CABA
Los hilos sueltos del dolor
Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. No preguntaban por la historia pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo.
Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. No preguntaban por la historia pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo. Por Mariana Contreras, en Brecha.

Memoria. Dibujo: Ombú.
“Fue, sin dudas, mi entrevista más difícil.” Sentado tras su escritorio, Marcelo Viñar recuerda el día en que sus hijos lo interrogaron acerca de su paso por las cárceles de la dictadura uruguaya. Además de formar parte de una época, en su rol de psicoanalista Viñar ha trabajado largamente sobre la memoria y la violencia, la “memoria del horror”, como dirá él más tarde. Fue por ello que al anochecer del lunes Brechallegó a su consultorio con una maraña de interrogantes sobre las dificultades que, aún hoy, encuentran algunas víctimas de la dictadura para contar su historia. No la versión pública de los hechos, aquella que construye la memoria colectiva, tan necesaria, sino otra, la familiar, la que se comparte con el núcleo más íntimo y contribuye a tejer, para un otro cercano, un relato que lo lleva a comprender su origen.
—¿Por qué la más difícil? ¿Qué fue lo que costó tanto?
—El verte desnudo en tus fortalezas y debilidades, el hasta dónde vos podés contar cuando el que te interpela es chico y querés ahorrarle cosas que te ha costado mucho transitar, de la intimidad. No es lo mismo ser chico que grande, hay cosas que es más fácil hablar con un adolescente o un joven que con un niño. Mi hijo tenía 6 años cuando yo estaba preso. Él lo único que le pudo decir a la madre fue: “¿Y papá va a poder hablar cuando vuelva?”. La madre le contestó que por supuesto que sí, lo reconfortó. Él no supo mucho decirlo, pero tenía miedo de que los golpes me privaran de la condición de comunicabilidad. Son cosas muy singulares, dónde se localiza el terror. Hay un conocimiento anticipado de la muerte, la enfermedad, la tortura, que es previo a la experiencia en las fobias infantiles. Los niños son muy sensibles al miedo, al maltrato, a la vejación, a la humillación. La tortura no es sólo el dolor físico; la humillación, el desdeño moral, muchas veces te dejan más sombras que una cachetada.
***
Aquel mar de dudas arrastradas hasta el consultorio tiene su origen en diferentes testimonios y conversaciones mantenidas a lo largo de los años, en los que la dificultad de contar y el rechazo, el miedo, a preguntar (¿el desinterés?), naturalizados o no, aparecieron con frecuencia.
“Llegó el momento de decir: esto espantoso, inhumano, degradante, nos pasó. Pero para eso hay que hacer un proceso… yo hice diez años de terapia en los ochenta y no hablé nunca de la tortura. No podía. Con mis hijos, que tienen casi 40 años, jamás hablé de esto”, le contó a Brecha en 2011 Charna Furman, una de las denunciantes ese año de la Operación Morgan, un operativo militar llevado adelante en 1976 con el objetivo de destruir al Partido Comunista, en particular desarticular su aparato de finanzas y a la Ujc, y por el cual cientos de comunistas fueron encarcelados y torturados. Por cierto, las dificultades del diálogo no responden sólo a la corta edad de quien recibe el relato, ni al silencio voluntario de los protagonistas. Ya adultos, hay hijos que no preguntan. “Por pavor al daño. Hay aspectos que jamás preguntaría, prefiero seguir con la incertidumbre”, dice Micaela Rivero Castagnetto sobre las preguntas ausentes. En el año 1982 Micaela, que nació en cautiverio en el Hospital Militar en 1970, recibió una carta de su madre, Ana María Castagnetto, que continuaba en prisión. Micaela es sobrina de Héctor Castagnetto, desaparecido en 1971, y de Blanca, asesinada en 1972: “Hija, me has dicho que no quieres preguntarme a mí sobre mis hermanos pues temes que me quede mal. Has de saber que para mí el dolor también es como un niño, nace, crece, se hace adulto, madura, y a él también hay que educarlo y con él también tenemos que aprender a convivir ya que está en nosotros y no podemos eludirlo, pero sí tenemos que darle la dimensión que la vida nos va exigiendo le demos.
En este momento que tú quieres conocer, saber cómo eran ellos, te aseguro hija que mis recuerdos puedo compartirlos contigo y que no me daña hacerlo. Entiendo tu necesidad, o como me has dicho, curiosidad. También forman parte de ti. También me parece bien que escuches y/o hables con otras personas, pero ten presente que el trabajo de sacar conclusiones no debes de permitir nunca que otro lo haga por ti”.
