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La tercera desaparición de Julio López

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Primero fue la dictadura. Este año, el 18 de septiembre, Jorge Julio López volvió a desaparecer. Y ahora el propio caso empieza a esfumarse, secuestrado de las noticias y la «agenda» política. Mientras siguen las amenazas e intimidaciones, se oye claramente el silencio oficial y el de las empresas mediáticas. Hubo un comando que se adjudicó la ejecución, hubo violación del domicilio (custodiado) de Nilda Eloy, quien además recibió misteriosas llamadas desde el Ejército. En tiempos en que nadie puede decir «no sabía», algunas ideas sobre los modos de pensar y actuar en estas situaciones.

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«Desde hace bastante parece que hubiera una orden de hacer desaparecer la noticia de la desaparición» dice Nilda Eloy a lavaca, sin intenciones de plantear un trabalenguas, sino de describir la actualidad. Eloy es una de las querellantes en el juicio que culminó con la condena por genocidio contra Miguel Etchecolatz. El otro querellante, Jorge Julio López, está desaparecido desde el 18 de septiembre último. El testimonio de López (como el de Eloy, como el de tantos otros) resultó una descripción detallada, y una prueba, sobre los centros policiales-clandestinos de represión, sobre los tormentos, homicidios y aberraciones cometidos allí. El día de la lectura del alegato contra Etchecolatz, López no llegó a la sala de audiencias.
-¿Hubo novedades en el caso, Nilda?
-No, en la investigación no. Pero sigue la campaña de intimidación, eso no se frenó. Hubo amenazas a integrantes de organismos, y también a gente que participó en marchas reclamando por López, o ha colaborado de alguna forma. En La Plata hubo universitarios amenazados, hubo también estudiantes secundarios. Y está la visita que hicieron a mi casa.
>>>Llamada desde el Ejército
Nilda dice que parece «tragicómico». Hace pocos días volvió con su hija a su casa, ubicada en La Plata, y percibió que había habido visitas. «Pese a la custodia de la Policía Federal, entraron a mi casa. No robaron, no sacaron papeles, sino que se comieron la cena. Yo había guardado empanadas y se comieron todas menos una que dejaron por la mitad, cortada con un cuchillo. Cuando fui a preguntarle a los custodios de la Policía Federal qué había pasado, me contestaron: ‘sin novedad, señora’. Los que entraron no rompieron la cerradura, ni nada. Ese es el tipo de mensajes que te dejan hoy en día: la sensación de que te pueden hacer lo que quieran, en cualquier momento».
En muchos otros casos la técnica es esta: suena el teléfono, nadie contesta del otro lado, y cortan. O preguntan por la persona (como para constatar que saben a quién están llamando) y luego cortan.
La propia Nilda, el 16 de septiembre, recibió llamadas en la que se escuchaban gritos como de una sesión de torturas.
Adriana Calvo, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, relata algo asombroso. El juez Arnaldo Corazza (que también está amenazado) ordenó investigar todas las llamadas al teléfono de Nilda Eloy, y la sorpresa fue que aparecieron cinco intentos de comunicarse desde el Edificio Libertador, sede de la jefatura del Ejército. El Ejército contestó al juez que como las llamadas se habían realizado desde un interno, no tenían modo de saber cuál era. El juez insistió y el Ejército, en una tarea de «inteligencia» (si cabe el término), logró detectar esforzadamente el interno desde el cual habían llamado.
Calvo: «Era de una oficina donde había una señora a cargo que dijo que no había llamado a nadie. Pero contó que tiene un amigo periodista y que tal vez él quería llamar a Nilda Eloy para hacerle alguna consulta. Por supuesto, jamás se supo quién era ese periodista, ni se supo nada más de tales llamadas».
La conclusión de Adriana es obvia: «A veces queda la sensación de que este país no tiene remedio. Yo no sé si hay una locura generalizada, burocracia, o si es parte de una maniobra para meter miedo».
Además de Eloy y el juez Corazza, la coordinadora Justicia Ya! ha denunciado que también han sido amenazados Isabel Chicha Mariani (Presidenta de la Asociación Ahaní y fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo), el camarista Leopoldo Schiffrini, dos fiscales que llevan causas de derechos humanos, tres jueces de tribunales orales, y Emilce Moller, sobreviviente de La Noche de los Lápices (recibió una carta firmada por tres ex comisarios de la bonaerense). Justicia Ya! denunció también que tras participar en diferentes actividades y marchas relacionadas con el caso López, fueron agredidos Ariel y María Montes en dependencias policiales, un familiar de la ex detenida desaparecida Cristina Saborido fue tajeado, y un militante del Partido Obrero (Pablo Giachello) fue golpeado con amenazas por su participación en ese tipo de encuentros.
>>>Etchecolatz y el anciano
Desde el 21 de septiembre la casa de Nilda Eloy es custodiada por la Policía Federal, con los resultados ya relatados, y personal de la Policía Bonaerense la custodian a donde vaya. «Eso es lo que no quieren otros testigos de los juicios pendientes por violaciones a los derechos humanos: que los custodie la bonaerense» cuenta ella, sobre un país donde demasiada gente aprende desde hace décadas a cuidarse de quienes deberían protegerla.
Otra noticia que casi no se difundió: un presunto grupo de «resistencia republicana» anunció por correo electrónico al Ministerio del Interior, a la agencia oficial Telam, y a las empresas Clarín y a Página 12, que López había sido ejecutado a las 15.15 del 19 de septiembre. Eloy: «Nos llamó la atención que eso no fuera difundido por esos medios. En cualquier otro secuestro, si alguien se lo adjudica, sea o no cierto, eso sale publicado. A esa hora, ese día, terminó el discurso de Etchecolatz, donde dijo que los jueces no lo condenaban a él, sino a ellos mismos». Etchecolatz pronunció además esta oración: «Yo sé que me van a condenar y no tendrán vergüenza de poder condenar a un anciano enfermo, sin dinero y sin poder».
Nilda ha empezado a sospechar que quizás Etchecolatz no estaba hablando de sí mismo, y no encuentra quien pueda desmentirla con demasiado énfasis.
-¿Mantienen contacto con los funcionarios?
