD: aulas, huertas, las de primeros auxilios, viveros. También mostró una hoja llena de sellos y dijo con bronca: «Acá están todas las firmas de las instituciones que nos manifestaron sus apoyos. Para muchos somos vagos, una lacra, o simples piqueteros, pero les dimos a la comunidad lo que no le dieron los políticos». En General Mosconi, la UTD se convirtió en una especie de municipalidad paralela: los habitantes les piden a los piqueteros lo que la burocracia estatal les niega. Luego, Hippie habló de los problemas de salud de los habitantes de Mosconi. Del elevado número de muertes por cáncer, de las enfermedades renales y de la diabetes, padecida por el 60 por ciento de la población. «Las empresas no sólo nos saquean, sino que también nos contaminan». El miembro de la UTD sigue mostrando carpetas con proyectos: un basurero ecológico, el horno de ladrillos para las comunidades aborígenes, una universidad, el emprendimiento de 400 hectáreas donde se siembran porotos, maíz, mandioca, soja. Pepino suma: «Toda la producción es orgánica porque genera más fuentes de trabajo. Y se hace todo a pulmón, con un tractor de 1956, con caballos prestados”. Las preguntas: por qué no llegan estas noticias a Buenos Aires, por qué los movimientos sociales no unifican sus reclamos. Schifrin responde: «No llega la información a la Capital porque no hay un federalismo real y también por los propios intereses de los medios. En el interior, por ejemplo, está lleno de maestros procesados por querer construir un país mejor. Pero también tenemos que hacernos cargo que en el campo popular hay una gran fragmentación: muchos primero te hacen un análisis de sangre y de saliva y después ven si te ayudan. Mientras tanto se mueren compañeros». El tema de la muerte se instaló en la charla. La UTD tiene cinco militantes asesinados sin que haya prosperado ninguna investigación judicial al respecto. Entre ellos, el asesinato de Aníbal Verón, el nombre que le dio nombre a más de una organización piquetera. «Lo mataron porque le debían nueve meses de sueldo», recordó Pepino «Nosotros queremos salvar vidas, pero dicen que somos delincuentes. Nosotros tenemos causas por cortar una ruta para reclamar que arreglen tres puentes donde murieron más de cuarenta personas. Cuando lo arreglaron, no se murió nadie más. Así que salvamos vidas»..
El taller terminó, pero los procesados no paraban de contestar preguntas en los pasillos de la facultad. Tardaron una eternidad en llegar al bar de la planta baja para tomar el café que se debían del almuerzo. Y seguían contestando preguntas: «¿Cómo se hace para defender a 600 procesados?», le preguntaron a Mara Puntano. «Con ganas», contestó y completó: «Hay un montón de comisiones de derechos humanos, en sindicatos, facultades que tienen fondos y no hacen nada o destinan todo a defender a una sola persona. En Salta, los desocupados tienen que juntar plata para pagarse los estampillados de los trámites».
A Hippie Fernández le preguntaron por la crisis energética: «Es un verso. En la Argentina, el metro cúbico de salida de pozo cuesta 45 centavos de dólar. Pero las empresas no exploran acá para que el país le compre a Bolivia, donde las mismas empresas venden el gas a 1,38». A su lado, su hermano daba cuenta de las paradojas de su infierno grande: «Los mismos empleados judiciales que nos toman declaración a nosotros nos piden que la UTD los apoye en las movilizaciones por aumento salarial»: Los preguntones seguían haciendo cola, querían conocer la historia de voz de sus protagonistas. Tienen tiempo hasta el viernes a las 11, cuando la última actividad de la Semana contra la Criminalización de la Protesta se haga en las escalinatas de Tribunales.
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Ituzaingó: ocupan la fábrica de ascensores Cóndor y proyectan una cooperativa

Mientras se discute la reforma laboral, comenzaron los despidos en empresas líder y el viejo vaciamiento por parte de los dueños que buscan eludir sus responsabilidades, con aval del Estado. Y los trabajadores, en la calle. El caso de Ascensores Cóndor en Ituzaingó es un ejemplo de vaciamiento, pero también de lucha: tras cinco meses sin cobrar, sus 34 trabajadores ingresaron a la planta y proyectan hacer una cooperativa para sostener las fuentes de trabajo. “El camino no es sólo irse con las manos vacías, sino también luchar”, dice uno de sus trabajadores a lavaca. Retrato de una época de crisis y ¿de autogestión?
