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#LibertadParaBelén: el grito que hace falta

El vallado policial no impidió que una delegación de mujeres entregara en la Casa de la provincia de Tucumán una carta solicitando la liberación de Belén, la joven condenada a 8 años de prisión por sufrir un aborto espontáneo.

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El vallado policial no impidió que una delegación de mujeres entregara en la Casa de la provincia de Tucumán una carta solicitando la liberación de Belén, la joven condenada a 8 años de prisión por sufrir un aborto espontáneo.

#LibertadParaBelén: el grito que hace falta
En Suipacha al 100 el reclamo se hizo sentir con carteles, megáfonos y bombos, sostenidos por jóvenes que, una vez más, exigían “libertad para decidir, aborto libre para no morir”. Esta vez, estaban sosteniendo el reclamo en esa esquina de Suipacha y Bartolomé Mitre, justo enfrente de la iglesia San Miguel Arcángel.

El caso

Según resume el artículo de Rocío Varela publicado en notas.org Belén “llegó al hospital Avellaneda, de Tucumán, el 21 de marzo de 2014 con un aborto en curso. Entró a la guardia con mucho dolor abdominal, junto a su mamá. El personal médico la atendió, le dio un analgésico por vía oral y fue derivada por el doctor Jorge Molina del Servicio de Ginecología a causa del abundante sangrado”.
Tanto las y los médicos como enfermeras y enfermeros comenzaron a interrogarla. Ya en el área de Ginecología del Hospital Avellaneda fue atendida por la enfermera Verónica Ledesma quien le hizo un interrogatorio acusatorio, según sus propias palabras, sobre su hemorragia: “Me preguntó si me puse algo porque no era normal el sangrado”, contó Belén al medio APA, ella le respondió a la enfermera que había ido al baño con un poco de sangre.
Según cuenta la madre de Belén, una policía salió del baño y dijo que encontró el feto, al cual identificaron de inmediato como el “hijo” de la joven, aún cuando en ningún momento se hizo un estudio de ADN que lo compruebe.
Belén permaneció internada durante cinco días. Cuando se despertó en la Sala de Partos comunitaria con la Policía rodeándola, y médicos forenses que la “revisaban abajo” como dice ella misma ante el juez. Además agregó: “Un enfermero me trajo el feto en una cajita y me insultó por lo que le había hecho. Yo le decía eso no es mío y me decía ‘mira este es tu hijo”.
Las escenas relatadas por la joven incluyen procedimientos que son considerados “formas de tortura y tratos degradantes” por los tratados de derecho internacional.
Belén está presa desde hace dos años y un mes, cuando fue condenada de hecho (sin una sentencia firme) por profesionales de la salud del hospital Avellaneda de San Miguel de Tucumán, por efectivos de la Guardia Policial y por integrantes del sistema judicial de esa ciudad.
El 19 de abril de este año, los integrantes de la Sala III de la Cámara Penal de Tucumán, Dante Ibáñez, Néstor Macoritto y Fabián Fradejas, condenaron a la joven a ocho años de prisión. La causa que se inició contra Belén fue caratulada como “aborto” y luego como “homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía”.
Desde que se conoció la sentencia diferentes organizaciones y movimientos políticos y sociales expresaron su total repudio al fallo de la corte tucumana. Desde la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito exigen “la excarcelación inmediata de Belén hasta tanto haya condena firme; que la Corte Suprema de Justicia de Tucumán revise en Casación la condena y deje sin efecto la sentencia ya que la investigación es producto de la violación del secreto médico; a la ministra de Salud de la provincia que inicie el sumario administrativo para determinar la responsabilidad de las y los efectores de salud en este caso; y la Oficina de la Mujer y la Oficina de Derechos Humanos de la Corte Suprema capacite a sus funcionarios/as y magistrados/as de para que no haya más presas por aborto”.
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En Capital, la abogada resume: «No tuvo ninguna defensa»

