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La Patagonia rebelde, 2004: los mapuches frente al gobierno y las multinacionales

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«El plan energético anunciado por Kirchner es una mera especulación económica a favor de empresas extranjeras» dice Moira Millán. Moira es mapuche, y lideró las movilizaciones contra la mina de oro que quiso instalarse en Esquel, Chubut, en 1999. Denuncia que el plan del gobierno incluye un nuevo desalojo de los mapuches, y anegará bosques patagónicos. Explica cuál es la noción mapuche del progreso. Definiciones de una ex evangelista que terminó siendo militante radicalizada de los pueblos originarios, al reencontrarse con su propia historia.

Moira Millán tiene 33 años, cuatro hijos y se define como wichafe, una luchadora de la comunidad mapuche. Fue una de las mujeres que lideró en Esquel (Chubut) las movilizaciones populares contra la mina de oro que quería instalar la corporación canadiense Meridian Gold. Ahora se opone al plan energético que lanzó el gobierno porque -según dice- inundaría las tierras que recuperó para los suyos.
Por instalarse en Pillán Mahuiza, la montaña sagrada, tiene abierta una causa judicial en esas tierras y bosques patagónicos copados por empresas como Benetton y toda una farándula internacional que incluye a norteamericanos como Ted Turner, entre otros muchos. Además, le iniciaron otra demanda por escrachar al monumento a Julio Argentino Roca en Bariloche.
Asegura que el progreso, en términos mapuches, implica vivir en armonía con la naturaleza. Y sostiene que le fascina la apertura que observa en movimientos sociales (piqueteros y asambleas) que se niegan a la amnesia colectiva.

-¿Por qué se oponen al plan energético del gobierno?

-El plan energético anunciado por Kirchner incluye la construcción de seis represas en la zona. Concretamente, para poder hacer una de ellas, deben desalojarnos. Y, de repente, hay bastante movimiento por aquí, las empresas arreglan caminos que estuvieron abandonados toda la vida. Parece que ahora los necesitarán para trasladar herramientas y materiales. Todavía hay mucho hermetismo con este megaproyecto. Solo los que activamos mucho tenemos información que obtuvimos mediante medidas judiciales. Pero vamos a resistir, no queremos que nos desalojen ni que destruyan la cuenca del río Carrenleufú. Este proyecto también afectará a las localidades de Teka, Corcovado y Carrenleufú.

-¿Qué consecuencias traerían estas represas?

-Este es uno de los megaproyectos más importantes del país. Esta es una zona de masas boscosas, muy húmeda, con muchas precipitaciones. Se perderían miles de hectáreas de bosques, que quedarían debajo del agua. Además, es una zona de pesca de salmones, que vienen a desovar. Durante los diez años que durará la construcción de las obras van a morirse los peces, debido a la contaminación. Y en cuanto al tema salud, en Futaleufú se detectaron 17 casos de cáncer de cerebro que pueden estar relacionados con las torres alta tensión. Acá hay poca población, porque las corporaciones transnacionales compraron muchas extensiones de tierras. Por eso, los principales perjudicados son pequeños reductos campesinos y mapuches. Ubaldo Ongarato, un ingeniero civil que fue diputado radical y que presentó el proyecto llamado La Elena (una de las represas), adujo que cierran los números porque el plan implica 130 millones de dólares, pero las indemnizaciones no superarían el millón y medio.

-¿La crisis energética no los pone en una situación de debilidad para resistir al proyecto?

-Hay una suerte de campaña para instalar la falta de energía. El plan energético anunciado por Kirchner es una mera especulación económica a favor de empresas extranjeras que quieren profundizar sus megaemprendimientos. Estas represas se harán para abastecer a Aluar, donde tiene acciones el grupo español Santander. Ellos necesitan más volumen energético para seguir creciendo. El resto, el excedente, irá a parar a la red nacional de energía. Hay ambientalistas que dicen que todo esto es evitable, que se pueden hacer minirepresas en el río Chubut y que se minimizaría el impacto ambiental. Incluso contribuirían a generar microclimas en una zona que es un pequeño desierto. En este tema hay un nivel de desinformación muy grande, pero este va a ser un gran conflicto medioambiental. Va a pasar como con la mina de Meridian Gold, en Esquel: cuando nosotros salimos a cortar las rutas, nadie hablaba del tema.

