CABA
Las fábricas movedizas: autogestión en tierras de Macri
Impopar y Nuevo Amanecer, la primera y la última de las cuatro fábricas recuperadas en Tandil, tierra natal del presidente Mauricio Macri, cuentan sus historias, los desafíos autogestivos en épocas de caída de ventas y tarifazos. La experiencia cooperativa como sostén y generadora de puestos de trabajo.
Rodolfo Mascetti está sentado delante de un monitor, de un teclado, de un mouse, de una CPU, en fin, de una computadora, y dice:
“Yo no sabía usarla”.
Mascetti habla desde el primer piso de la metalúrgica Impopar, recuperada en 2003, cuando en Tandil aún no se sabía qué significaba una fábrica recuperada. “Tampoco una planilla Excel”, dice este hombre de 54 años, hoy presidente de la primera empresa autogestionada por sus trabajadorxs del municipio, que fabrica, comercializa y vende calefactores, termotanques y cocinas en un invierno más frío que lo habitual.
Tandil es la tierra natal del presidente Mauricio Macri, aunque las referencias locales están más orientadas a campos sin declarar que a afectos comunales. Mascetti: “Dicen que la mitad lo repudia y la otra mitad lo ama. Pero hoy creo que es más lo primero”. Entre el escándalo Panama Papers y las cuentas offshore en Bahamas y Panamá, la declaración jurada del Presidente también generó algunos interrogantes: en 2014 dijo que tenía el 100 por ciento de un “lote de terreno” de 510,2 hectáreas en Tandil, luego dijo que en realidad eran 5102 y este año declaró solamente 5102… metros cuadrados.
En la remisería de la terminal municipal, el hombre que atiende el teléfono no sabe qué responder cuando se le pregunta por el Presidente. “Venía acá de chico, a la casa de la abuela, pero nada más”. Tampoco demuestra mucha emoción cuando se le menciona que Argentina tiene un presidente tandilense. El cajero del bar de la terminal es más directo: “Estuvo cinco minutos. No es Del Potro”, dice, por el tenista argentino, medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Río, oriundo de estos pagos.
El hombre que atiende el teléfono en la remisería, en cambio, sí tiene claras las coordenadas exactas de dos de las fábricas recuperadas del distrito: Impopar y Nuevo Amanecer, la más antigua y la más reciente, respectivamente, referencias ineludibles para pensar este presente de crisis, tarifazos y salidas colectivas creativas.
Porque hacia allí vamos.
El trabajo previo
Delante de la computadora en Impopar, Mascetti cuenta la historia:
“A mediados del ´99 la empresa había adquirido una deuda mayor a los 10 millones de dólares. Imaginate en ese momento. Era incomprensible, además, para una empresa que había facturado 20 millones durante el período 92-96 y llegó a contar con más de 250 empleados. Trabajábamos con tres turnos. Esto no paraba. Para evitar la quiebra entra en concurso de acreedores, donde se congelan las deudas y comienza una negociación. Desde esa fecha, la empresa no podía adquirir más deuda, y para controlar que no sucediera y velar por los intereses de los acreedores, aparece el síndico. El dueño, mientras, nos decía que teníamos que poner el hombre. Apareció otra empresa, Armagás, con la excusa de que Impopar estaba inhibida a realizar contratos comerciales con las cadenas Megatone, Frávega, Carrefour. Mientras, aportamos nuestro trabajo desde noviembre de 2001 a marzo de 2002, con un salario de 300 pesos”.
Hasta que no aguantaron más.
Hicieron paro.
Tomaron la fábrica.
“Casi un mes estuvimos. Nos ayudó mucho la Universidad. Siempre estuvo al pie. La señora del rector nos salió de garante para entrar. ¿Sabés cómo viajábamos a golpear puertas? Con boletos universitarios. No teníamos plata. Fue una lucha terrible”. Noemí Payero, secretaria, había entrado en el ´91 y pasó por los sectores de chapas, doblando caños y línea de ensamble: “Fue una amargura. No veíamos ningún panorama: no sabíamos qué hacer para poder seguir, porque vos tenés que vivir, tenés que comer, tenés que cubrir las necesidades básicas. Y se complica. La época era complicada”.