-No. Salvo los de los primeros días, después nadie volvió a hablar con nosotros, ni a informarnos nada. Pusieron teléfonos, hay muchos llamados, pero todo parece provocado por el señuelo de la recompensa. es como si hubiera una ceguera que hace ver el caso como una cosa aislada. Y no se lo puede ver así, lamentablemente, sino en el marco en el que sucede.
-¿Cuál es ese marco?
-Campañas de amenazas, mails, golpizas a familiares, secuestros durante algunas horas de gente que estuvo en las marchas. Además, tenemos un desaparecido, y un cuerpo NN que todavía no se sabe de quién es».
Puede recordarse que en las primeras horas tras la desaparición apareció un cadáver baleado y calcinado, vieja usanza de los grupos de tareas y de la Triple A. Se sospechó que podía ser de López, luego se desmintió, pero demasiada gente parece haber olvidado una sencilla pregunta: ¿quién era?
>>>El silencio y el perrito
-Nilda¿Por qué un caso como el de López puede caer en el silencio, otra vez, en un país con la historia que ha tenido la Argentina?
-A ver… tal vez la respuesta esté en la propia dictadura, que convirtió a la sociedad en un masivo indvidualismo, un «no te metás». Ya fuimos un país dominado por el miedo como herramienta de control social. Pero esto es inventarlo de nuevo.
Sobre el silencio que percibe en las empresas de medios, Nilda sostiene: «Me dan vergüenza ajena, qué querés que te diga. Que doblen tanto las rodillas, que sean tan genuflexos con los gobiernos de turno». El argumento del miedo, o el de la censura, no existe en estos tiempos: «No, a mi me parece más agachada, que otra cosa».
La búsqueda de López también tiene una característica que alarma a Eloy: «Pegan carteles que dicen: Buscamos a Julio. Pero es como si se hubiera perdido. Se perdió el perrito, pegás carteles y salís a tocar timbres. Esto no es así. Parece increíble tener que decirlo».
-¿Usted cómo está Nilda?
-(Un silencio, un suspiro) Con una sola seguridad: no hay que bajar los brazos.
Adriana Calvo percibe que en toda esta cuestión está pasando algo crucial: el tiempo.
«Y al pasar el tiempo, se va produciendo una decantación de la noticia. Ya no hay lugar para la duda». Esa duda es la que se instaló sobre la posibilidad de que López no fuera víctima más que de un desvarío o un shock emocional. El 6 de octubre, durante una marcha organizada por el gobierno, Estela Carlotto (presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) dijo a quienes le ponían micrófonos adelante: «Creo que después de esto López se va a animar a salir», fomentando así la teoría del escondido por propia voluntad.
Adriana Calvo: «Hoy ya hay una certeza que uno no quiere poner en palabras. Todos querríamos pensar eso, que está vivo y bien. Pero esa certeza de que las cosas no son así hay que ponerla en lucha, en protesta, en acción. Eso genera miedo. Se hace difícil transformar ese miedo en bronca, movilización, reclamo».
-¿Qué impresión tiene sobre lo que hace el gobierno al respecto?
-Hay una mezcla de inoperancia y de ocultamiento, no sé en qué proporciones de cada cosa.
-¿Qué sería lo que se oculta?
-Si hay avances, si se investiga. ¿Por qué se oculta? Algunos enviados del gobierno bonaerense dijeron que si se investiga a fondo, se pone en juego la gobernabilidad de la fuerza. No se necesita demasiada perspicacia para entender. Para mí hay una intención de que todo siga como siempre, que no pase nada, que todo esto se olvide, que nadie se acuerde de Julio López. Pero no sé qué gobernabilidad es que te secuestren una persona y vos no puedas hacer nada.
Según Adriana el corte en la prensa, el momento en el que el caso comenzó a esfumarse de la llamada «agenda mediática» fue a partir de aquella marcha organizada por el gobierno y algunos organismos planeando la consigna «Buscamos a Julio». La marcha movilizó al piqueterismo oficialista, a los organismos y movimientos que adhieren al gobierno, también a otros organismos que no quisieron restar su participación, y fue masivamente cubierta por la prensa. En su punto culminante, se propinó a los asistentes la lectura de un poema de Pablo Neruda.
«Hay algunos medios que dicen que quieren publicar algo» cuenta Adriana. «Y me plantean: dame por favor algo nuevo para publicarlo. Necesitan una noticia, como si no fuera suficiente noticia que cada día sigue estando desaparecido Julio López».
Los medios saben de lo que se trata, supuestamente, teniendo en cuenta la cantidad de suplementos memoriosos que regaron durante marzo, a 30 años del golpe militar:
-Claro, se desgarran las vestiduras con el terrorismo de Estado, la censura, las barbaridades. ¿Y ahora qué? ¿Nos olvidamos todo? ¿Cómo puede ser que no haya nadie en el canal estatal que plantee poner un cartel diciendo ‘JulioLópez sigue desaparecido’? ¿O un recuadrito en la tapa los diarios?
Adriana no tiene en cuenta que los periódicos prefieren dedicar esos espacios a generalas, ofertas opcionales de música para geriátricos, investigaciones culinarias y otros despliegues de ese tipo. Dice:
-Para mí, hay una pretensión de normalizar la idea.
-Que sea una noticia que ya pasó.
-Que sea normal que esté desparecido. La noticia sería que aparezca vivo, o que aparezca el cadáver.
>>>No hay respuestas, pero tampoco preguntas
El razonamiento de Adriana Calvo despierta otra cuestión: no hay respuestas, pero tan grave como eso es que no haya preguntas. «Nadie le pregunta nada al presidente, al ministro del interior, al gobernador, al de seguridad. ¿Qué están haciendo, qué se está investigando? Nadie pregunta nada, como si el tema no existiera».
-Adriana, ¿cómo está usted?
-Bien (y sonríe como sorprendida por lo que acaba de decir). ¿Bien? es el mismo proceso que tenemos todos. Te acordás de Julio y pensás: ¿cómo puede ser? Nadie lo tiene asumido. Hay ofrecimientos de contención terapéutica para muchos familiares. No es que se hayan velto locos, ni rayados, ni que anden arrastrando un cepillo de dientes. Ni siquiera es que tengan miedo, sino que hay una angustia, una preocupación permanente.
-¿Qué le diría a una persona que está con ese ánimo?
-Que no se deje hundir. La única forma de salir de esto es reclamando, protestando, pateando, puteando, marchando en la calle. es la forma de que no quede en lo personal. Aún con miedo se pueden hacer cosas. Y el miedo empieza a achicarse. Y hacés más cosas. Salís, te movés.
-Escapar de la jaula privada.
-No hay que quedarse en esa jaula del miedo, la desazón y la soledad. si uno se queda paralizado no tiene ni siquiera con quién compartir lo que le pasa.