***
—Qué es ser hijo de un desaparecido es un tema universal. Al congreso uruguayo de psicoanálisis viene Samuel Gerson, que es hijo de padres que estuvieron en un campo de concentración nazi, y lo concibieron a él en el campo de acogida de los judíos después de la guerra. Uno de los textos que presentará trata sobre la trasmisión intergeneracional, y empieza diciendo: “¿Qué piensas tú cuando piensas en la Shoá, papá?”. Es el tema de cómo se trasmite la experiencia del horror. O sea que de lo que tenemos que conversar no es de la función de la memoria en el ser humano sino de la memoria del terror, de cómo la figura del desaparecido, la figura del “genocidado”, la figura de la víctima de todos los exterminios se trasmite, porque en la especie humana la trasmisión es cultural. La humanidad de un sujeto se construye a través de cinco generaciones. Son la marca que pone la diferencia entre la genealogía y la historia. Más allá de los abuelos hay historia pública; la intimidad, la estructura de la intimidad, se teje a través de abuelos, padres, uno mismo y la descendencia: hijos y nietos. Ahí se hilvana y se anuda.
En las últimas décadas se ha renunciado a los criterios biológicos, genéticos, raciales o religiosos para definir los orígenes. La particularidad de la condición humana es que somos sujetos hablantes, y por eso podemos organizar un pensamiento distinto a otras especies animales que tienen una inteligencia situacional y adaptativa. Saben en donde hay recompensa, en donde hay peligro, alarma, pero siempre están viviendo el instante presente. Tener como herramienta el lenguaje articulado es lo que nos permite pensar objetos en ausencia de su representación. Y así podemos no sólo crear un mundo de hechos y de experiencias sino crear objetos para pensar cómo eran mis abuelos, cómo eran mis padres, y todos tejemos una novela llena adhesiones y rechazos, de reconocimientos y de resentimientos.
—¿Cómo es ese proceso?
—El humano es el más prematuro de los mamíferos al nacer. Un ternero o un potrillo ya están saltando a las pocas horas, mientras que el humano, para tener los rasgos que caracterizan a lo humano (poseer la marcha bípeda y el uso del lenguaje), demora años. Esto ahora está confirmado por las neurociencias; son circuitos neuronales y hay un tiempo de maduración, hay un tiempo de vida fetal extrauterina para alcanzar la plenitud de lo humano. Un recién nacido librado a sí mismo se muere, tiene que ser protegido. Se trueca el defecto de su prematurez, de su indefensión de origen, en una plenitud de capacidad mediante el acto de amamantamiento, donde además del elemento nutritivo hay todo un intercambio de amor –o de odio– que hace que lo esencial de la mente humana se construya dentro de los vínculos.
Un recién nacido en circunstancias normales es un tiempo de algarabía, de celebración. La psicoanalista Piera Aulagnier lo llama “contrato narcisista”, es decir, la inscripción en ese quien soy, esa trama genealógica que inscribe nuestra forma de ser y de pensar, el espejo donde por adhesiones u oposiciones nos vamos construyendo. Pero ¿cómo se da esa trasmisión entre generaciones cuando hay un ancestro mancillado? ¿Qué pasa cuando ese espejo está ausente o es un agujero lúgubre, vacío, ominoso, tenebroso? ¿Cómo explicar lo que es una desaparición? ¿Cómo explicar a un niño pequeño lo que es una tortura o un genocidio? No hay respuestas lineales, y como no hay respuestas fáciles, lo que tú traías aquí como silencio entre generaciones es un gesto de huida, es la solución del avestruz, meter la cabeza en un agujero para no ver, y refugiarse en un prejuicio muy dañino para la educación, que es decir “los niños no entienden, miran pero no entienden”. No sólo entienden, sino que entienden mucho más de lo que creemos, aunque no tienen la capacidad de expresar su comprensión con una formulación discursiva. La comprensión precede muchísimo a la expresión. Para poder formular un cuentito que responda si te pregunto quién sos has trabajado varios años, y tiene versiones múltiples y contradictorias. La desaparición deja un agujero, un vacío, algo sórdido, que deja marcas. Cuando en lugar de la algarabía y la celebración el recién nacido es recibido con esa cosa de puntos suspensivos y de vacíos por la desaparición del que no está… Porque la muerte en un accidente se puede explicar, en una enfermedad es más difícil, pero los niños tienen una percepción de la muerte y de la enfermedad mucho antes de poder formularla, pero explicar una desaparición porque hubo un plan racional de suprimirlo del planeta y no se sabe cómo, ni cuándo, ni dónde, eso es mucho más lúgubre y mucho más tenebroso que explicar una enfermedad.
