Nota
Julián Antillanca: cuando la justicia no falla
Este lunes se conocerá la sentencia por el crimen de Julián Antillanca asesinado el 6 de setiembre de 2010 en Trelew. El juicio ya marca una epopeya: logró que se anule uno anterior que consagró la impunidad de los imputados.
Este lunes se conocerá la sentencia por el crimen de Julián Antillanca asesinado el 6 de setiembre de 2010 en Trelew. El juicio ya marca una epopeya: logró que se anule uno anterior que consagró la impunidad de los imputados. Ahora, la querella y la fiscalía pidieron prisión perpetua para los cuatro policías acusados de asesinar a Julián. Verónica Heredia, la abogada querellante, resaltó que hay que enmarcar este crimen dentro del contexto de violencia institucional que representa la policía y la justicia en esa provincia y, en particular, la criminalización institucional de los jóvenes pobres.
El 5 de septiembre de 2010 Julián Antillanca fue a bailar a un boliche de Trelew y apareció a la mañana siguiente tirado en la calle, brutalmente golpeado. Tenía 19 años. El asesinato se produjo luego de una escalada de violencia policial de la seccional Cuarta de Trelew, que arrancó a las 4 de la mañana del 6 de septiembre con la golpiza a los hermanos Sergio y Denis Aballay y concluyó con el asesinato de Julián unas horas después.
Este fue el segundo juicio que se realizó en Trelew por el crimen de Julián. El primero concluyó en marzo de 2012 con la absolución de los nueve policías imputados. La fiscalía, la defensa privada y la defensa pública apelaron, y la causa llegó hasta el Superior Tribunal de la Provincia, que en julio de 2013 revocó el fallo absolutorio y obligó a la realización de un nuevo proceso. La Corte Suprema confirmó la decisión.
Llegaron así a esta instancia que se define hoy, con la lectura del fallo:
Cuatro policías acusados de homicidio agravado: Martín Solís, Jorge Abraham, Laura Córdoba y Pablo Morales.
Cuatro policías acusados por encubrimiento: Carlos Sandoval, Analía Di Gregorio, Mario Bascuñán y Valeria Zabala.
Un policía acusado por privación ilegítima de la libertad: Diego Rey.
Una mujer acusada por intentar desviar la investigación: Gabriela Bidera, hija de un comisario, que fue beneficiada con una probation.
El viernes fueron los alegatos. La querella acusó a Solís, Abraham, Morales y Córdoba por el delito de “homicidio agravado por ser cometido por policías en abuso de sus funciones”. También acusó a Sandoval por “encubrimiento agravado en concurso real con incumplimiento de funciones públicas”. Lo más destacado, por su implicancia política e institucional, fue la contextualización que la abogada querellante, Verónica Heredia, realizó sobre el crimen de un joven.
Cómo funciona la violencia institucional
La doctora Verónica Heredia subrayó que el crimen de Julián Antillanca no fue parte de una “noche de excesivo abuso” policial, sino que dejó en claro el carácter sistémico de esa violencia. “Estos hechos cometidos lo han sido en el marco de una violencia sistemática por parte de policías de la Provincia de Chubut contra jóvenes de escasos recursos y la impunidad garantizada por el Poder Judicial”, resumió.
La apreciación no es caprichosa. Lo sistémico aborda un tipo de violencia determinada ejercida por un sector específico (la policía) contra una población específica (pibes pobres). Heredia precisó que ese contexto está descripto en la sentencia que la Corte Interamericana por los Derechos Humanos (CIDH) promulgó en 2011 contra el Estado argentino por la desaparición forzada de Iván Torres. La Corte observó el “hostigamiento permanente” que la antropóloga Sofía Tiscornia describió como una práctica que puede concluir en muertes, torturas y desapariciones: “Se trata de un fenómeno particular: una legislación y prácticas policiales violatorias de los derechos humanos y tribunales que -alejados de que los conflictos sociales de quienes más lo necesitan- no investigan o son cómplices de esos crímenes”, afirmó Tiscornia ante la CIDH.