  • El domingo 12 habrá una jornada de difusión del tema en los parques de buenos Aires, con mesas, murgas y pines reclamando la aparición convida de Julio López.
  • HIJOS de La Plata está preparando un escrache, esta semana, al ex director de seguridad de la Policía bonaerense, Rodolfo González Conti, acusaso de al menos 103 casos de torturas y desapariciones ocurridos en la Comisaría 5º.
  • Los organismos pedirán, también esta semana, una ampliacion de indagatoria por genocidio a todos los procesados en la causa de la Comisaría 5º, como un modo de que la setencia contra Etchecolatz sea el puente para el juzgamiento de todos los que participaron de esos crímenes de lesa humanidad.
  • El 18 de noviembre se realizará una nueva marcha en Buenos Aires. Si no hay novedades previas, ese día se cumplirán dos meses de la desaparición de un hombre llamado Jorge Julio López, en un país donde se hace complicado descubrir si hay remedio para tantas enfermedades.

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De la idea al audio: taller de creación de podcast 

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Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

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Hoy se cumplen 23 años de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki que estaban movilizándose en Puente Pueyrredón, en el municipio bonaerense de Avellaneda. No eran terroristas, sino militantes sociales y barriales que reclamaban una mejor calidad de vida para los barrios arrasados por la decadencia neoliberal que estalló en 2001 en Argentina.