Argentina, de a poco, recién estaba recuperándose de la crisis del 2001.
Y de las cenizas había comenzado a llamear una palabra: autogestión.
Mascetti: “No había experiencia. No habíamos escuchado nunca de hablar de cooperativa. No había quién nos dijera: ´Vayan y toquen estas puertas´”. Payero: “Fue extraño: la primera vez que escuché la palabra cooperativa fue del dueño, porque quería formar una con nosotros y él seguir como dueño. Se quería beneficiar de muchas cosas, como la caída de los años de aportes. Teníamos miedo. Algunos pensaban que era mejor gerenciada, otros no. ¿Cómo seguir? La empresa debía un montón de plata a proveedores, a todos. ¿Cómo tener la credibilidad que nos fíen algo?”.
Oscar Villar, 47 años, en la fábrica desde el ´97, brinda esas respuestas:
“Hay una parte muy traumática que viene antes de la conformación de la cooperativa. Yo fui delegado gremial de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), allá por el ´98, y empezamos a darle continuidad a las asambleas dentro de la fábrica cuando había algún tipo de conflicto o sólo para informar algo. Llevó un largo período, pero logramos dos cosas: que nos empecemos a juntar entre todos y también tomar confianza en nosotros mismos, entre los propios compañeros. En no ver al otro como sospechoso de que te puede llegar a buchonear por las ideas que tenés. En las metalúrgicas hay una gran presión de las patronales, no sólo por la producción sino también por el disciplinamiento al que someten a los trabajadores: el trabajador se va enajenando porque su misión es solamente ver la máquina. Por eso, en el 2003, ya no nos era ajeno poder resolver las cosas en junto, y fuimos nosotros en la sede de la UOM donde decidimos armar la cooperativa. El trabajo previo, entonces, había servido”.
La vaca dorada
Con toda la carga simbólica del nombre sobre los hombros, Nuevo Amanecer fue la última recuperada en Tandil. Ya había pasado la experiencia de Impopar, los conflictos en Cerámica Blanca (2011) y Ronicevi (2012), cuando en 2013 una nueva experiencia autogestiva nacía desde las profundidades de los tambos. La fábrica El Amanecer había sido fundada a fines de la década del ´30 y tenía dos patas: una en Mar del Plata, otra en Tandil. Hoy son más de 100 socios entre las dos, donde no sólo se mantuvieron las fuentes de trabajo sino que generaron más.
Ejemplo: en Tandil hay 30 personas trabajando.
Eran 7.
¿Cómo se explica esta ecuación insólita para estos tiempos?
La respuesta es el recorrido de esta fábrica que llegó a producir 150 mil litros de leche por día, y que cuenta José Miranda, 48 años, vicepresidente de la cooperativa y uno de los referentes en la recuperación en Tandil: “Fui delegado durante 12 años y pasamos varias etapas de patrones que le habían vaciado, y lo que nos quedó como última alternativa fue hacerla cooperativa. Empezamos a trabajar sólo 4 horas, después pasamos a 12, pero nos querían pagar 8 y romper los convenios colectivos. Como nosotros no aflojábamos, decidieron sacar el tambo, y ahí nos dejaron sin materia prima: la leche. Y al quedarnos sin leche, nos pedían que laburemos menos, después que laburemos cada 15 días, y así. Hasta que decidieron venderla”.
La empresa pasó de mano en mano, y las deudas también: “Se les dejó de pagar a los tamberos, se nos dejó de pagar a nosotros. En seis meses no se le pagó más a nadie. Era insostenible. Fue muy duro. Era algo que nunca se pensó que iba a cerrar”.
Era 2012.
