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La sociedad levantó la sesión

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Cuatro crónicas y dos reportajes fotográficos. Seis miradas diferentes sobre un día único. Así palpitamos en la calle el freno al saqueo de las cajas previsionales.

La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


 Uno. Decálogo de una batalla ganada

  1. Sin ayer no había hoy. Y eso implica un ayer literal y un ayer histórico. La marcha y movilización hacia el Congreso de los movimientos sociales de ayer marcó un clima, un tono, un basta y también un límite que demostró y demuestra varias cosas al mismo tiempo. Una, que la sociedad es solidaria, y que lo único que une a los argentinos es la batalla contra la pobreza. Dos, que la política de la ministra de Acción Social, Carolina Stanley, falló y desbordó no sólo al gobierno, sino a los dirigentes sociales. Tres, trazó una línea sostenida por quienes estuvieron estos dos años en la calle: los movimientos, y no la CGT.
  2. El ayer histórico fue el 2001. Si aquél volteó a un gobierno y a sus políticas de ajuste, el de hoy fue un 2001 al Poder Legislativo. Cuando la victoria social es una derrota política, las estrategias se rearman con el eco de la calle de fondo, más allá de relatos del poder y granjas de trolls.
  3. Los gases lacrimógenos, las balas de goma y el agua de los carros hidrantes no fueron una reacción a un enfrentamiento  – palabra de moda entre los justificadores del gobierno- sino la bienvenida a personas sueltas, movimientos sociales y partidos políticos, que les dio el gobierno cuando se acercaban a las vallas que tapiaban el Congreso. Esa fue la provocación que desató un clima caldeado de ambos lados, pero con heridos siempre de éste. El fotógrafo Pablo Piovano, con once (11) balazos de goma en su panza – y que estaba trabajando- quizá sea la mejor síntesis.
  4. Otra enseñanza: no hicieron falta muertos, pero sí muchos heridos, para torcer el brazo legislativo. Hicieron falta también dos años de movilizaciones y mucho sudor que parecía ni sacudir esa  palmera. El gesto de los movimientos sociales dando la vuelta ayer para evitar un enfrentamiento y convocando para hoy quizá sea parte de la enseñanza sobre cuándo hay que confrontar y cuándo guardarse para otra batalla.
  5. La diferencia clave fue que hoy la sociedad rodeó al Congreso por todos sus frentes, llegó hasta el límite de todas las vallas y marchó por todas las calles. No fue una movilización central, como la de ayer, que posibilitó que las organizaciones sociales fueran frenadas por un cordón de escudos de Gendarmería. Esta vez la movilización fue dispersa e hizo pie en ese desborde organizado para lograr su objetivo: hacerse oír adentro del Parlamento.
  6. En el operativo participaron casi todas las fuerzas federales, con la Gendarmería – la fuerza preferida del Ejecutivo- otra vez como protagonista. Sus mejores aliadas fueron las motos de la Policía Federal, que rompían el cerco de las vallas cada media hora para desatar la cacería. Los gendarmes cargaban sus cartuchos de gases desde un tacho interminable; ponían los cartuchos en sus bolsillos, y seguían; disparaban hacia arriba y los gases volaban hasta 200 metros. De esa forma desalojaban la Plaza. La gente lloraba, se ahogaba y volvía. Luego, los hidrantes cambiaron su contenido: pintura amarilla. Las balas de goma comenzaron a dispararse a las 14 horas, y al momento de escribir esta crónica (17 horas), siguen.
  7. “¡Se levantó la sesión!”, gritó alguien con una radio en la oreja, en tono de “gol” que hizo conmover a la hinchada. La noticia llegaba desde adentro del Congreso -aunque nadie estaba siguiendo el minuto a minuto del debate- y se vivió en la calle con la espontaneidad de lo no esperado y la alegría de lo logrado. El objetivo de hoy, cumplido. Los hits: “Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode” y “Qué boludos, qué boludos, la reforma se la meten en el culo”.
  8. Una nueva generación mostraba esa alegría por primera vez. “Nunca había vivido una victoria en la calle”, decimos los que éramos muy jóvenes en el 2001 y que, a lo sumo, recordamos como batalla ganada cuando la policía no pudo llevarse detenida a Hebe de Bonafini.
  9. A festejar.
  10. Mañana, cuando lleguen los relatos, hacemos el análisis.