Aquel gobierno, con Eduardo Duhalde en la presidencia y Felipe Solá en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, operó a través de los medios planteando que esas muertes habían sido consecuencia de un enfrentamiento entre grupos de manifestantes (en aquel momento «piqueteros»), como suele intentar hacerlo hoy el gobierno en casos de represión de sectores sociales agredidos por las medidas económicas. Con el diario Clarín a la cabeza, los medios mintieron y distorsionaron la información. Tenía las imágenes de lo ocurrido, obtenidas por sus propios fotógrafos, pero el título de Clarín fue: “La crisis causó 2 nuevas muertes”, como si los crímenes hubieran sido responsabilidad de una entidad etérea e inasible: la crisis.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Darío Santillán.

Darío y Maxi: el presente del pasado (video)

Maximiliano Kosteki

Del mismo modo suelen mentir los medios hoy.

El trabajo de los fotorreporteros fue crucial en 2002 para desenmascarar esa mentira, como también ocurre por nuestros días. Por aquel crimen fueron condenados el comisario de la bonaerense Alfredo Franchiotti y el cabo Alejandro Acosta, quien hoy goza de libertad condicional.

Siguen faltando los responsables políticos.

Toda semejanza con personajes y situaciones actuales queda a cargo del público.   

Compartimos el documental La crisis causó 2 nuevas muertes, de Patricio Escobar y Damián Finvarb, de Artó Cine, que puede verse como una película de suspenso (que lo es) y resulta el mejor trabajo periodístico sobre el caso, tanto por su calidad como por el cúmulo de historias y situaciones que desnudan las metodologías represivas y mediáticas frente a los reclamos sociales.

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83 días después, Pablo Grillo salió de terapia intensiva

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Pablo Grillo
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83 días.

Pasaron 83 días desde que a Pablo Grillo le dispararon a matar un cartucho de gas lacrimógeno en la cabeza que lo dejó peleando por su vida.

83 días desde que el fotógrafo de 35 años se tomó el ferrocarril Roca, de su Remedios de Escalada a Constitución, para cubrir la marcha de jubilados del 12 de marzo.

83 días desde que entró a la guardia del Hospital Ramos Mejía, con un pronóstico durísimo: muerte cerebral y de zafar la primera operación de urgencia la noche del disparo, un desenlace en estado vegetativo.

83 días y seis intervenciones quirúrgicas.

83 días de fuerza, de lucha, de garra y de muchísimo amor, en su barrio y en todo el mundo. 

83 días hasta hoy. 

Son las 10 y 10 de la mañana, 83 días después, y ahí está Pablito, vivito y sonriendo, arriba de una camilla, vivito y peleándola, saliendo de terapia intensiva del Hospital Ramos Mejía para iniciar su recuperación en el Hospital de Rehabilitación Manuel Rocca, en el barrio porteño de Monte Castro. 

Ahí está Pablo, con un gorro de lana de Independiente, escuchando como su gente lo vitorea y le canta: “Que vuelva Pablo al barrio, que vuelva Pablo al barrio, para seguir luchando, para seguir luchando”. 

Su papá, Fabián, le acaricia la mejilla izquierda. Lo mima. Pablo sonríe, de punta a punta, muestra todos los dientes antes de que lo suban a la ambulancia. Cuando cierran la puerta de atrás su gente, emocionada, le sigue cantando, saltan, golpean la puerta para que sepa que no está solo (ya lo sabe) y que no lo estará (también lo sabe).

Su familia y sus amigos rebalsan de emoción. Se abrazan, lloran, cantan. Emi, su hermano, respira, con los ojos empapados. Dice: “Por fin llegó el día, ya está”, aunque sepa que falta un largo camino, sabe que lo peor ya pasó, y que lo peor no sucedió pese a haber estado tan (tan) cerca. 

El subdirector del Ramos Mejía Juan Pablo Rossini confirma lo que ya sabíamos quienes estuvimos aquella noche del 12 de marzo en la puerta del hospital: “La gravedad fue mucho más allá de lo que decían los medios. Pablo estuvo cerca de la muerte”. Su viejo ya lloró demasiado estos casi tres meses y ahora le deja espacio a la tranquilidad. Y a la alegría: “Es increíble. Es un renacer, parimos de nuevo”. 

La China, una amiga del barrio y de toda la vida, recoge el pasacalle que estuvo durante más de dos meses colgado en las rejas del Ramos Mejía exigiendo «Justicia por Pablo Grillo». Cuenta, con una tenacidad que le desborda: «Me lo llevo para colgarlo en el Rocca. No vamos a dejar de pedir justicia».

La ambulancia arranca y Pablo allá va, para continuar su rehabilitación después del cartucho de gas lanzado por la Gendarmería. 

Pablo está vivo y hoy salió de terapia intensiva, 83 días después.

Esta es parte de la vida que no pudieron matar:

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