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La Defensoría del Pueblo viajó a Salta: «El desalojo de los kolla-guaraníes es un error judicial grosero»

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Víctimas de la justicia, que viven en estado deplorable. Errores judiciales imperdonables que no se han reparado. Indefensión de una comunidad avasallada. Tal es el panorama que se encontró la delegación de la Defensoría del Pueblo de la Nación tras viajar a Salta para conocer de cerca la situación de los kolla-guaraníes expulsados de su tierra, en Río Blanco. La violación de los derechos humanos y una posible desaparecida: la justicia.

«El desalojo de la comunidad kolla-guaraní es un error judicial grosero».
«La situación más clara que se ha podido obtener del viaje de la comisión de la Defensoría del Pueblo a Salta, es un reconocimiento expreso de la jueza, dicho verbalmente en la audiencia ante nuestros enviados, de que ella se equivocó. Y si se equivocó, significa que el desalojo fue un error, y esas personas tendrían que volver a ocupar esas tierras».
Anselmo Sella, subsecretario de Administración de la Defensoría del Pueblo de la Nación fue el encargado de recibir el lunes 29 de marzo a la delegación de la comunidad kolla-guaraní que viajó a Buenos Aires desde Salta, y motorizó el veloz envío -el jueves 1ª de abril- de una comisión a la provincia formada por el abogado Juan Pablo Jorge (asesor legal) y Adriana Viñas (del área de derechos humanos). Ya están preparando un informe que servirá al Defensor Eduardo Mondino para decidir qué medidas impulsar. Sobre la situación en que encontró a los integrantes de la comunidad de Río Blanco, el doctor Juan Pablo Jorge reconoce:

«Como ser humano, me duele muchísimo que seres humanos vivan en esas condiciones. Es hiriente».
«Hay una cantidad de personas, que no pude precisar, viviendo en cuatro carpas, al borde de la ruta, en condiciones deplorables. No hay ninguna infraestructura que pueda albergarlos mínimamente. No hay baños, sólo palanganas. Las condiciones son inimaginables. Preguntamos si han tenido alguna contención a nivel municipal o provincial, pero no: sólo han contado con el apoyo de una institución aborigen local».


Sobre este tema, Sella pronuncia una frase impresionante:

-En este tema ha sido muy importante la falta de apoyo a estos aborígenes, de todo el mundo.

Sella explica, sin perder el asombro, que la comunidad, sencillamente no tendría que estar desalojada.

¿Cuál fue el error de la jueza Cristina del Valle Barbará de Morales?

-El error, que ella misma ha reconocido, consistió en haber librado órdenes de lanzamiento sin un acto judicial previo que las hubiera autorizado («Lanzamiento» significa, en términos judiciales, la expulsión de alguien de un lugar: desalojo).

¿El desalojo fue sin una orden judicial válida?

-La sentencia de desalojo ya se había ejecutado hace cuatro años, en 1999. No se sabe cómo se hizo, ni a quién se desalojó, ni por qué. Pero lo cierto es que los propios jueces reconocen que se había ejecutado. No obstante, esta comunidad permanecía ocupando el campo. Entonces, no se puede modificar la nueva situación de hecho sin un nuevo proceso. Ese no es un pequeño error judicial. Es un error grosero.

-La jueza lo reconoce ante la Defensoría. Pero ¿qué hizo al respecto?

-Suspendió la medida después de haber producido los desalojos, pero quedó a mitad de camino. Lo normal es que si alguien reconoce su equivocación, vuelva las cosas a su estado anterior. Eso no significa simplemente que no rompan las viviendas ni hagan daños en las pertenencias de los desalojados, sino que éstos vuelvan a estar donde estaban antes. Desde el punto de vista institucional es gravísimo. No puede desalojarse tranquilamente a tanta gente en base a un error judicial que además es reconocido por la jueza. Es de una gravedad institucional inusitada.



A la vez, Sella explica que hubo aspectos de la visita que la Defensoría aún no tiene claros: «Nos habían dicho que había 40 familias dentro del campo, pero no lo hemos podido confirmar. Eso modificaría las cosas. Si hubiera 40 familias adentro yo llegaría a la conclusión de que el desalojo fue parcial y la tenencia corresponde a la comunidad. Pero si el desalojo se concretó, aunque esté mal jurídicamente, la tenencia por ahora correspondería a la empresa».

¿Cómo podría cambiar la situación?