La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


Dos. Cuerpos presentes
El Palacio del Congreso Nacional amaneció vallado y militarizado y eso provoca otra reacción que la que el Gobierno espera. Provoca una constante, eufórica y persistente catarata de insultos, gritos y discursos que las personas dispararan durante toda la mañana contra el piquete de uniformados. Si fuese una performance, sería extraordinaria y hasta divertida. Pero es política social y no aquí hay nadie aplaudiendo ni festejando, aunque sí respetando una especie de rutina que permite escuchar a un jubilado, luego a una ama de casa, después a un oficinista y así, en forma sucesiva, asistir a una verdadera demostración de expresión social desatada, sin mordaza y en cuerpo presente. Se podría decir que con esta militarización y estas vallas el Gobierno instaló un muro delante del cual las personas postean sus opiniones, sentimientos y sensaciones. La calle es Facebook.
Tres posteos:

  • María Rosa, vecina de Balvanera, parada frente a la valla con changuito de compras a lunares rojos: “Oime bien y mírame a la cara. ¿No tenés abuela? Bueno: yo podría ser tu abuela. Y me das vergüenza. ¿Qué tenés en la cabeza? ¿Cómo vas a defender a estos ladrones? Vos también te vas a jubilar algún día. A vos también te están robando.”
  • Zulema, oficinista, con cartera azul apretada bajo el brazo: “Estos cobardes hoy están protegidos, pero ya van a salir a la calle. ¿Sabés lo que tengo que hacer yo? Buscarme el teléfono de un zurdo, porque los zurdos te sacan si te meten preso. Y entonces, cuando me cruce con alguno de estos en la calle, lo cago bien a palos. Y llamo al zurdo”.
  • Antonio, jubilado, de camisa celeste y pantalón beige: “¿Qué diría tu madre si te ve ahí? ¿Pensaste eso? Vos sos un trabajador también. Vos tenés una obligación y no es esta. De este lado tenés que estar, cuidando que nos roben a los que laburamos toda la vida, y no a estos rosqueros”.

La sesión para votar la llamada “reforma previsional” -y que la cartulina que una señora trajo desde Lanús define como “un robo”- está citada a las 14 y puntualmente comienzan a llegar desde todos los bordes personas, columnas, organizaciones, sindicatos. El corralito que montó el Gobierno alrededor del Congreso sea transforma también en otra cosa que la esperada. Miles de personas desfilan alrededor de las calles laterales. Es una coreografía espontánea, que al no tener frente y al no detenerse jamás, convierte en zona de rebelión a todo ese anillo de la ciudad que convive con el Congreso. Por Bartolomé Mitre desfila el gremio de ATE, por la 9 de Julio está Barrios de Pie, por Alsina, la UOM, por Callao el Polo Obrero, por Junín los aceiteros. No parece saber uno del otro, pero todos se mueven sincronizadamente, bailando al ritmo de una memoria histórica, de una experiencia y de una convicción: es uno de esos días para poner el cuerpo.
El recuerdo de otras batallas sociales se enfrenta así a una nueva postal. Hoy, la calle la dominan las mujeres. Son muchas, son bravas, están en todos lados y forman parte mayoritaria de todas las columnas, organizaciones y partidos. No tienen miedo. El gas pimienta no las espanta. El ruido de estampidas no las dispersa. Al contrario: las une incluso con desconocidas, a las que protegen. “Tomá: ponete limón y este pañuelo mojado”, me ofrece una chica que lleva el chaleco de ATE, sin esperar respuesta. Veo su espalda perderse por la calle Bartolomé Mitre, junto a sus compañeras. El paso decidido, el brazo en alto. A unos metros, la portera del edificio grita: “Acá pueden mojar los trapos”. Es el grifo del edificio, que abrió para enjuagar las lágrimas de los gases. No hay metáfora. Hay algo más claro, más fuerte y más extraordinario. Ese nosotras que se zurció en un largo trayecto, allí, en la calle.
Desde las calles laterales se marca el ritmo del pogo que sacude el escenario de la Plaza Congreso. De allí salen los que van y vuelven, para recuperarse de los gases, corridas y palos.
En el cielo hay ruido de helicópteros que intentan descubrir el ritmo de esta batalla sin centro ni plan, pero con múltiples e imprevisibles puntos de irrupción que agujerean cualquier cálculo represivo. Son personas dispuestas a enfrentar todo aquello que da miedo: uniformes de guerra, armas de combate, gases que queman, tiros que lastiman. Le pregunto a una, luego a otro, y a otra y a varios más por qué están ahí, haciendo lo que parece imposible, peligroso y demasiado arriesgado. Escucho ahora esas declaraciones grabadas entre gritos y estampidas y todas tienen una palabra en común: “Nosotros”. Esa es la forma que muchas, demasiadas personas, tuvieron hoy de decir existimos, de establecer que la política no puede hacerse de espaldas a la gente, de exigir respeto, de cuidar el futuro más que los propios cuerpos y de mirar más allá de lo que hay enfrente.
Escucho también un grito.
“Ganamos”.
El reloj marca las 15.09 y eso significa que todo, absolutamente todo lo que cambió esta Historia duró apenas una hora.
A partir de allí, la impotencia del gobierno se transformó en castigo. Fue duro, fue arbitrario y fue difícil de eludir para esos cuerpos que trataban de regresar a sus vidas, sus trabajos y sus casas con la frente en alta. “Lo que hicimos hoy fue defender la democracia”, me dice la señora que me presta su limón estrujado.
La abrazo.

