Nota
Libertad a Daniela

Daniela Calarco es la única mujer (junto a cuatro hombres: Daniel Sica, Cristian Valiente, Facundo Gómez y Roberto de la Cruz Gomez) que queda detenida por la cacería de la Ley Bases. La procesaron -y embargaron- porque supuestamente dañó las bicicletas de la Ciudad, aunque en el propio procesamiento la jueza Servini confunde situaciones y mantiene en línea de hipótesis que haya sido Daniela la autora de los hechos. La versión de su compañera, en la ronda de las Madres de Plaza de Mayo, sobre lo que verdaderamente pasó: “Apuntan a ella como blanco público porque es referente, y lo enmarcamos en un proceso de persecución política y mediática”. La tortura que está sufriendo la referente del MTR en la cárcel: sin comida, fue paseada por distintas comisarías, y presionada para firmar una probation (un juicio abreviado, con condena). Quién es Daniela, y por qué la detuvieron.
Por Lucas Pedulla
Emilia Manazza marcha con las Madres de Plaza de Mayo en el típico jueves de ronda, aunque esta vez es especialmente masivo. El feriado ayuda, y los efectos de una semana tremenda cargada por la cacería del Gobierno motivan a salir, marchar y cantar, como se canta ahora entre cientos de personas: “Libertad a los presos por luchar”.
Emilia canta a viva voz, con un cartel que también grita una urgencia: “Libertad ya!! A Daniela Calarco. Luchar no es delito”. Es que Patricia Daniela Calarco Arredondo, o simplemente Daniela -como le llaman sus compañeras-, su pareja, es una de las cinco personas que quedaron detenidas, procesadas con prisión preventiva por la jueza María Servini, de las 33 detenciones originarias.
Daniela, además, es la única de las mujeres que quedó presa.
En el auto de procesamiento de 60 páginas que la jueza Servini firmó el martes 18 de junio -en medio de la concentración en Plaza de Mayo convocada por las familias que empujó la liberación por falta de mérito de las 11 personas ese día-, sobre Daniela marca que “siendo las 17.50 horas aproximadamente el día 12 de junio del corriente año, la nombrada fue demorada en la calle Chile 1123, de esta ciudad, a raíz de un alerta del Centro de Monitoreo Urbano ya que habría sido captada cometiendo hechos ilícitos, específicamente prendiendo fuego las bicicletas situadas en la plaza Congreso de la Nación”.
Emilia marca que la desconcentración había empezado antes. Ambas habían ido juntas, con otras compañeras del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR, organización en la que militan en barrios), a participar de las protestas contra la ley, como otras organizaciones sociales, partidos políticos, gremios de la CGT y las CTA, jubilados, asambleas y gente suelta y autoconvocada. Emilia cuenta que empezaron la desconcentración al momento en el que lo hicieron el grueso de las columnas, cuando los hidrantes de las fuerzas de seguridad avanzaban sobre la plaza, en medio de la humareda provocada por el incendio del móvil de Cadena 3, realizado por infiltrados que Gendarmería, Prefectura, Policía de la Ciudad o Federal vieron y no quisieron detener. Pero la represión ya se había desatado.
Dice Emilia: “La desconcentración fue a fuerza de balas de goma, con policías en moto. Es difícil caminar con tranquilidad cuando te disparan y encima tiran gases, incluso desde edificios en Avenida de Mayo como se vio en algunas imágenes. Hasta le hice de lazarillo a Dani, porque ella no podía ver. Doblamos por 9 de Julio e intentamos resguardarnos en el McDonalds. Fueron menos de dos minutos. Salimos y un personal de civil la manotea y la detiene, casi un secuestro. Era un masculino, tenía polar, buzo negro, jean y zapatillas de treking. No estaba identificado. Entre treinta y cuarenta minutos tardó en hacerse presente el personal femenino. Incluso ya reducida ella, y esposada a la reja de una pinturería que está a la vuelta, hubo situaciones de abuso de autoridad: la apoyaron y le metieron la mano en su torso, ya detenida. En la denuncia queremos hacer hincapié en que la tocaron en esa situación de total vulnerabilidad”.




Procesada y embargada
En la causa figura que el nombre del policía que la detuvo es Marcos Rodríguez, jefe de servicio externo de la Comisaría Vecinal 1B, en el móvil 601. Servini dice que de acuerdo a “las fuentes abiertas consultadas”, la policía visualizó en Daniela una persona acorde a la vestimenta que había denunciado el Centro de Monitoreo: calza color negro, buzo amarillo, antiparras negras, máscara doble filtro, riñonera, “y una botella transparente con líquido en el interior, con la que se ve estimulando el foco ígneo ubicado bajo las bicicletas del Gobierno de la Ciudad situadas en la Plaza de los dos Congresos”. Emilia dice: “Esa botellita, en realidad, era de agua, porque Daniela estaba tratando de apagar el fuego. Incluso en el video se ve que hay otro señor que patea para desarmar el incendio”.
En el procesamiento también dice que, en las requisas, le secuestraron una botella con la inscripción “bialcohol”. Emilia aclara: “Lo llevamos como práctica de higiene que nos quedó por la pandemia. Yo, por ejemplo, lo llevo en forma de aerosol”.
Sin embargo, a partir de las imágenes y el parte policial, Servini afirma que Daniela ocasionó “daño en un bien de uso público, afectándolo de este modo, e incitando así a la violencia colectiva contra las instituciones suscitando tumultos y desórdenes y erigiéndose en un posible alzamiento contra el orden constitucional y la vida democrática”. En el encuadre jurídico, la jueza además considera que “la conducta (de Daniela) ha tenido como finalidad crear una situación de peligro común”, que las bicicletas son un “bien de uso público”, aunque luego afirma que la militante colocó “un dispositivo explosivo entre las camionetas afectadas”, emparentando, o confundiendo, las fotos de las bicicletas con los del móvil de Cadena 3. Por todo eso, Servini la procesa y la considera “coautora penalmente responsable del delito de incendio en concurso ideal con daño, agravado por haberse afectado un bien de uso público”, y también por “intimidación pública”. A Daniela, y también a los otros cuatro detenidos, les trabó un embargo por 500 mil pesos.