Soledad Deza, abogada del caso de Belén e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, habló con el programa Con el pie izquierdo (Radio Sur) acerca del estado de situación de la causa.
– ¿Cómo llega Belén a estar presa?
– Belén entró al Hospital Avellaneda el 21 de marzo en la madrugada. La histórica clínica dice que entró con un aborto espontáneo de aproximadamente 20-22 semanas. Hay concordancia con eso con los médicos que la atendieron primero. Pero en el interín encontraron varias horas después que ella entró un feto en un baño y se lo adjudicaron sin ningún ADN. Se le hicieron pericias, sus médicos violaron el secreto médico, fueron a buscar al feto, la policía ingresó a la sala de ginecología, preguntó si había alguna abortante, les dijeron que sí y les dieron el nombre de Belén.
La vincularon con un feto de 32 semanas en el cual hay una autopsia que dice que nació vivo: es decir, respiró antes de caer al inodoro donde lo hallaron. Pero no hay ninguna prueba que vincule a Belén con este feto. Es más, hay contradicciones entre la edad gestacional de ese feto y del aborto que pusieron los médicos en la historia clínica. El feto no tiene ningún tipo de relación con Belén.
El feto además fue encontrado de forma bastante irregular. Hay todo un protocolo respecto de las escenas del crimen, hay constancias en el caso. Una partera metió la mano en una cañería, había personal de limpieza. No hay ninguna constancia de que Belén haya estado en ese baño.
Más importante que ese tipo de cuestiones me parece que es valorar que acá hubo una violación del secreto médico, que la confidencialidad médico-paciente haya sido violada, fueron allanados los derechos de la paciente. Violada al solo efecto de comprometerla con un delito.
Me parece que es muy importante ver la deshumanización en la atención médica y un entramado que compromete en una misma dirección de condenar a quien llega con un aborto en el delito que fuera. Porque la verdad es que se forzaron los tipos penales y las calificaciones como quisieron. Pero hay una condena moral que subyace y que es parte de un entramado que compromete al sector de la salud, a la policía y al poder judicial. Acá hubo todo un proceso judicial. Belén salió presa del hospital y está presa hasta el día de hoy.
– ¿Cómo funciona en estos casos la justicia en Tucumán? La causa en un principio fue caratulada como aborto…
– Fue caratulada como aborto seguido de presunto homicidio. Luego cuando la vinculan moralmente con un feto, no jurídicamente ni con ninguna prueba, se caratula como homicidio doblemente agravado: por el vínculo, porque le dan un lugar de madre que solo puede darlo una prueba de filiación como el ADN; y también agravado por alevosía. Porque le atribuyen la conducta de haber eliminado ese feto y haberlo abandonado sin que pueda oponer resistencia.
– El accionar de los médicos ¿fue una manera de “cubrirse” ante la presencia de Belén con un aborto? ¿A qué se debe?
– No, para nada. Esa sería una intención defensiva. Al contrario, creo que es una intención de atacar.
– ¿Y es algo común en Tucumán?
– Hubo un caso similar, el caso María Magdalena en 2012 en el que a una paciente que llegó con un aborto en curso también sus médicas hicieron entrar a la policía a la sala de parto. La misma lógica. La legraron sin anestesia (en este caso aprendieron y le pusieron anestesia). Y luego la imputaron de aborto. En esa causa María Magdalena estuvo defendida. Yo planteé la violación del secreto y la terminaron sobreseyendo. No tuvo ni que ir a declarar a Tribunales. De este caso, el de Belén, me entero el día de los alegatos. Lamentablemente llegó al movimiento de mujeres tarde. Entonces no tuvo ninguna defensa.