No hay una respuesta lineal, pero por lo menos puede haber por parte del adulto un acompañamiento a los interrogantes y las zozobras que los niños tienen respecto de lo que yo llamo el ancestro mancillado, cuya expresión máxima es el desaparecido. El ancestro mancillado o torturado, desaparecido, maldecido.
—Esto que dices puede explicar el silencio adulto, el de quienes padecieron la tortura, la cárcel, la represión. Pero en la trasmisión de memoria hay dos lados, y se da que muchas veces la otra generación, la de los hijos, tampoco pregunta, incluso hoy. Opta por no saber. ¿Por qué?
—Creo que es la evitación activa no intencional; es metaintencional. Recuerdo ahora una entrevista que le hicieron a Hannah Arendt en la Alemania pre nazi, entre 1920 y 1930. Ella era hija de una familia judía asimilada a la cultura alemana. El padre fue intendente de un municipio. Ella dice que se enteró de su condición de judía por las bromas, los desdenes y las burlas de los niños en la calle. Lo que no se decía en la casa se lo hacían ver fuera de la casa. No sé si Arendt suena como judío, si Viñar suena como judío, Klein puede ser judío o no judío, pero esas cosas que están en el borde, entre lo que se muestra y lo que se oculta, forman parte de la trama. Es interesante plantear la falta de pregunta como problema. Como problema de cuándo se aborda la dificultad, cuándo te tirás al agua, y cuándo hacés la del avestruz y lo suprimís. Creo que lo no dicho, las cosas no habladas, son generalmente activamente excluidas, y tienen efectos a larga distancia. Un colega muy prestigioso lo llama “pacto denegatorio”. Un pacto que existe en la mayoría de las familias, lo que se llama secretos de familia. Es decir, compromisos tácitos de que de esto no se habla. Pueden ser a veces cosas menores y, otras, cosas mayores. Supongo que el no preguntar sobre la cárcel, sobre la tortura o la desaparición es evitar una cosa enorme, un pacto denegatorio para evitar un secreto del tamaño de una casa y no de un alfiler.
—Como no querer abrir una olla de Pandora.
—Como no querer abrir una olla de Pandora; es una buena metáfora. Porque cuando uno se lanza a transitar eso tiene que mostrar sus aspectos de fortaleza y sus aspectos de fragilidad. Los aspectos en los que se mantuvo incólume y cuando se quebró. Yo tengo más experiencia con torturados. Muchos arrastran durante años o décadas el hecho de no saber muy claramente qué fue lo que hablaron (bajo tortura). Una minoría sabe que no habló nada. Pero la tortura no es sólo el acto del colgamiento, son también los interrogatorios que intercalan eso durante cinco días, o 20 días. Siempre se habla de la tortura como el martirio, pero los momentos de espera entre los episodios del martirio son terribles. Hay martirio del sueño, de la alimentación, de defecarse encima. Es decir que las condiciones de lucidez de conciencia que tenemos tú y yo ahora están interrumpidas. Eso quiere decir que el torturado no sabe muy bien; muchas cosas están en la penumbra. Por ejemplo, quién es tu médico, quién es tu ginecólogo, quién es tu dentista. Son respuestas que a veces uno daba inocentemente. Si el nombre del médico o del dentista se repetía en promedio cinco o seis veces entre los interrogados y uno tenía una referencia de 50 veces… ah, ése es miembro de la organización clandestina. Y eso se paga después: “Me delató fulano de tal”. Es decir que en los subterfugios para ver entre la nitidez del héroe que no claudica y el traidor que delata están todos los grises del medio, y las opacidades y las penumbras de no saber qué de lo que uno pudo decir lo perjudicó a uno mismo o perjudicó a otro. No son cosas nítidas, como pueden ser otros recuerdos. La memoria del terror sigue lógicas a distancia.