La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


Tres. La ola que paró la reforma
Luego de los primeros gases, un cordón de policías en moto apunta sus escopetas,  a metros de la calle Rodríguez Peña, sobre Avenida de Mayo. Disparan a mansalva.
Lo que sucede los supera.
Hay dos, tres segundos, durante los cuales los policías se quedan inmóviles, sin disparar un tiro.
Luego, corren.
Una ola de cientos de personas avanza hacia ellos con un grito que estremece. Los policías reaccionan y vuelven a disparar. Nadie retrocede. La columna avanza con su grito de guerra: “Paro general, paro general”. Los gases lacrimógenos cruzan el cielo y obligan a un nuevo repliegue.
Y así, una vez más.
Y así varias veces más.
Y así marcan un ritmo único, una vibración colectiva que, como la estrategia de una ola, horada  la Plaza con un murmullo que se transforma en grito y se aleja para volver a gritar, más fuerte.
En el repliegue, algunos corren. Los gases provocan un fuego que quema la cara y dan  arcadas. La solidaridad es única y brota de en una memoria histórica y colectiva. “Limón, compañero”, ofrece alguien. Explican que agua en los ojos no, porque propaga la quemazón y la hinchazón. Los precavidos tienen pañuelos húmedos que cubren sus rostros. En el umbral de un edificio, el reportero gráfico Pablo Piovano se recupera de los balazos de goma: un policía lo vio con la cámara y le disparó a menos de un metro.
La sensación no es de angustia. Sí de bronca.
Mucha.
Y de memoria.
Y por eso, luego de recuperarse, la ola vuelve.
La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


-¡Se levantó la sesión! –grita alguien. La frase se repite en cada boca, en cada rostro hinchado, y se transforma en lágrima, en abrazo, en risa, sí, en una risa inexplicable e imprevista en un día así, mientras las balas siguen tronando y los gases aún cruzan el cielo.
No hay reacción: hay respuesta, y es inmediata.
Una señora salta y se abraza con otra, ambas transpirando, con una botella de agua en la mano. “Qué boludo, qué boludo, la reforma se la meten en el culo”, es el canto que se contagia en Rodríguez Peña y Mitre, pero también sobre Callao, Avenida de Mayo y 9 de Julio.
En sintonía, otro canto: “Unidad de los trabajadores y al que no le gusta, se jode”.
La sensación es una: ganamos.
Y en la calle.
La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


Para una generación fue la primera vez que se vivió algo así. En vivo y en directo. Sin tevé, sin documentales, sin flashes informativos, sin portadas de diarios. Y ese “algo así” no marca una imprecisión, sino una euforia cuya descripción aún es compleja. El flashback común es el 2001, todas las “fuerzas de seguridad” en la calle, la represión brutal, los gases, los rostros en llamas, pero también un recuerdo más cercano que es el intento del juez federal Marcelo Martínez de Giorgi de detener a Hebe de Bonafini en la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
No es que el juez no pudo.
Se lo impidieron.
Cientos de personas protegieron a Hebe y a las Madres y las custodiaron hasta la Plaza para que puedan hacer su habitual marcha de los jueves, esa que hoy quisieron trasladar a Congreso para acompañar la ola que paró la reforma.
Para una generación, la que estuvo hoy presente y vivió los balazos, sintió los gases, se acalambró con las corridas, pidió un limón, gritó por agua y cantó por Santiago Maldonado y por Rafael Nahuel, es una experiencia que atraviesa cuerpos, recorre los músculos y se instala en la conciencia colectiva, sin cortocircuitos desinformativos ni conferencias de prensa.
Y es, también, una evidencia: quién es el que tiene miedo.
Esa generación entendió que no es ella.
Y esa generación es la nuestra.
La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


Cuatro. La basura que arde
Hoy vi un pueblo que no está de rodillas.
El pogo, el aguante, el grupo.
La solidaridad de lxs vecinxs que bajaban agua y trapos para que pudiésemos aguantar los gases.
UN malón formado por gente de sindicato de aceiteros, de docentes, de universitarios, de estudiantes, de movimientos sociales.
El calor, el fuego de un diciembre que ya conocemos, que tenemos en un ADN histórico, social y político de no hace tantos años.
Las trincheras, muchas.  Que abrazaban y refugiaban y daban fuerzas.
Vi cómo no pudieron.
Vi cómo la gente no quiso dejar el lugar que les pertenece: el territorio de las leyes que definen nuestro futuro.
Vi cómo todo pasó muy rápido. A las 14 horas estaba llamada la sesión y a las 14 y 15 minutos ya estaban tirando gases, intentando con eso frenar la furia y una decisión social: no dejar sesionar.
Vi cómo mujeres daban consejos para soportar los gases.
Vi cómo había tiempo de camaradería en medio de las corridas.
Vi la basura prendiéndose fuego. La basura de lo trucho, de lo falso, de los que quieren negociar lo innegociable.
Vi cómo la gente palpitaba la sesión a gritos. Se preguntaban unes a otres cómo viene. Y el momento en el que el primero gritó al aire en plena tarde ardiente “se levantó la sesión” el festejo fue de Mundial.
Mi última imagen: un tacho dado vuelta con la pregunta pegatinada por las FACC ¿Quién elige? Se leía patas para arriba.
Así, la pregunta se dio vuelta y la respuesta también.
Hoy eligió el pueblo.
La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