Miranda: “Estuvimos 7 meses parados donde se han ido compañeros a laburar a otros lados, porque no te queda otra. Yo trataba de poner la planta en marcha, pero pasaron 2 meses y de repente te encontrás en tu casa sin laburo y la cabeza te come”. Los dos meses se hicieron tres, cuatro, siete. “El que pueda seguir laburando, que siga”. En Mar del Plata, mientras, la fábrica ya había vuelto a producir sin patrón. “El proceso allá era distinto, porque la leche fluida la envasaban y salía enseguida. Nosotros, que hacemos queso, al producto hay que aguantarlo. Nos decían que daba pérdidas”.
El primer tambo lo pusieron en marcha después de 7 meses. “Era un tambito en el paraje Vela, a 70 km de la fábrica, y sacábamos 600 litros día por medio. Íbamos con el camión sin seguro, en la precariedad total. Pero ese tambito empezó a reactivar, y la apuesta a los quesos fue lo que repuntó la economía”. Los quesos cremosos y gouda picaron en punta, y con rigor periodístico lavaca pudo chequear esa impresión: son riquísimos.
“Hoy no nos alcanzan los productos y hay una capacidad de expansión grande. Estamos en 60 mil litros por día y no nos alcanza. En Mar del Plata, por ejemplo, tenemos tres locales propios. En uno solo entran 1500 personas por día. Es un orgullo”. En Tandil tuvieron que inaugurar nuevos depósitos y en el punto de venta que tienen en las instalaciones ubicadas sobre el km 134 de la ruta 226 no paraa de entrar y salir personas deseosas de quesos, dulces de leche, yogures y etcéteras lácteos. “El vecino también ha aportado mucho en comprar nuestros productos”. La fábrica aportó lo suyo: la cooperativa decidió comercializar sus productos a precios económicos.
“Hoy cubrimos Mar del Plata, toda la zona de la costa, Tandil, Juárez, Tapalqué, Alvear, Azul, Olavarría. Tenemos obra social, tenemos jubilación, hacemos retiros semanales de 5 mil pesos por socio. Estamos facturando 15 millones de pesos por mes”.
¿Medalla olímpica para la vaca?
Miranda se ríe: “Y para los compañeros”.
El arte
Lautaro Palma tiene 20 años y es de la nueva camada autogestiva en Nuevo Amanecer. Es hijo de uno de los socios fundadores de la cooperativa. “Cuando cerró la fábrica, a mi papá le dieron un reparto de soda y quedó trabajando como sodero. Vi todo el movimiento que había desde casa. No es que no llegaba la plata, pero ya no era lo mismo. Fue raro. Difícil. Yo siempre lo veía levantarse a las 4 de la mañana y volvía a las 3 de la tarde, cansado. Dormía dos horas de siesta y después se iba de nuevo. Durísimo. Y, de un momento para el otro, tenés que ponerte la familia al hombro y otro montón de cosas que no estuvieron buenas”.
Lautaro no entra en detalles. Dice que tiene otras dos hermanas.
Y, con una sonrisa, que este presente cooperativo le resulta maravilloso.
“Es mi primera experiencia laboral. Estoy cómodo, me tratan de maravilla. Me han enseñado muchas cosas. Tuvimos un crecimiento importantísimo. Hay demanda, el producto se vende. La cooperativa es una de las mejores formas de trabajar. Esta forma te dan ganas de venir a trabajar. Y, además, veo que para mis compañeros volver a generar puestos de trabajo es genial”.
Uno de ellos es Hugo, 52 años. “Yo agarré otro laburo. Estuve de panadero, 9 meses, pero siempre acompañé, porque era algo que teníamos que hacer funcionar sí o sí. Es un negocio que daba. No podés largar 75 años de fábrica por unos chantas así, que ni son empresarios. Es una ofensa decirles así. Y el tiempo te da a querer lo que vos hacés. Por eso también estamos acá. Yo hago queso fundido. Y es un arte”.
La recontra lucha
En Impopar, el arte pasa por surfear la situación del país: Mascetti contabiliza 1500 equipos menos vendidos que en 2015. “Y es nuestra época fuerte, por el invierno, que suele cubrir los retiros de los meses siguientes, pero todo estuvo muy quieto. Ni la siderurgia mueve, porque el poder adquisitivo del obrero cada vez está más abajo. No te compran termotanque, cocina, nada de lo que sea chapa porque el producto no se vende. No sé qué va a pasar, pero así a fin de año no llegamos”.