El no preguntar también es ahorrarse las penurias de estas cosas. ¿Qué es lo justo del olvido? O ¿qué es lo justo de hacer una separata especial sobre desaparecidos? ¿Cómo y cuándo se clausura el proceso que está abierto? Y sí, se clausura, por eso lo de las cinco generaciones. En eso Mujica tiene razón, cuando dice “cuando nos ‘muéramos’ todos”. Todos los presidentes uruguayos se negaban a una revaluación de la memoria. En la posdictadura inmediata hubo una escisión de la sociedad entre los militantes de la memoria y los traficantes del olvido. Que te pusieras a hablar como estamos hablando ahora provocaba la estampida de todos. Salvo otro sector muy minoritario y aislado que estaba en el fundamentalismo de una catarsis continua. Y entre los dos había, como en los castillos, un foso de separación. Después, a largo plazo, ese Uruguay de la cana, el Uruguay del exilio, el Uruguay del aquí no pasó nada, pudo volver a una cierta cohesión. Pero durante años hubo países superpuestos en los discursos. Y la conducta con respecto a hablar de lo que había pasado era muy confrontativa, había grupos antagónicos muy radicalizados; estaba lo de los ojos en la nuca, lo de la mujer de Lot, que se convertía en sal si mirabas para atrás. A Mujica le escuché personalmente decir “ahora lo que hay que hacer es ver cómo rehabilitamos Afe, no tanto darle los huesos a las viejitas”. Con esto te digo que es un problema de sensibilidad más que de orientación ideológica. Es un tema el de la continuidad o la ruptura con el pasado. El tema de la memoria del terror es un tema ultrasensible que no tiene respuestas ecuánimes. O hay un exceso de olvido o un exceso de implicación. De esto no se habla (el pacto denegatorio), o sólo se habla de esto y hacemos un heroísmo.
—Me interesa volver sobre quienes no preguntan y sobre el impacto que tiene este pacto denegatorio en la construcción de uno mismo. Quiero decir, si uno se construye en vínculo con las otras generaciones de su familia pero se encuentra con que hay silencios, recortes, nebulosas, e incluso ausencias, esas disrupciones seguro golpean en la estructura, en la subjetividad.
—Yo no tengo la respuesta. Para responder habría que ver caso por caso. En los traumatismos graves las repuestas no son predecibles, por algo existen las nociones de resiliencia y de estrés postraumático. Por eso yo prefiero la noción de marca, no la de secuela o de trauma, porque el trauma siempre implica una valoración negativa, en detrimento, siempre es considerado una discapacidad, una cosa nociva. Ahora, un sujeto que crece sin traumas es seguramente un estúpido, creo que confrontar a un ser en gestación con la realidad de sus traumas lo va templando y lo va formando. Es decir, el valor instituyente de los traumas infantiles y de las herencias traumáticas puede ser al revés de lo esperable. No niego que haya casos de secuelas o minusvalía en las marcas que queden de los traumatismos precoces, pero yo no tengo estadísticas, ni me interesan. Me interesa el estudio caso por caso, donde la noción del trauma y de locura con que circula la construcción de un sujeto humano, en el mismo núcleo reúne lo que es mórbido y lo que es creativo. Y muchas veces es con la adversidad que se tejen las mejores cosas que tenemos. A veces son las experiencias de adversidad las que más nos templan, las que más nos forjan, las que más nos constituyen. Por eso digo que es mejor meterse, embarrarse en el tema, que callarse, evitarlo. Yo tengo un a priori muy radical, creo que basado en la experiencia, de que es mejor hablar que ocultar los conflictos. Con ese a priori, la circulación de afectos que ocurre entre el que trasmite y el que recibe la información genera otro espesor subjetivo, otra densidad humana que cuando queda una cosa silenciosa y desértica.
Eso porque estamos en la esfera de lo íntimo. En la esfera de lo colectivo muchos dicen que hay que olvidar el horror y pensar en el futuro. “Pensemos en el mañana”, “No hay que tener ojos en la nuca”. La moraleja que se trasmite por debajo de esa apariencia de miremos el mañana y no el ayer es la trivialización del crimen. Creo que hay que hacerse cargo de los excesos y de los duelos que como colectivo tenemos. En el modelo sudafricano de posconflicto y reconciliación –la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, la de Desmond Tutu– se trataba de hablar (hicieron 20 mil horas con todos los horrores), porque si no se teje una maraña de invenciones.
—Supongo que me dirás que también en quienes callan se debe el estudio caso a caso.
—No hay estudios, que yo sepa, en follow-up –o sea a los que hablaron les pasó esto y a los que silenciaron les pasó esto otro–. Estos fenómenos en general los recupera la tercera generación. En nuestro trabajo de psicoterapia vimos que no se hablaba del tercer Reich en los primeros 20 años luego de la posguerra, pero los nietos fueron muy insistentes y muy incisivos en querer saber lo que hicieron los abuelos y padres entre el 33 y el 45. Te doy el dato alemán porque no sé si hay datos uruguayos. Pero es la tercera generación la que se implica con la memoria, se implica con las deudas del pasado y quiere saber a nivel familiar, eso empieza diez o veinte años después de la normalización militar o jurídica.
—¿Por qué será eso?