La sociedad levantó la sesión

Foto: Lina Etchesuri para lavaca


La sociedad levantó la sesión

Foto: Nacho Yuchark para lavaca


La sociedad levantó la sesión

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Foto: Nacho Yuchark para lavaca


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Foto: Lina Etchesuri para lavaca


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Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

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La Ronda de Madres de cada jueves como lugar de encuentro, denuncia y reflexión, desde los 12 hasta los 93 años. Elia Espen y lo que vienen pidiendo hace más de 40 años. Por Lucas Pedulla

Tiene 12 años, se llama Catalina y es la primera vez que viene. «Es hermoso», dice, con brillo en los ojos, después de tomarse un tren y un subte desde Lomas de Zamora, sur del conurbano, con su tía Daniela, para venir a la ronda de las Madres en Plaza de Mayo, segunda después del triunfo de Javier Milei en el balotaje presidencial.

La caminata la encabezan Nora Cortiñas y Elia Espen, Madres de Plaza de Mayo de la Línea Fundadora. Hay menos personas que la semana pasada, pero el movimiento sigue siendo vital para pensar esta época.

Catalina, por ejemplo, cuenta que en su colegio se discutió mucho durante las elecciones, y si bien fueron pocos los compañeros que apoyaban a Milei, lo hacían con argumentos que le parecían extraños: «Hablaban de la dolarización y pedían que vuelvan los militares».

Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org

Zurda vas a correr

Daniela –31 años, preceptora– abre los ojos: «¿Por qué será que siendo tan jóvenes crean eso? Soy docente y he tenido problemas por tratar de frenar esos discursos. Tenía estudiantes que me chicaneaban, y aun si lo hacían para hacerme enojar, eran chicanas violentas: ‘Se te acaba la joda’, ‘viene el Falcon verde’. Mi otro sobrino, el hermano de ella, me dijo: ‘Zurda vas a correr’. Tiene 10 años».

¿Dónde vio eso? «En Tik Tok», dice. Catalina suma su visión: “Hay mucho Tik Tok y mucha violencia. Las redes sociales no ayudan para nada”. Daniela piensa que son necesarias nuevas formas de comunicar: “Trato de dar información, hablar con mi mejor tono, y enfatizar los ejemplos: los militares secuestraban personas y las tiraban vivas de los aviones. Pero no cala. En algo estamos fallando. Ahora todo son 10 segundos efímeros”.

De fondo, mientras caminamos, una voz lee nombres:

Lopez Ceferino.

López Bravo José María.

Lópes Calvo María Eugenia.

Son personas que siguen desaparecidas.

Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org

El lugar donde se mira al mundo

Otro de los camina en ronda es Sergio Maldonado, hermano de Santiago, el joven de 28 años que desapareció el 1º de agosto de 2017 en medio de una brutal represión de Gendarmería a una comunidad mapuche en Esquel, provincia de Chubut. Su cadáver, sospechosamente aparecido meses después, fue señalado como efecto de un “accidente”. Eran tiempos de Mauricio Macri como presidente y Patricia Bullrich como ministra de Seguridad. Tiempos en que también fue asesinado por la espalda Rafael Nahuel en la Patagonia. Maldonado está en Buenos Aires porque el 11 de diciembre iba a tener la audiencia de apelación por el intento del juez Gustavo Lleral de cerrar la causa, pero se la postergaron hasta el 28 de febrero.

Percibe, en general, un sentimiento de retroceso: “Todas las instituciones se rompen, como un desmoronamiento general. Ya no es un negacionismo, sino desidia. Hubo una disconformidad que se manifestó, pero también es irresponsabilidad: es triste ver cómo la tercera fuerza se mete ahora a manejar el gobierno, con el discurso de rebeldía, pero el ministro de Economía va a ser el mismo que nos endeudó por 100 años (Nicolás Caputo). Hay un grupo de gente que no votó con el bolsillo, sino de manera irracional”.

No sintió miedo, pero sí preocupación: “Bullrich está coqueteando con el Ministerio de Seguridad, aunque hoy también sonó para Trabajo. Representa dos épocas nefastas, porque como ministra de Trabajo en 2001 ya le recortó el 13% a los jubilados. Y ni que hablar que ahora, si asume en Seguridad, tiene como vicepresidenta a alguien que reivindica el genocidio”. 

¿Por qué, entonces, venir a la Plaza? “Quedan poquitas Madres y esto tiene que seguir. Nos encontramos con seres queridos en una misma línea. Capaz no sabés la fecha de cumpleaños, pero es un lugar de reencuentro. Desde acá se mira el mundo y también se interpela a la Casa Rosada. No hay que perder el vínculo con las Madres”.

Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org

Pensar todo otra vez

Lua tiene 16 años y Paloma 17. Son estudiantes de cuarto año del colegio porteño Carlos Pellegrini. Paloma viene por primera vez: “Estamos en una situación complicada y ahora, que se está reivindicando la dictadura, es súper importante cuidar la memoria”.

Lua ya vino varias veces: “Se cuestiona algo tan básico que siempre me pareció incuestionable. Y es importante venir para que en las casas se vuelva a hablar”. Percibió que Milei entró en el Pellegrini más silenciosamente, a diferencia de otros colegios donde el apoyo fue más colectivo, precisa: “La mayoría son por las familias; o lo toman como chiste, un meme, algo nuevo; o por la desconfianza en la política. Muchos descreen de lo político, entonces tampoco hablan, por lo general, con alguien que no piensa como ellos”.

¿Qué pudieron hablar post balotaje en el Pellegrini? “Siento que es un momento donde deberíamos hablar más que nunca, pero en mi colegio la juventud no se está pudiendo organizar lo suficiente para pensar estos cuatro años. Recién pasaron dos semanas, pero tuvimos una instancia para hablar y éramos nada más que 20 personas. Siendo un colegio tan politizado, es poco, y hay que replantearnos cosas básicas y volver a esquematizar todo”.

¿A qué te referís con esquematizar?

–Pensar cómo vamos a salir, cómo van a ser nuestras marchas, cómo nos vamos a cuidar. Probablemente a mucha gente no la dejen ir a las marchas, porque somos pibes de 16, 17, 18 años, incluso menos. Tenemos que ser un gran volumen.

Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org

Me tienen podrida

Elia Espen tiene 93 años. El 18 de febrero de 1977, su hijo Hugo Orlando Miedan Espen fue secuestrado y llevado al centro clandestino de detención y tortura El Atlético. Sigue desaparecido. 

«Están diciendo pobrecitos los generales, que tienen que liberarlos, mientras nuestros hijos siguen desaparecidos, fueron tirados al mar –habla, micrófono en mano, una vez terminada la ronda–. Estamos como empezamos: me tienen podrida. ¿Qué más podemos decir? Seguimos pidiendo lo mismo que pedimos hace más de 40 años: verdad y justicia. Estoy escuchando cada cosa por la radio y televisión que me espanta. Todavía no sabemos nada de lo que pasó con nuestros familiares. Ojalá se unan, ustedes, todos. Lo único que tenemos que seguir haciendo es estar juntos».

Luego, le pasó el micrófono a Nora Cortiñas, 93 marzos. Su hijo Gustavo está desaparecido desde el 15 de abril de 1977. Nora habló y dejó frases para tomar apuntes:

  • “Todavía este pueblo no llegó a captar los horrores que vivimos durante el terrorismo de Estado porque, si no, las elecciones hubieran sido diferentes”. 
  • “Vamos a tener que seguir hablando”. 
  • “Como vienen días muy difíciles tratemos de estar juntas, juntos, y pensar que no queremos que se repita más lo que vivimos”. 
  • “Tenemos que estar en la calle todo lo que podamos”. 
  • «En vez de absorber el veneno que tienen les contestaremos con el amor que tenemos».
  • “Hay que salir y reivindicar lo que lucharon nuestros 30 mil”.
  • “Vengan acá, vengan a acompañarnos porque así vamos a demostrar que exigimos memoria y verdad hasta el final”.
  • “A seguir luchando. Vamos a vencer”.
  • “No pasarán”.

Voto cansancio

Rocío, 23 años, de Lomas de Zamora, estudiante de Periodismo en la Universidad Nacional de Avellaneda (UnDAV), militante del Movimiento Evita, la escucha con atención. También, es la primera vez que viene. “Me movilizó mucho venir ahora que Milei es gobierno, ver todo el sufrimiento de las Madres, pero que siguen acá. Vine por eso. Y seguro vuelva”.

Rocío es de las que piensa que no fue un voto negacionista sino un voto cansancio: “Venimos haciendo las cosas muy mal y hay reconocerlo: en los últimos cuatro años no hubo grandes políticas que le cambiaran la vida a la gente, que es por lo que el peronismo se identifica. Hay un cansancio: no creo que el 55% sea negacionista. Espero que no”.

Le cuento que recién, en otra entrevista, una docente hablaba de la necesidad de nuevas formas de comunicar. ¿Qué piensa una estudiante de periodismo? “Las empresas de medios siguen siendo funcionales al sistema. Yo me tiro del lado de los medios autogestivos, ahí se cuenta la realidad de los hechos. Soy mamá de una nena de cuatro años y no quiero que se malinforme por Tik Tok. Deberíamos volver a lo que hicieron las Madres y contar desde ahí. Por no querer confrontar, la juventud peronista fue tibia. Tenemos que perder el miedo y dejar de ser sumisos. El Nunca Más es Nunca Más en muchas cosas”.