Hambre y re-presión
Por recomendación de su abogado, Daniela no declaró durante las indagatorias. Emilia cuenta que el miércoles, ya con el procesamiento en curso, vivieron una situación de tensión: “Fue angustiante, porque a las cinco de la mañana la llevaron con presos y presas comunes a Comodoro Py, entre comillas, ‘a declarar’. El abogado había ido a verla a Ezeiza, pero ella no estaba ahí: no lo habían notificado del traslado y no nos podíamos comunicar. Estuvo todo el día esposada, sin explicarle por qué, intentando intimidarla y meter miedo. Recién a las diez menos cuarto de la noche, compañeros del Comité contra la Tortura nos confirmaron que había vuelto a la misma celda en Ezeiza. Durante todo el día no supimos nada: estuvo incomunicada, sin comer, y apenas le daban agua”.
Emilia explica el objetivo: “Amedrentarla. Intentaron hacerle firmar un papel para cambiar de abogado: ella se negó. Lo único que se nos ocurre es que querían hacerlo para que firme una probation”. La probation es la suspensión del juicio a prueba, una forma de extinguir la acción penal, pero reconociendo los actos imputados: en este caso, Daniela tendría que haber firmado aceptando las imputaciones por las que Servini la procesó. “Ella no lo hizo -subraya Emilia-. Pero esta movida también nos da una perspectiva de que quieren resolver el tema de alguna forma, pero no es lo mismo, porque así la causa te queda”. Se pregunta: “¿Qué motivo tiene reconocer algo que no hiciste? Quieren que le quede la causa”.
No fue el único amedrentamiento que sufrió Daniela estos días. Como declararon las familias de todas las detenidas durante la semana, a todas las subieron el miércoles de la detención a un celular policial y las “pasearon” esposadas por toda la Ciudad durante toda la noche. Recién al jueves la llevaron a la comisaría 15, donde siguieron esposadas, sin comida ni agua, en un pasillo. El viernes, Servini excarceló a las primeras 17 personas, pero Daniela y las otras mujeres (María de la Paz Cerruti, Camila Juárez, Sasha Lyardet, Lucía Puglia y Ramona Tolaba) fueron trasladadas a Ezeiza. El martes liberaron a todas, menos a Daniela.
Dice Emilia: “Es la única mujer que quedó detenida. Apuntan a ella, como blanco público, porque es referente, y lo enmarcamos en este proceso de persecución política y mediática”.
Quién es Daniela
Daniela tiene 39 años y es del Barrio Hipódromo de Mar del Plata. Allí comenzó su militancia, en contra de las fumigaciones agrotóxicas en el territorio. “Su situación laboral era súper precaria”, dice Emilia. Antes de venirse a vivir ambas a la zona sur del conurbano bonaerense, Daniela trabajaba de camarera en un salón de fiestas de la UTA (Unión Tranviarios Automotor) y también hacía temporadas en otro hotel sindical. Al mudarse al Gran Buenos Aires, Daniela consiguió trabajo en el exMinisterio de Desarrollo Social, hoy subsumido en el cuestionado Ministerio de Capital Humano. Fue despedida en marzo.
Emilia: “Daniela es una compañera súper consciente, y lleva su militancia más allá de la situación de precarización laboral en el movimiento. Trajo las luchas ambientales, y también militamos mucho por la legalización del aborto. Ama el cine, la literatura. Es vegetariana y ama la vida en todos sus aspectos. Este año acompañamos también muchas luchas, desde las movidas en el Congreso contra los despidos en Télam a las rondas que hacen los jubilados todos los miércoles. Sabemos que la lucha es transversal y su proyecto de vida está atravesado por esa transversalidad, en organizarse por un mundo más justo”.




Emilia agradece el apoyo de familiares, organizaciones sociales y sindicales, y organismos de derechos humanos que siguen exigiendo la liberación. En la plaza, junto a las Madres Línea Fundadora y antes de ella, habló Silvia, la mamá de Camila Juárez, y dijo que su hija estaba “muy preocupada” por Daniela, porque en prisión se habían hecho amigas, y convocó a mantener la unidad que lograron las familias estas semanas: “Del otro lado tenemos algo muy perverso -dijo Silvia-. Convoco a continuar la unidad porque esto recién empieza. Esta familia que formamos tiene que continuar más unida y fuerte que nunca”.
Emilia resalta a lavaca: “El accionar del Gobierno es un plan y lo defienden a viva voz, y somos concientes de que estas cosas pueden pasar. Es parte del plan de ajuste y las movilizaciones van a seguir, también las causas armadas. Por eso hay que profundizar la solidaridad con cada compañero. La solidaridad es lo que nos sostiene”.
Y dice una vez más, con la fuerza del cartel que muestra delante de sus ojos clarísimos: “Libertad a Daniela Calarco ya”.

Nota
Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.
Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.
Por Sergio Ciancaglini
A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org
Sonrisas junto al paraíso
Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
Madre de la bombacha roja
Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
El día que se distanciaron
Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
La hora del secreto
Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.
Nota
Orgullo

Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.
Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.
Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org
Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.
Y no es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org


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Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Nota
Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?
El podcast completo:
Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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