– ¿Cómo está Belén ahora?
– Está presa, con lo cual ya está muy mal. Estuvo culpabilizada, porque al no tener una buena defensa eso afectó su posición, su integridad, su emocionalidad. Estamos hablando de una mujer desempoderada. Estamos hablando de una mujer de escasos recursos simbólicos y materiales que por el solo hecho de ser mujer y por la especial inquina del personal de la salud que la tenía que cuidar y la maltrató y por la agresividad de un sistema penal que se ensaña con las mujeres está alojada en una unidad penal hace dos años. Entró cuando tenía 25 años. Es una criatura.
#LibertadParaBelén: el grito que hace falta
– Hubo gran difusión del caso en redes sociales y medios de comunicación.
– Creo que sí, precisamente porque está presa. Es un momento en que en Tucumán están juzgando a los asesinos de Ismael Lucena, que es un caso de gatillo fácil en este mismo momento y los policías han llegado libres a esperar su sentencia y su juicio. Y por otro lado una mujer de la que no hay pruebas ni de que se haya producido un aborto, ni mucho menos de que haya matado, está presa preventivamente hace dos años y con una condena en puertas de ocho por un homicidio. Creo que eso muestra la tremenda violación de un debido proceso.
– ¿Todos los fiscales, jueces y quienes están a cargo de la causa son varones?
– El Tribunal está compuesto por tres miembros varones. Dante Ibañez, Nestor Macoritto y Fabian Fradejas. Los fiscales fueron varones. Tuvo dos defensores varones. Recién el martes tomé conocimiento del expediente completo, pero ahí me enteré que su defensora oficial que es quien acompañó la defensa en la sede de investigación jurisdiccional fue una mujer.
Eso también nos garantiza que un cuerpo de mujer no garantiza una perspectiva de género. En ningún momento planteó la violación del secreto, ni dijo que su defendida no había cometido ningún delito ni que no había pruebas contra ella. Se limitó a hacer una defensa acerca del estado mental de Belén en el momento para justificar un atenuante o una inimputabilidad.
Eso también nos muestra que entrar con un aborto pone a una mujer una etiqueta de asesina para todo el patriarcado, compuesto por varones y mujeres.
– También la culpabilización moral, como decías. Para que una mujer sienta culpa en vez de pensar “tengo derecho a decidir”.
– Por un lado tengo derecho a decidir, por otro tengo derecho a la intimidad. Los cuerpos de las mujeres no pueden ser prueba de ningún delito, ya lo dijo la Corte en un fallo que se llama Baldivieso y lo ha dicho un plenario de Cámaras en el año ’66 también en un caso de aborto que se conoce como Natividad Frías. No se puede utilizar el cuerpo de las mujeres para comprometerlas en un delito de aborto.
– ¿Cómo continúa la causa?
– La semana próxima le van a leer los fundamentos y vamos a ir a pedir la excarcelación. Ahí ya va a tener una condena y tenemos un elemento para pedir que ella espere la firmeza de su condena -porque se activan mecanismos de apelación- libre, en su casa.
Y vamos a plantear un recurso de casación para que la Corte Suprema de la Justicia de Tucumán declare nulo este juicio porque es producto de la violación de secretos. La violación del secreto médico es un delito. La investigación es nula porque es producto de un delito.
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Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