-¿Qué destacás en las Madres como comunicación?

-La sensibilidad. Las Madres son un gran ejemplo de cómo enfrentaron la dictadura. Hubo estrategia ahí. Cuentan un hecho terrible que vivieron en carne propia, pero desde la sensibilidad con el otro, de entender al otro, de comunicar hacia el otro. Es por ahí y es lo que nos está faltando. 

Repite: “Es por ahí”.

El jueves que viene, a las 15:30, habrá ronda otra vez, como hace 46 años.

Madres de Plaza de Mayo: rondar el presente

Fotos: Sebastián Smok/lavaca.org

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Crimen de Rafael Nahuel: condenan a los prefectos a 4 y 5 años de prisión; la familia apelará

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La condena por el asesinato de Rafael Nahuel llegó tarde y mal: el prefecto Sergio Guillermo Cavia, responsable del delito de homicidio agravado, fue condenado a 5 años de prisión. Sus cuatro compañeros, cómplices, a 4 años y 6 meses. Y hasta tanto no quede firme la condena, seguirán libres. La familia anunció que apelará el fallo, a las puertas de una nueva presunta asunción de Patricia Bullrich, la responsable política del asesinato. Crónica de la audiencia de un veredicto anunciado, en cobertura colaborativa con Perycia.

Por Ludmila Cabana Crozza. Fotos de Jaime Carriqueo

desde fiske menuco

El fiscal llegó antes que nadie. Al habilitarse la sala de audiencias era la única persona sentada en la sala, en su lugar. Por momentos cerraba los ojos, por momentos revisaba su teléfono celular. Cuando ingresó al Juzgado saludó a una de las decenas de policías federales que custodiaban el edificio del Tribunal Federal de la ciudad de General Roca adentro y afuera. Antes de iniciar la subida por la escalera recibió un buen deseo. Va a estar todo bien, doctor, le dijo un policía.

Desde las 7:25 am hasta que se habilitó el ingreso a la prensa, el fiscal Rafael Vehils Ruiz estuvo solo en la sala. Entraron la prensa y la familia de Nahuel. Se llamó a un breve cuarto intermedio y todos regresaron, junto al Tribunal, cerca de las 11 para presenciar la lectura de la decisión final. 

Este miércoles 29 de noviembre de 2023 en la sala de audiencias Alfredo C. Nielsen se leyó el veredicto que los jueces federales Alejandro Silva, Simón Bracco y Pablo Díaz Lacava entendieron como justicia por unanimidad: condenar a Sergio Guillermo Cavia por considerarlo autor material responsable del delito de homicidio agravado por haber sido cometido mediante la utilización de arma de fuego y con exceso de legítima defensa, a 5 años de prisión e inhabilitación especial por 8 años.

Eran cinco los prefectos procesados por la muerte de Rafael Nahuel en 2017 en Bariloche. Francisco Pinto, Juan Obregón, Carlos Sosa y Sergio García fueron condenados a 4 años y 6 meses de prisión e inhabilitación especial por 7 años por el tribunal oral criminal federal de General Roca ya que los consideraron partícipes necesarios del delito de homicidio agravado cometido por Cavia. Los 5 condenados no tendrán condena preventiva: serán detenidos cuando la sentencia quede firme. Hasta tanto no podrán abandonar el país ni retirarse de su domicilio por más de 24 horas salvo que avisen con anticipación. 

Pero antes de los 6 minutos que tardó la lectura del veredicto hecha por el presidente del tribunal, Alejandro Silva, los cinco procesados tuvieron un momento para decir las palabras finales. Todos hicieron uso de ese derecho y dijeron casi lo mismo: que obraron en cumplimiento del deber, conforme a derecho, sin cometer excesos y con una orden judicial que los legitimaba.

Cavia agregó que tenía fe en que se iba a hacer justicia; Obregón dijo que respetó la vida propia y la de terceros en cuanto se pudo. García dijo que actuó en este “lamentable hecho conforme a derecho”. Todo fue escuchado y visto en una pantalla, porque ninguno de los acusados pisó el Tribunal Federal en ninguna de las audiencias: siguieron el juicio desde sus casas, conectados a internet. Recibieron el veredicto en las mismas circunstancias.

Durante el debate oral hubo dos querellas: una por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación con el abogado Mariano Przybylski como representante, y otra por parte de los padres de Rafael Nahuel con los abogados Rubén Marigo y Ezequiel Palavecino. En los alegatos ambas querellas pidieron prisión perpetua para los 5 prefectos por homicidio agravado.

El pedido de pena máxima se desprende de lo que el abogado Marigo entiende es un delito político, un delito de violencia institucional pero fundamentalmente una deuda de la democracia: no haber terminado con prácticas que vienen de la dictadura militar. Se refiere a usar el aparato estatal (en este caso las fuerzas de seguridad) en contra de ciudadanos comunes. 