La doctora Heredia aplica este contexto al caso Antillanca: “Lo que hizo Julián es haber pertenecido a ese sector más desprotegido, a ese sector de jóvenes de escasos recursos a los que la policía debe controlar”.
Las pruebas y el contexto
La doctora Heredia enfatizó en que es dentro del contexto descripto por la CIDH en el que los jueces Adrián Barrios, Darío Arguiano y Marcelo Nieto de Biase deben valorar la prueba analizada durante el juicio. Estas pruebas, sostiene, prueban que Julián Antillanca fue golpeado salvajemente por policías, subido a un patrullero y abandonado en la calle. Así lo confirmó el perito del Cuerpo Médico Forense (CMF) de Chubut, Herminio González, quien precisó que el Julián murió producto de los múltiples golpes recibidos. También el director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas (SHGD) de la Universidad de Buenos Aires, Daniel Corach, quien especificó que la sangre encontrada en el móvil policial N° 234 era del “linaje Antillanca”. Pero fueron las jóvenes Daiana Monsalvez y Jorgelina Domínguez quienes narraron cómo tres policías golpeaban a Antillanca mientras una mujer oficial los cubría, y cómo el oficial Solís sacó al muchacho del patrullero y lo tiró a la calle.
La doctora Heredia resaltó que es “en esa violación de derechos humanos” la que, luego se pretendió dejar impune con el juicio anulado, lo cual demuestra la función que cumple la justicia en la cadena de violencia institucional: consagrar la impunidad.
Clases sociales y control
Puntualiza la doctora Heredia: “’No me acuerdo’ fue la respuesta recurrente de los oficiales. Ninguno sabía a qué hora ingresó a trabajar, ni qué hizo, ni quién era su superior, ni quién controlaba sus tareas, ni quién eran sus compañeros ese día. Por ejemplo, el oficial Gustavo Briceño respondió 38 veces “no me acuerdo”. Su colega Hugo Orlando Crespo lo hizo en 24 oportunidades. Néstor Ángel Vargas, quien se presentó como “nacido y criado en Trelew”, no pudo responder ni una vez sobre las distancias que separan las calles donde se crió. Párrafo aparte se merece la sargento Elviera Antonia Caroprese, que no sabía siquiera si trabajaba hacía “5 ó 6, 8 ó 9” años en el Comando Radioeléctrico. Tampoco sabía a qué hora ingresó, ni qué hizo, ni mucho menos por qué. Cuando le preguntaron cuáles eran sus funcionales y quién se las asignaba, contestó: “No, porque me… Yo llegaba y… O sea… Eh… Bueno, el encargado de turno me toma la guardia y eh… cómo se llama… y en ese caso, pero como yo ya sabía que tenía que tomar la guardia, el día anterior, llegaba agarraba el parte diario y empezaba…”.
La abogada destaca especialmente las respuesta del oficial Adolfo Elvio Carballo: “Su testimonio debería recorrer hoy las clases de sociología política e incorporarse en los estudios sobre marxismo como una versión del siglo XXI y chubutense de la lucha de clases”, expresó en su alegato. Carballo declaró que la policía debía hacer “adicionales” a la salida de los boliches “por la pelea entre las diversas clases sociales”. La abogada Heredia le pidió que explique cuál era esa división de clases. La respuesta del policía: “Están los negros que escuchan cumbia y los chetos que escuchan electrónica”. La doctora Heredia concluye: “Lejos de resultar ésta una versión ´grotesca´ esconde en ella la razón de la violencia policial: la discriminación, la desigualdad, el control policial de las clases sociales”.
Aquí el alegato completo de la doctora Verónica Heredia, en formato .doc
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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).
Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.
Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo.
Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.
Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.
Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.
Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.
El video de 3,50 minutos
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Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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