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Tiempo, emoción y galletitas. Memoria, humor y lucidez. Esos fueron algunos ingredientes de una reunión histórica y nutritiva ocurrida en 2010 entre Hebe de Bonafini y María Isabel Chicha Mariani. Una charla para recordar un día como hoy, 4 de diciembre, en el que Hebe cumpliría años, porque cuenta parte del nacimiento de un inédito tipo de movimiento social conformado por mujeres desesperadas ante la desaparición de sus hijas e hijos, nietas y nietos, tras el golpe del 24 de marzo de 1976. ¿Por qué recordar? Porque quienes olvidan todo o tienen amnesia, no saben quienes son hoy, en este momento.

Este encuentro de 2010 ocurrió en La Plata entre dos vecinas: Hebe (fallecida en 2022, quien era presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo) y Chicha (quien fallecería en 2018, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo). Estaban distanciadas desde hacía 29 años, y la propuesta de nota en MU permitió reunirlas. ¿Qué nos dicen sobre el presente los primeros tiempos en la historia de lucha por la aparición de sus hijos y nietos? Los viajes, las gestiones, las anécdotas, la causa de la pelea, sus reflexiones e intercambios, en los principales tramos de esta conversación inolvidable.

Por Sergio Ciancaglini

A las 6 de la tarde sonó el timbre, con una puntualidad de los tiempos en que vida o muerte podían depender de la exactitud de las citas de madres, abuelas y familiares de desaparecidos. En la casa de la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, había una mesa con tetera, tazas y medialunas, que por un rato desplazaron expedientes judiciales, recortes de diarios y denuncias de su creación más cercana, la Asociación Anahí. A esa casa de la calle 47 de La Plata, llegó Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, con masas, un huevo de Pascua (enviado por Alejandra, su hija) y galletas dietéticas.
Besos, abrazos. Chicha ha perdido casi totalmente la vista. Por eso es Hebe la que dice: “Nos vestimos igual. Estamos en la misma murga”. Las risas ayudaron a sobrellevar la emoción de este encuentro en el que cada palabra y cada silencio tuvieron una carga que mejor que adjetivar, es conocer.
Chicha tiene 86 años, Hebe 81, y ambas una lucidez sin edad.
Se habían distanciado hace 29 años. Se volvieron a ver en marzo, en una exposición sobre Clara Anahí, la nieta que Chicha busca desde noviembre de 1976. Hebe fue a esa muestra en Canal 7, y del reencuentro fugaz nació la idea de una charla con MU. Con tiempo, té y galletitas.

Encuentro a la hora del té: Hebe de Bonafini, Chicha Mariani y una reunión para hacer historia

La reunión en casa de Chicha, después de 29 años distanciadas. Foto: lavaca.org

Sonrisas junto al paraíso

Hebe tiene dos hijos desaparecidos, Jorge y Raúl. A Enrique Mariani, el hijo de Chicha, lo mataron en 1977. En noviembre de 1976, un ataque de la Bonaerense bajo órdenes de Ramón Camps reventó literalmente la casa donde había al menos cinco personas que fueron acribilladas, entre ellas la nuera de Chicha, Diana Teruggi. Allí estaba Clara Anahí, tres meses de edad.