La defensa fue por la absolución, no reconoció ningún delito pese al resultado de una persona muerta y dos heridos de bala del mismo lado. El fiscal Vehils Ruiz, por su parte, pidió 5 años de prisión para los acusados. No consideró quitar el atenuante en la acusación original de homicidio en exceso de legítima defensa y fue por la idea de un enfrentamiento entre las partes. Esta posición, pese al pedido de las querellas, limitó la decisión del Tribunal en cuanto a la pena dictada: la más alta fue la que pidió el Ministerio Público Fiscal. 

Rafael Nahuel fue alcanzado por un disparo por la espalda y murió el 25 de noviembre de 2017, tenía 22 años. Quienes lo acompañaban también fueron heridos y oficiaron de testigos en una de las jornadas del juicio que ayer terminó, no estaban armados. 

El miércoles 29 de noviembre, día del veredicto, la mamá de Rafael Nahuel cumplió años. Se llama Graciela, es una mujer bajita, lleva zapatillas negras de caña alta, medias de color rosa, un pantalón animal print y una remera mangas largas con otra blanca encima con la cara de su hijo asesinado. La misma remera llevan Alejandro, el padre y Ezequiel, el hermano. Graciela tiene, en el día de su cumpleaños, que estar lejos de su casa en Bariloche, a 481 kilómetros, porque le falta un hijo y busca justicia.

Lleva dos hebillas con brillos en el pelo, tiene una bolsa de tela de Unelen que revisa buscando alguna cosa, hace un gesto como de revolver algo en la boca mientras escucha y mira lo que dicen los jueces sobre los acusados de la muerte de su hijo, que son culpables y están en sus casas -¿qué mastica Graciela? ¿bronca?-.

Afuera, al sol, dijo frente a un micrófono que no está conforme, que esperaba más, que está desilusionada. El abogado Marigo aseguró que apelarán, Horacio Pietragalla Corti, titular de la Secretaría de Derechos humanos de la Nación que acompañó la jornada dijo que, a pesar del cambio de gestión que se acerca, esa también es la intención de la Secretaría. 

El 29 de Diciembre de 2023 a las 11 hs. es el día fijado para dar a conocer los motivos del hecho en el que se funda el veredicto conocido hoy. «Que tengan un excelente día, cuídense», fueron las palabras del juez antes de dejar el recinto.

En 2017, el año del hecho juzgado hoy, la poeta neuquina Silvia Mellado escribió:

Rafael Nahuel

han soltado los albatros

en el medio del bosque

donde dice tierra ancestral

leen coto de caza los perdigueros que olisquean

gustosos un pedazo de tu muerte 

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La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

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(Desde Mar del Plata/lavaca.org) Guillermo Pérez se quedó mirando absorto unos pupitres escolares que había enviado el cura Héctor Díaz, muchísimo más conocido como Chobi. Los pupitres estaban siendo acomodados por toda la gente de la Campaña Somos Lucía en el patio de una casa ubicada en la calle Alvarado al 4500.

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

Las mujeres y luchas en el acto. Fotos: Lina Etchesuri.

En medio del vértigo de la inminente inauguración Guillermo (mecánico de automóviles) le habló a su esposa, la enfermera Marta Montero:

–Acá hay un mensaje. Acá empezó todo– dijo señalando los pupitres garabateados en algunos casos, un símbolo de la escuela pública a la que iba Lucía cuando fue captada como tantas otras adolescentes por narcos que vendían lo suyo a la salida de las clases. En el caso de Lucía, el negocio terminó en el femicidio de esa chica que iba a 4º año del secundario, en octubre de 2016, caso que provocó el primer Paro Nacional de Mujeres.  

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

La ministra Mazzina, Marta, Guillermo, Raquel Vivanco, Yamila Rodríguez. Fotos: Lina Etchesuri.

Guillermo completó su idea:

–Y acá puede continuar todo ahora: a esto vamos con todo lo que estamos haciendo–  dijo señalando los pupitres, porque el proyecto de la Casa de Lucía es que sea un lugar para capacitaciones, talleres, para compartir ideas, acciones y la contención de las familias víctimas. Un punto de encuentro crucial para el trazado de estrategias de vida frente a la violencia contra las mujeres en la ciudad, y la impunidad que suele acompañarla desde siempre.  

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

La mamá de Candela, la mamá de Iaria. El sentido de tener un lugar de encuentro. Fotos: Lina Etchesuri.