-¿No temen que los acusen de rechazar el progreso?

-Para nosotros, el progreso es la convivencia -lo más armónica posible- con la naturaleza. Los tiempos de la economía dominante son los que ha impuesto el capitalismo para poder producir en la menor cantidad de tiempo la mayor cantidad de bienes de consumo. Los tiempos de nuestra introspección espiritual, de crecimiento y desarrollo integral, tanto como individuos o como comunidad, son muchos más profundos. Y sin ánimo de acumulación: buscamos generar lo suficiente para sustentarnos.

-¿En qué se basa el pensamiento filosófico mapuche?

-La filosofía del pueblo mapuche tiene que ver con el estudio del orden armónico y circular de la naturaleza. No se pregunta quién creo el mundo, sino como se relaciona el ché -el hombre- con todos los elementos creados. Es una concepción holísitica del mundo, que no puede concebir una construcción política, social, cultural que lo violente. Ése es el principal antagonismo con la cultura dominante, meramente economicista. En la vida cotidiana, se ha dado una discusión entre la derecha y la izquierda que pasa por la distribución de la riqueza. La derecha propone que se distribuya de acuerdo a la capacidad que tenga cada individuo para obtener la mayor porción, mientras que el comunismo propone el reparto equitativo de esa torta. Los mapuches, directamente, no queremos la torta.

-¿Cómo sería una sociedad sin torta?

-Empezaría a cuestionar conceptos muy arraigados. Cuando la gente habla del bienestar dice: «Fulanito está muy bien, compró un auto, tiene una casa». En nuestro pueblo estar bien significa estar holísticamente bien, físicamente bien, en armonía con el todo. Una sociedad nueva, sin esa torta, no tendría como símbolo del progreso al desarrollo. No volaría montañas enteras para sacar el oro que disfrutan unos pocos. Una sociedad que no se maneje con valores materialistas no provocaría inundaciones de miles de hectáreas de tierra para que solo las ciudades gocen de luz eléctrica.

-¿En su comunidad viven sin esa «torta»?

-La nuestra es una propuesta de construcción comunitaria. Al principio fui yo sola, con mis hijos, a recuperar tierras. Después se sumaron otros, llegamos a ser cuatro familias. Dos desertaron, porque a veces, por querer fortalecer la identidad cultural y ser coherentes se generan muchos problemas. Hay que desaprender todo un camino. No es poca cosa. Hay un montón de ofrecimientos de consumo que no necesitamos. Yo me crié en la ciudad. Viví en Bahía Blanca, me fui a Brasil, después a la Quebrada de Humahuaca, hasta que llegué a Esquel. De ahí me fui a recuperar tierras que durante dos años no tuvieron luz. Ahora tenemos, pero no por la necesidad de uso doméstico, sino por la reafirmación del derecho a la tierra. No nos querían poner luz porque nos acusaban de usurpadores y queríamos demostrar que los derechos elementales no se niegan.

-¿Cuál es la historia de ese terreno?

-La historia de Pillan Mahuiza, la montalña sagrada, es muy particular. Hasta 1939 vivían allí 30 familias mapuches. En esa década se dio una política de desalojos violentos para obtener más tierras para el ganado. La simbología con que operó el enemigo era muy interesante: quemaron la siembra. Para la gente de la tierra eso es muy fuerte. Era quemar toda una identidad. Introdujeron la economía de ganado que nos hundió en la pobreza y rompió los parámetros culturales y comunitarios de nuestro pueblo. Nos volvió individualistas y contradictorios con el respeto a la naturaleza. Porque la cría intensiva de ganado destruye los bosques y el suelo. Cuando sacaron a la gente de Pillan Mahuiza, el terrateniente Alejandro Conesa premió a la policía con 150 hectáreas. Allí se instaló un destacamento para que no retorne la gente desalojada. Pero en 1999, cuando todos se prestaban a festejar el 2000, nos metimos.