-Si la jueza dicta la nulidad de lo que ella misma ordenó hacer.

¿Cuándo?

-En el lapso que ella decida.

-Pero si la jueza reconoce que se equivocó, tendría que retrotraer ya mismo las cosas, sobre todo cuando hay gente que vive en condiciones deplorables, según lo ha comprobado la propia comisión de la Defensoría.

-La situación es tan grave que amerita que alguien intervenga. El gobierno provincial, o quien sea. No se puede seguir mirando para otro lado. Apenas esté el informe, el Defensor decidirá qué medidas tomar porque acá hay violaciones a los derechos humanos.

¿Qué violaciones?

-Primero, habría que analizar la cuestión de la propiedad comunitaria de las comunidades aborígenes. Si es como ellos manifiestan, si ha habido un juicio irregular y han sido privados de forma ilegal de sus posesiones, podrían verse afectado este derecho que tiene rango constitucional en la Constitución del 94.
Además se violan los derechos humanos si nos informan que hay decenas de personas viviendo en una banquina junto a una ruta en medio de la selva donde no tienen un baño, comida, ni nada. Es evidente que se está violando el derecho a la dignidad.

¿Cómo calificaría a la actitud de la empresa?

-La empresa se maneja con sus propios intereses, no sé si cabe calificarla en términos éticos o morales. No puedo poner como culpable al que intenta defender su derecho, sino más bien a quienes tienen que dar a cada uno lo suyo, hacer justicia. En este caso son las autoridades de la administración o del Poder Judicial. Respecto del Poder Judicial lo que se puede decir es que hubo un ostensible error que aparentemente no se está dispuesto a subsanar. La actitud de la jueza al reconocer su error, llevaría necesariamente a volver las cosas a su estado anterior. Pero ella no lo va a hacer de oficio porque dice que la única forma de resolver una cosa así es procesalmente, cuando se resuelva el incidente de nulidad.


Un buen abogado

Juan Pablo Jorge describe que hay otra piedra en ese camino: «La jueza nos dijo que esas presentaciones pidiendo la nulidad eran extemporáneas (presentadas fuera de término) salvo en un caso. Lo que habría que determinar es si una eventual nulidad beneficiaría solo a esa persona o a toda la comunidad afectada por la misma medida». Esto empalma con la situación de desprotección legal que parecen sufrir los miembros de la comunidad. Dice Sella: «Con un buen abogado, el desalojo no hubiera ocurrido. Y con una justicia normal, tampoco»

La comisión que viajó a Orán presentó ante el juzgado civil y comercial número 1 un pedido de informes. La jueza recibió a Jorge y a Viñas. «Mostró su preocupación por el tema y se comprometió a contestar rápidamente el pedido» cuenta Jorge.

Luego se trasladaron al lugar del conflicto, conocieron a los miembros de la comunidad allí acampados, y caminaron hasta la tranquera donde un suboficial retirado de apellido González oficia como custodia.

«Estuvimos también con el padre Auletta, de la capilla San José, que es un poco quien hace las veces de soporte espiritual de los aborígenes lanzados», dice Jorge. El informe de todo este periplo y estos contactos estará listo en pocos días. Al abogado de la comunidad no pudieron encontrarlo, ya que estaba en Tartagal. «Si me preguntan a mí, creo que es demasiado trabajo para una sola persona» opina Jorge sobre las posibilidades judiciales futuras «ya que hay demasiados frentes abiertos, recursos de nulidad, revocatorias, causas penales. Pero parece que hay inconvenientes para encontrar a otro profesional que pueda dar una mano al actual abogado. No me precisaron las razones, pero no encuentran a nadie».

En Salta, la razón es clara: hasta que se demuestre lo contrario, ningún abogado quiere hacerse cargo porque vería peligrar, supuestamente, su relación futura con el poder político y las empresas.

Cuando la jueza frenó el desalojo (hecho que simplemente consistió en que detuvieran la destrucción de bienes y viviendas de los kolla-guaraníes) la empresa se sintió agraviada y presentó una revocatoria ante la Cámara de Apelaciones de Salta. «La Cámara tiene la facultad de ordenar a la jueza que reencamine la causa».

Nadie puede profetizar en qué sentido podrían dictar tal orden. «Tal vez pueda echar luz sobre un expediente que está demasiado convulsionado» especula Jorge.