¿Y el tarifazo? “La luz nos pasó de 9 mil pesos a 18 mil. El gas, todavía, no vino. Pero como el fallo de la Corte beneficia sólo a los usuarios residenciales, vamos a tener que salir a hablar, porque nos va a afectar rotundamente”.
Impopar llega a este escenario con media sanción en diputados a la prórroga por cinco años de la expropiación, cajoneada desde 2014. ¿Cómo es el trabajo cooperativo en estas épocas? “Psicológicamente te tenés que preparar. Imaginate que pasás del mal llamado patrón a ser vos quien maneja la fábrica. Estás acostumbrado a que vengan y te den una orden, pero acá vos tenés que tomar tu propia decisión y saber que lo hacés es para beneficio tuyo y del colectivo, de nadie más”.
Payero: “Todavía nos cuesta. Todos los días tenés que enfrentar cosas. Todavía tenemos arraigado el tema de ser empleado, de no quedarte 5 minutos más porque tenés que ver un pago. No somos dueños: somos socios. Y esto lo llevamos adelante juntos. Otra cosa: no tenemos estudios. Y nos cuesta. La remamos nueve horas por día, nos quedamos de más, pero son las ganas las que te empujan. Las de luchar y recontra luchar. Las ganas son la clave”.
Villar: “Es un día a día. La conciencia se va transformando con la práctica. Pero también hay que leer, nutrirse de la teoría de los que nos han dejado otros compañeros en otras épocas. Por supuesto que esta lucha es difícil, muy espinosa, donde hemos dejado salud, compañeros que han fallecido, algunos que se han ido por no creyeron. Es totalmente respetable. Pero lo más importante es que, más allá de todo, no nos quedaba otra salida: hicimos la cooperativa para tener trabajo”.
Miranda, de Nuevo Amanecer, aporta una receta personal: “Sacrificio, voluntad y horas. ¿Sabés qué le diría a un trabajador en esta situación? Que se puede”.
La mirada
Villar, de Impopar, deja en claro qué significa una recuperada. “No hay recetas. Es una experiencia más de la lucha de los trabajadores de nuestro pueblo. Debería funcionar un Estado que ponga todo su aval y apoyo en la recuperación de estas fábricas, porque los que generamos las riquezas de las sociedades somos los trabajadores, siendo cooperativa o sociedad anónima. La lucha es dura, durísima, pero vale la pena”.
¿Y cómo se ve esa lucha desde esta Argentina? “En estos meses hubo un gran saqueo a los sectores populares: de la derecha y del gran capital hacia los sectores más vulnerables. A este Gobierno hay que sacarlo. El tema es ver las herramientas para sacarlo por algo superior, y superior a lo que ya estaba. Las fuerzas represivas están avanzando totalmente en contra de los trabajadores. Se ve en cada movilización y en recuperadas como RB, donde nos sentimos completamente solidarios”.
RB es una metalúrgica recuperada en San Isidro, que aun con la fábrica funcionando y una ley de expropiación prorrogada por la legislatura bonaerense fue reprimida brutalmente por la Policía Bonaerense.
¿Cómo hay que accionar sobre ese panorama?
Piensa Villar:
“Lo más importante es la unidad de los sectores de las recuperadas. Y, también, tenemos que tener capacidad de poder actuar políticamente, porque a este país lo hicimos nosotros. Necesitamos a alguien que defienda nuestros intereses y vaya hacia otras perspectivas, porque si seguimos siempre con esta gente que nos está gobernando ahora, vamos a armar 20 mil organizaciones y movimientos, todos muy lindos, pero siempre vamos a tener un techo. Nosotros tenemos que empezar a pelear por el poder”.
-Bueno, algo es algo: un tandilense llegó.
Villar mira serio a los ojos serios y responde:
-No es tandilense. Su país son los grandes grupos económicos.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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