-¿Por qué lo hicieron justo en ese momento?

-Nuestro pueblo se maneja mucho con el peuma, con la interpretación de los sueños. Yo venía con una búsqueda interna. Me sentía asfixiada en la ciudad. Tenía una urgente necesidad de retornar a la tierra para desarrollarme en plenitud como mujer mapuche. Y no iba a comprar tierra, no solo porque no podía, sino porque era contradictorio pagar a quienes nos invadieron. En segundo lugar no pensaba obtener la tierra por fallo de la justicia o porque me la diera un político. Fui viendo cuál tierra tenía un contexto histórico para plantarse y pedir un resarcimiento. En cada ceremonia pedía a los neuenes -las fuerzas- que me iluminaran. Y un día me soñé en esa tierra haciendo una gran ceremonia. Les conté a mis ancianos ese sueño y me dijeron que si volvía y hacía una ceremonia, esa tierra volvería a ser de los mapuches. Entonces lo primero que hice al llegar fue cumplir una ceremonia espiritual. Se ve que nos sirvió, porque hace cuatro años que estamos ahí. Si ahora nos desalojan, esa montaña sagrada quedará sumergida bajo las aguas.

-Esta semana comienza un juicio oral a otra familia mapuche, acusada de usurpación…

-Sí, es por la denuncia de Benetton a la familia Curiñaco. Ahora viven en Esquel. Atilio trabaja en un frigorífico. Rosa en una fábrica textil: qué ironía, Benetton es el imperio de la moda. Ellos se habían ido a vivir a Santa Rosa, el predio de sus abuelos y los desalojaron violentamente. El juicio es una falacia total, es paradigmático que se acuse de usurpadores a los pueblos originarios. Los mapuches siempre estuvimos ahí. Nosotros vivimos situación muy parecida. Y no es fácil. Mi comunidad hizo una marcha en contra de mi procesamiento y el de otro compañero. Hicimos un escrache al monumento de Roca, en Bariloche porque nos parece muy emblemático de la opresión cultural a nuestro pueblo. Se pintó, se puso «Roca asesino». Y se generó un escándalo con mentalidades que creía extirpadas de la sociedad después del 19 y 20 de diciembre. Sin embargo, repudiaron a los mapuches. Creemos que los monumentos a Roca tienen que desaparecer en todo el país y vamos a trabajar para que eso suceda. Para que los genocidas no sean levantados como próceres.

-¿Cómo se sostiene la cultura mapuche en un país como la Argentina?

-Tenemos nuestra propia administración de justicia, nuestras autoridades. Pero no son respetadas porque nos obligan a respetar al presidente. Tenemos nuestra propia historia, idioma, filosofía, nuestra propia normativa jurídica. Estamos oprimidos por un Estado que no nos reconoce como tal. En realidad, somos una nación que está a ambos lados de la cordillera. El Estado chileno reprime salvajemente mientras que la Argentina lo hace de manera más sutil, con esa mascarilla democrática. La diferencia está en que en Chile el Estado encarcela, tortura, militariza las comunidades y no tiene ningún convenio internacional ratificado referente a los pueblos originarios. La Argentina sí, aunque no hay voluntad política para cumplirlo. Ni siquiera se respeta nuestra espiritualidad. La Navidad es feriado, se le considera feriado a los creyentes el Año Nuevo Judío o Musulmán, pero nada se dice de las festividades indígenas, que si faltan al trabajo se les descuenta el sueldo. En las escuelas, nuestros hijos tienen que rendir homenaje a los genocidas de nuestro pueblo. Es una aberración.