Tres datos para sintetizar la historia   

  • El femicidio de Lucía provocó un cimbronazo social que derivó en aquel primer Paro Nacional de Mujeres el 19 de octubre de 2016. La familia llevó el caso a un juicio (2018) que resultó vergonzoso, con jueces dedicados a sembrar sospechas sobre la víctima menor de edad y a exculpar a los narcos acusados, Matías Gabriel Farías (29) y Juan Pablo Offidani (48). El tercero, Alejandro Maciel, había fallecido en 2020.
  • Marta y Guillermo se propusieron entonces lo que parecía impensable: la anulación de esa vergüenza, y la realización de un nuevo juicio que se realizó finalmente en febrero de este año, en el que sí se pudo lograr la condena a perpetua por femicidio de Farías, y a 15 años a Offidani como “partícipe secundario”, tema que está apelado.
  • La familia además impulsó un jury aún pendiente, que juzgue a los jueces del primero de esos juicios, Facundo Gómez Urso y Pablo Viñas (el tercer juez, Alejandro Carnevale, eludió el proceso al jubilarse antes).
  • Ahora la Campaña Somos Lucía obtuvo algo más: recibió del Estado, a través de la AABE (Agencia de Administración de Bienes del Estado) una casa abandonada y derruida que en apenas dos meses lograron acondicionar a pulmón y corazón, y que fue inaugurada este martes 28 de noviembre junto a otras familias de víctimas de femicidios que se acercaron a compartir ese momento acaso histórico.   
  • Lugar de encuentro y aprendizaje   
  • Así contado todo parece veloz, pero en la práctica significó años, meses, días y cada segundo de energía, de lágrimas, de insomnios, de amenazas, que Guillermo y Marta, y también su otro hijo Matías Pérez, lograron superar.

No lo hicieron dedicados solo al caso de Lucía sino también buscando acompañar y reunir a otras familias que pasaron por infiernos similares. Así fue que inspiraron otra organización clave: Familias Victimas de Femicidios, Transfemicidios y Desparecidas.

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

Madres que no bajan los brazos, y el sacerdote Héctor Díaz, Chobi, siempre acompañando las luchas marplatenses. Fotos: Lina Etchesuri.

Entre los familiares estuvieron Gustavo Mellman, papá de Natalia (asesinada en febrero de 2001). Los policías condenados están presionando para obtener su libertad. Estaba también Mariela Quintanilla, la mamá de Iara Nardelli (sus huesos aparecieron este año, pero el caso sigue sin investigarse como femicidio), Carola Labrador, madre de Candela Rodríguez (asesinada por una banda narcopolicial en 2011, cuando ella tenía 11 años),  Marisa, la madre de Luna Ortiz (asesinada en 2017 a los 19 años). Participaron también integrantes de la Asamblea por un mar libre de petroleras, y de la multisectorial Ni un hundimiento más, creada por familiares del barco pesquero El Repunte, hundido en 2017.  

Estuvieron además las hijas de Evangelina Sánchez, asesinada el 20 de noviembre pasado. Por el lado oficial se hizo presente la ministra nacional de Mujeres, Igualdad y Género, Ayelén Mazzina. El presidente Alberto Fernández no pudo asistir, y fue representado en el acto por una de sus asesoras, Raquel Vivanco, así como Yamila Zavala Rodríguez representó a Estela Díaz, ministra provincial de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual.  

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

Marta, Guillermo, y una idea: “No nos podemos quedar en el dolor, el sufrimiento y que todo termine así. Nuestras hijas son la semilla». Fotos: Lina Etchesuri.

“Lucía está acá” dijo Marta durante su intervención, junto a la gigantografía con los ojos de su hija. “La perversidad de la justicia fue de tal magnitud… pero no pudieron con nosotros, que somos gente de la calle, y eso muestra que nadie nunca debe bajar los brazos”. Marta nombró y presentó a quienes fueron a compartir la inauguración formal de la casa y destacó que en los casos de femicidios no alcanza con la condena: “Siguen las vidas de quienes quedan, pero el Estado tiene que estar presente como tiene que ser. Que las hijas de Evangelina, por ejemplo, puedan tener comida, educación, que puedan cubrir sus necesidades básicas porque quedaron solas, criaturas enfrenando un mundo perverso de adultos. No es una dádiva, es un derecho el que hay que darles. Y organizados vamos a hacerlo” dijo mirando a dos de las hijas de Evangelina Sánchez.

Dijo también: “Esto va a ser un lugar de encuentro, de aprendizaje. Acá no terminó nada. Acá seguimos sin bajar los brazos para que crezca una esperanza de vida, de respeto y de derechos. Esto hay que hacerlo porque en el fondo lo que se quiere es que estemos desunidos. Si estamos desunidos, ganan ellos”.

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

Familiares de un pesquero hundido, El Repunte. Fotos: Lina Etchesuri.

“No nos podemos quedar en el dolor, el sufrimiento y que todo termine así. Nuestras hijas son la semilla. Jamás nos van a convencer de que somos unos negros de mierda. Somos mujeres y hombres trabajadores, que no son egoístas, gente que piensa que no somos el ombligo del mundo, sino que necesitamos comunidad para trabajar”.   

Después fue el tiempo de las fotos, los abrazos y las lágrimas de tantos familiares, que por esta vez no fueron de tristeza sino que simbolizaron una puerta al futuro.  

La casa de Lucía: inauguración en Mar del Plata de un centro de capacitación y encuentro, símbolo de una epopeya

Fotos: Lina Etchesuri.

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