Hebe y Chicha se conocieron en noviembre de 1977, con la llegada a Buenos Aires de Cyrus Vance, enviado del presidente norteamericano James Carter, que iba a participar en un acto en Plaza San Martín. Chicha: “Yo había conocido a Licha (Alicia De la Cuadra, un hijo y una hija embarazada desaparecidos) y me dijo que podíamos ir a darle un ‘testimonio’ a Vance. Yo era una bruta, daba clases de Artes Visuales en el Liceo de La Plata pero no sabía viajar a Buenos Aires. Aprendí que un testimonio era un papel con mi caso. Cuando llegué me quedé paralizada. Estaban los funcionarios, todo lleno de milicos armados, los perros, en otro lugar había mujeres. Todas empezaron a gritar. Y se pusieron los pañuelos que tenían escondidos. Y yo sin saber qué hacer, con el papelito apretado contra el pecho. Vino una mujer corriendo, me dijo: ‘Dame el testimonio’, y se lo llevó a Cyrus Vance. Era Azucena Villaflor, la fundadora de Madres”.
Con Licha ya habían resuelto encontrarse allí mismo con otras mujeres que buscaban a sus nietos. “Nos juntamos abajo de un paraíso, frente al Colegio Militar. Nos debían estar filmando desde adentro. Conocí a Ketty (Beatriz Neuhaus) y me llevé una sorpresa: me saludó con una sonrisa. Y Eva Castillo, lo mismo. Pensé que no tenía que andar con esa cara de desgraciada, si ellas intentaban que el encuentro no fuera tan ingrato”.
Así, el 21 de noviembre, nacía Abuelas. Hebe, intencionadamente: “¿No era el 22 de octubre, entonces?” La diferencia de fechas es parte tal vez de las distancias nacidas con la salida de Chicha de Abuelas, en 1989. “Hubo cosas que no me gustaron y siguen sin gustarme, pero no quiero hablar de eso. No quiero que nada demore el trabajo de buscar a mi nieta”. Hebe: “Pero tu trabajo fue fundamental, y en los momentos más difíciles con vos al frente, fue que lograron recuperar a los primeros 60 chicos. Todos lo sabemos. Y por eso te quiero decir que todas las Madres te mandan un beso grande, te apoyamos totalmente en lo que necesites”.
Chicha se emociona, y me cuenta: “Pero aquel día, cuando me iba a volver, la veo a Hebe que dice: ¿quién va para La Plata? Cuando me acerqué, no me preguntó si quería que fuéramos juntas. Directamente me dijo: ¡vamos!” Se ríen y Hebe agrega datos no descartables: “Los pañuelos eran en realidad los viejos pañales que guardábamos para nuestros nietos. Los habíamos usado primero en octubre, para poder reconocernos en una marcha a Luján. Las que nunca los usaron fueron Azucena, y Esther Careaga, porque decían que parecíamos monjas”. Azucena, Esther y Mary Bianco desaparecieron poco después, en diciembre de 1977, operativo de la ESMA alrededor de la Iglesia de la Santa Cruz, merced a la infiltración de un falso hermano de desaparecidos, que en realidad era Alfredo Astiz.
 