—Yo digo que por la fuerza del pacto denegatorio, ahí hay mucho miedo y mucha angustia negada y comprimida. La experiencia de una angustia que uno tiene dentro y no sabe por qué es una experiencia que cualquiera puede tener. Ahora, cómo y cuándo explota eso requiere otra mirada que una entrevista periodística.
El mensaje fundamental es que el ritual de que algo pasó, de que cuando pasa algo las generaciones subsiguientes lo reciben, y si lo desconocen va a brotar de modo inesperado, es una experiencia que el siglo XX ha demostrado. Se ve mucho en las patologías y en las locuras, muchas veces no se puede identificar sólo una causa, porque en los procesos patológicos hay una multicausalidad, pero uno de los factores es el silencio del origen. Esos pactos denegatorios son factor de patología en la tercera generación. Hay suficiente casuística como para poder definirlo de esta manera, no es que esto explique todas las patologías, pero es un factor nocivo importante.
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Festival ENTRÁ: Resistencia cultural contra el Decreto 345 que quedó ¡afuera! y un acto performático a 44 años del atentado a El Picadero

A 44 años del atentado en plena dictadura contra el Teatro El Picadero, ayer se juntaron en su puerta unas 200 personas para recordar ese triste episodio, pero también para recuperar el espíritu de la comunidad artística de entonces que no se dejó vencer por el desaliento. En defensa del Instituto Nacional del Teatro se organizó una lectura performática a cargo de reconocidas actrices de la escena independiente. El final fue a puro tambor con Talleres Batuka. Horas más tarde, la Cámara de Diputados dio media sanción a la derogación del Decreto 345 que desfinancia al Instituto Nacional del Teatro, entre otros organismos de la Cultura.
Por María del Carmen Varela
Fotos Lina Etchesuri para lavaca
Homenaje a la resistencia cultural de Teatro Abierto. En plena dictadura señaló una esperanza.
Esto puede leerse en la placa ubicada en la puerta del Picadero, en el mítico pasaje Discépolo, inaugurado en julio de 1980, un año antes del incendio intencional que lo dejara arrasado y solo quedara en pie parte de la fachada y una grada de cemento. “Esa madrugada del 6 de agosto prendieron fuego el teatro hasta los cimientos. Había empezado Teatro Abierto de esa manera, con fuego. No lo apagaron nunca más. El teatro que quemaron goza de buena salud, está acá”, dijo la actriz Antonia De Michelis, quien junto a la dramaturga Ana Schimelman ofició de presentadoras.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
La primera lectura estuvo a cargo de Mersi Sevares, Gradiva Rondano y Pilar Pacheco. “Tres compañeras —contó Ana Schimelman— que son parte de ENTRÁ (Encuentro Nacional de Teatro en Resistencia Activa) un grupo que hace dos meses se empezó a juntar los domingos a la tarde, a la hora de la siesta, ante la angustia de cosas que están pasando, decidimos responder así, juntándonos, mirándonos a las caras, no mirando más pantallas”. Escuchamos en estas jóvenes voces “Decir sí” —una de las 21 obras que participó de Teatro Abierto —de la emblemática dramaturga Griselda Gambaro. Una vez terminada la primera lectura de la tarde, Ana invitó a lxs presentes a concurrir a la audiencia abierta que se realizará en el Congreso de la Nación el próximo viernes 8 a las 16. “Van a exponer un montón de artistas referentes de la cultura. Hay que estar ahí”.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Las actrices Andrea Nussembaum, María Inés Sancerni y el actor Mariano Sayavedra, parte del elenco de la obra “Civilización”, con dramaturgia de Mariano Saba y dirección de Lorena Vega, interpretaron una escena de la obra, que transcurre en 1792 mientras arde el teatro de la Ranchería.
Elisa Carricajo y Laura Paredes, dos de las cuatro integrantes del colectivo teatral Piel de Lava, fueron las siguientes. Ambas sumaron un fragmento de su obra “Parlamento”. Para finalizar Lorena Vega y Valeria Lois interpretaron “El acompañamiento”, de Carlos Gorostiza.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
Con dramaturgia actual y de los años ´80, el encuentro reunió a varias generaciones que pusieron en práctica el ejercicio de la memoria, abrazaron al teatro y bailaron al ritmo de los tambores de Talleres Batuka. “Acá está Bety, la jubilada patotera. Si ella está defendiendo sus derechos en la calle, cómo no vamos a estar nosotrxs”, dijo la directora de Batuka señalando a Beatriz Blanco, la jubilada de 81 años que cayó de nuca al ser gaseada y empujada por un policía durante la marcha de jubiladxs en marzo de este año y a quien la ministra Bullrich acusó de “señora patotera”.