Perder terreno

Jorge cuenta que «extraoficialmente se dicen muchas cosas, como que la intendencia local no quiere ocuparse del tema. Pero son comentarios que se escuchan, y que no constan». Un detalle nada menor es que la jueza, casualmente, es la hija del intendente de Orán de quien se dice que no quiere ocuparse del tema. En la Defensoría ya consta este dato.

Sella considera que «ha sido importantísima la falta de asesoramiento que fue consolidando situaciones en las que los aborígenes han ido perdiendo terreno», frase que puede tomarse literalmente.

-Ellos nunca cuestionaron el dominio de la propiedad. Si hacía 30 años que estaban ahí, tendrían que haber ido a la ofensiva con medidas administrativas y judiciales que fijaran su posesión de las tierras. Ha habido una enorme falta de capacidad de gestión en la defensa de sus derechos. Con esto no estoy justificando ni por muchísimo que lo parezca la actitud ni de la empresa, ni de la justicia.

-Los pueblos originarios cumplen así con el arquetipo del «pobre y ausente».

-Ni más ni menos.

¿Qué hará la Defensoría del Pueblo?

-Nosotros tenemos limitaciones, pero no quiero escudarme en limitaciones legales para evitar defender derechos humanos que están claramente vulnerados. Nuestras limitaciones son que la jurisdicción es provincial, y que está interviniendo la justicia. No obstante el defensor además de poder dictar resoluciones, advertencias, recomendaciones y demás, también es un gestor. Y en ese sentido, aún cuando interviene la justicia, pedimos un informe a la jueza diciendo que no queremos invadir su jurisdicción ni sus funciones, pero que intervenimos ante la gravedad de la situación. Ahora el Defensor va a evaluar toda la situación y resolverá algunas acciones que no quiero adelantar hasta que hablemos con él. No hay un procedimiento reglado de antemano. Se actúa de acuerdo a cada circunstancia. Puede hacer un informe, hablar con el gobernador, con la jueza: muchas cosas.


Mientras se termina de dilucidar el futuro, decenas de personas siguen viviendo en una banquina en condiciones deplorables.

Y otros están dentro del terreno esperando esa especie de milagro laico que en idioma argentino se sintetiza en una palabra bella, incierta y siempre lejana: justicia.


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Desde que se inició este año desde el Observatorio de Violencia Patriarcal Lucía Pérez registramos 100 femicidios, casi 1 por día. 

La víctimas fueron desde mujeres de 83 años, como Ana Angélica Gareri, en Córdoba, a una adolescente como Pamela Romero, de 16, en Chaco; y una bebé de 3 años en González Catán. 

En este 2025 ya registramos 85 tentativas de femicidio.

En el 2025 registramos en todo el país 77 marchas y movilizaciones que se organizaron para exigir justicia por crímenes femicidas. 

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En nuestro padrón de funcionarios denunciados por violencia de género, podés encontrar el registro clasificado por institución estatal y provincia. Hasta la fecha, tenemos contabilizados 161 funcionarios del Poder Ejecutivo, 120 del Poder Judicial, 72 del Poder Legislativo, 71 de las fuerzas de seguridad y 71 de la Iglesia Católica. 

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En el padrón que compila datos oficiales sobre denuncias de violencia de género, podés encontrar datos sobre cantidad de denuncias por localidad y la frecuencia con que la recibimos. Un ejemplo: este mes la Oficina de Violencia Doméstica (OVD) de la Corte Suprema de la Nación informó que durante el primer trimestre de este año recibió un promedio de 11 denuncias por día de violencia contra las infancias.

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Otro: el Ministerio Público Fiscal de Salta informó que no alcanzan al 1% las denuncias por violencia de género que son falsas.

En nuestro padrón de desaparecidas ya registramos 49 denuncias.

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Lo que revela toda esta información sistematizada y actualizada es el resultado que hoy se hace notorio con una cifra: 100.

Más información en www.observatorioluciaperez.org

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5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

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Pasaron cinco años del femicidio de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte. Tres años de un juicio que absolvió a un imputado sin pruebas. Cuatro fiscales, cuatro policías presos y numerosas movilizaciones, desde Buenos hasta Córdoba, para exigir la verdad, ese compromiso que aún es la certeza que falta.