Madre de la bombacha roja

Los viajes de estas dos mujeres recién comenzaban. Chicha empieza a reírse, recordando uno de sus regresos en colectivo, desde Quilmes.
 
Hebe: Yo iba con la carpeta de denuncias, paraguas, piloto, fiambres y chorizos.
Chicha: Y yo llevaba salamines, lo hacíamos medio para disimular, y para hacer algún mandado de paso.
H: Cuando llegamos, me paro, se me cae la pollera, y quedo en bombacha.
C: Escuché la risotada de Hebe, que para no largar los chorizos no se subía la pollera. No la veía bien porque yo iba agarrada a los salamines. Pensé que tenías combinación.
H: ¡No! Para mi las enaguas eran cosa de vieja, y para colmo me habían regalado una bombacha roja y era justo la que llevaba puesta. Más trola imposible.
Otra ronda de té. Chicha toca la mano de Hebe.
 
C: Pero te quiero recordar algo más, también por el 77 o 78. Un día apareciste con vestido celeste, planchadito. La noche anterior se había escuchado un tiroteo. Viniste a avisarme que ibas a ver qué pasaba. Y llevabas una canastita con comida por si había alguien que necesitara algo. Te pregunté si querías que fuera con vos, dijiste que no. Fue una prueba de coraje. Yo no me atrevía a ir.
H: Esas cosas nacen pensando en que si tu hijo está en esa situación…
C: El tema es cómo superar el miedo sin paralizarse.
H: Las mujeres lo sabemos. Es como parir. No pensás en vos, ni en quedarte quietita, pensás que tenés que hacer fuerza para que nazca y sea sano. Pero además, se llevan a tu hijo ¿Hay algo peor, más horrible? Así que nada: hay que seguir.
C: Yo pensaba que si me llevaban no iba a aguantar ni dos minutos en la mesa de torturas. Soy muy sensible al dolor. Mi ilusión era morirme enseguida. Qué tonta, ¿no?
H: Una piensa estupideces. Yo andaba siempre con cepillo de dientes, calzoncillos y pañuelitos en una bolsita, por si encontraba a mis hijos. Todos éramos muy inocentes. Hasta los chicos. Un día entro al cuarto del mayor y estaba con unos amigos, todos atándose. ¿Qué hacen? “Practicamos cómo desatarnos por si nos agarran”. Creían que les iban a dar tiempo.
C: Nunca imaginaron la perversión.
H: Habían preparado todo para saltar a lo del vecino. Pobres. A uno de mis hijos lo encontraron por mi vecina, que dijo que había reuniones en la casa y pasaba algo raro.
C: Pensar que tanta gente pudo ayudar, pero se calló. No sé qué tenemos adentro. El enano fascista.
H: Pero fijate al revés: otro vecino salió a avisarle a mi hijo que lo esperaba la policía, y entonces se lo llevaron a ese vecino. Después lo soltaron, pero el tipo no quería ni verme. Es difícil juzgar.
C: Sí, pero yo veo que tenemos raíces. Hace mucho quiero hacer un libro, la Historia de la Infancia Argentina. Desde los españoles que llevaban chicos y chicas indígenas como esclavos y sirvientes, después los terratenientes con derecho a hacerles hijos a las mujeres campesinas y apropiarse de ellos. El derecho de pernada, que todavía existe, del patrón sobre la primera noche de cada niña. Hagamos un salto: llegan los militares, se llevan a los chicos, y mucha gente lo ve bien. Yo creo que es todo ese residuo ancestral, que produjo la enorme vergüenza de un pueblo que se supone culto, pero no abrió la boca, no tomó la defensa de ningún niño. Me atrevo a decirlo porque es mi pueblo. Pero no puede ser que haya parecido normal que los chicos sean secuestrados y apropiados.
H: Hacé el libro. Nosotras lo podemos imprimir.
C: Te cuento algo más. El secretario de Pío Laghi, monseñor Celli, les dijo a dos abuelas, Elba Ford y Delia Penela: “Dejen de molestar, imagínense los chicos están con familias que pagaron 4.000 pesos por cada uno, eso les dice que los van a cuidar bien”.
 
Hebe da un respingo. “Tengo una información muy importante que contarte cuando estemos solas”.
Les propongo apagar el grabador. “No, totalmente solas. Encerradas en el baño”, dice Hebe, entre las carcajadas de Chicha. ¿El baño es un lugar para intercambiar datos? Hebe: “Claro. Hay cagadas, pero de otra clase”. Chicha: “Me estoy divirtiendo. Mirá, cada una habrá hecho o dicho cosas. Pero somos leales”. En una época engañaron a Chicha diciéndole que podría recuperar a su nieta. “Le hice a Hebe un poder para que cuidase a mis padres por si yo tenía que irme al exterior. Todavía lo tengo guardado”.
 