Todxs la aplaudieron y Bety se emocionó.
El pasaje Santos Discépolo fue puro festejo.
Por la lucha, por el teatro, por estar juntxs.
Continuará.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.


Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.

Foto: Lina M. Etchesuri para lavaca.
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La vida de dos mujeres en la Isla de la Paternal, entre la memoria y la lucha: una obra imperdible

Una obra única que recorre el barrio de Paternal a través de postas de memoria, de lucha y en actual riesgo: del Albergue Warnes que soñó Eva Perón, quedó inconcluso y luego se utilizó como centro clandestino de detención; al Siluetazo de los 80´, los restoranes notables, los murales de Maradona y el orfanato Garrigós, del cual las protagonistas son parte. Vanesa Weinberg y Laura Nevole nos llevan de la mano por un mapa que nos hace ver el territorio cotidiano en perspectiva y con arte. Una obra que integra la programación de Paraíso Club.
María del Carmen Varela
Las vías del tren San Martín, la avenida Warnes y las bodegas, el Instituto Garrigós y el cementerio de La Chacarita delimitan una pequeña geografía urbana conocida como La Isla de la Paternal. En este lugar de casas bajas, fábricas activas, otras cerradas o devenidas en sitios culturales sucede un hecho teatral que integra a Casa Gómez —espacio dedicado al arte—con las calles del barrio en una pintoresca caminata: Atlas de un mundo imaginado, obra integrante de la programación de Paraíso Club, que ofrece un estreno cada mes.
Sus protagonistas son Ana y Emilia (Vanesa Weinberg y Laura Nevole) y sus versiones con menos edad son interpretadas por Camila Blander y Valentina Werenkraut. Las hermanas crecieron en este rincón de la ciudad; Ana permaneció allí y Emilia salió al mundo con entusiasmo por conocer otras islas más lejanas. Cuenta el programa de mano que ambas “siempre se sintieron atraídas por esos puntos desperdigados por los mapas, que no se sabe si son manchas o islas”.


La historia
A fines de los ´90, Emilia partió de esta isla sin agua alrededor para conocer otras islas: algunas paradisíacas y calurosas, otras frías y remotas. En su intercambio epistolar, iremos conociendo las aventuras de Emilia en tierras no tan firmes…
Ana responde con las anécdotas de su cotidiano y el relato involucra mucho más que la narrativa puramente barrial. Se entrecruzan la propia historia, la del barrio, la del país. En la esquina de Baunes y Paz Soldán se encuentra su “barco”, anclado en plena isla, la casa familiar donde se criaron, en la que cada hermana tomó su decisión. Una, la de quedarse, otra la de marcharse: “Quien vive en una isla desea irse y también tiene miedo de salir”.
A dos cuadras de la casa, vemos el predio donde estaba el Albergue Warnes, un edificio de diez pisos que nunca terminó de construirse, para el que Eva Perón había soñado un destino de hospítal de niñxs y cuya enorme estructura inconclusa fue hogar de cientos de familias durante décadas, hasta su demolición en marzo de 1991. Quien escribe, creció en La Isla de La Paternal y vio caer la mole de cemento durante la implosión para la que se utilizó media tonelada de explosivos. Una enorme nube de polvo hizo que el aire se volviera irrespirable por un tiempo considerable para las miles de personas que contemplábamos el monumental estallido.
Emilia recuerda que el Warnes había sido utilizado como lugar de detención y tortura y menciona el Siluetazo, la acción artística iniciada en septiembre de 1983, poco tiempo antes de que finalizara la dictadura y Raúl Alfonsín asumiera la presidencia, que consistía en pintar siluetas de tamaño natural para visibilizar los cuerpos ausentes. El Albergue Warnes formó parte de esa intervención artística exhibida en su fachada. La caminata se detiene en la placita que parece una mini-isla de tamaño irregular, sobre la avenida Warnes frente a las bodegas. La placita a la que mi madre me llevaba casi a diario durante mi infancia, sin sospechar del horror que sucedía a pocos metros.