Fotos y crónica de María Eugenia Morengo para cdmnoticias.com.ar

25 de abril. Cruz del Eje. El GPS calcula unos 2 kilómetros. La entrada a la ciudad está envuelta de un aire viscoso. Una avenida se extiende en silencio y después de atravesarla, la llegada a los Tribunales se convierte en un ritual: una reminiscencia de lo que fue, una promesa de lo que debe ser. El pedido por Verdad y Justicia, es una demanda que crece. Cada letra se ubica en el mismo lugar que ocuparon tres años atrás. Las escaleras de la justicia cruzdelejeña son de un cemento gastado. Raspan, duelen.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

¿Qué pasó en Capilla del Monte? El papá y la mamá de Cecilia, Daniel Basaldúa y Susana Reyes, están cargados de bolsas, llenas de carteles con el rostro de su hija, multiplicado. Son como una red que se estira a lo largo de esos 868 kilómetros que conectan a Buenos Aires con el noroeste de Córdoba. El camino recurrente que transitan para llegar a la verdad..

Sin previo aviso, adentro del edificio de Tribunales Daniel y Susana se anuncian. Quieren ver al todavía fiscal Nelson Lingua, quien aún está a cargo de la investigación de la causa, antes de que asuma como nueva fiscal, Sabrina Ardiles. Afuera todavía se respira la niebla. La espera alerta a los policías. Quieren saber si van a venir más personas.

      – Lo hacemos para cuidarlos –dice la mujer de uniforme.

Piden datos, intentan tomar nota de lo que es una rutina inventada.

–La policía a nosotros no nos cuida –reacciona Susana y en un intercambio sin sentido, se alejan.

Silvia Rivero es la prosecretaria de la fiscalía, se acerca afuera y los llama. El fiscal se hizo un lugar en la agenda del día viernes. Adentro, el reflejo del piso de tribunales es como un espejo que se extiende, entre mocasines, tacos, alpargatas y zapatillas.

La preocupación de la familia es evidente. El recibimiento del fiscal es cordial. Se explica ante los recientes cambios que pronostican para el mes de mayo a Sabrina Ardiles, como la persona que estará sentada en el mismo sillón inmenso de cuerina, desde donde ahora, les habla Lingua. La dra. Rivero, también explica, y confirma que nunca se dejó de investigar. La necesidad de la confianza es una tregua durante esa hora de reunión, los tecnicismos se suspenden y las palabras se abren en una cronología de datos, guardados en la memoria indeleble de Daniel Basaldúa.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La medida del tiempo de la causa, son las fojas de expedientes que se acumulan. La inspección judicial realizada en el mes de agosto del año 2024, por los posibles lugares donde Cecilia pudo haber estado en Capilla del Monte antes de su muerte, dejó en evidencia la dudosa hipótesis de la anterior fiscal de Instrucción de Cosquín, Paula Kelm, quien había asegurado que Cecilia había llegado por sus propios medios al lugar donde apareció sin vida. Mientras que en el transcurso de estos años, cada vez son más los policías que estuvieron en la búsqueda e investigación, presos por violencia de género:

Adrián Luquez, ex sub comisario, detenido por amenazas con armas de fuego a su pareja. Hoy en libertad, se fue a vivir a San Luis. Ariel Zárate, ex sub comisario de la Brigada de Investigaciones de la Departamental Punilla Norte –preso por violencia de género.  Diego Concha, ex director de Defensa Civil, encargado de la búsqueda –condenado a prisión perpetua por el crimen de Luana Ludueña y por la causa de violencia de género hacia su ex mujer, y Diego Bracamonte, ex comisario departamental, a cargo del operativo de la búsqueda –preso por violencia de género.

El tiempo de la justicia es una curva enredada, en apariencia, inofensiva. El tiempo de la justicia es el de las burocracias que definen su forma de proceder. El tiempo, es de una lentitud que lastima. Las letras se vuelven a guardar.

Son las cuatro de la tarde y el sol avanza en la siesta de Capilla del Monte. En la plaza San Martín, alrededor del Jardín de la Memoria, se arman los gacebos, se pone un aguayo, se llena de flores. Rojas, amarillas, lilas, celestes, el monte aún está florecido. Contrayerba, lavanda, romero, palo amarillo, incayuyo, ruda, los sahúmos se arman. Una compañera comienza a preparar el fuego.