El día que se distanciaron

Siguen las cataratas de diálogos:
C: ¿Te acordás cuando estuvimos con Sandro Pertini? (Presidente de Italia)
H: Estábamos en un departamentito vacío, con dos camas y dos colchones. Como éramos cuatro (con Elida Galetti y María Del Rosario Cerrutti) nos turnábamos: cama sin colchón, o colchón en el piso. Calentábamos agua en una jarrita para poder bañarnos.
C: Salimos de compras y vos llevabas la comida en una bolsita.
H: Comprar era un lío, como no sabíamos italiano, tenía que hacer el gesto de limpiarme el que te dije para que entendieran de queríamos papel higiénico.
C: Y de repente nos avisan que vayamos urgente al Quirinale, que Pertini nos iba a recibir. Salieron los del protocolo, agarraron nuestros tapados pero Hebe no quería darles el tapadito ni la bolsa de comida.
H: ¡Con lo que nos costaba la comida, mirá si se las voy a dar! Además yo había salido así nomás, con ropa medio feona, no quería sacarme el tapado. Pertini lloró con nosotras, denunció a la dictadura. No lo reconoció a Videla. Fue de los pocos.
C: Pero cuando salimos, en esos salones principescos, había un sillón de terciopelo con la bolsita de nuestra comida.
¿Cuándo se distanciaron?
C: Capaz que ni te diste cuenta. Yo me enojé con vos en la Catedral de Quilmes. Las Madres la habían tomado. Yo las acompañaba. Seríamos 20 entre todas. Hiciste un comentario de esos que hacés vos, fuerte. Yo dije: “No podemos seguir discutiendo”, y me abrí.
H: Ya me acuerdo, fue en 1981, después de la primera Marcha de la Resistencia. Claro, lo querían mucho al obispo (Jorge Novak) y yo le decía de todo. Fue así: terminó la Marcha y nos fuimos para Quilmes. Teníamos termos, frazadas, hasta walkie talkie (en la era pre-celulares y pre-Internet). Estábamos comiendo heladito en la plaza, todas separadas para que nadie se diera cuenta. Juanita Pergament se encargaba de la prensa. Pero llegó antes de tiempo con los periodistas, tiramos los helados y nos metimos corriendo antes de que nos cerraran la Catedral. Se armó un quilombo padre. Y ya ni sé qué le habré dicho al viejo ese. Me decían: “Claro, tomás la Catedral del que sabés que no te va a echar”. Y claro, no iba a ir a una donde nos rajaran. El ayuno duró 12 días, hasta Navidad. Pero es cierto, siempre fui una desbocada. Ella no (señalando a Chicha). Ella lo que tuvo es el rigor, la prolijidad para investigar todo. Impresionante.
C: Mi desesperación era encontrar a Clara Anahí. Todo lo que fuera distraer esa búsqueda para discutir, me sacaba de quicio. Pelear con Hebe no tenía sentido. Además, te acordás que una vez en tu casa te dije: mi hijo está muerto. Mi búsqueda es diferente. Las Abuelas tenemos que recurrir a la justicia. Las Madres tienen otro reclamo. Fue bueno que cada una fuera por su lado.
  

La hora del secreto

Hebe cuenta que a pedido de su hijo Raúl una vez sacó a una mujer y a un chiquito al Brasil, todos con documentos falsos, en plena dictadura. “Lo llevaba en brazos yo, porque si agarraban a la mamá, por lo menos se salvaba la criatura”. Chicha tuvo lo suyo, pero en democracia: “Con Mirta Baravalle, una valiente, llevamos a un chiquito a Brasil, donde tenía familia. La mamá había muerto ese día en el ataque a La Tablada (enero de 1989). Lo hicimos en secreto. Nunca supe de él”.
 
¿Cuáles son las claves para actuar en estas situaciones donde todo parece en contra?
C: Hay que aprender a mirar para afuera de uno, de la casa, captar todo lo que hay alrededor. Aprender todo lo que quepa en el cerebro, en el cuerpo y en la memoria.
H: Es cierto. No pensar en uno. El otro soy yo. Lo que le pasa al otro me pasa a mí. Y no parar. Como hizo Chicha. Lo que está haciendo ahora es muy importante con la Asociación Anahí. Hay que conocer eso. Porque ella tiene un modo especial que le llega mucho a la gente. Hoy como funciona la política, no sirve. Hay que cambiar el estilo. A nadie le interesa hablar de marxismo, trotskismo ni peronismo. No te dan bola. Funciona que haya gente como Chicha, o las cosas que hacemos nosotros con el Ecunhi (Espacio Cultural Nuestros Hijos, en la ex ESMA), con la Universidad, la radio y todo lo demás”.
 
Sobre el presente, Chicha dice: “El gobierno hizo avances, pero para mí falta que apuren a las fuerzas militares para que digan qué pasó con los desaparecidos y los chicos apropiados. Lo saben, tienen el material. Entonces, que digan la verdad”.
Hebe: “¿Te digo lo que te tengo que contar”. Chicha le responde “vamos” y zarpan las dos tras una puerta vaivén. La reunión no fue en el baño, sino en la cocina de la casa de Chicha. Vuelven, sin apiadarse del cronista.
Hebe: No sabés lo que te perdiste.
Chicha: Ya lo sabrás alguna vez.
Hebe: Ella sabe unas cosas. Yo sé otras. Es lo que hicimos siempre. Juntar lo que cada una sabe, y armar el mapa, para saber dónde estamos paradas.