-¿Cuál es la situación de los mapuches chilenos?

-Tienen más de cien presos y un muerto: Alex Lemun. Allá hay que tener mucho coraje, porque ese Estado es extremadamente represor, aplica a los indígenas leyes antiterroristas, van a juicio y son encarcelados con condenas que llegan a 15 años.

-¿Qué tan organizada está la comunidad mapuche?

-En Chubut es donde mejor se ve movilizada. Nosotros somos los más radicalizados, no creemos en la ley. Somos autonomistas. Pero también hay asimilacionistas que quieren integrarse al Estado a cambio de cargos públicos. Y están los reformistas que hablan de estado pluricultural.

-¿Cómo se hizo militante indígena?

-Siempre tuve inquietud social. En Bahía Blanca fui secretaria del centro de estudiantes. Pero a los 18 años empecé a hurgar en mi identidad mapuche. Fui a comunidades donde tenía parientes, a participar de ceremonias. Y lo que me llevó a la militancia fue entender lo que había pasado en mi familia desde chica. Nosotros sufrimos mucho, hubo muchos despojos, mucha pobreza y mucha discriminación. La sociedad de consumo inventa distintos artículos, hasta los estereotipos físicos se convirtieron en objetos de consumo. Entonces, hasta conseguir un trabajo era muy dificultoso porque te topabas con tu imagen indígena.

-¿Cómo tomaron sus padres su vuelta a las raíces?

-Crecí en un seno familiar evangélico: bautista de la Convención Norteamericana. Te imaginás lo que fue eso. Pero cuando empecé la lucha mapuche se sumaron cuatro de mis cinco hermanos. Y mis viejos también.

-Y ahora también abrazan los reclamos aborígenes piqueteros y asambleístas, ¿por qué?

-Por la idea de querer transformar esto. Y por el trabajo. No soportaría estar con gente que solo hace catarsis social y política y se vuelve a su casa con necesidades impregnadas de consumo. Me fascina la apertura que hay: tratar de comprender el pasado, negarse a la amnesia colectiva. Eso me abraza a ellos, con esa fuerza volcánica que tenemos los pueblos originarios.

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Proyecto Litio: un ojo de la cara (video)

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En un video de 3,50 minutos filmado en Jujuy habla Joel Paredes, a quien las fuerzas de seguridad le arrancaron un ojo de un balazo mientras se manifestaba con miles de jujeños, en 2023. Aquella represión traza un hilo conductor entre la reforma (in) constitucional de Jujuy votada a espaldas del pueblo en 2023, y lo que pasó un año después a nivel nacional con la aprobación de la Ley Bases y la instauración del RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones).

Pero Joel habla de otras cuestiones: su pasión por la música como sostén. El ensayo artístico que no se concretó aquella vez. Lo que le pasa cada día al mirarse al espejo. La búsqueda de derechos por los hijos, y por quienes están siendo raleados de las tierras. Y la idea de seguir adelante, explicada en pocas palabas: “El miedo para mí no existe”.

Proyecto Litio es una plataforma (litio.lavaca.org) que incluye un teaser de 22 minutos, un documental de casi una hora de duración que amplía el registro sobre las comunidades de la cuenca de las Salinas Grandes y Laguna Guayatayoc, una de las siete maravillas naturales de Argentina, que a la par es zona de sequía y uno de los mayores reservorios de litio del mundo. 

Además hay piezas audiovisuales como la que presentamos aquí. La semana pasada fue Proyecto Litio: el paisaje territorial, animal y humano cuando el agua empieza a desaparecer.

Esos eslabones se enfocan en la vida en las comunidades, la economía, la represión y la escasez del agua en la zona.

Litio está compuesto también por las noticias, crónicas y reportajes que venimos realizando desde lavaca.org y que reunimos en esta plataforma.

Un proyecto del que podés formar parte, apoyando y compartiendo.

El video de 3,50 minutos

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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