Más lejos, sobre la calle Pueyrredón, en la puerta de la Secretaría de Turismo, la concentración crece. Llegan de todas las direcciones. Con tambores y repiques, con banderas y ofrendas. Una combi estaciona, descienden vecinos y vecinas que subieron en Córdoba y en distintas partes del Valle de Punilla.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

La batucada suena, es un comienzo en cuenta regresiva. La marcha avanza a contramano. Hay una indignación que toma el ritmo de los tambores, trepa en el repique y todo se hace canción. La calle techada de Capilla del Monte es un anfiteatro de barricadas. Los sonidos viajan a través de la mejor acústica para el reclamo: ¡Vecino, vecina, no sea indiferente nos matan a Cecilia en la cara de la gente. Cecilia presente!

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“Este es un día especial y este lugar es especial porque tiene mucho que ver con lo que le pasó a Cecilia”, comienza Daniel en la puerta de la comisaría de Capilla del Monte, “hay muchos policías involucrados en el caso. Ya lo hemos denunciado muchas veces, pero parece que no alcanza”, dice mirando a los uniformados que permanecen parados como  granaderos.

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Daniel les recuerda que durante el año pasado, la policía de Capilla debió haber realizado  notificaciones a tres personas para declarar en los Tribunales de Cruz del Eje, pero no lo hicieron. Las testimoniales pudieron efectivizarse, porque intervinieron los abogados de la querella, Daniela Pavón y Gerardo Battistón. En ese mismo reclamo, la abogada Pavón  se acerca y también hace pública la falta de atención institucional que hay para las víctimas de violencia de género en la localidad.

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Susana, Daniel y Daniela Pavón

La familia de Ezequiel Castro, asesinado por la policía de Córdoba, se adelante y los abraza. Alguien grita que ahí mismo, en la comisaría, apareció ahorcado Jorgito Reyna, hace 12 años, atado con la manga de su campera a la reja de una ventana, pocos centímetros más alta que él. Que su causa, también sigue impune y que los golpes que tenía no fueron suficientes para demostrar  que lo habían torturado. Que a pesar de no bajar los brazos, las familias sienten que el duelo es un proceso tan profundo, como inacabado.

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Susana y Daniel permanecen frente a una multitud, observan hacia adelante y hacia atrás. Saben que la comisaría es señalar lo que siempre llega al mismo lugar: complicidad. “A las chicas les pedimos que no tengan miedo, que denuncien -acentúa Susana- que no se dejen asustar con los policías ni con nadie, nadie tiene derecho a venir a violentarnos”.

 El espacio público es un canal clave para recordar que los asesinos de Cecilia están libres, “y que muchos andan dando vueltas por acá”, dice Daniel y remarca que no dejarán de venir a Capilla del Monte, hasta que los responsables del femicidio de su hija, estén presos.

La llegada a la plaza San Martín es un círculo de candombe que la nombra. Hace cinco años que se insiste en las mismas palabras, como un tajo que se abre en el cemento, una cicatriz que se agranda en medio de la incertidumbre: ¿Qué pasó con Cecilia?

Tal es el encubrimiento que las responsabilidades se hacen obvias.

La ronda se acerca al altar. Es un asedio a la justicia que falta. Desde el micrófono se invita a dejar una ofrenda en memoria de Cecilia, a conjurar entre todas y todos ese momento, esa memoria. En el  centro de una plaza que se anochece, resuena una voz grabada -desde algún punto del Abya Yala- Lolita Chávez, lideresa maya de los pueblos K’iche de Guatemala, habla entre los yuyos que comienzan a perfumar lo que no se puede detener. Cada rama seca que se enciende se hace una intención, un pájaro que se dispara, restos del día que se van:

 “Hoy 25 de abril levantamos nuestra fuerza sagrada, y nuestro poder popular feminista. Reconociendo la memoria, la historia, el vientre en la sangre, de Cecilia Basaldúa. Ese femicidio no debe quedar en la impunidad (…). Con la fuerza de nuestras ancestras, con los fuegos sagrados que encendemos, levantamos nuestra expresión de indignación  y lo comunicamos a los cuatro puntos cardinales. Para que nunca más haya este tipo de violencias contra nuestras vidas”.

Las copleras y la poesía toman el escenario. Las y los músicos hacen de Cecilia esa canción y en el centro del caldero caliente, el humo abre el cielo: hay una memoria que se desprende y una vida que cambió de idioma.

5 años sin Cecilia Gisela Basaldúa: crónica desde Cruz del Eje

En medio del algarrobo que sostiene los carteles de Memoria, Verdad y Justicia, una placa de cerámica con el rostro de Cecilia, también observa. El día queda atrás y en el fondo de la noche, las palabras todavía están en suspenso, son un silencio que pronto dirá.


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