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Orgullo

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Texto de Claudia Acuña. Fotos de Juan Valeiro.

Es cortita y tiene el pelo petiso, al ras en la sien. La bandera se la anudó al cuello, le cubre la espalda y le sobra como para ir barriendo la vereda, salvo cuando el viento la agita. Se bajó del tren Sarmiento, ahí en Once. Viene desde Moreno, sola. Un hombre le grita algo y eso provoca que me ponga a caminar a su lado. Vamos juntas, le digo, pero se tiene que sacar los auriculares de las orejas para escucharme. Entiendo entonces que la cumbia fue lo que la protegió en todo el trayecto, que no fue fácil. Hace once años que trabaja en una fábrica de zapatillas. Este mes le suspendieron un día de producción, así que ahora es de lunes a jueves, de 6 de la mañana a cuatro de la tarde. Tiene suerte, dirá, de mantener ese empleo porque en su barrio todos cartonean y hasta la basura sufre la pobreza. Por suerte, también, juega al fútbol y eso le da la fuerza de encarar cada semana con torneos, encuentros y desafíos. Ella es buena jugando y buena organizando, así que se mantiene activa. La pelota la salvó de la tristeza, dirá, y con esa palabra define todo lo que la rodea en el cotidiano: chicos sin futuro, mujeres violentadas, persianas cerradas, madres agotadas, hombres quebrados. Ella, que se define lesbiana, tuvo un amor del cual abrazarse cuando comenzó a oscurecerse su barrio, pero la dejó hace apenas unas semanas. Tampoco ese trayecto fue fácil. Lloró mucho, dirá, porque los prejuicios lastiman y destrozan lazos. Hoy sus hermanas la animaron a que venga al centro, a alegrarse. Se calzó la bandera, la del arco iris, y con esa armadura más la cumbia, se atrevió a buscar lo difícil: la sonrisa.

Eso es Orgullo.

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Al llegar al Congreso se pierde entre una multitud que vende bebidas, banderas, tangas, choripán, fernet, imanes, aros, lo que sea. Entre los puestos y las lonas que cubren el asfalto en tres filas por toda Avenida de Mayo hasta la Plaza, pasea otra multitud, mucho más escasa que la de otros años, pero igualmente colorida, montada y maquillada. El gobierno de las selfies domina la fiesta mientras del escenario se anuncian los hashtag de la jornada. Hay micros convertidos en carrozas a fuerza de globos y música estridente. Y hay jóvenes muy jóvenes que, como la chica de Moreno, buscan sonreír sin miedo.

Eso es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

Sobre diagonal norte, casi rozando la esquina de Florida, desde el camión se agita un pañuelazo blanco, en honor a las Madres, con Taty Almeyda como abanderada. Frente a la embajada de Israel un grupo agita banderas palestinas mientras en las remeras negras proclaman “Nuestro orgullo no banca genocidios”. Son quizá las únicas manifestaciones políticas explícitas, a excepción de la foto de Cristina que decora banderas que se ofrecen por mil pesos y tampoco se compran, como todo lo mucho que se ofrece: se ve que no hay un mango, dirá la vendedora, resignada. Lo escaso, entonces, es lo que sobra porque falta.

Y no es Orgullo.

Orgullo

Foto: Juan Valeiro/lavaca.org

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Orgullo

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Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

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(Escuchá el podcast completo: 7 minutos) Coca Cola, Nestlé, Danone & afines nos hacen confiar en ellas como confiaríamos en nuestra abuela, nos cuenta Soledad Barruti. autora de los  libros Malcomidos y Mala leche. En esta edición del podcast de lavaca, Soledad nos lleva a un paseíto por el infierno de cómo se produce, la cuestión de la comida de verdad, y la gran pregunta: ¿quiénes son los que realmente nos alimentan?

El podcast completo:

Cómo como 2: Cuando las marcas nos compran a nosotros

Con Sergio Ciancaglini y la edición de Mariano Randazzo.

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