Argentina es un país que tiene un día a día tan imprevisible que lo que pasó cinco meses atrás puede parecer de otro siglo. Por entonces, en ninguno de los portales de las empresas periodísticas tradicionales aparecía en agenda la reforma laboral que mañana movilizará a miles de personas frente a la Casa Rosada. Tampoco que la empresa metalúrgica Ascensores Cóndor, una fábrica líder con 50 años de historia, dejaba de pagarle a sus trabajadores, coronando un proceso que había empezado, al menos, otro año atrás.
Hace cinco meses que, en este país que cambia todos los días, hoy hay 34 obreros que siguen en la misma situación: hace cinco meses que no cobran un peso. Por eso, luego de semanas de cortar la calle, de acampes y de festivales en el barrio para juntar lo indispensable para bancar la olla, decidieron dar un paso al frente: iniciar los trámites para conformar una cooperativa de trabajo y recuperar sus fuentes de vida y esperanza.
Saben que el contexto es brutal: Acindar (en Rosario) suspendió 2500 trabajadores, Whirlpool (en Pilar) cerró y dejó a 220 familias en la calle –lo que desató un efecto dominó en el Parque Industrial–, y el secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Aber Furlán, denunció que desde la llegada de Javier Milei al Gobierno el gremio perdió más de 26 mil laburantes.
Dentro de la fábrica en el barrio Villa León, en Ituzaingó, municipio al oeste del conurbano bonaerense, el obrero Miguel Franco –51 años, 16 en la empresa, 5 hijos– asegura a lavaca: “Esperemos ser un faro para demostrar, en esta crisis, que se puede”.
La chispa
Los trabajadores ubican el comienzo del desplome hace diez años, tras la muerte del dueño fundador. La empresa pasó entonces a manos de los hijos que, de a poco, se fueron peleando entre sí. Todo comenzó a sentirse en la producción: antes de la pandemia llegaron a trabajar 35 ascensores por mes –cada uno tiene un valor de alrededor de 30.000 y 40.000 dólares–, pero el número empezó a bajar: primero a 25, luego a 20. También bajó el número de trabajadores: fueron 220 en el momento de esplendor, luego 180, quedaron 70, y hoy resisten 34.
“Ellos empezaron a hacer que caiga la empresa”, dice Pablo Zamorano, 42 años, 15 en Cóndor, una hija. “Llegamos a estar en un nivel muy alto, fuimos una de las primeras marcas de ascensores. Pero el dueño murió y con su familia esto empezó a decaer. Armaron un esquema de vaciamiento, ni siquiera compraban materia prima. Hace un año empezaron a pagarnos el sueldo de partes, y hoy nos dejaron sin obra social, sin ART. Este año empezó peor y hace más de cinco meses que no cobramos nada”.
Los dueños firmaron retiros voluntarios con algunos trabajadores y establecieron planes de pago que sólo cumplieron durante un mes, lo cual demuestra la voluntad de los patrones, ni siquiera con una reforma laboral que pretende establecer bancos de horas y licuar indemnizaciones y jubilaciones, sino con la legislación actual. “A otro compañero, con 40 años de trabajo acá, le pagaron con un hornito de 150.000 pesos”, se indignan los obreros.
Miguel ubica el desplome en el contexto actual: “Hay una caída económica en todo el país. Lo que vivimos es terrorífico: suba de precios, sueldos planchados, un enfriamiento terrible. No sabemos a dónde vamos a llegar, porque todas las semanas están echando gente. Esperemos cambiar la situación y que la gente se dé cuenta de que este Gobierno no va”.
Pablo responde por qué una cooperativa: “El esfuerzo que estamos haciendo todos nos da la esperanza de armarla, para que ya no nos saquen el sueldo como lo hicieron. No conocía esta posibilidad, pero nos da ánimos. Nos va a servir a todos para no seguir sufriendo”.
Miguel destaca el apoyo y asesoramiento de otras experiencias del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), la banca de la delegación de Morón de la UOM, y la del sector político-gremial más importante de todos: “La familia, porque la banca que nos están dando es tremenda. Imaginate: estoy también al cuidado de mi papá, 93 años, con una jubilación retro. Pero él me apoya, también mi señora y mis hijos: ahí hay futuro”.
Los trabajadores saben que, en este contexto, la experiencia de Ascensores Cóndor puede ser una chispa y una inspiración para otras fábricas que estén en una situación similar. Miguel dice mirando a los ojos: “Lo tomo como un faro. Puede salir mal, puede salir bien, pero también es hacerle ver a la gente que está pasando el mismo problema que esto se puede hacer. Estamos cuidando nuestros puestos de trabajo, que es lo principal. Nos hemos hecho viral, hemos salido en varios lados, y por algo es: por algo venimos y por algo estamos en este mundo. Ojalá sea el inicio, la esperanza de saber que, cuando pasan estas cosas, el camino no es sólo irse con las manos vacías, sino también luchar”.
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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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