El siguiente lugar donde recala el grupo de caminantes en una tarde de sábado soleado es el Instituto Crescencia Boado de Garrigós, en Paz Soldán al 5200, que alojaba a niñas huérfanas o con situaciones familiares problemáticas. Las hermanas Ana y Emilia recuerdan a una interna de la que se habían hecho amigas a través de las rejas. “El Garrigós”, como se lo llama en el barrio, fue mucho más que un asilo para niñas. Para muchas, fue su refugio, su hogar. En una nota periodística del portal ANRed —impresa y exhibida en Casa Gómez en el marco de esta obra— las hermanas Sosa, Mónica y Aída, cuentan el rol que el “Garri” tuvo en sus vidas. Vivían con su madre y hermanos en situación de calle hasta que alguien les pasó la información del Consejo de Minoridad y de allí fueron trasladas hasta La Paternal. Aída: “Pasar de la calle a un lugar limpio, abrigado, con comida todos los días era impensable. Por un lado, el dolor de haber sido separadas de nuestra madre, pero al mismo tiempo la felicidad de estar en un lugar donde nos sentimos protegidas desde el primer momento”. Mónica afirma: “Somos hijas del Estado” .
De ser un instituto de minoridad, el Garrigós pasó a ser un espacio de promoción de derechos para las infancias dependiente de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia de Argentina (SENAF), pero en marzo de este año comenzó su desmantelamiento. Hubo trabajadorxs despedidxs y se sospecha que, dado el resurgimiento inmobiliario del barrio, el predio podría ser vendido al mejor postor.
El grupo continúa la caminata por un espacio libre de edificios. Pasa por la Asociación Vecinal Círculo La Paternal, donde Ana toma clases de salsa.
En la esquina de Bielsa (ex Morlote) y Paz Soldán está la farmacia donde trabajaba Ana. Las persianas bajas y los estantes despojados dan cuenta de que ahí ya no se venden remedios ni se toma la presión. Ana cuenta que post 2001 el local dejó de abrir, ya que la crisis económica provocó que varios locales de la zona se vieran obligados a cerrar sus puertas.
La Paternal, en especial La Isla, se convirtió en refugio de artistas, con una movida cultural y gastronómica creciente. Dejó de ser una zona barrial gris, barata y mal iluminada y desde hace unos años cotiza en alza en el mercado de compra-venta de inmuebles. Hay más color en el barrio, las paredes lucen murales con el rostro de Diego, siempre vistiendo la camiseta roja del Club Argentinos Juniors . Hay locales que mutaron, una pequeña fábrica ahora es cervecería, la carnicería se transformó en el restaurante de pastas Tita la Vedette, y la que era la casa que alquilaba la familia de mi compañera de escuela primaria Nancy allá por los ´80, ahora es la renovada y coqueta Casa Gómez, desde donde parte la caminata y a donde volveremos después de escuchar los relatos de Ana y Emilia.
Allí veremos cuatro edificios dibujados en tinta celeste, enmarcados y colgados sobre la pared. El Garrigós, la farmacia, el albergue Warnes y el MN Santa Inés, una antigua panadería que cerró al morir su dueño y que una década más tarde fuera alquilada y reacondicionada por la cheff Jazmín Marturet. El ahora restaurante fue reciente ganador de una estrella Michelín y agota las reservas cada fin de semana.
Lxs caminantes volvemos al lugar del que partimos y las hermanas Ana y Emilia nos dicen adiós.
Y así, quienes durante una hora caminamos juntxs, nos dispersamos, abadonamos La Isla y partimos hacia otras tierras, otros puntos geográficos donde también, como Ana y Emilia, tengamos la posibilidad de reconstruir nuestros propios mapas de vida.
Atlas de un mundo imaginado
Sábados 9 y 16 de agosto, domingos 10 y 17 de agosto. Domingo 14 de septiembre y sábado 20 de septiembre
Casa Gómez, Yeruá 4962, CABA.
Actualidad
Discapacidad: “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”

Se concretó este martes la marcha de personas con discapacidad y familiares, frente a quienes el gobierno hizo más de lo mismo: envió Policía y Gendarmería a amedrentarlos y amenazarlos, pese a que no estaban siquiera rompiendo el protocolo. Los gendarmes y policías tuvieron así la notable actitud de empujar y agredir a manifestantes con discapacidad que estaban reclamando pacíficamente por la motosierra aplicada a sus tratamientos, lo cual rompe toda frontera de la palabra «vulnerable».
Compartimos aquí la crónica realizada por el diario autogestivo Tiempo Argentino al respecto, reflejo de lo que está ocurriendo en el país.
Por Tiempo Argentino
Fotos: Antonio Becerra.
En protesta por el veto presidencial a la Ley de Emergencia, organizaciones de personas con discapacidad concentraron frente al Congreso, rodeado por policías y gendarmes. El reclamo se multiplicó en distintos puntos del país.
“Vallaron todo, nos rodearon de una manera exagerada. No es una movilización agresiva, nunca lo fue. No era necesaria tanta policía, tanta militarización”, criticaba Fernanda Abalde mientras emprendía la retirada de la masiva concentración frente al Congreso contra el veto de Javier Milei a la Ley de Emergencia en Discapacidad. Coordinadora de un centro de profesionales en neurodesarrollo y hermana de una persona con discapacidad a quien le recortaron las pensiones, sufre en carne propia el ajuste y el maltrato sobre el sector, que afecta tanto a prestadores como familias.
“Hay mucho maltrato del sistema a las familias, no es un sistema accesible. No solo en lo económico, es agresivo. Este año fue terrible. Hasta junio no estaban autorizados tratamientos presentados en noviembre del año pasado, por ejemplo. Siempre hubo un golpe a la discapacidad, pero este año fue muy atípico, recortaron muchos tratamientos, demoraron las autorizaciones, se planchó el nomenclador”, enumeró Abalde, coordinadora de Pulsar NeuroSocial y miembro del colectivo de Prestadores en Unidad CABA y GBA. “Es un sector con mucha demanda y se lo está desmantelando. Hay muchas familias que no pueden costear sus tratamientos”, lamentó en diálogo con Tiempo.

Represión como respuesta
La protesta había comenzado 11.30. Pasado el mediodía la concentración ya era masiva y comenzó el operativo represivo, con un número desproporcionado de efectivos de Policía Federal y Gendarmería que empujaban incluso a grupos de manifestantes entre los que había personas en silla de ruedas que gritaban contra el veto y solo portaban carteles por los derechos de las personas con discapacidad.

La Ley de Emergencia en Discapacidad busca revertir un panorama que por estos días es desolador. Según un informe reciente de la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI), la pensión por invalidez laboral está congelada en $217.000 y una maestra de integración en la escuela común cobra solo $3.000 la hora, con una demora de 180 días. Todo esto, mientras se recortaron pensiones por discapacidad y la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) proyecta recortar otros cientos de miles. Se trata de pensiones de 270 mil pesos, más un bono que lleva el total a poco más de 300 mil.
“Uno va pidiendo ayuda en la familia, se hace lo que se puede. Pero esperemos que este hombre recapacite”, pidió ante las cámaras Olga, una jubilada que marchó ante el Congreso, dirigiéndose a Milei. “Hay remedios que tuve que suspender. Hay muchas cosas que tienen que cambiar en la casa para poder subsistir. Para poder seguir adelante por mi hija”, dijo a C5N.

Un reclamo federal
La masiva protesta frente al Congreso se replicó también en distintos puntos del país. “Si la crueldad avanza, salimos a las plazas”, había anunciado la Asamblea De Trabajadores de Inclusión (ATI) al convocar para este martes a una Jornada Federal por la Ley de Emergencia en Discapacidad.
Córdoba fue escenario de las protestas más concurridas. Desde la Plaza San Martín de Córdoba Capital, Virginia Els –presidenta de la Cámara de Prestadores de Discapacidad de Córdoba (Capredis)- destacó el gran número de familias que se sumó a reclamar, junto a prestadores, transportistas y profesionales. “El veto incrementó el reclamo. Ahora estamos intentando alzar la voz para que los diputados escuchen el reclamo y vuelvan a votar la ley con los dos tercios necesarios para que se sostenga. Fue algo multitudinario, con mucha más participación de familias que antes”, resaltó.

Los motivos de protesta son varios, pero todos tienen que ver con frenar el maltrato y el ajuste sobre el sector, ante una política cruel que afecta a todos los actores del circuito. “Reclamamos que se actualicen los aranceles, que se contemplen otros criterios para las auditorías. El tema de las prestaciones está en una etapa crítica: las instituciones están cerrando”, advirtió.
El embate contra el sector es tal que está generando un nivel de unidad inédito: “En Córdoba, prestadores, instituciones, profesionales independientes, familias, personas con discapacidad, estamos todos muy unidos. Estamos todos trabajando a la par. Es algo que nunca había sucedido. Nos unió el espanto”, resumió Els.
Franco Muscio, terapista ocupacional al frente de un centro de día en la zona de Sierras Chicas, se acercó a la capital provincial para participar de la protesta. “El servicio es cada vez más precario, una situación alarmante y angustiante y un Estado nacional que no da respuesta. Este año es imposible sostener las prestaciones. Cada vez hay más recortes. No sé cómo vamos a seguir. Las familias son las más perjudicadas”, sentenció ante las cámaras. “Sin espacios como los nuestros, se pierde calidad de vida. Hace diez años que estoy en esto. Nunca había pasado algo así”.

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